HIMNO
¡Oh qué dichoso este día
en que José, dulce suerte,
entre Jesús y María
rinde tributo a la muerte!
Tuvo en la tierra su cielo;
por un favor nunca visto,
con la Virgen, su consuelo
fue vivir sirviendo a Cristo.
Ya con suprema leticia
los justos lo aclamarán,
lleva la buena noticia
hasta el seno de Abraham.
Si fue grande la agonía
que sufrió en la encarnación,
será inmesa alegría
que tendrá en resurrección.
Quiera Dios que en nuestros trance
no nos falte su favor,
y piadoso nos alcance
ver benigno Redentor.
Que en Jesús, José y María,
gloria de la humanidad,
resplandezca tu armonía,
¡oh indivisa Trinidad! Amén.
Juan Nepomuceno, Santo
Presbítero y Mártir, 20 de marzo
Mártir del secreto de confesión
Martirologio Romano: En Praga, en Bohemia, san Juan Nepomuceno, presbítero y mártir, que por defender la Iglesia sufrió muchas injurias por parte del rey Venceslao IV y, expuesto a tormentos y torturas, aún respirando fue arrojado al río Moldava († 1393).
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.
Breve Biografía
Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc, de ahí el sobrenombre Nepomuceno. El apellido de su familia era Wolfin.
Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado.
El rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos, se propuso matarlo.
Luego el rey tuvo otro gran disgusto, consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para regalar las riquezas que allí había a un familiar. El Vicario Juan Nepomuceno se opuso a esto rotundamente, ya que evidentemente esos bienes pertenecían a la Santa Iglesia.
El rey mandó matar al padre Juan; lo ataron doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y luego, fue lanzado al río Moldava. Esto ocurrió en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver para darle santa sepultura.
En 1725, más de 300 años después del suceso, una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas encontarron que la lengua del mártir se encontraba incorrupta, aparentemente seca y gris. De repente, en presencia de todos empezó a tomar apariencia de ser la de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas ante este milagro. Fue el cuarto milagro que realizó el santo antes de ser proclamado oficialmente como tal.
San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.
San Juan Nepomuceno es patrono de Bohemia y Moravia, y del secreto de confesión. También es considerado patrono de la fama y el buen nombre. Sus reliquias se guardan en Praga, en la iglesia metropolitana de San Vito.
El potencial de dar fruto
Santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9. Domingo III de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, cambia mi corazón de piedra por uno de carne y dame la gracia de un sincero arrepentimiento para regresar a tu amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9
En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: «¿piensan ustedes que aquellos galileos porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante».
Entonces les dijo esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupar la tierra inútilmente?’. El viñador le contestó: «Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y echarle abono, par a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Por qué en el mundo hay tanto sufrimiento? ¿Por qué parece que Dios no actúa? ¿Es acaso que Dios se olvida de alguna de sus criaturas? Era la misma pregunta que se hacían los israelitas al ver las desgracias que sucedían; sin embargo, Jesús les invita a pensar más allá. Los sufrimientos de esta vida siempre van a existir independientemente de nosotros. El mayor dolor que quiere evitarnos Él es el sufrimiento eterno, por eso nos hace la invitación desde el fondo de su corazón: «¡Conviértanse! Vuelvan a mí que tanto los amo, porque los sufrimientos de esta vida no son ni siquiera comparables al gozo de la vida eterna».
Jesús es ese agricultor paciente que, aunque nuestra vida no esté dando quizás los frutos en abundancia como la higuera seca, espera y nos ayuda con sus regalos de la gracia para que podamos dar fruto. Ante la tristeza, el desaliento, la indignación, el pecado, Cristo confía en nosotros, aunque nosotros hayamos perdido nuestra confianza. Él nos llama a esa sincera conversión y a la vez nos da las herramientas para alcanzarla. Cada uno de nosotros tiene un potencial enorme para dar fruto: ¿por qué te resistes a dar lo que Dios pide de ti? ¿Por qué te resistes a ser la mejor versión de ti mismo? Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar, te enseña a que hagas cuanto puedes, y a que pidas lo que no puedes, según decía san Agustín.
«Lo que nos sostiene a lo largo del tiempo, nos sostiene a lo largo de la historia para crecer hacia arriba y dar fruto. Las raíces. Sin raíces no hay flores, no hay frutos. Decía un poeta que “todo lo que el árbol tiene de florido le viene de lo que tiene de soterrado”, las raíces. Nuestras vocaciones tendrán siempre esa doble dimensión: raíces en la tierra y corazón en el cielo. No se olviden esto. Cuando falta alguna de estas dos, algo comienza a andar mal y nuestra vida poco a poco se marchita, como un árbol que no tiene raíces, marchita».
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy daré un paso más hacia mi conversión intentando ser más bondadoso con la gente con la que convivo, amándolos como Cristo lo hace.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Caminos de conversión
Muchos caminos llevan al encuentro con Cristo en su Iglesia. ¿Por qué? Porque el Señor llama a sus hijos de mil maneras.
Muchos caminos llevan al encuentro con Cristo en su Iglesia. Tantos que resulta difícil enumerarlos. ¿Por qué? Porque el Señor llama a sus hijos de mil maneras, porque cada persona encuentra el hilo central de su vida desde esa acción maravillosa de la gracia en los corazones.
Unos llegan porque buscaron razones para su ateísmo y otros porque querían entender una religión que tenía a sus espaldas 2000 años de historia. Unos porque hicieron una carrera científica y otros porque emprendieron estudios humanísticos. Unos porque encontraron el amor de su vida en un creyente y otros porque nunca encontraron con quién compartir el pan de cada día. Unos porque discutieron un día sí y otro también con un católico convencido, y otros simplemente porque vieron cómo la caridad lleva a darlo todo por los más necesitados.
Como un punto hacia el que confluyen mil rayos, la conversión acerca los corazones entre sí al unirlos a Cristo. Desde un accidente o un encuentro afortunado, tras un día de calor o a causa del frío, después de una noche en vela o gracias a un sueño enigmático, con la compañía de un amigo bueno o desde reflexiones en solitario.
El resultado de todos es el mismo: encontrarse con el Amigo, el Salvador, el Maestro bueno, el Mesías. Un encuentro que alegra el alma, que da sentido a la vida, que tiñe de colores nuevos el cielo que a todos nos arropa, que hace perder el miedo a la muerte con la esperanza de la vida eterna.
Sí, hay tantos caminos que llevan a esa gran meta de la conversión. Desde la misma se rompen las fronteras que separan naciones enfrentadas, se pierden los contornos que dividen a las clases sociales, se destruyen los muros levantados por odios y miedos irracionales.
Entonces empezamos a ser “hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la Promesa” (Ga 3,26 29).
¿Cuál ha sido mi camino? ¿Cuál es el tuyo, hermano que sonríes a mi lado? ¿Cuál será el que recorra quien hoy busca lejos de la Iglesia y mañana empezará a estar a nuestro lado? Dios tiene una fantasía sin límites, porque no quiere que nadie se pierda, sino que desea que todos podamos participar un día en la gran fiesta de la Pascua eterna.
El Papa invita a obispos del mundo a unirse a él en la consagración de Rusia y Ucrania a María
La tarde del viernes 25 de marzo en la Basílica de San Pedro.
«El Papa Francisco ha invitado a los obispos de todo el mundo y a sus presbíteros a unirse a él en la oración por la paz y en la consagración y encomienda de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María.» Así lo confirmó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, respondiendo a las preguntas de los periodistas.
El Papa pronunciará la oración en la tarde del viernes 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, en la Basílica de San Pedro, durante la celebración de la Penitencia prevista para las 17 horas. El mismo acto, en el mismo día, será realizado por todos los obispos del mundo. El cardenal Konrad Krajewski, limosnero pontificio, lo realizará en Fátima como enviado del Papa.
Ya en el Ángelus del pasado 13 de marzo, el Papa había invitado a toda la Iglesia a rezar: «Pido a todas las comunidades diocesanas y religiosas que aumenten los momentos de oración por la paz». En la audiencia general del 23 de febrero convocó una jornada de oración y ayuno por la paz en Ucrania el Miércoles de Ceniza, afirmando: «Que la Reina de la Paz preserve al mundo de la locura de la guerra».
En la aparición del 13 de julio de 1917 en Fátima, la Virgen había pedido la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, afirmando que si no se concedía esta petición, Rusia extendería «sus errores por todo el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia». «Los buenos – había añadido – serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán destruidas».
Después de las apariciones de Fátima hubo varios actos de consagración al Corazón Inmaculado de María: Pío XII, el 31 de octubre de 1942, consagró el mundo entero y el 7 de julio de 1952 consagró específicamente Rusia al Corazón Inmaculado de María con la Carta Apostólica Sacro vergente anno, ante la difícil situación de los cristianos obligados a vivir en un régimen ateo. Pablo VI en 1964 y Juan Pablo II en 1981, 1982 y 1984 renovaron esta consagración para todo el género humano. El Papa Wojtyla, refiriéndose a la petición de la Virgen en Fátima, el 25 de marzo de 1984, en la Plaza de San Pedro, en unión espiritual con todos los obispos del mundo, encomendó al Corazón Inmaculado de María a todos los pueblos y de modo especial a los hombres y naciones que tienen especial necesidad de esta encomienda y consagración.
En junio de 2000, cuando la Santa Sede reveló la tercera parte del secreto de Fátima, el entonces secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Tarcisio Bertone, subrayó que Sor Lucía había confirmado personalmente que el acto de consagración realizado por Juan Pablo II en 1984 correspondía a lo que la Virgen había pedido. Ahora, el próximo 25 de marzo, el Papa Francisco consagrará a Rusia junto con Ucrania al Inmaculado Corazón de María en comunión con los obispos de todo el mundo.
El voluntariado
El voluntariado emerge como un bien necesario e imprescindible para rearmarnos moralmente como seres humanos y para seguir creyendo que nuestro mundo puede ser un hogar habitable donde quepamos todos con dignidad
En un mundo tan alocado como el que vivimos, necesitamos que alguien o algo nos aporte razones cordiales, es decir, pasadas por el corazón, que nos ayuden a vivir con dignidad y a convivir con humanidad. El voluntariado se alza modestamente como una aportación de sentido que más allá de hacer el bien nos hace mejores personas y mejora sustancialmente nuestra sociedad. Si tuviera que ofrecer algunas de las razones por las que considero al voluntariado capaz de transmitir esa buena noticia, aportaría las siguientes:
1. Porque el voluntariado asume la triple dimensión de la acción solidaria: la compasión, como el encuentro efectivo y afectivo con el otro conocido; el desarrollo local como dinamización del tejido social de un territorio concreto; el cambio estructural como pretensión explícita de incidir políticamente en la transformación de nuestra sociedad.
2. Porque sólo existe voluntariado cuando se realiza de manera organizada y colectiva. El voluntariado como aventura individual es la zanahoria que nos coloca cada día buena parte de una propaganda pseudosolidaria que mira desde muy lejos lo que realmente se cuece en el mundo del compromiso cívico. El voluntariado tiene sentido como acción colectiva en favor de otros. El acento individual conduce a que se catalogue al voluntario como ´buenas persona´; sin más; el acento comunitario invita a la posibilidad de construir otras relaciones, otras tramas colectivas, otro tipo de sociedad. La acción colectiva reclama un nosotros que se teje entre el voluntariado y las personas contratadas de cada organización, entre el voluntariado y las personas y colectivos destinatarios de esa acción solidaria.
3. Porque el voluntariado responde a una manera concreta de construir la ciudadanía activa. Ser ciudadanos y ciudadanas pasa por ocuparse de los asuntos que conforman la buena marcha de la polis; una polis que en la sociedad globalizada rebasa los límites del mi pequeño.
4. Porque el voluntariado constituye una aportación significativa como arma pacificadora de la convivencia intercultural en una sociedad diversa y plural. La acción voluntaria se teje en la realización de encuentros humanos que fortalecen la convivencia que convierte al extraño en invitado. La pregunta que nos lanza la realidad de nuestro momento es « ¿podremos vivir juntos personas y colectivos tan diversos?». El voluntariado no se lo piensa dos veces; actúa, y en la acción lleva consigo el sí como respuesta eficaz y como probación de que la posibilidad se hace una vez más realidad.
5. Porque el voluntariado expresa una de las formas, no la mejor ni la única, de vivir hoy la solidaridad en nuestro mundo. Por ello el voluntariado bebe y aprende de otras formas antiguas y actuales de ejercicio organizado de la solidaridad. El derecho a la participación social, el valor ético de la solidaridad y el ejercicio de la ciudadanía activa serán los pilares de un voluntariado cívico realmente comprometido.
6. Porque el voluntariado aporta frescura, flexibilidad y dinamismo a las organizaciones cívicas. Necesitamos preguntas indiscretas, toques de atención, cuestionamientos de cosas que nos parecen intocables. El voluntariado debe seguir profundizando en la democracia interna e interno de cada organización.
7. Porque el voluntariado promueve la construcción de identidades mestizas en el ámbito de la acción solidaria. Personas que simultanean su voluntariado en dos organizaciones diferentes, por ejemplo, benefician a ambas entidades y las dos salen reforzadas en la construcción de una identidad compartida que a la larga beneficia y refuerza cada una de las identidades particulares.
8. Porque el voluntariado ayudará a aligerar y flexibilizar a las organizaciones en el sentido de que no se vayan convirtiendo en empresas prestadoras de servicios, rehenes de sus financiadores. La calidad de las organizaciones de solidaridad no pasa necesariamente por su empresarización y por la consiguiente adopción de un voluntariado ´ayudante´ y funcional al cuerpo técnico y tecnocrático de la entidad. El voluntariado no es el brazo ejecutor de las tareas a las que no llega el técnico contratado; tiene su papel en coordinación con las personas contratadas, pero su campo de juego propio.
9. Porque trabajar desde el voluntariado significa optar por los procesos lentos y duros. Una empresa prestadora de servicios haría trabajo social o cooperación a ritmo de profesionales-técnicos, pero eso sería otra cosa, ni mejor ni peor. El horizonte de transformación personal y social tiene el precio de los ritmos lentos y de la renuncia a las prisas como método de trabajo.
10. Porque anticipa sueños de otra realidad y nos invita a todos a habitar en el espacio de la posibilidad como construcción de micro utopías con nombre y apellido en cada uno de los proyectos en los que actúa. El voluntariado, entonces, emerge como un bien necesario e imprescindible para rearmarnos moralmente como seres humanos y para seguir creyendo que nuestro mundo puede ser un hogar habitable donde quepamos todos con dignidad.Por eso desde la UNION SAFA, apostamos por esta forma de seguir trabajando y haciendo las cosas, promoviendo este nuevo plan de voluntariado, espero y deseo quesea una herramienta adecuada y que nos ayude a hacer más habitable nuestro mundo.
Descubre dentro de tu corazón la mirada de Dios
Martes cuarta semana de Cuaresma. No podemos regresar auténticamente a Dios si no es desde el corazón.
Es demasiado fácil dejar pasar el tiempo sin profundizar, sin volver al corazón. Pero cuando el tiempo pasa sobre nosotros sin profundizar en la propia vocación, sin descubrir y aceptar todas sus dimensiones, estamos quedándonos sin lo que realmente importa en la existencia: el corazón (entendido como nuestra facultad espiritual en la que se manejan todas las decisiones más importantes del hombre). El corazón es el encuentro del hombre consigo mismo.
“Volved a mí de todo corazón”. Son palabras de Dios en la Escritura. No podemos regresar auténticamente a Dios si no es desde el corazón, y tampoco podemos vivir si no es desde el corazón. Dios llama en el corazón, pero, en un mundo como el nuestro, en el cual tan fácilmente nos hemos olvidado de Dios, en un mundo sin corazón, a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, nos cuesta llegar al corazón. Dios llama al corazón del hombre, a su parte más interior, a ese yo, único e irrepetible; ahí me llama Dios.
Yo puedo estar viviendo con un corazón alejado, con un corazón distraído en el más pleno sentido de la palabra. Y cuánto nos cuesta volver. Cuánto nos cuesta ver en cada uno de los eventos que suceden la mano de Dios. Cuánto nos cuesta ver en cada uno de los momentos de nuestra existencia la presencia reclamadora de Dios para que yo vuelva al corazón. El camino de vuelta es una ley de vida, es la lógica por la que todos pasamos. Y mientras no aprendamos a volver a la dimensión interior de nosotros mismos, no estaremos siendo las personas auténticas que debemos de ser.
Podría ser que estuviésemos a gusto en el torbellino que es la sociedad y que nuestro corazón se derramase en la vida de apariencia que es la vida social. Pero es bueno examinarse de vez en cuando para ver si realmente ya he aprendido a medir y a pesar las cosas según su dimensión interior, o si todavía el peso de la existencia está en las conveniencias o en las sonrisas plásticas.
¿Pertenezco yo a ese mundo sin corazón? ¿Pertenezco yo a ese mundo que no sabe encontrarse consigo mismo? Dios llama al corazón para que yo vuelva, para que yo aprenda a descubrir la importancia, la trascendencia que tiene en mi existencia esa dimensión interior. Estamos terminando la Cuaresma, se nos ha ido un año más de las manos, recordemos que es una ocasión especial para que el hombre se encuentre consigo mismo.
Curiosamente la Cuaresma no es muy reciente en la historia de la Iglesia, los apóstoles no la hacían. La Cuaresma viene del inicio de la vida monacal en la Iglesia, cuando los monjes empiezan a darse cuenta de que hay que prepararse para la llegada de Cristo. Todavía hoy día hay congregaciones que tienen dos Cuaresmas. Los carmelitas tienen una en Adviento, cuarenta días antes de Navidad, y tienen cuarenta días antes de Pascua, de alguna manera significando que a través de la Cuaresma el espíritu humano busca encontrarse con su Señor. Las dos Cuaresmas terminan en un particular encuentro con el Señor: la primera en el Nacimiento, en la Natividad, en la Epifanía, como dicen estrictamente hablando los griegos; y la segunda, en la Resurrección. Si en la primera manifestación vemos a Cristo según la carne; en la segunda manifestación vemos a Cristo resucitado, glorioso, en su divinidad.
De alguna manera, lo que nos está indicando este camino cuaresmal es que el hombre que quiera encontrarse con Dios tiene que encontrarse primero consigo mismo. No tiene que tener miedo a romper las caretas con las que hábilmente ha ido maquillando su existencia. El hombre tiene que aprender a descubrir dentro de su corazón la mirada de Dios.
Para este retorno es necesario crear una serie de condiciones. La primera de todas es ese aprender a ensanchar el espacio de nuestro espíritu para que pueda obrar en nuestro corazón el Espíritu Santo. Ensanchar nuestro espíritu a veces nos puede dar miedo. Ensanchar el corazón para que Dios entre en él con toda tranquilidad, no significa otra cosa sino aprender a romper todos los muros que en nosotros no dejan entrar a Dios.
¿Realmente nuestro espíritu está ensanchado? ¿Mi vida de oración realmente es vida y es oración? ¿Realmente en la oración soy una persona que se esfuerza? ¿Consigo yo que mi oración sea un momento en el que Dios llena mi alma con su presencia o a veces con su ausencia? Dios puede llenar el corazón con su presencia y hacernos sentir que estamos en el noveno cielo; pero también puede llenarlo con su ausencia, aplicando purificación y exigencia a nuestro corazón.
Cuando Dios llega con su ausencia a mi corazón, cuando me deja totalmente desbaratado, ¿qué pasa?, ¿Ensancho el corazón o lo cierro? Cuando la ausencia de Dios en mi corazón es una constante —no me refiero a la ausencia que viene del sueño, de la distracción, de la pereza, de la inconstancia, sino a la auténtica ausencia de Dios: cuando el hombre no encuentra, no sabe por dónde está Dios en su alma, no sabe por dónde está llegando Dios, no lo ve, no lo siente, no lo palpa—, ¿abrimos el espíritu?, ¿Seguimos ensanchando el corazón sabiendo que ahí está Dios ausente, purificando mi alma? O cuando por el contrario, en la oración me encuentro lleno de gozo espiritual, ¿me quedo en el medio, en el instrumento, o aprendo a llegar a Dios?
Cuando nuestra vida es tribulación o es alegría, cuando nuestra vida es gozo o es pena, cuando nuestra vida está llena de problemas o es de lo más sencilla, ¿sé encontrar a Dios, sé seguirle la pista a ese Dios que va abriendo espacio en el corazón y por eso me preocupo de interiorizar en mi vida? Uno podría pensar: ¿Cuál es mi problema hoy? ¿Hasta qué punto en este problema —un hijo enfermo, una dificultad con mi pareja, algún problema de mi hijo—, he visto el plan de Dios sobre mi vida?
Tenemos que experimentar la gracia de esta convicción, hay que ensanchar el corazón abriéndolo totalmente a la acción transformadora del Señor. Sin embargo, nunca tenemos que olvidar, que contra esta acción transformadora de Dios nuestro Señor hay un enemigo: el pecado. El pecado que es lo contrario a la Santidad de Dios. Y para que nos demos cuenta de esta gravedad, San Pablo nos dice: “Dios mismo, a quien no conoció el pecado, lo hizo pecado por nosotros”. Pero, mientras no entremos en nuestro corazón, no nos daremos cuenta de lo grave que es el pecado.
Cuando yo miro un crucifijo, ¿me inquieta el hecho de que Cristo en la cruz ha sido hecho pecado por mí, de que la mayor consecuencia del pecado es Cristo en la cruz? ¿Me ha dicho Dios: quieres ver qué es el pecado? Mira a mi Hijo clavado en la Cruz.
Cuando uno piensa en el hambre en el mundo; o cuando uno piensa que en cada equis tiempo muere un niño en el mundo por falta de alimento y por otro lado estamos viendo la cantidad de alimento que se tira, preguntémonos: ¿No es un pecado contra la humanidad nuestro despilfarro? No el vivir bien, no el tener comodidades, sino la inconsciencia con la que manejamos los bienes materiales. ¿Nos damos cuenta de lo grave que es y lo culpable que podemos llegar a ser por la muerte de estos hermanos?
¿Me doy cuenta de que cada persona que no vive en gracia de Dios es un muerto moral? ¿No nos apuran la cantidad de muertos que caminan por las calles de nuestras ciudades? Tengo que preguntarme: ¿Me preocupa la condición moral de la gente que está a mi cargo? No es cuestión de meterse en la vida de los demás, pero sí preguntarme: ¿Soy justo a nivel justicia social? ¿Me permito todavía el crimen tan grave que es la crítica? ¿Me doy cuenta de que una crítica mía puede ser motivo de un gravísimo pecado de caridad por parte de otra persona?
Siempre que pensemos en el pecado, no olvidemos que la auténtica imagen, el auténtico rostro donde se condensa toda la justicia, todo desamor, todo odio, todo rencor, toda despreocupación por el hombre, es la cruz de nuestro Señor.
El abandono que Cristo quiere sufrir, el grito del Gólgota: “¿Por qué me has abandonado?” pone ante nuestros ojos la verdadera medida del pecado. En Cristo esta medida es evidente por la desmesurada inmensidad de su amor. El grito: “¿Por qué me has abandonado?” es la expresión definitiva de esta medida. El amor con el que me ha amado, el amor que ama hasta el fin. ¿He descubierto esto y lo he hecho motivo de vida; o sólo motivo de lágrimas el Viernes Santo? ¿Lo he hecho motivo de compromiso, o sólo motivo de reflexión de un encuentro con Cristo? ¿Mi vida en el amor de Dios se encierra en ese grito: ¿“Por qué me has abandonado”?, que es el amor que ama hasta el último despojamiento que puede tener un alma?
En esta Cuaresma es necesario volver al interior, descubrir la llamada de Dios a la entrega y al compromiso, volver a la propia vocación cristiana en todas sus dimensiones. Y para lograrlo es necesario abrir primero nuestro espíritu a Dios y comprender la gravedad del pecado: del pecado de omisión, de indiferencia, de superficialidad, de ligereza. Es ineludible volver a la dimensión interior de nuestro espíritu, en definitiva, no ir caminando por la vida sin darnos cuenta que en nosotros hay un corazón que está esperando ensancharse con el amor de Dios.
¿Cómo vivir la cuaresma?
Cuarenta días, cuarenta noches: la palabra Cuaresma se deriva de «cuarenta». En sí, esta palabra recuerda los cuarenta años pasados por el pueblo hebreo en el desierto, entre la salida de Egipto opulento y la entrada a la tierra prometida…
Tiempo de preparación para la Pascua
Cuarenta días, cuarenta noches: la palabra Cuaresma se deriva de «cuarenta». En sí, esta palabra recuerda los cuarenta años pasados por el pueblo hebreo en el desierto, entre la salida de Egipto opulento y la entrada a la tierra prometida (cfr. libro del Éxodo); pero también los cuarenta días y cuarenta noches de la peregrinación de Elías, hasta la montaña de Dios en el Horeb (I Reyes 19, 8); y los cuarenta días pasados por Jesús en el desierto, a donde fue llevado por el Espíritu después de su bautismo, antes de emprender el camino de predicar la Palabra de Dios (Mateo c. 4).
Nos prepara a la Pascua
Desde los primero tiempos de la Iglesia, la Cuaresma es esencialmente el tiempo de preparación para la celebración de la Pascua y, por la misma razón, el tiempo de preparación de los catecúmenos para recibir el bautismo.
Pero son los textos del Evangelio quienes estructuran la liturgia de la Cuaresma: las tentaciones de Jesús en el desierto, el ciego del nacimiento, el diálogo con la Samaritana y la resurrección de Lázaro señalan el recorrido de iniciación cristiana propuesto a todos los que serán bautizados en Pascua, y también a todo bautizado en memoria de su bautismo.
Darnos tiempo
La Cuaresma es, pues, considerada como un tiempo durante el cual los cristianos se ponen más intensamente ante el misterio de su fe, para prepararse plenamente a la Pascua: vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Para que se acuerden de los cuarenta días de Jesús en el desierto y de las «tentaciones» que Él sufrió, los cristianos dedican un tiempo a la oración, al ayuno y a la conversión. Es, pues, solamente, a la luz de la Pascua que podemos comprender esta «cuarentena», que señala el tiempo de nuestra marcha hacia Dios.
Somos invitados a entrar en la Cuaresma con todo el empeño que se pone en la preparación de un acontecimiento decisivo. Ante todo hay que darnos tiempo, porque no tenemos hoy los mismos ritmos que antes, y el tiempo no está estructurado de la misma manera regular para todos. Aún el domingo ha perdido mucho de su matiz y, excepto la interrupción de la vida profesional, apenas se distingue de los demás días.
Por tanto, sea cual sea la manera, busquemos comprender lo que queremos vivir. Darnos tiempo de recordar, de prepararnos, de escucharnos a nosotros mismos, a los otros.
Encontrar el propio desierto
Reflexionar. Descargarse, desembarazarse de lo que entorpece, de lo que ata. Aceptar hacer una pausa, tener un ?desierto interior?, un lugar que esté lejos de ruidos superficiales para entrar en uno mismo, para escuchar mejor. Aligerarse por el ayuno, aislarse en el desierto son las condiciones que se nos proponen para ponernos en camino hacia un conocimiento más grande, un descubrimiento nuevo.
Cada quien ha de encontrar su desierto y su ayuno. Nada se detiene durante la Cuaresma: ni la vida familiar, ni el trabajo, ni las preocupaciones, ni las relaciones felices o menos. Las tardes son agotadoras, los fines de semana muy cortos. Hacer un alto, aunque sea en forma muy modesta, es ser llevado por el Espíritu, como lo fue Jesús cuando se retiró al desierto.
Es el signo de una disponibilidad que abre sobre el trabajo de preparación de la que cada uno tiene necesidad para entrar en la inteligencia de la Pascua.
El texto de los cuarenta días de Jesús en el desierto nos muestra cómo Él fue confrontado consigo mismo, a todas las preocupaciones que surgen en el hombre cuando él trata de decidir su relación con Dios.
Lo mismo que para nosotros. Cuando aceptamos poner en nuestra vida un poco de reflexión, y de ayuno, comenzamos a ver las cosas y a experimentarlas de otra manera. El desierto no es forzosamente un lugar de silencio. Es también el lugar en donde se dejan oír murmullos interiores que son habitualmente inaudibles por los ruidos exteriores ordinarios.
Acceder al combate espiritual
Si nuestro desierto y nuestro ayuno nos permiten ver dentro de nosotros mismos, probaremos quizás el escándalo de no ser dioses y no poder poner todo bajo nuestros pies; o nos descubriremos terriblemente hambrientos de otro pan que el de la Palabra de Dios; y, más todavía, estaremos tentados por la desesperación delante de nuestro pecado y nuestra incapacidad de responder totalmente al llamado de Dios. Pero, en este combate, tal vez viviremos un encuentro amoroso, como en la lucha de Jacob con el Ángel, en un cuerpo a cuerpo con Dios hasta que Él se descubra: «No te dejaré hasta que tú me bendigas» (Génesis 32, 23 ? 32).
Comprender lo que quiere decir «Resurrección»
En la Cuaresma nos preparamos a comprender un poco mejor lo que quiere decir «Resurrección», nos hace anhelar la absoluta necesidad de la salvación.
Durante esta «cuarentena» nos podemos preparar cultivando la confianza que nos viene de la fe y la disponibilidad del discípulo que se deja instruir. En el fondo se trata de hacer que nuestra vida sea el lugar mismo de escucha y de aprendizaje progresivo de la vida de fe.
La Cuaresma puede prepararnos activamente haciéndonos alcanzar el gran combate cuerpo a cuerpo con Dios que tendrá su final en la mañana de Pascua.
San Martín de Braga, evangelizador de los suevos
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Llevó a Galicia una reliquia de san Martín de Tours para el rey de los suevos, que tenía un hijo muy enfermo
San Martín de Braga (también llamado san Martín de Dumio) nació en la Panonia (actual Hungría) en torno al año 520. Fue obispo de Braga (Portugal) y murió allí el 20 de marzo del 579.
Se dedicó durante años a peregrinar. Estuvo en Constantinopla, Egipto, Palestina y Roma.
Hacia el 550, llega a Galicia con una reliquia de san Martín de Tours para el rey de los suevos, que tenía un hijo muy enfermo.
San Martín se dedicó desde entonces a evangelizar a los suevos (arrianos en su mayoría, incluido el rey) y en el 556 fundó el monasterio de Dumio. Ese mismo año fue consagrado obispo.
En el 561 participó en el I Concilio de Braga, que supuso el fin del arrianismo entre los suevos.
En el año 569 fue nombrado arzobispo de Braga. Escribió varias obras entre ellas “De correctione rusticorum”, orientada a cristianizar a los suevos, que tenían muchas costumbres paganas.
También escribió la “Formula vitae honestae”, un tratado de moral muy inspirado en Séneca.
Las reliquias de san Martín de Braga se conservan en la catedral de esta ciudad.
Oración
San Martín de Braga (o de Dumio) escribió su propio epitafio a modo de oración a Dios. En ella se acoge a la intercesión de san Martín de Tours:
«Nacido en la Panonia, atravesando inmensos mares,
fui llevado por voluntad divina al seno de Galicia.
Obispo consagrado en esta tu sede, confesor Martín,
instituí el culto y el ritual sagrado.
Siguiendo tus pasos, oh Patrón, yo, Martín, siervo tuyo,
siendo igual en el nombre, no en los méritos, descanso aquí en la paz de Cristo».