DOMINGO XXIII
Amigos, hay mucha gente actualmente que podría sentirse intrigada por Jesús. Lo encuentran interesante, lo recuerdan como un maestro espiritual o tienen sentimientos de cariño para con él. Pero en el Evangelio de hoy, Jesús les está diciendo a sus seguidores en las buenas —aquellos que lo están siguiendo porque es fascinante y carismático— que ser su discípulo no es un paseo por el parque; es algo de suprema importancia espiritual y moral.
ESTA ES UNA AFIRMACIÓN DE LA DIVINIDAD DE JESÚS, DICIENDO ALGO COMPARABLE. A MENOS QUE AMEN MI ENSEÑANZA. O A MENOS QUE AMEN AL DIOS QUE LES SEÑALO O A MENOS QUE AMEN AL DIOS QUE LES SEÑALO el camino espiritual que les señaló, Para decir despreocupada, ¨A MENOS QUE ME AMEN A MI PERSONALMENTE MÁS QUE LAS COSAS¨. Menos que aborrezcan madre y padre, hermano y hermana. Bueno esto dispara la pregunta ontológica: ¿Quién podría decir tal cosa, excepto aquel que es en persona. Una CRISTOLOGÍA TAN ELEVADA sólo comparable con el Prólogo de Juan. ¨A PRINCIPIO EXISTÍA LA PALABRA, Y LA PALABRA ESTABA JUNTO A DIOS, Y LA PALABRA ERA DIOS¨. Esto también es claro, una vez que de algún modo desciframos la clave. EL UNICO QUE PODRIA O DEBERIA SER AMADO. DE ESA MANERA ES AQUEL QUE ES EL BIEN SUPREMO. De acuerdo. POR LO TANTO, RESPECTO EL DEBE HACERSE UNA ELECCIÓN. SI ES UN MAESTRO ESPIRITUAL, EXISTEN MILES DE MAESTROS ESPIRITUALES. PERO NINGUNO DE ELLO, NINGUNO DE ELLOS, ME HACE ESTA CLASE DE EXIGENCIA. PORQUE NINGUNO DE ELLOS ESTÁ AFIRMANDO LO QUE JESÚS AFIRMA AQUÍ. Es por eso que,
¨O ESTAS CONMIGO O ESTÁS CONTRA MI. Es por eso que ninguno de ellos está afirmando LO QUE JESUS AFIRMA AQUÍ. EL QUE NO RECOGE CONMIGO, DESPARRAMA. .Y ME HACE ESTA CLASE DE EXIGENCIA.
¿Por qué? Porque ninguno está afirmando lo que JESÚS afirma aquí. Existe un UNA DE DOS cuando nos referimos a JESÚS. Les está hablando a sus quizás seguidores en la buenas, aquellos que lo están siguiendo porque es fascinante y carismático. ¿Se dan cuenta de lo que implica seguirme? NO SOY SIMPLEMENTE UN PROFETA MÁS. SOY DIOS DE DIOS Y LUZ DE LUZ Y DIOS VERDADERO DE DIOS VERDADERO. POR LO TANTO, DEBO SER EL CENTRO ABSOLUTO DE TU VIDA. No puede haber un toma y daca. No puede haber medias tintas. O ESTAS CONMIGO O ESTÁS CONTRA MI. JESÚS NOS RECLAMA UNA ELECCIÓN, de un modo que ningún personaje, ningún filósofo, ni otro maestro espiritual hace. Y enfatiza el argumento con exageración semítica típica, pero el argumento permanece: A MENOS QUE ABORREZCAN A SU MADRE Y PADRE, HERMANOS Y HERMANAS. ¿Qué PODRÍA SIGNIFICAR ESTO?
QUE MADRE O PADRE, HERMANOS O HERMANAS SE HAYAN CONVERTIDO EN EL BIEN SUPREMO DE SUS VIDAS, eso es una pesadilla.Eso es un problema.
Lucas 14:25-33
En nuestro Evangelio de hoy, el Señor ofrece uno de los desafíos más grandes y más “golpeadores en la cara” que jamás haya ofrecido. “Si alguno viene a mí sin odiar a su padre y a su madre. . . y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo.”
Ahí está el gran principio espiritual que sustenta todo el Evangelio: el desapego. El corazón de la vida espiritual es amar a Dios y luego amar todo lo demás por Dios. Pero los pecadores, como decía San Agustín, caemos en la trampa de amar a la criatura y olvidarnos del Creador. Ahí es cuando nos bajamos de los rieles.
Tratamos algo menos que Dios como Dios, y surgen problemas. Y es por eso que Jesús les dice a sus fanáticos del buen tiempo que tienen que tomar una decisión muy dura. Jesús debe ser amado primero y último, y todo lo demás en sus vidas debe encontrar su significado en relación con él.
De manera típica semítica, hace este punto a través de una marcada exageración: “A menos que odien a su padre y madre, esposa e hijos, hermanos y hermanas. . .” Pues sí, ódialos en la medida en que se han convertido en dioses para ti. Porque precisamente en esa medida son peligrosos.
Posponer para mejor amar
El evangelio de hoy comienza con unas palabras enigmáticas, casi escandalosas, que parecen contradecir, no sólo el espíritu del evangelio mismo, centrado todo él en el mandamiento nuevo del amor, sino, incluso, los (viejos) mandamientos de la ley de Dios, que, en el cuarto de ellos, nos mandan honrar padre y madre. Al exponer las condiciones para ser discípulos suyos, Jesús dice que para ello es preciso “odiar” a padre, madre, mujer (marido), hijos, hermanos y hermanas, incluso a sí mismo. Es verdad que el texto en español que hemos leído está edulcorado, y no dice “odiar”, sino “posponer”. Si leemos diversas traducciones de este pasaje, podemos encontrar términos tan variados como “odiar” (así, por ejemplo, la Biblia de Jerusalén), posponer, despreciar, etc. La versión griega usa, de hecho, el verbo “miseo”, que significa literalmente odiar. ¿Es que la fe y el amor a Jesús y a Dios conllevan un conflicto con las relaciones humanas, precisamente, las más inmediatas, de modo que elegir la fe y el amor a Dios implica renunciar o, al menos, dejar en segundo plano aquellas?
En realidad, parece que detrás del verbo “odiar” usado por Lucas se esconde una insuficiencia del arameo subyacente, que carece del matiz que nosotros expresamos en el verbo “preferir”. Esta forma de entender ese extraño “odiar” (o “aborrecer”, o “posponer”) lo confirma la versión de este pasaje en el Evangelio de Mateo, que se expresa positivamente: “el que ama a su padre o a su madre, o a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí” (10, 37).
Efectivamente, Jesús nos llama a una elección radical y sin componendas, que significa ponerlo a él absolutamente en el primer lugar, en la cumbre de los afectos y de las preferencias. Sólo de esta forma radical y sin medias tintas es posible seguirle de verdad, ser realmente discípulo suyo. Pero esta preferencia radical y exclusiva, que conlleva “posponer” hasta los lazos afectivos más inmediatos, no significa una disminución o debilitación del amor que debemos a los nuestros, a nuestros padres, hermanos, mujeres o maridos, hijos, etc. Al contrario, la elección absoluta a favor de Jesús como nuestro único Señor y Maestro sana, purifica y fortalece nuestra capacidad de amar a todos, y también a los más cercanos, porque le da una medida nueva. Esa medida es, precisamente, el mismo Cristo y el amor con que nos ha amado: en él la medida del amor es el amor sin medida. La apostilla “incluso a sí mismo” (en otras traducciones se dice “incluso a su propia vida”) aclara esto último: es Cristo el que ha despreciado su propia vida, al entregarla en la Cruz por nosotros. De ahí, también, la alusión a la Cruz: para caminar en pos de Jesús y ser discípulo suyo es preciso aceptar y tomar la cruz. Y esto no significa otra cosa que la disposición a amar hasta la entrega total de la propia vida.
Amar dando la vida (despreciando la propia vida) significa tomar la decisión de amar sin condiciones, de poner el amor por encima de cualesquiera intereses, aficiones, valores que puedan disputarle a la fuente del amor (que es el mismo Cristo) el primer puesto en nuestros afectos, en el “ordo Amoris” de nuestro corazón.
Preferir a Jesús de manera exclusiva y sin componendas es conectarse a la fuente del amor verdadero, el mismo Dios. Es cierto que todo amor humano viene de Dios. Pero todos sabemos hasta qué punto el amor humano está herido, enfermo, debilitado y condicionado por el egoísmo, y, por tanto, dificultado por múltiples intereses, aficiones y valores que rivalizan continuamente en nosotros por ese “primer puesto” que Jesús reclama para sí. Y esta anemia de nuestros amores se manifiesta también en las relaciones más cercanas e inmediatas. ¡Cuántas veces los propios padres se quitan de encima a sus hijos pequeños, que les reclaman atención y amor, poniéndoles una película de dibujos en la tablet para que no les molesten mientras, por ejemplo, ven un partido de fútbol o se dedican a leer el periódico! Muchos matrimonios acaban mal por la incapacidad de tomar sobre sí la cruz de las inevitables limitaciones y defectos del otro. Muchos vínculos familiares se rompen por disputas ideológicas o económicas, a veces por grandes herencias, a veces por cuatro perras miserables…
Poner a Jesús en el primer lugar y preferirle por encima de todo significa valorar más el tesoro de la relación, de los vínculos familiares, de la amistad, etc., que nuestras aficiones o ideas particulares, la razón que creemos tener, o la fortuna grande o pequeña que tanto nos tienta, pero que no nos podremos llevar a la tumba. Ahora podemos entender también, por qué Jesús, al final de su llamada a una elección radical para ser sus discípulos, incluye además la renuncia a todos los bienes. No significa esto que todos, ni siquiera la mayoría, hayan de despojarse de todo lo que tienen para poder ser cristianos, sino que también debemos anteponer nuestra fe en Jesús a todo interés material, a todo egoísmo que grava e impide nuestra capacidad de amar.
El seguimiento de Cristo es una empresa que merece ser ponderada con cuidado. Emprenderla sin la disposición necesaria, pretendiendo compaginar la fe con actitudes y formas de relación incompatibles con ella, es iniciar un camino a ninguna parte, afrontar una batalla perdida de antemano. Si para construir torres y ganar batallas hay que contar con los medios adecuados, también para poder llegar a ser verdaderos discípulos de Jesús tenemos que estar dispuestos a hacer acopio de los medios necesarios, cultivando en nuestra vida las actitudes acordes con la fe que profesamos. En realidad, la adquisición de estos medios puede hacerse sólo en contacto vivo con el Maestro, que nos los enseña, y con su gracia y nuestra cooperación los va haciendo crecer en nosotros. No se puede aprender a tomar la propia cruz más que en la escuela de Aquel que entregó su vida en la Cruz; no es posible preferir a Cristo antes que la propia vida más que si estamos vitalmente vinculados por la fe, la oración y los sacramentos con el que despreció su propia vida por amor nuestro.
Algo de esto nos enseña Salomón en la primera lectura. Él, considerado el hombre más sabio de su tiempo, tiene que reconocer que todos los conocimientos humanos, filosóficos o científicos, que con gran esfuerzo y no pocos errores vamos acumulando, no se pueden comparar con la sabiduría que Dios otorga a los que están abiertos a su enseñanza, y que sólo de Él es posible recibir, la sabiduría que salva, la sabiduría del amor.
Jesús es el Maestro de esta sabiduría, que Dios nos ha enviado. ¡Cuantos cristianos sencillos, no especialmente formados, hacen gala de una sabiduría vital, fruto de una fe sinceramente vivida, que grandes especialistas, con muchos títulos académicos, son incapaces de alcanzar! La sabiduría de Salomón se expresa mejor que en los libros que leyó o que escribió, en el humilde reconocimiento de las limitaciones de su razón y sus conocimientos.
Decíamos al principio que esa aparente contradicción entre amar a Cristo y a los propios se resuelve cuando entendemos que preferir a Jesús es el mejor modo de amar de verdad y sin egoísmo a padres, hijos y hermanos. Al leer la carta de Pablo a Filemón, esa joya de la primera generación cristiana, entendemos, además, que gracias a esa preferencia por Cristo nuestra capacidad de amar se amplía infinitamente, supera toda barrera y alcanza a todos. En Cristo, el Hijo de Dios, comprendemos que todos los hombres, sin excepción, son de verdad, sin metáforas, hermanos nuestros. Sin grandes proclamas ni manifiestos (de esos que tanto gustan hoy, pero que suelen quedarse en papel mojado) contra la monstruosa inhumanidad de la esclavitud, Pablo se limita a descubrirle a su amigo y discípulo Filemón que Onésimo, su esclavo, su propiedad, es, en realidad, hermano suyo en Cristo. Sin solemnes alardes ideológicos, Pablo había lanzado la carga de profundidad que habría de terminar con esa institución odiosa y contraria al plan de Dios. Y ahí vemos con toda claridad, con toda su fuerza, hasta qué punto preferir a Cristo por encima de todo es el mejor modo de amar a todos con un amor puro y un corazón indiviso, de superar barreras y conflictos, de poner las bases de un mundo nuevo y fraterno.
Rosalía, Santa
Virgen, 4 de septiembre
Virgen Ermitaña
Martirologio Romano: En Palermo, de Sicilia, santa Rosalía, virgen, de quien se dice que practicó la vida solitaria en el monte Pellegrino (s. XII).
Etimología: Rosalía = rosal florido”. Viene de la lengua griega
Breve Biografía
Vivió en el siglo XII y murió hacia 1160.
Aunque se desconocen datos sobre su patria y vida, una leyenda asegura que a los 14 años se retiró a una cueva del monte Coscina y luego a otra del monte Pellegrino, cercano a Palermo.
En la Edad Media se le dedicaron varias iglesias y se le consideró Protectora y Patrona de Palermo.
Sus restos fueron descubiertos un 15 de julio y el Papa Urbano VIII la incluyó como santa en el Martirologio.
Se le invoca como abogada contra la peste y los terremotos. La iconografía la presenta como ermitaña o bien revestida con hábito agustino.
Sus principales atributos son: una corona de rosas, en alusión a su nombre; y un crucifiJo y una calavera, por su ascesis.
Seamos cristianos
Santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33. Domingo XXIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de escuchar tu Sagrado Corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, caminaba con Jesús una gran muchedumbre y él, volviéndose a sus discípulos, les dijo:
“Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
Porque, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se pone primero a calcular el costo, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que, después de haber echado los cimientos, no pueda acabarla y todos los que se enteren comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar’.
¿O qué rey que va a combatir a otro rey, no se pone primero a considerar si será capaz de salir con diez mil soldados al encuentro del que viene contra él con veinte mil? Porque si no, cuando el otro esté aún lejos, le enviará una embajada para proponerle las condiciones de paz.
Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A muchos nos da miedo la idea de tener que cargar con una cruz, esto es algo natural, a nadie le gusta tener dolor o sufrir por algo. Hace algún tiempo una persona me preguntó, ¿por qué para ser cristiano hay que cargar con una cruz? ¿Si Dios es bueno por qué nos pide eso?
Ser cristiano no es cargar una cruz, ser cristiano es responder al «sígueme» de Jesús; es caminar todos los días junto a Él. Ser cristiano no es tener una vida sencilla o fácil, ser cristiano es tener una vida donde está Cristo. Cristo no me promete una vida sin cruz sino me promete una vida con Él. De mí depende cargar una cruz con Cristo o sin Cristo.
Pero la cruz es algo real, algo que cuesta y pesa. Al mismo Cristo le pesó y se cayó, pero siguió caminando porque Él no miraba la cruz, Él caminaba mirándonos, caminaba amándonos. Así debo cargar mi cruz, mirándole y amándole.
Ser cristiano significa caminar mirando el rostro de Cristo con el corazón, amarlo cuando la cruz pesa o es ligera, cuando la cruz es grande o pequeña. Ser cristiano es estar con Cristo. ¿Cómo cargo mi cruz? ¿Miro a Cristo? Señor, permíteme que jamás aparte mi corazón de tu rostro, que siempre pueda verte aun cuando me pese la cruz, que siempre pueda amarte. Amén.
«No llevar la cruz sólo como un símbolo de pertenencia, como “un distintivo”, sino mirar al Crucificado como a “este Dios que se he hecho pecado” para salvarnos».
«Poner a Jesús en medio de su pueblo, es asumir y querer ayudar a cargar la cruz de nuestros hermanos. Es querer tocar las llagas de Jesús en las llagas del mundo, que está herido y anhela, y pide resucitar. Ponernos con Jesús en medio de su pueblo. No como voluntaristas de la fe, sino como hombres y mujeres que somos continuamente perdonados, hombres y mujeres ungidos en el bautismo para compartir esa unción y el consuelo de Dios con los demás».
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de febrero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ver el rostro de Cristo en las cruces que se me presenten el día de hoy.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Las Virtudes valen solo con Amor
El Espíritu Santo nos llena de Amor para vivir las virtudes.
Ninguna virtud vale la pena si no está impregnada de amor
Espíritu Santo, generador de la fortaleza cristiana.
¿Cómo transforma nuestro comportamiento el Espíritu Santo? Lo hace con la ayuda de nuestra cooperación, porque él quiere que también seamos activos en nuestro crecimiento.
El desarrollo de las virtudes requiere algunas renuncias. Por ejemplo, para aprender a ser pacientes, a veces tenemos que renunciar a decir algunas cosas, o a quejarnos, o a maltratar a otros; para ser humildes a veces tenemos que renunciar a hablar de nosotros mismos; para ser generosos tenemos que renunciar a algunos bienes.
Cada vez que decimos que no a algo inconveniente (un amor prohibido, una experiencia peligrosa, algo indebido) nos queda un vacío, una especie de hueco interior que reclama. Pero ¿con qué se llena ese vacío para que se convierta en algo positivo?
En realidad, el solo hecho de renunciar a algo que no es bueno ya debería hacernos sentir nobles y serenos con nuestra conciencia. Pero eso puede ser sólo orgullo, una necesidad de aparentar, el deseo de sentirse importante, o una forma de cuidarse para evitar problemas. Entonces, eso no hace más que dejarnos en la superficialidad.
Lo único que llena el vacío es el amor. Renunciar cuando es necesario, pero por amor, realmente por amor. Entonces sí una renuncia nos deja una sensación de haber profundizado en la vida.
Ninguna virtud vale la pena si no está impregnada de amor. Por eso, una persona austera y sacrificada, pero sin amor, no es más que un egoísta o un vanidoso. Se contempla a sí mismo y le gusta sentirse más perfecto que otros. Eso no es profundidad, porque la persona se queda en el nivel superficial de la vanidad. Pero sólo el Espíritu Santo puede darnos el amor que no tenemos, y por eso, antes de cualquier esfuerzo, es necesario invocarlo y pedirle insistentemente que derrame la fuerza del amor en nuestro interior.
10 consejos imprescindibles para mantener la salud espiritual
Solemos poner las necesidades de nuestro cuerpo por encima de la de nuestra alma y esto es una errónea jerarquía de valores
Por: P. Ed Broom | Fuente: Catholic Exchange // PildorasdeFe.net
Alimentación orgánica saludable, centros de salud física, tomar varios suplementos vitamínicos, escapadas de vacaciones a hoteles exóticos, y muchos otros son todos intentos por mantener una buena salud corporal.
Sin duda, todo esto puede ser bueno por una simple razón: nuestro cuerpo es el templo del espíritu santo. Por consiguiente, debemos ser guardianes y custodios responsables del regalo de nuestro cuerpo que Dios en su generosidad nos dio.
Sin embargo, a menudo existe este error: ponemos las necesidades de nuestro cuerpo por encima de la de nuestra alma y esto es una errónea jerarquía de valores.
La palabra de nuestro señor y salvador Jesucristo nos enseña la siguiente verdad:
«Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?» (Marcos 8,36-37)
7 datos curiosos que debes saber del mes de la Biblia
La Biblia es uno de los libros más antiguos de todos los tiempos, que ha perdurado a lo largo de la historia
Por: n/a | Fuente: Arquidiócesis de Monterrey
¿Sabías que Septiembre es el mes de la Biblia?
Septiembre es el mes de la Biblia y durante todo el mes la Iglesia católica celebra la Sagrada Biblia, uno de los libros más antiguos de todos los tiempos, que ha perdurado a lo largo de la historia. Siendo la primera Biblia y la única inspirada por Dios.
Sigue leyendo y conoce 7 datos curiosos que debes saber del mes de la Biblia:
- Septiembre es el mes de la Biblia porque el día 30 de septiembre es el día de San Jerónimo, el hombre que dedicó su vida al estudio y a la traducción de la Biblia al latín.
- La Biblia se escribió en tres idiomas: hebreo, arameo y griego. Fue San Jerónimo tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín.
- La palabra de Dios es un alimento para el alma, la cual nos fortalece y nos guía para discernir mejor en momentos de angustia a través de la cual podemos dialogar con Dios y percibir de distintas maneras lo que nos quiere decir. Nos fortalece y nos da la fe que requerimos en nuestra vida espiritual.
- La Biblia está compuesta por 73 libros, al Antiguo Testamento le corresponden 46 y al Nuevo Testamento 27 libros.
- Se empezó a escribir en tiempos de Moisés, 1.300 años antes de Cristo y se terminó de escribir, poco antes de morir el último apóstol, San Juan. Unos cien años después de Cristo.
- El único autor de la Biblia es Dios, pero quienes la escribieron fueron los profetas, sabios, poetas y apóstoles, inspirados por Dios durante catorce siglos para que no escribieran ningún error espiritual.
- El Apocalipsis es la revelación de Jesús a San Juan, acerca de los acontecimientos futuros, que el Mal siempre perseguirá al Bien. Pero este Mal será castigado y al final triunfarán solamente los buenos. Dios vencerá el Mal.
Si te quedaste con ganas de saber más al respecto, te invito a que te acerques a la parroquia que desees para que se te impartan las clases de Biblia y adquieras mayor conocimiento del tema. También puedes descargar la App del Misal de la Arquidiócesis para leer las lecturas diarias.
“Desconocer las Sagradas Escritura es desconocer a Cristo”. San Jerónimo
Moisés, el hombre con el que Dios trataba cara a cara
Fue el precursor de Cristo, el profeta que sacó al pueblo de Israel de Egipto y lo llevó a la entrada de la Tierra Prometida
Moisés es uno de los grandes personajes de la Historia Sagrada. Fue profeta y patriarca, precursor de Jesucristo y escogido de Dios para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y conducirlo hacia la Tierra Prometida. La Iglesia celebra a este hombre santo del Antiguo Testamento el 4 de septiembre.
El nombre de Moisés significa “Salvado de las aguas”. Se debe a que, según relata el Éxodo, el faraón de Egipto había ordenado matar a todos los bebés varones que nacieran de mujer hebrea. Pero las parteras desobedecieron porque preferían no obrar contra Dios. Así, el faraón insistió en que se matara a los niños. Una hebrea tuvo un hijo y para que no se lo asesinaran hizo un canasto de juncos y lo escondió en un carrizal en el Nilo. Allí lo encontró la hija del faraón y lo adoptó. Miriam, la hermana mayor de Moisés y Aarón, le sugirió que le buscaría una mujer hebrea para alimentarlo y así pudo ser la propia madre de Moisés quien le amamantara.
Entonces, Moisés creció en el palacio del faraón. Pero un día, viendo la violencia con que un capataz trataba a los hebreos, lo mató. Esto hizo que tuviera que huir de Egipto y hacerse pastor en Madián. Allí trabajó para el sacerdote Jetró y se casó con su hija mayor, Séfora (Sipora). Tuvieron dos hijos, Gersón y Elizer.
La zarza ardiente
Un día, en el monte Horeb Moisés vio una zarza ardiente que no se consumía. Dios se le manifestó así, diciendo: «Yo soy el que soy». Le comunicó su misión:
“Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel”.
En muchos pasajes de la Biblia Moisés es denominado “siervo de Yahvé”, instrumento de la Providencia, profeta “a quien Yahvé trataba cara a cara” (Dt 34,10). Tremendo elogio para un hombre.
A continuación, Moisés será el protagonista de la salida del pueblo de Israel que era esclavo en Egipto. Está a la cabeza en los pasajes donde se narran los encuentros y desencuentros del pueblo elegido con Dios: las diez plagas sobre Egipto, los diálogos con el faraón, la institución de la Pascua judía, el milagroso paso del Mar Rojo, el Arca de la Alianza, la aparición de las codornices y el maná… Moisés será su mediador y su líder. Aunque, por su falta de fe, Yahvé decidió que no entraría en la Tierra Prometida y muriera en el monte Nebo, ya a punto de llegar.
Los Diez Mandamientos
En el Monte Sinaí, el Señor le dio a Moisés las tablas de la Ley, los Diez Mandamientos. Después, el pueblo de Israel pasó 40 años en la península del Sinaí, de camino a la tierra que Dios les tenía prometida. Sin embargo, Moisés y su hermano Aarón, que eran los líderes, cuando ya se encontraban cerca de ella, mandaron a doce espías para que les informaran de si era cierto que era una tierra maravillosa. Diez enviados regresaron dando noticias pesimistas y solo Josué y Caleb informaron de que era verdaderamente un regalo de Yahvé.
El acto de desconfianza en Dios
Por otra parte, estando en Meribá, Moisés tocó dos veces una roca para que brotara agua con que apagar la sed del pueblo. Así fue como por no haber confiado en Dios, Yahvé castigó a Moisés no dejándole pisar la Tierra prometida. La contemplaría desde lo alto del monte Nebo (en la actual Jordania) y allí moriría a la edad bíblica de 120 años.
Cántico de Moisés (Ex 15, 1-18)
«Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: «Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. Él es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.
El Señor es un guerrero, su nombre es «Señor».
Él arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.
El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo.
Con la inmensidad de tu gloria derribas a tus adversarios, desatas tu furor, que los consume como paja.
Al soplo de tu ira se agolparon las aguas, las olas se levantaron como un dique, se hicieron compactos los abismos del mar.
El enemigo decía: «Los perseguiré, los alcanzaré, repartiré sus despojos, saciaré mi avidez, desenvainaré la espada, mi mano los destruirá».
Tú soplaste con tu aliento, y el mar los envolvió; se hundieron como plomo en las aguas formidables.
¿Quién, como tú, es admirable entre los santos, terrible por tus hazañas, autor de maravillas?
Extendiste tu mano y los tragó la tierra.
Guías con tu fidelidad al pueblo que has rescatado y lo conduces con tu poder hacia tu santa morada.
Tiemblan los pueblos al oír la noticia: los habitantes de Filistea se estremecen,
cunde el pánico entre los jefes de Edom, un temblor sacude a los príncipes de Moab, desfallecen todos los habitantes de Canaán.
El pánico y el terror los invaden, la fuerza de tu brazo los deja petrificados, hasta que pasa tu pueblo, Señor, hasta que pasa el pueblo que tú has adquirido.
Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.
¡El Señor reina eternamente!».