John 3:1-8

Amigos, hoy en el Evangelio tenemos una conversación inagotable y rica con Nicodemo, en la cual Jesús le dice: “Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios”.

Jesús está hablando con gran franqueza sobre la metanoia, sobre el cambio de actitud requerido antes de ser capaz de vivir la energía de la Encarnación. Jesús presiente que Nicodemo, un gran “gobernante de los judíos”, está atrapado en una red de preocupaciones egoístas, todavía aferrado con temor al poder y estatus, satisfecho en su sujeción a las tradiciones religiosas de su pueblo.

Y la preocupación de Jesús se confirma en el racionalismo casi cómico de la respuesta de Nicodemo a la invitación de volver a nacer: “¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?”. Mientras Jesús habla con un lenguaje evocador y analógico sobre el alma, Nicodemo escucha con los oídos del ego, del poder racional que desea saber con claridad y controlar.

Es precisamente este racionalismo temeroso el que Nicodemo debe abandonar en el doloroso proceso de renacimiento y reconfiguración del alma.

Luis María Grignion de Montfort, Santo

Memoria Litúrgica. 28 de abril

Por: María de Luján Torre | Fuente: Catholic.net

Presbítero y Fundador

El santo de la verdadera devoción Mariana

Martirologio Romano: San Luis María Grignion de Montfort, presbítero, que evangelizó las regiones occidentales de Francia, anunciando el misterio de la Sabiduría Eterna, y fundó dos congregaciones. Predicó y escribió acerca de la Cruz de Cristo y de la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, y, después de convertir a muchos, descansó de su peregrinación terrena en la aldea francesa de Saint-Laurent-sur-Sévre. ( 1716)

Fecha de canonización: 20 de julio de 1947, durane el pontificado de Pio XII

Breve Biografía

La Divina Providencia preparó a este gran santo y lo dio al mundo al final del S. XVII hasta apenas comenzado el XVIII.

Nacido en 1673 en Francia, recibe su educación en uno de los Colegios de la Compañía de Jesús y en 1700 se ordena sacerdote.

Morirá en 1716, habiendo realizado en tan corta carrera cantidad de misiones populares, echado los cimientos de dos congregaciones religiosas (que no llegó a ver en vida), restaurado templos de la Virgen ruinosos o abandonados y, sobre todo, arrancando las almas de las garras del jansenismo para devolverlas al amor ardiente de Dios, mediante la contemplación tierna de Jesús Crucificado y la verdadera devoción a María Santísima.

El jansenismo apartaba a las almas de la intimidad con Dios, de la relación sencilla y confiada característica del espíritu de filiación que es fruto del Espíritu Santo y la presencia de María en la vida del cristiano, acentuando en forma desmedida la Majestad y Santidad Infinita de Dios y nuestra indignidad.

De ahí la obsesión por interminables preparaciones, exámenes de conciencia más que escrupulosos, vueltas y revueltas sobre sí mismo, como si uno tuviera que lograr cierto grado de perfección previa para recibir los Sacramentos… ¡que son los que, en realidad, nos curan y nos perfeccionan..!

La gracia sería (dentro de este esquema), más bien un premio al propio esfuerzo, tal como Jesús nos lo ilustra en la parábola del fariseo y el publicano, que muchos no comprenden todavía…

Y aún nosotros mismos, cada vez que tememos acercarnos al sacramento de la Confesión ‘’porque tengo demasiadas culpas…’’. ¿Y para qué está el Sacramento? Precisamente porque tenemos demasiadas culpas, necesitamos confesarnos con frecuencia y comulgar, porque sólo Jesucristo nos lava de nuestras culpas y nos fortalece para que las recaídas se vayan extinguiendo, poco a poco.

Luis María Grignion de Montfort reacciona con santa violencia ante el estrago que semejante postura causaba dentro de la Iglesia en ese momento, y ante la difusión de una falsa sabiduría en el ambiente intelectual cristiano, que desdibuja la radicalidad del Evangelio y huye del Camino de la Cruz.

Tanto en sus misiones populares como en sus escritos, planta firmemente a Cristo Crucificado (cumbre de la verdadera sabiduría, la sabiduría Divina), y la devoción a María como medio insustituible y necesario para que Cristo se forme realmente en cada alma bautizada.

El desarrollo de estas ideas lo realiza en su primera obra: ‘’El Amor de la Sabiduría Eterna’’ (1703-1704). El capítulo XVII de este libro es ya un anticipo de lo que explicará largamente acerca del papel de María Santísima en nuestra santificación, en el célebre ‘’Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen’’ (1712, aprox.). Valiosísimos consejos de orden práctico para vivir la dependencia total de María nos son dados en su otra obra: ‘’El Secreto de María’’, como resumen y complemento del ‘’Tratado…’’.

El Hijo de Dios, 2da. Persona de la Santísima Trinidad (o también ‘’Verbo’’, o ‘’Sabiduría Eterna’’), ha querido salvarnos y glorificar al Padre haciéndose hombre y muriendo en la Cruz. Y todo esto lo realizó Por María, Con María, En María y Para María, porque a Ella se entregó primero y para Ella en primer lugar derramó su Sangre Preciosa. No ha querido venir a nosotros directamente, sino a través de María.

Y así lo sigue haciendo, porque ha hecho de su Madre verdadera Madre nuestra, ‘’Mater Gratiae’’, Madre de la Gracia en nuestras almas. El Espíritu Santo realiza cada día el milagro de formar a Cristo en el bautizado en unión con María, tal como lo hizo desde el principio.

Acudir a Cristo para volver a nacer

Santo Evangelio según San Juan 3, 1-8. Lunes II de Pascua

Por: Leonardo Garzon, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, Tú siempre estás a la espera; no importa la hora ni el lugar, Tú siempre estás ahí para mí. Tú no tomas en cuenta mis pecados o indisposiciones, haces caso omiso a mis iras y malhumores. Tú esperas siempre con los brazos abiertos a que yo me acerque a Ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre principal entre los judíos, que fue de noche a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios, como Maestro; porque nadie puede hacer las señales milagrosas que Tú haces, si Dios no está con Él». Jesús le contestó: «Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya viejo? ¿Acaso puede, por segunda vez, entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?». Le respondió Jesús: «Yo te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu.

No te extrañes de que te haya dicho: “Tienen que renacer de lo alto”. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

1. Andar a ver a Jesús de noche
Aunque no parezca del todo común, el mejor momento en el que nos podemos encontrar con Jesús es en la noche, ciertamente no en el sentido literal. Esta noche de la que nos habla el Evangelio se refiere a la quietud y pasividad interiores, a un momento de silencio de calma espiritual. Es en la noche cuando nos despojamos de las preocupaciones y ajetreos del día a día; sólo en este momento podemos acercarnos a Jesús libres de toda otra distracción. Él siempre está esperando a que busquemos esos momentos de «noche» para estar a solas con Él. Jesús quiere que aprendamos a descansar en Él.

2. El que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Dios siempre nos pide ir más allá. No basta con acudir a Él, es necesario tomar un paso a la acción, buscar y tratar de mejorar ese aspecto de nuestra vida que debemos cambiar. Jesús nos pide conversión. La conversión requiere que nos despojemos de nosotros mismos para así dejar que Dios actúe en nuestras vidas. El olvidarnos de nosotros mismos implica un volver a nacer, nacer una nueva vida en la que “no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí”.

3. Nacer del agua y del espíritu
Seguramente nos preguntamos, ¿cómo es posible volver a nacer? Ésta era la pregunta que agobiaba a Nicodemo quien no entendía la exigencia espiritual de las palabras del Maestro. Con el pasar de los años, se van adhiriendo a nuestra personalidad ciertas formas de ser, pensar o actuar que no son propiamente buenas; estas adherencias se van convirtiendo en un obstáculo que luego nos impedirá entrar en el Reino de Dios. El agua representa la purificación, el modo en que vamos limpiando nuestros corazones para hacer espacio para Dios. El espíritu es el don de Dios que se da a sí mismo para llenar el vacío de nuestras vidas, sólo con Él y por Él podremos nacer de nuevo

«El Evangelio recuerda que aquel que está llamado a dar testimonio de la Resurrección de Cristo debe, en primera persona, «nacer de lo alto». De lo contrario, se termina como Nicodemo que, a pesar de ser un maestro en Israel, no entendía las palabras de Jesús cuando decía que para «ver el reino de Dios» hay que «nacer de lo alto», nacer «del agua y del Espíritu». Nicodemo no entendía la lógica de Dios, que es la lógica de la gracia, de la misericordia, por la cual el que se hace pequeño se vuelve grande, el que se hace último pasa a ser el primero, el que se reconoce enfermo se cura. Esto significa dejar realmente la primacía al Padre, a Jesús y al Espíritu Santo en nuestra vida. Atención: no se trata de convertirse en sacerdotes «poseídos», casi como si se fuera depositario de un carisma extraordinario. No. Sacerdotes ordinarios, simples, humildes, equilibrados, pero capaces de dejarse regenerar constantemente por el Espíritu, dóciles a su fuerza, interiormente libres —sobre todo de sí mismos— porque les mueve el «viento» del Espíritu que sopla donde quiere.»

(Homilía de S.S. Francisco, 10 de abril de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer una visita a la capilla y pedirle a Dios la gracia de volver a nacer a una vida que sea más de su agrado.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

San Pedro Chanel, el misionero que es patrón de Oceanía

Tau olunga-mod. by Aleteia (CC BY-SA 3.0)

Dolors Massot – publicado el 28/04/22 – actualizado el 26/04/23

Un ardiente misionero en Polinesia de origen francés que entregó su vida por la evangelización

Pedro Chanel nació en Cuet (Francia) el 12 de julio de 1803, en una familia acomodada. Hizo la Primera Comunión a los 15 años y entonces sintió la llamada de Dios a ser misionero.

Fue ordenado sacerdote en 1827 y pidió al obispo de Lyon que lo enviara a las misiones. Pero el prelado le respondió que en aquel momento él era más necesario en la evangelización de su propio país.

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Hacia 1830 se unió a un grupo de sacerdotes con vocación misionera que formaban la Sociedad de María (Maristas). A finales de 1836 viajó por fin a la Polinesia.

Con otro hermano marista desembarcó en Futuna, isla francesa en el Pacífico. Era el 12 de noviembre de 1837.

Pedro Chanel predicaba a las dos tribus que vivían en la isla aunque eran enemigas. Había abundantes guerras entre ellas y en agosto de 1839 una tribu prácticamente aniquiló a la otra.

El rey vencedor creía que los misioneros cristianos indignaban a sus dioses, así que el 28 de abril de 1841 el propio yerno del rey mató a Pedro Chanel de un hachazo.

San Pedro Chanel sería canonizado en 1889 y fue proclamado mártir en 1954.

Santo patrón

San Pedro Chanel es patrón de Oceanía.

Oración

Señor, tú que has concedido la palma del martirio a san Pedro Chanel cuando trabajaba por extender tu Iglesia,
concédenos a nosotros que, en medio de las alegrías pascuales,
celebremos de tal modo el misterio de Cristo muerto y resucitado,
que seamos verdaderamente testigos de una vida nueva.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.