Luke 21:1-4

Amigos, el Evangelio de hoy nos habla de la viuda pobre que dio su último centavo al tesoro del Templo. Su comportamiento nos tiene que hacer pensar sobre nuestra posesividad por las cosas. ¿Qué nos decimos a nosotros mismos todo el tiempo? Que no estamos contentos porque no tenemos todas las cosas que deberíamos tener o que queremos tener. Lo que sigue después de esto es una vida que se convierte en una búsqueda constante por obtener, adquirir, y alcanzar posesiones.

¿Recuerdas la parábola del hombre rico tonto? Cuando sus graneros se habían llenado con todas sus pertenencias, decidió derribarlos y construir otros más grandes. ¿Por qué es un tonto? Porque (y quiero que lo repitas para ti mismo mientras lo digo) tiene todo lo que necesita en ese momento para ser feliz.

Lo que nos hace feliz siempre está frente a nosotros porque es el amor. El amor desea el bien del otro y nos abre al mundo que nos rodea. El amor no es un sentimiento. Es un acto de voluntad. Es un gran acto de despojo. 

Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe en Él, en su amor que nos acoge y nos une entre nosotros, en el Espíritu Santo.

Todos aquellos que acogen la palabra de Jesús son hijos de Dios y hermanos entre ellos. Acoger la palabra de Jesús nos hace hermanos entre nosotros y nos hace ser la familia de Jesús… Aquella respuesta de Jesús no es una falta de respeto por su madre y sus familiares. Más bien, para María es el mayor reconocimiento, porque precisamente ella es la perfecta discípula que ha obedecido en todo a la voluntad de Dios. Que nos ayude la Virgen Madre a vivir siempre en comunión con Jesús, reconociendo la obra del Espíritu Santo que actúa en Él y en la Iglesia, regenerando el mundo a una vida nueva. (Angelus, 10 junio 2018)

Intentaremos releer las lecturas que nos presenta la liturgia de hoy, festividad de la presentación de María en el Templo, festividad que narra el protoevangelio de Santiago del primer siglo, desde la entrañable figura de María. Este fragmento del Apocalipsis nos presenta al Cordero, Jesús, en la nueva Sión, acompañado por los elegidos marcados con el nombre del Padre y del Cordero. Frente a los marcados por el signo del maligno, 666, de los dos anteriores capítulos de este libro, estos simbólicos 144 mil, son la primicia de los elegidos de Dios que disfrutan de la música y del concierto majestuoso del elegido de Dios. Juan presenta el destino de los fieles de Yahvé con esta grandilocuente, plástica e idílica imagen. Una sinfonía de naturaleza, arpas y coros que embargan totalmente al vidente. La nueva Sión que promete Jesús a los irreprochables ante Dios, es de otra dimensión para los que siguen al Cordero. Y María es la primera elegida. Y María nos marca el camino: sencillez, humildad, acogida de la palabra de Dios, servicio, atención. Esta fiesta destaca fundamentalmente la plena dedicación de María a las cosas del Señor desde su tierna infancia. María vive constantemente en la presencia y adoración a Dios. Una disposición que le lleva a acoger sus planes salvíficos no solo sin oposición, sino cooperando y haciéndose presente en las actuaciones salvíficas de su Hijo. Nosotros la invocamos y la veneramos como Templo del Señor, camino de salvación, Madre de Jesús y madre nuestra. Y proclamamos con el Magnificat de María nuestro canto de alabanza a Dios desde nuestra pequeñez y buena voluntad

Dios que ve lo escondido nos recompensará

En este evangelio Lucas nos cuenta una anécdota de Jesús en el Templo. La pobre viuda que echa en el cepillo dos reales. Y Jesús reconoce que es el mayor donativo que recoge el cepillo, siendo notablemente menos cuantioso, porque otros echan de lo que les sobra y ella, que pasa necesidad, echa lo que necesita para vivir.

Jesús, con ese hecho que narra el evangelio de Lucas, nos plantea una serie de interrogantes cruciales para nuestra vida. No basta con quedarse en “qué admirable era la viuda aquella” o “qué buena mujer y qué valiente, darlo todo». El evangelio hay que interiorizarlo, escuchar la palabra que nos es dirigida a cada uno de nosotros y responderla. Dice Jesús que aquella mujer pasaba necesidad. Jesús percibe la situación lastimosa de la mujer, sintoniza con ella. Siente que tiene una vida difícil. No es nuestro caso, en general, pero ¿somos capaces de sintonizar con los apuros de nuestros prójimos, como lo siente Jesús?

La segunda cuestión que nos plantea la necesidad de esta viuda reclama nuestro pensamiento en el estilo de vida, de necesidades y lujos de los que nos rodeamos. La sociedad nos lleva a una vida de consumos y apariencias, cuando la realidad de tanta pobreza en nuestro mundo nos obligaría a una vida digna pero austera, una sensibilidad ecológica y solidaria, comprometida con la igualdad y el respeto por los pobres y perjudicados del planeta.

Otra tercera cuestión, más personal y directa, sería el compromiso en la búsqueda de soluciones para los que pasan necesidad y sufren las diferencias enormes entre los pueblos. Sentir que Dios nos hace hermanos y nos vincula a todos en esa nueva creación, nos llama a la Sión definitiva, supone que nuestro estilo de vida en este mundo debe ser “irreprochable” que dice el Apocalipsis, es decir, vivir en la misericordia, la dignidad, la libertad y el amor, siendo un canto de salvación y de paz con nuestros semejantes.

Hagamos del Magnificat nuestro canto de alabanza y compromiso con la construcción del Reino de Dios.

Presentación de Nuestra Señora al Templo

Fiesta litúrgica, 21 de noviembre

Memoria de la Presentación de santa María Virgen. Al día siguiente de la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva, construida junto al muro del antiguo templo de Jerusalén, se celebra la dedicación que de sí misma hizo a Dios la futura Madre del Señor, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su Concepción Inmaculada.

La memoria de la Presentación de la Santísima Virgen María, tiene una gran importancia, porque en ella se conmemora uno de los “misterios” de la vida de quien fue elegida por Dios como Madre de su Hijo y como Madre de la Iglesia. En esta “Presentación” de María se alude también a la “presentación” de Cristo y de todos nosotros al Padre.

Por otra parte, constituye un gesto concreto de ecumenismo con nuestros hermanos de Oriente. Esto se puede apreciar en el comentario de la Liturgia de las Horas que dice: “En este día, en que se recuerda la dedicación de la iglesia de Santa María la Nueva, construida cerca del templo de Jerusalén en el año 543, celebramos junto con los cristianos de la Iglesia oriental, la “dedicación” que María hizo de sí misma a Dios desde la infancia, movida por el Espíritu Santo, de cuya gracia estaba llena desde su concepción inmaculada”.

El hecho de la presentación de María en el templo no lo narra ningún texto de la Sagrada Escritura; de él, sin embargo, hablan abundantemente y con muchos detalles algunos escritos apócrifos. María, según la promesa hecha por sus padres, fue llevada al templo a los tres años, en compañía de un gran número de niñas hebreas que llevaban antorchas encendidas, con la participación de las autoridades de Jerusalén y entre el canto de los ángeles. Para subir al templo había quince gradas, que María caminó sola a pesar de ser tan pequeña. Los apócrifos dicen también que en el templo María se nutría con un alimento especial que le llevaban los ángeles, y que ella no vivía con las otras niñas sino en el “Sancta Sanctorum”, al cual tenía acceso el Sumo Sacerdote sólo una vez al año.

La realidad de la presentación de María debió ser mucho más modesta y al mismo tiempo más gloriosa. Por medio de este servicio a Dios en el templo, María preparó su cuerpo, y sobre todo su alma, para recibir al Hijo de Dios, viviendo en sí misma la palabra de Cristo: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la practican”.

Poner en las manos de Dios las dos moneditas

Santo Evangelio según san Lucas 21, 1-4. Lunes XXXIV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, te pido que entres en mi corazón. Te dejo las puertas de mi corazón abiertas. Hoy quiero vivir cumpliendo tu voluntad. «Hágase en mí según tu palabra». Así como dijo María cuando le encomendaste una gran misión, así hoy te renuevo mi total disponibilidad. Estoy aquí delante de ti, con corazón abierto. Llévame donde Tú quieras. Pongo en tus manos toda mi vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 1-4

En aquel tiempo, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en las alcancías del templo. Vio también a una viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: «Yo les aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Hoy vemos en el corazón de Jesús la admiración. Podemos adentrarnos en sus sentimientos y contemplar algo realmente conmovedor. Podemos meternos en el Evangelio y contemplar la escena. Esa pobre anciana que deja todo, absolutamente todo al Señor. Imaginemos por un momento que tenemos que dar todo nuestro dinero a una persona pobre ¿Lo haríamos? Es algo muy fuerte. Puede pasar que es difícil pensar en esta situación, pero es una escena muy fuerte. Lo ha dado todo esta pobre viuda.

Y es verdad que tal vez el Señor no nos pide dar todo nuestro dinero, pero nos pide algo más. Nos pide darle nuestra vida. A la virgen María le pidió toda la vida, y su vida fue un continuo renovar ese primer «hágase». Cuando nadie los había recibido en Belén y su hijo tuvo que nacer entre la suciedad de un establo repitió ese sí.

Cuando tuvo que salir en medio de la noche hacia Egipto dijo sí. Cuando vivió en la cotidianeidad de Nazaret sin ver ningún milagro repitió su sí. Cuando escuchó las críticas contra su hijo dijo sí. Y al final, al pie de la cruz, cuando su corazón estaba traspasado por la espada del dolor, al ver a su hijo, dijo sí.

Toda su vida fue un poner en las manos de Dios esas dos moneditas. Fue ponerle toda su vida. En cada momento. Sin mirar atrás, sin querer una recompensa, simple y sencillamente cumpliendo la voluntad de Dios segundo a segundo.

«He aquí la sorprendente grandeza de Dios, un Dios lleno de sorpresas y que ama las sorpresas: nunca perdamos el deseo y la confianza en las sorpresas de Dios. Nos hará bien recordar que somos, siempre y ante todo, hijos suyos: no dueños de la vida, sino hijos del Padre; no adultos autónomos y autosuficientes, sino niños que necesitan ser siempre llevados en brazos, recibir amor y perdón. Dichosa las comunidades cristianas que viven esta genuina sencillez evangélica. Pobres de recursos, pero ricas de Dios. Dichosos los pastores que no se apuntan a la lógica del éxito mundano, sino que siguen la ley del amor: la acogida, la escucha y el servicio».

(Homilía de S.S. Francisco, 1 de octubre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Jesús, te ofrezco vivir el día de hoy poniendo todo mi esfuerzo y dedicación en lo que tengo qué hacer. Si algo me cuesta lo haré con alegría y si me siento cansado, seré más generoso.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

No hay razón para la desesperación

La paz nos espera en el servicio del Dios que nos hizo

Muchas mentes consideran nuestro mundo moderno como desesperanzado. Es, de hecho, como si fuera un eterno y horrible Viernes Santo, donde todo lo divino parece haber sido derrotado. Nunca antes el futuro se sentía tan impredecible como hoy. La humanidad parece estar en una especie de estado de viudez, en la que una desoladora sensación lo hubiera borrado todo, como quien emprendió el viaje de la vida en camaradería íntima con otra, y de repente se quedó sin ese compañero para siempre.

Hay guerras y rumores de guerras. La economía es un gran lío. El comunismo está robándoles las almas a los hombres y una falsa educación les está robando su fe.

Las vidas de las personas se han vuelto blandas debido a la frivolidad, y están mal preparadas para los rigores de una vida disciplinada. Las trivialidades abundan en los labios y los deseos no realizados amargan los corazones. En todas partes hay confusión, desesperanza y desesperación.

Y sin embargo, no es necesario que exista tanta desesperanza y desesperación. El mundo era un lugar de desesperanza cuando crucificó a su Salvador; Y sin embargo con todo su paganismo y nacionalismo surgió la novedad y la frescura de la vida cristiana y la civilización. El milagro de la Resurrección puede volver a suceder.

El mundo puede resurgir nuevamente

El mundo puede levantarse una vez más tal como lo hizo antes, al menos una docena de veces desde el advenimiento del cristianismo. Pero no tengamos falsas ilusiones. No resurgirá a la paz y a la felicidad solo a través de enmiendas económicas y políticas; solo resurgirá mediante la regeneración espiritual de los corazones y de las almas de los hombres.

La Resurrección de Nuestro Señor no fue la continuación de una vieja vida, fue el comienzo de una nueva vida. Fue la lección de la Navidad otra vez, es decir, el mundo no será salvado mediante una recuperación social, sino por el renacimiento, el renacimiento de la muerte por el poder de la Divinidad en Cristo.

No debemos reconstruir nuestra vida antigua; debemos elevarnos a una nueva vida. Debe haber una nueva energía introducida desde afuera. Cristo resucitó de entre los muertos por el Poder de Dios. Es inútil que intentemos elevarnos por cualquier otro poder. El Salvador Resucitado ha dado esta vida y poder a su Cuerpo Místico, la Iglesia. Su verdad viene a nosotros a través de su vicario; su vida viene a nosotros a través de los sacramentos; su autoridad viene a nosotros a través del episcopado. Pero aquí está la piedra de tropiezo del mundo. Se puede admitir que por el poder de Dios, Cristo resucitó de la tumba, pero no se puede admitir que el poder de Cristo Resucitado continúa más allá de la tumba. El mundo ve a la Iglesia en su lado humano, compuesto por criaturas débiles y frágiles y, por lo tanto, son cosas que deben ser ignoradas. Cometen el mismo error que María Magdalena hizo la primera mañana de Pascua. Ella confundió al Salvador Resucitado con el jardinero; es decir, lo tomó como una cosa humana.

La solución es divina

El mundo también ve a Cristo resucitado en su Cuerpo Místico, la Iglesia, pero lo toma como el jardinero, algo humano y no divino. Su divinidad está allí, como lo estaba en el Jardín de la primera pascua y solo esa misma divinidad puede dar esperanza a un mundo sin esperanza. Podemos alcanzar nuestra paz no si buscamos lo político y lo económico, sino la nueva vida del Reino de Dios. Pues tal es el mensaje del día de Pascua, la resurrección de los muertos, y el triunfo de los derrotados, el hallazgo de los perdidos; la primavera de la tierra, el despertar de la vida, la trompeta de la resurrección que sopla sobre la tierra de los vivos.

Para todas las almas, el mensaje de Pascua resuena diciendo que no hay razón para la desesperación. La Resurrección fue anunciada a Magdalena, un alma una vez como la nuestra. La paz nos espera en el servicio del Dios que nos hizo. No importa cuán desesperadas las cosas parecen estar, todavía hay esperanza, porque Cristo es la Resurrección y la Vida. El que puede hacer copos de nieve con gotas sucias de agua, diamantes de carbón y santos de una Magdalena, también puede hacernos victoriosos si lo confesamos en su vida terrenal y mística como Cristo, el Hijo del Dios Viviente.

La Presentación de la Virgen María, una fiesta milenaria

Los católicos y los ortodoxos celebran desde hace siglos la consagración a Dios de la madre de Jesús

El 21 de noviembre se celebra la Dedicación, en el año 543, de la iglesia de santa María la Nueva, en Jerusalén. Es una referencia a la «dedicación» que la Virgen María hizo de Sí misma a Dios.

Nuestra Señora es la Inmaculada Concepción, nacida sin pecado original, pero se sometió al cumplimiento de la Ley.

Y fue presentada en el templo para seguir el rito de purificación judío, aunque ella no lo necesitaba.

Es una fiesta que celebran la Iglesia católica y la ortodoxa.

Oración

Oh Dios, que quisiste que en este día fuese presentada en el templo la Virgen María, hogar del Espíritu Santo:

te pedimos que con su ayuda podamos también nosotros ser presentados en el templo de tu gloria.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Amén.

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