Jesús alaba al Padre porque favorece a los pequeños. Es lo que Él mismo experimenta predicando en los pueblos: los “sabios” y los “inteligentes” permanecen desconfiados y cerrados, hacen cálculos; mientras que los “pequeños” se abren y acogen el mensaje. Esto solo puede ser voluntad del Padre, y Jesús se alegra. También nosotros debemos alegrarnos y alabar a Dios porque las personas humildes y sencillas acogen el Evangelio. Yo me alegro cuando veo esta gente sencilla, esta gente humilde que va en peregrinación, que va a rezar, que canta, que alaba, gente a la cual quizá le faltan muchas cosas pero la humildad les lleva a alabar a Dios. En el futuro del mundo y en las esperanzas de la Iglesia están siempre los “pequeños”: aquellos que no se consideran mejores que los otros, que son conscientes de los propios límites y de los propios pecados, que no quieren dominar sobre los otros, que, en Dios Padre, se reconocen todos hermanos. (Audiencia General, 13 enero 2021)
• John 6:60-69
El Evangelio de hoy nos dice que muchos discípulos dejaron al Señor por haber dicho que no tendrían vida a menos que comieran su Carne y bebieran su Sangre.
¿Por qué es que el don de la Eucaristía ha sido, desde el principio, una fuente de disputas? ¿Por qué es que desde el tiempo de Jesús hasta nuestros días hemos estado en medio de contiendas por ello? ¿No debería ser la base de nuestra unidad y alegría más profunda? En realidad, sí. Pero no podemos pasar por alto el hecho de que siempre han habido divisiones, tal como Jesús mismo causó división en la gente: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.
Cuando escucharon a Jesús exponer la enseñanza Eucarística con tanta fuerza, muchos de ellos lo abandonaron. De hecho, tantos se fueron que Jesús preguntó a los discípulos:
“¿También ustedes quieren irse?” Uno tiene la sensación de que en ese momento toda la Iglesia, todo el proyecto cristiano, estaba en juego. Y qué maravilloso lo que Pedro responde, tal como lo hizo en otra parte de los Evangelios a otra de las preguntas de Jesús:
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna”. Esta es la gran respuesta católica, punto de articulación, y punto cardinal.
Catalina de Siena, Santa
Memoria Litúrgica, 29 de abril
Virgen y Doctora de la Iglesia Patrona de Italia y de Europa
Martirologio Romano: Memoria de santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia, que habiendo entrado en las Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo, deseosa de conocer a Dios en sí misma y a sí misma en Dios, se esforzó en asemejarse a Cristo crucificado y trabajó también enérgica e incansablemente por la paz, para que el Romano Pontífice regresara a la Urbe y por la unidad de la Iglesia, dejando espléndidos documentos llenos de doctrina espiritual († 1380).
Etimológicamente: Aquella que es pura y casta, es de origen griego.
Breve Biografía
Lo que más maravilla en la vida de Santa Catalina de Siena no es tanto el papel insólito que desempeñó en la historia de su tiempo, sino el modo exquisitamente femenino con que lo desempeñó.
Al Papa, a quien ella llamaba con el nombre de “dulce Cristo en la tierra”, le reprochaba la poca valentía y lo invitaba a dejar Aviñón y regresar a Roma, con palabras humanísimas como éstas: “¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar”. A un joven condenado a muerte y a quien ella había acompañado hasta el patíbulo, le dijo en el último instante: “¡a las bodas, dulce hermano mío! que pronto estarás en la vida duradera”.
Pero la voz sumisa de la mujer cambiaba de tono y se traducía frecuentemente en ese “yo quiero” que no admitía tergiversaciones cuando entraba en juego el bien de la Iglesia y la concordia de los ciudadanos.
Catalina nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347 y era la vigésimo cuarta hija de Santiago y Lapa Benincasa. A los quince años entró a la Tercera Orden de Santo Domingo, comenzando una vida de penitencia muy rigurosa. Para vencer la repugnancia hacia un leproso maloliente, se inclinó y le besó las llagas. A los diecinueve años (1366) celebró su místico matrimonio con Cristo. Esto no se debió a fantasías juveniles, sino que era el comienzo de una extraordinaria experiencia mística, como se pudo comprobar después.
Como no sabía leer ni escribir, comenzó a decir a varios amanuenses sus cartas, afligidas y sabias, dirigidas a Papas, reyes, jefes y a humilde gente del pueblo. Su valiente compromiso social y político suscitó no pocas perplejidades entre sus mismos superiores y tuvo que presentarse ante el capítulo general de los dominicos, que se celebró en Florencia en mayo de 1377, para explicar su conducta.
En Siena, en el recogimiento de su celda, dictó el “Diálogo sobre la Divina Providencia” para tributar a Dios su último canto de amor. En los comienzos del gran cisma aceptó el llamamiento de Urbano VI para que fuera a Roma. Aquí se enfermó y murió rodeada de sus muchos discípulos a quienes recomendó que se amaran unos a otros. Era el 29 de abril de 1380: hacía un mes que había cumplido 33 años.
Fue canonizada el 29 de abril de 1461. En 1939 fue declarada patrona de Italia junto con San Francisco de Asís, y el 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia, y el 1 de Octubre de 1999 S.S. Juan Pablo II la declaró Patrona de Europa.
Además Santa Catalina tiene los siguientes patronatos: ° contra los incendios; ° contra los males corporales; ° contra la enfermedad; ° contra los abortos involuntarios; ° contra las tentaciones; ° Allentown, Pennsylvania; ° para la prevención de incendios; ° de los bomberos; ° de las enfermeras; ° de las personas ridiculizadas por su piedad; ° de los enfermos.
Oración
Bendita y amada del Señor, y gloriosa santa Catalina: por aquella felicidad que recibisteis de poder unirte a Dios y prepararte para una santa muerte, alcanzadme de su divina Majestad la gracia de que purificando mi conciencia con los sufrimientos de la enfermedad y con la confesión de mis pecados, merezca disponer mi alma, confortándola con el trance terrible de la muerte, y poder volar por ella a la eterna bienaventuranza de la gloria. Amén.
El único sentido de mi vida
Santo Evangelio según san Juan 6, 60-69.
Sábado III de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¡Cristo, Rey Nuestro!
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Te doy gracias, Dios mío, por el don de la vida. Este regalo es hermoso cuando descubro que su fuente es tu amor. Por eso hoy vengo a ponerme en tu presencia, porque confío en que eres Tú el sentido de mi vida. Te ofrezco todo cuanto pudiera distraerme en este momento, todo lo pongo en tus manos y lo encomiendo a tu cuidado. Concédeme escucharte con atención. En tus manos me pongo, Madre mía. Así sea.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 6, 60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús dijeron al oír sus palabras: «Este modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?». Dándose cuenta Jesús de que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué sería si vieran al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. (En efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo habría de traicionar). Después añadió: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron para atrás y ya no querían andar con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También ustedes quieren dejarme?” Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Señor Jesús, ¿a quién iré si no es a ti?, ¿a dónde he de dirigir mi vida si el faro de tu puerto se apagara en mi ilusión?, ¿qué sentido habría en mi vida si no fueras Tú que me salvaste con tu amor?
Eres Tú, Señor, el único sentido de mi vida. Me has llamado a formar parte de tu viña, me has obsequiado el don de ser cristiano. Veo que en realidad todo cuanto vivo, incluso cuando a veces pudiera olvidarlo, no tiene otro fin sino el de prepararme a la vida eterna. Soy una persona que tiene a Dios como Padre, a Cristo como modelo y al Espíritu Santo como su voz interior. Y si Tú te fueras de mi vida, si yo perdiera el rumbo, , ¿a quién podría ir?, ¿a quién iremos sino es a ti, Señor?
En mis afanes cotidianos, en el empeño en mi trabajo, en la preocupación por mi familia o en la atención a mi apostolado, o en el servicio que Tú me encomiendas a través de cada día, solamente encuentro sentido por el amor que Tú me has enseñado. Yo quiero, en realidad, caminar hacia el cielo, y quiero llevar de mi mano a quienes Tú colocaste en mi vida. Nuestra vocación es arribar a contemplarte, es amarte hasta volver a ti.
Hoy quiero pedirte la luz que me haga vivir con esta conciencia en cada instante de este día. Hazme caminar bajo tu sombra y encaminar a ella a los demás. Yo creo firmemente que Tú eres mi Dios, que me amas y que me espera una vida futura junto a ti, Señor. Hazme ser testimonio de esta realidad. Hazme testimonio de tu amor.
«A veces, se escucha sobre la santa misa esta objeción: “¿Para qué sirve la misa? Yo voy a la iglesia cuando me apetece, y rezo mejor en soledad”. Pero la eucaristía no es una oración privada o una bonita experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Nosotros decimos, para entender bien, que la eucaristía es “memorial”, o sea, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros. La eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos».
(Ángelus de S.S. Francisco, 16 de agosto de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama. Propósito Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Señor, con el deseo de imitarte en tu amor, hoy visitaré una persona que necesite mi atención o que podría agradarle mi presencia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La paz viene de políticas capaces de mirar al desarrollo de todos
Papa Francisco en su primer discurso de la visita apostólica a Budapest.
Por: Redacción | Fuente: Vatican News
La primera actividad pública del Papa Francisco en su 41º Viaje Apostólico a Hungría, fue el encuentro con las autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático. En el antiguo Monasterio Carmelita, tras recibir las palabras de acogida de la Presidenta del país, Francisco dirigió a los presentes un rico discurso, inspirado en la capital del país, que no es sólo “señorial y vivaz, sino un lugar central en la historia” y como “testigo de cambios significativos a lo largo de los siglos, está llamada a ser protagonista del presente y del futuro”. Sobre Budapest, donde “se abrazan las suaves olas del Danubio”, el Papa compartió tres ideas: como ciudad de historia, ciudad de puentes y ciudad de santos.
Una ciudad de historia
El Papa recordó los orígenes antiguos de la capital, “como atestiguan los restos de época céltica y romana”. “Sin embargo – precisó – su esplendor nos lleva a la modernidad”. Francisco evidenció que, aunque la ciudad capital nació en “tiempo de paz, ha conocido conflictos dolorosos; no sólo invasiones de tiempos lejanos sino, en el siglo pasado, violencia y opresión provocadas por las dictaduras nacista y comunista”.
¿Cómo olvidar el año 1956? Y, durante la segunda guerra mundial, la deportación de cientos de miles de habitantes, con el resto de la población de origen judío encerrada en el gueto y sometida a numerosas atrocidades.
En este contexto, el Santo Padre destacó la labor de “muchos justos valientes”, – como el Nuncio Angelo Rotta – y la resiliencia y el esfuerzo de reconstrucción que ha llevado a la ciudad a ser el “centro de un país que conoce el valor de la libertad y que, después de haber pagado un alto precio a las dictaduras, lleva en sí la misión de custodiar el tesoro de la democracia y el sueño de la paz”.
Al recordar que este año se celebran los 150 años de fundación de Budapest, con la unión de tres ciudades: Buda y Óbuda, al oeste del Danubio, y Pest, situada en la costa contraria, el Santo Padre destacó que “el nacimiento de esta gran capital en el corazón del continente evoca el camino unitario emprendido por Europa, en el que Hungría encuentra el propio cauce vital. En la posguerra Europa representó, junto con las Naciones Unidas, la gran esperanza, con el objetivo común de que un lazo más estrecho entre las naciones previniera conflictos ulteriores”, recordó.
Políticas capaces de mirar al conjunto
En general, según el Papa, “parece que se hubiera disuelto en los ánimos el entusiasmo de edificar una comunidad de naciones pacífica y estable, delimitando las zonas, acentuando las diferencias, volviendo a rugir los nacionalismos y exasperándose los juicios y los tonos hacia los demás. Parece incluso que la política a nivel internacional tuviera como efecto enardecer los ánimos más que resolver problemas, olvidando la madurez que alcanzó después de los horrores de la guerra y retrocediendo a una especie de infantilismo bélico”, observó Francisco.
Pero la paz nunca vendrá de la persecución de los propios intereses estratégicos, sino más bien de políticas capaces de mirar al conjunto, al desarrollo de todos; atentas a las personas, a los pobres y al mañana; no sólo al poder, a las ganancias y a las oportunidades del presente.
“En este momento histórico Europa es fundamental”, añadió el Papa, porque, “gracias a su historia, representa la memoria de la humanidad y, por tanto, está llamada a desempeñar el rol que le corresponde: el de unir a los alejados”. Por tanto, “es esencial volver a encontrar el alma europea: el entusiasmo y el sueño de los padres fundadores, estadistas que supieron mirar más allá del propio tiempo, de las fronteras nacionales y las necesidades inmediatas, generando diplomacias capaces de recomponer la unidad, en vez de agrandar las divisiones”.
Ciudad de puentes
A continuación, el Papa se refirió a peculiaridad de “la perla del Danubio”, los puentes que unen sus partes, las más de veinte circunscripciones que la componen. “Pero los puentes que conectan realidades diversas, también nos sugieren reflexionar sobre la importancia de una unidad que no signifique uniformidad”. “También la Europa de los veintisiete, construida para crear puentes entre las naciones, necesita del aporte de todos sin disminuir la singularidad de ninguno”, recordó.
Pienso, por tanto, en una Europa que no sea rehén de las partes, volviéndose presa de populismos autorreferenciales, pero que tampoco se transforme en una realidad fluida, o gaseosa, en una especie de supranacionalismo abstracto, que no tiene en cuenta la vida de los pueblos. Este es el camino nefasto de las “colonizaciones ideológicas”, que eliminan las diferencias.
Francisco señaló cuán hermoso sería, en cambio, “construir una Europa centrada en la persona y en los pueblos, donde haya políticas efectivas para la natalidad y la familia -buscadas con atención en este país-; donde naciones diversas sean una familia en la que se vela por el crecimiento y la singularidad de cada uno. El puente más famoso de Budapest, el de las cadenas, nos ayuda a imaginar una Europa así – notó – constituida por muchos anillos grandes y diferentes, que encuentran su propia firmeza al formar juntos vínculos sólidos”.
Y en esto, “la fe cristiana ayuda, y Hungría puede hacer de ‘pontonero’, – añadió – valiéndose de su específico carácter ecuménico; aquí diversas confesiones conviven sin antagonismos, colaborando respetuosamente, con espíritu constructivo”.
Ciudad de santos
Por último, hablando de Budapest como ciudad de santos, el Papa Francisco mencionó a San Esteban, primer rey de Hungría, “que vivió en una época en la que los cristianos en Europa estaban en plena comunión”, destacando que la historia húngara nace marcada por la santidad, y no sólo de un rey, sino de toda la familia. Su hijo san Emerico, «recibió de su padre algunas observaciones, que constituyen una especie de testamento espiritual para el pueblo magiar”. «En él leemos palabras muy actuales: ‘Te recomiendo que seas amable no sólo con tu familia y parientes, o con los poderosos y adinerados, o con tu prójimo y tus habitantes, sino también con los extranjeros'».
Una gran enseñanza de fe, donde “radica esa bondad popular húngara, revelada por ciertas expresiones del lenguaje común, como por ejemplo: “jónak lenni jó” (es bueno ser buenos) y “jobb adni mint kapni” (es mejor dar que recibir), precisó el Papa y añadió:
De esto no sólo se desprende la riqueza de una identidad sólida, sino la necesidad de apertura a los demás, como reconoce la Constitución cuando declara: «Respetamos la libertad y la cultura de los otros pueblos, nos comprometemos a colaborar con todas las naciones del mundo». Esta también afirma: «Las minorías nacionales que viven con nosotros forman parte de la comunidad política húngara y son parte constitutiva del Estado», y se propone el esfuerzo «por el cuidado y la protección […] de las lenguas y de las culturas de las minorías nacionales en Hungría».
El Pontífice agradeció también a las autoridades por “la promoción de las obras caritativas y educativas inspiradas por dichos valores y en los que se empeña la estructura católica local, así como por el apoyo concreto a tantos cristianos que atraviesan dificultades en el mundo, especialmente en Siria y en el Líbano. Una provechosa colaboración entre el Estado y la Iglesia- dijo- es fecunda, pero, para que sea así, necesita salvaguardar bien las oportunas distinciones”.
Es importante que todo cristiano lo recuerde, teniendo como punto de referencia el Evangelio, para adherir a las decisiones libres y liberadoras de Jesús y no prestarse a una especie de colaboracionismo con las lógicas del poder. Desde este punto de vista, hace bien una sana laicidad, que no decaiga en el laicismo generalizado, que se muestra alérgico a cualquier aspecto sacro para luego inmolarse en los altares de la ganancia.
El tema de la acogida
“La acogida es un tema que suscita numerosos debates en nuestros días y sin duda es complejo”, precisó además el Papa, indicando que “la actitud de fondo para los cristianos no puede ser diferente de lo que transmitió san Esteban, después de haberlo aprendido de Jesús, que se identificó con el extranjero necesitado de acogida”
Pensando en Cristo presente en tantos hermanos y hermanas desesperados que huyen de los conflictos, la pobreza y los cambios climáticos, necesitamos afrontar el problema sin excusas ni dilaciones. Es un tema que debemos afrontar juntos, comunitariamente, porque en el contexto en que vivimos, las consecuencias, tarde o temprano, repercutirán sobre todos.
“Por eso es urgente, como Europa, trabajar por vías seguras y legales, con mecanismos compartidos frente a un desafío de época que no se podrá detener rechazándolo, sino que debe acogerse para preparar un futuro que, si no lo hacemos juntos, no llegará”, añadió.
El testimonio de santos y beatos
“No es posible citar a todos los grandes confesores de la fe de la Pannonia Sacra”, expresó Francisco en la conclusión de su discurso, “pero al menos quisiera mencionar a san Ladislao y santa Margarita”, haciendo referencia también a las «figuras majestuosas del siglo pasado», como el cardenal József Mindszenty, los beatos obispos mártires Vilmos Apor y Zoltán Meszlényi, y el beato László Batthyány-Strattmann. “Ellos son, junto con muchos justos de varios credos, padres y madres de vuestra patria”.
A ellos confió el Sucesor de Pedro «el futuro de este país», por el que aseguró sus oraciones y cercanía, enviando «un recuerdo especial» para los que viven fuera de la Patria.
Isten, áldd meg a magyart! (¡Dios, bendice a los húngaros!)
Bailar la música de Dios
¿Serás capaz de seguir el ritmo de un Dios que te invita a bailar con Él?
En un mundo lleno de sonidos: tambores, trompetas, guitarras, órganos, bubucelas, matracas, etc., pareciera ser que no tenemos ni un segundo libre para pensar. La música atraviesa en nuestros oídos penetrando en nuestra mente. Así es como se “pegan” ritmos que luego se manifiestan en la consonancia rítmica de los dedos sobre la mesa, el pie en el suelo del salón de clases o las improvisados “bongós” sobre cualquier material sonoro.
La música es parte de nuestra vida, debemos reconocerlo. Es más, ahora con la música online, youtube y todos los aparatajes disponibles para buscar ritmos y melodías, somos capaces de reconocer con facilidad a qué artista hace referencia. Pero, ¿somos capaces de escuchar la música de Dios?
Sí, dije bien: la música de Dios. Es una música tenue, no con muchos arreglos musicales o sonidos extravagantes. No es ni reggaetón ni balada, ni merengue ni bachata, ni cumbia ni villera. La música de Dios es un estilo propio, único e inigualable que resuena en lo más profundo de nuestro interior. Esta música tiene compases; notas mayores y menores. Usa blancas, negras y corcheas. Fusas y semifusas. Todas ellas en la más perfecta melodía que jamás oído alguno ha podido escuchar de mano humana ni de computadora electrónica.
La música de Dios transmite un mensaje genuino. Un mensaje cuyo destinatario es único, porque eres tú mismo. Dios te canta al oído, te canta sólo a tí. Podrías preguntar, pero ¿qué es lo que canta? Canta para que bailes. Canta el plan que desde siempre ha pensado para tí porque te quiere ver feliz. Canta la melodía de tu vida, titulada con tu nombre y firmada con su puño y letra; y quiere que sigas esta melodía, que bailes su música.
Bailar la música de Dios es seguir su voluntad. A algunos les pedirá un ritmo más rápido, porque pueden ser capaces de seguirlo; a otros, más bien, les pedirá ritmos más lentos debido a su flaqueza o dificultad personal. Sea cual sea el ritmo que Dios te invite a bailar: ¡báilalo! No tengas miedo a seguir sus compases. Cada nota está perfectamente pensada. No te sueltes ni te alejes de Él para no perder el ritmo. ¿Ves qué fácil es bailar la música de Dios?
¿Cómo saber qué ritmo Dios me pide seguir?
Siempre necesitarás ayuda para descubrirlo, por ello Dios ya lo pensó y puso en su Iglesia sacerdotes y religiosos/as para ayudarte a escucharle. Basta abrir el corazón a Dios y a acercarse a sus instrumentos que te ayudarán a conocer esta dulce melodía. Sé que la imagen de la “música de Dios” suele resultar un poco”cursi”, pero cuando hay amor las cosas más cotidianas se tornan las más profundas. Así como en una composición maestra la música es melódica, tiene armonía en tonos bajos y altos, es rica en movimientos sonoros… así también Dios nos muestra su voluntad a diario.
¿Estás dispuesto a bailar la música de Dios? No lo pienses tanto y déjate llevar por su ritmo siempre, como ya dijimos, acompañado por alguien que sabe bailar.
Que Dios te bendiga en este camino que emprendes junto a Él y te haga ver las maravillas que se descubren siguiendo sus pasos. La vida es hermosa, más hermosa será si la vives al ritmo de Dios. ¡Que disfrutes el baile!
¿Sabías que santa Catalina de Siena no era monja
Puede que pareciesen religiosos, pero algunos de nuestros santos dominicos más queridos eran laicos
Parecía una monja. En todas las imágenes, Catalina de Siena aparece vistiendo el hábito de una moniale, o hermana religiosa, de la Orden de Predicadores. En realidad era laica, la única persona laica con el título de Doctora de la Iglesia en la actualidad.
Entonces, ¿por qué lo parece?
Caterina Benincasa nació en Siena, Italia. Fue la hija número 23 de Lapa Piagenti y Giacomo di Benincasa, aunque la mitad de sus hermanos fallecieron a una edad temprana.
Decidida a ser solo para Dios
A los 13 años, Catalina era una adolescente muy enérgica sin intención de contraer matrimonio.
Cuando era joven, tuvo una visión de Cristo sentado en la gloria con san Pedro, san Pablo y san Juan.
Eso le sirvió como inspiración para hacer un voto privado y dedicar su vida a Dios.
Nadie conocía dicho voto, así que cuando alcanzó la edad para casarse, sus padres buscaron a un esposo respetable para ella.
Esto no acabó bien. Catalina rechazó la idea, se cortó el pelo y comenzó a vestir harapos para no tener un aspecto atractivo. Hasta que sus encolerizados padres entendieron que todos los intentos para persuadirla serían en vano.
Aceptaron la devoción de su hija y construyeron en su casa una celda de convento para ella.
Te puede interesar: La vida de santa Catalina muestra por qué tomarnos más en serio a los niños
Dominica con hábito… pero laica
Catalina estaba interesada en la Orden Dominicana, pero no sintió la llamada de la clausura.
Descubrió en Siena a las Hermanas de la Penitencia de la Tercera Orden de Santo Domingo, que ayudaba a los feligreses locales.
Al presentar su deseo de ser admitida, fue rechaza inicialmente. Porque el grupo se componía generalmente de viudas y solteronas. Pero pudo ingresar más adelante.
Se convirtió entonces en una terciaria dominica, o un miembro «de tercera orden», y se le permitió vestir un hábito, algo común en esta época.
La intensa actividad caritativa de santa Catalina
Después de pasar tres años recluida en su celda, Catalina reapareció. Y se unió a la labor de catequizar a los jóvenes, ofrecer guía espiritual, cuidar de los enfermos y ayudar a los más desfavorecidos; actividades que realizó sin descanso durante el resto de su vida.
Si bien la mayor parte de su tiempo lo pasó en Siena, Catalina también viajó en múltiples ocasiones para ofrecer asesoramiento. Porque sus consejos eran muy valorados.
Era la corresponsal (incluso a veces se encargaba de sermonear directamente) para la realeza e incluso el propio Papa. Su biografía es digna de leer.
Terciarios santos
No obstante, Catalina no es la única santa dominica que fue seglar y perteneció a la Orden como terciaria.
Muchas personas se sorprenden al conocer que algunos de los santos más importantes y queridos de la Iglesia fueron dominicos y laicos, como Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, el beato Pier Giorgio Frassati, la beata Margarita de Castello y el beato Bartolo Longo.
Te puede interesar: ¿Qué significa «terciario»?
Cualquier católico con buena reputación puede ser admitido en una orden terciaria, incluidas las personas casadas y los sacerdotes diocesanos.
Las órdenes terciarias, oblaciones o asociaciones son otro camino para todo aquel creyente laico que busque la santidad y desee acercarse a Dios en la oración y la caridad.
Aunque las ordenes terciarias siguen existiendo, sus miembros ya no visten con el hábito religioso, excepto al fallecer.
Los dominicos llevan un escapulario blanco de unos 40 centímetros cuadrados, los carmelitas llevan uno similar en marrón (diferente al conocido Escapulario Marrón), los franciscanos llevan una cruz Tau y los oblatos benedictinos una medalla conmemorativa de San Benito.
Las órdenes terciarias, o seculares, ofrecen una oportunidad para que las personas laicas llenen su vida con oraciones y buenas acciones según una espiritualidad concreta que deseen que sea la «levadura del mundo».
Y, como vemos en el ejemplo de santa Catalina y otras muchas hermanas y hermanos de las ordenes terciarias, a menudo lo consiguen.