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9 consejos para confesarse de san Francisco de Sales

Antes de ir al sacramento de la penitencia ten claro lo que vas a decir y «no te dejes perturbar por ninguna presión»

 

 

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En su libro La Filotea, que significa «Alma que ama a Dios», san Francisco de Sales propone unos sabios consejos para ir al sacramento de la confesión muy bien preparados pudiendo así acercarnos un poquito más a la santidad:

 

 

1. Cuando te dirijas a confesarte ve, con espíritu de humildad, a hacer tu confesión; y no te dejes perturbar por ninguna aprensión.
2. Sólo cuando lo cometemos es vergonzoso el pecado, pero al convertirse en confesión y en penitencia, es honroso y saludable.
3. La confesión y la contrición son tan bellas y de tan buen olor, que borran la fealdad y disipan el hedor del pecado.
4. Si somos humildes, nuestro pecado nos desagradará infinitamente, porque es ofensa a Dios; pero la revelación de nuestro pecado nos será dulce y amable, porque Dios es honrado en ella: decir al médico lo que nos molesta es, en cierta manera, un alivio.

 

5. Cuando llegues a la presencia de tu padre confesor, imagínate que te encuentras en la montaña del Calvario, a los pies de Jesucristo crucificado, destilando por todas partes su preciosísima sangre, para lavar tus ignominias; porque, aunque no sea la propia sangre del Salvador, es, empero, el mérito de su sangre derramada el que rocía abundantemente a los penitentes, alrededor de los confesionarios.
6. Abre bien tu corazón, para que salgan de él los pecados por la confesión, porque, conforme vayan saliendo, entrarán en él los méritos de la pasión divina para llenarlo de bendiciones.
7. Pero dilo todo sencilla e ingenuamente, tranquilizando de una vez tu conciencia.
8. Luego de haberte confesado escucha los avisos y lo que ordene el siervo de Dios, y di de todo corazón: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Porque es Dios a quien escuchas, pues Él ha dicho a sus representantes: «El que a vosotros oye, a Mí me oye».
9. Toma después, en tu mano, la siguiente promesa, que es el remate de toda tu contrición y que has de haber meditado y considerado antes; léela atentamente y con todo el sentimiento que te sea posible.

 

 

<< Y es precisamente «esto y aquello lo que no entendían los doctores de la ley» destacó el Papa Francisco. «No entendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no entendían la alegría de la alianza. No entendían». Y «no sabían alegrarse, porque habían perdido el sentido de la alegría que llega solamente por la fe». En cambio, explicó el Papa, «nuestro padre Abrahán fue capaz de alegrarse porque tenía fe: fue justificado en la fe». Por su parte, esos doctores de la ley «habían perdido la fe: eran doctores de la ley, pero sin fe». «Más aún: habían perdido la ley, porque el centro de la ley es el amor, el amor a Dios y al prójimo». (Homilia de Santa Marta, 26 marzo 2015)

 

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• John 8:51–59

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús afirma su preexistencia al declarar que “… antes que naciera Abraham, YO SOY”.

En los últimos años ha habido una tendencia inquietante que busca convertir a Jesús en un maestro espiritual inspirador. Si eso es todo lo que es, para qué diablos creer en Él. Pero los Evangelios no se contentan con una descripción tan reductiva. Aunque lo presentan como maestro, saben que es infinitamente más que eso. Que algo más está en juego en Él y en nuestra relación con Él.

Las Escrituras claramente enseñan que Jesús es divino. Y así declara: “Ten fe en Dios; ten fe también en Mí”. Podemos imaginarnos fácilmente a un fundador religioso exigiendo tener fe en Dios, pero ¡nos costaría mucho imaginar que exijan tener la misma fe en sí mismos! Excepto que en los labios de Jesús las dos van de modo paralelo.

Tal como C.S. Lewis lo vio claramente, esto significa que Jesús nos obliga a tomar una decisión respecto a Él como ninguna otra persona. O estás con Él o estás en contra de Él.

No hay otra forma de entender este lenguaje. Entender esta maravillosa paradoja es acercarse al corazón mismo de lo que significa ser cristiano.

 

 

Leonardo Murialdo, Santo

Fundador, 30 de marzo

Martirologio Romano: En Turín, Italia, san Leonardo Murialdo, presbítero, que fundó la Pía Sociedad de San José, para educar en la fe y la caridad cristianas a los niños abandonados († 1900).

Fecha de beatificación: 3 de noviembre de 1963 por S.S. Pablo VI

Fecha de canonización: 3 de mayo de 1970 por S.S. Pablo VI

Breve Biografía

Leonardo Murialdo no es un hombre lejano: nace en Turín (Italia) el 26 de octubre de 1828 y muere en la misma ciudad el 30 de marzo de 1900. Es una persona dulce y noble, un hermano que se entrega todo a otros hermanos que no tienen casa y familia, que están solos y sin cariño, que non conocen a Dios.

A los 17 años, después de una crisis religiosa, decide consagrarse a Dios y en 1851 recibe la ordenación sacerdotal. Es el cura de los barrios pobres, el apóstol de los pequeños limpiachimeneas, de los chicos de la calle, de los encarcelados, de los jóvenes obreros.

Piensa en la formación profesional de los jóvenes, en su capacitación para el mundo adulto y obrero. En 1866 acepta dirigir el colegio «Artesanitos», una institución para chicos pobres y huérfanos.

Dócil a la voluntad de Dios y para dar continuidad a su misión educativa, el 19 de marzo de 1873 dio vida a la Congregación de San José (Josefinos de Murialdo), formada por sacerdotes y laicos.

La pedagogía de san Leonardo se puede resumir «en el espíritu de dulzura, de paciencia y de familiaridad, porque éste es el secreto para realizar el bien entre los niños y los jóvenes». Este estilo educativo encuentra su fuente en el amor misericordioso de Dios que Murialdo experimentó desde su juventud. Todo esto se puede resumir en el vivir con los niños y jóvenes como «amigo, hermano y padre».

 

 

Hoy los Josefinos de Murialdo continúan en la Iglesia su amor hacia los niños y los jóvenes en los centros juveniles, colegios, casa-hogar, parroquias, misiones… Están presentes en varios países de América Latina, de Europa y de Africa.

El 3 de mayo de 1970 Leonardo Murialdo es proclamado santo por el Papa Pablo VI. Su fiesta se celebra el 30 de Marzo, los salesianos lo festejan el 18 de Mayo.

 

 

De la muerte a la vida verdadera

Santo Evangelio según san Juan 8, 51-59.

Jueves V de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Hoy me pongo, una vez más, a tus pies para escucharte. Dame la gracia de abrir mi corazón para poder acoger tus “palabras de vida”. Quiero ir contigo a tu lado, por ese camino que me abres y que me lleva a la vida eterna. Quiero pedirte también por mis hermanos, para que todos alcancemos la vida verdadera.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 8, 51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre». Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: ‘Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre’? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?». Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: ‘Es nuestro Dios’, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: ‘No lo conozco’ sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?». Jesús les dijo: «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo». Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre». ¡Qué promesa tan consoladora! La vida eterna…, que tanto anhela el corazón humano, mi propio corazón. Pero ¿qué significa guardar tu palabra, qué palabra?

San Juan nos revela: “Aquél que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros, lleno de amor y verdad. Y hemos visto su gloria, la gloria que como Hijo único recibió del Padre” (Jn 1,14), y “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).

En este camino hacia el culmen de la Redención, te nos sigues revelando… y hoy nos hablas de la Palabra que da Vida, que eres Tú mismo; te nos presentas como el Camino, la Verdad y la Vida. Por tanto, guardar tu Palabra, ¿es acogerte, dejarte entrar en nuestro corazón, transformarnos y dejarnos guiar por ti, con toda confianza? Quiero comprender lo que esto significa para mí; entender qué significa que Tú seas mi camino, mi verdad y mi vida. Ayúdame a abrir mi corazón y acoger tu gracia para comprender un poco más lo que esto significa para mí y cómo he de vivirlo.

Señor, ¡cuántas personas ignoran o rechazan esta maravillosa verdad! Permíteme dejarme transformar por esta verdad, tu Verdad, y ser testigo, para que muchos otros se acerquen a ti, te conozcan, te amen… y alcancen la vida eterna.

«Dios Padre ama a los hombres hasta el punto de “dar” a su Hijo: lo dio en la Encarnación y lo dio al entregarlo a la muerte. La finalidad del don de Dios es la vida eterna de los hombres: en efecto, Dios envía a su Hijo al mundo no para condenarlo, sino para que el mundo se salve por medio de Jesús. La misión de Jesús es misión de salvación, de salvación para todos». (S.S. Francisco, Ángelus del 14 de marzo de 2021).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ofrecer una oración por aquellas personas que no conocen a Dios o lo rechazan. Si conozco a alguna persona que no está cerca de Dios, acercarme a ella, para comenzar un camino que la vaya llevando al encuentro con Él.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Abrirme a la acción de Dios

Gracias, Señor, por invitarme a tu Reino, por llamarme a recibir la vida verdadera.

 

Dios ama a cada uno de sus hijos. Existimos desde Su Amor. Desea que un día lleguemos a encontrarlo plenamente.

Por eso Dios trabaja sin cesar para que mi corazón esté dispuesto a acoger Su Amor, a dejar el pecado y a entrar en la vida verdadera.

«Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» (Jn 5,17 18). Por eso Jesús cuida de sus ovejas y busca llevarlas a pastos seguros (cf. Jn 10,1-18).

Quien recibe a Cristo empieza una vida nueva, la vida de un hijo que se deja amar por su Padre.

Por eso necesito abrirme a la acción de Dios. Para ello, afinaré el alma para percibir sus mensajes y agrandaré el corazón para acogerlos con alegría.

Cada día es una nueva oportunidad para dejarme transformar por Cristo. Basta un poco de atención interior para escuchar su voz y luego seguir sus inspiraciones.

Durante el camino habrá dificultades, incluso caídas. Pero la certeza de que Dios me ama, y la compañía y apoyo de los hermanos, me permitirán levantarme y continuar adelante.

El tiempo que ahora tengo entre mis manos se convierte en una nueva ocasión para abrirme al Evangelio y escuchar la voz del Maestro.

«Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado» (Mt 4,17). «Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre» (Hch 22,16).

Gracias, Señor, por invitarme a tu Reino, por llamarme a recibir la vida verdadera. Ayúdame, en este día y siempre, a abrirme a ti y a acoger todo aquello que me dices desde la acción continua de tu Espíritu…

 

 

San Leonardo Murialdo, un sacerdote entregado a la educación

Este italiano fundó la Pía Sociedad de san José, dedicada a la enseñanza de niños y jóvenes

 

 

San Leonardo Murialdo nació en Italia en el seno de una familia cristiana. Era el penúltimo de 8 hermanos y quedó huérfano de padre a los 5 años.

Estudió Teología y fue ordenado sacerdote en 1851; ese mismo año falleció su madre. Colaboró con los oratorios de los salesianos.

Dirigió el colegio Los Artesanitos (Artigianelli) de Turín y más tarde fundó la Pía Sociedad de San José de Turín, conocida como Josefinos de Murialdo, dedicada a la educación de niños y jóvenes.
Murió de una pulmonía fulminante el 30 de marzo de 1900 en Turín.

Oración por intercesión de san Leonardo Murialdo

Señor, Dios bueno y misericordioso,
te damos gracias por el testimonio evangélico de san Leonardo Murialdo;
te pedimos nos ayudes a imitar su ejemplo y a superar las dificultades de la vida.
Tú, que se lo entregaste a los jóvenes como amigo, hermano y padre,
concédenos la gracia de continuar su misión en la Iglesia
con caridad humilde y valiente confianza,
para que el mundo te conozca y crea en tu amor.
Amén.