SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
JUAN 20, 19-23
El Evangelio de hoy relata la noche después de la Resurrección cuando el Señor se les apareció a los discípulos y saludó, diciéndoles: «La paz sea con ustedes».
Según los relatos Evangélicos, el Jesús resucitado realiza dos cosas: muestra sus heridas y pronuncia palabras de paz. Las heridas de Jesús son un recordatorio continuo y saludable de nuestros pecados. El autor de la vida apareció entre nosotros y lo matamos, y esto contradice cualquier intento de auto-justificación o exculpación.
Pero el Señor resucitado jamás nos deja en la culpa, sino que pronuncia la palabra «Shalom«, que es paz. Y esta es la paz que el mundo no puede brindar, porque es el Shalom que viene del corazón de Dios.
En su carta a los romanos Pablo dijo: «Tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor». ¿Cómo sabe esto Pablo? Él lo sabe porque matamos a Dios, y Dios regresó con un amor que perdona. Él lo sabe porque los enemigos de Israel han sido derrotados.
Enseñar y recordar. Esta es la tarea del Espíritu Santo. Nos enseña: nos enseña el misterio de la fe, nos enseña a entrar en el misterio, a entender el misterio un poco más. Nos enseña la doctrina de Jesús y nos enseña cómo desarrollar nuestra fe sin cometer errores. El Espíritu nos ayuda a crecer en la comprensión de la fe. (Homilía Casa Santa Marta, 11 mayo 2020)
Enriquecida con la capacidad de anunciar “las maravillas de Dios” que “cada uno oía en su propia lengua” (cf. Hch 2,6b); y con una diversidad de dones, servicios y funciones con los cuales “el Espíritu se manifiesta para el bien común” (cf. 1Cor 12,7), la Iglesia renueva en Pentecostés su vocación evangelizadora y misionera. La paz del Resucitado es la fuente de la alegría apostólica y con el don del Espíritu es enviada al mundo para ser signo de perdón (cf. Jn 20,23).
Jesucristo es el médico que nos ha dado la sangre como medicina
Dice el refrán popular que «la mona aunque se vista de seda, mona se queda» Redes sociales, marketing de alto nivel, influencer…todo cabalga a ritmo de perfectísimo, bellísimo. En esta sociedad nuestra secuestrada por la imagen, la puesta en escena, nos viene como anillo al dedo la máxima citada. No se deja cabida a la fealdad, a lo corriente y moliente. Y con todo, la verdad es que «Nada de palo y zanahoria, sino el pobre y feo crucifijo» (Fabrice Hadjadj).
¿Será éste un planteamiento agorero en plena cincuentena pascual? ¡Nada más lejos de quien suscribe esta reflexión! Sí, un intento de llamada a la verdad, que no es otra que aceptar que somos barro (Sal 102,14), pero no el polvo de estrellas acuñado por el astrónomo Carl Sagan sino un barro conocido por su Hacedor y por ello colmado de gracia y de ternura que se traduce en salvación.
Condición creatural es lo nuestro, premisa imperecedera en el devenir del ser humano, siempre en camino, dejándose hacer, lo que implica luces y sombras. El texto joánico ilumina cual candela nuestra realidad pecadora, que no es otra que prescindir de Dios para erigirnos en dios. Pareciera de entrada que este pretender salirse de finitud pone un The End a nuestra historia…Nada más lejos. «Si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado» (1 Jn 1, 7).
Jesucristo es el puente entre el Padre y nosotros, entre el cielo y la tierra, «el que nos posibilita no ahogarnos en el mar tempestuoso de la vida presente» (Sta. Catalina de Siena).
De nuestra orilla está el reconocer y por ello consentir a la Verdad.
La grandeza de un hombre consiste en saber reconocer su propia pequeñez (Blaise Pascal)
Admitir que se es pequeño es la puerta que posibilita el descanso, sabatizar, fundamentar la vida es lo que realmente es importante y por ello disfrutar del AQUÍ Y AHORA. Ni más ni menos se trata de conjugar la vida en clave con-sentido, lo que supone dieta de aditivos, colorantes y conservantes.
Los sabios a los que Jesús saca los colores en el texto mateano son los escribas y fariseos de cada época histórica que de forma invariable amanecen para intentar quedarse en los ámbitos políticos, económicos, educativos, religiosos…liando fardos pesados y cargándolos a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar (23,4) Catalina de Siena en El Diálogo radiografía a los letrados soberbios como estudiantes en mucha ciencia…dan lo que llevan en sí -vida de oscuridad- (Capítulo 85).
Jesús de Nazaret nos ofrece camino alternativo, todo él grabado por el alivio y luz para el alma. Cuidado con confundir este consuelo con la erradicación de los problemas a cualquier precio, quizá buscando hadas madrinas con varita mágica. No pasa de ser espejismo y como tal no soluciona las contrariedades, tal vez las ceba y enquista.
De carga a carga va mucho. Ya nos lo indica el Maestro. La suya es liviana, pero es.
Al hilo de lo compartido, cabe preguntarse:
- ¿Cuáles son mis fardos? ¿Reales?. quizá.. ¿Virtuales?
- ¿Dónde se asienta mi vida? ¿En mis solas fuerzas?, ¿A merced de los otros?, ¿En los poderosos de este mundo?…¿En el Dios con nosotros que afirma que su yugo es llevadero y su carga ligera?
«Mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una “familia” de tres Personas que se aman tanto que forman una sola cosa. Esta “familia divina” no está cerrada en sí misma, sino que es abierta, se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los hombres para invitar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de comunión envuelve a todos y nos estimula a vivir en el amor y en el compartir fraterno, seguros que allí donde hay amor, allí está Dios».
(Santísima Trinidad, ángelus del Papa Francisco, 22 mayo, 2016).
Bonifacio, Santo
Memoria Litúrgica, 5 de junio
Obispo y Mártir
Martirologio Romano: Memoria de san Bonifacio, obispo y mártir. Monje en Inglaterra con el nombre de Wifrido por el bautismo, al llegar a Roma el papa san Gregorio II lo ordenó obispo y cambió su nombre de pila por el de Bonifacio, enviándolo después a Germania para anunciar la fe de Cristo a aquellos pueblos, donde logró ganar para la religión cristiana a mucha gente. Rigió la sede de Maguncia (Mainz) y, hacia el final de su vida, al visitar a los frisios en Dokkum, consumó su martirio al ser asesinado por unos paganos. († 754)
También se lo conoce como: Bonifacio de Maguncia, Bonifacio de Crediton
Breve Biografía
La obra misionera de San Bonifacio no habría sido posible sin la organización política y social europea de Carlomagno. Bonifacio o Winfrid parece que perteneció a una noble familia inglesa de Crediton del condado de Devonshire, en donde nació en el año 673 (o 680). Fue monje en la abadía de Exeter, y después se dedicó a la evangelización de los pueblos germánicos, más allá del Rin. Quiso ir a Frisia, pero no le fue posible por la hostilidad entre el duque alemán Radbod y Carlos Martelo.
Entonces Winfrid fue a Roma en peregrinación para orar sobre las tumbas de los mártires y recibir la bendición del Papa. San Gregorio. II apoyó el compromiso misionero, y Winfrid regresó a Alemania. Se detuvo en Turingia, luego pasó a Frisia, recientemente sometida por los francos, y allí logró las primeras conversiones.
Durante tres años recorrió gran parte del territorio germánico. Los Sajones correspondieron con entusiasmo a su predicación. El Papa lo llamó a Roma, lo consagró obispo y le dio el nuevo nombre de Bonifacio. Durante el viaje de regreso a Alemania, en un bosque de Hessen, hizo derribar un gigantesco roble al que los pueblos paganos le atribuían poderes mágicos, porque decían que era sede de un dios. Ese gesto fue considerado como un desafío a la divinidad y los paganos corrieron para presenciar la venganza del dios ofendido. Bonifacio aprovechó la ocasión para transmitirles el mensaje evangélico. A los pies del roble derribado hizo construir la primera iglesia, que dedicó a San Pedro.
Antes de organizar la Iglesia a orillas del Rin, pensó en la fundación, entre las regiones de Hessen y Turingia, de una abadía, que fuera el centro propulsor de la espiritualidad y de la cultura religiosa de Alemania. Así nació la célebre abadía de Fulda, comparable con la de los benedictinos de Montecassino por la actividad y el prestigio. Eligió a Maguncia como sede arzobispal, pero expresó el deseo de ser enterrado en Fulda.
Ya anciano, pero todavía infatigable, regresó a Frisia. Lo acompañaban unos cincuenta monjes. El 5 de junio había citado cerca de Dokkum a un grupo de catecúmenos. Era el día de Pentecostés; estaban comenzando la celebración de la Misa cuando un grupo de Frisones armadas con espadas asaltaron a los misioneros. Bonifacio les dijo a los compañeros: “No teman. Todas las armas de este mundo no pueden matar nuestra alma”. Cuando la espada de un infiel cayó sobre su cabeza, él trató de cubrirse con el misal, pero el enemigo derribó el libro y le cortó la cabeza al mártir.
Cultivar nuestro trato con el Espíritu Santo
Santo Evangelio según san Juan 14, 15-16. 23-26. Pentecostés
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que abra mi corazón a tus inspiraciones para poder cumplir siempre tu santa voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 14, 15-16. 23-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad.
El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas, y les recordará todo cuanto yo les he dicho».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes» ¿Puede haber una frase más consoladora que esta? Al pensar en estas palabras que Jesús pronunció a sus discípulos, podemos imaginar cuánto amor encierra esta afirmación. Él rogará por nosotros, así nos lo dice, pero tenemos que leer en primera persona estas palabras; nos habla a cada uno de nosotros de forma particular. Él nos dará un Consolador, alguien que nos guíe y que no nos dejará solos jamás. Y nos toca a nosotros ahora no abandonarlo, o mejor dicho no creer que con nuestras propias fuerzas podremos superar todos los obstáculos «No permitan que el mundo les haga creer que es mejor caminar solos. No cedan a la tentación de ensimismarse, de volverse egoístas o superficiales ante el dolor, la dificultad o el éxito pasajero» Papa Francisco, mensaje para los jóvenes de Lituania.
«El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada». Somos morada del Espíritu Santo, eso es un regalo que se nos hace a partir de Bautismo. A partir de ese momento somos templo donde habita la Trinidad Beatísima. Por tanto, debemos cultivar en nuestra vida cotidiana el trato asiduo con Dios, pero no con formalidades rígidas que nos puedan asemejar con un fariseísmo, sino que debemos cultivar el trato filial, amoroso y sincero con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios es una «familia» de tres Personas que se aman tanto que conforman una sola cosa.
Por último, pidamos a María, Reina de los apóstoles y madre de la Iglesia, que el día de hoy en el que celebramos la fiesta de Pentecostés interceda ante la Trinidad Beatísima, para que en nuestros corazones arda el fuego abrazador del amor divino y nos impulse a ser cada día más fieles a la voluntad de Dios.
«Mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una “familia” de tres Personas que se aman tanto que forman una sola cosa. Esta “familia divina” no está cerrada en sí misma, sino que es abierta, se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los hombres para invitar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de comunión envuelve a todos y nos estimula a vivir en el amor y en el compartir fraterno, seguros que allí donde hay amor, allí está Dios».
(Santísima Trinidad, ángelus del Papa Francisco, 22 mayo, 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré estar muy atento en la Santa Misa, sabiendo que, al igual que los discípulos, ahora yo me encuentro reunido, ya no en el cenáculo, pero si frente a la mesa de la Eucaristía como Iglesia militante, viviendo la comunión de los santos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Pentecostés, fiesta grande para la Iglesia
Con el Espíritu Santo entramos en el mundo del amor. Gracias al Espíritu Santo cada bautizado es transformado en lo más profundo de su corazón.
Pentecostés fue un día único en la historia humana.
En la Creación del mundo, el Espíritu cubría las aguas, “trabajaba” para suscitar la vida.
En la historia del hombre, el Espíritu preparaba y enviaba mensajeros, patriarcas, profetas, hombres justos, que indicaban el camino de la justicia, de la verdad, de la belleza, del bien.
En la plenitud de los tiempos, el Espíritu descendió sobre la Virgen María, y el Verbo se hizo Hombre.
En el inicio de su vida pública, el Espíritu se manifestó sobre Cristo en el Jordán, y nos indicó ya presente al Mesías.
Ese Espíritu descendió sobre los creyentes la mañana de Pentecostés. Mientras estaban reunidos en oración, junto a la Madre de Jesús, la Promesa, el Abogado, el que Jesús prometió a sus discípulos en la Última Cena, irrumpió y se posó sobre cada uno de los discípulos en forma de lenguas de fuego (cf. Hch 2,1-13).
Desde ese momento empieza a existir la Iglesia. Por eso es fiesta grande, es nuestro “cumpleaños”.
Lo explicaba san Ireneo (siglo II) con estas hermosas palabras: “Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia, y el Espíritu es la verdad; alejarse de la Iglesia significa rechazar al Espíritu (…) excluirse de la vida” (Adversus haereses III,24,1).
Con el Espíritu Santo tenemos el espíritu de Jesús y entramos en el mundo del amor. Gracias al Espíritu Santo cada bautizado es transformado en lo más profundo de su corazón, es enriquecido con una fuerza especial en el sacramento de la Confirmación, empieza a formar parte del mundo de Dios.
Benedicto XVI explicaba cómo en Pentecostés ocurrió algo totalmente opuesto a lo que había sucedido en Babel (Gen 11,1-9). En aquel oscuro momento del pasado, el egoísmo humano buscó caminos para llegar al cielo y cayó en divisiones profundas, en anarquías y odios. El día de Pentecostés fue, precisamente, lo contrario.
“El orgullo y el egoísmo del hombre siempre crean divisiones, levantan muros de indiferencia, de odio y de violencia. El Espíritu Santo, por el contrario, capacita a los corazones para comprender las lenguas de todos, porque reconstruye el puente de la auténtica comunicación entre la tierra y el cielo. El Espíritu Santo es el Amor” (Benedicto XVI, homilía del 4 de junio de 2006).
Por eso mismo Pentecostés es el día que confirma la vocación misionera de la Iglesia: los Apóstoles empiezan a predicar, a difundir la gran noticia, el Evangelio, que invita a la salvación a los hombres de todos los pueblos y de todas las épocas de la historia, desde el perdón de los pecados y desde la vida profunda de Dios en los corazones.
Pentecostés es fiesta grande para la Iglesia. Y es una llamada a abrir los corazones ante las muchas inspiraciones y luces que el Espíritu Santo no deja de susurrar, de gritar. Porque es Dios, porque es Amor, nos enseña a perdonar, a amar, a difundir el amor.
Podemos hacer nuestra la oración que compuso el Cardenal Jean Verdier (1864-1940) para pedir, sencillamente, luz y ayuda al Espíritu Santo en las mil situaciones de la vida ordinaria, o en aquellos momentos más especiales que podamos atravesar en nuestro caminar hacia el encuentro eterno con el Padre de las misericordias.
Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo:
Inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia santificación.
Espíritu Santo,
dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.
Dame acierto al empezar,
dirección al progresar
y perfección al acabar.
Amén” (Cardenal Verdier).
Pentecostés
La Fiesta de Pentecostés
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”.
Hechos de los Apóstoles 2, 1-5
Fiesta de Pentecostés
Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el don de la ley.
En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2 1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168).
¿Quién es el Espíritu Santo?
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la «Tercera Persona de la Santísima Trinidad». Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.
El Espíritu Santo, el don de Dios
«Dios es Amor» (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor «Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado». (Rom 5,5).
Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, «La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros.» 2 Co 13,13; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que «Jesús es el Señor «, es decir para entrar en contacto con Cisto es necesario haber sido atraído por el Espíritu Santo.
Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.
Vida de fe. El Espíritu Santo con su gracia es el «primero» que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Sin embargo, es el «último» en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los «últimos tiempos», inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.
El Paráclito. Palabra del griego «parakletos», que literalmente significa «aquel que es invocado», es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: «El Padre os dará otro Paráclito» (Jn 14,16).
El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado «otro paráclito» porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.
Espíritu de la Verdad: Jesús afirma de sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel «discurso de despedida» con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.
El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.
Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.
Símbolos
Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:
Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.
Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.
Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.
Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para «cubrirla con su sombra». En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.
Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.
La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el «don del Espíritu».
La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.
El Espíritu Santo y la vida cristiana
A partir del Bautismo, el Espíritu divino habita en el cristiano como en su templo. Gracias a la fuerza del Espíritu que habita en nosotros, el Padre y el Hijo vienen también a habitar en cada uno de nosotros.
El don del Espíritu Santo es el que:
– nos eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en nuestro obrar;
– nos permite conocerlo y amarlo;
– hace que nos abramos a las divinas personas y que se queden en nosotros.
La vida del cristiano es una existencia espiritual, una vida animada y guiada por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad. Gracias al Espíritu Santo y guiado por Él, el cristiano tiene la fuerza necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios.
Especial de Pentecostés
Inicio de la Iglesia Católica, fiesta que se celebra 50 días después de la Pascua.
Origen de la fiesta
Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.
En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre.
La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés.
En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.
La Promesa del Espíritu Santo
Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17).
Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26).
Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,… muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,… y os comunicará las cosas que están por venir” (San Juan 16, 7-14).
En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.
Explicación de la fiesta:
Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos.
Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.
En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.
Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.
¿Quién es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.
Señales del Espíritu Santo:
El viento, el fuego, la paloma.
Estos símbolos nos revelan los poderes que el Espíritu Santo nos da: El viento es una fuerza invisible pero real. Así es el Espíritu Santo. El fuego es un elemento que limpia. Por ejemplo, se prende fuego al terreno para quitarle las malas hierbas y poder sembrar buenas semillas. En los laboratorios médicos para purificar a los instrumentos se les prende fuego.
El Espíritu Santo es una fuerza invisible y poderosa que habita en nosotros y nos purifica de nuestro egoísmo para dejar paso al amor.
Nombres del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ha recibido varios nombres a lo largo del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad, el Abogado, el Paráclito, el Consolador, el Santificador. Misión del Espíritu Santo:
- El Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.
- El Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16, encontramos la siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará otro abogado que estará con ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3. 16 dice: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?”. Es por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en nosotros para obrar porque es “dador de vida” y es el amor. Esta aceptación está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.
- El Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios interviene para bien de los que le aman.
- El Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza.
El Espíritu Santo y la Iglesia:
Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.
- El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús.
Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un apostolado; etc.
- El Espíritu Santo asiste especialmente al representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.
- El Espíritu Santo construye, santifica y da vida y unidad a la Iglesia.
- El Espíritu Santo tiene el poder de animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.
Los siete dones del Espíritu Santo:
Estos dones son regalos de Dios y sólo con nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la acción directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.
SABIDURÍA: Nos permite entender, experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.
ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra inteligencia se hace apta para entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que nos manda Dios.
CIENCIA: Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.
CONSEJO: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de los demás, guiándolos por el camino del bien.
FORTALEZA: Fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos ponga el demonio.
PIEDAD: Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, ayudándolos y respetándolos.
TEMOR DE DIOS: Le da al alma la docilidad para apartarse del pecado por temor a disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más importante y buena del mundo, a nunca decir nada contra Él
Oración al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu Creador y se renovará la faz de la tierra.
OH Dios, que quisiste ilustrar los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu consuelo.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Qué decir a una adolescente para que florezca en una mujer radiante
Mark Nazh | Shutterstock
Para una niña, convertirse en mujer es una experiencia maravillosa y perturbadora. Aquí hay siete elementos esenciales para comunicar a una adolescente y alentarla a convertirse en una mujer radiante y segura de sí misma
¿Qué puede decir una madre (o padre) a su hija para ayudarla a convertirse en una mujer serenamente consciente de su propia belleza? Claire de Saint Lager, autora del libro Devenir Femme (Mame), ofrece excelentes pistas. Ella es la fundadora de «Graine de Femme», un camino que en Francia ayuda a las mujeres jóvenes a conocerse mejor y a revelar su personalidad única.
«SER MUJER ES UN DON»
«Convertirse en mujer es una experiencia que debe estar arraigada en la alegría», garantiza Claire de Saint Lagar. Una experiencia única y maravillosa, durante la cual la joven aprende a conocerse y realizarse a sí misma. Toma conciencia de su propia belleza, de su propio valor, de sus propias cualidades femeninas… y aprende a verlos como un don.
«PARTICIPAS EN LA OBRA CREADORA DE DIOS»
Es bueno invitar a tu hija a honrar su cuerpo femenino y a estar orgullosa de él: un día podrá ser madre y así participar en la obra creadora de Dios. Invítala, por ejemplo, a ver la menstruación no como una «llaga», sino como un signo «de buena salud que viene a significar la capacidad del cuerpo para llevar a un bebé». En algunos países, Claire de Saint Lager observa, en el momento de la menarquia «las chicas son celebradas como en una boda o en un bat-mitzvá, es una gran fiesta». ¿Por qué no establecer un pequeño ritual para enfatizar este importante paso, ofreciendo un regalo, una joya y/o flores?
«ERES UNA MUJER ÚNICA E IRREPETIBLE»
El primer punto de referencia de un niño, en el vínculo y en la identificación, es la madre: «Al principio de la vida, hay como una indiferenciación de cuerpos, porque el niño es uno con la madre». Este vínculo es fundamental. Con el tiempo, es esencial «animar a la hija a acceder a sus deseos, a desarrollar sus dones particulares, sus talentos». «¡Es primordial fomentar lo que la niña tiene de único y singular, y valorarlo!» Por eso es bueno que también se inspire en otras mujeres a su alrededor: de esta manera puede construirse un camino personal.
«ERES LA HEROÍNA DE TU VIDA»
Fomentar los deseos y sueños que una joven lleva en su corazón es hermoso y es algo bueno. Para Claire de Saint Lager, «la adolescencia es la época en la que uno sueña, en la que uno puede atreverse, en la que hay todo por diseñar». Debemos confiar en ellas, escucharlas y al mismo tiempo acompañarlas paso a paso. «No decides tu vida a los 15 años: es algo que vas a construir con el tiempo. Se colocan las primeras piedras, tal vez vayas a tomar alguna calle lateral, luego otros caminos. Aprender a orientarse lleva tiempo. Lo importante es dar sentido a cada etapa y atreverse a asumir sus propios riesgos».
«ERES HERMOSA»
Animar a la joven con la palabra y con la mirada es fundamental: felicitarla por lo que lleva puesto, por las cosas hechas, por su belleza. «Puedes tener la hija más bella de la tierra, pero si su padre nunca le dice que es hermosa (en un sentido amplio), no lo creerá», explica Claire de Saint Lager. Ella irá y buscará esta respuesta en otro lugar». Ayuda a tus hijas a encontrar su belleza personal: ¿se manifiesta en generosidad, dulzura, inteligencia, humor…?
«AMATE Y DÉJATE AMAR»
«Amarse a uno mismo es un proceso largo -dice la autora-, pero sin duda comienza con la capacidad de rodearse de personas con las que nos sentimos bien y que nos quieren». Es importante que la joven busque amigos que la respeten y valoren. Si carece de confianza en sí misma, puede volver a caer en relaciones tóxicas que no serán beneficiosas. «La elección de nuestros amigos también muestra la estima que tenemos por nosotros mismos».
«ERES HIJA PREDILECTA DE DIOS»
La adolescencia es también un momento para conectar íntimamente con la vida espiritual. Claire de Saint Lager subraya la importancia de esta escucha interior que se abre a lo divino, «de corazón a corazón con Aquel que vive en mí y que es más íntimo a mí que de mí misma». «Es importante que la joven sepa que es amada y que entra en una relación amorosa con el Señor. Como si el Padre Celestial le estuviera diciendo: ‘Eres hermosa, mi muy querida y amada hija’.
El Papa: el Espíritu Santo nos hace reaccionar ante sentimientos negativos
El Papa Francisco, en la misa de Pentecostés que presidió esta mañana desde la Basílica de San Pedro, recordó que el Espíritu Santo, el Consolador, es concreto, no es idealista y quiere que nos concentremos en el aquí y ahora, porque el sitio donde estamos y el tiempo en que vivimos son los lugares de la gracia. El espíritu del mal nos distrae del aquí y del ahora, lleva nuestra cabeza a otra parte
El Papa Francisco, en la misa de Pentecostés que presidió esta mañana desde la Basílica de San Pedro, recordó que el Espíritu Santo, el Consolador, es espíritu de sanación y de resurrección, y puede transformar las heridas que nos queman dentro. El Espíritu, dijo, nos invita a no perder nunca la confianza. El Espíritu es concreto, no es idealista y quiere que nos concentremos en el aquí y ahora, porque el sitio donde estamos y el tiempo en que vivimos son los lugares de la gracia. El espíritu del mal nos distrae del aquí y del ahora, lleva nuestra cabeza a otra parte. El Papa pide que «entremos en la escuela del Espíritu Santo, para que nos enseñe todo. Invoquémoslo cada día, para que nos recuerde que debemos partir siempre de la mirada de Dios sobre nosotros, tomar decisiones escuchando su voz, y caminar juntos, como Iglesia, dóciles a Él y abiertos al mundo».
El Espíritu Santo nos hace reaccionar ante sentimientos negativos
La amargura, el pesimismo y los pensamientos tristes que se agitan dentro de nosotros, vienen del mal, afirmó el Papa, nunca vienen del Espíritu Santo. Vienen del mal, “que se siente cómodo en la negatividad y usa a menudo esta estrategia: alimenta la impaciencia, el victimismo, hace sentir la necesidad de autocompadecernos y de reaccionar a los problemas criticando, y echando toda la culpa a los demás. Nos vuelve nerviosos, desconfiados y quejosos”.
En cambio, el Espíritu Santo, nos hace reaccionar, señaló Francisco, nos invita a no perder nunca la confianza y a volver a empezar siempre. Haciendo que tomemos la iniciativa, sin esperar que sea otro el que comience. Y luego, afirmó, llevando esperanza y alegría a quienes encontremos, no quejas; no envidiando nunca a los demás, sino alegrándonos por sus éxitos.
El Espíritu Santo nos concentra en el aquí y ahora
El Espíritu Santo es concreto, no idealista, aseveró el Pontífice, hace que nos concentremos en el aquí y ahora, “porque el sitio donde estamos y el tiempo en que vivimos son los lugares de la gracia. El espíritu del mal, en cambio, quiere distraernos del aquí y del ahora, y llevarnos con la cabeza a otra parte”.
Es allí donde el espíritu del mal “con frecuencia nos ancla en el pasado, en los remordimientos, en las nostalgias y en aquello que la vida no nos ha dado; o bien nos proyecta hacia el futuro, alimentando temores, miedos, ilusiones y falsas esperanzas. El Espíritu Santo, en cambio, nos lleva a amar el aquí y el ahora, no un mundo ideal, ni una Iglesia ideal, sino la realidad, a la luz del sol, en la transparencia y la sencillez”, señaló el Papa y agregó:
“¡Qué diferencia con el maligno, que fomenta las cosas dichas a las espaldas, las habladurías y los chismorreos!”
El Espíritu Santo transforma las heridas que tenemos dentro
El Papa nos recordó que no debemos desfallecer. Ante los muchos problemas, heridas y preocupaciones, que creemos no se resuelven con consuelos fáciles, debemos tener confianza, porque:
“es precisamente ahí que el Espíritu pide poder entrar. Porque Él, el Consolador, es espíritu de sanación y de resurrección, y puede transformar esas heridas que te queman por dentro”.
El Espíritu Santo, dijo el Papa, nos enseña a no suprimir los recuerdos de las personas y de las situaciones que nos han hecho mal, sino a dejarlos habitar por su presencia:
“Así hizo con los Apóstoles y con sus fallas. Habían abandonado a Jesús antes de la Pasión, Pedro lo había negado, Pablo había perseguido a los cristianos. ¡Cuántos errores, cuántos sentimientos de culpa! Por sí mismos no podían encontrar una salida. Solos no; con el Consolador sí. Porque el Espíritu sana los recuerdos. ¿Cómo? Dándole importancia a lo que cuenta, es decir, el recuerdo del amor de Dios y su mirada sobre nosotros. De este modo pone orden en la vida; nos enseña a acogernos, a perdonarnos a nosotros mismos y a reconciliarnos con el pasado. A volver a empezar”.
En vez de recordar lo mal que nos va, recordar que somos hijos amados de Dios
Más adelante, el Santo Padre afirmó que “siempre recordamos lo que va mal, con frecuencia resuena en nosotros esa voz que nos recuerda los fracasos y las deficiencias, que nos dice: “Ves, otra caída, otra desilusión, nunca lo conseguirás, no eres capaz”. El Espíritu Santo, en cambio, señaló Francisco, nos recuerda todo lo contrario: “Eres hijo, eres hija de Dios, eres una criatura única, elegida, preciosa, siempre amada; aunque hayas perdido la confianza en ti mismo, Dios confía en ti”.
Además Francisco dijo que el Espíritu «nos hace ver todo de un modo nuevo, según la mirada de Jesus. «En el gran viaje de la vida, Él nos enseña por donde empezar, qué caminos tomas y cómo caminar». Y retomando la frase final del Evangelio dijo:
«En la frase final del Evangelio que hemos escuchado, Jesús hace una afirmación que nos da esperanza y al mismo tiempo nos lleva a reflexionar. Dice a los discípulos:«El Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho» (Jn 14,26). Nos impacta ese “todo”, y nos preguntamos, ¿en qué sentido el Espíritu da esta comprensión nueva y plena a quienes lo reciben? No es una cuestión de cantidad, ni una cuestión académica: Dios no quiere convertirnos en enciclopedias o en eruditos. No. Es una cuestión de calidad, de perspectiva, de olfato».
Imágenes de la Misa de Pentecostés (Galería)
Por dónde empezar
Francisco nos señaló que el Espíritu, nos indica el punto de partida de la vida espiritual:
«Jesús habla de ello en el primer versículo de hoy, cuando dice: «Si me aman, cumplirán mis mandamientos» (v. 15). Si me aman, cumplirán; esta es la lógica del Espíritu. Nosotros a menudo pensamos al revés: si cumplimos, amamos. Estamos acostumbrados a pensar que el amor proceda esencialmente de nuestro cumplimiento, talento y religiosidad. En cambio, el Espíritu nos recuerda que, sin el amor en el centro, todo lo demás es vano. Y que este amor no nace tanto de nuestras capacidades, sino que es un don suyo. El Espíritu de amor es el que nos infunde el amor, Él es quien nos hace sentir amados y nos enseña a amar. Él es el “motor” de nuestra vida espiritual, es Él quien mueve todo dentro de nosotros. Pero si no empezamos por el Espíritu o con el Espíritu o a través del Espíritu, no se puede hacer el camino.».
El Espíritu Santo es una memoria activa, es la memoria de Dios, nos recuerda todas las palabras de Jesús, afirmó Francisco, es una memoria que «enciende y reaviva el amor de Dios en nuestro corazón. Hemos experimentado su presencia en el perdón de los pecados, cuando nos hemos sentido llenos de su paz, de su libertad y de su consolación». Alimentar esta memoria espiritual, dijo el Papa, es esencial, «Dios se acuerda de ti. Tú perderás la memoria de Dios, pero Dios no la pierde de ti: se acuerda continuamente de ti»..
Qué caminos tomar
El Papa señaló que además el Espíritu no sólo nos recuerda por dónde empezar, sino que también nos enseña qué caminos tomar:
«Nos lo dice la segunda Lectura, donde san Pablo explica que «quienes se dejan conducir por el Espíritu de Dios» (Rm 8,14) caminan «según el Espíritu y no según la carne» (v. 4). En otras palabras, el Espíritu, frente a las encrucijadas de la existencia, nos sugiere el mejor camino a recorrer. Por eso es importante saber discernir su voz de la del espíritu del mal, ambos nos hablan: aprender a discernir para entender dónde está la voz del Espíritu, para reconocerla y seguir el camino, para seguir las cosas que nos dice».
Y cómo discernir, pues el Papa hace la diferencia, al explicar que el Espíritu Santo nunca nos dirá que en nuestro camino va todo bien. Al contrario, nos corrigirá, nos hará llorar por nuestros pecados, y nos animará a cambiar, a «combatir contra nuestras falsedades e hipocresías, aun cuando eso implique esfuerzo, lucha interior y sacrificio»:
«El mal espíritu, en cambio, te empuja a hacer siempre lo que tú quieras y te guste; te lleva a creer que tienes derecho a usar tu libertad como te parezca. Pero después, cuando te quedas vacío interiormente, te acusa y te tira al suelo. El Espíritu Santo, que te corrige a lo largo del camino, nunca te deja tirado en el suelo, sino que siempre te toma de la mano, te consuela y te alienta».
Cómo caminar
Cómo caminar, juntos, así nos quiere el Espíritu, señaló Francisco por último, nos funda como Iglesia y hoy:
«Los discípulos estaban escondidos en el cenáculo, después el Espíritu descendió e hizo que salieran. Sin el Espíritu estaban encerrados en ellos mismos, con el Espíritu se abrieron a todos».
En cada época, aseveró el Papa, el Espíritu le da vuelta a nuestros esquemas y nos abre a su novedad; «siempre enseña a la Iglesia la necesidad vital de salir, la exigencia fisiológica de anunciar, de no quedarse encerrada en sí misma, de no ser un rebaño que refuerza el recinto, sino un prado abierto para que todos puedan alimentarse de la belleza de Dios, una casa acogedora sin muros divisorios». El Espíritu mundano, dijo el Pontífice, nos presiona para que sólo nos concentremos en nuestros problemas e intereses, en la necesidad de ser relevantes, en la defensa tenaz de nuestras pertenencias nacionales y de grupo.
«El Espíritu Santo no. Él nos invita a olvidarnos de nosotros mismos y a abrirnos a todos. Y así rejuvenece a la Iglesia. Pero pongamos atención, es Él quien la rejuvenece, no nosotros. Porque la Iglesia no se programa, y los proyectos de renovación no bastan. El Espíritu nos libera de obsesionarnos con las urgencias, y nos invita a recorrer caminos antiguos y siempre nuevos, los del testimonio, la pobreza y la misión, para liberarnos de nosotros mismos y enviarnos al mundo».
MUCHOS DONES PERO UN MISMO ESPIRITU…
Existen muchas diferentes formas de servicio, pero el mismo SEÑOR, diferentes tareas, pero el mismo Dios. Es el número TRES, ¿Cierto? Nos aplasta la unidad monolítica no es simplemente diversidad separatista. Es el UNO y lo mucho y luego su famosa imagen que San Pablo utiliza a menudo, la del Cuerpo que es uno y aunque tenga muchas partes del cuerpo, cada una haciendo su propia función, con su propia individualidad y peculiaridad, pero en servicio del bien común, de acuerdo. Ese es el signo del ESPIRITU. . Ese es el signo del ESPIRITU. Finalmente miremos el Evangelio de Pentecostés, que es tan rico. Es la noche de Pascua. Los discípulos todavía no comprenden lo que está sucediendo. Imaginen los aterrorizados que estaban. Su Maestro ha sido brutalmente asesinado y por una autoridad hostil, y ellos habrán pensado ¨Miren somos los próximos¨. Así que en su gran miedo se reúnen.
Pero JESÚS llega y se pone en medio de ellos, y les dice ¨LA PAZ ESTE CON USTEDES. Y les muestra sus manos y costado. Como dije anteriormente. Eso es la Salvación. Matamos a Dios y Dios regresó en Amor indulgente y nos muestra que nos existe pecado que Dios no pueda perdonar. Eso significa que ¨NADA PODRA SEPARARNOS DEL AMOR DE DIOS¨. Como lo expresa San Pablo, eso es lo que obtuvieron. Les dice ¨LA PAZ ESTE CON USTEDES. COMO EL PADRE ME HA ENVIADO, ASI TAMBIEN LOS ENVIO YO¨. Y habiendo dicho esto Sopló sobre ellos y les dijo ¨RECIBAN EL ESPIRITU SANTO¨. Esta es la Iglesia entera. ¨COMO EL PADRE ME HA ENVIADO, ASI TAMBIEN LOS ENVIO YO, Y LES VOY A DAR DEL PADRE Y DE MI -E X A L A C I O N- El don del Espíritu Santo, el ESPIRITU DE AMOR que conecta al PADRE y al HIJO exalan su Amor -S U S P I R O- Exalan su Amor del UNO por el OTRO. El UNO, el DOS y el TRES en plena COMUNIÓN. EL UNO aunando esfuerzos. El AMOR que Dios es. Eso es lo que JESUS -EXALA;- SOBRE SUS DISCIPULOS y que por extensión SOPLA SOBRE NOSOTROS. Porque ellos son la representación de la vida de la Iglesia. ¿Cierto? JESUS a través de los siglos -EXALACIÓN- Sopla el ESPIRITU SANTO SOBRE LA IGLESIA.
Como el PADRE me ha amado y enviado… ¿Cuál es nuestra tarea? En un mundo que está desgarrado unidad opresiva. Muchísima diversidad opresiva, nuestra tarea habiendo recibido el ESPIRITU SANTO el poder del TRES. Nuestra tarea es ser los mensajeros de ese ESPIRITU SANTO AL MUNDO. De acuerdo, ahora tienen sus órdenes para marchar. Cuando salgan piensen en eso. Cuando se levanten por la mañana. Cuando salgan y digan ¨MIREN, AQUÍ ESTA NUESTRO MUNDO. Porque existe muchísimo de esta unidad aplastante. Debo interponerme en el camino de ello, porque en mi Mundo existe mucho de esta diversidad rencorosa, hay muchísimo de esta disputa. Mi tarea es haber recibido el ESPIRITU SANTO, debería -EXALAR- este Espíritu de AMOR en el mundo. Eso es la que sucedió en PENTECOSTES. Mucho tiempo atrás cuando vinieron LAS LENGUAS DE FUEGO y aunque eran de todas partes del Mundo, les escuchaban hablar en sus propias voces. Bien, fue verdad para San Pablo, las muchas manifestaciones, pero un UNICO ESPIRITU. Es verdad para nosotros HAN RECIBIDO EL ESPIRITU SANTO, SOPLENLO AHORA EN SUS DISTINTOS MUNDOS Y LLENENLOS DEL AMOR DULCISIMO DE DIOS PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO DE VERDAD SIENTAN TODO EL AMOR QUE DESDE PAX LES DESEAMOS A CORAZON ABIERTO CON LA DULZURA DE LA VIRGEN.
Francisco, en el Regina Coeli: El Espíritu Santo acorta las distancias entre el Evangelio y la vida
Francisco rezó el Regina Coeli tras la misa de Pentecostés, que no presidió por sus problemas de rodilla (Foto: Vatican News).
05 junio 2022 14:10
Desde el balcón de las aposentos oficiales del Papa, en la Plaza De San Pedro, y ante una multitud de fieles congregada, el Papa Francisco rezó este domingo de Pentecostés el Regina Coeli. Durante este habitual rezo de los domingos, Francisco instó a todos a invocar el Espíritu Santo en las dificultades y a pedir su amor.
«Hagámoslo a menudo, especialmente en los momentos importantes, antes de las decisiones difíciles. Tomemos el Evangelio en la mano e invoquemos al Espíritu. Podemos decir: ‘Ven, Espíritu Santo, recuérdame a Jesús, ilumina mi corazón’. Luego, abrimos el Evangelio y leemos un pequeño pasaje, lentamente. Y el Espíritu lo hará hablar a nuestras vidas», comentó Francisco desde la ventana. El Papa, que por sus problemas de rodilla no pudo presidir la misa de Pentecostés previa a este rezo, recordó que la fiesta que hoy se celebra ya había sido prometida por Jesús en vida en este pasaje: «El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho» (Jn 14,26).
«¿Qué puede decir el Evangelio en la era de Internet?»
«En primer lugar, el Espíritu Santo enseña ayudándonos a superar el obstáculo de la distancia. Puede surgir la inquietud de que hay mucha distancia entre el Evangelio y la vida cotidiana, porque Jesús vivió hace dos mil años, eran otros tiempos, otras situaciones. ¿Qué puede decir el Evangelio en la era de Internet y de la globalización? ¿Cómo puede impactar su palabra?», analizó el Papa sobre el pasaje de Juan.
Sin embargo, para Francisco, «el Espíritu Santo es especialista en acortar las distancias; nos enseña a superarlas. Es Él quien conecta la enseñanza de Jesús con cada tiempo y con cada persona. ¡Con Él, las palabras de Cristo cobran vida, hoy! Sí, el Espíritu las hace vivas para nosotros. A través de la Sagrada Escritura nos habla y nos orienta en el presente. Él no teme el paso de los siglos», comentó.
«Nosotros corremos el riesgo de hacer de la fe una cosa de museo, Él en cambio la pone en sintonía con los tiempos«, advirtió Francisco. Por último el Papa explicó que «el Espíritu trae el Evangelio de vuelta a nuestro corazón. Ocurre como con los Apóstoles: habían escuchado a Jesús muchas veces, pero lo habían comprendido poco. Pero a partir de Pentecostés, con el Espíritu Santo, recuerdan y comprenden, pasan de un conocimiento externo a una relación viva».
Hechos de los Apóstoles 2:1-11 / Romanos 8:8-17 / Juan 14:15-16.23b-26
¿Podría ser que con el Espíritu Santo, Dios se hubiera superado a sí mismo?
Con esta expresión: te has superado, expresamos, queridas hermanas y hermanos, esa acción que nos ha sorprendido porque va más allá de las expectativas. Alguna vez, irónicamente, te ha superado, lo decimos en sentido negativo, cuando has hecho algo mal más allá de lo esperado.
¿Por qué me pregunto si Dios se ha superado enviando al Espíritu Santo? Quizás porque es el aspecto, la persona, más imprevisible de Dios.
En la celebración de nuestra fe fácilmente seguimos los hechos de Dios-Padre, autor de cuya Creación encontramos huellas en la belleza de la naturaleza y de las personas, confesamos también Dios- Hijo, autor de la redención, Jesucristo, de quienes tenemos la historia de su persona y de su vida y el testimonio de la comunidad que le reconoció mesías y salvador. Pero ¿y del Espíritu Santo? Naturalmente también lo confesamos en el Credo y en cada invocación a la Trinidad, pero ¿somos conscientes de que el Dios-Espíritu Santo es el actualizador? ¿Aquél a través del cual actúan y abren en nosotros el Padre y el Hijo, renovando la creación, haciendo que la redención de Jesucristo sea creída y tenga efectos reales en nuestra vida?
Enviar el Espíritu Santo fue una superación de una historia de Dios que hubiera podido quedar como un relato antiguo, como una mitología con su sabiduría religiosa y humana, pero desconectada de cada persona desde los inicios de los tiempos hasta hoy, en el siglo XXI .
El Espíritu Santo es la intimidad del padre con su hijo, con Jesús. Él mismo, Jesucristo, quiso que su presencia entre nosotros fuera mucho más que el recuerdo de una maestría excepcional y de un testimonio coherente entre vida, palabra y muerte. Quiso una conexión diferente y por eso como nos ha dicho el Evangelio, el mismo día de Pascua, quiso quedarse con los apóstoles y lo hizo con su Espíritu, que después sería enviado a toda la comunidad, y que desde entonces no ha dejado de ser protagonista de la vida del mundo, de la Iglesia, de cada sacramento, de cada vida espiritual, de cada discernimiento. Con razón de las pocas cosas que confesamos del Espíritu Santo en el Credo, una de las más importantes dice que infunde la vida: es Señor e infunde la vida.
Recientemente un libro que dice que el mundo lleva unos cuarenta años sometido a una doctrina llamada TINA. No es un diminutivo de un nombre, sino las siglas en inglés de la frase There Is No Alternative; es decir, no hay alternativa. La frase viene a decir que existe una doctrina económica, antropológica, social presentada como inevitable. El autor critica esta doctrina y es favorable a defender que sí existen alternativas.
Cuando ponemos juntos el Espíritu Santo y el mundo en el que vivimos, podemos decir que para los cristianos esta TINA es inaceptable y que el Espíritu Santo es precisamente la superación de un mundo sin alternativas. Cuántas razones prueban esto:
Dios se supera en la historia porque el motor inmediato que mueve al mundo es la acción del hombre y la mujer. Esta acción puede ser inspirada por muchas causas, pero es el Espíritu Santo quien asegura la presencia de Dios en cada persona, Afirmar que no hay alternativas es realizar un análisis pobre de nuestro mundo y de nuestra humanidad, renunciando al protagonismo de dirigir y controlar la Creación guiados por este Santo Espíritu, del que decimos en el himno Veni Sancte Spiritus que es el guía que nos va delante. (ductore sic te previo)
¿Dónde viene a encontrarnos el Espíritu de Dios? ¿Dónde está presente? Dios se supera también siempre en la persona humana. Es muy significativo que utilicemos la misma palabra, espíritu, para hablar de aquella parte de nuestra humanidad que permanece abierta a la trascendencia, a la mística, a todo lo que no podemos tocar pero que podemos sentir desde nuestra sensibilidad. Hay una especie de zona 0, de zona de encuentro previo, íntimo, en toda persona que necesitamos afirmar. Los más jóvenes, los niños, muy especialmente los escolanos la cultiva constantemente con la música, para vosotros y por tantos que te escuchan.
Una de las grandes propuestas del cristianismo hoy es la de la afirmación radical de que la espiritualidad forma parte de la persona humana y la enriquece. Quizás para alguien sea muy obvio, pero yo cuando miro a mi alrededor y veo tanta dependencia de la tecnología, de las plataformas, de los móviles, del bombardeo constante de información y de entretenimiento, me pregunto qué espacio dejamos en el espíritu. Ojalá esta solemnidad de Pentecostés fuera una reivindicación de la espiritualidad. Me parece que hacer memoria es una de las misiones de la vida monástica hoy. Este espíritu humano es el que naturalmente nos permite también permanecer abiertos a la propuesta cristiana, a la que nos viene del Espíritu Santo, del Espíritu de Dios, del Espíritu en mayúsculas: de permanecer abiertos en definitiva a la fe . El espíritu es el actualizador de todo. Aunque no seamos a veces conscientes somos colaboradores del Espíritu cuando cantamos, cuando celebramos, lo son los monaguillos cuando facilite que la gente descubra la belleza. Porque las cosas del Espíritu son las que más pueden acercarnos a todos, son nuestra gran oportunidad pastoral.
Si nos creemos esta conexión espiritual entre Dios y nosotros por el Espíritu Santo, más que de la TINA, (del no hay alternativa) deberíamos hacernos seguidores de la TIA, There is Alternative y defender que naturalmente sí hay alternativas.
Dios se supera con el Espíritu Santo porque permite que la persona tal y como he dicho que la entendemos y la historia se combinen correctamente, en una acción que busca siempre la mejor opción, y por tanto llenarnos de confianza en el futuro.
Esta correcta combinación es la alternativa cristiana fundamentada en la conversión personal, obra del Espíritu Santo. La conversión de un solo hombre o una sola mujer ha tenido efectos multiplicadores en tantos momentos de la historia. De la capacidad del Espíritu Santo para convertirnos hablaba hoy también la secuencia, ese fragmento que hemos cantado en gregoriano después de la segunda lectura y que tenía tres frases llenas de sentido que traducidas dicen: Doble lo rígido, caliente lo frío, dirija lo que va desviado.
¡Creer que el Espíritu es capaz de todo esto es realmente creer que Dios se ha superado y que nos propone un verdadero camino a cada uno de nosotros a todos colectivamente de superación!
En cambio, la pretendida conversión de estructuras, olvidando a las personas, se ha acabado ahogando siempre bajo su mismo peso, carente de ese dinamismo que permite respirar, adaptarse, carente de la fluidez tan propia del Espíritu, de quien decimos que es viento, fuego y agua: fíjese, elementos que nos cuesta mucho controlar.
La influencia del Espíritu Santo en la historia por la acción de las personas provoca que la propuesta cristiana sea socialmente transformadora. Me atrevería a decir que es en términos históricos la que más lo ha transformado todo, pero el camino siempre comienza en Dios, de Él pasa al espíritu de los hombres y de las mujeres que actúan para cambiar las cosas.
Y la superación de Dios en el Espíritu no ha terminado. Su gran característica es que se actualiza, cada día, como los programas y las aplicaciones y por tanto queda siempre abierta a versiones mejores de nosotros mismos y del mundo, y con esta actualización el Espíritu nos da finalmente una especie de actualización diaria en el don de la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino de la eucaristía. ¿Qué más podríamos pedir?