Águeda o Ágata, Santa
Memoria Litúrgica, 5 de febrero
Virgen y Mártir
Patrona de las enfermeras
Martirologio Romano: Memoria de santa Águeda, virgen y mártir, que en Catania, ciudad de Sicilia, siendo aún joven, en medio de la persecución mantuvo su cuerpo incontaminado y su fe íntegra en el martirio, dando testimonio en favor de Cristo Señor (c. 251).
Etimología: Águeda = Ágata = Aquella que es buena y virtuosa, es de origen griego.
Breve Biografía
Santa Águeda de Catania fue una virgen y mártir según la tradición cristiana. Su día se celebra el 5 de febrero.
Fue una joven siciliana de una familia distinguida y de singular belleza que vivió en el siglo III. El senador Quintianus intentó poseerla aprovechando las persecuciones que el emperador Decio realizó contra los cristianos. El Senador fue rechazado por la joven que ya se había comprometido con Jesucristo. Quintianus intentó con ayuda de una mala mujer, Afrodisia, convencer a la joven Águeda, pero esta no cedió.
El Senador en venganza por no conseguir sus placeres la envía a un lupanar, donde milagrosamente conserva su virginidad. Aún más enfurecido, ordenó que torturaran a la joven y que le cortarán los senos. La respuesta de la luego Santa fue «Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?». Aunque en una visión vio a San Pedro y este curó sus heridas, siguió siendo torturada y fue arrojada sobre carbones al rojo vivo en la ciudad de Catania, Sicilia (Italia). Además se dice que lanzó un gran grito de alegría al expirar, dando gracias a Dios.
Según cuentan el volcán Etna hizo erupción un año después de la muerte de la Santa en el 250 y los pobladores de Catania pidieron su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia y de los alrededores del volcán e invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres. En el País Vasco se le atribuye una faceta sanadora.
Es la Patrona de las enfermeras y fue meritoria de la palma del martirio con la que se suele representar.
Iconografía. Se la ha representado en el martirio, colgada cabeza abajo, con el verdugo armado de tenazas y retorciendo su seno. También sosteniendo ella misma la tenaza y un ángel con sus senos en una bandeja o ella misma portando la bandeja con sus pechos. La escena de la curación por San Pedro también se ha representado. A menudo se la representa como protectora contra el fuego, con lo que lleva una antorcha o bastón en llamas, o una vela, intentado extinguir el incendio.
Cristianos a tiempo completo
Santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34. Sábado IV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, este sábado quiero orar junto a ti. Enséñame a rezar, como le enseñaste a Jesús cuando era pequeño. Háblame sobre tu Hijo, ayúdame a conocerlo desde tu mirada de madre. Me pongo en tus manos y te ofrezco este día. Guíame y ayúdame a realizar la voluntad de Dios para mí. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.
Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.
Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Para Jesús no había horario laboral. No existían para él vacaciones. O, más bien, incluso los momentos de descanso venían incluidos en su «trabajo». Hoy mismo leemos en el Evangelio que en su «día de descanso» le rompen los esquemas. En ese lugar apartado le sigue buscando la multitud, y él reajusta sus planes. Se podría decir que su horario laboral eran los demás.
Los apóstoles vieron este acto. ¿Qué percibieron en Jesús? ¿Qué lección aprendieron? Ese día vieron a través del Corazón de Jesús, y nos narran el evento para que nosotros también entremos en este misterio. Para Cristo, la misión era parte de su vida, y no sólo un trabajo. Él se sabía enviado por el Padre, y por amor se entregó de lleno. Sin horarios. Sin reservas.
Seguramente Cristo aprendió esta cualidad en su vida oculta. Lo habrá visto en su casa todos los días: María no tenía un «horario de mamá». Era mamá. Cuando cocinaba o lavaba la ropa, pero también cuando descansaban el sábado o iban a las fiestas de Pascua. No dejaba en ningún instante de ser la madre de Jesús. Más aún, podemos imaginar que Jesús de niño, con su inteligencia humana, habrá tenido un montón de preguntas. Y sabía que podía acudir a cualquier hora del día con su mamá para aprender sobre la levadura, los pastores, las ovejas, las monedas… Podemos perfectamente suponer que María habrá dejado lo demás a un lado, enseñando a Jesús con calma. Pidamos hoy a María que nos enseñe a ser cristianos «de tiempo completo». Que nos haga como Jesús, quien vivía para hacer descansar a los demás, y él mismo descansaba dándose a cualquiera que se acercaba. Que nos ayude a descubrir que el amor es el descanso del alma.
«El descanso es necesario, así como un tiempo para el ocio y el enriquecimiento personal, pero debemos aprender a descansar de manera que aumente nuestro deseo de servir generosamente. La cercanía a los pobres, a los refugiados, a los inmigrantes, a los enfermos, a los explotados, a los ancianos que sufren la soledad, a los encarcelados y a tantos otros pobres de Dios nos enseñará otro tipo de descanso, más cristiano y generoso».(Homilía de S.S. Francisco, 24 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Procuraré vivir este día unido a Dios por medio de pequeñas oraciones jaculatorias.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Mis ovejas escuchan mi voz
Cristo quiere que vivamos siempre con Él.
1. Ya Pablo ha sido elegido por Jesús resucitado, -¡qué adquisición!-, y viaja con Bernabé a la patria de éste, Chipre. Desde allí, llegan a Antioquía de Pisidia, en Anatolia, lo que hoy es Turquía asiática. Pablo y Bernabé van el sábado a la sinagoga. Después de la lectura, los jefes les invitaron a hablar. Tomó Pablo la palabra, e hizo una rápida síntesis de la historia de la salvación. Los judíos les invitan a que vuelvan a hablar el próximo sábado: «Permaneced fieles, les despiden, a la gracia de Dios». Lleno impresionante el siguiente sábado: «Casi toda la ciudad se congregó para oír la palabra de Dios» Hechos 13,14. Los Apóstoles rebosan de alegría. Los judíos se recomen de envidia. Contradicen su predicación y les insultan. Así acontecía el rechazo general de los judíos al Evangelio. Pablo decide: «A vosotros había que anunciar antes que a nadie la palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos vamos a los gentiles».
2. El rechazo del evangelio en la sinagoga, se extiende a la ciudad, incitado por los judíos que sublevaron a las mujeres distinguidas y devotas, y promovieron un motín contra Pablo y Bernabé. «Ya comienza a alborotarse el demonio, algo le trae», decía Teresa de Jesús. Pero esta oposición es providencial. Dios escribe con renglones torcidos, que no son torcidos. De hecho la palabra del evangelio comienza a abrirse paso entre los paganos. Es su destino. La universalidad. «Dios quiere que todos los hombres se salven» (1 Tim 2,4). No escucharon porque no eran ovejas de Jesús.
3. Lo mismo había ocurrido con Jesús. Los judíos que no aceptaban su palabra, murmuraban, como el antiguo pueblo de Israel. Murmurar es no querer creer. Con la murmuración, con el rechazo a la palabra, se impide el movimiento de atracción del Padre hacia Jesús, su revelador. Mientras Jesús atrae exteriormente con sus palabras y signos, el Padre atrae actuando en el interior por la gracia de su Espíritu. Las tres lecturas de hoy nos hablan del gran don de la Pascua: la vida eterna, vida que ya poseemos ahora y que esperamos conseguir plenamente en el cielo. Decía Santa Teresita: “No sé qué poseeré más en el cielo. Todo lo tengo ya aquí”. Le falta la plenitud en la visión y en el gozo del amor. Por eso al morir dice: “Yo no muero. Entro en la Vida”. Proclamemos que la vocación del cristiano es la vida eterna, vocación que no sólo no excluye, sino que implica con mayor ahínco y tenacidad nuestra lucha en la tierra para construir un mundo mejor donde reine la justicia, la paz, el amor, como frutos de santidad.
4. Los convertidos de Antioquía de Pisidia aceptaron llenos de alegría la palabra de Dios que los llamaba a “la vida eterna”, conquistada y prometida por el buen Pastor: “Yo doy a mis ovejas la vida eterna”. El Apocalipsis nos dice poéticamente la realidad de esta vida eterna, la bienaventuranza final. San Juan nos presenta su visión de una muchedumbre inmensa, marcados en la frente con “el sello del Dios vivo” significando que están bajo su protección. El número de los marcados es de 144.000, o sea, 12.000 por cada una de las 12 tribus del nuevo Israel. No es un número cerrado, como pretenden algunas sectas, sino un número convencional de la totalidad del pueblo de Dios, según el simbolismo de las cifras, constante en el Apocalipsis.
5. Después, el águila de Patmos nos traslada al cielo y nos muestra la muchedumbre de señalados llegados ya a la meta después de haber combatido victoriosamente en la tierra. Y describe su felicidad con el único lenguaje posible e inteligible, el de las imágenes alegóricas. Enumera los signos de la bienaventuranza de “los que vienen de la gran tribulación”. Es el contraste entre las penalidades de esta vida y la felicidad de la otra. Los salvados visten “túnicas blancas”, símbolo de pureza, limpieza y santidad. Esta preferencia por el color blanco se explica por el carácter litúrgico del libro, pues la túnica blanca o “alba” era de uso común en la liturgia hebrea y cristiana. Llevan “palmas en sus manos”, emblema de triunfo, de victoria y de alegría, típico en la fiesta judía de las Tiendas o Tabernáculos. Están “ante el trono de Dios”. La visión de Dios es el elemento esencial de la bienaventuranza, el objetivo supremo de la esperanza cristiana. “Le dan culto en su santuario”. En el santuario del templo de Jerusalén únicamente podían entrar los sacerdotes. En el cielo, todos los salvados están dentro del santuario porque son un pueblo sacerdotal (Ap 5,10). “Y Dios acampará entre ellos y desplegará su tienda sobre ellos”, como el jeque beduino que acoge bajo la sombra de su tienda al peregrino que cruza el ardiente desierto. ¡Seremos Huéspedes de Dios bajo su tienda en comunión de vida y de amor, espirando al Espíritu Santo, en las mismas acciones de la Vida Trinitaria! Allí estará inmortalmente reunida la familia de los hijos de Dios en la casa del Padre celebrando permanentemente las bodas de amor de su Hijo con su esposa la Iglesia: “¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!” (Ap 19,9). El amor es festivo. Allí ya no existirán aquellos sufrimientos que atormentaron al pueblo de Dios en su travesía por el desierto, pues, “ya no pasarán hambre ni sed, ni les hará daño el sol ni el bochorno”. Es un amor sin divorcio, sin malos tratos, sin temor a perderlo. «Yo no te fallaré nunca. Aunque una madre se olvidara del hijo de sus entrañas, yo te llevo en mis palmas». (ls. 49, 15). Jesucristo, el Buen Pastor: “El Cordero que está delante del trono los apacentará”. Cordero convertido en Pastor.
Con esta misma imagen expresa Jesús en el evangelio su solicitud amorosa por los suyos: “Como pastor pastorea su rebaño: recoge en sus brazos los corderitos, los lleva en su regazo, cuida las madres” (Is 40,11). Busca la oveja perdida y la carga sobre sus hombros y se compadece del pueblo, pequeño rebaño, a quien ve como ovejas sin pastor. “Yo soy el buen Pastor. Yo conozco mis ovejas y les doy la vida eterna”. En Europa apacientan los toros y las vacas para comer su carne. En Israel pastorean las ovejas para aprovechar su leche y su lana, y por eso permanecen mucho tiempo con el pastor, que les toma cariño, conoce su carácter y hasta las llama por el nombre que el mismo pastor les ha impuesto. El Buen Pastor sabe quién somos cada uno, nuestro carácter y temperamento, nuestra vida y nuestros trabajos, defectos y también nuestras cualidades positivas. Nos tiene en cuenta. Previene, envía a nuestros ángeles con conocimiento de nuestra situación habitual y de cada ocasión. Y el buen Pastor los conduce hacia “fuentes de agua viva”. Y “Dios enjugará las lágrimas de sus ojos que las tribulaciones les hicieron derramar”.
6. Somos un pueblo peregrino en marcha hacia la meta final, donde la fe se convertirá en visión, la esperanza en posesión, el dolor en gozo, el destierro en patria. Pero bajo la tienda de Dios “no pasarán hambre ni sed” los que en este mundo hayan apagado el hambre y la sed de sus hermanos; y “Dios enjugará las lágrimas” de los que en este mundo hayan enjugado las lágrimas de sus hermanos con la práctica de las obras de misericordia: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; estaba enfermo, y me visitasteis… En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis… E irán los justos a la vida eterna”.
7. Nos narra San Juan que los judíos estaban inquietos por el origen de Jesús y se lo manifiestan: – «Si eres el Cristo, dínoslo claramente de una vez». – «Os lo he dicho con toda claridad y no me habéis creído». Tenéis ante vuestros ojos mis credenciales, mis obras. Pero no me creéis porque no sois de las ovejas de mi rebaño, pues «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen» Juan 10, 27. Los que escuchan su voz están abiertos al proyecto de Dios y lo miran con simplicidad, sin condicionarlo ni prejuzgarlo. Para comprender a alguien es necesario sintonizar con él, poseer una mínima afinidad con él, simpatizar con su persona y escucharle atentamente para poder comprender lo que nos dice o intenta transmitirnos. Poco a poco, contando con el factor tiempo, el que así escucha, acaba no sólo por entenderle, sino por identificarse con él.
8. Ocurre en Palestina donde hay muchos y distintos rebaños. Cuando llega el pastor por la mañana al redil, donde la noche anterior diferentes pastores han encerrado sus propios rebaños, comienza a llamar a las ovejas, y cada una reconoce la voz de su pastor. ¿Es fácil reconocer la voz del pastor? Para las ovejas sí lo es. El timbre de una voz queda grabado en el oído de las ovejas a fuerza de tanto oírlo y de sentir una querencia por él. Nosotros tenemos a nuestro alcance la posibilidad de oír cuantas veces queramos la voz del Pastor.
9. «Las ovejas oyen y conocen su voz». Escuchan la palabra de Dios, que levanta el alma caída, desinfla la hinchada, corta lo superfluo, suple lo defectuoso y sana las almas. Porque es espada de dos filos (Hb 4,2), que corta lo que estorba y lo que impide el crecimiento. No nos cansemos de oír su palabra. Cuando leemos la Escritura es la voz de Jesús la que nos habla, es su misma palabra la que escuchamos. Por eso quien desconoce la Escritura desconoce a Cristo (ambos Testamentos) dice San Jerónimo. Pero hay que conocerla genuinamente, e integralmente, no leerla ni funtamentalísticamente, ni selectivamente y a retazos, discriminando y eliminando los más exigentes, teniendo en cuenta el género literario y la cultura en que se escribió. Para captar el mensaje de la Escritura, es necesario oír su explanación o exégesis. Y, sobre todo, orar la Escritura: «El Espíritu os enseñará toda la verdad» (Jn 16,13). Un paso más será conocer a los Santos Padres, que gozaron de un carisma especial para su interpretación: «Dios les dio una sabia perspicuidad para penetrar en el valor de la palabra revelada» (Card. Herrera). Y conocer a los místicos, a los nuestros sobre todo: San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Y escuchar el Magisterio de la Iglesia. En el Sínodo del Concilio, afirmaron los Padres sinodales: «La Iglesia se prepara para el año 2000 celebrando los Santos Misterios de Cristo bajo la Palabra de Dios para la salvación del mundo».
10. Las hagiografías de los grandes cristianos que vivieron con heroísmo la Palabra, son un espléndido manjar y sustancioso, que no podemos despreciar: La Iglesia ha puesto en el candelero a Santa Teresita del Niño Jesús, Nueva Doctora de La Iglesia, luz para la modernidad. Y a otros muchos, innumerables.
11. Pero hay que oír su voz también en los acontecimientos y en las vicisitudes por las que estamos pasando, o por las que hemos de vivir. También le hemos de escuchar en lo que nos dice un hermano o la comunidad, o en el consejo que cualquiera pueda darnos. No nos creamos portadores seguros y únicos de la verdad, que nos estrellaremos y sembraremos de sal el campo de la Iglesia, queriendo acaparar, y apagaremos el Espíritu.
12. «Yo las conozco». El nos conoce a fondo, tal como somos y sin las caretas que nos ponemos para vivir en sociedad. «Y ellas me siguen». No se trata pues de tener un conocimiento conceptual y teórico de Jesús, sino de seguirle vitalmente, caminando con él, rastreando sus huellas: «El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz cada día, y que me siga» (Mt 10,38). Los oyentes de Jesús, todos oían, pero no todos escuchaban, ni menos, no todos practicaban. Por eso dijo: «No todo el que dice: «Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos; sino el que cumple la voluntad de mi Padre» (Mt 7,21).
13. «Y yo le doy la vida eterna». Quiere que vivamos para siempre con él. Cuando dos se aman sienten horror de tener que separarse algún día. Cuentan los días y los minutos. Alejandro Casona en “Corona de amor y muerte» dice en el acto 3.° «Diez años. Pero ¿sabes, lo que son diez años felices de mujer? No, pobre Pedro, ni lo sospechas siquiera. Son tres mil días de angustia entre todos los miedos posibles: el de perder la juventud y la belleza, el de no en¬contrarte una mañana al despertar, el de sólo pensar que dejaras de quererme. Y, a veces, el más terrible y estúpido de todos: el miedo de que algún día, sin saber cómo, pudiera dejar de quererte yo». (Madrid 1967). A Jesús nadie podrá arrebatarle de la mano al que él conoce y ama y le da la vida. Imaginad una mano grande. Imaginad que cada uno de nuestros nombres están tatuados en esa mano: «En mis manos te llevo tatuada» (Is 49,16). Cuando alguien quiere quitarle nuestro corazón de su mano El nos aprieta más fuerte y no nos suelta. Y da como la razón de esa unión con él: «que mi Padre me las ha dado». Es la respuesta de un niño, cuando queremos quitarle algo de su mano, aunque sea jugando: Me lo ha dado mi padre. Y como yo y el Padre somos uno, tampoco nadie podrá arrebatarlas de la mano de mi Padre. Fieras salvajes, lobos y hienas, causaban espanto a los pastores. Esa era la hora de conocer al pastor genuino y auténtico. Al que apacentaba por el salario y al que lo hacía por amor. Aquél huía ante las fieras, éste las defendía con la honda, el báculo, a brazo partido. Jesús, el Buen Pastor no deja a sus ovejas en las garras del león. Muere en la cruz por salvar sus ovejas, nosotros. Jesús nos comunica su unión íntima e inefable con el Padre, llena a rebosar de cariño y de ternura. Y con ese amor, la mano de los dos nos tienen aprisionados con afecto inenarrable, que hemos de agradecer y pedir que crezca para nuestra fidelidad y gloria de los dos.
14. Como «ovejas de su rebaño» Salmo 99, esperamos, pasada la gran tribulación, lavados y blanqueados nuestros mantos en la Sangre del Cordero, ser conducidos hacia fuentes de aguas vivas. «Allí Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos» Apocalipsis 7, 9. A esa fuente de aguas vivas venimos hoy a beber en la Eucaristía, «donde hace el universo nuevo», acompañados por la celestial Madre del Buen Pastor.
«O somos hermanos o todo se derrumba»
Día Internacional de la Fraternidad Humana
En el Día Internacional Nacional de la Fraternidad Humana el Papa Francisco lo conmemoró con un video mensaje, recordando que “hace exactamente tres años en Abu Dabi, firmé el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”, dijo.
Con este video mensaje el Pontífice se unió a la “Mesa redonda de la Fraternidad Humana y la Alianza para la tolerancia global” que se desarrolla este día en Dubái, también con la participación del Gran Imán Ahmed Al-Tayyeb.
“En estos años hemos caminado como hermanos conscientes de que, respetando nuestras respectivas culturas y tradiciones, estamos llamados a construir la fraternidad como una defensa contra el odio, la violencia y la injusticia”, dice el Papa saludando al Gran Imán.
Francisco explicó que la “fraternidad es uno de los valores humanos y universales que debería estar en la base de las relaciones entre los pueblos, de manera que cuantos sufren o son desfavorecidos no se sientan excluidos y olvidados, sino acogidos, sostenidos como parte de la única familia humana. ¡Somos hermanos!”.
Insistió también en la tarea de los creyentes, pertenecientes a diversas tradiciones religiosas: “ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar su mirada y su oración al Cielo. Levantemos los ojos al Cielo, porque quien adora a Dios con un corazón sincero ama también al prójimo. La fraternidad nos lleva a abrirnos al Padre de todos y a ver en el otro un hermano, una hermana, a compartir la vida, a sostenernos recíprocamente, a amar y conocer a los demás”.Luego reiterando en que “vivimos bajo el mismo cielo”, hizo un llamado a decir “a las sociedades en las que vivimos que ha llegado el tiempo de la fraternidad. Todos juntos, porque es fundamental ser solidarios los unos con los otros. Y por eso hoy, lo repito, no es tiempo para la indiferencia, o somos hermanos o todo se derrumba”.
“Lo constatamos en las pequeñas guerras actuales, en esta tercera guerra mundial en pedazos. Cómo se destruyen los pueblos, cuánta hambre pasan los niños, cómo se derrumba la educación. Es una destrucción. O somos hermanos o todo se derrumba”, indicó Francisco.
Así mismo reconoció que “el camino de la fraternidad es largo, difícil, pero es ancla de salvación para la humanidad”.
Por ello exhortó el Pontífice que, ante los tiempos de conflicto y oscuridad, “opongamos el signo de la fraternidad que, acogiendo al otro y respetando su identidad, lo impulsa a recorrer un camino común”.
Al final del video mensaje también agradeció “a todos los que trabajan con la convicción de que se puede vivir en paz y armonía”. Y reiteró la propuesta de la fraternidad humana: “caminar el uno al lado del otro, hermanos todos”.
¿Existe el terrorismo religioso?
La verdadera religión es incompatible con cualquier forma de violencia gratuita sobre inocentes
Con frecuencia se habla de “terrorismo islámico”. Con menos frecuencia se habla de terrorismo hinduista, terrorismo budista, o terrorismo cristiano.
Podemos preguntarnos: ¿es correcto hablar de terrorismo religioso? ¿Existen ideas en las propias creencias religiosas que impulsan a las personas a cometer crímenes sobre seres humanos inocentes y desarmados?
La respuesta puede encontrarse desde una doble perspectiva. La primera, teorética (o de contenidos): si las religiones, en su esencia profunda, son caminos a través de los cuales los hombres buscan la verdad sobre Dios y sobre sí mismos, resulta sumamente contradictorio hablar de terrorismo religioso. La segunda, desde una perspectiva “sociológica”: parecería posible que algunas personas concretas usen (manipulen, deformen) sus creencias religiosas para usarlas “motivaciones” o excusas para el crimen.
El acercamiento de los hombres al mundo de Dios implica un esfuerzo por acoger verdades que enaltecen y que orientan la propia vida. Ser religioso significa reconocer la existencia de una realidad superior, un Ser divino, que da valor y sentido a la vida humana en el tiempo y en lo eterno, y que exige un comportamiento acorde con las propias convicciones religiosas.
Existe, ciertamente, un pluralismo religioso que hace que el acercamiento a Dios no sea fácil. ¿Cuál de las religiones sería la verdadera? La pregunta resulta fundamental, pues la aceptación de unas o de otras creencias no puede apoyarse simplemente en emociones personales, en tradiciones de grupo, en miedos irracionales o en prejuicios injustificados.
Por desgracia, pueden darse formas de perversión individuales o de grupo, también a nivel teórico, que lleven a pensar que la muerte de otros seres humanos inocentes sea parte de la propia vida religiosa. Estos tipos de perversión, sin embargo, muestran una de las más dramáticas paradojas del ser humano: llegar a confundir lo malo con lo bueno, hasta el punto de creer que un crimen horrendo sea agradable a Dios.
Junto a esas formas de perversión de algunas religiones, es posible que entre los creyentes de las distintas religiones se den actitudes de violencia que culminen en la creación de grupos terroristas. En esos casos, hablar de terrorismo religioso resultaría impropio si el uso de palabras e ideas religiosas por parte de los terroristas no reflejase las convicciones auténticas de la religión a la que dicen pertenecer.
En ese sentido, terroristas que matan y usan palabras o versos del Corán antes de sus atentados están en abierta contradicción con la fe que dicen profesar. Como también lo están quienes usan fórmulas de otros libros religiosos (de la Biblia, por ejemplo) para justificar matanzas y crímenes de inocentes.
Para referirnos a esos casos, según una perspectiva sociológica, es posible hablar de terrorismo religioso. Estamos ante personas que piensan pertenecer a tal o cual religión y que cometen atentados terroristas desde el abuso de algunas ideas que suponen propias de su mundo religioso.
Hay que aclarar, sin embargo, que el creerse parte de una religión concreta, no significa que esas personas representen verdaderamente lo que piensan representar. Aunque uno diga que es cristiano, o budista, o hinduista, o musulmán, sus actos concretos no reflejarán sus creencias religiosas si cae en actitudes de violencia y de abuso condenadas abiertamente por la religión a la que se dice pertenecer.
Podemos recordar, por ejemplo, lo que escribía Juan Pablo II en el Mensaje para la XXXV Jornada mundial de la paz (1 de enero de 2002), n. 7: “Por tanto, ningún responsable de las religiones puede ser indulgente con el terrorismo y, menos aún, predicarlo. Es una profanación de la religión proclamarse terroristas en nombre de Dios, hacer en su nombre violencia al hombre. La violencia terrorista es contraria a la fe en Dios Creador del hombre; en Dios que lo cuida y lo ama”.
En definitiva, hablar de terrorismo religioso es como hablar de una sal dulce: la verdadera religión es incompatible con cualquier forma de violencia gratuita sobre inocentes. Vale la pena recordarlo, a la hora de juzgar si ciertas creencias sean o no sean realmente religiosas, y para denunciar cualquier uso manipulado de la religión como aval para cometer crímenes que ofenden a Dios y a los hombres.
Sobre «Monjitas»
¿Sorprende escuchar que una persona religiosa ha caído en la depresión?
Suavemente diré que me parece benevolente y paternalista escuchar la palabra «monjitas» en boca de algunos fieles. La cosa empeora en manos de esos calamitosos cristianos que llevan la cuenta de cuántas religiosas y cuántos religiosos se van muriendo. Sabéis que los hay. Ellos se ríen de las vidas entregadas y añaden «el último que apague la luz», «si no se hubieran quitado el hábito…», «con Trento otro gallo nos cantaba…» Cuando leo tales artículos -nada infrecuentes- dedicados a levantar acta de defunción de órdenes y congregaciones me sienta como una patada en salva sea la parte.
Lo escribiré de forma más amable: alguien que sigue a Cristo y ama a su Iglesia no puede albergar en su corazón tanta insensibilidad.
La vida religiosa, amigos, cambia. Y la femenina, especialmente. No se puede pretender que florezcan algunas comunidades indefensas intelectualmente, infantilizadas, dependientes de la presencia puntual de beneméritos capellanes. No me temblará el pulso al constatar que también algunas religiosas se consideran a ellas mismas como «monjitas». ¡Pues sepan que las mujeres a las que llama Jesús no son marionetas! ¡Muy al contrario, son los valladares firmes del Evangelio y las necesitamos!
Yo tengo estas opiniones: basta de hacernos esclavos de edificios y monumentos, y menos a costa de las mucho más valiosas vidas de nuestras hermanas en la fe. La defensa del patrimonio de siglos que no ahogue fértiles vocaciones. Si hay que reestructurar, se hace. Afortunadamente la Iglesia es creativa.
Tampoco ha de soportarse que los problemas de salud mentales no sean tratados a tiempo dentro de los conventos por falta de orientación adecuada. ¿Sorprende escuchar que una persona religiosa ha caído en la depresión, por ejemplo?Para alguno será una decepción, dado que «nuestras monjitas» son tan buenas y seráficas que nunca enferman y están protegidas por sus altos muros y dietas frugales.
Es penoso también pretender que el mundo seglar quede relegado a, simplemente, llevarles huevos en las bodas, pedirles una novena, comprar repostería…O, no solo que los padres sientan que han perdido una hija, sino que ese dolor lógico se corresponda con la realidad.
Resulta injusto que cuando alguien decide salir del monacato, convento o vida activa, se encuentre en incertidumbre, sin apenas bagajes, dependiente de familiares y algún caritativo obispo. Que haya abandonos en la exigentísima vida religiosa -seamos claros- es lo más normal del mundo. ¿Acaso quien se ve en la dolorosa decisión de dejar los votos pierde de paso la condición de hijo de Dios? ¿Quizás pensamos que ya está condenada a la mediocridad frente a la excelencia de lo espiritual? Entonces, ¿para qué porras sirve el discernimiento de la vocación?
Ante tanta ignorancia y ceguera -o algo peor- no me callo. No, que no me callo. Me leí a ese tal san Pablo cuando dice: «A tiempo y a destiempo». Y traigo anuncio, no solo denuncia.
Porque, frente a todo esto, aviso que el Espíritu sopla de verdad. Insisto: los profetas del apocalipsis eclesial nos asustan con sus fórmulas huecas. Preguntan teatralmente: «¿dónde está la primavera? ¿Dónde están los frutos del Concilio?» Pues no les escuchéis, amigos. Elegid si queréis plañir o renacer.
Yo ya lo he hecho. Por cierto, que en ese renacer no encuentro espíritus sutiles, melifluos, espiritualoides, azucarados…¡no son monjitas, no! Son personas con una gran formación, capaces de hablar en público con elocuencia. Soportan el dolor y sostienen la esperanza, de veras. Acogen los jirones del alma de los muchos que acuden a ellos. Y ríen, bailan, tocan instrumentos, pintan, escriben, cultivan, gestionan, construyen, alimentan, enseñan, testimonian,…¡Ah, y por si acaso alguno lo duda: siguen a Cristo en su Iglesia!
Es verdad que hay que volver a lo esencial. Solo que lo esencial no tiene que ver con regresar al siglo XIX, ni a las tocas de almidón, ni la huida de ese mundo ‘tan peligroso que nos come’. Lo esencial es el amor a Dios, la comunión, la vida en común, la celebración litúrgica bellamente celebrada, la conversión, el respeto a las peculiaridades de cada carisma, -con su clausura o no, según-, no ser melindres en el trato y el sano equilibrio y presencia de sacerdotes y laicos en las comunidades.
Aun voy a ser más concreto: los últimos documentos de la Congregación Vaticana para la Vida Religiosa, han ido en una clara linea. Me congratula que haya quien lidere con criterio este proceso. Es de bien nacidos reconocerlo, aunque suene a peloteo. No me encontraréis a mí donde se dedican a tirar piedras a la orden, congregación o instituto de enfrente. Yo no diré que sea tramposo o erróneo acoger a jóvenes de otros países para repoblar conventos. A mí me parece, humildemente, que esto de seguir a Jesús es luminoso, radical y transformador. Y es que Cristo vive. Ante eso nada podrán hacer los profetas de las webs, esos especuladores que dicen saber tanto. A los que, por supuesto, seguiré leyendo para no dormirme en mis complacencias.
15 minutos en compañía de Jesús Sacramentado
Visitas al Stmo. Sacramento, 1. ¿Qué podemos platicarle a Jesús Sacramentado?
Por: San Alfonso Mª de Ligorio
No es menester, hijo mío, saber mucho para agradarme; basta que me ames con fervor. Háblame sencillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, o a tu madre, o a tu hermano.
I. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos: dime al punto qué quisieras hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho; no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos, que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos para atender a las necesidades ajenas. Háblame con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, entrañable y fervorosa. Recuérdame que prometí escuchar toda súplica salida del corazón, ¿y no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón ama especialmente?
II.Y para ti ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades y léela en mi presencia.
Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez, egoísta, inconsciente, negligente…, y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para sacudir de encima de ti tales miserias.
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad…, y poco a poco se vieron libres de ellos.
Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darlo, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Por hoy, ¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer en tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte! ¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿Qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Qué quieres haga por tu hermano, hermana, por tu amigo, por tu superior? ¿Qué desearías hacer por ellos?
¿Y por mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho y que viven quizá olvidados de mí? Dime qué cosa solicita hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y Yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, adonde me place.
III. ¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Cuéntamelo todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.
¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías que, no por ser infundadas, dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi Providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora, olvidadas, se alejan de ti sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.
IV. ¿Y no tienes tal vez alguna alegría que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuer de buen amigo?
Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá viste disipados negros recelos, quizá recibiste faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo esto, y Yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud y decirme sencillamente, como hijo a su padre: ¡Gracias, Padre mío, gracias! El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le agrada verse correspondido.
V. ¿Tampoco tienes alguna promesa que hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente, a Dios no; háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a la ocasión aquella de pecado? ¿De privarte de aquel objeto que te dañó? ¿De no leer más aquel libro que avivo tu imaginación? ¿De no tratar más a la persona que turbó la paz de tu alma? ¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado como enemiga?
Ahora bien, hijo mío: vuelve a tus ocupaciones habituales; al taller, a la familia, al estudio…; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda en cuanto puedas silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón hallarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, consuelos nuevos.
Santa Águeda, la patrona de las enfermas de cáncer de mama
Su impactante martirio está relacionado con la gran devoción que le tienen muchas personas todavía hoy
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Nació en las primeras décadas del siglo III en Catania en una familia rica y noble de fe cristiana.
A los 15 años quiso consagrarse a Dios, y el obispo de Catania acepta su pedido y le impone el velo rojo que llevaban las vírgenes consagradas.
El procónsul de Catania Quintianus, en una ocasión vio a Águeda y quedó perdidamente enamorado de ella.
Al verse rechazado, hizo uso del decreto de persecución del emperador Decio. La acusó de desprecio por la religión del estado y luego ordenó que la llevaran al palacio pretoriano.
Su impactante martirio
El procónsul allí intentó por todos los medios seducirla pero sin ningún resultado. Furioso, el hombre armó un juicio contra ella.
Águeda fue interrogada y torturada, resistió todo en nombre de su fe: Quintianus, lleno de rabia, también le hizo arrancar sus pechos con unas pinzas enormes.
Pero la joven, después de una visión, donde vio a san Pedro y a un ángel, recibió la sanación de sus heridas.
Finalmente, Quintianus ordenó que la quemaran viva, pero un fuerte terremoto evitó la ejecución.
El procónsul hizo retirar a Águeda de las brasas y la dejó morir agonizante en su celda, donde perdió la vida pocas horas después. Era el año 251 d. C.
Patronazgo
Santa Águeda es patrona de las mujeres con cáncer de mama, nodrizas, enfermeros, bomberos.
También es patrona de la ciudad de Catania, de Gallipoli y de la República de San Marino. Y la invocan también contra los terremotos, erupciones volcánicas y desastres ambientales.
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Lugares de Culto
En Catania se rinde una gran fiesta en su honor, es la festividad religiosa más importante de la ciudad italiana y más seguida, por el número de personas que involucra y atrae.
La fiesta dura tres días, del 3 al 5 de febrero. Comienza con la “A sira ô tri” (la tarde del tres), una espectacular muestra de fuegos pirotécnicos. Desde allí inicia la procesión con la imagen de la santa que culmina el día 5.
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Curiosidades. En los tres días dedicados a santa Águeda, los ciudadanos de Catania suelen celebrar las fiestas con un dulce típico dedicada a la santa: las “Minuzze”, que en dialecto quiere decir “senos”.
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Arte y cultura
A santa Águeda generalmente se la representa en su martirio, o a ella sosteniendo una bandeja con sus senos. Quizás la obra más importante es la de la “Sanación de san Pedro a santa Águeda” del Caravaggio.
Oración a santa Águeda para pedir por el cáncer de mama
Santa Águeda, mujer de valor, de tu sufrimiento fuimos empujados a pedir oraciones por todos aquellos que sufren cáncer de mama. Te encomendamos a (decimos el nombre o los nombres) y te pedimos que intercedas por él / ella. Desde tu morada en la gloria de la vida eterna, donde todas tus heridas han sido curadas y todas tus lágrimas han sido enjugadas, ora por (decir el nombre) y por todos nosotros.
Ora a Dios para que nos bendiga para alcanzar la salud y la recuperación. Recordamos que fuiste víctima de tortura y que has sufrido en primera persona la crueldad y la inhumanidad de los hombres.
Te pedimos por nuestro mundo. Pide a Dios que nos ilumine para que podamos lograr la paz y la comprensión. Pide que nos envíe su Espíritu de serenidad, y su socorro para ayudar a compartir esa paz con quien nos encontremos.
De lo que has aprendido en tu camino de dolor, pide a Dios que nos dé la gracia que necesitamos para permanecer santos en las dificultades, sin permitir que prevalezca nuestra ira o nuestra amargura.
Ora para que podamos ser más pacíficos y más caritativos, y para que podamos crear en el lugar donde estamos y el tiempo en que vivimos, un mundo de justicia y paz.
Amén.