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• John 17:20-26

Bishop Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús ora por nuestra unidad con Él y para que estemos inmersos en el amor de Dios. “Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos, y Yo también esté en ellos”.

No somos simples suplicantes o penitentes llamando a Dios desde afuera; somos hijos e hijas, amigos, llamándolo desde dentro. El Misterio Pascual es inteligible sólo a la luz de la doctrina de la Trinidad. Dios amó tanto al mundo que envió a su único Hijo, incluso al límite del abandono de Dios, incluso al pecado y la muerte, a los rincones más oscuros de la experiencia humana, para encontrarnos.

Pero este acto acrobático de amor sólo es posible si en el mismo ser de Dios hay alguien que envía y alguien que puede ser enviado, sólo si hay un Padre y un Hijo. El lenguaje que usa Jesús —“para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que Tú me has enviado, y que Yo los amé cómo Tú me amaste”— nos muestra que el Padre y el Hijo están unidos en amor y ese amor es en sí mismo la vida divina. Por tanto, hay un Espíritu, igual al Padre y al Hijo.

«Debemos ser uno, uno solo, como Jesús y el Padre son uno». Y este es precisamente «el desafío de todos nosotros los cristianos: no dar lugar a la división entre nosotros, no dejar que el espíritu de división, el padre de la mentira entre en nosotros». Debemos, insistió el Papa, «buscar siempre la unidad». (…) El Señor rogó para que lográramos esto. Explicó el Pontífice: «La Iglesia tiene mucha necesidad de esta oración de unidad, no sólo la de Jesús; también nosotros tenemos que unirnos a esta oración». Existe un consejo dado por el mismo Jesús: «Permaneced en mí». También esta es una gracia. (…) «Padre, este es mi deseo: que los que me has dado están conmigo donde yo estoy» para que «contemplen mi gloria». (Homilía Santa Marta, 21 de mayo de 2015).

 

 

Honorato de Amiens, Santo

Obispo, 16 de mayo
Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net
Patrón de los Panaderos y Pasterleros

 

Martirologio Romano: En Amiens, de Neustria, Francia, san Honorato, obispo. († c.600)

Breve Biografía


Es un nombre latino (Honoratus) que significa en primer lugar «persona a la que se honra por sus merecimientos». Como derivado de éste, llegamos al significado de «honrado» que nos es más familiar. Tuvo que ser en los primeros tiempos del cristianismo un sobrenombre bastante frecuente, convertido luego en nombre, puesto que aparecen en el santoral hasta ocho santos así llamados, sin contar el femenino Honorata, con cuyo nombre tenemos una santa (hermana de San Epifanio) que murió en Pavía el año 1500 y San Honorio, nombre de la misma raíz latina y que suele asimilarse con el de Honorato.

San Honorato, patrón de los panaderos, fue obispo de la localidad francesa de Amiens allá por el siglo VI. Nació en Port-leGrand, en Pothieu, no conociéndose con exactitud en que fecha concreta, y murió en la misma localidad un 16 de mayo en la primera mitad del siglo VII (alrededor del 650).


Era miembro de una de las familias más importantes del país y practicó desde la infancia la virtud. Fue San Beat su maestro y su guía espiritual, y fallecido su prelado, y en atención a sus altas virtudes fue escogido para sucederle, pese a su fuerte resistencia, ya que no creía merecer tal honor.

Según cuenta la tradición, durante su consagración, Dios quiso confirmarle con un prodigio, y los asistentes vieron descender sobre su cabeza un rayo divino y un aceite misterioso.

Cuando se supo en Port-leGrand que había sido proclamado al episcopado, su mamá, que estaba en esos momentos cociendo pan en la casa paterna, acogió la buena nueva con completa incredulidad, y dijo que sólo se lo creería si la requemada pala para hornear que tenía en la mano echase raíces y se convirtiese en árbol. Fiel a su palabra, a continuación plantó en el patio de la casa la pala, convirtiéndose en una morera que pronto dio flores y frutos. Todavía en el siglo XVI se seguía enseñando este árbol en la casa paterna de San Honorato. Desde entonces, floristas y panaderos se disputaron el santo patrón.

Volviendo a la vida del santo, después de haberse producido el milagro, se cuenta que durante su episcopado fue honrado con otros sucesos extraordinarios, tales como la invención de los cuerpos de los santos Fuscio, Victorico y Genten, que habían permanecido ocultos de los fieles más de trescientos años. Dicen también de San Honorato, que su obispado fue significado por una serie de prodigios que demostraron su santidad, siendo, además especialmente distinguido por el Señor.

 

Sigue la leyenda atribuyendo a este santo numerosos milagros durante su vida y después de su muerte. Muchos siglos después de su fallecimiento, para socorrer las necesidades del pueblo en épocas de terrible sequía, el obispo Guy, hijo del conde de Amiens, ordenó una procesión general en la que se llevó la urna con el cuerpo del santo alrededor de los muros de la ciudad, consiguiéndose, al fin, la lluvia tan deseada y necesitada. Se le atribuyen a lo largo de los siglos infinidad de milagros, los paralíticos anduvieron, los sordos oyeron, los ciegos vieron y los prisioneros recobraron la libertad.

San Honorato señalaba claramente a los molineros y a los panaderos como sus protegidos. El culto a San Honorato desbordó los límites del obispado y se extendió, primero, por todo el país, y más tarde, más allá de las fronteras.

En 1202, el panadero Renold Theriens, regaló en París unos terrenos para construir una capilla en honor al santo. Más tarde, esta llegó a ser una de las más ricas de París, dando lugar además a la Rue y al Faubourg Saint Honoré, una de las calles más simpáticas y bulliciosas de la capital gala. En 1400, los panaderos de París establecieron su cofradía en la iglesia de San Honorato, celebrando desde entonces su fiesta patronal el 16 de mayo y propagando esta devoción y patronazgo por todo el mundo.

Era tan grande esta devoción, que en 1659, Luis XIV precisa que cada panadero «debe observar la fiesta de San Honorato, asistir el día 16 de mayo al servicio divino y pagar todos los domingos una retribución para subvenir a las expensas de la comunidad».

 

 

De todas formas, no en todos los lugares de religión cristiana o católica, los panaderos rinden culto a San Honorato. En otros sitios lo fue San Ludardo, que en el siglo XIII, ejerció la profesión de panadero; en Saint-Denis lo es San Illes, porque su nombre en griego, significa trigo; en Flandes y en diversas localidades belgas es San Ambert, obispo de Cambrai, porque un panadero fue curado por su mediación; en Valencia es la Virgen de la Merced; en Castellón, Nuestra Sra. De Lidón; en Zaragoza, Santa Rita de Casia. Sin embargo, no siempre lo ha sido, en Barcelona, fueron también patronos de la panadería San Gim y San Juan del Pan.

Aunque haya lugares concretos en donde no sea San Honorato patrón de los panaderos, lo cierto es que para casi todo el mundo cristiano, no cabe lugar a dudas, a quien se debe venerar. El 16 de mayo ha sido y lo será siempre él día en que los panaderos festejan su patronazgo.

 

 

Ser uno con Cristo

Santo Evangelio según San Juan 17,20-26.

 

 

Jueves VII de Pascua.
Por: Rogelio Suárez, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Jesús, gracias por darme la oportunidad de hablar hoy contigo. Quiero estar atento a lo que me quieres decir. Gracias por amarme. Ayúdame a amarte cada día más.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 17, 20-26



 

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: «Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas como me amas a mí. Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos».



Palabra del Señor



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



»Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean…» ¿Qué significa ser uno con Cristo? Es llegar a tener, como dice san Pablo, «Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo.» (Flp. 2,5); es llegar a pensar como Él piensa, ver como Él ve, escuchar como Él escucha… pero, sobre todo, amar como Él ama. Si amamos en todo momento como Cristo ama, todo lo demás se hará sin dificultad alguna, será natural en nosotros.

Dice san Juan de la Cruz: «Es propiedad del amor perfecto no querer admitir ni tomar nada para sí, ni atribuirse a sí nada, sino todo al amado; que esto aún en los amores bajos hay, cuánto más en el de Dios, donde tanto obliga la razón. Grande es el poder y la porfía del amor, pues el mismo Dios prenda y liga. Dichosa el alma que ama, pues tiene a Dios por prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere».

Seamos uno con Cristo, amándolo en cada momento de nuestra vida, que todo lo que hagamos sea con amor y por amor a Dios. El amor en nuestras vidas es lo que nos irá haciendo uno con Cristo. Lo que Cristo quiere es amarnos, entregarse todo a nosotros, pero también quiere que nosotros lo amemos y nos entreguemos completamente a Él. Nunca nos cansemos de amar, pues el deseo de Cristo es éste: «que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo».

 



«En el Evangelio que hemos escuchado, Jesús ruega al Padre para que «todos sean uno». En una hora crucial de su vida se detiene a pedir por la unidad. Su corazón sabe que una de las peores amenazas que golpea y golpeará a los suyos y a la humanidad toda será la división y el enfrentamiento, el avasallamiento de unos sobre otros. ¡Cuántas lágrimas derramadas! Hoy nos queremos agarrar a esta oración de Jesús, queremos entrar con Él en este huerto de dolor, también con nuestros dolores, para pedirle al Padre con Jesús: que también nosotros seamos uno; no permitas que nos gane el enfrentamiento ni la división».
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de enero de 2015).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Buscaré un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para recordar todo su amor por mí y haré un propósito para amarlo en todo lo que haga.



Despedida



Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.


¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

San Juan Nepomuceno, defensor de la libertad de la Iglesia

 

 

Fue torturado y asesinado por un rey tirano por no doblegarse ante sus exigencias

A san Juan Nepomuceno le tocó vivir bajo un poder político injusto que le ocasionó muchos problemas y sufrimientos pero a la vez permitió que brillara con más fuerza su integridad.

Siendo vicario general en Praga, su defensa de los derechos y la libertad de la Iglesia frente a la voluntad de Wenceslao de Luxemburgo despertó la ira de este rey, quien participó personalmente en su tortura y muerte la noche del 20 de marzo de 1393.

“La luz de aquella noche se difunde en todo el mundo, y dura todavía, vivísima”, escribió san Juan Pablo II en el 250º aniversario de su canonización.

Defendió el secreto de confesión con su vida

 

Unas décadas después de su muerte, se difundió que el rey, celoso por unos rumores de infidelidad de su mujer, había ordenado matarle porque no había querido violar el secreto de confesión de la reina.Webcatolicodejavierrelata así esta tradición:

Juan Nepomuceno vive en palacio con el rey y su esposa, la emperatriz de Bohemia Juana de Holanda, que le ha escogido como confesor.

Un día, llega a oídos del rey una falsa sospecha sobre la infidelidad de la reina, que le sume en una imparable tormenta de celos. Wenceslao idea un malévolo plan para averiguar la verdad.

– Padre Juan, vos conocéis la duda terrible que me atormenta, vos podéis disiparla. La emperatriz se confiesa con vos. Me bastaría una palabra…
– Majestad, contesta el confesor ¿cómo es posible que me propongáis tal infamia? Sabéis que nada puedo revelar. El secreto de confesión es inviolable.
Juan sabe que le va en ello la vida. Nadie ha contradecido nunca al tirano. Sólo Juan otra vez se atrevió a oponerse a sus planes.
– Padre Juan, vuestro silencio quiere decir que renunciáis a vuestra libertad.
– Jamás consentiré tal sacrilegio. Mandad cualquier otra cosa. En esto digo lo mismo que san Pedro: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” .

La ira de un rey celoso

Pocas horas después Juan es arrojado a la cárcel. Es sometido a terribles torturas para hacerle ceder.

La reina obtiene la libertad y le cura sus heridas. Aún pudo predicar en la catedral, anunciando su muerte, pues sabe que el tirano nunca le perdonará.

El mismo rey participa en su tortura, que le causa la muerte. Su cuerpo inerte es arrojado desde un puente al río Moldava.

Hoy hay allí una estatua del santo para ejemplo y recuerdo. Las gentes decían que el río se tiñó de purpúreo y celestial resplandor, como anuncio de la gloria del mártir.

Su epitafio, en la catedral de San Vito, de Praga, dice así:

“Yace aquí Juan Nepomuceno, confesor de la Reina, ilustre por sus milagros, quien, por haber guardado el sigilo sacramental fue cruelmente martirizado y arrojado desde el puente de Praga al río Moldava, por orden de Wenceslao IV, el año 1393“.

 

 

Milagro de la lengua

Y una curiosidad, muy simbólica: su lengua se conserva incorrupta.

En 1725 (más de 300 años después de su muerte) una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas examinó la lengua del mártir que estaba incorrupta,  aunque seca y gris.

Y de pronto, en presencia de todos, empezó a esponjarse y apareció de color de carne fresca, como si se tratara de la lengua de una persona viva.

Todos se pusieron de rodillas y este milagro, presenciado por tantas personas y tan importantes, fue el cuarto milagro para declararlo santo.

Fue canonizado por Benedicto XIII en el año 1729. Defender la libertad de la Iglesia frente al poder político le costó la vida pero al mismo tiempo le sirvió para entrar en la Vida, la eterna.

Hoy muchas personas acuden a él como patrono de los confesores y para pedir su intercesión en cuestiones relacionadas con la buena fama.

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Deuteronomio 4:32-34.39-40 / Romanos 8:14-17 / Mateo 28:16-20

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

 

San Agustín meditando sobre la Trinidad Guercino Cento, Ferrara (Italia), 1591 – Bolonia (Italia), 1666

Una antigua tradición nos cuenta que el gran san Agustín caminaba un día por la playa intentando comprender los misterios de la Santísima Trinidad. Allí se encontró a un niño pequeño que había hecho un agujero en la arena y con una concha iba vertiendo el agua del mar. San Agustín, sorprendido, le preguntó al niño qué estaba haciendo. Éste le respondió que quería poner toda el agua del mar dentro del agujero que había hecho. Agustín le dijo que esto era imposible. El muchacho le rebatió que era aún más imposible entender la Trinidad con nuestro pobre entendimiento. Y añadió que si llegamos a comprender a Dios, ya no será Dios.

Nuestro Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en su inmensa grandeza se nos ha manifestado en el misterio. No podía ser de otra forma: nuestros límites humanos son incapaces de captar la plenitud inefable de Dios. Nuestro entendimiento queda sobrepasado por tanto gran misterio. Nuestra vista queda cegada por el brillo de una luz tan estallante. Nuestros oídos no son aptos para percibir una música tan excelsa. Como Moisés en el desierto, sólo podemos cubrirnos el rostro con un velo para intentar percibir el rastro que la Trinidad ha dejado en el mundo.

Pero a pesar de nuestra pequeñez, tampoco somos capaces de dejar de contemplar, admirados, el misterio divino del Dios salvador. En este sentido, la oración colecta de hoy nos da tres claves para aproximarnos al misterio trinitario: primero profesar la verdadera fe, después reconocer la gloria de la Trinidad eterna y, finalmente, adorar su unidad de poder y de majestad.

Profesar la verdadera fe. Sólo la fe nos abre el acceso al gran misterio del Dios Único en Tres personas. No hay otra opción. Nuestra razón puede darnos motivos para pensar que Dios existe, pero sólo la fe en la palabra de Jesucristo nos revela que nuestro Dios es trinitario. Hay que creer y confiar en Dios. Éste es el único camino que nos guía hacia nuestro interior, hacia la búsqueda de la imagen y semejanza de Dios que llevamos impresa en nuestros corazones. Y sólo yendo hacia nuestro interior somos capaces de levantarnos hacia las alturas vertiginosas en las que habitan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Desde el bautismo todos llevamos en nuestro interior la huella de la Trinidad.

El segundo elemento de la oración colecta es reconocer la gloria de la Trinidad eterna. Ésta es la auténtica protagonista de la historia de la salvación. Detrás de todos los acontecimientos salvíficos, desde la creación hasta la resurrección de Cristo, es la Trinidad la que se ha hecho presente y ha mostrado su inmensa gloria. Detrás de la historia de la salvación late constantemente el corazón de la Trinidad. Desde el misterio, la Trinidad nos da la vida y guía la historia hacia el encuentro definitivo con nuestro Salvador.

Y finalmente, necesitamos adorar su unidad, nos decía la oración colecta. La adoración es la respuesta del creyente que se encuentra desbordado por tan gran misterio. Adorar su unidad es adorar su esencia. Y la esencia de Dios es el amor. Sólo el amor es digno de fe, gloria y adoración. Nuestro Dios es amor. La comunión de las tres personas divinas es la fuente de ese amor. A través suyo Dios nos une a él y nos transforma a la imagen y semejanza de Cristo glorioso.

Hermanos y hermanas, como oraba san Agustín, también nosotros podemos dirigirnos a Dios y decirle: «Señor y Dios mío, creo en ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo (…). Cuando lleguemos a su presencia se acabarán todas estas cosas de las que ahora hablamos sin entenderlas, y usted lo será todo en todos, y entonces cantaremos un cántico eterno, alabando unidos a usted» (De Trinitate, XV, XXVIII, 51). Amén.

HIMNO

Ven, Creador, Espíritu amoroso,
ven y visita al alma que a ti clama
y con tu soberana gracia inflama
los pechos que criaste poderoso.

Tú que abogado fiel eres llamado,
del Altísimo don, perenne fuente
de vida eterna, caridad ferviente,
espiritual unción, fuego sagrado.

Tú te infundes al alma en siete dones,
fiel promesa del Padre soberano;
tú eres el dedo de su diestra mano,
tú nos dictas palabras y razones.

Ilustra con tu luz nuestros sentidos,
del corazón ahuyenta la tibieza,
haznos vencer la corporal flaqueza,
con tu eterna virtud fortalecidos.

Por ti, nuestro enemigo desterrado,
gocemos de paz santa duradera,
y, siendo nuestro guía en la carrera,
todo daño evitemos y pecado.

Por ti al eterno Padre conozcamos,
y al Hijo, soberano omnipotente,
y a tí, Espíritu, de ambos procedente,
con viva fe y amor siempre creamos. Amén.