.

 

 

María, Madre de Dios, Santa

Solemnidad Litúrgica. 1 de enero

Primera fiesta mariana que apareció en la Iglesia occidental

 

En la octava de la Natividad del Señor y en el día de su Circuncisión. Los Padres del Concilio de Efeso la aclamaron como Theotokos, porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima de todo otro nombre.

Es el mejor de los comienzos posibles para el santoral. Abrir el año con la solemnidad de la Maternidad divina de María es el mejor principio como es también el mejor colofón. Ella está a la cabeza de todos los santos, es la mayor, la llena de Gracia por la bondad, sabiduría, amor y poder de Dios; ella es el culmen de toda posible fidelidad a Dios, amor humano en plenitud. No extraña el calificativo superlativo de «santísima» del pueblo entero cristiano y es que no hay en la lengua mayor potencia de expresión. Madre de Dios y también nuestra… y siempre atendida su oración.

Los evangelios hablan de ella una quincena de veces, depende del cómputo que se haga dentro de un mismo pasaje, señalando una vez o más.

El resumen de su vida entre nosotros es breve y humilde: vive en Nazaret, allá en Galilea, donde concibió por obra del Espíritu Santo a Jesús y se desposó con José.

Visita a su parienta Isabel, la madre del futuro Precursor, cuando está embarazada de modo imprevisto y milagroso de seis meses; con ella convive, ayudando, e intercambiando diálogos místicos agradecidos la temporada que va hasta el nacimiento de Juan.

Por el edicto del César, se traslada a Belén la cuna de los mayores, para empadronarse y estar incluida en el censo junto con su esposo. La Providencia hizo que en ese entonces naciera el Salvador, dándolo a luz a las afueras del pueblo en la soledad, pobreza, y desconocimiento de los hombres. Su hijo es el Verbo encarnado, la Segunda Persona de Dios que ha tomado carne y alma humana.

 

Después vino la Presentación y la Purificación en el Templo.

También la huída a Egipto para buscar refugio, porque Herodes pretendía matar al Niño después de la visita de los magos.

Vuelta la normalidad con la muerte de Herodes, se produce el regreso; la familia se instala en Nazaret donde ya no hay nada extraordinario, excepción hecha de la peregrinación a Jerusalén en la que se pierde Jesús, cuando tenía doce años, hasta que José y María le encontraron entre los doctores, al cabo de tres días de angustiosa búsqueda.

Ya, en la etapa de la «vida pública» de Jesús, María aparece siguiendo los movimientos de su hijo con frecuencia: en Caná, saca el primer milagro; alguna vez no se le puede aproximar por la muchedumbre o gentío.

En el Calvario, al llegar la hora impresionante de la redención por medio del cruentísimo sufrimiento, está presente junto a la cruz donde padece, se entrega y muere el universal salvador que es su hijo y su Dios.

Finalmente, está con sus nuevos hijos _que estuvieron presentes en la Ascensión_ en el «piso de arriba» donde se hizo presente el Espíritu Santo enviado, el Paráclito prometido, en la fiesta de Pentecostés.

Con la lógica desprendida del evangelio y avalada por la tradición, vivió luego con Juan, el discípulo más joven, hasta que murió o no murió, en Éfeso o en Jerusalén, y pasó al Cielo de modo perfecto, definitivo y cabal por el querer justo de Dios que quiso glorificarla.

Dio a su hijo lo que cualquier madre da: el cuerpo, que en su caso era por concepción milagrosa y virginal. El alma humana, espiritual e inmortal, la crea y da Dios en cada concepción para que el hombre engendrado sea distinto y más que el animal. La divinidad, lógico, no nace por su eternidad.

 

El sujeto nacido en Belén es peculiar. Al tiempo que es Dios, es hombre. Alta teología clasifica lo irrepetible de su ser, afirmando dos naturalezas en única personalidad. El Dios infinito, invisible, inmenso, omnipotente en su naturaleza es ahora pequeño, visible, tan limitado que necesita atención. Lo invisible de Dios se hace visible en Jesús, lo eterno de Dios entra con Jesús en la temporalidad, lo inaccesible de Dios es ya próximo en la humanidad, la infinitud de Dios se hace limitación en la pequeñez, la sabiduría sin límite de Dios es torpeza en el gemido humano del bebé Jesús y la omnipotencia es ahora necesidad.

María es madre, amor, servicio, fidelidad, alegría, santidad, pureza. La Madre de Dios contempla en sus brazos la belleza, la bondad, la verdad con gozoso asombro y en la certeza del impenetrable misterio.

 

 

Recibiendo a Jesús con la sencillez de los pastores

Santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21. Santa María Madre de Dios

 

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Hoy, Señor, quiero alabarte, quiero darte gloria con todo mi corazón. Tú me conoces bien. Conoces mi pobreza y mi miseria. Sin embargo has querido venir a mi corazón. Has tocado a mi puerta y me has mirado. Por eso quiero darte gracias y alabarte, porque siendo Dios, has venido como Pastor a las ovejas necesitadas de tu luz. Has venido a mostrarnos el camino, la verdad y la vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21

 

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, acostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Estos días navideños son muy propicios para reflexionar y pensar en el gran misterio del nacimiento de Cristo, pero ¿cómo meditar? En el silencio. Cuántas veces se pasan las navidades y nos preguntamos ¿Qué hice estas navidades? ¿Qué me dejó y dijo Jesús? Y nos podemos dar cuenta que se nos han pasado volando y apenas hemos dedicado un tiempo largo para estar delante de Él, en el silencio, escuchándolo…

Ahora veamos cómo vivieron los pastores la primera navidad. Cómo recibieron al Mesías en esa noche fría, en una cueva oscura. Lo primero que vemos es un corazón sencillo. Los pastores no eran gente muy preparada, eran, más bien, gente muy humilde. Al mismo tiempo eran gente auténtica, se mostraban como eran, no había apariencias. Eran gente que escuchaba; apenas escucharon el mensaje del ángel, se fueron directos a ver a ese Mesías. Y, finalmente, era gente de fe. Supieron ver al Mesías, al Rey, aun en medio de la suciedad de un establo. Supieron reconocerlo en ese niño envuelto en pañales.

 

Y en estas navidades nos enseñan en primer lugar a ser sencillos, a presentarnos delante del Señor como somos, sin apariencias, porque en el fondo Él conoce nuestro corazón. Nos enseñan a hablarle a Jesús con pocas palabras, pero con mucho corazón. Y, al mismo tiempo, nos enseñan a escuchar. ¿Qué es lo que nos quiere pedir Jesús hoy? No hay que tener miedo a ponernos en sus manos, a confiar. Finalmente, nos invitan a tener fe, a ver más allá; a ver realmente a Jesús, en la Eucaristía y a no acostumbrarnos al misterio de la Navidad.

«Al comienzo de un nuevo año, la Iglesia nos hace contemplar la Maternidad de María como icono de la paz. La promesa antigua se cumple en su persona. Ella ha creído en las palabras del ángel, ha concebido al Hijo, se ha convertido en la Madre del Señor. A través de ella, a través de su “sí”, ha llegado la plenitud de los tiempos. […] Bienaventurada eres tú, María, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Llena de fe, has concebido a Jesús antes en tu corazón que en tu seno, para hacerte Madre de todos los creyentes (cf. San Agustín). Madre, derrama sobre nosotros tu bendición en este día consagrado a ti; muéstranos el rostro de tu Hijo Jesús, que trae a todo el mundo misericordia y paz. Amén». (Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, Jesús, voy a estar especialmente atento a la misa dominical y a lo que Tú me quieras decir.

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

El Santísimo nombre de Jesús

Nombre ante el cual se dobla toda rodilla, en los cielos, en la tierra, en los abismos, para gloria de la Divina Majestad

Antes que el Verbo de Dios encarnado hubo otros que llevaron ese nombre bendito: Josué (= Jesús), el sucesor de Moisés al frente de Israel; Jesús hijo de Sirac, autor del Eclesiástico; Jesús hijo de Eliezer y padre de Er, en la genealogía de Cristo. El significado siempre es el mismo: Yehósúa o Yesúa, que quiere decir Yahvé salva. Pero sólo Jesucristo realiza lo que su nombre significa, y lo hace en beneficio del hombre caído al que viene a salvar.

El nombre de Jesús es elegido por Dios, según anuncia el ángel Gabriel a María: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús (Lc 1, 31). Luego, el ángel le explicará a José el significado del nombre: María, tu mujer… dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados (Mt 1, 20-21). Al llegar el momento, María y José cumplieron lo que el cielo les había indicado: Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción (Lc 2, 21).

Sólo Jesús podía reemplazar su nombre por el Yo personal, y ese Yo tenía toda la fuerza del Dios que salva: Yo iré a curarle (Mt 8, 5), anuncia al centurión que le pide la curación de su criado. Jesús realiza todos los prodigios en su propio nombre. Hasta su propia resurrección: Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días (In 2, 19). Sin embargo, los discípulos de Jesús sólo en su nombre podrán hacer prodigios: Echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y, si beben veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos (Mc 16, 17-18).

Es lo que hicieron los apóstoles Pedro y Juan, cuando el tullido les pidió limosna, y Pedro le dijo: No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar(Hch 3, 6). Pedro estaba convencido de haber hecho un favor a un enfermo…, pues quede bien claro que ha sido el nombre de jesucristo Nazareno… Ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos (Hch 4, 8-12).

Pablo, el enamorado de Cristo Jesús, en un arrebato de fe y de exaltación espiritual, exclama entusiasmado ante el Señor que se despoja de su rango, y toma condición de esclavo, y se rebaja hasta someterse a una muerte de cruz: Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Flp 2, 6-11).

LUZ, ALIMENTO, MEDICINA

Ante el inmenso poder del «Nombre-sobre-todo nombre», no podía la Iglesia permanecer indiferente. Y en la vida cristiana de todos los siglos ha habido siempre testimonios elocuentes que han enardecido a oyentes o lectores para que invocaran el nombre de Jesús con fe, con amor, con entusiasmo. En toda la época patrística hay una constante a favor de la devoción sin reservas al nombre de Jesús, que sigue la línea marcada por los apóstoles.

Esa corriente ha llegado hasta nuestros días, alentada por tantas iniciativas eclesiales, entre las que destaca la de Ignacio de Loyola, que eligió como anagrama y nombre de su Compañía: IHS, nombre de Jesús, que suele traducirse Jesús salvador de los hombres.

En el siglo XII se alza la voz del gran Bernardo de Claraval, para exclamar que el nombre de Jesús es luz, es alimento, es medicina.

LA FUERZA DE LOS DÉBILES

La elocuencia y entusiasmo con que San Bernardo exaltó el nombre de Jesús influyeron poderosamente en los escritores posteriores. En el siglo XIII, San Buenaventura, iniciado en los misterios del reino a la sombra, del gran Francisco de Asís, hace mención de las exclamaciones de San Bernardo cuando habla del nombre de Jesús con estas palabras:

«Éste es el nombre sacratísimo, vaticinado por los profetas, anunciado por el ángel, predicado por los apóstoles, deseado de todos los santos. ¡Oh nombre virtuoso, gracioso, gozoso, delicioso, glorioso! Virtuoso, porque desbarata a los enemigos, restaura las fuerzas, recrea los ánimos. Gracioso, porque tenemos en él el fundamento de la fe, la firmeza de la esperanza, el aumento de la caridad, el complemento de la justicia. Gozoso, porque «es júbilo en el corazón, melodía en el oído, miel en la boca», esplendor en la mente. Delicioso, porque rumiándolo nutre, pronunciándolo deleita, invocándolo unge, escribiéndolo recrea, leyéndolo instruye. Nombre verdaderamente glorioso, pues dio vista a los ciegos, andar a los cojos, oído a los sordos (Cf. Hch 3, 6), palabra a los mudos, vida a los muertos. ¡Oh bendito nombre, que tales efectos de su virtud ostenta! ¡Alma!, ya escribas, ya leas, ya enseñes, ya ejecutes cualquiera otra labor, nada te agrade, nada te deleite, sino Jesús. Llama, pues, Jesús al niño espiritualmente nacido de ti. Jesús, esto es, Salvador, en el destierro y miseria de esta vida. Sálvete Jesús de la vanidad del mundo que te combate, de los engaños del enemigo que te molesta, de la fragilidad de la carne que te atormenta».

«Clama, alma devota, cercada de tantas miserias, clama a Jesús y dile: ¡Oh Jesús, Salvador del mundo, sálvanos, pues con tu cruz y con tu sangre nos redimiste! Ayúdanos, ¡oh Señor Dios nuestro! Sálvanos, digo, ¡oh dulcísimo Jesús, oh Salvador!, esforzando a los débiles, consolando a los afligidos, socorriendo a los frágiles, consolidando a los vacilantes.

»¡Oh, cuánta dulzura sintió muchas veces, después de la imposición del bendito nombre, la Virgen María, feliz madre natural y verdadera madre espiritual, cuando entendió que, en virtud de este nombre, eran lanzados los demonios, multiplicados los milagros, iluminados los ciegos, curados los enfermos, resucitados los muertos! Pues de la misma manera tú, alma, madre espiritual, te has de alegrar y gozar, cuando en ti y en los otros echas de ver que tu bendito Hijo Jesús ahuyenta los demonios en la remisión del pecado, alumbra los muertos al conferir la gracia, cura los enfermos, sana los cojos, endereza los paralíticos y contraídos, robusteciendo su espíritu, a fin de que sean fuertes y varoniles por la gracia los que antes eran flacos y cobardes por la culpa. ¡Oh dichoso y bienaventurado nombre, que mereció contener tan grande virtud y eficacia!»

JESÚS, SALVADOR DE CUERPOS Y ALMAS

El beato Angélico supo captar la profunda unión de su padre Domingo de Guzmán con Cristo, en ese expresivo cuadro de Domingo abrazado a la cruz, embelasado ante el rostro ensangrentado de Cristo. En su escuela se han formado grandes seguidores de Jesús, en sus iglesias nacieron y se cultivaron las cofradías del Santísimo Nombre, entre sus discípulos está, por ejemplo, el Beato Enrique Seuze que grabó a fuego en su pecho el nombre de Jesús, o la apasionada por su Esposo celestial Santa Catalina de Siena, o el cantor del Nombre de Jesús fray Luis de Granada. Así escribía el gran predicador de Granada en el Siglo de Oro de la lengua española, dejando de lado otros nombres y quedándose sólo con el de Jesús, Salvador y Liberador:

«Después de circuncidado el niño, dice el evangelista que le pusieron por nombre Jesús (Lc 2, 21), que quiere decir Salvador.

»Este glorioso nombre fue primero pronunciado por boca de los ángeles, porque el ángel que trajo la embajada a la Virgen, dijo que le llamarían por nombre Jesús (Lc 1, 31), y el que apareció a Joseph en sueños, le dijo lo mismo; y añadió la razón del nombre diciendo: Porque él hará salvo a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21).

 

»Bendito sea tal nombre, y bendita tal salud, y bendito el día que tales nuevas fueron dadas al mundo. Hasta aquí, Señor, todos los otros salvadores que enviaste al mundo, eran salvadores de cuerpos, y eran salvadores de carne, que ponían en salvo las haciendas y las casas y las viñas, y dejaban perdidas las almas, hechas tributarias del pecado y por él subjectas al enemigo. Pues ¿qué le aprovecha al hombre conquistar y señorear al mundo, si él queda esclavo del pecado, por donde venga después a perderlo todo? Pues para remedio de este mal es agora enviado este nuevo Salvador, para que sea cumplida salud de todo el hombre, que, salvando las ánimas, remedie los cuerpos y, librando de los males de culpa, libre también de los males de penas, y así deje a todo el hombre salvo (…).

¡Oh bienaventurada salud, digna de tal Salvador y de tal Señor! Desee cada uno la salud y los bienes que quisiere, anteponga las cosas de la tierra a las del cielo, tenga en más la muerte del cuerpo que la del ánima: mas yo desearé con el santo patriarca esta salud, y desfallescerá mi ánima, deseándola con el profeta David (Sal 118, 81). Sálvame, Señor, de mis pecados, líbrame de mis malas inclinaciones, sácame del poder de estos tiranos, no me dejes seguir el ímpetu bestial de mis pasiones, defiende la dignidad y la gloria de mi ánima, no permitas que yo sea esclavo del mundo y tenga por ley de mi vida el jucio de tantos locos, líbrame de los apetitos de mi propria carne, que es el mayor y más sucio de todos los tiranos, líbrame de los vanos deseos y de los vanos temores y vanas esperanzas del mundo, y sobre todo esto líbrame de tu enemistad, de tu ira y de la muerte perdurable, que se sigue de ella; y concedida esta libertad y esta salud, reine quien quisiere en el mundo, y gloríese en el señorío de la tierra y de la mar, porque yo con el profeta solamente me gloriaré en el Señor, y alegrarme he en Dios mi Salvador (Ha 3, 18).»

SEA EL SEÑOR PARA TI: JESÚS, SALVADOR

«Pues ésta es la salud que vino el Señor a dar al mundo -sigue diciendo fray Luis de Granada-, y ésta es la que se significa por este nuevo nombre que hoy le ponen de Jesús. De manera que cuando el cristiano oye este nombre, ha de representar en su corazón un Señor tan misericordioso, tan hermoso, tan poderoso, que disipa todo el ejército del demonio, que despoja de sus fuerzas a la muerte, que pone silencio al pecado, que quita la jurisdicción al infierno, que saca los que están captivos en manos de estos tiranos, y los limpia de la fealdad de sus cárceles, y los restituye en tanta hermosura, que los ojos de Dios se aficionan a ellos, y los abraza su bondad, y los hace reinar eternalmente consigo. Porque tres males principales, entre otros muchos, nos vinieron del pecado, que son muerte, infierno y servidumbre del demonio; y por esto, quien nos libró del pecado, junto con él nos libró de todos estos enemigos, y nos dio prenda y certidumbre de vida perpetua, de compañía con la vida de Dios, de gracia y amistad con él, de favores de su poder, de dones de su liberalidad, y de segura posesión de todos los bienes. Porque todo esto se pierde por el pecado, y todo se gana por Jesucristo, y por esto con mucha razón le fue puesto tan divino nombre. ¡Oh nombre glorioso, nombre dulce, nombre suave, nombre de inestimable virtud y reverencia, inventado por Dios, traído del cielo, pronunciado por los ángeles, y deseado en todos los siglos! De este nombre huyen los demonios, con él se espantan los poderes infernales, por él se vencen las batallas, por él callan las tentaciones, con él se consuelan los tristes, a él se acogen los atribulados, y en él tienen su esperanza todos los pecadores.

»Éste es el nombre de que la esposa hablando con el esposo en los Cantares, dice: Olio derramado es tu nombre (Ct 1, 2) (…). Tenga, pues, este Señor para sí, llamarse Hijo de Dios, resplandor de la gloria, imagen de la divina substancia, palabra del Padre, virtud del Omnipotente, heredero de todas las cosas, Rey de los reyes y Señor de los señores. Tenga para sí llamarse Cristo, que quiere decir ungido, pues él fue ungido como gran profeta, como rey y como sacerdote. Porque como profeta nos enseñó con su doctrina, y como sacerdote nos reconcilió con su Padre, y como rey nos ha de coronar con eterno galardón. Tenga, pues, él para sí todos estos títulos y excelencias, mas para ti sea Jesús, que quiere decir Salvador, para que él te salve y libre de la vanidad del mundo, de los engaños del demonio, y de las malas inclinaciones de la carne. Y pues estás cercado de tantas miserias, llama a este Señor, y dile: Sálvanos, Señor, Salvador del mundo, pues con tu sangre y con tu cruz nos redimiste, esfuerza al flaco, consuela al triste, y ayuda al enfermo, y levanta al caído.

»Éste es el nombre que vence los demonios, alumbra los ciegos, resuscita los muertos y sana todo género de enfermedades (…). ¡Oh dichoso y bienaventurado nombre de tanta virtud y eficacia, el cual unas veces alegra las ánimas, mas otras llega a embriagarlas y hacerlas salir de sí con la grandeza de su dulzura!»

Sólo en Jesús está la salvación -Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás-: aclamemos a Jesús, el Señor.

Jesús es el más seguro valedor ante el Padre Dios —Yo os aseguro: Si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará (In 16, 23)—: oremos en su Santo Nombre.

El Santo Nombre de Jesús es siempre estímulo para vivir, para trabajar por su reino, para mantener vivos el amor y la esperanza: En tu nombre, echaré las redes (Lc 5, 5).

 

 

María nos muestra a su Hijo que es la esperanza que no defrauda

Papa Francisco, en la víspera de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios.

Estupor es la palabra que marcó la homilía del Papa Francisco, esta tarde, en la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en la Basílica de San Pedro, que concluyó con el tradicional himno de acción de gracias, Te deum. Un estupor ante el misterio de la Encarnación que lleva a la confianza y a la gratitud por Dios que se hizo hombre para habitar con nosotros y que se convirtió en el primogénito entre muchos hermanos, para conducirnos, “perdidos y dispersos, de vuelta a la casa del Padre”.

Porque sin el estupor, afirmó el Papa, no podríamos captar el centro del misterio del nacimiento de Cristo.

“No se puede celebrar la Navidad sin estupor. Pero un estupor que no se limite a una emoción superficial, ligada a la exterioridad de la fiesta, o peor aún a un arrebato consumista. Si la Navidad se reduce a esto, nada cambiará: mañana será igual que ayer, el próximo año será igual que el anterior, y así sucesivamente”.

 

María la más grande porque es la más humilde

El Santo Padre recordó que el estupor de María ante el misterio del nacimiento de Cristo – “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”-, no tiene rastros de “romanticismo, cursilería o espiritualismo”, porque la Madre, la primera y más grande testigo, la “más grande porque es la más humilde, nos devuelve a la realidad, a la verdad de la Navidad.

“El estupor cristiano no proviene de efectos especiales, de mundos fantásticos, sino del misterio de la realidad: ¡no hay nada más maravilloso y sorprendente que la realidad! Una flor, un pedazo de tierra, una historia de vida, un encuentro… El rostro arrugado de un anciano y el rostro recién florecido de un niño. Una madre sosteniendo y amamantando a su hijo. El misterio brilla ahí”.

 

El estupor de la Iglesia está lleno de gratitud

Francisco subrayó que “el estupor de María, el estupor de la Iglesia está lleno de gratitud”, porque al contemplar a su Hijo, la Madre siente “la cercanía de Dios”, que no ha abandonado a su pueblo, que es “Dios-con-nosotros”.

“Los problemas no han desaparecido, las dificultades y las preocupaciones no faltan, pero no estamos solos: el Padre «envió a su Hijo» para redimirnos de la esclavitud del pecado y devolvernos la dignidad de hijos. Él, el Unigénito, se convirtió en el primogénito entre muchos hermanos, para conducirnos a todos, perdidos y dispersos, de vuelta a la casa del Padre.”

Gracias a Dios prevalece la responsabilidad solidaria

La pandemia y sus consecuencias no podía dejar de estar presente en la homilía del Papa que, si bien reconoció que el impulso inicial en el mundo entero fue el de la solidaridad, también advirtió sobre el desconcierto generalizado que llevó por momentos a caer en la tentación del “sálvese quien pueda”. No obstante, el Santo Padre pidió dar “gracias a Dios” porque el mundo nuevamente ha reaccionado con un gran sentido de responsabilidad.

“En realidad, podemos y debemos decir «gracias a Dios», porque la elección de la responsabilidad solidaria no viene del mundo: viene de Dios; es más, viene de Jesucristo, que ha impreso de una vez por todas en nuestra historia el «rumbo» de su vocación original: ser todos hermanos y hermanas, hijos del único Padre”

 

 

La belleza de una ciudad no es “fachada” sino acogida

El Obispo de Roma tuvo palabras de aliento para la ciudad eterna, “maravillosa, que no deja de encantar”, con una historia y una cultura que hace que “todo el mundo se siente como en casa”, pero al mismo tiempo puso de relieve que es una ciudad “agotadora” y que a veces “descarta”. Una ciudad acogedora y fraternal -advirtió el Pontífice- no se reconoce por su ‘fachada’, por los buenos discursos, por los eventos rimbombantes, sino por su atención a los más frágiles y vulnerables, a las familias que sienten el peso de la crisis, a las personas con discapacidades graves y sus familias, a los que viven en las periferias, y a los que han caído en desgracia y necesitan ayuda y servicios sociales. De allí su invitación a los romanos y habitantes de Roma a que todo el mundo se sorprenda al descubrir en ella una belleza «coherente» y que inspire gratitud.

Confianza y esperanza

Al concluir su homilía, Francisco recordó que María nos muestra al Niño, nos llama a seguirlo con confianza porque «Él es el Camino”, porque “da plenitud al tiempo, da sentido a las acciones y a los días”.

“Tengamos confianza, en los momentos felices y en los dolorosos: la esperanza que Él nos da es la que no defrauda”.

 

 

 

¿Por qué llamar a María, Madre de Dios?

Si María dio a luz a Cristo, y Cristo es Dios, entonces María debe y con mayor razón puede ser llamada con derecho Madre de Dios

Nuestros hermanos protestantes encuentran dificultad para comprender cómo es que nosotros los católicos podemos llamar a María con el título de “Madre de Dios”. Pues cómo Dios, que es el creador de todo el universo, puede tener una madre. ¿Cómo debemos entender nosotros los católicos este título? Vamos a descubrirlo.

Nombrar a Nuestra Madre como la “Madre de Dios”, es ya una tradición bien conocida entre los fieles. En el Avemaría lo mencionamos frecuentemente al decir: “Santa María, Madre de Dios”, ruega por nosotros pecadores.

María es la Madre de Jesús, el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad y así lo constatan los Evangelios. De modo que con esto no queremos decir que María engendró a Dios Padre, sino a Cristo, el Hijo del Altísimo. El ángel Gabriel así se lo manifestó a nuestra Señora cuando le dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35).

 

María concibió en sus entrañas por obra del Espíritu Santo y dio a luz a su Hijo. Ese Primogénito es verdadero Dios y verdadero Hombre. Si María dio a luz a Cristo, y Cristo es Dios, entonces María debe y con mayor razón puede ser llamada con derecho Madre de Dios, quien con su sí, nos trajo al Emmanuel es decir: al “Dios con nosotros”.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: […] En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [Theotokos] (cf. Concilio de Éfeso, año 649: DS, 251) (CEC 495).

Es cierto que María sólo otorgó a Jesús su condición humana y no la divina. Pero también, es cierto que dio a luz a una persona divina. Y es que este niño, que es Cristo, fue procreado por el Padre en su forma divina y de María Virgen vino su humanidad. Es decir, Jesús en su persona divina existe desde toda la eternidad y obtiene su forma de naturaleza humana en el momento en que es concebido en el seno virginal de María.

Esta unión en Cristo de sus dos naturalezas (la divina y la humana) se conoce como “unión hipostática”. Por lo que el hecho de que María sea Madre de Dios avala que Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre.

 

Es en el Concilio de Éfeso que se llevó a cabo en el año 431, es en donde se proclamó de manera oficial este título a María como la Madre de Dios. Aquí un extracto de esa declaración:

“Desde un comienzo la Iglesia enseña que en Cristo hay una sola persona, la segunda persona de la Santísima Trinidad. María no es solo madre de la naturaleza, del cuerpo pero también de la persona quien es Dios desde toda la eternidad. Cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde toda la eternidad era Dios. Así como toda madre humana, no es solamente madre del cuerpo humano sino de la persona, así María dio a luz a una persona, Jesucristo, quien es ambos Dios y hombre, entonces Ella es la Madre de Dios”.

 

 

Año Nuevo en cristiano

En este primer día del Año Nuevo, ¿qué pienso que haría falta para que también fuese Feliz?

 

 

Es posible que muchas personas, en el ambiente de crisis en que estamos viviendo, diga este año con más intención: «Feliz salida y entrada de Año”.

En todo caso yo os invito, queridos amigos, a que nosotros busquemos el sentido cristiano de esta fiesta que, sin duda alguna, nos hará caminar hacia la felicidad y ser constructores de paz.

Es evidente que todo lo que supone de «fiesta» se debe a lo que hemos conseguido hasta este momento: un año que acaba, éxitos y superaciones de dificultades y problemas… En cristiano, lo hacemos, dando gracias a Dios.

 

Este día de año nuevo los cristianos comenzamos fijando la mirada en María. Esta fiesta rememora la declaración del Concilio de Éfeso, en el s. V. La solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primera fiesta mariana que podemos constatar en la Iglesia occidental. A la Virgen María la vemos como la primera creyente, la que siempre muestra y hace ver a Jesús. Hoy, ella nos lo muestra como el «Dios que salva”, y nos invita a tomar este camino que constantemente está empezando.

En este primer día del Año Nuevo, ¿qué pienso que haría falta para que también fuese «Feliz”? ¿Qué incertidumbres, preocupaciones, inquietudes… continúan? ¿Las medito en mi corazón, las llevo a la oración? Una semana después de Navidad, ¿sigo contemplando su Misterio, sigo meditando en mi corazón lo que significa para mí, para todos, el Nacimiento del Hijo de Dios?

María saca vida de lo cotidiano, descubre la presencia de Dios escondida en lo ordinario. Y dejando reposar los sucesos, al meditarlos, descubre las pistas de su salvación por las que el propio Dios nos conduce.

Que Santa María Madre de Dios y Madre nuestra, nos proteja en este año de gracia de la fe, para que descubriendo a su Hijo, nos identifiquemos con Él y obremos ya desde este momento no según la carne sino según el espíritu. Es mi deseo para este nuevo año que el Señor nos regala.

¡Les felicito a todos!

 

 

Un año nuevo

Se oye decir que el tiempo es oro, pero si hablamos con más propiedad, el tiempo es gloria

 

 

La división del tiempo, en años, meses y días, tiene algo de convencional. Hasta cierto punto nuestra vida es un continuo, sin que los momentos más significativos de nuestra existencia se ajusten, como por decreto, al ritmo del calendario. No obstante, el tiempo está ahí, marcando etapas, dividiendo lo que parece indivisible, haciéndose notar, dejando constancia de su paso, de su discurrir.

Un año nuevo puede ser enfocado de muchos modos. Puede ser «un año más». Puede ser, también, un año «nuevo», una posibilidad abierta, una página por escribir, una ventana abierta al futuro o a lo imprevisto.

 

Para los cristianos, los años y los días no están en manos de un oscuro azar ni de un implacable destino. Para los cristianos, Jesucristo es el Señor del tiempo. Él ha entrado, por la Encarnación, en el tiempo y el tiempo es, desde entonces, «tiempo del Señor». Así lo leemos en las diversas inscripciones: «Año del Señor». El año que empieza no será una excepción. Pase lo que pase en el discurrir de sus días será un «año del Señor», un año que no escapa, como ninguno de ellos lo hace, al cómputo de Dios.

Más allá de los minutos de nuestra vida, importa la calidad de nuestra vivencia del tiempo. «El tiempo es oro», se oye decir, pero, si hablamos con más propiedad, «el tiempo es gloria». Es decir, si vivimos cara a Dios, que es como hay que vivir, el tiempo es ocasión de crecer en amistad con Él. Nuestros días no son meramente etapas de un calendario, sino momentos de gracia, espacios que hemos de aprovechar para apurarlos cumplidamente, sabiendo que, al final de la jornada, lo que cuenta, lo que vale de verdad, es lo que hayamos hecho de cara a Dios.

Si para nosotros Jesucristo es el Señor del tiempo, nuestra mirada hacia el futuro ha de ser, necesariamente, una mirada de esperanza. La esperanza no consiste en creer, acaso ingenuamente, que todo saldrá bien. La esperanza es la confianza en Dios; es la certeza de que, suceda lo que suceda, estamos en manos de Dios.

Un cristiano jamás ha de contemplar con incertidumbre el futuro. Cada año que pasa es una ocasión nueva, una posibilidad nueva. Si sabemos aprovecharlo, cada año representa un nuevo regalo; una posibilidad abierta por la gracia. ¡Qué el Señor nos conceda vivir con esta certeza, y con esta esperanza, el año que comienza!

 

 

Santa María Madre de Dios, la fiesta más antigua de la Virgen

Los católicos de todo el mundo siempre han venerado a María como madre de Dios

 

 

María es la madre de Jesús, que es Dios, por lo que ella es la Madre de Dios. Esta es la fe que da origen a la celebración católica del primer día del año, la fiesta mariana más antigua de Occidente: María Madre de Dios.

La mujer escogida para traer a Jesús al mundo nació ya sin el pecado original y siendo muy joven fue avisada por un ángel, Gabriel, de esa gran misión que estaba llamada a realizar.

Te puede interesar:El día en que un ángel preguntó a una niña si quería ser madre de Dios

Al dar su sí al plan de Dios anunciado por el ángel, quedó embarazada con la única intervención del Espíritu Santo, permaneciendo virgen.

Te puede interesar:Única en la historia: hija de su hijo y madre virgen

Desde el principio el camino de dar a luz a Dios hecho hombre estuvo marcado por los problemas humanos, su espíritu humilde, servicial y dócil y la gracia divina.

Compañera de Jesús

El Evangelio de Lucas relata que durante la gestación de Jesús, María salió de su casa para visitar a su prima Isabel (también embarazada de Juan y de edad avanzada) y más tarde para acompañar a su esposo José a empadronarse en Belén.

Allí nació su hijo en circunstancias humanamente muy precarias. María convivió con Jesús en casa junto a José toda su infancia y juventud.

De la infancia del hijo de Dios, el Evangelio destaca que sus padres cumplieron las leyes judías (le circuncidaron, lo presentaron en el templo).

También que en una ocasión, cuando tenía 12 años, sus padres lo perdieron durante tres días en Jerusalén y después de buscarlo con angustia lo encontraron en el templo conversando con los maestros.

«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?», les respondió cuando le preguntaron. María conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

María siempre acompañó a su hijo, aunque más desde la distancia durante los tres años de vida pública de Jesús.

Él valoró, por encima incluso de que fuera su madre biológica, que ella cumpliera la voluntad de Dios.

María permaneció también a su lado durante su ejecución en la cruz. En aquel momento, Jesús se la entregó a su discípulo Juan (“He ahí a tu madre”, le dijo) y con él a todas las personas, haciéndola madre de todos.

Te puede interesar:¿Visitó Jesús a su madre después de resucitar? Responde Juan Pablo II

Hombres y mujeres con madre

Los católicos siempre han venerado a María como madre de Dios. En el año 431, Nestorio lo negó y los 200 obispos del mundo de aquel momento se reunieron en la ciudad donde María pasó sus últimos años, Éfeso y declararon:

“La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”.

Galería fotográfica

De hecho, el nombre que más usaban los cristianos para referirse a ella en Oriente y Occidente era “María,

Madre de Dios” (en griego, Theotokos: la que dio a luz a Dios).

Te puede interesar:¿Qué es el “Akathistos” a la Madre de Dios?

También hoy así la nombran con fe católicos de todo el mundo, y por eso la Iglesia empieza el año pidiendo su protección.

 

 

Aleteia, previsiones para el año 2022

¿Qué pasará el año 2022 que está ya aquí? Al respecto, recuerdo un encuentro que tuvo san Juan XXIII con periodistas, que dijo que le encantaba y le interesaban mucho las noticias escritas por periodistas de lo que había pasado, pero no se fiaba cuando hablaban del futuro.

 

 

Ciertamente el periodismo de principios de los años sesenta del siglo pasado, nada tiene que ver con el periodismo actual, pues los periodistas tienen –tenemos– acceso a una enorme cantidad de fuentes de información, en lo económico, lo político, lo social, lo religioso y el deporte.

Por eso, cuando me pongo a escribir sobre las previsiones del año 2022 no son fruto de otear el horizonte, sino a la lectura de estudios e informes (se han hecho muchos) que se han hecho sobre ese año, tanto los think-tank como las instituciones más importantes del mundo. No hay gobierno o entidad relevante que no tenga sobre su mesa hoy unas previsiones de cara al 2022.

Para hablar del 2022, en primer lugar cabe destacar que el 2021 terminó con un cúmulo de incertezas y debilidades, tanto económicas como políticas. El 2021, año que ha oscilado entre la pandemia y la recuperación económica, las diferencias sociales entre los países del mundo, y dentro de los países, han aumentado. O sea que los que tenían dinero tienen más y los que tenían poco tienen menos.

Se trata de un desnivel cada vez más fuerte entre países ricos y en desarrollo, entre personas adineradas y no adineradas. Este hecho debe de reflexionar a la comunidad mundial y escuchar un poco más a las voces más proféticas, como la del papa Francisco.

1.- La salud.- Después de dos años vividos en plena pandemia de la Covid-19, con más de 250 millones de afectados, se sigue investigando para encontrar mejores vacunas y remedios más drásticos contra el virus que sigue propagándose en distintas versiones o cepas. La industria farmacéutica y los distintos gobiernos e instituciones mundiales han destinado miles de millones de dólares.

Sin embargo, el gran esfuerzo dedicado el tratamiento de los enfermos de la Covid-19 ha causado dos problemas serios: el primero es el agotamiento del personal sanitario: médicos, enfermeras, auxiliares sanitarios y todo el personal de la sanidad; el segundo, es que el esfuerzo dedicado a la investigación de la Covid-19 ha reducido drásticamente el cuidado y la investigación en otras enfermedades muy comunes entre las personas. Un ejemplo es lo poco que se destina a la salud mental que tanto se ha deteriorado durante la pandemia.

2.- Crecimiento económico. A finales del 2021 se produjo una desaceleración económica, como consecuencia de la permanencia de obstáculos al crecimiento, como las materias primas, los precios de los transportes, los precios de la energía, la inflación, el coste del cambio climático y los cuellos de botella en los suministros.

La mayor preocupación cara al 2022 es la inflación ¿La inflación ha venido para quedarse? Eso dependerá de las políticas monetarias, fiscales y salariales que se adopten.

La previsión entre los economistas es que en 2022 no se superen los crecimientos que se registraron en el 2021. Es posible que la final de 2022 el crecimiento global del PIB ceda 1,5 o 2 puntos sobre el 2021. Lo positivo para el 2022 es la extensión de la vacuna contra la Covid-19 que se realizó en 2021.

En el caso de China, se prevé una desaceleración en 2022, a causa de sus esfuerzos (tolerancia cero para la Covid-19) para eliminar la pandemia y su política de no depender de las importaciones, junto a la fuerte crisis inmobiliaria.

La economía no tendrá para el 2022 el empuje que se esperaba, a causa de los riesgos que acechan.

3.- Crisis energética y de materias primas. La energía es un bien de primerísima necesidad, sobre todo para el funcionamiento de una economía industrializada y de servicios. Con el cambio climático se registran fuertes cambios tecnológicos al tener que cambiar energías contaminantes con energías netas. Tal es el caso, por ejemplo, de la industria del automóvil. Apunta esperanza en el desarrollo del hidrógeno verde de cara al 2022.

Los analistas aseguran que hay muchas dudas de que el precio de la energía se modere, se relaje.

Sin embargo, los altos precios del petróleo y del gas, sobre todo, ha hecho que muchas economías se dirigieran hacia el uso de la energía nuclear o del carbón, como es el caso de Alemania, de China e incluso de los Estados Unidos.

Y no solo hablemos de la energía, sino de otras materias primas como el cobre, el oro, el aceite, el azúcar, el trigo, el maíz, el café, el algodón, etc. Todos ellos mueven la economía.

Las energías alternativas, las que no ensucian la atmósfera, crecen demasiado lentamente, por diversos motivos. Son energías que dependen del factor clima, como por ejemplo la energía eólica, la fotovoltaica o solar y la hidráulica. La eólica depende del viento si sopla mucho o poco, la solar depende si donde están instalados los paneles hay más o menos luz del sol; la hidráulica si la pluviosidad y la cantidad de nieve caída es alta o estamos ante una sequía. Por esta razón nadie pronostica “cero emisiones” para el año 2040 y en 2022 no parece que se avanzará mucho.

Para el 2022 se celebrará en Egipto la Cumbre del Clima, con la esperanza de que se avance más que en la cumbre de Glasgow de 2021.

4.- ¿Habrá crisis monetarias? Un factor que tienen en cuenta los bancos centrales, desde el Fondo Monetario, a la Reserva Federal de los Estados Unidos, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón y el Banco Central de China, es la marcha de la inflación, las ayudas recibidas por la fuerte crisis de la Covid-19, lo que ha comportado un fuerte incremento de la deuda. Se trata ahora de conjugar el crecimiento económico con la bajada de los precios.

Los bancos centrales han anunciado ya la retirada de los estímulos como la compra de bonos, y, algunos, como la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra han anunciado ya una subida del precio del dinero, lo que hará probablemente el Banco Central Europeo en 2023 de cara a frenar los efectos inflacionistas.

5.- Los principales eventos electorales del año 2022 son analizados con lupa en las cancillerías de todo el mundo.

En 2022 habrá 15 convocatorias electorales, algunas de ellas de gran importancia.

En Norteamérica, estarán las elecciones de medio mandato de los Estados Unidos, donde Joe Biden se juega perder la mayoría en el Congreso y el Senado, lo que sería un gran hándicap para su política.

En América Latina, las elecciones tendrán un gran peso: serán las de Brasil (sobre la continuidad del presidente Bolsonaro) y las de Colombia. En este país habrá una multiplicidad de candidatos y donde la izquierda nunca ha ganado y el gobierno actual va mal en las encuestas.

En Asia habrá elecciones presidenciales en Corea del Sur (9 de marzo) y Filipinas. En Corea del Sur el Partido Demócrata del presidente Moon Jae-in se presenta débil (el presidente no va a la reelección) a causa de los escándalos sexuales, y la especulación inmobiliaria. La cuestión está, en Corea del Sur, si tensar más la línea dura contra China y Corea del Norte.

En Filipinas no se presenta Rodrigo Duterte, pero apoyará la alianza de su hija Sara con Ferdinand Marcos Jr., hijo del presidente fallecido. Su situación estratégica es importante de cara a las relaciones USA-China.

En Australia, las elecciones federales tienen un significado geoestratégico, porque Australia se ha colocado como aliado junto a Estados Unidos y Gran Bretaña en el sur del Pacífico, para hacer frente a China y sus aliados.

En Europa celebrarán elecciones presidenciales Francia, Hungría, Irlanda del Norte (con el bréxit como tema clave) y Suecia.

Sin duda las más importantes son las presidenciales francesas, donde Emmanuel Macron, que no tiene demasiada popularidad tendrá enfrente a dos partidos de extrema derecha: el de Marine Le Pen y el recién llegado a la política, Éric Zemmour. No se espera que gane la extrema derecha que presentan programas extremos, tanto las políticas institucionales, como en su relación con la Unión Europea.

Entre los países del norte de África y sur del Mediterráneo estarán las elecciones de Libia, Líbano y Túnez, países donde los equilibrios internos e internacionales. También, en África, habrá elecciones presidenciales en Kenia con su influencia en los países del cuerno de África

6.- La geopolítica en el mundo gira en torno a las tensiones entre las tres grandes potencias de hoy: Estados Unidos, China y Rusia. El centro de interés está en el océano Pacífico, donde las potencias de Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Australia compiten con China, no solo para las rutas comerciales, sino sobre todo pensando en la isla de Formosa que China acosa cada vez más con el fin de anexionarla. Están también archipiélagos o islas que disputan las potencias. Rusia, que tiene su ventana en el Pacífico a través de Vladivostok, pugna por mantener las islas Kuriles, anexionadas durante la segunda Guerra Mundial cuando pertenecían a Japón.

En Europa, existe la presión de Rusia sobre Ucrania, al situar a unos 100.000 hombres cerca de la frontera del nordeste. Estados Unidos ya ha dicho que si Rusia invade Ucrania las represalias económicas serán tremendas. Rusia ya se anexionó la península de Crimea que pertenecía a Ucrania y mantiene un frente bélico en la región nordeste ucraniana, del Donbás, que se quiere anexionar. Para Putin Ucrania es la niña de sus ojos.

Clave puede ser la entrevista que el próximo 10 de enero mantendrán, en Ginebras, los dos presidentes, Joe Biden y Vladimir Putin, a petición de este último. El día 30 hablaron largamente por teléfono, y Putin dijo que rechaza cualquier tipo de acercamiento de Ucrania a la OTAN. Las espadas están en alto.

 

 

Ángelus del Papa: «En nuestra debilidad, sentimos a Dios más cerca»

«Cuando experimentamos nuestra debilidad y fragilidad, es cuando podemos sentir a Dios aún más cerca, porque se nos ha presentado así, débil y frágil». Fueron las palabras del Papa Francisco a la hora del rezo del Ángelus, en el primer día del nuevo año 2022. El Pontífice recordó que Jesús, «nace pequeño y necesitado para que nadie deba avergonzarse jamás de sí mismo” e invitó a todos a vivir en fraternidad y trabajar en la construcción de la paz mundial.

 

 

Tras haber celebrado la primera Misa del Año 2022, el sábado 1 de enero, solemnidad de María Santísima, Madre de Dios; el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus junto a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Reflexionado sobre el Evangelio de la liturgia de hoy que habla de la Virgen, «remitiéndonos nuevamente al encanto del pesebre», el Santo Padre destacó que María, tras el nacimiento del Hijo de Dios, «no se lo guarda para ella misma, sino que nos lo presenta» y deja que los pastores que van sin demora hacia la gruta, puedan adorarlo:

«Lo deposita para invitarnos a mirarlo, a acogerlo y a adorarlo. He aquí la maternidad de María: el Hijo que ha nacido nos lo ofrece a todos nosotros», añadió el Pontífice subrayando que al colocarlo ante nuestros ojos, «sin decir ninguna palabra», nos da un mensaje estupendo:

“Dios está cerca, a nuestro alcance. No viene con el poder de quien quiere ser temido, sino con la fragilidad de quien pide ser amado; no nos juzga desde lo alto de un trono, sino que nos mira desde abajo como a un hermano, más aún, como un hijo. Nace pequeño y necesitado para que nadie deba avergonzarse jamás de sí mismo”

Para Francisco, precisamente cuando experimentamos nuestra debilidad y fragilidad, es cuando podemos sentir a Dios aún más cerca, «porque se nos ha presentado así, débil y frágil».

«Es el Dios-niño que nace para no excluir a nadie. Para hacer que nos convirtamos todos en hermanos y hermanas».

Por ello, el Papa indicó que el nuevo año empieza con Dios que, en los brazos de su Madre y acostado en un pesebre, nos anima con ternura:

“Tenemos necesidad de este aliciente. Vivimos aún tiempos inciertos y difíciles a causa de la pandemia. Son muchos los que están atemorizados por el futuro y agobiados por las situaciones sociales, los problemas personales, los peligros que provienen de la crisis ecológica, de las injusticias y de los desequilibrios económicos planetarios”

Mirando a María con su Hijo en brazos, pienso en las jóvenes madres y en sus hijos que huyen de las guerras y de las carestías o que esperan en los campos de refugiados. Y contemplando a María que coloca a Jesús en el pesebre, poniéndolo a disposición de todos, recordamos que el mundo cambia y la vida de todos mejora sólo si nos ponemos a disposición de los demás, sin esperar que sean ellos los que comiencen. Si nos convertimos en artesanos de la fraternidad, podremos tejer los hilos de un mundo lacerado por guerras y violencias.

 

 

Hoy se celebra el Día Mundial de la Paz. La paz «es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido» (Mensaje para la LV Jornada Mundial de la Paz, 1). Don de lo alto: debe ser implorada por Jesús, porque solos no somos capaces de custodiarla. Sólo podemos construir verdaderamente la paz si la tenemos en nuestro corazón, sólo si la recibimos del Príncipe de la paz. Pero la paz es también nuestro compromiso: nos pide dar el primer paso, nos pide gestos concretos. Se construye con la atención a los últimos, con la promoción de la justicia, con el valor del perdón, que apaga el fuego del odio. Y también necesita una mirada positiva: que siempre se mire – en la Iglesia como en la sociedad – no el mal que nos divide, sino ¡el bien que puede unirnos! No sirve abatirse y quejarse, sino arremangarse para construir la paz. Que la Madre de Dios, Reina de la paz, al comienzo de este año obtenga la concordia para nuestros corazones y para el mundo entero.

Inmaculada Concepción significa, queridas hermanas y hermanos, completamente limpia desde el principio de todo de la vida, sin haber cometido ninguna falta ni tener la posibilidad de cometer y eso es una circunstancia que la Virgen sólo comparte, ella y ningún otro ser humano, con Jesucristo. Por esa cualidad tan especial, Dios la preparó para su vocación, para la llamada que le haría y que hemos leído en el Evangelio a ser la Madre de Jesucristo. Al poner juntas la solemnidad de hoy y la vocación podemos también hacer una lectura existencial de lo que le ocurrió y que nos afecte a todos. Porque a pesar de las diferencias entre nosotros y ella, todos tenemos o tendremos una vocación, una llamada de Dios a hacer algo en la vida. Y sobre este punto quisiera compartir algunas ideas.

 

La primera nos dice que, a pesar de la dificultad recurrente de nuestra fe en creerlo, Dios es capaz de comunicarse con nosotros. Esta idea tan simple es la base de la primera lectura y del evangelio que hemos leído. Dios quería decir algo a Eva y quería decir algo a María. Una de las formas que las tradiciones judías y cristianas tienen de representar este mensaje de Dios a los hombres y mujeres son los ángeles, como hemos leído en el Evangelio. También encontramos otras formas de cómo Dios se comunica: por ejemplo en la primera lectura sale a hablar ya preguntar directamente a Adán ya Eva, les pregunta: ¿Dónde estás? ¿Qué has hecho? En otros pasajes Dios habla utilizando experiencias interiores, el silencio, la luz… La situación más normal en nuestra vida no es que se nos aparezcan ángeles con un mensaje muy claro o que oigamos a Dios hablarnos y haciéndonos preguntas, si no que normalmente debemos buscar la voluntad de Dios en nuestra realidad de cada día, en lo que nos dicen los padres o los maestros, los amigos, los hermanos de comunidad, algún maestro o director espiritual, también en las cosas que ocurren a nuestro alrededor, en las necesidades que vemos que existen. Sea como fuere, lo que quiero decir es que podemos comprender de muchas formas diferentes qué quiere Dios de nosotros. Esta voluntad de Dios será distinta también en las etapas de la vida. ¡Qué diferente por María la voluntad de Dios en el momento de la anunciación o al pie de la Cruz! Pero siempre fue fidelidad a Jesucristo. También una misma llamada puede tomar en nuestras vidas momentos muy distintos. Se lo puedo decir por experiencia. El Evangelio de hoy nos habla, en primer lugar, sobre todo la posibilidad real de una vocación.

 

La segunda idea de hoy es la de la preparación para hacer lo que nos piden. Las vocaciones nunca pueden venir si no existen las posibilidades de desarrollarlas. Dios no juega con nosotros. Dios no pide lo imposible. En el caso de la Virgen María, esta preparación fue toda una disposición personal dada gratuitamente para poder recibir el misterio de la encarnación de Jesucristo. Y para ella fue inesperada, incierta, con horizontes insospechados en el momento de producirse. Pero ciertamente estaba preparada, Pre Parata, es decir dispuesta a la avanzada para cumplir su llamada. ¿Y nosotros? Nosotros deberíamos tener también la confianza en que Dios nos dará los medios para cumplir las vocaciones que vamos a recibir. En la mayoría de los casos nuestras capacidades ya serán un punto de partida: todo lo que somos es don de Dios y por tanto todo lo que nos proponemos en la vida lo hacemos a partir de lo que somos, y reconocerlo debería ser el primer paso para averiguar qué quiere Dios de nosotros. Creo que ésta fue la actitud de la Virgen, a pesar del miedo, la duda, la sensación también a menudo tan nuestra de no ser capaces de hacer lo que nos piden. Pero es todo lo contrario. Si es de Dios podremos hacerlo. ¿Fácil? No. Como no lo fue por Santa María, ni lo fue especialmente por Jesús, pero su fidelidad demostró que Dios nunca se equivocaba.

Todavía existe una tercera idea en este evangelio. A María no le preguntaron explícitamente si aceptaba o no esa situación de ser Madre de Dios. Pero, en cambio, el relato nos reporta su actitud de aceptarlo. Las más que célebres frases: Soy la sierva del Señor, que haga en mí según tu Palabra, nos ayudan a entender que nosotros y nuestra actitud ante lo que nos pide Dios serán muy importantes. La respuesta de María, paradigma de toda la disponibilidad cristiana en ponerse en el camino del evangelio y de la obediencia interior a Dios, será siempre el ejemplo de la respuesta auténtica, aunque a veces no seamos plenamente conscientes de hasta dónde nos puede llevar. Y después de esto el ángel se retiró, como confirmando que ya no era necesario, que el mensaje se había entendido.

 

En el fondo, la solemnidad de hoy, nos recuerda que Dios pide nuestra colaboración en su proyecto por la humanidad que es el de que todo el mundo viva y se salve.

Desde tantos lugares y desde tantas capacidades personales, podemos y debemos trabajar para conseguir que todo el mundo viva y se salve. Pensamos si no en la amenaza a la vida, a la integridad, a la salud de tantas personas. Pensamos en un mundo que se ha cerrado sobre un cierto egoísmo a causa de la Covid, pensamos en tantos países que se llaman de tradición cristiana y parecemos tan indiferentes a la situación de la salud por los más pobres, tal y como insistentemente denuncia el Papa Francisco .. Suerte que Dios es perseverante, insistente en sus llamamientos y firme en su plan salvador que continúa hasta cuando miramos hacia otro lado.

Que nos sirva esta celebración para disponernos a cumplir siempre con la voluntad de Dios.