Isaías 66:18-21 / Hebreos 12:5-7.11-13 / Lucas 13:22-30
El comienzo del evangelio que hoy nos ha proclamado el diácono, nos sitúa en contexto: «Jesús haciendo camino hacia Jerusalén, pasaba por villas y pueblos y enseñaba». Los detalles tienen a menudo su importancia porque nos ayudan a situarnos ya dar más valor a las preguntas y respuestas de Jesús. El evangelio de San Lucas ya nos hizo saber que Jesús se proponía ir a Jerusalén, es una peregrinación que, por quienes le seguían y por quienes lo queremos seguir, se convierte en un camino de aprendizaje de la voluntad de Dios. Jesús a través de sus palabras va haciendo una catequesis para la vida para todos los que deseamos seguirle para que, en su seguimiento, Jesús nos lleve al Reino de Dios.
Es un camino para ir profundizando en el sentido que debe tener nuestra vida, y cuál debe ser nuestro compromiso y las consecuencias de este compromiso.
La pregunta que se le hace a Jesús puede parecer muy bien intencionada y esclarecedora.
De hecho, no se ve quién en concreto le hace la pregunta, quizás un apóstol, otro discípulo que no estaba en la lista de los doce y que iba escuchando lo que decía y hacía… Pero el tono como se formula la pregunta parece que el quien se la hace no tenga nada que ver con él. Fijémonos, le dice: «¿son pocos los que se salvan?» Es práctica: hacemos cuentas. Esta cuestión quizá nos la hemos hecho más de una vez y quizás no se ha atrevido a decirla en voz alta, pero, sin embargo, la respuesta nos interesa, porque quiero saber si yo puedo ser uno de esos pocos que se salvarán. Y sobre todo cuando siento que la respuesta nos habla de la puerta estrecha. Y sigue diciendo: «Os aseguro que muchos querrán entrar y no podrán». Vamos, no parece que sea fácil. ¿Cuáles son los sentimientos que nos suscita?
El mensaje que ha querido dar es que no se trata sólo de escuchar, sino de poner en práctica lo que Jesús ha ido enseñando en el camino hacia Jerusalén. Pero no es suficiente que haya un grado de conocimiento personal como utilizan quienes no se les abre la puerta, y argumentan: «Comíamos y bebíamos contigo y enseñabais por nuestras calles» Y la respuesta es: «Lejos de mí, todos vosotros que obrábéis el mal» Aquí está el punto importante. ¿Qué debemos entender por obrar el mal? Seguramente es simplificar mucho la respuesta si sólo decimos: cuando no hemos hecho nada para que la justicia de Dios se abra camino en nuestro mundo. Parece que vienen tiempos especialmente difíciles que, en cierto modo, estamos viviendo, ya ahora, situaciones extremadamente aterradoras en forma de guerra, sin olvidar las situaciones de hambre que van creciendo más y más, o las migraciones que se están repeliendo con violencia, o tantos y tantos permisos de trabajo denegados que dejan a las personas en el limbo más absoluto durante años y años.
La indiferencia en el trato, que abandona a las personas en una auténtica soledad y desamparo, también es profundamente injusta. En el camino hacia Jerusalén, lo que enseña y practica Jesús es la atención al otro; una atención que debe vestirse con amor. El daño es la indiferencia y el desamor en todos los campos de la vida.
En el evangelio de hoy existe otra parte. La pregunta que le hacían a Jesús era si serían pocos quienes se salvarían. Parece que ahora responde Jesús, como si dijera: ¿pocos? E invita a levantar la mirada y no quedarse mirando a un círculo más bien reducido. Las miradas egóicas son siempre de horizontes de poco alcance. Pero la perspectiva de Dios es la eternidad de la historia de la fe. Es la experiencia de vida de Abraham, Isaac y Jacob, con todos los que se han comprometido a fondo en esta historia de fe como son los profetas. En el Reino de Dios todo el mundo puede tener su sitio en la mesa, gente de oriente y de occidente, del norte y del sur. De todas partes. ¿Y cómo podemos entenderlo? Viviendo a fondo lo que hemos podido saborear en el corazón: la respuesta al salmo que hemos cantado: Vaya, anuncie el Evangelio por todo el mundo. Y lo haremos desde nuestra experiencia de sentirnos salvados. Porque como decía el salmo: su amor por nosotros es inmenso, la fidelidad del Señor durará siempre. Si te miras a ti, verás tu pobreza, si miras su amor y su fidelidad encontrarás su gracia, su amor, su deseo de que participes en su mesa. La mesa del Reino donde todos estamos invitados.
Primera lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 1-3a. 14-17
Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Que nadie en modo alguno os engañe. Dios os llamó por medio de nuestro Evangelio para que lleguéis a adquirir la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta.
Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas.
Salmo de hoy Sal 95, 10. 11-12a. 12b-13 R/. Llega el Señor a regir la tierra.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R/.
Aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo, Jesús dijo:
«Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad!
Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera».
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Una esperanza activa
La segunda carta de san Pablo a los Tesalonicenses habla sobre el tema de la segunda venida del Señor, que en aquellos primeros años del cristianismo mantenía la esperanza de muchos de los que se iban incorporando a las comunidades. La expectativa era grande y también se difundían noticias erróneas sobre el regreso ya efectivo de Jesucristo, incluso que Pablo ya se había reunido con Él. El texto alerta sobre la falsedad de esas afirmaciones y cómo lo importante no es perderse en rumores ni actitudes alarmistas, sino mantenerse centrados en el Evangelio y en vivir coherentemente con la fe recibida.
La carta previene a la comunidad de Tesalónica: “Que nadie en modo alguno os desoriente. Dios os llamó por medio del evangelio que os predicamos”. Igual que los discípulos esperaron muchas veces que Jesús se manifestara como el mesías poderoso, y los primeros cristianos confiaban en que pronto vendría de nuevo el Señor e implantaría su Reino definitivamente, a nosotros nos tienta también la esperanza basada en un Dios que se revele triunfante sobre todo mal. No es fácil ser cristiano con una esperanza activa, coherentemente con el Evangelio, y resistirse a esperar recetas fáciles o alguna especie de superhéroe que nos resuelva tantos problemas, desgracias y el mal del mundo. Es más sencilla una fe pasiva, dejarse llevar por otros, evadirse del compromiso de amar, que es mucho más exigente personal y comunitariamente.
El bien es posible con actos de bondad, lo mismo que el amor requiere personas que amen, y la esperanza se alcanza con actos concretos que la hagan posible. El amor de Dios es el que nos centra y nos da ánimo y fuerza para “toda clase de palabras y obras buenas”.
Cuidar lo verdaderamente importante
El texto del evangelio de Mateo es duro y muy claro. Las falsas apariencia, las componendas para el propio beneficio, el abuso de autoridad y la injusticia no tienen nada que ver con lo que Jesús enseña ni con la Ley judía. Jesús se presenta como el profeta que denuncia a los escribas y fariseos hipócritas, pero Mateo va más allá y resalta cómo esos que se dicen maestros no son los que verdaderamente enseñan la verdad, sino que el único Maestro es Jesús. Y utiliza, en este último de los cinco discursos de Jesús, el género de la polémica. Es como un gran debate y los siete ayes recrudecen los argumentos de Jesús. El fin es dejar en evidencia a aquellos que solamente se dedican a interpretar los textos de la Ley, a cumplirlos ellos con mucha ridiculez e intereses, y a exigir que los demás los cumplan hasta la extenuación especialmente los más débiles e indefensos. Es genial la comparación: “¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!”. De los animales declarados impuros en la ley mosaica, el mosquito es el más pequeño y el camello el más grande.
La invitación es clara, no hay que seguir a aquellos maestros que se desautorizan a sí mismos con su actitud y testimonio de vida, sino al verdadero Maestro, que es Jesús. ¿Y por qué, qué hace Jesús? Jesús cuida lo verdaderamente importante, la dignidad de todo ser humano, el amor misericordioso de un Dios que es Padre, “el derecho, la compasión y la sinceridad”.
Hoy celebramos a Santa Rosa de Lima, joven dominica de la ciudad de Lima en los tiempos coloniales, patrona de América. Quisiera destacar una frase del proceso de canonización: “el amor de Dios la hacía gustar en la oración una dulzura que compensaba la amargura que le producía el conocimiento del mal y del pecado”. Tener fe no es cerrar los ojos a la realidad, sino mirarla con los ojos misericordiosos de Dios. Y eso solamente es posible cuando se gusta en la oración el amor mismo de Dios.
No se hace en un día ni en un momento de fervor, los grandes místicos como Rosa de Lima nos enseñan que cuidar la vida espiritual es tarea de toda la vida y de cada uno de sus días, saberse amados por Dios con ese amor suyo, el más puro y generoso, el que crea y recrea porque todo lo que hace “es bueno”. Desde ahí se puede atisbar un poco más en qué consiste eso de ser coherentes con nuestra fe, porque iremos aprendiendo cada vez más a dejar nuestro amor tantas veces egoísta y herido, y amar más con el amor de Dios. Es valiente y fuerte la pureza y dulzura del amor y la fe de Rosa de Lima, se alimenta del amor de Dios.
En el Evangelio de hoy, Jesús realiza un enérgico llamado a los fariseos (y a nosotros) a cambiar sus corazones y comportamiento.
San Agustín define el pecado como incurvatus in se; esto significa lo que hemos “cedido alrededor nuestro”. Estar en pecado es estar “cediendo” con relación al ego y sus pequeñas preocupaciones. Cuando el Señor dice: “reforma tu vida”, se refiere a alejarte de esa mentalidad para convertirlo a Él en el centro de tu vida.Debemos saber e intuir lo que está mal en nosotros; debemos mirarlo de frente y reconocerlo con una honestidad inflexible. Sin este viaje a nuestro propio infierno interior no sentiremos la urgencia de cambiar nuestra forma de ser y ver. Debemos despertar a lo que es divino en nosotros, lo que es rico e inquebrantable, lo que está unido al plan salvífico de Dios. Sin este claro sentido caeremos en la complacencia y veremos a la metanoia como, en el mejor de los casos, una cruel ilusión.
Felipe Benizi (o Benicio), Santo
Sacerdote , 23 de agosto
Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro († 1285).
Fecha de beatificación: Culto confirmado el 8 de octubre de 1645 por el Papa Inocencio X
Fecha de canonización: 12 de abril de 1671 por el Papa Clemente X.
Breve Biografía
El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación de los servitas en Italia nació en el seno de una noble familia de Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal, especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.
Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe, recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el Espíritu Santo: «Acércate y sube a este carro».
Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al proclamarse aquellas palabras: «Felipe, acércate y sube a este carro», tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole: «Felipe, acércate y sube a este carro». Comprendió entonces que la reina del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.
Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto, pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre.
Luego, y al finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió visitar los conventos de Alemania y Francia.
En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación pontificia para la Orden de los Siervos de María.
En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María. El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe a Cristo.
Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año 1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la Iglesia occidental en 1694.
No dejar lo importante por lo pasajero
Santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26. Martes de XXI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Yo no soy digno de mi Dios: jamás lo seré. Y, sin embargo, continúo siendo infinitamente amado; pareciera que cuanto más bajo voy, más alto es el amor que Tú me tienes. No merezco recibir tu gracia, no amerito recoger tu amor y soy también indigno de ponerme en tu presencia santa. Pero, pese a todo, puedo hacerlo, presentarme cara a cara con mi Dios. Él me ama y jamás me retirará el sublime don de poder contactar con su amor. Gracias, Señor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: “¡Ay de ustedes escribas y fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Señor, el único deseo de mi alma que valdría la pena saciar, sería el de conformar mi corazón con el tuyo. Pero, al mismo tiempo que poseo esta profunda ilusión, me dedico tan constantemente a perseguir aquellas metas que me obstaculizan tal deseo. Soy tan débil, frágil, voluble. Me conozco y al mismo tiempo no me conozco. El día de hoy cometo los errores que el día de ayer me había propuesto abandonar. Mis apegos se tornan cada vez más complicados y me encuentro lejos de la sencillez. Sí, como los fariseos, descuido lo más importante. Vivo continuamente mirando al exterior, no sólo mío, sino también el de los demás. Y pocas o ninguna vez hago una pausa para contemplar qué es lo que se encuentra en mi interior, como en el de los demás.
Quiero pedirte perdón por ceder constantemente a la tentación del componer mi día a día sin mirar alguna vez al cielo. Perdóname, Dios mío, por marchar tan inconscientemente hacia las cosas que me alejan de mi fin. Aclárame la vista, pues quiero de verdad volverme a ti. Renueva mi esperanza de poder asemejarme a ti. No permitas que me pierda entre las confusiones que me alejan de tu amor. Ayúdame a vivir con sencillez, y a trabajar por alcanzar más bien una belleza interior, aquella que sólo tus ojos pueden ver.
Si hay algo que me hace feliz, es que Tú hayas venido a los tuyos a enseñarnos a vivir para jamás morir, aprendiendo a descubrir lo único esencial de nuestras vidas. Así quiero hacerlo con la mía en este día, caminar como Tú, mirar como Tú, obrar y sentir como Tú. Limpia por dentro mi vaso con tu amor, purifícame, Señor, y podré ofrecer luego tu amor a los demás también.
«Aquellos fariseos eran muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores; no reconocían la posibilidad de un arrepentimiento y, por eso, de una curación; no colocan en primer lugar la misericordia: aun siendo fieles custodios de la Ley, ¡demostraban no conocer el corazón de Dios! Es como si a ti te regalaran un paquete, donde dentro hay un regalo y tú, en lugar de ir a buscar el regalo, miras sólo el papel que lo envuelve: sólo las apariencias, la forma, y no el núcleo de la gracia, ¡del regalo que es dado!». (S.S. Francisco, audiencia del 13 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Voy a tener un momento adicional ante el Santísimo Sacramento para preguntarme delante de ti, Señor, si acaso me dedico demasiado a las cosas externas. ¿Puedo cambiar algo?, ¿qué podría prometerte?
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Somos hipócritas o servidores?
Este discurso de Jesús se dirige a los cristianos de todos los tiempos. Se dirige a las autoridades de la Iglesia y se dirige igualmente a cada uno de nosotros.
En las Sagradas Escrituras, frecuentemente, Jesús ataca a los escribas y fariseos. Invita a los suyos a hacer y cumplir lo que enseñan, pero no imitarlos en su conducta. Son críticas duras que les hace a los dirigentes espirituales de su pueblo. En concreto les echa en cara lo siguiente:
1. No cumplen lo que enseñan
2. Imponen cargas pesadas a la gente, pero ellos ni las tocan
3. Quieren aparentar ante los demás
4. Buscan los primeros puestos y los saludos en las plazas
Ahora, uno podría pensar que estas actitudes fueron propias de esta gente y que con su muerte se acabaron. Lastimosamente no es así. Este discurso de Jesús se dirige, por eso, también a los cristianos de todos los tiempos. Se dirige a las autoridades de la Iglesia y se dirige igualmente a cada uno de nosotros.
Porque los fariseos no son una categoría de personas. Se trata, más bien, de una categoría del espíritu de una postura interior. Es un bacilo siempre dispuesto a infectar nuestra vida religiosa.
Todos somos fariseos:
a. Cuando reducimos la religión a una cuestión de prácticas espirituales, a un legalismo estéril;
b. Cuando pretendemos llegar a Dios dejando de lado al prójimo;
c. Cuando nos preocupamos más de “parecer” que de “ser”;
d. Cuando nos consideramos mejores que los demás.
Toda esta plaga tiene un único y solo nombre: hipocresía. Por eso, con toda justicia, fariseísmo se ha convertido para nosotros en sinónimo de hipocresía.
Los hipócritas tienen una “doble cara”, una vuelta hacia Dios y la otra hacia los demás. Y, sin duda, la cara que mira a Dios es horrible, espantosa.
Para Cristo, la ley no era un ídolo, sino que era un medio. Tenía la tarea de empujar al hombre hacia adelante, de ayudarle para crecer.
El desafío que hoy nos presenta Jesús es, entonces: amor o hipocresía. Porque amar significa servir. Quien ama realmente, sirve a los demás, se entrega a los hermanos.
Es la actitud de Cristo. Toda su vida en esta tierra no fue sino un servicio permanente a los demás. Y al final entrega hasta su vida por nosotros, para liberarnos y salvarnos.
Y es también la actitud de María. En la hora de la Anunciación se proclama la esclava del Señor. Nosotros muchas veces creemos que estamos sirviendo a Dios porque le rezamos una oración o cumplimos una promesa. Miremos a María: Ella le entrega toda su vida, para cumplir la tarea que Dios le encomienda por medio del ángel. Cambia en el acto todos sus planes y proyectos, se olvida completamente de sus propios intereses.
Lo mismo le pasa con Isabel. Sabe que su prima va a tener un hijo y parte en seguida, a pesar del largo camino de unos cien kilómetros.
No busca pretextos por estar encinta y no poder arriesgar un viaje tan largo. Y se queda tres meses con ella, sirviéndola hasta el nacimiento de Juan Bautista.
Hace todo esto, porque sabe que en el Reino de Dios los primeros son los que saben convertirse en servidores de todos. Cuando el ángel le anuncia que Ella será Madre de Dios, entonces María comprende que esta vocación le exige convertirse en la primera servidora de Dios y de los hombres.
Pidamos a Jesús y a María que nos regalen ese espíritu de servicio desinteresado y generoso, que ellos han vivido tan ejemplarmente. Sólo con ese espíritu podremos enfrentar los desafíos del mundo de hoy. Sólo con ese espíritu podremos ser instrumentos aptos para construir un mundo nuevo.
Preguntas para la reflexión
1. ¿En qué grupo estoy, hipócritas o servidores?
2. ¿Cómo podemos servir a los demás 3. ¿Qué actitud de María puedo adoptar?
El arzobispo de Nicaragua agradece al Santo Padre e invita a la oración
Ante la situación exasperada que ha vivido la Iglesia del país en las últimas semanas.
Fuente: Vatican News
El Arzobispo Metropolitano, cardenal Leopoldo José Brenes Solórzano, antes de su homilía de este domingo, agradeció al Santo Padre el saludo a los nicaragüenses, y las palabras que dirigiera después del rezo del Ángelus de este 21 de agosto, ante los fieles presentes en la Plaza de San Pedro. “Ante la situación que hemos vivido esta semana – reiteró el purpurado refiriéndose las palabras del Pontífice – nos invita a la oración y al diálogo, poniendo la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María”. “Sigamos orando como lo han externado los obispos de la Conferencia Episcopal para que el Señor nos siga bendiciendo”, sostuvo.
En la celebración eucarística celebrada en Catedral Metropolitana – como refiere una nota publicada en el portal de la Conferencia episcopal de Nicaragua (CEN) – el cardenal Brenes recordó la memoria del Papa Pio X, quien constituyó la Provincia Eclesiástica de Nicaragua en 1913 – Managua, León, Granada y el Vicariato Apostólico, ahora dividido en dos diócesis: Bluefields y Siuna”.
La puerta estrecha de Jesús
“La vida del cristiano no está en grandes cosas, sino en humildad y sencillez, o en decir que hemos rezado, ido a Misa, no es exclusiva, sino que la puerta está hecha para todos. La Virgen nos dice que es escuchando a Jesús”, afirmo el purpurado.
“Si alguien tiene otro comportamiento, el mismo la cerrará, pero el corazón de Jesús es misericordioso”, aseguró. ¿Qué tengo que hacer para salvarme? -agregó Brenes citando la interrogante del evangelio de dominical y reafirmó que “la respuesta es seguir al Señor”.
“Hoy la Palabra de Dios nos cuestiona y muchas veces ese llamado de atención nos molesta, pero es una manifestación de cariño para nosotros. Implica sacrificio, teniéndolo a Él verdaderamente como el centro de nuestras vidas”, explicó el arzobispo. “La puerta estrecha de la que habla la Palabra hoy, es la vida del cristiano que es sacrificio, humildad y sencillez, consiste en decir he cumplido, es una actitud de sencillez, humildad, no es exclusiva, está hecha para todos, pero la medida de la estreches depende de cómo hemos vivido nuestras vidas”.
Santos de la Iglesia son ejemplos a seguir
“Tantos santos en la Iglesia son un ejemplo, hombres y mujeres humildes y sencillos. Hoy la Palabra nos invita a vivir en santidad. Medir y entrar por esa puerta estrecha, entrar a su corazón, Él no cierra las puertas a nadie. El corazón de Jesús nos recibe a todos”, concluyó el cardenal Brenes.
Tips para la seguridad de tu hijo en internet
Los expertos de Privacyrights nos ofrecen una guía de Recursos cibernéticos sobre la privacidad y la seguridad en Internet
Por: Privacyrights.org | Fuente: Privacyrights.org
No existen soluciones fáciles para asegurar que su hijo tenga una experiencia cibernética sin toparse con algunos peligros. Asimismo, no existen programas 100 por ciento confiables. En resumen, no puede sustituirse la supervisión de un adulto. La mejor manera de asegurar que las actividades cibernéticas de sus hijos sean positivas, es por medio de la comunicación con ellos.
A continuación presentamos los mejores consejos para proteger la privacidad y seguridad de sus hijos. Para conocer consejos adicionales, lea el resto de esta guía y familiarícese con la Sección 5 titulada “Recursos cibernéticos sobre la privacidad y la seguridad”.
Política sobre la privacidad. Lea las políticas sobre la privacidad que ofrecen los sitios que visitan sus hijos, y enseñe a sus hijos mayores a que hagan lo mismo. Los mejores sitios explican qué tipo de información colectan, el uso que le dan y si usted tiene opciones en tanto a permitirles o no que obtengan información sobre sus hijos.
Autorización. Si su hijo es menor de 13 años, usted tiene la opción de autorizar o negar a un sitio de internet la capacidad de recaudar información sobre su hijo o hija. Esto por ley federal (vea la Sección 2). Asegúrese de leer bien las políticas de privacidad antes de tomar esta decisión.
Sellos. Busque en la página principal un “sello de garantía” de privacidad como TRUSTe (www.truste.org). Para poder utilizar este sello, los sitios de internet deben someterse a auditorías relacionadas con sus políticas de privacidad. Asimismo, estos sellos proveen servicio en caso de que existan disputas.
La organización TRUSTe cuenta con un sello especial para niños menores de 13 años. La organización Council of Better Business Bureaus también cuenta con un programa de “sellos de garantía” (www.bbbonline.org).
Contratos. Anime a sus hijos, especialmente a los adolescentes, a que se responsabilicen del uso de internet. Hable con ellos. La comisión comercial Federal Trade Commission ofrece una sección con sugerencias sobre cómo comunicarse con sus hijos sobre este tema titulado “Site Seeing on the Internet” (www.ftc.gov/bcp/conline/pubs/online/sitesee.html).
El siguiente sitio, también para padres, ofrece información similar: www.getnetwise.org/tools/toolscontracts.php
Reglas de familia. Usted puede establecer reglas familiares sobre el uso de internet en casa. Los siguientes consejos son algunos de los que ofrece, en español, el centro de niños extraviados National Center for Missing and Exploited Children (www.missingkids.com):
Aconseje a sus niños que en los cuartos de “Chat” no den información que pueda identificarlos, como datos familiares, dirección, número telefónico o nombre de la escuela a la que asisten. Esta información no debe proveerse por medio de un correo electrónico a menos de que conozcan a la persona. Tampoco deben mandar fotos personales o de su familia sin su permiso. Lo mejor es que los niños utilicen nombres de pantalla o “screen names” diferentes a los que utilizan en su casa.
Explique a sus hijos que una contraseña jamás debe compartirse con alguien, ni siquiera con una persona que diga que trabaja para la compañía que provee el servicio de internet.
Adviértale a sus hijos que no deben responder a mensajes que amenacen, humillen o que sugieran algo que los incomode. Dígales que le informen sobre estos mensajes a usted.
Imponga reglas razonables para el uso de internet, incluyendo el tiempo límite. Esté pendiente del uso de la red a altas horas de la noche, ya que puede ser una bandera roja de que existe un problema.
Convierta el uso de internet en una actividad familiar. Sitúe la computadora en un cuarto familiar y no en la habitación del niño o niña.
Procure conocer a las “amistades” cibernéticas de sus hijos de la misma manera en que lo hace con otras amistades. Jamás permita una cita en persona entre su hijo y un desconocido sin que usted esté presente por lo menos durante el primer encuentro.
Explíqueles que las personas no necesariamente son lo que aparentan ser en línea. Alguien que aparenta ser una niña de 12 años puede ser un señor de 40.
También explíqueles que no todo lo que lean en línea es verdad. Por ejemplo, una oferta que aparente ser “demasiado buena para ser realidad”, dista de serlo.
Conozca los servicios de internet que utilizan sus hijos. Conozca maneras de canalizarlos a sitios de niños. Si usted no es un usuario hábil de la red, pídale a su hijo o hija que lo orienten en tanto al tipo de sitios que visitan. O mejor aún, tome una clase y aprenda a navegar usted mismo.
Santa Rosa de Lima: siempre quiso a sus padres pese a que la hacían sufrir
La primera americana canonizada. Hacía tremendas penitencias para no caer en la vanidad y para ser humilde en su entrega a Dios
Nació en Lima (Perú) en el año 1586. Desde muy pequeña fue una niña piadosa y amante de la voluntad de Dios. Su familia era de condición humilde. Fue bautizada con el nombre de Isabel pero se la conocía Rosa.
Era una muchacha bella que se imponía duras penitencias para no caer en la vanidad y para entregarse solo a Jesucristo. Se sabe que se restregaba la piel con pimienta para no ser ocasión de pecado para nadie. En otra ocasión, una mujer alabó la tersura de su piel y ella se rascó con barro hasta abrirse heridas que tardaron un mes en cicatrizar.
Destacó al mismo tiempo por la oración y los ayunos, lo que le ayudó a crecer en humildad y en obediencia. Sobre esta última virtud, fue heroica la obediencia a sus padres a pesar de que estos se oponían a su vocación. Durante diez años intentaron casarla pese a que ella quería ser religiosa. Hizo voto de virginidad estando con la familia todavía.
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En cuanto a la humildad, durante quince años sufrió burlas de parte de sus amigos y parientes por el modo de vida que consideraba su camino de santidad. Además, Dios no le daba consuelo espiritual.
El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina y ella tuvo que trabajar durante todo el día y coser por las noches para salir adelante.
Ingresó en la orden tercera de santo Domingo, como santa Catalina de Siena, a quien tenía gran devoción. Desde ese momento, vivió en una cabaña del huerto que cultivaba.
Seguía siendo penitente y, por ejemplo, llevaba en la cabeza una cinta de plata con puntas escondidas, lo que la convertían en corona de espinas.
Santa Rosa de Lima sufrió fuertes tentaciones del demonio. Una comisión eclesiástica compuesta de sacerdotes y médicos dedujo que sus experiencias eran sobrenaturales.
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Pasó los últimos tres años de su vida en casa de Don Gonzalo Massa, un empleado del gobierno peruano, porque su esposa le tenía especial afecto. Rosa enfermó y se le oyó rezar: «Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor».
Falleció el 24 de agosto de 1617, a los 31 años, con fama de santidad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad transportaron su cuerpo al sepulcro.
Oración
De los escritos de santa Rosa de Lima:
El Salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad: «¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acrecentamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!».
(…)
«¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas riquezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos por el mundo en busca de molestias, enfermedades y tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se quejaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte, si conocieran las balanzas donde se pesan para repartirlos entre los hombres.»
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