La Cuaresma es una temporada para volver a centrarnos en el sufrimiento y la muerte de nuestro Señor Jesucristo, de modo que estemos preparados para abrazar las buenas nuevas de la Resurrección.
¿Por qué este énfasis en el sufrimiento? Porque Cristo nos salvó mediante un acto de sufrimiento. Él llevó en su persona el peso de nuestro pecado y murió por nosotros en la cruz, donde coincidieron el sufrimiento y el amor.
Y la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, que participa de Cristo. Por lo tanto, no debería sorprendernos que seamos llamados a sufrir por amor. En la economía de la gracia, Dios puede usar nuestro sufrimiento para llevar la carga de otro miembro del Cuerpo de Cristo, así como un sistema puede asumir el trabajo de otro, o un órgano puede sostener a otro.
Entonces, al comenzar con el Miércoles de Ceniza, resolvamos centrarnos en el sufrimiento de Cristo y unir nuestro propio sufrimiento (mediante el ayuno, la oración, la limosna y la reflexión sobre el Vía Crucis) con los miembros que sufren de la Iglesia. No es el destino sino el viaje lo que finalmente nos transformará.
Paz.
- Saints Timothy and Titus
Nuestro Evangelio de hoy nos trae la parábola del grano de mostaza.
¿Cómo es que Dios suele trabajar? Desde lo muy pequeño a lo muy grande – y a través de un proceso lento y gradual. Dios tiende a trabajar debajo de lo que detecta un radar, al borde de las cosas, en silencio, clandestinamente, sin llamar la atención.
C.S. Lewis nos hablaba sobre este principio. ¿Cómo, se preguntaba, entró Dios en la historia? En silencio, en un rincón olvidado del Imperio Romano, a escondidas detrás de las líneas enemigas. ¿Cómo se estableció el cristianismo en Europa? A través de un puñado de personas que escucharon a San Pablo en Filipo y Atenas. ¿Cómo surgió el poderoso movimiento Franciscano? Había un niño diferente y místico que escuchó una voz proveniente de un crucifijo que decía: “Francisco, reconstruye Mi Iglesia, que está cayendo en ruinas”. Un puñado de seguidores se unieron a este proyecto quijotesco, luego docenas, luego cientos, luego miles.
¡Por lo tanto, no tengas miedo de hacer cosas pequeñas impulsadas por Dios! Planta la semilla, ponte en acción, arriésgate —da, aunque más no sea un paso muy pequeño, no te preocupes sobre quién se da cuenta o cuánta atención estás recibiendo. Siembra la semilla y deja el resto a la misericordia y providencia de Dios.
Cuando envía a los setenta y dos discípulos, Jesús les da instrucciones precisas que expresan las características de la misión. La primera ―ya lo hemos visto―: rezad; la segunda: id; y luego: no llevéis bolsa o alforja …; decid: “Paz a esta casa” … permaneced en esa casa … No vayáis de casa en casa; curad a los enfermos y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros”; y, si no os reciben, salid a las plazas y despedíos (cf. versículos 2-10). Estos imperativos muestran que la misión se basa en la oración; que es itinerante: no está quieta, es itinerante; que requiere desapego y pobreza; que trae paz y sanación, signos de la cercanía del Reino de Dios; que no es proselitismo sino anuncio y testimonio; y que también requiere la franqueza y la libertad para irse, evidenciando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de salvación, pero sin condenas ni maldiciones. Si se vive en estos términos, la misión de la Iglesia se caracterizará por la alegría. ¿Y cómo termina este paso? «Regresaron los setenta y dos alegres» (v. 17). No se trata de una alegría efímera que viene del éxito de la misión; por el contrario, es un gozo arraigado en la promesa de que ―dice Jesús― «vuestros nombres están escritos en el cielo» (v. 20). Con esta expresión, él se refiere a la alegría interior, la alegría indestructible que proviene de la conciencia de ser llamados por Dios a seguir a su Hijo. Es decir, la alegría de ser sus discípulos. (Ángelus, 7 de julio de 2019)
Timoteo y Tito, Santos
Memoria Litúrgica, 26 de enero
Obispos y Discípulos de San Pablo
Martirologio Romano: Memoria de los santos Timoteo y Tito, obispos y discípulos del apóstol san Pablo, que le ayudaron en su ministerio y presidieron las Iglesias de Éfeso y de Creta, respectivamente. Les fueron dirigidas cartas por su maestro que contienen sabias advertencias para los pastores, en vista de la formación de los fieles (s. I).
Etimología: Timoteo = Aquel que siente amor o adoración a Dios, es de origen griego.
Etimología: Tito = Aquel que es protegido y honrado, es de origen latino.
Breve Biografía
San Pablo nombró obispos a Timoteo y Tito, sus discípulos y colaboradores.
Los Santos Timoteo y Tito vivieron en la órbita del grande apóstol de las Gentes, y el nuevo calendario los coloca después de la fiesta de la “conversión” de San Pablo.
Timoteo es la imagen del discípulo ejemplar: obediente, discreto, eficaz, valiente. Por estas cualidades Pablo quiso que fuera su compañero de apostolado, en vez de Juan Marcos, durante el segundo viaje misionero en el año 50.
Había nacido en Listra, en donde Pablo lo encontró durante el primer viaje, y fue de los primeros convertidos al Evangelio; había sido educado en la religión hebrea por la abuela Loida y por la madre Eunice. Desde su encuentro con Pablo, siguió su itinerario apostólico; lo acompaña a Filipos y a Tesalónica.
Después los encontramos juntos en Atenas, en Corinto, en Éfeso y finalmente en Roma durante el primer cautiverio de Pablo. Fue un infatigable “viajero enviado” por el apóstol de las Gentes, y mantuvo los contactos entre Pablo y las jóvenes comunidades cristianas fundadas por él.
A menudo le llevaba las cartas y le daba noticias respecto de las mismas comunidades. Entre el 63 y el 66, cuando recibió la primera carta que le envió Pablo, Timoteo era el jefe de la Iglesia de Éfeso. Desde Roma Pablo le escribió una segunda carta, invitándolo a visitarlo antes del invierno. Es conmovedora la petición del anciano apóstol al “hijo” Timoteo, para que le llevara el abrigo que había dejado en Tróade, pues le servía para el frío en la cárcel de Roma. Timoteo estuvo presente en el martirio de Pablo; después regresó definitivamente a la sede de Éfeso, en donde, según una antigua tradición, murió mártir en el año 97.
El segundo fiel colaborador de Pablo fue San Tito, de origen pagano. Convertido y bautizado por el mismo apóstol, que lo llama “hijo mío”, se encuentra en compañía de Pablo en Jerusalén, en el año 49. Hizo con él el tercer viaje misionero y fue Tito quien llevó la “carta de las lágrimas” de Pablo a los fieles de Corinto, entre los cuales restableció la armonía y organizó la colecta para los pobres de Jerusalén.
Después del cautiverio de Roma, Pablo, de paso por Creta, dejó ahí a Tito con la misión de organizar la primera comunidad cristiana. Aquí recibió la carta de Pablo. Es un documento muy importante, porque nos informa sobre la vida interna de la Iglesia apostólica. Después Tito fue a Roma donde su Maestro, que lo mandó probablemente a evangelizar a Dalmacia, en donde todavía hoy está muy difundido su culto. Una antigua tradición, históricamente no confirmada, dice que Tito murió en Creta, de edad muy avanzada.