Luke 6:27-38
Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús nos dice que debemos amar a nuestros enemigos. Y por ello, considerar que nuestros enemigos son también nuestros hermanos. Fíjense que no se está negando que tengamos enemigos reales y que sean malos. Pero existe la convicción cristiana que todo ese mal no está diciendo la verdad más profunda sobre el enemigo.
La verdad más profunda es que también es un hijo de Dios y, por lo tanto, merece nuestro amor. Nada de esto implica que las personas malas no deben ser llevadas ante la justicia. Pero sí implica que la persona arrestada, juzgada, o encarcelada sigue siendo un hermano amado.
¿Cómo debería manifestarse esto? Hay ejemplos heroicos de amor al enemigo, como la pareja Amish que acompañó en amistad y luego defendió en la corte al joven que había asesinado brutalmente a su propio hijo; o el cardenal Bernardin, quien visitó y ungió al hombre que falsamente lo había acusado de conducta sexual inapropiada. Pero estos ejemplos son preciosos y raros.
Algo que todos podemos hacer es orar por quienes nos maltratan, ofreciéndole a Dios, expresando solidaridad espiritual con ellos.
Policarpo de Esmirna, Santo
Memoria Litúrgica, 23 de febrero
Obispo y Mártir
Martirologio Romano: Memoria de san Policarpo, obispo y mártir, discípulo de san Juan y el último de los testigos de los tiempos apostólicos, que en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, cuando contaba ya casi noventa años, fue quemado vivo en el anfiteatro de Esmirna, en Asia, en presencia del procónsul y del pueblo, mientras daba gracias a Dios Padre por haberle contado entre los mártires y dejado participar del cáliz de Cristo (c. 155).
Breve Biografía
San Policarpo, obispo de Esmirna, conoció de cerca al apóstol Juan y a los otros que habían vista al Señor», y fue «instruido por testigos oculares de la vida del Verbo». Por eso él se presenta a nosotros como el testigo de la vida apostólica y como el hombre de la tradición viva «siempre de acuerdo con las Escrituras». Los trozos citados pertenecen a una carta suya a los cristianos de Filipos en Macedonia, que le habían pedido alguna exhortación y la copia de eventuales cartas del santo obispo de Antioquía, Ignacio, del que él había sido amigo.
Policarpo era sobre todo un hombre de gobierno. No tenía la cualidad de escritor y pensador como San Ignacio, ni deseaba como él ser «triturado» por las fieras del circo para «llegar a Dios». Al contrario, se mantuvo escondido «a causa de la humilde desconfianza en sí mismo». Era anciano y sabía que no se podía confiar mucho en sus fuerzas. Pero cuando fue descubierto en un granero y reconducido a la ciudad, demostró la serena valentía de su fe.
Conocemos la conmovedora conclusión de su vida gracias a un documento fechado un año después del martirio de San Policarpo, que tuvo lugar el 23 de febrero del año 155. Es una carta de la «Iglesia de Dios peregrinante en Esmirna, a la Iglesia de Dios peregrinante en Filomelio y también a todas las parroquias de cualquier lugar de la Iglesia santa y católica». Es una narración muy importante bajo el aspecto histórico, hagiográfico y litúrgico. A1 procónsul Stazio Quadrato, que lo exhorta a renegar de Jesús, contesta moviendo la cabeza: «Desde hace 86 años lo sirvo y nunca me ha hecho ningún mal: ¿cómo podría blasfemar de mi Rey que me ha redimido?». «Te puedo hacer quemar vivo», insiste el procónsul. Y Policarpo: «EL fuego con que me amenazas quema por un momento, después pasa; yo en cambio temo el fuego eterno de la condenación».
Mientras en el anfiteatro de Esmirna se está quemando vivo, «no como una carne que se asa, sino como un pan que se cocina», el mártir eleva al Señor una estupenda oración, breve pero intensa: «Bendito seas siempre, oh Señor; que tu nombre adorable sea glorificado por todos los siglos, por Jesucristo pontífice eterno y omnipotente, y que se te rinda todo el honor con él y con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos». De improviso ese cuerpo quemado quedó reducido a cenizas. «A pesar de esto – escribe el autor de esa carta, que recomienda hacer leer a las otras Iglesias – nosotros recogimos uno que otro hueso, que conservamos como oro y piedras preciosas».
¿Qué estás haciendo de extraordinario?
Santo Evangelio según San Lucas 6, 27-38. Domingo VII del Tiempo Ordinario.
Por: Adrián Olvera, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de vivir lo ordinario, de una manera extraordinaria.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 27-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después. Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque Él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque son la misma medida con que midan, serán medidos».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando una persona verdaderamente ama a otra persona, lo demuestra. Lo demuestra de muchas maneras, con detalles, palabras, regalos, etc. Todo esto es muy bueno pero muchas veces, secundario, pues si esa demostración de amor sólo se basa en esas cosas, el final es muy evidente. Sin embargo, cuando este amor se demuestra queriendo lo mejor para la otra persona, es decir, llevándola a sacar lo mejor de sí misma, ahí es cuando se puede decir que hay una verdadera amistad, cuando hay verdadero amor. Es verdad que puede ser exigente y puede costar, pero al final habrá valido la pena.
Jesús nos invita a sacar lo mejor de nosotros mismos y nos lleva a salir de nuestra zona de confort. No porque nos quiera «complicar la vida», sino porque sabe que estamos hechos para amar y sólo en el amor encontramos el sentido de nuestra existencia. Por tanto, nos invita a amar, no a medias, no solamente con una parte de nuestro corazón, sino en totalidad.
«¿Qué estás haciendo de extraordinario?» -nos dice. Jesús nos invita a vivir la vida que muchas veces podemos considerar ordinaria, de una manera extraordinaria. Nos invita a vivir, no con un amor limitado por el rencor, la envidia, o nuestra zona de confort, sino con un amor que libera, que siempre va más allá… Nos invita a amar como Él ama.
«Una invitación acompañada de cuatro imperativos, podríamos decir de cuatro exhortaciones que el Señor les hace para plasmar su vocación en lo concreto, en lo cotidiano de la vida. Son cuatro acciones que darán forma, darán carne y harán tangible el camino del discípulo. Podríamos decir que son cuatro etapas de la mistagógica de la misericordia: amen, hagan el bien, bendigan y rueguen. Creo que en estos aspectos todos podemos coincidir y hasta nos resultan razonables. Son cuatro acciones que fácilmente realizamos con nuestros amigos, con las personas más o menos cercanas, cercanas en el afecto, en la idiosincrasia, en las costumbres».
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Aprovechar una actividad de día para crecer en el amor,mediante un acto de caridad oculta.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Policarpo de Esmirna, discípulo de san Juan Evangelista
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Wellcome Library, London CC BY 4.0-(modified)
San Policarpo de Esmirna
Uno de los primeros obispos de la Iglesia, combatió a los herejes del momento y murió martirizado
San Policarpo, originario de Esmirna (actual Turquía) es uno de los primeros obispos de la Iglesia. A esos obispos se les llama «Padres Apostólicos» porque fueron discípulos de los Apóstoles y recibieron la catequesis directamente de ellos.
Policarpo, concretamente, fue discípulo de san Juan Evangelista.
Entre sus discípulos se encontraba san Ireneo, también Padre Apostólico. Y mantuvo mucha relación con san Ignacio de Antioquía. Este último, al ver que iba a morir, le pidió que en su nombre escribiera cartas a las iglesias de Asia. Así lo hizo.
San Policarpo tuvo que combatir a los herejes del momento y murió martirizado: lo quemaron en la hoguera por orden del emperador Antonino Pío.
Santo patrón
San Policarpo es patrono de la disentería, una enfermedad infecciosa que afecta al intestino.
De la Carta de san Policarpo a los Filipenses
«Permanezcan, por tanto, en estos (sentimientos) e imiten el ejemplo del Señor, firmes e inconmovibles en la fe, amando a los hermanos, amándose unos a otros, unidos en la verdad, teniéndose paciencia unos a otros con la mansedumbre del Señor, no despreciando a nadie.
Cuando puedan hacer el bien, no lo posterguen, pues la limosna libera de la muerte. Todos ustedes estén sometidos los unos a los otros, teniendo una conducta irreprensible entre los paganos, para que por sus buenas obras (también) reciban la alabanza y el Señor no sea blasfemado por causa de ustedes. Pero pobre de aquel por quien sea blasfemado el nombre del Señor. Enseñen, pues, a todos la sobriedad en la que viven ustedes mismos».