Mark 6:14-29
Amigos, el Evangelio de hoy contiene la decapitación de Juan el Bautista ordenada por Herodes. Juan es un proto-mártir, él anticipa el martirio de muchos cristianos.
El martirio siempre ha sido un capítulo importante en la historia cristiana, desde aquellos creyentes de la Iglesia primitiva que se negaron a entregarse a los dioses paganos de Roma, hasta los grandes santos de la Edad Media como Tomás Becket y Tomás Moro, que se negaron a comprometer sus creencias para beneficiar al estado, hasta los mártires modernos asesinados en lo que San Juan Pablo II llamó odium caritatis, “odio a la caridad”, como el arzobispo Oscar Romero de El Salvador.
A principios del siglo XXI, el martirio sigue siendo un hecho asombrosamente común en la vida cristiana. Una estimación del número de mártires cristianos asesinados cada año está entre los ochenta y cien mil, es decir un nuevo mártir cada cinco minutos a una hora.
El ejemplo de los mártires lleva a la gente a preguntarse qué es lo que conduce a tantas personas a realizar este último sacrificio. Uno de los Padres de la Iglesia, Tertuliano, ha dicho que “la sangre de los mártires es semilla para la Iglesia”.
Ricardo, Santo
Laico, 7 de febrero
Por: . | Fuente: misa_tridentina.t35.com !! «Vidas de los santos», Alban Butler
Martirologio Romano: En Luca, de la Toscana, san Ricardo, padre de los santos Willibaldo y Waldburgis, el cual, peregrinando junto con sus hijos desde Inglaterra a Roma, falleció durante el viaje. (†720 )
Breve Biografía
En la primavera del año 720 un pequeño grupo de personas salió del Hamble para ir en peregrinación a Roma y Tierra Santa. Era una familia de Wessex, compuesta del padre, cuyo nombre no se menciona, y sus hijos Wilibaldo y Winebaldo. Hicieron la travesía por el Sena, desembocaron en Rouen visitaron varios santuarios franceses y salieron para Roma. Pero en Lucca el padre murió y fue sepultado en la iglesia de san Frediano. Se registraron milagros en su tumba, donde están todavía sus reliquias y donde se observa su fiesta con devoción.
Su hijo Wilibaldo se unió más tarde a san Bonifacio y llegó a ser el primer obispo de Eichstätt en Baviera. Los detalles anteriores los debemos a un documento llamado el «Hodoeporicon», escrito por una de sus parientes, monja de Heidenheim, quien anotó los recuerdos que tenía sobre la vida del santo, tal como él se las relató de palabra. Dicho documento es la fuente de todo lo que sabemos del padre de san Wilibaldo y san Winebaldo y su hermana santa Walburga: pero esto no era suficiente para los fieles de Lucca y de Eichstátt, que tanto veneraban al santo varón. Entonces le inventaron un nombre «Ricardo», una vida y una posición: «rey de los ingleses». En realidad en Inglaterra no hubo ningún rey Ricardo antes de Corazón de León, y nada se sabe de la condición del padre de Wilibaldo, excepto que tenía buena posición social, pues podía costear viajes de larga duración. Sin embargo, en el Martirologio Romano antiguo se inscribía como «sanctus Richardus rex Anglorum», aunque en el actual se ha retirado esa caracterización de «rey de los ingleses», que sólo permanece en la iconografía del santo. Lo poco que sabemos acerca de él queda compensado por los amplios informes dignos de confianza sobre sus hijos.
Qué es lo que necesitamos
Santo Evangelio según San Marcos 6, 14-29. Viernes IV del tiempo ordinario.
Por: José Romero, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a estar contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús.
Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: “Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado”. Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: “No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano”. Por eso Herodes lo mandó encarcelar. Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo. La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: “Pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Y le juró varias veces: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino”. Ella fue a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?”. Su madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista”. Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: “Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista”.
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre. Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hace algún tiempo hablé con una persona que era ateo. Él me decía que no creía en mi Dios pero que sabía que yo era buena persona, y que es eso lo que necesita el mundo… buenas personas.
En el Evangelio de hoy, san Marcos nos cuenta como Herodes, al ver a Jesús, piensa que sólo puede ser ese gran hombre que murió por su fidelidad a Dios, san Juan Bautista. Herodes es capaz de ver el bien en el mundo, pero le falta algo más, ver a Dios en él. ¿Cuántas veces nosotros, al ver a Jesús en nuestra vida, lo llamamos san Juan Bautista? ¿Cuántas veces no sabemos reconocer que es Dios quién está caminando a nuestro lado?
Pero tenerle devoción a san Juan Bautista no está mal, sin duda fue un hombre de Dios. Fue el enviado a anunciar el amor de Dios al mundo, a decirnos que Jesús ya está aquí, que Dios nos ama.
Entonces cabe preguntarnos, ¿cuántos san Juan Bautista hay en mi vida? Porque fácilmente le podemos llamar padres, hermanos, amigos, hijos, sacerdotes, consagrados; hay muchos mensajeros de Dios en mi vida. El problema está en no ver cómo Dios me ama a través de ellos, en no ver la acción de Dios en mi vida reflejado en el amor que ellos me dan.
A diferencia de Herodes, san Juan Bautista supo reconocer que Jesús era Dios y Dios le pidió que fuera, más que una persona buena, una persona de Dios, y es que eso es lo que necesita el mundo… personas de Dios.
«El testimonio de Juan el Bautista, nos ayuda a ir adelante en nuestro testimonio de vida. La pureza de su anuncio, su valentía al proclamar la verdad, lograron despertar las expectativas y esperanzas del Mesías que desde hace tiempo estaban adormecidas. También hoy, los discípulos de Jesús están llamados a ser sus testigos humildes pero valientes para reencender la esperanza, para hacer comprender que, a pesar de todo, el reino de Dios sigue construyéndose día a día con el poder del Espíritu Santo. Pensemos, cada uno de nosotros: ¿cómo puedo cambiar algo de mi actitud, para preparar el camino al Señor?».
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de diciembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Encontrar el amor de Dios en mi día y trasmitirlo con alegría y convicción.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Pablo Miki y sus compañeros: así fue su martirio en Japón
Dolors Massot – publicado el 06/02/22 – actualizado el 04/02/23
26 mártires del Japón que murieron crucificados y alanceados en Nagasaki
Hoy se celebra la fiesta de 26 mártires de Japón que murieron crucificados y alanceados en Nagasaki el 5 de febrero de 1597.
Junto con el jesuita japonés Pablo Miki, fallecieron san Pedro Bautista, franciscano español, y otros cinco hermanos suyos de hábito, así como diecisiete japoneses, seglares franciscanos, y dos catequistas de san Pablo Miki, también japoneses.
San Pedro Bautista era de San Esteban del Valle (Ávila, España) y había sido misionero en México y Filipinas. Había sido enviado a Japón como embajador de Felipe II ante el emperador Taikosama.
San Felipe de Jesús nació en la Ciudad de México en 1571. Vistió el hábito franciscano en Filipinas y, cuando volvía a México para recibir la ordenación, el galeón naufragó en aguas de Tosa; se refugió en el convento de Meaco o Miyako, donde muy pronto lo arrestaron.
Es patrono de los plateros y el primer mártir y santo mexicano.
Testimonio del martirio
De la Historia del martirio escrita por un contemporáneo:
«Clavados en la cruz, era admirable ver la constancia de todos, a la que les exhortaban el padre Pasio y el padre Rodríguez.
El Padre Comisario estaba casi rígido, los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín daba gracias a la bondad divina entonando algunos salmos y añadiendo el verso: ‘A tus manos, Señor’.
También el hermano Francisco Blanco daba gracias a Dios con voz clara. El hermano Gonzalo recitaba en alta voz la oración dominical y la salutación angélica.
Pablo Miki, nuestro hermano, al verse en el púlpito más honorable de los que hasta entonces había ocupado, declaró en primer lugar a los circunstantes que era japonés y jesuita, y que moría por anunciar el Evangelio, dando gracias a Dios por haberle hecho beneficio tan inestimable. Después añadió estas palabras:
Al llegar este momento, no creerá ninguno de vosotros que me voy a apartar de la verdad. Pues bien, os aseguro que no hay más camino de salvación que el de los cristianos.
Y como quiera que el cristianismo me enseña a perdonar a mis enemigos y a cuantos me han ofendido, perdono sinceramente al rey y a los causantes de mi muerte, y les pido que reciban el bautismo».