Matthew 12:1-8

Amigos, en los Evangelios Jesús es descripto, una y otra vez, como alguien que no respeta el sagrado mandamiento de descansar en el séptimo día. Un ejemplo de ello es que a menudo realiza curaciones durante el Shabat o sábado, causando mucha indignación entre aquellos que protegían la ley Judía.

Entonces, en el Evangelio de hoy, después que sus discípulos habían estado recogiendo granos durante el Shabat, Jesús declara que Él es “el Señor del Shabat”. Es difícil expresar cuán conmovedor habría sido para un Judío del siglo primero este tipo de declaración. Sólo Yahweh podría haberse puesto el título “Señor del Shabat”. Entonces, ¿qué está Jesús insinuando aquí?

En breve, Él nos dice que está por encima de los rituales, también sobre las prácticas piadosas de los judíos, porque Él es el Señor. Por ello, las reglas deben estar subordinadas al Reino de Dios, ese Reino al que el Señor Jesús nos conduce aquí y ahora.

Macrina la Joven, Santa

Virgen, 19 de julio

Por: Alban Butler | Fuente: Vidas de los santos

Virgen

Martirologio Romano: En el monasterio de Annesis, cerca del río Iris, en el Ponto, ahora en Turquía, santa Macrina, virgen, hermana de los santos Basilio Magno, Gregorio de Nisa y Pedro de Sebaste, gran conocedora de las Sagradas Escrituras, que se retiró a la vida solitaria y fue ejemplo admirable de amor a Dios y de alejamiento de las vanidades del mundo. ( 379)

Breve Biografía

Macrina era la mayor de los diez hijos de los santos Basilio y de Emelia la mayor, y hermana de los Padres Capadocios, san Basilio y san Gregorio de Nisa. Nació en Cesarea de Capadocia, hacia el año 327 y su madre la educó con particular esmero, le enseñó a leer y vigilaba cuidadosamente sus lecturas. El libro de La Sabiduría y los Salmos de David eran las obras predilectas de Macrina, quien no descuidaba por ello los deberes domésticos y los trabajos de hilado y costura. A los doce años fue prometida en matrimonio, pero su prometido murió súbitamente y Macrina se negó a aceptar a ninguno de los otros pretendientes, para dedicarse a ayudar a su madre en la educación de sus hermanos y hermanas menores. San Basilio el Grande, san Pedro de Sabaste, san Gregorio de Nissa y los otros hermanos de Macrina, aprendieron de ella el desprecio del mundo, el temor a la riqueza y el amor a la oración y la palabra de Dios. Según se dice, san Basilio volvió muy envanecido de mnr estudios, y su hermana le enseñó a ser humilde. Por otra parte, Macrina fue «el padre y la madre, el guía, el maestro y el consejero» de su hermano menor, san Pedro de Sebaste, pues san Basilio el Mayor, murió poco después del nacimiento de su último hijo. A la muerte de su padre, san Basilio estableció a su madre y a su hermana Macrina en una casa a orillas del río Iris; las dos santas mujeres se entregaron allí a la práctica de la ascética con otras compañeras.

A la muerte de santa Emelia, Macrina repartió entre los pobres su herencia y vivió del trabajo de sus manos. Su hermano Basilio murió a principios del año 379, y Macrina cayó gravemente enferma nueve meses después. Cuando san Gregorio de Nissa llegó a visitada después de nueve años de ausencia, la encontró en un lecho de tablas. El santo quedó muy consolado al ver el gozo con que su hermana soportaba la tribulación y muy impresionado del fervor con que se preparaba para la muerte. Santa Macrina exhaló eI último suspiro en un transporte de gozo al atardecer. Era tan pobre, que para amortajar el cadáver no se encontró más que un vestido viejo y una tela muy burda; pero San Gregorio regaló con ese fin una túnica de lino. El obispo del lugar, llamado Amauxio, dos sacerdotes y el propio San Gregorio, transportaron el féretro y, durante la procesión funeraria, se cantaron los salmos; pero la afluencia de la multitud y las lamentaciones del pueblo, especialmente de algunas mujeres, perturbaron mucho la ceremonia.

En el «Diálogo sobre el alma y la resurrección» y en un panegírico dedicado al monje Olimpio, san Gregorio dejó trazada la biografía de su hermana Macrina, con muchos detalles sobre su virtud, su vida y su entierro. En el panegírico mencionado, el santo habla de dos milagros: el primero de ellos fue que santa Macrina recobró la salud cuando su madre trazó sobre ella la señal de la cruz; en el segundo caso, la santa curó de una enfermedad de los ojos a la hijita de un militar. San Gregorio añade: «Creo que no es necesario que repita aquí todas las maravillas que cuentan los que vivieron con ella y la conocieron íntimamente … Por increíbles que parezcan esos milagros, puedo asegurar que los consideran como tales quienes han tenido ocasión de estudiarlos a fondo. Sólo los hombres carnales se rehusan a creerlos y los consideran imposibles. Así pues, para evitar que los incrédulos sean castigados por negarse a aceptar la realidad de esos dones de Dios, he preferido abstenerme de repetir aquí esas maravillas sublimes …» Este comentario confirma, una vez más, el dicho de que sólo un santo puede escribir la vida de otro santo.

¡Felicidades a quien lleve este nombre!

Misericordia y no solo sacrificios

Santo Evangelio según san Mateo 12, 1-8. Viernes XV del Tiempo Ordinario

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre Santo, me pongo en tu presencia mientras contemplo a tu Hijo en la cruz… Te imploro por la luz de tu Espíritu Santo, para comprender en esta oración qué es lo que tengo que hacer para crecer en el amor. Dame tu gracia para amar como Tú amas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 12, 1-8

Un sábado de aquellos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.

Los fariseos, al verlo, le dijeron: -Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado. Les replicó: -¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa «quiero misericordia y no sacrificio», no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La actitud de quien contempla la vida como destinada a solucionarse entre una serie de reglas y reglas resulta gravemente deprimente porque cree que los medios son los fines últimos de nuestra vida.

Si lo que hacemos se convierte en cumplir la regla, porque «así está escrito», sin entender por ello el pensamiento de aquél Quien ha dictado la Ley del amor, se acaba ciertamente por traicionar el espíritu de quien la fundó. Sencillamente compasión, honestidad, fidelidad, respeto y amor perderían todo el sentido.

No se puede llorar con quien llora, alegrarse con quien se alegra, socorrer a quién sufre si esto nos parece obligaciones incómodas y extrañas a nuestra mentalidad y no deseos espontáneos del corazón. Cuando no se convierte en lazo mortal, las normas y las reglas deben ser útiles instrumentos para ayudarnos a mejorar día tras día nuestra conducta y ayudarnos a llegar a Dios. Queda de nuestra parte el modo como queremos vivir y aceptar las leyes y mandamientos que el Señor nos ha dado.

«“Misericordia quiero y no sacrificio”. Jesús, nuevo Moisés, ha querido curar al leproso, ha querido tocar, ha querido reintegrar en la comunidad, sin auto limitarse por los prejuicios; sin adecuarse a la mentalidad dominante de la gente; sin preocuparse para nada del contagio. Jesús responde a la súplica del leproso sin dilación y sin los consabidos aplazamientos para estudiar la situación y todas sus eventuales consecuencias. Para Jesús lo que cuenta, sobre todo, es alcanzar y salvar a los lejanos, curar las heridas de los enfermos, reintegrar a todos en la familia de Dios. Y eso escandaliza a algunos. Y Jesús no tiene miedo de este tipo de escándalo. Él no piensa en las personas obtusas que se escandalizan incluso de una curación, que se escandalizan de cualquier apertura, a cualquier paso que no entre en sus esquemas mentales o espirituales, a cualquier caricia o ternura que no corresponda a su forma de pensar y a su pureza ritualista. Él ha querido integrar a los marginados, salvar a los que están fuera del campamento. Son dos lógicas de pensamiento y de fe: el miedo de perder a los salvados y el deseo de salvar a los perdidos».

(Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Procurar un estilo de vida más sencillo y sobrio para ser solidario con los necesitados.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santas Justa y Rufina: las hermanas alfareras que inspiraron a Velázquez

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Sandra Ferrer – publicado el 17/07/20
El 17 de julio se celebra la festividad de las Santas Justa y Rufina, mártires en la Hispania Romana. Su historia es recordada y celebrada con procesiones y hermosas obras de arte

Justa y Rufina eran dos hermanas que nacieron en Sevilla en 268 y 270. Eran hijas de una humilde familia que sobrevivía trabajando en el oficio de la alfarería. Sus padres transmitieron a las dos chicas una profunda fe cristiana en un tiempo en el que seguir la doctrina de Jesús era muy peligroso.

Goya | Public domain

La prohibición de abrazar la fe de Cristo se extendía en todos los rincones del Imperio e Hispania no era una excepción. A pesar del peligro, la familia de Justa y Rufina permanecieron fieles a sus creencias hasta el punto de no temer enfrentarse por ello a las autoridades. Y así lo demostraron durante las fiestas que se celebraban cada año en honor a la diosa Venus.

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Sucedió en el verano del año 287. Por las calles de Sevilla los romanos desfilaban con ídolos y pedían ofrendas para su mantenimiento. Lo hacían entre la gente y deteniéndose en los distintos comercios. Solo era cuestión de tiempo que llegaran hasta la alfarería en la que trabajan Justa y Rufina, quienes no dudaron en negar limosna a la diosa Venus y sus seguidores. Su negativa provocó un altercado público que terminó con la figura de la diosa por los suelos hecha añicos.
Ambas jóvenes fueron sometidas a tortura en el potro y con otros artilugios de lo más crueles y dolorosos.

Diogeniano no podía creer la valentía y resistencia de aquellas mujeres. Obsesionado con terminar con ellas si no podía doblegar su fe, las condenó a caminar descalzas hasta Sierra Morena para después encarcelarlas de por vida. Justa fue la primera en sucumbir al hambre. Su cuerpo fue lanzado a un pozo de donde el obispo Sabino consiguió rescatarlo poco tiempo después.

El prefecto romano creía que ver morir a su hermana convencería a Rufina de que debía renegar del cristianismo pero de nuevo se equivocó. Estaba dispuesta a seguir los pasos de Justa. Indignado y humillado, Diogeniano no se apiadó de ella ni permitió que, al menos, falleciera de la misma manera que Justa. Rufina fue llevaba al anfiteatro donde esperaban que un león terminara con su vida. Según cuenta la leyenda hagiográfica, el animal se plantó ante ella y quedó manso como un gato doméstico. Harto de tanta humillación, Diogeniano ordenó decapitarla. Su cuerpo también sería recogido por el obispo Sabino.

El martirio de aquellas jóvenes que no llegaron a cumplir los veinte años mereció la veneración de la Iglesia Cristiana que terminó canonizándolas. Son recordadas también como patronas de los alfareros y de distintas localidades españolas.

Muchos pintores y escultores (entre ellos Goya, Velázquez y Murillo) han inmortalizado la figura de estas santas y lo hacen casi siempre representándolas con las palmas del martirio. Se las sitúa a ambos lados de la Giralda en recuerdo del terremoto de 1504 que, según la tradición, no pudo destruir la emblemática torre gracias a su intercesión.

¡Oh, santas vírgenes Justa y Rufina,

rosas bellísimas y margaritas muy resplandecientes,
que, con vuestra preciosa sangre
y el tesoro de vuestras imágenes,
enriquecéis y hermoseáis la ciudad de Sevilla!

¡Oh patronas singulares,
amadísimas de Cristo,
humildemente os pedimos que,
con vuestros incesantes ruegos,
amparéis a esta ciudad!
Amén.

(Adaptación de una oración de San Isidoro de Sevilla que contiene el Oficio de la liturgia mozárabe)