Alberto Magno, Santo
Memoria Litúrgica, 15 de noviembre
Obispo de Regensburgo, Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Alberto, llamado «Magno», obispo y doctor de la Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores, y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica († 1280)
Fecha de beatificación: 1622 por el Papa Gregorio XV
Fecha de canonización: 16 de diciembre de 1931 por el Papa Pío XI
Breve Biografía
Alberto nació en Lauingen, Baviera, a inicios del siglo XIII. A los 16 años se trasladó a Padua para cursar sus estudios universitarios. Fue allí donde conoció al superior general de los dominicos, el beato Jordán de Sajonia, que lo encauzó hacia la vida religiosa.1En el año 1229, vistió el hábito de los frailes predicadores y fue enviado a Colonia, en donde se encontraba la escuela más importante de la Orden. Enseñó en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo, Colonia y París.
Era tal la concurrencia de alumnos a sus clases, que se vio obligado a enseñar en la plaza pública, que todavía hoy lleva su nombre. Entre sus discípulos destaca Santo Tomás de Aquino, de quien san Alberto dijo: “Cuando el buey muja, sus mujidos se oirán en todo el orbe”. Con ellos, la escolástica alcanzó la plena madurez.
Elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra parisiense para estar constantemente presente entre las comunidades que se le habían confiado. Recorría a pie las regiones alemanas, mendigando alimento y hospedaje. Posteriormente fue nombrado obispo de Ratisbona y a pesar de su elevada dignidad, supo dar ejemplo de un total desapego de los bienes terrenos. “En sus cajones no había ningún centavo, ni una gota de vino en la botella, ni un puñado de trigo en su granero”.
Dirigió la diócesis durante dos años.
Posteriormente solicitó la renuncia a su alto cargo, y regresó a la vida común del convento y a la enseñanza en la universidad de Colonia. Para prepararse a la muerte, hizo construir su tumba ante la cual todos los días rezaba el Oficio de difuntos. Murió en Colonia el 15 de noviembre de 1280. Fue canonizado en 1931 y declarado patronode los científicos. Mereció el título de “Magno” y de “Doctor Universal”.
Gritos del corazón
Santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43. Lunes XXXIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti; te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti; te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad; te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti. Todo aquello que quieres Tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque Tú lo quieres, como Tú lo quieras y durante todo el tiempo que lo quieras.» Así sea. (Oración del Papa Clemente XI, fragmento).
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó que era aquello, y le explicaron que era Jesús el nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». Él le contestó: ‘Señor, que vea’. Jesús le dijo: «Recobra la vista; tu fe te ha curado».
Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Sólo hay que ponerle nombre a la persona. Pero, en el fondo, cada uno de nosotros es este ciego a las afueras de Jericó. Acerquémonos así a Cristo que viene, pidámosle que nos cure de nuestra enfermedad…
Bartimeo se llamaba este hombre. Conquistó el corazón de Cristo por su insistencia en gritar. Pero no era el volumen de los gritos o el número de ellos lo que movió al Señor para curarlo. La fe salvó a este hombre, esa fe profunda que brota del corazón. En este rato de oración atrevámonos a gritarle al Señor, no con la boca, sino con el corazón: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Gritar con el corazón significa poner toda la confianza en Jesucristo. Significa hacerse vulnerable ante Él, mostrarnos tal cual somos, con aquello que nos duele, con lo que nos preocupa, con nuestros anhelos y esperanzas. Ponernos totalmente en sus manos y dejar que Él haga lo que quiera con nosotros.
Entonces, Él pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él quiere actuar en nuestra vida. Sólo necesita un corazón abierto, un corazón que confíe en el Amigo que nunca falla. Bartimeo fue directo al grano: «Señor, que vea». Digámosle nosotros también esa situación concreta, esa necesidad específica que tiene cada uno. Él para eso ha venido, para sanar nuestra alma, para saciar nuestra hambre, para sacarnos de la miseria del espíritu…
Cristo, además, tiene un Corazón generoso. No sólo llega y cura los ojos, sino que entra en la vida y la salva de todo pecado, de toda angustia. Él quiere darlo todo. El corazón que le grita con confianza acaba recibiendo más de lo que ha pedido. Pidamos al Señor con gritos de fe. O bien, pidámosle que nos enseñe a gritar con el corazón. «Señor, aumenta mi fe, ¡ten compasión de mí!».
«[Jesús] se detiene para responder al grito de Bartimeo. Se deja interpelar por su petición, se deja implicar en su situación. No se contenta con darle limosna, sino que quiere encontrarlo personalmente. No le da indicaciones ni respuestas, pero hace una pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti”? Podría parecer una petición inútil: ¿Qué puede desear un ciego si no es la vista? Sin embargo, con esta pregunta, hecha “de tú a tú”, directa pero respetuosa, Jesús muestra que desea escuchar nuestras necesidades. Quiere un coloquio con cada uno de nosotros sobre la vida, las situaciones reales, que no excluya nada ante Dios».
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré ayudar a alguien en una necesidad concreta, haciéndolo con alegría y generosidad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Santidad a la vista
La santidad está al alcance de todos.
Hace cuatro años me encontraba en la Plaza de San Pedro en un encuentro del Papa con los movimientos eclesiales. En ese evento conocí a un joven y estuvimos conversando sobre la cantidad de gente, carismas y culturas allí presentes. Cuando comenté que los movimientos apostólicos ayudan a santificar a sus miembros, él se extrañó y me dijo: “Bueno, santos, santos, los que hacen milagros, los demás somos personas normales”.
No me pareció rara esa respuesta, pues algunos cristianos siguen pensando que la santidad es privilegio de pocos, que ser santo es tener estigmas como el Padre Pío, fundar congregaciones como la Madre Teresa o ser mártires de una persecución como el Padre Kolbe. Pero se equivocan.
La Iglesia dedica en su calendario litúrgico un día a conmemorar a todos aquellos hombres, mujeres, niños y niñas que no han tenido estigmas, no han fundado órdenes, no han sido martirizados en ninguna persecución y, sin embargo, bien merecen el título de santos.
El primer día de noviembre recordamos a las amas de casa que no llevan las llagas del Redentor, pero sí tienen las manos rugosas de tanto limpiar, lavar y cocinar, que convierten su amor a Dios y a su familia en atención, trabajo y servicio. Pensamos en los jóvenes que no han fundado congregaciones pero, en medio de sus tareas laborales, universitarias y familiares, buscan con fervor la Eucaristía o la Confesión. Festejamos a esos hombres que no son mártires en campos de concentración, pero que entre los ajetreos de cada día, reservan 15 ó 30 minutos a la oración, y por ello viven felices, entusiastas, radiantes. En fin, en esa fecha conmemoramos a esa multitud desconocida por nosotros, pero conocidísima por el Señor, a aquellas personas que se han dejado cautivar por el amor de Dios y que cautivan por su amor a Dios.
No es necesario hacer milagros para ser un santo, aunque estoy convencido de que todo santo obra el milagro que más agrada al Señor: la conversión de los corazones. No hacen falta estigmas, ni congregaciones ni persecuciones para alcanzar la santidad, para estar al lado de aquellos a los que se dedican velas, altares y novenas. Basta ejercitarnos en el verdadero amor, que es el servicio desinteresado de nosotros mismos a los demás; acudir con periodicidad a la Eucaristía y a la Confesión, esos impulsos visibles de la gracia que nos acercan a Cristo; ofrecerle a Dios unos momentos para estar a solas con Él para hablarle, escucharle y disfrutar de su compañía.
Si ya eres parte de este grupo, ¡Felicidades! ¡Sigue adelante! Si ya te diste cuenta de que la santidad sí está al alcance de tu mano, ya tienes la receta; si aún sigues pensando en que esto no es para ti, da el primer paso y Dios te irá llevando. A todos los santos de ayer y hoy y a quienes luchamos por serlo: ¡Feliz día!
El amor permanece para siempre, quien hace el bien invierte para la eternidad
Ángelus del Papa Francisco, 14 de noviembre de 2021.
Hay cosas que pasan y otras que permanecen para siempre. “Las Palabras del Señor no pasan”. En esta diferencia entre lo limitado y lo eterno resuenan las palabras de Jesús con las que se abre el Evangelio de este domingo: «El sol se oscurecerá, la luna ya no dará su luz, las estrellas caerán del cielo» (Mc 13,24-25)». Esto no es «catastrofismo». Jesús quiere que entendamos, dijo Francisco en el Ángelus, que «todo en este mundo, tarde o temprano, pasa». «Incluso el sol, la luna y las estrellas que forman el ‘firmamento’ -palabra que indica ‘firmeza’, ‘estabilidad’- están destinados a pasar». Pero al final, añade el Pontífice, Jesús dice «lo que no pasa»: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Por tanto, lo que no pasa es el horizonte hacia el que tender y orientar la vida. Por eso Francisco recomienda que en caso de elecciones importantes se imagine, antes de decidir, «estar delante de Jesús». Estar, «como al final de la vida, ante Aquel que es el amor».
Y pensando allí, en su presencia, en el umbral de la eternidad, tomamos la decisión para el hoy. Así es como debemos decidir: mirando siempre a la eternidad, mirando a Jesús. Puede que no sea la más fácil, puede que no sea la más inmediata, pero será la buena (cf. San Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales, 187), eso es seguro.
Sólo quedará el amor
Mirar a Jesús, «en el umbral de la eternidad», puede ayudar también a responder a preguntas esenciales: «nosotros -se pregunta el Papa- ¿en qué estamos invirtiendo la vida? ¿En las cosas que pasan, como el dinero, el éxito, la apariencia, el bienestar físico? ¿Estamos apegados a las cosas terrenales, como si fuéramos a vivir aquí para siempre?».
Cuando llegue la hora de la despedida – añadió – debemos dejarlo todo. La Palabra de Dios nos advierte hoy: la escena de este mundo pasa. Y sólo quedará el amor. Basar la vida en la Palabra de Dios, por tanto, no es evadir de la historia, es sumergirse en las realidades terrenales para hacerlas firmes, para transformarlas con el amor, imprimiendo en ellas el signo de la eternidad, el signo de Dios.
Las palabras del Señor requieren paciencia
El Papa subraya entonces que Jesús «establece una distinción entre las cosas penúltimas, que pasan, y las últimas, que permanecen». ¿En qué – pregunta aún Francisco – conviene invertir la vida? ¿En lo que es transitorio o en las palabras del Señor, que permanecen para siempre?»: Evidentemente en estas. Pero no es fácil. De hecho, las cosas que caen bajo nuestros sentidos y nos dan una satisfacción inmediata nos atraen, mientras que las palabras del Señor, aunque bellas, van más allá de lo inmediato y requieren paciencia. «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (del Evangelio de Mateo)».
No construir la vida sobre la arena
En el camino de la vida, lo que es tangible no es realmente esencial. «Tenemos la tentación -dice el Papa- de aferrarnos a lo que vemos y tocamos y nos parece más seguro”. Es “humano”, pero es «un engaño», advierte Francisco, porque «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán». Esta, explica el Pontífice, es por tanto la invitación: No construir la vida sobre la arena. Cuando se construye una casa, se cava profundamente y se ponen unos cimientos sólidos. Sólo un insensato diría que es dinero desperdiciado en algo que no se puede ver. El discípulo fiel, para Jesús, es el que funda su vida en la roca, que es su Palabra.
Construir el cielo en la tierra
Por último, el Papa plantea otras cuestiones fundamentales antes de indicar lo que nunca se perderá. «¿Cuál es el centro, el corazón palpitante de la Palabra de Dios? En definitiva, ¿qué es lo que da solidez a la vida y no se acaba nunca?». El centro es, precisamente, el corazón que late, lo que da solidez, es la caridad. «La caridad no tendrá fin» (1 Cor 13,8), dice San Pablo, es decir, el amor. Quien hace el bien invierte para la eternidad. Cuando vemos a una persona generosa y servicial, mansa, paciente, que no es envidiosa, que no parlotea, que no se jacta, que no se hincha de orgullo, que no falta al respeto (cf. 1 Cor 13,4-7), ésta es una persona que construye el Cielo en la tierra. Puede que no tenga visibilidad ni carrera, pero lo que haga no se perderá.
Porque el bien nunca se pierde, permanece para siempre.
Cristo está presente en los pobres
Tras el rezo de la oración mariana, el Papa recordó que hoy se celebra la V Jornada Mundial de los Pobres, «nacida como fruto del Jubileo de la Misericordia». «En el pobre», dijo, «Cristo está presente. «El grito de los pobres, unido al grito de la Tierra -añadió Francisco, que presidió esta mañana la misa de este día-, resonó en los últimos días en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático Cop 26, en Glasgow. Animo a todos los que tienen responsabilidades políticas y económicas a que actúen ahora con valor y visión de futuro». El Pontífice también recordó que hoy, Jornada Mundial de los Pobres, «se abre la inscripción para la plataforma Laudato si’, que promueve la ecología integral».
Día Mundial de la Diabetes
Por último, Francisco recordó que hoy se celebra «el Día Mundial de la Diabetes, una enfermedad crónica que afecta a muchas personas, incluidos los jóvenes y los niños.» «Rezo por todos ellos y por los que comparten su fatiga cada día, así como por los trabajadores sanitarios y los voluntarios que los asisten».
11 religiosos que están revolucionando la música católica
No te los pierdas
Comenzamos con ellas, pues desde su aparición han sido un hit.
Las hermanas forman parte de una nueva comunidad en Lima, Perú: Las Siervas del Plan de Dios. Desde el principio, la música ha sido parte fundamental de su misión, acercándose a las experiencias humanas y dándoles respuestas a la luz de la fe. Conoce más de ellas aquí
El Padre Juan Andrés, es un joven sacerdote colombiano que lleva ya varios años trabajando en la música para evangelizar y quien en el último tiempo, ha colaborado con el proyecto «PHN» (Por hoy no), el cual es una invitación a vivir en santidad a diario. Conoce más del Padre Juan aquí
No solo es sacerdote y músico (rapero), sino que además es profesor y lleva adelante un proyecto muy innovador. Ha creado una red de capacitación para profesores de religión, en donde utiliza el video juego «Minecraft» (muy popular entre los niños y jóvenes) como un recurso para enseñar la fe.
Conoce más del Padre Daniel aquí
El inicio del grupo musical fue en 2004 cuando tres estudiantes de teología se preparaban para ser sacerdotes en el seminario diocesano de Alcalá de Henares. Un día, se les ocurrió la idea de formar una banda de pop-rock para actuar en encuentros de jóvenes. Actualmente son 3 sacerdotes y 4 laicos los que componen la banda. Conoce más de La Voz del Desierto aquí
El Padre Fabio de Melo no solo es un sacerdote católico, también es cantante, escritor, profesor universitario y presentador de televisión brasileña. Pertenece a la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús en Sao Paulo. Es todo un rockstar en Brasil y su música es reconocida por todos. Conoce más del Padre Fabio aquí
Frailes Franciscanos de la Renovación – Estados Unidos
Estos religiosos combinan sus habilidades deportivas con lo musical con un objetivo evangelizador: llamar la atención de todo el mundo para dar a conocer un organización llamada «Mary’s Meals», que da ayuda a niños vulnerables.
Conoce más de los Frailes Franciscanos aquí
Fray Gabriel es un monje franciscano que mezcla su talento con el canto y el skate y ha realizado una versión de «Salve Regina» que no solo destaca por lo musical, sino también por la calidad de la producción audiovisual.
Tanto así que gano un Emmy en 2015. Una de las misiones de Fray Gabriel va una vez a la semana a patinar para llegar a los jóvenes, por instrucción de su superior.
Su vocación religiosa surgió de forma casual a los 16 años cuando decidió confirmarse. Se encontró con una Iglesia diferente a lo que él pensaba. Con 18 años, entró en la congregación de Misioneros Redentoristas en Granada. Ha estado en Calcuta (India) y en Honduras. En 2013 se ordenó sacerdote y ahora acompaña a los jóvenes y niños de una parroquia de Madrid y un colegio. Le hubiera gustado presentarse al programa de La Voz desde la primera edición, pero tuvo reservas y miedos. Se animó finalmente a la tercera edición gracias a la participación de Sor Cristina en La Voz Italia.
Conoce más del Padre Damián aqui
El Padre Rob es un joven sacerdote australiano quien se ha destacado porque, al igual que Sor Cristina y del Padre Damián, ha participado de un programa de televisión de talentos, «Factor X», en donde tuvo una destacada participación. Pero lo que más llamó la atención de su participación, fue que dejó el programa, pues la exigencia era tanta, en cuanto al tiempo, que no podía responder a sus responsabilidades de Párroco y como tiene los pies bien puestos sobre la tierra, opto por su vocación primera: el Sacerdocio. Conoce más del Padre Rob aquí
The Bosco Boys – Estados Unidos
The Bosco Boys es un duo compuesto por Steven DeMaio y Stephen Eguino. Ambos se encuentran actualmente en la formación para convertirse en sacerdotes Salesianos de Don Bosco. Ellos salieron a hacer lio en New York cantando hip hop y preguntándonos: ¿Quien Dice que no puede ser Santo?
Conoce más de The Bosco Boys aquí
No podemos dejarla fuera de la lista. Aunque ya es muy popular y no necesita mayor presentación, Sor Cristina ha sido la religiosa que en el último tiempo ha mostrado que se puede llevar a Jesús a todas partes, incluso a programas de concurso que parecen frívolos y vacíos, y aun en ellos, dar testimonio de fe, santidad y humildad.