Matthew 8:18-22
Amigos, en el Evangelio de hoy, un hombre que parece dispuesto a convertirse en discípulo de Jesús hace una petición razonable: “Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre”. Pero el hombre recibe una impactante reprimenda de Jesús: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
¿Qué es más importante que la misión? Nada. Ni siquiera una de las prácticas más sagradas y veneradas de nuestra sociedad: la piedad hacia nuestros parientes muertos. ¿Se imagina un escenario en el que no le daría permiso a alguien para que asistiera al funeral de su padre o de su madre?
No quiero suavizar las palabras de Jesús o darle otro significado o contextualizarlas. Son lo que son, y son duras, para aquel hombre del relato bíblico en su propio tiempo y para nosotros hoy. Pero nos obligan a tomar una decisión: ¿Estamos en definitiva centrados en las cosas de Dios o en alguna otra cosa? ¿Es la religión, y la misión derivada de la misma, algo sustancial para nosotros o simplemente decorativa?
Ahora bien, por lo general no tenemos que tomar una decisión tan terrible. Normalmente, nuestro amor a Dios y nuestro amor por la familia no entran en conflicto. Pero esto es una especie de ejercicio espiritual, un experimento. ¿Si se tratara de Dios o mi familia? ¿A quién elegirías?
Primeros Mártires de la Santa Iglesia Romana, Santos
Memoria Litúrgica, 30 de Junio
Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net
Primeros Mártires Iglesia en Roma
Martirologio Romano: Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana, que, acusados de haber incendiado la Urbe, por orden del emperador Nerón unos fueron asesinados después de crueles tormentos, otros, cubiertos con pieles de fieras, entregados a perros rabiosos, y los demás, tras clavarlos en cruces, quemados para que, al caer el día, alumbrasen la oscuridad. Eran todos discípulos de los Apóstoles y fueron las primicias del martirio que la iglesia de Roma presentó al Señor († c. 64).
Breve Reseña
La celebración de hoy, introducida por el nuevo calendario romano universal, se refiere a los protomártires de la Iglesia de Roma, víctimas de la persecución de Nerón después del incendio de Roma, que tuvo lugar el 19 de julio del año 64.
¿Por qué Nerón persiguió a los cristianos? Nos lo dice Cornelio Tácito en el libro XV de los Annales: “Como corrían voces que el incendio de Roma había sido doloso, Nerón presentó como culpables, castigándolos con penas excepcionales, a los que, odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba cristianos”.
En tiempos de Nerón, en Roma, junto a la comunidad hebrea, vivía la pequeña y pacífica de los cristianos. De ellos, poco conocidos, circulaban voces calumniosas.
Sobre ellos descargó Nerón, condenándolos a terribles suplicios, las acusaciones que se le habían hecho a él. Por lo demás, las ideas que profesaban los cristianos eran un abierto desafío a los dioses paganos celosos y vengativos… “Los paganos—recordará más tarde Tertuliano— atribuyen a los cristianos cualquier calamidad pública, cualquier flagelo. Si las aguas del Tíber se desbordan e inundan la ciudad, si por el contrario el Nilo no se desborda ni inunda los campos, si hay sequía, carestía, peste, terremoto, la culpa es toda de los cristianos, que desprecian a los dioses, y por todas partes se grita: ¡Los cristianos a los leones!”.
Nerón tuvo la responsabilidad de haber iniciado la absurda hostilidad del pueblo romano, más bien tolerante en materia religiosa, respecto de los cristianos: la ferocidad con la que castigó a los presuntos incendiarios no se justifica ni siquiera por el supremo interés del imperio.
Episodios horrendos como el de las antorchas humanas, rociadas con brea y dejadas ardiendo en los jardines de la colina Oppio, o como aquel de mujeres y niños vestidos con pieles de animales y dejados a merced de las bestias feroces en el circo, fueron tales que suscitaron un sentido de compasión y de horror en el mismo pueblo romano. “Entonces —sigue diciendo Tácito—se manifestó un sentimiento de piedad, aún tratándose de gente merecedora de los más ejemplares castigos, porque se veía que eran eliminados no por el bien público, sino para satisfacer la crueldad de un individuo”, Nerón. La persecución no terminó en aquel fatal verano del 64, sino que continuó hasta el año 67.
Entre los mártires más ilustres se encuentran el príncipe de los apóstoles, crucificado en el circo neroniano, en donde hoy está la Basílica de San Pedro, y el apóstol de los gentiles, san Pablo, decapitado en las “Acque Galvie” y enterrado en la vía Ostiense. Después de la fiesta de los dos apóstoles, el nuevo calendario quiere celebrar la memoria de los numerosos mártires que no pudieron tener un lugar especial en la liturgia.
Alegría generosa
Santo Evangelio según San Mateo 8, 18-22. Lunes 13ª semana de tiempo ordinario
Por: H. Javier Castellanos, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Maestro, te seguiré a donde vayas». Muéstrame el camino para llegar a Ti; más aún, te busco a Ti, que eres el Camino. Con la intercesión de María, concédeme la gracia que más necesito para seguirte con alegría generosa.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 18-22
En aquel tiempo, al ver Jesús que la multitud lo rodeaba, les ordenó a sus discípulos que cruzaran el lago hacia la orilla de enfrente.
En ese momento se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré a donde quiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en donde reclinar la cabeza».
Otro discípulo le dijo: «Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos buscamos ser felices. Este deseo está detrás de cada una de nuestras decisiones durante el día y a lo largo de la vida. Por ejemplo, creemos que un buen trabajo nos hará más felices que uno en el que se paga poco por un esfuerzo enorme, o mejor aún, que un trabajo donde se está bien es mejor que uno donde se gana un salario alto a costa de la propia salud o el tiempo para la familia.
Cada una de nuestras decisiones, recordémoslo, requiere una renuncia: al elegir un trabajo o empezar un negocio, al hacer una compra o incluso al elegir el lugar de vacaciones… ¡Hay tantas otras opciones que dejamos de lado! Pues bien, Jesús pasa hoy por nuestra vida y nos presenta la oportunidad de ser sus discípulos. Como cristianos, sabemos que seguirle nos dará la felicidad más grande de todas. Pero elegir esta opción, la mayor de todas, requiere una renuncia, la más radical de todas. Sólo los valientes se atreven a este acto heroico de generosidad: darlo todo por el todo.
La generosidad de un cristiano, sin embargo, es una generosidad alegre. O, más bien, es una alegría generosa, porque la prioridad está en lo que ganaremos, no en lo que estamos perdiendo. Sí, se pueden perder todas las riquezas e incluso el afecto de amigos y parientes, pero ganamos a Cristo, quien da sentido a la vida -y Él mismo es la Vida.
Para anunciar hay que renunciar. Solo una Iglesia que renuncia al mundo anuncia bien al Señor. Solo una Iglesia liberada del poder y del dinero, libre de triunfalismos y clericalismos testimonia de manera creíble que Cristo libera al hombre. Y quien, por su amor, aprende a renunciar a las cosas que pasan, abraza este gran tesoro: la libertad. No se queda enredado en sus apegos, que cada vez le piden algo más, pero nunca dan paz, y siente que el corazón se expande, sin inquietudes, disponible para Dios y para los hermanos.
(Discurso de S.S. Francisco, 5 de mayo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy ofreceré un sacrificio en la comida o alguna comodidad, pidiendo al Señor por los cristianos que sufren a causa de su fe.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Santos protomártires de Roma: víctimas de Nerón

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Dolors Massot – publicado el 30/06/15 – actualizado el 29/06/23
Son los primeros testimonios que dieron su vida por la fe en Cristo en la ciudad de Roma, el emperador los condenó injustamente
Ocurrió la noche del 18 al 19 de julio del año 64 en Roma, que era entonces la capital del Imperio. El emperador Nerón, en uno más de sus arrebatos, incendió la ciudad y acusó a los cristianos de haber sido los autores del suceso.
Este hecho se conoce gracias al historiador romano Tácito en sus Annales y al papa Clemente, que cita el hecho en su Carta a los Corintios.
Se produjo una persecución rápida y sanguinaria. Por orden imperial, se condenó a muerte a todos los cristianos.
Todos fueron asesinados con crueles tormentos. Unos fueron clavados en cruces, se les embadurnó de grasa, se prendió fuego a sus cuerpos y alumbraron durante toda la noche a modo de antorchas humanas distribuidas por las calles de la ciudad y en banquetes nocturnos.
Otros cristianos fueron cubiertos con pieles de fieras y entregados a perros rabiosos que los atacaron hasta darles muerte y devorarlos.
Santos protomártires: los primeros en Roma
Estos cristianos dieron el primer (proto- en griego) testimonio de la fe que habían aprendido de los apóstoles. Por eso son los santos protomártires de la Iglesia de Roma.
Aunque desconocemos sus nombres, siguen siendo modelo para toda la Iglesia a través de los siglos. Se les llama también «discípulos de los Apóstoles».
La fiesta de los santos Protomártires de la Iglesia de Roma se celebra el 30 de junio, después de la fiesta de los santos Pedro y Pablo, también mártires en tiempos de Nerón.
Oración
Señor, Dios nuestro,
que santificaste los comienzos de la Iglesia romana con la sangre abundante de los mártires, concédenos que su valentía en el combate nos infunda el espíritu de fortaleza
y la santa alegría de la victoria.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.