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El Papa León XIV pide una renovada misión evangelizadora

En su audiencia a los directores nacionales de las Obras Misionales Pontificias que participan en la Asamblea General, el Santo Padre reafirma el papel esencial de las Obras Misionales Pontificias en la evangelización global, exhortando a la Iglesia a ser misionera de esperanza y unidad. También invita a los misioneros a ser «fermento de concordia» en un mundo marcado por la división y la injusticia.

 

 

El Papa León XIV subrayó la centralidad de las Obras Misionales Pontificias (OMP) para la evangelización global y su papel en la promoción de una Iglesia universal y misionera durante la audiencia, el jueves 22 de mayo, a los directores nacionales de la organización que celebra su Asamblea General anual del 21 al 28 de mayo en Roma. 

El Sucesor de Pedro expresó su profundo agradecimiento a los miembros de las OMP por su “servicio comprometido” y por la dedicación de sus colaboradores. Recordó que, desde su experiencia pastoral en Perú, ha podido constatar de primera mano el impacto positivo de las OMP en la vida de las comunidades eclesiales más jóvenes.

 

El Papa saluda a los participantes en la Asamblea General anual de las OMP. 

 

Un trabajo vital en las zonas de misión

El Papa subrayó las múltiples iniciativas que las OMP coordinan para apoyar a las Iglesias jóvenes. Entre ellas, mencionó el trabajo de la Obra para la Propagación de la Fe, que apoya proyectos pastorales y catequéticos, la construcción de iglesias, y la atención a necesidades educativas y sanitarias. También hizo referencia a la Obra Misional Pontificia de la Santa Infancia, que contribuye con programas de formación cristiana para niños y asegura su protección en contextos vulnerables.

Asimismo, destacó la labor de la Obra de San Pedro Apóstol, que cultiva vocaciones misioneras, y la Unión Misionera, que se encarga de la formación de sacerdotes, religiosos y fieles laicos para el trabajo misionero.

Para el Papa, estas obras son un testimonio vivo del compromiso de la Iglesia con la misión. Desde su punto de vista, las OMP no solo realizan un servicio vital en la propagación de la fe, sino que también responden a las realidades de un mundo cada vez más necesitado de paz y reconciliación.

“Nuestro mundo, herido por la guerra, la violencia y la injusticia, necesita escuchar el mensaje evangélico del amor de Dios y experimentar el poder reconciliador de la gracia de Cristo”, afirmó el Papa, citando su homilía de inicio de pontificado el 18 de mayo de 2025. En ese contexto, resaltó la urgencia de una Iglesia misionera que, “con los brazos abiertos al mundo, anuncia la Palabra” y se convierte “en fermento de concordia para la humanidad”.

 

El Papa saluda a los participantes en la Asamblea General anual de las OMP.  

 

Un llamado a la unidad y la universalidad

Uno de los momentos más significativos del discurso fue cuando el Papa reflexionó sobre dos aspectos fundamentales de la identidad de las OMP: la comunión y la universalidad. León XIV instó a los directores nacionales a cultivar un profundo sentido de comunión entre los miembros de la Iglesia, entendida como una “comunión de creyentes animada por el Espíritu Santo”. Esta comunión nos conecta con el misterio de la Santísima Trinidad, fuente de unidad y armonía para todos los cristianos: “Es en la Trinidad en quien todas las cosas encuentran su unidad”, afirmó. Para el Papa, esta visión de la Iglesia como comunión no solo debe formar parte de nuestra vida espiritual, sino que debe inspirar nuestras acciones misioneras.

“Esta dimensión cristiana de nuestra vida y misión la llevo en mi corazón, y se refleja en las palabras de san Agustín que elegí para mi servicio episcopal y para mi ministerio pontificio: ‘In Illo uno unum’” (En Él, somos uno). 

Con estas palabras, León XIV recordó que la unidad de los cristianos en Cristo es esencial para llevar a cabo la misión evangelizadora. Esta comunión, que trasciende culturas, lenguas y tradiciones, debe inspirar una visión universal de la misión de la Iglesia, alentando a los misioneros a ir más allá de los confines de sus propias parroquias y países para llevar el Evangelio a todos los pueblos.

El Papa también aprovechó la ocasión para resaltar el carácter global de las OMP, que son un modelo de la universalidad de la misión de la Iglesia. Al referirse al proceso de renovación de los estatutos de la institución, expresó su confianza en que este esfuerzo reafirmará el papel de las Obras Misionales como “fermento de celo misionero dentro del Pueblo de Dios” en todo el mundo. “Un enfoque renovado en la unidad y universalidad de la Iglesia corresponde precisamente al carisma auténtico de las Obras Misionales Pontificias”, aseguró.

 

El Papa saluda a los participantes en la Asamblea General anual de las OMP. 

 

El llamado a ser misioneros de esperanza

El Sucesor de Pedro también hizo un llamado a los misioneros para que sigan adelante con su misión en tiempos difíciles. En medio de un mundo marcado por crisis y divisiones, la esperanza cristiana sigue siendo la respuesta.

Antes de concluir su intervención, el Pontífice animó a los directores nacionales y a los miembros de las OMP a seguir promoviendo la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el penúltimo domingo de octubre. Este evento, apuntó, es un importante recordatorio para todos los fieles de la responsabilidad misionera que tienen como miembros del Cuerpo de Cristo. Asimismo, alentó a los directores nacionales a priorizar las visitas a las diócesis y comunidades para sensibilizar a los fieles sobre la importancia de apoyar a las Iglesias jóvenes y en crecimiento.

Finalmente, el Romano Pontífice concluyó su discurso encomendando la misión de las OMP a la intercesión de la Virgen María, Madre de la Iglesia, y les impartió con cariño su Bendición Apostólica.

«Les animo a seguir siendo ‘peregrinos de esperanza'», concluyó, destacando la importancia de la misión como testimonio de fe y esperanza en un mundo necesitado de la paz que solo Cristo puede ofrecer.

 

 

 

 

Intercambio de dones del Papa con los participantes en la Asamblea General anual de las OMP.

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 Referencias Bíblicas
• John 15:9-11
• Obispo Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos instruye sobre la forma de amar a los demás en el amor de Dios: “Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. 



Mucho depende de esa pequeña palabra “permanecer” —menein en griego— que Juan usa frecuentemente en su Evangelio. El amor de Dios se da incondicionalmente como una gracia, pero permanecer en ese amor es realmente cuestión de observar ciertos mandamientos. 



 

 

Así es como funciona: el amor de Dios puede verdaderamente habitar en nosotros y convertirse en nuestra “posesión”, solo en la medida en que lo regalamos a otros. Si nos resistimos o tratamos de aferrarnos a él, nunca llegará a nuestros propios corazones, cuerpos y mentes. Pero si lo regalamos como un acto de amor, entonces obtenemos más de él, entrando en un delicioso flujo de gracias. Si regalas el amor divino, entonces este “permanece” en ti.



Esta es la gran doctrina católica de la gracia y la cooperación con la gracia. No empuñamos división alguna entre ley y gracia, como hicieron algunos reformadores. Más bien, decimos que la ley y mandamientos nos permiten participar en el amor de Dios. Es un juego, si quieres verlo de ese modo, del amor, tanto condicional como incondicional. Y es precisamente por eso que podemos crecer en el amor.

 

 

Rita de Casia, Santa

Memoria Litúrgica, 22 de mayo

Por: P. Amo Ángel | Fuente: Catholic.net
Viuda, Religiosa,
y Abogada de Imposibles

Martirologio Romano: Santa Rita, religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su marido y sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San Agustín en Casia, de la Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo sublime de paciencia y compunción († c.1457).

Fecha de beatificación: 1 de octubre de 1627 por el Papa Urbano VIII
Fecha de canonizacicón: 24 de mayo de 1900 por el Papa León XIII

Breve Biografía

Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría ser de ayer como de hoy.

Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en silencio.

Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.

 

 

Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una espina.

Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900.
 

 

ORACIÓN


Oh Dios omnipotente,
 que te dignaste conceder
a Santa Rita tanta gracia,
 que amase a sus enemigos y 
llevase impresa en su corazón
 y en su frente la señal de tu pasión,
 y fuese ejemplo digno de ser imitado
 en los diferentes estados de la vida cristiana.
 Concédenos, por su intercesión,
 cumplir fielmente las obligaciones
 de nuestro propio estado 
para que un día podamos 
vivir felices con ella en tu reino.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
 Amén.

 

 

Permanecer en el amor

San Juan 15, 9-11. V Jueves de Pascua

 

 

Por: H. Javier Castellanos LC
Fuente: www.missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dios te salve, María… Tú eres la llena de gracia, llena de Dios. Tú eres la causa de nuestra alegría. Acompáñame en esta oración para que permita a Dios llenar más mi vida y así me abra a la alegría que Él me quiere dar.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 15,9-11

 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Cristo pide una cosa: permanecer en su amor. ¿Qué nos quiere decir con esto? Imaginémonos cómo es permanecer en un «lugar»: como cuando uno «permanece» en la parada del autobús, esperando el transporte que lo llevará de vuelta a casa. Cristo nos pide esperar firmes en su amor, agarrados con fuerza de la cruz: ahí donde Cristo nos ha reconciliado con el Padre y donde nos muestra el camino hacia el cielo.

Permanezcamos en el amor de Cristo. Y el modo de hacerlo es cumpliendo sus mandamientos. Durante la misma cena, poco antes, Jesús había dicho ya a sus apóstoles: «Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.» (Jn 13, 34) Permanecer en su amor significa creer en el amor, realmente. Y para ello no sólo hay que recibir amor sino dar amor.

Permanecer en el amor da como fruto la alegría plena. A esto nos invita Cristo, éste es el plan de amor que tiene sobre nosotros. Él quiere que encontremos su propia alegría, la alegría que es más resistente que los clavos de la cruz y la roca del sepulcro. La alegría de amar como el Padre ama al Hijo y como el Hijo nos ama a nosotros. Amar y ser amado, ésta es nuestra parada, nuestro destino y nuestra plenitud.

«A Dios le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede ver. […] Estamos llamados a concretar en la realidad lo que invocamos en la oración y profesamos en la fe. No hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios. Sin embargo, la vida cristiana no es una simple ayuda que se presta en un momento de necesidad. Si fuera así, sería sin duda un hermoso sentimiento de humana solidaridad que produce un beneficio inmediato, pero sería estéril porque no tiene raíz. Por el contrario, el compromiso que el Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor.» (Homilía de S.S. Francisco, 4 de septiembre 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscaré consolar a quien encuentre triste.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

El poder del perdón: lecciones de santa Rita para perdonar

La vida de santa Rita de Casia es un libro abierto de confianza en Dios, fortaleza en los momentos difíciles y, sobre todo, de perdón hacia el otro. Aquí sus consejos

 

 

Santa Rita de Casia, conocida como la «Santa de lo imposible», es también un modelo de perdón radical y cristiano. Su vida estuvo marcada por el sufrimiento, pero sobre todo por su capacidad de amar y perdonar incluso en las situaciones más dolorosas. 

En un mundo donde el rencor, la venganza y la división son frecuentes, santa Rita nos ofrece un ejemplo poderoso y actual. No por nada es patrona de las causas imposibles. 

Perdonar de corazón

El perdón es una de las acciones más poderosas y transformadoras del ser humano. Aunque puede parecer difícil, especialmente cuando el dolor es profundo, perdonar no significa justificar el mal, sino liberarnos del peso del rencor. 

La figura de santa Rita ejemplifica esta virtud de manera clara. De ahí que sea conocida como la «santa de lo imposible», su vida es un testimonio de fe, paciencia y, sobre todo, de un perdón radical.

Los sufrimientos de santa Rita

 

Desde joven, soñaba con consagrarse a Dios, pero fue entregada en matrimonio a un hombre violento: Paolo Mancini, un militar de temperamento fuerte. Durante años, soportó insultos y maltratos, pero nunca dejó de orar por la conversión de su esposo. Su fidelidad dio fruto: Paolo cambió y pidió perdón, aunque poco después fue asesinado.

La tragedia no terminó ahí: sus dos hijos juraron vengar la muerte de su padre. Rita, en un acto de amor extremo, rezó para que murieran antes de cometer un crimen y condenarse eternamente.

Ambos murieron poco después de una enfermedad. A través de estas pérdidas, santa Rita no solo perdonó, sino que renunció a perpetuar el odio.

He aquí algunas enseñanzas que podemos destacar de su vida para saber perdonar y no guardar rencor alguno. 

1 Perdonar es una decisión, no un sentimiento

Rita eligió perdonar en momentos de profundo dolor. Esto muestra que perdonar es un acto de voluntad, muchas veces contrario a nuestras emociones, pero necesario para la libertad interior.

2 El perdón es un camino de paz interior

La vida de santa Rita demuestra que el perdón no solo beneficia al otro, sino que sana al que perdona. En lugar de alimentar el resentimiento, eligió la paz, convirtiéndose en un canal de reconciliación para los demás. Esto la ayudó a mantenerse en paz y liberada de cualquier resentimiento.

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3 Perdonar no significa justificar el mal

Cuando santa Rita se propuso perdonar a los asesinos de su esposo, no los justificó; sin embargo, perdonó el acto, sin buscar venganza alguna, orando por sus hijos para que ellos no cometieran un acto atroz por venganza. 

Su perdón fue una respuesta espiritual que la liberó del deseo de retribución. Ella entendía que el perdón no borra el mal, pero corta su poder sobre nuestra vida. Pues, cuando vivimos con rencor, no podemos vivir en paz, llevando una carga que nos ata y nos impide ser libres.

4 Un testimonio de perdón

 

Santa Rita se convirtió en mediadora de paz en su comunidad. Su testimonio de perdón inspiró a muchos a buscar la reconciliación, sembrando esperanza donde reinaba el odio.

5 Perdonar es un acto heróico

No olvides que el perdón es un acto de valentía y gracia. Santa Rita de Casia, en medio de circunstancias casi imposibles, eligió la compasión sobre la venganza, la paz sobre el resentimiento. 

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