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Referencias Bíblicas
John 1:35-42
Obispo Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy dos de los discípulos de Juan el Bautista siguen a Jesús y lo encuentran.

La pregunta de Jesús a los dos jóvenes —“¿Qué están buscando?”— es indispensablemente importante.

Muchas personas pasan por la vida sin saber realmente lo que desean fundamentalmente y, en consecuencia, andan sin rumbo.

La respuesta correcta a la pregunta de Jesús es la “vida eterna” o la “amistad con Dios” o la “santidad”.

Esta es la expresión simple, clara e inequívoca de la meta final que cualquier creyente debería tener al empeñarse por llevar su vida adelante. 

Ahora, otras personas pueden saber más o menos lo que quieren espiritualmente, pero les falta el valor y la atención para perseguir ese fin frente a las distracciones y oposición.

Saben que deben crecer en santidad, pero la cultura secular propone el sexo, el placer, el poder y el honor de manera tan atractiva que se pierden.

O tal vez reciben críticas fulminantes de aquellos que están atrapados en el estilo de vida antiguo y corriente, y entonces ceden. 

¿Qué estamos buscando?

 

 

Isabel Ana Bayley Seton, Santa

Fundadora, 4 de enero

 

Por: n/a | Fuente: ACI Prensa
Viuda y Fundadora

Martirologio Romano: En la ciudad de Emmitsburg, del estado de Maryland, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Isabel Ana Seton (Elisabeth Ann Bayley Seton), que al quedar viuda abrazó la fe católica y trabajó denodadamente para fundar la Congregación de las Hermanas de la Caridad de San José, con el fin de educar a niñas y atender a niños pobres (1821).

Fecha de canonización: 14 de septiembre de 1975 por el Papa Pablo VI

Breve Biografía


Nace Isabel Ana en Nueva York el 28 de agosto de 1774. Crece en el seno de la iglesia episcopaliana.



Contrae matrimonio con William Seton a la edad de veinte años y llega a tener cinco hijos. El 27 de diciembre de 1803 enviuda.



Años más tarde, el 14 de marzo de 1805 abraza el catolicismo, lo cual supone para ella múltiples pruebas, tanto interiores como exteriores, venidas de los parientes y amigos. Todas las supera con fe, amor y valentía.



Se aplica asiduamente a la vida espiritual. Educa con solicitud a sus hijos y, deseosa de entregarse a la actividad caritativa y educadora.



En 1809 en la diócesis de Baltimore funda el Instituto de Hermanas de la Caridad de San José, renovando la gesta de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. Dicho Instituto tiene por finalidad la formación de muchachas. Es la primera Congregación religiosa femenina en norteamérica.



Después de su muerte las Hermanas se unen a la Compañía de las Hijas de la Caridad de París, tal como fue su deseo desde los comienzos.



También funda la primera escuela parroquial católica en Estados Unidos.



Muere piadosamente en Emmitsburg, Maryland, el 4 de enero de 1821. Su beatificación tiene lugar el 17 de marzo de 1963, bajo el pontificado de Juan XXIII. El 14 de septiembre de 1975 es canonizada por el papa Pablo VI.



 

 

Dos grandes temas marcaron su vida espiritual: la fidelidad a la Iglesia y la eternidad de la gloria.



Es la primera santa de Estados Unidos de América. Su fiesta se celebra en el calendario de la iglesia el 4 de enero.

 

 

Ven y verás

Santo Evangelio según San Juan 1, 35-42.

Sábado antes de Epifanía
Por: Pedro Cadena, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Jesús, gracias por este tiempo para estar contigo. Haz mi corazón sencillo y humilde como el tuyo. Concédeme las gracias que necesito para confiar en ti y dejarte que me guíes en mi camino.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 1, 35-42



En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscan?». Ellos le contestaron: «¿Dónde vives, Rabí?» (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo: «Vengan a ver”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que quiere decir ‘el ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás» (que significa Pedro, es decir, ‘roca’).



Palabra del Señor



 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



¿Puede Jesús conquistar un corazón? En este Evangelio Jesús nos demuestra que sí, si lo dejamos. En concreto, hoy conquista a Juan y a su amigo Andrés. Ellos ven a Jesús, luego lo conocen, y finalmente, se vuelven apóstoles. Nos preguntamos, ¿por qué Jesús sí pudo conquistarlos a ellos, y a otros no? Tal vez la clave sea que Andrés y Juan le dieron una oportunidad. Ellos supieron arriesgarse a pasar una tarde con Jesús, con un corazón abierto. ¿El resultado? Jesús los transformó en pescadores de hombres. Apóstoles. Príncipes de su Reino. Hombres plenos.



 

Señor, ¿te he dado una oportunidad de hablarme al corazón? ¿He reservado tiempo para estar contigo en un retiro, o en un tiempo de oración después de Misa? ¿Tengo miedo de lo que pasará si te dejo conquistarme? Concédeme confiar en ti, que sólo quieres mi bien y sabes mejor que yo cómo hacerme plenamente feliz.



El proceso de Juan y Andrés tiene tres pasos: ver a Jesús, experimentar su amor, salir a traer a mis hermanos a su presencia. Ver a Jesús: así comenzamos todos. Alguien nos enseña quién es Jesús, y nosotros, como los apóstoles del Evangelio de hoy, comenzamos a seguirlo, tal vez sin saber bien por qué. Sin embargo, después de algún tiempo, Jesús nos pregunta: ¿Qué buscáis? Ésta es la llamada a la fe adulta, que no puede seguir siendo mera tradición ni obediencia infantil. Hay que encontrar nuestras razones para seguir a Jesús, hay que conocerlo y amarlo de verdad. Y esto, ¿cómo? «Venid y veréis…» Jesús nos invita a su casa, como a Juan y Andrés, para estar una tarde con Él. ¿Qué casa? No la de Cafarnaúm, sino su casa que es la Iglesia. En ella, Jesús nos ayuda a conocerlo poco a poco. Para eso están los guías espirituales, la oración, la Biblia, los sacramentos, y nuestros hermanos.



¿Cómo es la experiencia de Jesús? Eso no se puede contar, y si se cuenta no tiene mucho sentido. La experiencia de Andrés no fue la de Juan, ni la de Juan la de Pedro. Una experiencia de Jesús no se puede contar. Hay que hacerla. Suena misterioso… Pero después de dos mil años, la Iglesia sigue enseñando con entusiasmo que el encuentro con Jesús es lo mejor que le puede pasar a uno. ¿Quiero hacer la experiencia de Jesús? ¿Cuándo empiezo a rezar? ¿Hoy? ¿A qué hora?



 

Una vez que conocemos a Jesús, es natural llevar a otros a Él. Si nuestra experiencia dice que no hay nada mejor que conocerlo y vivir con Él, no vamos a dejar que los demás se lo pierdan. Esto es lo que hizo que Andrés llevara con Jesús al primero que se encontró ese día, que fue su hermano Simón. Señor, ¡hazme un apóstol incansable de tu misericordia!



«Su invitación “Venid y veréis” se dirige hoy a todos nosotros, a las comunidades locales y a quienes acaban de llegar. Es una invitación a superar nuestros miedos para poder salir al encuentro del otro, para acogerlo, conocerlo y reconocerlo. Es una invitación que brinda la oportunidad de estar cerca del otro, para ver dónde y cómo vive. En el mundo actual, para quienes acaban de llegar, acoger, conocer y reconocer significa conocer y respetar las leyes, la cultura y las tradiciones de los países que los han acogido. También significa comprender sus miedos y sus preocupaciones de cara al futuro. Y para las comunidades locales, acoger, conocer y reconocer significa abrirse a la riqueza de la diversidad sin ideas preconcebidas, comprender los potenciales y las esperanzas de los recién llegados, así como su vulnerabilidad y sus temores».
(Homilía de S.S. Francisco, 14 de enero de 2018).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía y estaré en silencio unos minutos para dejar que me hable al corazón.



 

 

Despedida



¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

4 epifanías que encontramos en el Nuevo Testamento

La fiesta de los Reyes Magos es la manifestación del Señor a la humanidad más conocida; pero en el Nuevo Testamento encontramos otras tres epifanías

 

Al llegar enero, los niños esperan con ilusión la llegada de los Reyes Magos porque recibirán juguetes, recordatorio de los dones entregados al Niño Jesús. Pero la verdadera importancia de esta fiesta radica en la manifestación del Señor recién nacido a la humanidad entera mediante una de sus epifanías.

Porque hay que recordar que la Sagrada Escritura menciona otras manifestaciones del Señor, que también reciben el nombre de epifanía, como lo anota la Enciclopedia Católica:

«En esta fiesta se celebraban varias manifestaciones diferentes de la Divinidad y la gloria de Cristo desde tempranas épocas en su historia».

 

¿A cuáles nos referimos?

1 La visita de los Reyes Magos

Ciertamente, la visita de los Reyes Magos es la más conocida y a la que atribuimos el nombre de «epifanía».

La Sagrada Escritura nos lo presenta así en el Evangelio de san Mateo:

«Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron:

‘¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo’.

La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.

Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje.

Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra».
(Mt 2,1-2; 9-11)

 

Pero, ¿qué hay de las otras epifanías?

2 La Natividad

 

 

Si de orden cronológico se trata, la primera epifanía fue el momento del nacimiento de Jesús. El Evangelio de san Lucas así lo menciona:

«En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: ‘No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:

Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre’. Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: ‘¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él’. Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: ‘Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado'».
(Lc 2, 5-15)

3 El Bautismo del Señor

 

La siguiente manifestación la encontramos en el Bautismo, cuando el Señor Jesús se encuentra con Juan el Bautista, antes de iniciar su vida pública, como lo leemos en el Evangelio de san Marcos:

«En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo:

‘Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección'».
(Mc 1, 9-11)

4 El milagro de Caná

Y la última epifanía es la que narra san Juan, cuando describe el primer milagro de Jesús durante las bodas de Caná, en la que manifestó su poder al transformar el agua en vino, a petición de su madre, María santísima:

«Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’. Jesús le respondió: ‘Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía’. Pero su madre dijo a los sirvientes: ‘Hagan todo lo que Él les diga’.

 

 

Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: ‘Llenen de agua estas tinajas’. Y las llenaron hasta el borde. ‘Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete’. Así lo hicieron.

El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: ‘Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento’.

Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él».
(Jn 2, 1-11)