Sabemos por la historia de las revelaciones privadas aprobadas que Nuestro Señor y Nuestra Señora intervienen de manera especial en tiempos de crisis eclesial, mundanalidad, tibieza, infelicidad, confusión intelectual o angustia espiritual. Nos hablan de verdades que se han oscurecido, descuidado o contradicho, nos instruyen en actitudes, virtudes y prácticas que son olvidadas, despreciadas, mal entendidas o pobremente cultivadas. Son maestros amables y guías firmes, infalibles en Su diagnóstico, inequívocos en Sus consejos. En el corazón de nuestra situación, en nuestros peregrinajes como peregrinos al Infinito y en los callejones sin salida a los que ha llegado nuestra sociedad y nuestra cultura, el Señor Jesús y Su Santísima Madre nos traen Su atención celestial, el brillo purificador de Su mirada, la profundidad inagotable de Su sabiduría y el ardor de Su caridad. No desean dejarnos huérfanos en nuestra época, por lo que nos dirigen un mensaje que, sin añadir ni quitar el contenido establecido de la revelación pública, nos trae una nueva luz y realce sobre las verdades antiguas y el camino de la santidad.
Las páginas de In Sinu Jesu brillan con una luminosidad intensa y un fervor reconfortante, ya que abarcan y se sumergen profundamente en tantos aspectos fundamentales de la vida espiritual: amar y ser amados por Dios; la práctica de la oración en todas sus dimensiones; el poder único de la adoración; la entrega confiada a la Divina Providencia; el homenaje al silencio; la dignidad de la oración litúrgica y los sacramentos; el misterio del Santo Sacrificio de la misa; la identidad sacerdotal y la fecundidad apostólica; el papel de la Santísima Virgen María y de los santos en nuestras vidas; el pecado, la herida, la misericordia, la sanación y la purificación; el anhelo por el Cielo, y la ansiada renovación de la Iglesia Católica en la tierra. Se presentan tantas verdades consoladoras y desafiantes de las cuales nuestra época está en extrema necesidad, invitando a la respuesta de nuestros corazones, llamándonos a la conversión e impulsándonos a una nueva forma de vida.
St. Irenaeus
Matthew 7:15-20
En el Evangelio de hoy Jesús nos dice que al árbol se lo conoce por sus frutos. En el quinto capítulo de la Epístola a los Gálatas, San Pablo habla sobre esto de modo muy específico. Nos dice que los frutos del Espíritu Santo son “amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia”, indicando que la presencia del Espíritu en la vida de uno puede verse cuando irradia estas cualidades que expanden el alma.
Los “frutos del Espíritu Santo” en San Pablo son signos de una magna anima (gran alma) que se expande mirando al mundo que la rodea, y contrasta con la pusilla anima (el alma estrecha) del pecador. El amor es querer el bien del otro por el otro mismo; y la alegría se difunde por sí misma; la paciencia soporta lo problemático; la bondad hace al otro amable; la temperancia restringe los estragos que el ego puede causar; etc.
¿Cuándo está presente el Espíritu? Cuando estos atributos se despiertan y mantienen; y es cuando nuestras almas se hacen grandes.
Esta es la clave para reconocer a los falsos profetas: «Por sus frutos los conoceréis». Es decir, «por su actitud: muchas palabras, hablan, hacen prodigios, hacen cosas grandes, pero no tienen el corazón abierto para escuchar la Palabra de Dios, tienen miedo del silencio de la Palabra de Dios». Son estos «los pseudocristianos, los pseudopastores», que «hacen cosas buenas», pero «les falta la roca» Existen «tres palabras clave para entender esto: hablar, hacer y escuchar». «Uno que solamente habla y hace no es un verdadero profeta, no es un verdadero cristiano, y al final se derrumbará todo», porque «no está sobre la roca del amor de Dios, no está “cimentado en roca”». En cambio, «uno que sabe escuchar y tras escuchar hace, con la fuerza de la palabra de otro, no de la suya», este «permanece firme como la roca: aunque sea una persona humilde, que no parece importante», es grande. Y «¡cuántos de estos grandes hay en la Iglesia!» «¡Cuántos obispos grandes, ¡cuántos sacerdotes grandes, ¡cuántos fieles grandes hay que saben escuchar y tras escuchar hacen!». (Homilía Santa Marta, 25 junio 2015)
Ireneo de Lyon, Santo
Obispo y Mártir, 28 de junio
Martirologio Romano: Memoria de san Ireneo, obispo, que, como atestigua san Jerónimo, de niño fue discípulo de san Policarpo de Esmirna y custodió con fidelidad la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado presbítero en Lyon, fue el sucesor del obispo san Potino y, según cuenta la tradición, murió coronado por un glorioso martirio. Debatió en muchas ocasiones acerca del respeto a la tradición apostólica y, en defensa de la fe católica, publicó un célebre tratado contra la herejía. († c.202)
Breve Biografía
Pacificador de nombre y de hecho (el nombre “Ireneo” en griego quiere decir pacífico y pacificador), san Ireneo fue presentado al Papa por los cristianos de la Galia con palabras de grande elogio: “Guardián del testamento de Cristo”. En Roma honró su nombre sugiriendo moderación al Papa Víctor, aconsejándole respetuosamente que no excomulgara a las Iglesias de Asia que no querían celebrar la Pascua en la misma fecha de las otras comunidades cristianas.
Con los mismos fines pacificadores este hombre ponderado insistió a los obispos de las otras comunidades cristianas para que trabajaran por el triunfo de la concordia y de la unidad, sobre todo manteniéndose unidos a la tradición apostólica para combatir el racionalismo gnóstico. De sus escritos nos quedan, efectivamente, Los cinco libros del Adversus hæreses, en los que Ireneo aparece no sólo como el teólogo más equilibrado y penetrante de la Encarnación redentora, sino también como uno de los pastores más completos, más apostólicos y más católicos que hayan servido a la Iglesia. Se nota que sus argumentaciones contra Los herejes, aunque nacieron de la polémica, son fruto de la oración y de la caridad.
Ireneo era oriundo de Asia Menor. Entre sus recuerdos de juventud se encuentra el contacto con Policarpo de Esmirna, el santo obispo “que fue instruido por los testigos oculares de la vida del Verbo”, sobre todo por el apóstol Juan, que había fijado su sede en Esmirna. Ireneo, pues, por medio de Policarpo se une a los Apóstoles. Después de dejar el Asia Menor, pasa a Roma y sigue para Lyon (Francia). No perteneció a la lista de los mártires de Lyon, víctimas de la persecución del 177, porque precisamente en ese tiempo su Iglesia lo había enviado a Roma para presentar al Papa Eleuterio algunos asuntos de orden doctrinal, relacionados sobre todo con el error montanista. Este error se debía a un grupo de fanáticos que habían llegado de Oriente, predicando el disgusto por las cosas del mundo y anunciando el inminente regreso de Cristo. De regreso a Lyon, Ireneo sucedió en el 178 al obispo mártir san Fotino, y gobernó la Iglesia de Lyon hasta su muerte, hacia el año 200. Aunque no está comprobado su martirio, la Iglesia lo venera como mártir.
En todo caso, él fue un auténtico testigo de la fe en un período de dura persecución; su campo de acción fue muy vasto, si se tiene en cuenta que probablemente no había ningún otro obispo en las Galias ni en las tierras limítrofes de Alemania. Su lengua era el griego, pero aprendió las lenguas “bárbaras” para poder evangelizar a esos pueblos.
Una advertencia
Santo Evangelio según san Mateo 7, 15-20. Miércoles XII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Madre Santísima, ayúdame a dar buenos frutos y a buscar cada día más la humildad y la santidad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 7, 15-20
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos?
Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos. Todo árbol que no produce frutos buenos es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conocerán”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando se corre el riesgo de un peligro, casi siempre encontramos algún letrero de advertencia o alguien que nos avise. Jesús nos quiere hacer con su palabra una advertencia y una guía para el camino seguro.
La advertencia es contra los falsos profetas. En un sentido estricto, lastimosamente existen personas que hablan de Dios, pero sólo buscan su provecho personal, y en vez de acercarnos a Dios, nos alejan de Él. En un sentido más personal, todos tenemos un falso profeta en nuestra carne que tiene la misma función de alejarnos de Dios, la inclinación al pecado.
Este falso profeta es muy atractivo, siempre intenta convencernos bajo la apariencia de algo apetecible y bueno, pero es un lobo con piel de oveja que, al atraparnos, nos deja vacíos porque el supuesto bien que prometía era todo mentira y nos quita la vergüenza para pecar y nos la devuelve en la confesión. Decía san Pío de Pietrelcina que el demonio es como un perro rabioso atado a una cadena, si no te acercas no podrá morderte. Y si caemos, ¿por qué avergonzarnos de un Dios tan bueno a la hora de pedirle perdón?
La guía que el Señor nos propone para el camino seguro es buscar dar buen fruto. Veamos los frutos de María, nuestra madre, que viene perpetuamente en nuestro socorro. El fruto de su vientre es el mismo Jesús. ¿Qué clase de fruto estoy dando? Si mi árbol está un poco seco, quizás sea tiempo de echar raíces más profundas y regarlo. Si mi árbol está verde y frondoso, quizás el Señor lo pode un poco para que dé más fruto. Lo que sí tenemos por seguro es que Cristo nos da la lluvia a todos por igual porque «por sus frutos los conoceréis».
«La verdad, por tanto, no se alcanza realmente cuando se impone como algo extrínseco e impersonal; en cambio, brota de relaciones libres entre las personas, en la escucha recíproca. Además, nunca se deja de buscar la verdad, porque siempre está al acecho la falsedad, también cuando se dicen cosas verdaderas. Una argumentación impecable puede apoyarse sobre hechos innegables, pero si se utiliza para herir a otro y desacreditarlo a los ojos de los demás, por más que parezca justa, no contiene en sí la verdad. Por sus frutos podemos distinguir la verdad de los enunciados: si suscitan polémica, fomentan divisiones, infunden resignación; o si, por el contrario, llevan a la reflexión consciente y madura, al diálogo constructivo, a una laboriosidad provechosa».
(Mensaje de S.S. Francisco para la 52 Jornada Mundial de las comunicaciones sociales).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré reconciliarme con Dios y/o con alguna persona a quien haya hecho un mal.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Nardo del 28 de Junio
¡Oh Sagrado Corazón!
Meditación: Oh Señor, que no sólo nos mostraste los secretos de Tu Corazón, sino que nos regalaste el Corazón de Tu Madre, la Mujer Perfecta, la Llena de Gracia, la Virgen Purísima que regaría la tierra a través de su llanto, para limpiarla de todo pecado. En la aridez flores de pureza crecerían, cultivadas por Tu Madre Bendita. María, que iluminas las tinieblas de ésta tierra yerra, con la pura nieve que cae de Tu Inmaculado Corazón, con una promesa de misericordia y perdón, haz que se abra nuestro corazón para la conversión, para esperar con alegría, en medio de toda tribulación, el Triunfo de Tu Inmaculado Corazón, por Ti profetizado .
Jaculatoria:¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!
¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.
Florecilla: Hagamos en este día las consagraciones al Inmaculado Corazón de María y al Sagrado Corazón de Jesús.
Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.
San Ireneo de Lyon, el obispo que salvó del gnosticismo a la Iglesia
Este obispo del siglo II y Padre de la Iglesia buscó siempre la paz y luchó con vigor contra la herejía de los gnósticos. El papa Francisco lo proclamó Doctor de la Iglesia el 21 de enero de 2022
San Ireneo recibió amplia educación en Smirna (en la actual Turquía). Conocía la literatura y la filosofía griega. Fue discípulo de san Policarpo, obispo de aquella ciudad quien a su vez había sido discípulo del apóstol san Juan.
Hay constancia de que en el año 177 era presbítero en Lyon (en la actual Francia) y más tarde fue ordenado obispo del lugar.
En aquel tiempo Lyon era la ciudad romana más importante de las Galias puesto que los comerciantes orientales transportaban sus mercancías por el Mediterráneo y empleaban el río Ródano como acceso fluvial hasta Lyon.
Ese era un nudo comercial para toda Europa y sirvió para expandir el cristianismo.
Durante la persecución desatada por el emperador Marco Aurelio, se mostró confesor de la fe en territorio galo.
Esto hizo que fuera enviado a Roma para una delicada misión, que consistía en pedir al papa Eleuterio el perdón para los herejes montanistas de Frigia (también en la actual Turquía).
Mientras él estaba en Roma, fueron martirizados el obispo de Lyon san Potino y otros cristianos. De ahí que, a su regreso, Ireneo ocupara la sede vacante.
Preocupado por evangelizar y llevar la paz a todos, hablaba en celta en vez de su lengua madre, el griego, para que le comprendieran más rápidamente. También se le encargaron otras delicadas misiones.
Este santo es Padre de la Iglesia. Su obra teológica es muy importante.
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Un tratado que desmenuza el gnosticismo
Fue crucial su refutación del gnosticismo, que en el siglo II era uno de los grandes peligros de la fe cristiana.
El gnosticismo era (y sigue siendo) una doctrina esotérica y herética que afirma que la persona es capaz de llegar con sus solas fuerzas a conocimientos secretos que le llevan a la salvación: esto se produce sin necesidad de la gracia de Dios ni de la Iglesia. Tiene el atractivo de lo misterioso pero deriva en el orgullo intelectual y una vida sin Dios.
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San Ireneo vio que el gnosticismo era el gran enemigo de la fe, estudió a fondo todas las escuelas gnósticas y escribió un tratado en cinco libros.
En él presenta los dogmas gnósticos y luego los rebate con las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.
Su objetivo, como él mismo afirmaba, era “desenmascarar a la zorra” y evitar que los cristianos se contaminaran de este error.
San Ireneo de Lyon escribió en griego, pero muy pronto fue traducido al latín y su obra se divulgó de modo que se atajó el gnosticismo como peligro grave para la fe de los cristianos. El tratado ha llegado completo hasta nosotros en su versión latina.
También se conserva la Prueba de la predicación apostólica, que se descubrió en 1904 en una versión en armenio.
En ella aparecen ideas fundamentales sobre el Antiguo Testamento en relación con el Nuevo. Se habla, por ejemplo, del paralelismo entre Adán y Jesucristo y entre Eva y María.
No hay certeza de que fuera martirizado y de su muerte solo sabemos que ocurrió en torno al año 202.
En la Iglesia católica la fiesta de san Ireneo de Lyon se celebra el 28 de junio. El papa Francisco lo proclamó Doctor de la Iglesia el 21 de enero de 2022.
Oración
Señor, Dios nuestro, que hiciste que tu obispo san Ireneo mantuviera incólume la doctrina y la paz de la Iglesia, concédenos, por su intercesión, renovarnos en fe y en caridad y trabajar sin descanso por la concordia y la unidad entre los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.