John 21:1-14
Amigos, el Evangelio de hoy nos habla de la aparición de Jesús resucitado a siete discípulos a la orilla del mar de Galilea.
Pedro y otros seis Apóstoles estaban en una barca en el mar. Cuando vemos a Pedro y a los discípulos en una barca, debemos pensar en la Iglesia, y el particular número siete —que evoca finalización o cumplimiento— significa que debemos considerar a la Iglesia escatológica, la comunidad de Jesús que se acerca al final del viaje.
En la orilla (aunque no lo reconocen al principio) está el Señor Jesús. Siguiendo sus órdenes, bajan las redes y obtienen una pesca extraordinaria. Bueno, esta es la obra de la Iglesia hasta el fin de los tiempos: reunir almas y llevarlas a Cristo.
Cuando vacían sus redes, descubren 153 peces grandes. Muchas teorías se han propuesto acerca del significado de este número. Mi preferida es la que presenta San Agustín. Según la ciencia de la época había 153 especies de peces en el mar y, por lo tanto, este número extraordinario está destinado a señalar la universalidad de la misión salvífica de la Iglesia.
Marcos, Santo
Memoria Litúrgica, 25 de abril
Fuente: Corazones.org
Evangelista
Martirologio Romano: Fiesta de san Marcos, evangelista, que primero acompañó en Jerusalén a san Pablo en su apostolado, y después siguió los pasos de san Pedro, quien lo llamó su hijo. Es tradición que en Roma recogió en su Evangelio la catequesis de Pedro a los romanos y que fue él quien instituyó la Iglesia de Alejandría, en el actual Egipto. († c.68)
Etimológicamente: Marco = Aquel que es recio como un martillo, o nombre relativo al dios Marte, es de origen latino
Breve Biografía
Patrón de los abogados, notarios, artistas de vitrales, cautivos, de Egipto, Venecia, contra la impenitencia y las picadas de insectos.
San Marcos es judío de Jerusalén, acompañó a San Pablo y a Bernabé, su primo, a Antioquia en el primer viaje misionero de estos (Hechos 12, 25); también acompañó a Pablo a Roma. Se separó de ellos en Perga y regresó a su casa. (Hechos 13,13). No sabemos las razones de esa separación pero si sabemos que causó una separación posterior entre San Pablo y Bernabé, cuando San Pablo rehusó aceptar a San Marcos. Bernabé se enojó tanto que rompió su asociación misionera con San Pablo y se fue a Chipre con Marcos (Hechos 15,36-39). Años mas tarde San Pablo y San Marcos volvieron a unirse en un viaje misionero.
Fue discípulo de San Pedro e intérprete del mismo en su Evangelio, el segundo Evangelio canónico (el primero en escribirse). San Marcos escribió en griego con palabras sencillas y fuertes. Por su terminología se entiende que su audiencia era cristiana. Su Evangelio contiene historia y teología. Se debate la fecha en que lo escribió, quizás fue en la década 60-70 AD.
Juntos con Pedro fue a Roma. San Pedro por su parte se refería a San Marcos como «mi hijo» (1P 5,13).
A veces el Nuevo Testamento lo llama Juan Marcos (Hechos 12,12).
Evangelizó y estableció a la Iglesia en Alejandría, fundando allí su famosa escuela cristiana.
Murió mártir aprox. el 25 de abril del 68 AD en Alejandría y sus reliquias están en la famosa catedral de Venecia.
Su símbolo es el león alado. Tanto este símbolo como el de los otros tres evangelistas (Apoc. 4, 7-8), son muy antiguos. De ellos hablan San Jerónimo y San Agustín, explicando que San Marcos, en su primer capítulo, habla de Juan el Bautista en el desierto y el león es el rey del desierto (Mc. 1,3).
En Venecia se veneran, en la preciosa catedral de su mismo nombre, los restos mortales del evangelista, cuyo traslado de Alejandría se remonta al siglo IX.
Alimentarnos de Cristo
Santo Evangelio según San Juan 21, 1-14. Viernes de la octava de Pascua
Por: José Alberto Rincón Cárdenas, LC | Fuente: Somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, revísteme del hombre nuevo, creado conforme a Dios en justicia y santidad verdaderas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar».
Ellos le respondieron: «También nosotros vamos contigo». Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada. Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿han pescado algo?». Ellos contestaron: «No». Entonces Él les dijo: «Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces». Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados. Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: «Es el Señor». Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se le había quitado, y se tiró al agua.
Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros. Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: «Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar». Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red.
Luego les dijo Jesús: «Vengan a almorzar». Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres?». Porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se los dio y también el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡El Señor ha resucitado! Lo sabemos porque Él mismo ha querido nuevamente revelarse ante nosotros, sus discípulos. No caigamos en la tentación de decir estas palabras de forma irreflexiva y automática. Antes bien, que sean espejo transparente del gozo con que exulta nuestro corazón.
Quizás aún albergamos algo de duda. El mundo no parece haber cambiado mucho de como era antes del Viernes Santo. Por eso es que los apóstoles retornaban a sus faenas habituales.
La aventura de ser pescadores de hombres parecía haber llegado a su fin. Volvían a ser pescadores comunes. Sin embargo, ¡vaya que todo es nuevo para el corazón de quien cree y ha visto al Señor!
Jesús los encuentra en su cotidianeidad. No da grandes discursos triunfantes, sino que pregunta inocentemente si tienen algo de comer. Quiere que ellos se den cuenta que el verdadero alimento es Aquel que los espera a la orilla. Juan lo reconoce después de que muchos peces son atrapados en esa red que es la Iglesia, y que no se rompe por abundante que sea la carga que retiene. Y yo, ¿reconozco también a Cristo en la multitud de mis hermanos? ¿O es que quizás veo tan sólo rostros que pasan velozmente ante mí?
Pedro, siempre impulsivo, se viste y salta. Estaba desnudo, es decir, creía no tener ya dignidad. Ver a su maestro le devuelve la esperanza. Es Jesús quien nos reviste con la vestimenta del hombre nuevo, radiante y de una pieza, sin costura. ¿Con qué arrojo me dirijo hoy a Jesús? ¿Con qué salto me pongo en su presencia para que me atavíe con la túnica de santidad? Vayamos nadando presurosos a encontrarlo, y dejémonos sorprender por su amor casero, cercano, que nos aguarda para darnos de comer el Pan de Vida.
«Jesús, en definitiva, prepara para nosotros y nos pide que también nosotros preparemos. ¿Qué prepara Jesús para nosotros? Prepara un lugar y un alimento. Un lugar mucho más digno que la “habitación grande acondicionada” del Evangelio. Es nuestra casa aquí abajo, amplia y espaciosa, la Iglesia, donde hay y debe haber un lugar para todos. Pero nos ha reservado también un lugar arriba, en el paraíso, para estar con él y entre nosotros para siempre. Además del lugar nos prepara un alimento, un pan que es él mismo: “Tomad, esto es mi cuerpo”. Estos dos dones, el lugar y el alimento, son lo que nos sirve para vivir. Son la comida y el alojamiento definitivos. Ambos se nos dan en la Eucaristía. Alimento y lugar. Jesús nos prepara un puesto aquí abajo, porque la Eucaristía es el corazón palpitante de la Iglesia, la genera y regenera, la reúne y le da fuerza. Pero la Eucaristía nos prepara también un puesto arriba, en la eternidad, porque es el Pan del cielo. Viene de allí, es la única materia en esta tierra que sabe realmente a eternidad».
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Me esforzaré por identificar al Señor que espontáneamente viene a mi encuentro en las personas que me rodean.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Marcos, el evangelista que escribía en griego
Public Domain
Dolors Massot – publicado el 25/04/15 – actualizado el 24/04/23
No fue apóstol pero escribió uno de los cuatro evangelios escuchando la predicación de san Pedro
El evangelista Marcos nació en una familia hebrea acomodada. De él sabemos solo lo que narran los Hechos de los Apóstoles y algunas cartas de san Pedro y de san Pablo.
No fue discípulo de Jesús, aunque algún investigador cree que fue el joven, hijo de la viuda María, que siguió a Jesús después de ser arrestado en el huerto de Getsemaní.
San Marcos conoció a san Pablo en Jerusalén. Viajó con él a Chipre y, más tarde, a Roma.
En el año 66, san Pablo escribe a Timoteo desde una cárcel romana: «Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio» (2 Tm 4,11).
Una vez en Roma, se puso al servicio de san Pedro, quizá porque ya había sido ejecutado san Pablo. El primer papa lo cita en sus cartas y habla de él afectuosamente:
«La iglesia en Babilonia, que ha sido elegida como ustedes, los saluda, lo mismo que mi hijo Marcos».
Gracias a la proximidad con san Pedro pudo transcribir su predicación y de ahí surge su evangelio. Por esta razón se le llama «el taquígrafo de san Pedro».
Escribió en griego, la lengua que más se hablaba en aquellos tiempos, para difundir el cristianismo con mayor rapidez.
Aparece también en los Hechos de los Apóstoles (12,12), después de que Pedro saliera milagrosamente de la prisión:
«Al advertir lo que le había sucedido, se dirigió a la casa de María, la madre de Juan, llamado Marcos, donde un grupo numeroso se hallaba reunido en oración».
El evangelista Marcos murió probablemente entre los años 68 y 72, en Alejandría de Egipto.
En los Actos de Marco (del siglo IV) está escrito que un 24 de abril los paganos lo arrastraron por las calles de Alejandría, atado con cuerdas al cuello, y luego lo encarcelaron.
Allí fue confortado por un ángel. Al día siguiente sufrió él mismo martirio y murió. Su cuerpo fue rescatado por cristianos y sepultado en una gruta.
San Marcos está ahora sepultado en Venecia, en la basílica dedicada a él, porque dos mercaderes venecianos trasladaron allí el cadáver desde Egipto.
En Roma, por su parte, existe una basílica justo en el lugar donde se cree que estuvo su casa.
Algunas reliquias de este evangelista también se encuentran en la catedral de san Marcos, en El Cairo. Es la sede del patriarca copto ortodoxo.
Iconografía
A san Marcos se le representa como un león en la iconografía cristiana porque se le identifica con la figura de este animal que aparece en el Apocalipsis de san Juan, al describir a los cuatro evangelistas.
Santo patrón
San Marcos es también patrón de los notarios, los vidrieros y los ópticos. También es patrón de la ciudad de Venecia.
Oración
Oh santo justo y protector,
bendito San Marcos de León,
Tú que evitaste la desgracia del dragón,
tú que a pesar de tus propias flaquezas
y confiado en la gracia y fortaleza del Señor,
con humildad y firmeza sometiste fieras y enemigos,
te ruego confiadamente: amansa los corazones,
los malos sentimientos y los malos pensamientos
de todo aquel que contra mí esté,
de todo aquel que mi mal y ruina quiera, piense o desee.
Paz, paz, Cristo, Cristo, Dominum.
Paz, paz, Cristo, Cristo, Dominum Nostrum.
Con tu fuerza y poder
y con la ayuda de San Juan y del Espíritu Santo,
si ojos tienen, no me miren
si manos tienen, no me toquen
si lenguas tienen, no me hablen,
que con los hierros que tengan, a mí no me hieran,
Ayúdame con tu mediación a: (hágase la petición)
Paz, paz, Cristo, Cristo, Dominum.
Paz, paz, Cristo, Cristo, Dominum Nostrum.
San Marcos de León,
así como calmaste la sed del León
y a tus pies dominado se quedó,
calma mis adversarios y a todo el que busque mi mal,
véncelos para que no puedan dañarme,
amánsalos, que no se acerquen a mí,
domínalos, para que no lleguen hasta mí.
Paz, paz, Cristo, Cristo Dominum Nostrum
Mis enemigos son bravos como el León,
pero amansados, rendidos y dominados serán
por San Juan y el poder de San Marcos de León.
Paz, paz, Cristo, Cristo, Cristo, Dominum Nostrum
Así sea.
(Rezar tres Credos, Padrenuestro y Gloria).