.

 

 

Pienso que de muchas formas ese es todo el Evangelio. Esa es toda la vida espiritual en pocas palabras. Cuando amamos a Jesús por encima de todo, lo amamos más que a nuestros hijos, cuando hacemos lo que hizo él, soportamos las cargas de los demás, cargamos la cruz cada día, cuando hacemos eso, nos convertimos en los embajadores más efectivos posibles de Cristo.

 

¿Cómo se involucra a la gente en esta dinámica? Bueno, en su mismo tiempo, allí estaba él atrayéndolos, pero ahora, él utiliza gente como nosotros. Quiero decir, somos vasijas indignas, Dios lo sabe, pero nos utiliza. De nuevo, “Quien los recibe a ustedes me recibe a mí”. Así que, ¿si alguien los ve soportando las cargas de los demás, tomando deseosos su cruz, amando a Jesús más que a sus propias vidas y sus hijos y padres? Bueno, ese recibirá a Cristo a través suyo, y al recibir a Cristo, recibirá también a aquel que envió a Cristo, que es el Padre.

¿Cómo propagan la fe? ¿Mediante palabras? Sí, creo en eso, y lo he hecho mucho en mi vida. Pero por sobre todo, propagan a Cristo siendo Cristo, conformándose a él, amándolo por sobre todo lo demás en el mundo. Y se convierten por tanto en un ícono de Cristo, un embajador de Cristo, y atraen gente a su amor divino.

El Padre envió al Hijo. El Hijo nos envía a nosotros. Y cuando la gente nos ve como una imagen del Hijo, son atraídos de regreso al Hijo y por tanto al Padre. Allí lo tienen, Mateo capítulo 10. ¿Quieren la vida espiritual entera con toda su exigencia implacable y poder liberador? Allí es donde la encontrarán. A menos que me amen más que a su madre, su padre, su hijo, su hija, su vida misma no son dignos de mí. Hasta donde sé, todo lo demás en el Cristianismo no es más que una nota al pie de página. Y Dios los bendiga.

MI AMADO JESUS, TE AGRADEZCO POR HABERME LLAMADO A UNA VIDA DE ADORACION. TE AGRADEZCO QUE ME QUIERAS,INDIGNO COMO SOY, PARA PERMANECER ANTE TU ROSTRO EUCARISTICO Y ACERCARME A TU CORAZON ABIERTO EN EL SACRAMENTO DE TU AMOR.

 

 

• Matthew 8:23-27

En esta maravillosa historia donde Jesús calma la tormenta en el mar somos testigos de algunas de las dinámicas espirituales sobre el miedo y la confianza. Los discípulos representan simbólicamente a todos nosotros que viajan por la vida dentro de los estrechos límites de un ego temeroso.

Cuando se enfrentan con tormenta y olas poderosas inmediatamente se llenan de terror. De manera similar, cuando las pruebas y ansiedades de la vida afectan al ego, la primera reacción es miedo, cuando no hay poder más allá del cual se pueda confiar. En medio de esta terrible tormenta, esta tensión interna y externa, Jesús simboliza la energía divina que no se ve afectada por las tormentas de miedo que genera el ego afectado.

Continuando la lectura de esta historia, a un nivel espiritual, vemos que no hay otro poder que el divino que calma con éxito las olas: “increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma”. Esta hermosa narrativa parece sugerir que si nos despertamos a la presencia de Dios dentro de nosotros, si aprendemos a vivir y a ver en un nivel más profundo, si vivimos con una confianza básica en lugar del miedo, entonces podemos resistir incluso las más aterradoras tormentas.

 

 


Isabel de Portugal, Santa

Memoria Litúrgica, 4 de juli
o

Reina de Portugal y Terciaria Franciscana.

 

Martirologio Romano: Santa Isabel, reina de Portugal, admirable por su desvelo en conseguir que reyes enfrentados hiciesen las paces y por su caridad en favor de los pobres. Muerto su esposo, el rey Dionisio, abrazó la vida religiosa en el monasterio de monjas de la Tercera Orden de las Clarisas de Estremoz, en Portugal, que ella misma había fundado, y en el cual murió cuando se esforzaba por conseguir la reconciliación entre un hijo y un nieto suyos que estaban enfrentados († 1336).

Etimológicamente: Isabel = «Promesa de Dios», viene de la lengua hebrea

Breve Biografía


Nacida en Aragón, España en 1271, santa Isabel es la hija del rey Pedro III de ese reino y nieta del rey Jaime el Conquistador, biznieta del emperador Federico II de Alemania. Le pusieron Isabel en honor a su tía abuela, Santa Isabel de Hungría.

Su formación fue formidable y ya desde muy pequeña tenía una notable piedad. Le enseñaron que, para ser verdaderamente buena debía unir a su oración, la mortificación de sus gustos y caprichos. Conocía desde pequeña la frase: «Tanta mayor libertad de espíritu tendrás cuando menos deseos de cosas inútiles o dañosas tengas». Se esmeró por ordenar su vida en el amor a Dios y al prójimo, disciplinando sus hábitos de vida. No comía nada entre horas .

La casaron cuando tenía 12 años con el rey Dionisio de Portugal. Esta fue la gran cruz de Santa Isabel ya que era un hombre de poca moral, siendo violento e infiel. Pero ella supo llevar heroicamente esta prueba. Oraba y hacía sacrificios por el. Lo trataba siempre con bondad. Tuvo dos hijos: Alfonso, futuro rey de Portugal y Constancia, futura reina de Castilla. Santa Isabel llegó hasta educar los hijos naturales de su esposo con otras mujeres.

El rey por su parte la admiraba y le permitía hasta cierto punto su vida de cristiana auténtica. Ella se levantaba muy temprano y leía 6 salmos, asistía a la Santa Misa y se dedicaba a regir las labores del palacio. En su tiempo libre se reunía con otras damas para confeccionar ropas para los pobres. Las tardes las dedicaba a visitar ancianos y enfermos.

 

Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas de la mala vida y un hospicio para niños abandonados. También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo. Prestaba sus bellos vestidos y hasta una corona para la boda de jóvenes pobres.

Santa Isabel frecuentemente distribuía Monedas del Tesoro Real a los pobres para que pudieran comprar el pan de cada día. En una ocasión, el Rey Dionisio, sospechando de sus actos, comenzó a espiarla. Cuando la Reina comenzó a distribuir monedas entre los pobre, el rey lo observó y enfurecido fue a reclamarle. Pero el Señor intervino, de manera que, cuando el rey le ordenó que le enseñara lo que estaba dando a los pobres, las monedas de oro se convirtieron en rosas.

Forjadora de la paz

El hijo de Isabel, Alfonso, tenía como su padre un carácter violento. Se llenaba de ira por la preferencia que su padre demostraba por sus hijos naturales. En dos ocasiones promovió la guerra civil contra su padre. Isabel hizo todo lo posible por la reconciliación. En una ocasión se fue en peregrinación hasta Santarém lugar del Milagro Eucarístico, y vestida de penitente imploró al Señor por la paz.


Llegó hasta presentarse en el campo de batalla y, cuando los ejércitos de su esposo y su hijo se disponían a la guerra, la reina se arrodillaba entre ellos y de rodillas ante su esposo e hijo, les pedía que se reconciliasen.

Se conservan algunas de sus cartas las cuales reflejan el calibre evangélico y la audacia de nuestra santa.

 

 

A su esposo: «Como una loba enfurecida a la cual le van a matar a su hijito, lucharé por no dejar que las armas del rey se lancen contra nuestro propio hijo. Pero al mismo tiempo haré que primero me destrocen a mí las armas de los ejércitos de mi hijo, antes de que ellos disparen contra los seguidores de su padre».

A su hijo: «Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas, arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbito con el rey».

Consiguió la paz en mas de una ocasión y su esposo murió arrepentido, sin duda por las oraciones de su santa esposa.

Entra en el convento de las Clarisas después de enviudar

 

Por el amor tan grande que Santa Isabel le tenía a la Eucaristía, se dedicó a estudiar la vida de los santos mas notables por su amor a la Eucaristía, en especial Santa Clara. Después de enviudar, Santa Isabel se despojó de todas sus riquezas. Emprendió un peregrinaje a Santiago de Compostela, donde le entregó la corona al Arzobispo para recibir el hábito de las Clarisas como terciaria. El Arzobispo fue tan movido por este acto de la santa, que el le entregó su callado pastoral para que la ayudara en su regreso a Portugal.

Vivió los últimos años en el convento, dedicada a la adoración Eucarística.

Cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno, el rey de Castilla, Santa Isabel, a pesar de su ancianidad, emprendió un largísimo viaje por caminos muy peligrosos y logró la paz. Sin embargo el viaje le costó la vida.

Al sentir próxima la muerte pidió que la llevasen al convento de las Clarisas que ella misma había fundado. Allí murió invocando a la Virgen Santísima el 4 de julio de 1336.

Dios bendijo su sepulcro con milagros. Su cuerpo se puede venerar en el convento de las Clarisas en Coimbra.

Fue canonizada en 1625.

Santa Isabel de Portugal, ruega por la paz en nuestros países.

Es patrona de los territorios en guerra.

 

 

Incluso en la tormenta

Santo Evangelio según san Mateo 8, 23-27.

 

 

Martes XIII del Tiempo Ordinario


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)


«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?
Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá;
Aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza.
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz, apiádate de mí y respóndeme!» (Salmo 27)



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 8, 23-27



 

En aquel tiempo, Jesús subió a una barca junto con sus discípulos. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan fuerte, que las olas cubrían la barca; pero él estaba dormido. Los discípulos lo despertaron, diciéndole: “Señor, ¡sálvanos, que perecemos!”. Él les respondió: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”. Entonces se levantó, dio una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Y aquellos hombres, maravillados, decían: “¿Quién es éste, a quien hasta los vientos y el mar obedecen?”.


Palabra del Señor.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


Parece que el Señor duerme cuando más lo necesitamos. Buscamos hacer el bien que podemos cada día, dar testimonio de nuestra fe, realizar alguna actividad de apostolado o servicio a los necesitados. Pero muchas veces nos encontramos en el camino sólo con vientos contrarios. Y en más de alguna ocasión la tormenta se ha levantado en torno a nuestra barca…



Pero Él está ahí. Aunque todo esté oscuro, Cristo nunca abandona. Aunque todo se agite y parezca que no hay ningún punto seguro, Él permanece para siempre. Incluso en la tormenta. Él no ha dejado al paralítico por el suelo. Él no abandonó a los leprosos fuera de la ciudad. Él mismo no permitirá que nos ahoguemos en este mar. Cristo es nuestro apoyo y nuestra seguridad.



 

Es normal tener miedo en la tormenta. Cristo no nos pide ser insensibles, pero sí pide que nuestra fe sea más grande que el temor. Nos pide confiar en Él, pues su presencia nos basta en la dificultad. Confiar en Él significa luchar incluso en las tormentas… Confiar en Él significa mantener viva la esperanza: seguir remando, sujetar bien fuerte el timón hacia la otra orilla. Porque Él, tarde o temprano, despertará; y entonces llegará una gran calma.



«Sabemos quién es Jesús, pero quizá no lo hemos encontrado personalmente, hablando con Él, y no lo hemos reconocido todavía como nuestro Salvador. Este tiempo es una buena ocasión para acercarse a Él, encontrarlo en la oración en un diálogo de corazón a corazón, hablar con Él, escucharle; es una buena ocasión para ver su rostro también en el rostro de un hermano y de una hermana que sufre».
(Cfr S.S. Francisco, 19 de marzo de 2017).



Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.


Hoy mantendré una actitud de optimismo y esperanza, sobre todo ante las situaciones difíciles que se me presenten.


 

 

Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios,
a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Oración a Nuestra Señora del Refugio

Advocación Mariana celebrada en México e Italia.


 

 

Esta advocación de la Santísima Virgen ha infundido un gran fervor en el pueblo cristiano ocasionando la conversión de muchos pecadores. Es la razón de llamarla “Refugio de los pecadores”. En ella expresa la Virgen María su protección maternal. 

Santísima Virgen María Refugio de los pecadores, Tú que eres seguro cobijo en nuestro caminar por este mundo, con todos sus males, peligros, dificultades, angustias y luchas.

Tú que eres Abogada, Auxiliadora, Intercesora y Mediadora ante Jesucristo, nuestro Señor.

Tú que alientas en nosotros la esperanza de la enmienda y de la perseverancia en el bien.

 

Tú que nunca rechazas a nadie y a todos con bondad nos entregas tus gracias y favores, dame un corazón lleno de fortaleza y acoge con benignidad mis desesperadas y urgentes suplicas.

Concédeme, oh Reina del Cielo, que nunca se aparten de mi corazón el temor y el amor de tu Hijo Santísimo; que por tantos beneficios recibidos y por los que quedan por recibir, no cese de alabarle con humildes acciones de gracias.

Que a las innumerables culpas cometidas suceda una leal y sincera confesión y un firmísimo y doloroso arrepentimiento y finalmente, que logre merecer su gracia y su misericordia.

Por la confianza que tengo en ti puesta, te imploro con ardor que me ayudes, que me asistas y medies ante tu Sagrado Hijo para que pueda conseguir la gracia que ardientemente deseo y que ahora pido confiadamente con amorosa insistencia: (nuestras intenciones)

Nuestra Señora Refugio de pecadores, en ti pongo ahora y para siempre toda mi confianza a ti acudo Madre afable y llena de piedad solicitando tu bálsamo consolador para que mitigues mi dolor y me obtengas de Jesús que mis grandes problemas y necesidades presentes sean escuchadas y cuanto antes atendidas.

Pídele también, te suplico, el perdón de todos mis pecados y que viva y muera recibiendo sus bendiciones así como gustando las delicias de tu santo Amor. Amén.

Rezar la Salve, Padre nuestro, Avemaría y Gloria.

 



¿Existen los ovnis?

La Biblia nos enseña que Dios posee supremacía y poder absoluto sobre todo lo creado, la existencia de estos seres no lo cambiaría en nada


 

 

La Iglesia no se ha pronunciado oficialmente sobre la existencia de extraterrestres. Ni la Biblia ni la Tradición Apostólica mencionan nada al respecto. La existencia de estos seres no cambiaría en nada la doctrina católica. La Biblia nos enseña que Dios posee supremacía y poder absoluto sobre todo lo creado. Sólo Él es Dios y ni los ángeles, ni los hombres, ni los supuestos extraterrestres son Dios.



Como criaturas, los extraterrestres serían absolutamente dependientes del único Dios y, si tuviesen inteligencia, habrían sido creados para conocerle, amarle y servirle. También estarían sumisos a Jesucristo quien es el Señor de toda la creación y a quien todo ser en el cielo y en la tierra debe adorar.



Los extraterrestres no tendrían ninguna autoridad sobre nosotros ni pueden ser nuestros salvadores. Nuestro salvador sólo puede ser Jesucristo porque nuestra caída fue causada por una ofensa contra Dios y sólo Jesucristo, por ser Dios, puede reconciliarnos con Dios.




¿La pirámides de Egipto y de América, no son obra de extraterrestres?



No es necesario apelar a seres extraterrestres para resolver los enigmas de estas obras extraordinarias. Sabemos que Dios inspira y da medios a los hombres para hacer grandes cosas que posteriormente parecen imposibles. El hombre refleja el genio de su Creador, quien otorga sus dones como y cuando quiere.



¿Serán los ángeles extraterrestres?



Podemos ser visitados por mensajeros de Dios o por demonios. Ni uno ni el otro son extraterrestres en el sentido usual de la palabra. Los ángeles NO son «extraterrestres» porque, siendo espíritus puros, no necesitan habitar en un lugar físico. Habitan en el cielo, aunque pueden hacerse presentes en cualquier lugar que Dios los envíe.



Pero, ¿no se han reportado encuentros con extraterrestres?



Sí, como se han reportado también encuentros con seres mitológicos y con sirenas. El hecho es que no se han verificado. Los encuentros reportados con extraterrestres pueden tener diversos orígenes: el sensacionalismo, la imaginación (se observa algo extraño y se concluye falsamente que es un ovni), la demencia y la mentira. Cuando el contacto con los «extraterrestres» está asociado a la práctica religiosa o a mensajes, es posible que se trate de actividad diabólica. El demonio puede engañar haciendo portentos sensibles para acreditarse poder, fomentar falsas creencias y apartarnos de Jesucristo.



¿De igual manera, no se podrían rechazar las apariciones de la Virgen?



La Iglesia está conciente del peligro de apariciones falsas. Es por eso que procede con suma cautela ante reportes de apariciones. Es cierto que muchas de ellas resultan ser falsas, pero también hay que recordar que, si bien el demonio tiene poder para engañar, mucho más poder tiene Dios para comunicar la verdad sin engaño. Dios ha prometido que el Espíritu Santo guiará siempre a la Iglesia. Las apariciones son investigadas rigurosamente por muchos años hasta que se perciben los frutos y se descartan posibilidades de engaño. Es por eso que tenemos confianza de que las apariciones aprobadas por la Iglesia son auténticas. Los reportes de visitas de extraterrestres, por el contrario, no han producido otro fruto que fantasías.


 

 

Un viaje inspirado en la mártir moderna Maria Goretti

Haz una peregrinación de Corinaldo a Nettuno, en Italia, y aprende sobre los extraordinarios dones de misericordia y perdón de esta santa

 

 

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La historia de María Goretti, una inocente y sencilla chica de granja que murió como mártir moderna al tiempo que perdonaba a su agresor, cautivó los corazones de los fieles con una fuerza intensa.

 

 

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Los humildes inicios de María

María nació el 16 de octubre de 1890 en Corinaldo, un pueblo en el centro de Italia. Sus padres, Luigi y Assunta, eran humildes medieros. A simple vista, no parecía que hubiera nada de extraordinario en María. Como otros niños, era devota y decía sus oraciones diarias. Sin embargo, poco a poco, el Espíritu Santo estaba obrando preparándola con gracias extraordinarias para recibir las tragedias que afrontaría dentro de poco.

La vida en Italia era difícil para la mayoría de las familias de la época. Cuando María tenía seis años, la situación económica de la familia ya no era sostenible. Los Goretti se convertirían en una de tres familias italianas obligadas a emigrar en esta época. El padre de María, Luigi, tenía contactos en la zona conocida como el Agro romano, en la región de Lacio. De haber sabido el trágico destino que les aguardaba a él y a su familia, seguro que habría tomado una decisión distinta.

 

 

La pobreza conduce a la familia a emigrar a una tierra sin ley

De hecho, fue durante su primera estancia en una localidad llamada Palliano cuando la familia Goretti entró en contacto con un padre y un hijo, los Serenelli, que eran también de la región de Marcas. Quizás su origen común o la imperiosa necesidad de Luigi de trabajar con otros hombres en el campo le impidieron valorar bien su carácter. En cualquier caso, unas condiciones cada vez más precarias obligaron a las dos familias a emigrar más lejos aún de su tierra natal, a la tristemente célebre zona al sur de Roma: las Lagunas Pontinas.

El mero nombre evocaba imágenes parecidas a las del Salvaje Oeste en los Estados Unidos. Las Lagunas Pontinas eran conocidas por ser unas tierras yermas donde la anarquía y el vandalismo campaban a sus anchas. Peor aún, si cabe, su altitud por debajo del nivel del mar hacía del lugar un entorno cenagoso y, con ello, un foco de difusión de la temida malaria.

Adversidad y muerte

 

En efecto, dos años después de la llegada de la familia, Luigi cayó víctima de la enfermedad y murió. La madre de María, Assunta, quedó al cargo de sus cinco hijos, sola, y asumió la labor de su marido en el campo. María, la mayor de las niñas, se encargó voluntariosamente de las tareas del hogar.

Assunta nunca confió en ninguno de los hombres Serenelli: el padre era un borracho y Alessandro salía a menudo de juerga por la noche. Sin embargo, no le quedaba otra que seguir con ellos. Los necesitaba cerca para el trabajo duro del campo. Tras la muerte de Luigi, el carácter de los hombres cambió a peor. Padre e hijo empezaron a beber más, a pelear y a maldecir delante de los niños. Peor aún, empezaron adesarrollar comportamientos hostigadores.

El padre se insinuaba groseramente cada vez más a Assunta y Alessandro hacía lo mismo con María.

En 1902, cuando María tenía 12 años y Alessandro 20, hubo tres situaciones de abuso. Las dos primeras veces, María resistió el asalto y el agresor desistió. Sin embargo, la tercera vez, Alessandro iba decidido a no permitir que ella se le enfrentara de nuevo.

El arma que escogió fue un punzón, una herramienta lacerante de granja empleada para abrir agujeros en la madera. Lo colocó en un cofre dentro de la cocina. Mientras los demás estaban trillando habas, Alessandro arrastró a María desde el campo hasta el caserío. Como ella seguía resistiéndose al asalto sexual, Alessandro Serenelli se enfureció. Apuñaló a María Goretti 14 veces en el abdomen y el torso. Más tarde, testificaría que lo hizo “como cuando se machaca el maíz”.

Llevaron a María en caballo y carro hasta un hospital en Nettuno. Pasó 20 horas de agonía. Los médicos la intervinieron quirúrgicamente, pero fueron incapaces de ayudarla. Mientras tanto, la niña se mostraba preocupada por el estado del alma de Alessandro y gritaba constantemente, “¿Por qué, Alessandro? ¿Por qué? ¡Irás al Infierno!”.

Una mártir y una santa

Llamaron a un sacerdote y María recibió la extremaunción. Falleció al día siguiente, el 6 de julio de 1902, debido a una peritonitis séptica y a la hemorragia interna. La historia de esta joven “mártir y santa” se extendió por la ciudad de Nettuno y luego por toda la región.

Alessandro fue condenado a 30 años de trabajos forzados en la prisión. Durante los primeros tres años, no mostró arrepentimiento. Luego, María Goretti se le apareció en un sueño. La chica cogía flores de un canasto y las dejaba caer al suelo. Esta visión inició una conversión drástica en Alessandro. Tras 27 años más de cautiverio, fue puesto en libertad. Su primer acto fue ir a ver a la madre de María, a Assunta, para pedirle perdón. Y ella lo perdonó. Más tarde se convirtió en seglar asociado en un monasterio franciscano capuchino, donde trabajó como jardinero y empleado de mantenimiento. Allí murió en 1970.

María fue beatificada en 1947 y canonizada en 1950. Su madre y sus hermanos asistieron a ambas ceremonias en Roma.

La vida de santa María Goretti refleja el Evangelio en muchos niveles. Las extraordinarias virtudes que abanderó esta joven mártir –preocupada ante todo por que Alessandro no perdiera su alma al asaltar su cuerpo–, son poderosas de por sí. Pero quizás impacte más la cadena de perdón y misericordia que siguió su ejemplo.

María Goretti es la santa patrona de la castidad, de las chicas adolescentes, de la juventud, de las víctimas de violación y del perdón. Su fiesta se celebra el 6 de julio.

 

 

Las cartas con las que conquistaba la paz la reina Isabel de Portugal

«No con las armas arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos»

 

 

La reina Isabel de Portugal fue una mujer que con gran audacia llevó una vida colmada de actos heroicos en su determinación por construir la paz con su presencia ¡y con sus palabras!

Isabel supo cultivar la paz ante todo en sí misma. Una paz interior que proviene de saberse amada por Dios y de corresponder a su amor.

Con esa conciencia profunda, supo afrontar con éxito las difíciles situaciones de violencia y de guerra llevando la paz a su matrimonio, su familia y su pueblo.

Paz en su matrimonio

Con tan solo doce años, la princesa española se casó con el rey Dionisio de Portugal, un hombre de poca moral, violento e infiel. Con gran valor supo afrontar dicha situación orando y haciendo sacrificios por él. Aceptó a los hijos que tuvo con otras mujeres. Lo trató siempre con bondad y tan admirable fue su ejemplo, que su esposo murió arrepentido por sus acciones.

Paz en su familia

Otro gran desafío en su tarea pacificadora fue la rivalidad que se desató entre el rey y su hijo Alfonso sumergiendo al país en una guerra civil.

Estos enfrentamientos le causaron gran sufrimiento. Pero su determinación fue tan firme que consiguió la paz en su familia y en su reino en varias ocasiones siendo sus cartas un poderoso instrumento.

A su marido le escribía:

“No permitáis que se derrame sangre de vuestra generación que estuvo en mis entrañas. Haced que vuestras armas se paren o entonces veréis cómo enseguida me muero. Si no lo hacéis, iré a postrarme delante de vos y del infante, como la leona en el parto si alguien se aproxima a los cachorros recién nacidos. Y los ballesteros han de herir mi cuerpo antes de que os toque a vos o al infante. Por santa María y por el bendito san Dionisio, os pido que me respondáis pronto para que Dios os guíe”.

Y a su hijo le decía:

«Por Santa María Virgen, te pido que hagas las paces con tu padre. Mira que los guerreros queman casas, destruyen cultivos y destrozan todo. No con las armas, hijo, no con las armas arreglaremos los problemas, sino dialogando, consiguiendo arbitrajes para arreglar los conflictos. Yo haré que las tropas del rey se alejen y que los reclamos del hijo sean atendidos, pero por favor recuerda que tienes deberes gravísimos con tu padre como hijo, y como súbdito con el rey».

Pero Isabel también realizó otras intervenciones que fueron decisivas con su presencia: el perdón de su esposo y la reconciliación con su hijo en el mismo campo de batalla tras una inminente lucha; su contribución para conciliar a Portugal con el Papa; su aporte al afianzar la paz entre castellanos y portugueses mediante la unión matrimonial de sus hijos; su exitosa entrevista con la reina María de Molina durante la crisis peninsular que llevó a la preservación de los reinos amenazados por las discordias que comprometían a su yerno, su marido y su hermano; así como también, y ya en su vejez, la paz lograda luego de un largo viaje en el que arriesgó la vida cuando estalló la guerra entre su hijo y su yerno.

Paz en su pueblo

 

No sólo fue en momentos de guerra donde Isabel promovió la paz de su pueblo, sino también en los actos de violencia social y en su prevención.

Realizó innumerables obras de caridad. Hizo construir albergues, un hospital para los pobres, una escuela gratuita, una casa para mujeres arrepentidas por la mala vida que habían llevado y un hospicio para niños abandonados.

También construyó conventos y otras obras para el bien del pueblo.

Frecuentemente distribuía monedas del tesoro real a los pobres para que pudieran comprar el pan. Y prestaba sus bellos vestidos y coronas para la bodas de jóvenes pobres.

Su entrega fue tal, que después de enviudar se despojó de todas sus riquezas. Y entregó su corona al arzobispo para recibir el hábito de las clarisas como terciaria.

Habiendo conquistado el corazón de su pueblo, murió a los 65 años en el convento que ella misma había fundado. Y tras numerosos milagros, hoy continúa colmandolo de infinitas gracias.

Fue canonizada en 1625 y su cuerpo permanece incorrupto en el convento de las Clarisas en Coimbra.

Isabel fue capaz de ser como reina una fiel servidora para transmitir plenamente sus dones a todos.

Cambiaba positivamente el ambiente donde vivía y forjó la historia con palabras que abogaban la unidad sustancial de la familia humana, la cual llevaba escrita perpetuamente en su corazón. Esa fue la premisa más valiosa para la consolidación de una paz auténtica.

 

 

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús establece condiciones para el discipulado:

“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. …

El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará”. Bueno, hagamos un pequeño experimento mental. ¿Te imaginas a algún otro líder o fundador religioso diciendo algo así?

¿Podrías sinceramente imaginarte a Mahoma diciéndolo? ¡No! Él podría haber dicho: “Quien ama a su padre o a su madre más que el Corán . . .”

¿Podrías sinceramente imaginarte al Buda diciéndolo? ¡No! Él podría haber dicho:

“Quien ama a su padre o a su madre más que a mis enseñanzas . . .” ¿Te imaginas a Moisés diciéndo esto? ¡No! Quizás podría haber dicho: “El que ama a su padre o a su madre más que al Señor . . .”

Pero ninguno diría: “Quien ama a su padre o su madre más que a mí no es digno de mí”. Esto es precisamente lo que dice Jesús, y lo que hace toda la diferencia.

Porque Él no es un fundador religioso entre muchos, ni un profeta de la verdad en una larga tradición de profetas. Él es a quién apuntan todas las religiones, directa o indirectamente; Él es, en Su persona, la verdad de la que todos los profetas testifican.


Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos, pero sabe que los lazos de parentesco, si se ponen en primer lugar, pueden desviar del verdadero bien. Lo vemos: ciertas corrupciones en los gobiernos se dan precisamente porque el amor por la parentela es mayor que el amor por la patria y ponen en los cargos a los parientes. 

 

 

Cuando, por el contrario, el amor a los padres y a los hijos está animado y purificado por el amor del Señor, entonces se hace plenamente fecundo y produce frutos de bien en la propia familia y mucho más allá de ella. Luego dice Jesús a sus discípulos: «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» (v. 38). Se trata de seguirlo por el camino que Él mismo ha recorrido, sin buscar atajos. No hay amor verdadero sin cruz, es decir, sin un precio a pagar en persona. Y lo dicen muchas madres, muchos padres que se sacrifican tanto por sus hijos y soportan verdaderos sacrificios, cruces, porque aman. Y si se lleva con Jesús, la cruz no da miedo, porque Él siempre está a nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más dura, para darnos fuerza y coraje.  (Ángelus, 28 junio 2020)

 

 

Un seguimiento que implica tomar la cruz

Santo Evangelio según san Mateo 10, 37-42.

Domingo XIII del Tiempo Ordinari
o

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)


Creo, Señor, que estás presente en este momento de oración y que quieres hablarme. Deseo escucharte y dejarme guiar. Aumente mi fe, mi confianza y mi amor, para así abandonarme en tus manos y dejarte actuar en mí. Te pido me concedas aquella gracia que más necesito. Concédeme serte fiel en todo momento. Gracias por todos los dones y beneficios que me das. Inflama mi corazón de amor ardiente por ti y por tu Reino.


Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 10, 37-42


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles:

“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará. Quien los recibe a ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo. Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

Palabra del señor.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


 

Ya que desde los primeros años de tu predicación haces referencia a la cruz. No era que la cruz tuviera un bonito significado en tu tiempo. Era considerada por todos la peor humillación, el instrumento de muerte más cruel que podían dar a un hombre; era el símbolo del delito, del sufrimiento, de la muerte. Sin embargo, Tú me invitas a tomar la cruz.


Puedo preguntarme en este rato de oración, ¿cuál es mi cruz? ¿Qué es lo bueno que puedo encontrar en ella para que me invites a tomarla y seguirte?


Es importante responderme delante de ti estas preguntas porque, efectivamente, es mi cruz la que me pides que cargue. No me pides que cargue con tu cruz, o con la de Pedro, o con la de Andrés. Me pides que cargue con la mía. Cada uno debe cargar con su cruz, con sus sufrimientos, así como Tú cargaste con tu cruz y tus sufrimientos. Tú ya me has enseñado la forma de llevar la cruz y quieres que te siga, cargando la mía.


 

Pero ¿cuál es mi cruz? Tal vez es la de alguna molestia o enfermedad, la traición de un amigo, la de mi familia que padece persecución. Quizá mi cruz de hoy es un problema matrimonial, el desempleo, el malestar de algún ser querido o una crisis en las decisiones importantes de mi vida. En mi interior, también, puedo llevar la cruz del cansancio, del desaliento, del desánimo en la lucha por la santidad, por la justicia o la verdad; la tristeza por la partida de un ser querido, o la soledad que a veces experimento.


En definitiva, yo también tengo una cruz. Ella no es una realidad extraña a mi vida. Pero ¿para qué cargar con mi cruz? ¿Por qué no dártela? ¿Por qué no me la quitas? ¿Qué es lo que puedo hallar en la cruz que me pides cargarla detrás de ti? ¿Acaso quieres hacerme sufrir?


 

 

No. No es que me quieras ver sufriendo, no quieres que cargue con la cruz por obligación, porque toca, porque no hay otra opción. Me invitas a cargar con la cruz porque ella es un medio de unión contigo y con los demás. El sufrimiento es la cruz que todos los hombres llevamos, cruz que también Tú quisiste experimentar. Ella es como puente que me une a ti y a mis hermanos.


El madero vertical es aquél que me eleva hacia ti; es el tramo por el que descienden miles de gracias para llevar esta misma cruz; es el puente por el que puedo entrar en contacto directo contigo. Es curioso que todos los hombres te buscamos cuando sentimos el peso de la cruz, y creo que es justo por este aspecto.


El tramo horizontal es el puente con los demás. Muchas veces mi cruz me hace sensible ante el dolor de los demás. ¡Cuánto me conmueve ver el dolor de otros, sobre todo de los inocentes, que cargan con cruces más pesadas que la mía! Este madero horizontal es el medio de salir en ayuda del prójimo, para dejarme conmover, para compadecerme, para acercarme.


Ayúdame, Señor, a ver mi cruz no sólo como algo que me molesta o me hace sufrir, sino como el medio para seguirte, para unirme a ti. Pero sobre todo, ayúdame a cargar con mi cruz, pero siguiéndote. No permitas que cargue con mi cruz errando el camino, no siguiendo tus pasos, porque contigo la cruz es más ligera, más soportable, incluso más querida. Pero cuando cargo la cruz sin ir detrás de ti, entonces, ¡qué triste es la vida y qué pesado el caminar cuando se carga con una cruz vagando por el camino, sin seguirte, sin saber que un día llegará la Pascua!.



«Cuando Jesús afirma la primacía de la fe en Dios, no encuentra una comparación más significativa que la de los afectos familiares. Y, por otro lado, estos mismos vínculos familiares, dentro de la experiencia de fe y del amor de Dios, se transforman, son “llenados” de un sentido más grande y son capaces de trascender a sí mismos, para crear una paternidad y una maternidad más amplias, y para acoger como hermanos y hermanas también aquellos que están al margen de cualquier vínculo».
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de septiembre de 2015).



Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.


Hoy no me quejaré ante algo que me moleste o me incomode y lo ofreceré por ese familiar del que me he alejado.


 

 

Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

7 chistes con sacerdote de por medio: hay más en el libro 100 chistes con la gracia de Dios

Un chiste puede ayudar a llamar la atención, despertar a la feligresía y crear lazos de amistad


 

 

La Iglesia, la parroquia, los sermones o la catequesis, no tienen por qué ser divertidos. Pero tampoco tienen por qué ser aburridos. Sí se supone que tienen que ayudar a ese mandato de San Pablo en la Biblia (en sus cartas a los Filipenses y los Tesalonicenses) que dice: «Estad siempre alegres». Y el humor -una característica espiritual que Dios dio a los hombres, y no a los animales- puede ayudar a ello.



El humor, la risa, relajan el cerebro, pueden ayudar a captar la atención, a atender y entender más y mejor, a generar comunidad y evitar el tedio. Los oradores clásicos y los mejores predicadores y maestros de escuela lo saben: para captar la atención del oyente, y su benevolencia, nada mejor que empezar con una anécdota divertida, o un chiste. Y con miel se pueden decir cosas duras, serias, que se aceptan así mejor.



Una herramienta que puede ayudar a cualquiera -y divertirnos a todos- es el nuevo librito «100 chistes con la gracia de Dios», seleccionados por José Luis Rubio en Creo. Los hay sobre parroquianos, sobre Jesús y los apóstoles, sobre niños de catequesis, sobre ateos y devotos. No todos sirven para todos los públicos pero ninguno es blasfemo.



Si nuestro párroco o catequistas es muy aburrido, quizá le podemos regalar este libro y pedir que use los chistes en sus charlas o sermones. El libro tiene un deseo: «Ojalá puedan ser muchas las veces que podamos decir lo mismo que dijo Sara, la mujer de Abraham: ‘Dios me ha hecho reír’ (Génesis 21,6)».



A modo de ejemplo, reproducimos aquí 7 de esos 100 chistes. Hemos elegido 7 que incluyeran a un sacerdote.



1. El cura y el saltimbanqui


Un sacerdote está en el confesionario y acude un penitente.
- Tú no eres de esta parroquia, ¿verdad? No te había visto antes.
- No, padre, soy un artista del circo que acaba de llegar.
- ¿Y qué haces en el circo?
- Soy saltimbanqui.
- ¿Y eso que es?
- Espere que le hago una demostración.
El hombre se levanta y se pone a dar saltos mortales, volteretas y cabriolas por encima de los bancos de la iglesia.
Dos abuelitas que esperaban a confesarse lo ven y una dice:
- Mejor volvemos cuando venga el otro cura, ¡que este pone penitencias muy difíciles!



2. La homilía aburrida


La homilía del sacerdote era larga y aburrida y uno de los feligreses se quedó dormido y empezó a roncar.
El sacerdote, enfadado, se dirige a una mujer que estaba a su lado.
- Disculpa, hija, ¿podrías despertar al hombre que tienes a tu lado?
- Ah, no, padre, no me meta usted en sus líos -dijo ella. -Usted le ha dormido, usted le despierta.



3. El alcalde ateo


Un cura y un alcalde eran muy amigos, aunque el alcalde era muy ateo y a veces discutían sobre Dios o los milagros.
Un día se fueron ambos a pescar al lago con un bote de remos. Cuando estaban en mitad del lago, los remos se les cayeron por error y quedaron flotando a varios metros de la barca.
El cura sacó una medallita que llevaba al cuello, hizo una pequeña oración, la besó… y saliendo de la barca fue caminando sobre el agua, tomó los remos y volvió con ellos a la barca.
Al llegar a casa la mujer del alcalde le preguntó qué tal fue el día.
- Muy bien, por cierto, ¿te puedes creer que el cura no sabe nadar? -dijo el alcalde.



4. El cura que se durmió


El sacristán está preocupado porque llega la hora de misa y el cura no aparece, así que lo va a buscar a casa. Allí está el sacerdote, ojeroso.
- Dios mío, me quedé dornido, pasé mal la noche y no he oído el despertador – dice el cura al sacristán. -Vete a la parroquia, reza el rosario con la gente para hacer tiempo mientras me visto y llego.
El sacristán vuelve a la parroquia y organiza un rosario, sin darse cuenta de que el cura, muy somnoliento, vuelve a quedarse dormido.
Al cabo de dos horas, el cura despierta, comprueba el reloj, y sale corriendo y abochornado hacia la iglesia, convencido de que ya no habrá nadie esperando.
Pero a medida que se acerca oye que la gente sigue rezando el rosario. Se acerca discretamente, sorprendido, y escucha la voz del sacristán:
- Misterio ciento cincuenta: la Magdalena se casa con el Cireneo…



5. Hipócritas


Un sacerdote se encuentra en la plaza del pueblo a un joven a cuya familia conoce.
- ¿Cómo es que no vienes nunca por misa?
- Pues la verdad, padre, es que está llena de gente que son unos auténticos hipócritas.
- Bueno, por eso no te preocupes, hijo, ¡siempre hay sitio para uno más!



6. El ratero se confiesa


Un ratero va a confesarse a la parroquia y al acercarse al confesionario ve que el cura se ha quedado dormido dentro. En eso ve que tiene un precioso reloj en la muñeca y sin poder resistirse se lo quita con mucho cuidado. Después lo despierta suavemente:
- Padre, he venido a confesarme… resulta que he robado un reloj. ¿Usted lo quiere?
- ¿Yo? Para nada. Debes devolvérselo a su dueño.
- Pero es que me ha dicho que no lo quiere.
- Bueno, pues en ese caso, quédatelo.



7. Con hermenéutica y homilética


Un sacerdote recién ordenado, gran estudiante de teología, es enviado como párroco a un pueblo de montaña de gente muy sencilla. Los vecinos organizan un acto para recibirle y él les dirige unas palabras.
- Hermanos, estoy aquí para todos vosotros. Vengo con mi hermenéutica, mi homilética, con exégesis y apologética.
- No se preocupe, padre -le dice un parroquiano. – Yo estoy con artritis, diabetes, conjuntivitis y reúma, pero el médico del pueblo es magnífico.

 

 

Bernardino Realino, patrono de una ciudad aún en vida

Cuando era abogado hirió a un oponente en un juicio, pero rectificó y alcanzó fama de pacificador

 

 

San Bernardino Realino nació en Carpi (Módena, Italia) el 1 de diciembre de 1530. Su madre falleció muy pronto.

Estudió la carrera de Derecho y se doctoró en 1556. Ejerció como abogado, hasta que al defender un caso en Ferrara hirió en la frente a su oponente. Recibió una sanción y fue inhabilitado para trabajar en aquella ciudad.

Gracias a su padre y al gobernador de Milán, fue nombrado magistrado de Felizzano. Luego pasaría a ser fiscal en Alessandría (Piamonte), magistrado en Cassino y juez de Castelleone. Allí sobresalió como pacificador.

En 1591 recibe por carta la triste noticia de que el amor de su vida, Clara, ha fallecido.

Se traslada a Nápoles con Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, y allí trabaja como auditor y lugarteniente general de la ciudad.

Sin embargo, aquel golpe hizo que Bernardino Realino se replanteara el sentido de su vida.

Un encuentro que cambia su vida

Una tarde encontró en la calle a dos novicios jesuitas. Su alegría le llamó la atención y decidió ir a misa a la iglesia de los jesuitas en Nápoles.

Le impresionó tanto la homilía del padre Carminata que fue a su casa y se encerró en su habitación, y se confesó con el predicador, quien notó su inclinación a la vida religiosa.

En agosto de 1564 hizo los ejercicios espirituales de san Ignacio y decidió entregar su vida a Dios. Sin embargo, no sabía bien cómo debía ser esa entrega.

Pero, en septiembre de 1564, se le apareció la Virgen con el Niño en brazos y le dijo que ingresara en la Compañía de Jesús. Y así lo hizo, cuando contaba 34 años. Se desprendió de toda su fortuna.

Fue maestro de novicios y más tarde enviado a Lecce como superior de la comunidad de jesuitas. Allí también abrió un colegio y tuvo más visiones de la Virgen.

San Bernardino Realino murió a los 82 años, con tal fama de santidad en la ciudad que fue nombrado patrón cuando aún agonizaba: el propio alcalde le llevó los documentos.

Oración

Señor y Dios nuestro, que enviaste a tu santo sacerdote Bernardino Realino para llevar el evangelio de la paz a pueblos y aldeas. Dios nuestro, que enseñaste a tu iglesia a observar todos los mandamientos celestiales en el amor a Dios y del prójimo, Ayúdanos a practicar obras de caridad en imitación de tu sacerdote, san Bernardino, que merece ser contado entre los bendecidos en Tu Reino y por su intercesión te pedimos que por ser un gran protector de la familia mantengas las nuestras unidas en amor, afecto, unidad y concordia.

A ti, bendito san Bernardino, que siempre trataste de mantener la familia como núcleo principal en cuyo seno se engendrara el único y verdadero amor a Dios, te pedimos fortaleza y perseverancia para mantener el amor entre los nuestros. Líbranos de discusiones, separaciones, disputas y arrogancias, y mantennos en amor, armonía y paz, para que todos y cada uno de sus miembros podamos disfrutar de la dicha familiar. Señor, oramos para que podamos seguir a san Bernardino Realino y responder a tu llamado, para tu gloria y la salvación de nuestras almas.
San Bernardino Realino, ruega por nosotros. Amén.