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SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

LUCAS 1:57-66, 80

Amigos, hoy celebramos la solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista. Desde tiempos inmemoriales, Dios ha enviado mensajeros, profetas y portavoces. Piensa en toda esa línea de profetas y patriarcas de Israel.

Juan el Bautista reúne a todas estas figuras. En el Evangelio de Juan, el Bautista se identifica a sí mismo como “una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor”. Lo que Juan señala es que Jesús no es una figura bíblica más. Es alguien completamente diferente, no solo transmite la Palabra sino que es la Palabra misma.

Estamos destinados a la unión con la Palabra de Dios, pero no la entendemos. ¿Por qué corremos atrás todo menos atrás Cristo? Porque hay algo realmente fuera de lugar en nosotros. Pero aquí están las buenas noticias del Evangelio de Juan: “Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios”.

No podemos entender esto por nuestra cuenta. Dios tiene que levantarnos. La Palabra de Dios, con un Dios presente desde el principio, no permanece en un espléndido aislamiento. Baja, se une a nosotros y nos levanta. Esa es la esencia del mensaje cristiano.

La solemnidad de mañana, Sagrado Corazón de Jesús, hace que los responsables de la Liturgia adelanten la fiesta de san Juan Bautista al día de hoy, 23 de junio.

Te hago luz de las naciones

La lectura hace alusión a la llamada de Dios cuando el ser humano está aún en el seno materno. San Lucas señala cómo el niño que está en el seno de Isabel reacciona ya ante la presencia de María portando a su vez en su seno a Jesús. Se suele interpretar como el momento de santificación de Juan. Por eso celebra la Iglesia su nacimiento, cuando lo que se suele celebrar en los santos es el momento final de la vida, el nacimiento a otra vida. Sobre todo, si son mártires, como lo fue Juan Bautista. La misión de este niño es ser “luz de las naciones”, anunciar la salvación universal, “hasta el confín de las naciones”. La luz que aportó Juan fue la que permitió descubrir a Jesús, el verdadero salvador, la referencia universal de la salvación.

Predicó a todo Israel un bautismo de conversión

La lectura recoge un discurso de Pablo que también habla de mensaje de salvación. Juan Bautista es quien “predicó a todo el pueblo un bautismo de conversión”, quien proclama la realidad salvífica de quien es superior a él, que señala con la expresión que recogerán los evangelistas. “no soy digno de desatarle las sandalias”.

La mano del Señor estaba con él

El texto recoge el acontecimiento del nacimiento de Juan, que es, como he indicado, lo que se celebra. Pero apunta a lo esencial “la mano de Dios estaba con él”. Junto a la “mano de Dios”, Juan pone lo que le corresponde de su parte. Así nos dice que “vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel”. El texto evangélico no pertenece a los que nos hablan de la misión de Juan: como voz que anuncia a la Palabra, precursor que anuncia al Enviado, quien bautiza con agua, pero no “con Espíritu Santo y fuego”. Es resumen a “quien es más fuerte que yo”, según su propia confesión.

La liturgia quiere resaltar más bien que quien nace es un elegido de Dios, para la gran misión de anunciar a quien salvará la humanidad. Para ello se fue al desierto para fortalecer su carácter, darse tiempo a la oración, a la reflexión, llevar una vida sobria, austera, a distancia del vivir público, bajo la forma de “vivir en el desierto”. Juan en palabras elementales, nació -no fue concebido, pero sí nació-, santo; pero no se le dio todo hecho, tuvo que forjar su carácter, descubrir su misión, la razón de su existir en la oración y la reflexión. Para así situarse ante quien va a anunciar y proclamar como el verdadero salvador.

 

 

Nosotros continuamos la labor de Juan: hacer presente a Jesús en nuestro mundo, su persona, vida y evangelio. Huir de predicarnos a nosotros mismos, sino a él. Algo de lo que advertía ya san Pablo. Necesitamos para ello tiempo de oración, reflexión; vivir en nuestra sociedad sin dejarnos envolver por la aceleración de procesos, de la búsqueda de la satisfacción inmediata, o entregados a una actividad que no contrastamos en nuestro interior a la luz del evangelio; dejándonos a arrastrar por lo prescindible, a costa de no dar tiempo a lo imprescindible que conforma nuestro ser humano, cristiano. Necesitamos desierto para descubrir el proyecto de Dios sobre cada uno y saber con audacia mostrar a Jesús en nuestro mundo. Como Juan Bautista hizo en el suyo.

 

 

José Cafasso, Santo

Presbítero, 23 de junio

Martirologio Romano: En Turín, en el Piamonte, Italia, san José Cafasso, presbítero, que se dedicó a la formación espiritual y cultural de los futuros clérigos, y a reconciliar con Dios a los presos encarcelados y a los condenados a muerte. († 1860)

Fecha de beatificación: 3 de mayo de 1925 por el Papa Pío XI

Fecha de canonización: 22 de junio de 1947 por el Papa Pío XII

Breve Biografía

Este humilde sacerdote fue quizás el más grande amigo y benefactor de San Juan Bosco y, de muchos seminaristas pobres más, uno de los mejores formadores de sacerdotes del siglo XIX.

Nació en 1811 en el mismo pueblo donde nació San Juan Bosco. En Castelnuovo (Italia). Una hermana suya fue la mamá del Beato José Alamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata.

Desde niño sobresalió por su gran inclinación a la piedad y a repartir ayudas a los pobres.

En el año 1827, siendo Caffaso seminarista se encontró por primera vez con Juan Bosco. Cafasso era de familia acomodada del pueblo y Bosco era de una vereda y absolutamente pobre. Don Bosco narra así su primer encuentro con el que iba a ser después su Benefactor, su defensor y el que mejor lo comprendiera cuando los demás lo despreciaran: «Yo era un niño de doce años y una víspera de grandes fiestas en mi pueblo, vi junto a la puerta del templo a un joven seminarista que por su amabilidad me pareció muy simpático. Me acerqué y le pregunté: ´¿Reverendo: no quiere ir a gozar un poco de nuestras fiestas?´.

 

Él con una agradable sonrisa me respondió: ´Mira, amiguito: para los que nos dedicamos al servicio de Dios, las mejores fiestas son las que se celebran en el templo´. Yo, animado por su bondadoso modo de responder le añadí: ´Sí, pero también en nuestras fiestas de plaza hay mucho que alegra y hace pasar ratos felices´. Él añadió: ´Al buen amigo de Dios lo que más feliz lo hace es el participar muy devotamente de las celebraciones religiosas del templo´. Luego me preguntó qué estudios había hecho y si ya había recibido la sagrada comunión, y si me confesaba con frecuencia. Enseguida abrieron el templo, y él antes de despedirse me dijo: ´No se te olvide que para el que quiere seguir el sacerdocio nada hay más agradable ni que más le atraiga, que aquello que sirve para darle gloria a Dios y para salvar las almas´. Y de manera muy amable se despidió de mí. Yo me quedé admirado de la bondad de este joven seminarista. Averigüé cómo se llamaba y me dijeron: ´Es José Cafasso, un muchacho tan piadoso, que ya desde muy pequeño en el pueblo lo llamaban -el santito».

Cafasso que era un excelente estudiante tuvo que pedir dispensa para que lo ordenaran de sacerdote de sólo 21 años, y en vez de irse de una vez a ejercer su sacerdocio a alguna parroquia, dispuso irse a la capital, Turín, a perfeccionarse en sus estudios. Allá había un instituto llamado El Convictorio para los que querían hacer estudios de postgrado, y allí se matriculó. Y con tan buen resultado, que al terminar sus tres años de estudio fue nombrado profesor de ese mismo instituto, y al morir el rector fue aclamado para reemplazarlo, y estuvo de magnífico rector por doce años hasta su muerte.

San José Cafasso formó más de cien sacerdotes en Turín, y entre sus alumnos tuvo varios santos. Se propuso como modelos para imitar a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri, y sus discípulos se alegraban al contestar que su comportamiento se asemejaba grandemente al de estos dos simpáticos santos.

En aquel entonces habían llegado a Italia unas tendencias muy negativas que prohibían recibir sacramentos si la persona no era muy santa (Jansenismo) y que insistían más en la justicia de Dios que en su misericordia (rigorismo).

El Padre Cafasso, en cambio, formaba a sus sacerdotes en las doctrinas de San Alfonso que insiste mucho en la misericordia de Dios, y en las enseñanzas de San Francisco de Sales, el santo más comprensivo con los pecadores. Y además a sus alumnos sacerdotes los llevaba a visitar cárceles y barrios supremamente pobres, para despertar en ellos una gran sensibilidad hacia los pobres y desdichados.

 

 

Cuando el niño campesino Juan Bosco quiso entrar al seminario, no tenía ni un centavo para costearse los estudios. Entonces el Padre Cafasso le costeó media beca, y obtuvo que los superiores del seminario le dieran otra media beca con tal de que hiciera de sacristán, de remendón y de peluquero. Luego cuando Bosco llegó al sacerdocio, Cafasso se lo llevó a Turín y allá le costeó los tres años de postgrado en el Convictorio. El fue el que lo llevó a las cárceles a presenciar los horrores que sufren los que en su juventud no tuvieron quién los educara bien. Y cuando Don Bosco empezó a recoger muchachos abandonados en la calle, y todos lo criticaban y lo expulsaban por esto, el que siempre lo comprendió y ayudó fue este superior. Y al ver la pobreza tan terrible con la que empezaba la comunidad salesiana, el Padre Cafasso obtenía ayudas de los ricos y se las llevaba al buen Don Bosco. Por eso la Comunidad Salesiana ha considerado siempre a este santo como su amigo y protector.

En Turín, que era la capital del reino de Saboya, las cárceles estaban llenas de terribles criminales, abandonados por todos. Y allá se fue Don Cafasso a hacer apostolado. Con infinita paciencia y amabilidad se fue ganando los presos uno por uno y los hacía confesarse y empezar una vida santa. Les llevaba ropa, comida, útiles de aseo y muchas otras ayudas, y su llegada a la cárcel cada semana era una verdadera fiesta para ellos.

San José Cafasso acompañó hasta la horca a más de 68 condenados a muerte, y aunque habían sido terribles criminales, ni uno sólo murió sin confesarse y arrepentirse. Por eso lo llamaban de otras ciudades para que asistiera a los condenados a muerte. Cuando a un reo le leían la sentencia a muerte, lo primero que pedía era: «Que a mi lado esté el Padre Cafasso, cuando me lleven a ahorcar» (Un día se llevó a su discípulo Juan Bosco, pero éste al ver la horca cayó desmayado. No era capaz de soportar un espectáculo tan tremendo. Y a Cafasso le tocaba soportarlo mes por mes. Pero allí salvaba almas y convertía pecadores).

La primera cualidad que las gentes notaban en este santo era «el don de consejo». Una cualidad que el Espíritu Santo le había dado para saber aconsejar lo que más le convenía a cada uno. Por eso a su despacho llegaban continuamente obispos, comerciantes, sacerdotes, obreros, militares, y toda clase de personas necesitadas de un buen consejo. Y volvían a su casa con el alma en paz y llena de buenas ideas para santificarse. Otra gran cualidad que lo hizo muy popular fue su calma y su serenidad. Algo encorvado (desde joven) y pequeño de estatura, pero en el rostro siempre una sonrisa amable. Su voz sonora, y encantadora. De su conversación irradiaba una alegría contagiosa (que San Juan Bosco admiraba e imitaba grandemente). Todos elogiaban la tranquilidad inmutable del Padre José. La gente decía: «Es pequeño de cuerpo, pero gigante de espíritu». A sus sacerdotes les repetía: «Nuestro Señor quiere que lo imitemos en su mansedumbre».

 

Desde pequeñito fue devotísimo de la Sma. Virgen y a sus alumnos sacerdotes los entusiasmaba grandemente por esta devoción. Cuando hablaba de la Madre de Dios se notaba en él un entusiasmo extraordinario. Los sábados y en las fiestas de la Virgen no negaba favores a quienes se los pedían. En honor de la Madre Santísima era más generoso que nunca estos días. Por eso los que necesitaban de él alguna limosna especial o algún favor extraordinario iban a pedírselo un sábado o en una fiesta de Nuestra Señora, con la seguridad de que en honor de la Madre de Jesús, les concedería su petición.

Un día en un sermón exclamó: «qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al cielo». Y así le sucedió: murió el sábado 23 de junio de 1860, a la edad de sólo 49 años.
Su oración fúnebre la hizo su discípulo preferido: San Juan Bosco.

El Papa Pío XII canonizó a José Cafasso en 1947, y nosotros le suplicamos a tan bondadoso protector que logremos imitarlo en su simpática santidad.

Antes de morir escribió esta estrofa: «No será muerte sino un dulce sueño para ti, alma mía, si al morir te asiste Jesús, y te recibe la Virgen María». Y seguramente así le sucedió en realidad.

 

 

Entre mi felicidad y mi voluntad

Santo Evangelio según san Mateo 7, 21-29. Jueves XII del Tiempo Ordinario

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

En medio de mis preocupaciones, mis intereses y mi vida ordinaria, quiero darte un pequeño momento, estar a tu lado y crear conciencia de lo que has hecho por mí. Dame la gracia de saber escucharte, contemplarte y enamorarme de la misión que me tienes preparada.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 7, 21-29

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán ‘¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?’. Entonces yo les diré en su cara: ‘Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes, los que han hecho el mal’.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, y dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente».

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La voluntad de Dios muchas veces se ve como un misterio que supera nuestro entendimiento. Ante nuestra incomprensión, surge el deseo de ignorar o modificar lo que se nos pide y corremos el riesgo de tomar una actitud equivocada.

El egoísmo puede guiar nuestros deseos para encontrar la felicidad con facilidad y sin sacrificios. Aunque parece ser auténtica esta felicidad, no tiene los fundamentos correctos. En la construcción de esta casa se ponen los cimientos en la arena al buscar la propia felicidad, los propios intereses, los deseos pasajeros de nuestra voluntad.

Quien busca hacer la voluntad de Dios es semejante al hombre que funda su casa sobre la roca. Esto es un trabajo difícil, pero es sorprendente cuando llega el momento en que es tanto el amor que se tiene a la persona por la cual se ha entregado todo, que sólo importa el agradarle. No importará lo que se pide, ni cuál sea su voluntad porque lo importante es que le entreguemos todo con la medida del amor: «amar sin medidas».

 

 

Lo importante es mantener una actitud desprendida de todas nuestras aspiraciones. Dios nos sorprende al demostrar que su único deseo es nuestra propia felicidad. Por esto, al final, el fruto de todo nuestro trabajo y nuestra entrega es la felicidad sincera, porque la voluntad de Dios es nuestra propia felicidad.

«“Muchos me dirán ese día: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y echado demonios en tu nombre? Entonces yo les declararé: Nunca os he conocido”. Es una palabra fuerte, no cabe duda, que tiene la finalidad de sacudirnos y llamarnos a la conversión. Os aseguro, queridas familias, que si seréis capaces de caminar cada vez más decididamente por la senda de las Bienaventuranzas, aprendiendo y enseñando a perdonaros mutuamente, en toda la gran familia de la Iglesia crecerá la capacidad de dar testimonio de la fuerza renovadora del perdón de Dios. De otro modo, haremos predicaciones incluso muy bellas, y tal vez también expulsaremos algún demonio, pero al final el Señor no nos reconocerá como sus discípulos, porque no hemos tenido la capacidad de perdonar y de dejarnos perdonar por los demás».(Homilía de S.S. Francisco, 4 de noviembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Examinare con atención cuáles son los fundamentos de mi felicidad.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Festival de las Familias: testimonios de amor verdadero donados al Papa

X Encuentro Mundial de las Familias.

 

La familia alivia las heridas, hace que las personas vivan en armonía incluso cuando hay diferencias culturales y religiosas, les permite recorrer un camino juntos, vivir la paternidad como un «valor añadido en todo», yendo hacia la escucha, la acogida y el perdón. Estos son algunos de los pasajes más destacados de los testimonios de cinco familias que hablaron en el Aula Pablo VI, en presencia del Papa Francisco, durante el Festival de las Familias, evento inaugural del X Encuentro Mundial de las Familias.

Música y testimonios

El Encuentro Internacional, con el tema «El amor familiar: vocación y camino a la santidad», ha comenzado esta tarde en el Aula Pablo VI y finalizará el domingo 26 de junio con el Ángelus del Papa Francisco. Los anfitriones del Festival de las Familias de hoy en la Sala Nervi fueron una de las familias más famosas de la televisión italiana: Amadeus y Giovanna Civitillo. Les acompañaron en el escenario Il Volo, la Orquesta Filarmónica Marchigiana y varios invitados, entre ellos algunas familias ucranianas en conexión de una parroquia de Kiev. Antes de la llegada del Papa y de los testimonios de las cinco familias, intervino también en el escenario Francesco Beltrame Quattrocchi, nieto de los beatos patronos del Encuentro que ha comenzado hoy. El Santo Padre entró sobre las notas del Aleluya de Coen, cantado por Il Volo, acompañado por la Orchestra Filarmonica Marchigiana.

 

 

La familia se enriquece con las diferencias

Sofía tiene cinco años, uno más que Lilia y Miral. Los tres se han quedado sin padre durante casi un año y medio. Su querido padre era Luca Attanasio, el embajador italiano en la República Democrática del Congo, que fue asesinado cuando se dirigía a visitar un proyecto alimentario de la ONU para niños. Algunos de ellos de la misma edad que sus hijos. Zakia Seddiki es la viuda, o más bien la esposa, de Attanasio, porque como explica al principio de su testimonio «no me gusta hablar de él en pasado, porque siempre siento a Luca a mi lado». Hasta el punto de «sentir su presencia cada día», en lo que ella llama una «familia herida».

Zakia dice sentirse honrada de poder compartir la historia de amor de su familia en presencia de Francesco. «La primera vez que nuestras hijas vieron al Papa, pensaron que era un médico», revela, refiriéndose al color del vestido, pero «tenían razón: porque el Papa es un médico que se preocupa por las almas de todos los cristianos, que siempre se ocupa de los que necesitan consuelo». Zakia, musulmana, subraya que la diferencia de religión en la familia nunca ha sido un obstáculo, es más, «sin duda nos ha enriquecido, hemos basado nuestra familia en el amor auténtico, con respeto, solidaridad y diálogo entre nuestras culturas». Sus respectivas religiones les han ayudado «a superar todas las diferencias y dificultades, aprendiendo la importancia de la comunicación y de la escucha y de la convivencia sin juzgar al otro, porque siempre hemos creído en el mismo Dios que nos pide, en dos libros sagrados diferentes, la Biblia y el Corán, que amemos al prójimo, que hagamos el bien y nunca el mal, que respetemos a los demás».

 

 

La esposa de Luca Attanasio destaca cómo estos dos libros han estado siempre presentes en todos los hogares, libros que se leen a los niños, celebrando «juntos, con alegría, la Navidad y también el Ramadán, que nos acercó al sufrimiento de cada niño que carece de comida y agua cada día». Los pensamientos de Zakia se dirigen entonces a las «muchas mujeres como yo, que se quedan solas con los niños». Tengo la tarea -dice- de transmitir a nuestros hijos ese amor que nació con Luca. Puede haber momentos de desánimo, sobre todo por la noche, cuando se hace el silencio, cuando necesitaría a mi marido a mi lado para hacer sonreír a nuestras tres princesas, para leerles un cuento de hadas, para contarles sus mil aventuras. Pero estoy seguro de que seguirán creciendo fuertes, sonrientes y genuinos como su padre. La vida puede ser injusta, pero no debemos ni podemos ceder al desánimo». Por último, el deseo para las familias presentes en el Aula Pablo VI y conectadas en todos los continentes, para que «sean, a pesar de las diferencias culturales y de sufrimiento, un lugar donde podamos encontrar siempre la luz y la certeza de que Dios nunca nos dejará solos».

 

 

El amor sorprende y pide acoger

Lejos de Kiev, a principios de marzo. Unos diez días después del comienzo de la guerra. Madre e hija, obligadas a abandonar su hogar y sus afectos, sus recuerdos y sus esperanzas. Todo. El traslado al oeste, luego la oportunidad de ir a Italia, en autobús. «La decisión de abandonar Ucrania me hizo sufrir mucho», explica Iryna, pero fue su marido quien primero les pidió a ella y a su hija de 17 años, Sofía, que se pusieran a salvo. Ambas llevan más de dos meses viviendo en Roma. «Hoy doy gracias a Dios porque ha enviado a nuestro camino a tanta gente buena que nos ha ayudado y ha mostrado un gran corazón al darnos ayuda y esperanza», explica Iryna con la voz rota por la emoción, «todo esto es posible gracias a Dios y a la generosidad de quienes nos ayudan», subraya la joven Sofía.

Los pensamientos de ambas son, pues, para el Señor, para la «Providencia de Dios». Por el momento, las dos mujeres son acogidas por la familia de Pietro y Erika, que les ha ofrecido un piso recién terminado debajo de la casa donde viven. «A pesar de tener una familia muy numerosa, con seis hijos, nos han acogido con cariño. Estamos muy agradecidas por esta acogida y hospitalidad, por la ayuda de sus amigos y de la comunidad parroquial, señala Iryna. También están presentes en el Aula Pablo VI las esposos que acogen a los refugiados ucranianos. Pietro tiene 30 años y no quiere que se le considere «bueno para esta acpgida: acogemos a Iryna y a Sofía por gratitud a Dios, ya que sólo podemos dar gratuitamente ese amor que hemos recibido gratuitamente del Señor y de su Iglesia». En efecto, al relatar su experiencia, al final del discurso reiteró: «Sin la ayuda y la fuerza de la fe, no habríamos acogido a nadie, sentimos que ofrecemos nuestra disponibilidad sin ninguna pretensión, porque estamos convencidos de que acoger al otro que sufre es acoger a Cristo». Su mujer, Erika, no oculta su sorpresa inicial cuando le llega la propuesta de acoger a una familia ucraniana. Sin embargo, hoy considera esta experiencia como «una gran bendición del cielo» para toda su familia.

 

 

La familia, don y fortaleza hacia la santidad

«Nuestra familia es el mayor regalo que el Señor nos ha podido dar, dentro de ella ha habido momentos buenos y no tan buenos, de gracia y de oscuridad, pero todos aderezados por el amor mutuo que nos ha hecho superar incluso los difíciles». Así comienza el testimonio de Roberto y María Anselma Corbella, padre y madre de Chiara Corbella Petrillo, proclamada Sierva de Dios por la Iglesia Católica en 2018. «Día tras día, con la ayuda de Dios y el compromiso de todos», continúan, «hemos construido esta fortaleza, porque la familia es una fortaleza si el amor está en el centro. Elisa es esposa, madre de tres hijos y vive en el norte de Italia. Chiara volvió a la Casa del Padre hace 10 años, el 13 de junio de 2012, después de enfrentarse a «dos embarazos, ambos con diagnósticos poco favorables de graves malformaciones incompatibles con la vida». Ella y su marido Enrico -recuerdan sus abuelos- eligieron acoger con amor a Maria Grazia Letizia y a Davide Giovanni y al nacer, después de bautizarlos, los devolvieron al Padre». La joven pareja volvió a abrirse a la vida, no mucho después, y esta vez su hijo está bien.

«Francesco tiene ahora once años», dice el matrimonio Corbella Petrillo, todavía conmovido. «Chiara, sin embargo, descubrió en el cuarto mes que tenía un problema en la lengua, que más tarde resultaría ser un carcinoma muy agresivo, pero pospuso todo lo que podría haber comprometido la vida de Francesco hasta después de su nacimiento». Un año después de dar a luz, Chiara muere. Sólo tiene 28 años. Sus padres recuerdan su carácter: «Era una persona con los pies en la tierra, no huía cuando se enfrentaba a las pruebas de la vida, las afrontaba con la mirada hacia el cielo, desde que era una niña, su progreso siempre tenía un propósito. También era muy abierta», continúan, «su respeto por los demás no debilitaba su fe porque siempre fue coherente pero nunca arrogante, nunca imponente, no imponía sus ideas sino que las promovía, sobre todo con el ejemplo». ¿Cómo se encuentra uno ante un drama como éste, la muerte de una hija? Ante miles de personas en el Aula Pablo VI, y muchas más conectadas desde casa, el testimonio de la pareja también pretende responder a esta pregunta: «Como María al pie de la cruz, aceptamos sin comprender, pero la serenidad de Chiara nos abrió una ventana a la eternidad y sigue iluminándola hoy. Nos resultó difícil acompañarla hasta el umbral del Paraíso y dejarla marchar, pero desde ese momento fluyó tal gracia que nos hizo vislumbrar el plan de Dios y nos impidió caer en la desesperación», concluyen.

 

 

El matrimonio, un punto de renacimiento

Una pareja joven, cuatro hijos. Todo comenzó hace diez años, un encuentro en el gimnasio. El compromiso, después de poco más de un año, su primogénito, Matteo, nació. Pasa otro año y medio, el padre Luigi y la madre Serena tienen poco más de veinte años. Llega otro regalo de Dios, el pequeño Riccardo. Luego, en 2018, el tercer hijo, Gabriele. Con el nacimiento de nuestro primogénito, nos descubrimos como familia», dice Luigi, que ahora tiene 34 años. Nunca faltaron las dificultades cotidianas, porque», revela, «elegir la paternidad hoy en día es agotador, tan agotador cuanto hermoso». Un pensamiento compartido con Serena, que habla de sus tres hijos como el «valor añadido en cada gesto cotidiano, porque te obligan a tomarte el futuro a pecho, partiendo de lo que hay y no de lo que desearías que hubiera». La joven madre, sin embargo, no oculta su amargura por no haber encontrado una comunidad capaz de acogerlos como padres, como una familia por lo que son, aunque no estén casados. «Incluso en nuestro particular camino en la Iglesia», explica, «teníamos un punto fijo: bautizar a nuestros hijos». A continuación, la pareja habla de las numerosas dificultades recientes, especialmente relacionadas con la pandemia, la soledad y el cansancio físico y mental. No somos un ejemplo», dice Serena, pero «somos simples padres que han fundado a todos en principios humanos: amor, obediencia, respeto, responsabilidad, sacrificio, solidaridad, perdón y resiliencia». Un camino que ha llevado, hoy, a un acercamiento a la Iglesia, a «reavivar nuestra fe dormida». De ahí el deseo, más fuerte que nunca: casarse. «Santo Padre, este es nuestro tortuoso camino hasta ahora, esperamos y confiamos en que todo nos lleve a coronar nuestro deseo de matrimonio, que es – concluyen – no un punto de llegada, sino un punto más de renacimiento».

 

 

Más allá de la crisis, juntos

Paul y Germaine Balenza llevan 27 años casados. Viven en la República Democrática del Congo. Una larga historia, la suya, hecha de altibajos como todas las parejas. Sin embargo, hace un año ella decidió abandonar su casa. «Mi marido era infiel, poco sincero, gestionaba mal la fortuna familiar, estaba más interesado en el poder que en nosotros», dice Germaine para explicar su decisión de mudarse a casa de su hermana. Paul es el presidente de los diputados católicos de su país, comprometido con el trabajo pastoral y es un artista afirmado de la música cristiana. ‘Mi vida se volvió insoportable, mis hijos se escandalizaron, nunca hubiera pensado en divorciarme’, explica el hombre, hablando del año pasado. En esta situación, ¿quién ayudó a los dos? «Algunas personas intentaron hacerme entrar en razón, mientras que otras hicieron todo lo posible por agravar la situación de mi matrimonio», revela Germaine. «Pero el Señor, presente en nuestro matrimonio, respondió al deseo más profundo de mi corazón y lo salvó», dice Paul, refiriéndose al papel desempeñado por una asociación católica congoleña de laicos llamada «Comunidad Familiar Cristiana», que permitió a los dos reunirse, hablar y analizar sus vidas. Primero individualmente y luego juntos. «Estos encuentros nos permitieron decirnos duras verdades, vaciar nuestros corazones de odio, ira, malicia y otros sentimientos negativos. Al final», concluye, «nos perdonamos sinceramente y decidimos reanudar nuestra vida juntos». Dios estuvo con nosotros y nos dio fuerza».

 

 

¿Qué sentido tiene la devoción al Sagrado Corazón de Jesús hoy en día?

Para muchos hoy el hablar del Sagrado Corazón es hablar de una lejana devoción de nuestros abuelos

 

Como cada año este celebrarémos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Es una fecha de importancia que suele pasar sin pena ni gloria dentro de los tiempos litúrgicos. Para mi generación, hablar del Sagrado Corazón es hablar de una lejana devoción de nuestros abuelos. Tengo que confesar que lo que recogí del culto al Sagrado Corazón, de pequeño y joven, fue un barullo devocional sin pies ni cabeza. De joven me preguntaba qué razón hay para celebrar una parte de Cristo si ya celebramos su resurrección todos los domingos. Como es lógico, nunca recibí contestación alguna a mis dudas por parte de mi entorno eclesial y familiar. Pero, con el tiempo encontré una lectura que me hizo reconsiderar mi opinión y mi desinformación sobre el tema.

Aquí les traigo un fragmento:

La historia del culto al Sagrado Corazón presenta un desarrollo de lo más paradójico. Por una parte, es una devoción que hunde sus raíces en el origen mismo de la dogmática cristiana, que gozó de la estima de numerosos santos, que fue objeto de una extraordinaria intervención celestial en Paray-le-Monial en el siglo XVII, y que siempre ha sido autentificada y favorecida por el magisterio supremo de la Iglesia; pero, en contrapartida, parece haberle estado reservado un extraño destino que la condenaba a cierta incomprensión por parte del pueblo cristiano y, en la actualidad, a decir verdad, a un verdadero desafecto.

Las causas de este desafecto actual son evidentes; fueron muy bien analizadas en una encuesta realizada en la década de los 50 pero cuyos resultados siguen siendo válidos todavía. De ella se desprendía que lo que aleja de esta devoción es el estrecho pietismo y el sentimentalismo en el que pronto se sumió y cuyo origen debe buscarse en un desconocimiento de la mística de tipo afectivo de los santos que han tenido revelaciones al respecto; mística que en realidad ocultaba una doctrina y una experiencia de orden totalmente teologal e intelectual en el verdadero sentido de la palabra. La deformación de esta mística y su «estereotipado», por decirlo así, originó manifestaciones devocionales privadas, de naturaleza totalmente superficial, libros piadosos que se aplicaban ante todo, o únicamente, a aspectos secundarios del culto en cuestión, además de una confusión fundamental que hacía que no se viese en el «corazón» otra cosa que un símbolo afectivo; y por último, y tal vez sobre todo, originó toda aquella masa de cantos amanerados, dulzarrones o ñoños, aquella proliferación de imágenes y estatuas pintarrajeadas del peor gusto, y la representación del Corazón Divino en la forma extremadamente realista de víscera sanguinolenta, cosa que únicamente podía provocar repulsión y desacreditar indirectamente a un culto que naturalmente no tiene nada que ver con ese pietismo repulsivo.(Jean Hanni, Mitos, Ritos y Símbolos, Vías Espirituales, Culto al Sagrado Corazón)

 

Hoy en día la Liturgia se ha convertido en una escusa para que la comunidad cristiana y la familia cercana, se reúna en ocasiones especiales: bodas, bautizos, comuniones, funerales, etc. En el mejor caso, nos esforzamos por reunirnos semanalmente poniendo de escusa que tenemos que “ir a misa” como obligación. Pocas personas ven en los sacramentos algo más que excusas para verse y celebrar la comunidad, por encima de todo. Dios se ha ido retirando de nuestras vidas, por lo que los sacramentos parecen algo desfasado.

De hecho estamos en estos momentos dilucidando si la exclusión de la comunión a las personas divorciadas y vueltas a casar, es una cruel discriminación social que hay que solucionar.

En una sociedad postmoderna y en una Iglesia que tiende a ser agnosticista-pelagiana, hablar del Sagrado Corazón de Jesús es un atrevimiento importante. Espero que me perdonen por sacar este tema todos los años. ¿Cómo nos atrevemos a hacer actual esta devoción, cuando vivimos en los tiempos de los flasmobs y los hashtags? ¿Cómo sentirnos interrogados por el Corazón de Jesús cuando lo que está de moda es una espiritualidad indiferente y lejana a toda sobrenaturalidad? Parece que hablar de mística es hablar de algo del siglo XVI como poco. Pero, atrevámonos ¿Qué es el Sagrado Corazón de Jesús hoy en día?

 

 

Es simple, el corazón de cualquier cosa o persona, es su ser, su esencia, su totalidad. Hablar del Sagrado Corazón de Cristo es hablar de la Palabra, el Logos hecho carne que habita constantemente entre nosotros. Esa es la maravillosa revelación de Paray-le-Monial. Un recordatorio de la promesa de Cristo:

Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mt 28. 19-20)

Tiene sentido transmitir el Mensaje, el Misterio y el Compromiso cristiano, porque Cristo vive junto a cada uno de nosotros.

Comparto un fragmento de la primera de las revelaciones, aunque las Armas y la totalidad revelaciones son muy interesantes de leer y meditar. Lean este fragmento pensando que Cristo le habla directamente a usted: “Mi Divino Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía.”

Sería necesario que todos los cristianos, recordaramos esta presencia constante, amorosa, apasionada, que Cristo nos ha prometido. Una presencia que está dispuesta a darnos los dones necesarios para superar los problemas, males y pruebas que nos ofrece diariamente el mundo. Una presencia que busca que nosotros seamos la herramienta a través de la cual El se manifiesta en el mundo. Una presencia que no quiere una vida de fe cerrada y penosa, centrada en nosotros mismos. Dios no quiere nuestro mal, sino purificarnos y convertirnos en herramientas eficaces para hacer Su Voluntad.

En la segunda Arma revelada a Santa Margarita María Alacoque, Cristo nos señala que su cercanía es un don maravilloso, nunca una pesada carga: “Te engañas creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales la voluntad propia, hecha ya su elección, más bien que someterse, consigue doblegar la voluntad de las superioras. ¡Oh! yo rechazo todo eso como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror, y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia”

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es todo menos una mística de penalidades emocionales, dulzona y empalagosa. Es un recordatorio de la presencia divina entre nosotros, en nuestro día a día. Queda a nuestra voluntad aceptar esta presencia de Cristo y dejarnos transformar por su Gracia. Todo un Misterio.

 

Nardo del 23 de Junio

¡Oh Sagrado Corazón, abundancia de Amor!

 

 

Meditación: ¡Oh Señor!. Quién pudiera conocerte verdaderamente a Vos, Señor que te hiciste Hombre y pescador, para enseñarnos a trabajar en el Amor. ¡Oh Señor!, que a todos buscas. Tú, el Rey, te sentabas en una barca y desde el lago de Galilea enseñabas Tu Palabra. Tú, que a los leprosos curabas y sanabas las almas. Tu mirada era sólo Amor y ofrenda del dolor que causaba el hedor de las almas putrefactas. Tú, Señor, que conoces todos nuestros pecados pero a pesar de eso nos sigues amando. Tú, que por nosotros te sigues dando, para que volvamos a Tu lado. Tú, Señor, que por gran Misterio nos quieres dar un corazón nuevo para nacer a Vos y vivir en unión con Nuestro Creador. Señor, que nos regalas la esperanza de habitar algún día en eterna alabanza en la Morada Santa, permite a este siervo Tuyo tirar las redes para llevar a mis hermanos hacia Tus Benditas Manos.

 

 

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla:Pidamos al Señor, en humilde oración, que podamos ayudar a la conversión de nuestros hermanos.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

 

 

El sacerdote que dejaba a los pecadores más endurecidos llorando de alegría

El más endurecido, el más vicioso de los criminales era el que san José Cafasso más amaba

 

Cuando vas a conocer a los santos de la Italia del siglo XIX, a veces  parece que todos los que se encontraban con san Juan Bosco lo veían como envuelto por un halo. Pero incluso Bosco necesitaba a alguien a quien mirar, y encontró a ese mentor en san José Cafasso (1811-1860), el sacerdote de la horca.

El día en que Bosco, con 12 años, conoció a Cafasso, corrió a casa para decirle a su madre que había conocido a un santo.

Más tarde, le pedirá a Cafasso que sea su director espiritual, y durante 25 años el fundador de los salesianos (que hoy son más de 30.000) se sometió a la autoridad y dirección del padre José Cafasso.

Santo desde niño

Bosco difícilmente habría podido elegir un modelo mejor. Aunque sólo tres años mayor que él, Cafasso había sido santo desde la infancia.

Se ha dicho que nadie que lo conoció pudo recordar que alguna vez hubiera cometido un pecado.
Era pequeño y tenía una espina dorsal torcida, pero estaba lo suficientemente sano y se movía rápidamente por el seminario antes de ser ordenado a los 22 años.

Fuente de consejos

Su poder como predicador rápidamente se hizo evidente. Aunque no causaba impresión el mirarle, su voz hacía que la gente estuviera encantada mientras predicaba el desesperado amor de Dios por cada alma.

Fue la habilidad del padre Cafasso en el confesionario lo que realmente lo definió. Se decía que tenía un carisma de consejo que le hacía hablar de las necesidades exactas del penitente, dejando a los pecadores más endurecidos llorando de alegría por la misericordia de Dios.

 

 

Unía a los presos con Dios

Esto también era evidente en su trabajo con los presos. Aunque pequeño y débil, el Padre Cafasso no dudaba en enfrentarse a los más aterradores.

Una vez (por inspiración del Espíritu Santo), agarró a un inmenso preso por la barba y le dijo que no lo dejaría ir hasta que el hombre confesara sus pecados. Comenzó, torpemente, impulsado por el coraje y el ardor del sacerdote. Al poco rato, el penitente lloraba. Salió del confesionario alabando a Dios. Dijo a los demás prisioneros que nunca había sido tan feliz en su vida y los convenció a todos para que fueran a confesarse también. Cafasso pasaba varias horas al día en las diversas cárceles de Turín y, a menudo, regresaba a sus pobres alojamientos cubierto de piojos, a los que llamaba «plata viva y riqueza en movimiento».

Nadie parecía inmune al amor que mostraba ni a su exhortación. Después de haber ganado el corazón de un hombre especialmente difícil, el pecador arrepentido temía que nunca pudiera ser salvado.

«¿Quién podrá arrebatarte de mis manos?», le dijo Cafasso. «Aunque estuvieras en el vestíbulo del infierno, y si quedara afuera sólo un cabello de tu cabeza, eso sería suficiente para que te arrastrara de las garras del diablo y te llevara al cielo».

El más endurecido, el más vicioso de los criminales era el que él más amaba. Acompañó a más de cinco docenas de sentenciados a muerte, trabajando no sólo para que se arrepintieran sino para hacerlos santos.

Rezó con estos hombres, oyó sus confesiones, ofreció misa por ellos y los acompañó al patíbulo. Incluso prometió que si ofrecían sus ejecuciones al Señor, irían directamente al cielo.

Paternal con todos

Aunque Cafasso había sido santo desde la más tierna infancia, nunca despreció a los prisioneros, haciendo hincapié siempre en la misericordia de Dios y en su alegría al recibir con un abrazo a los grandes pecadores.

«Cuando escuchamos confesiones, nuestro Señor quiere que seamos cariñosos y compasivos, que seamos paternales con todos los que vienen a nosotros, sin referencia a quiénes son o qué han hecho», escribió.

«Si rechazamos a alguien, si alguna alma se pierde por nuestra culpa, se nos dará cuenta de que su sangre estará en nuestras manos».

Profesor y escritor

Además de pasar horas cada día en el confesionario, en la cárcel y en oración, el Padre Cafasso era un profesor muy respetado que instruía a los jóvenes sacerdotes en la predicación y la teología moral, y un escritor prolífico. Era conocido por ser el último en la capilla cada noche y el primero allí cada mañana, celebrando la misa a las 4:30 de la madrugada.

 

 

Su descanso, en el cielo

Cafasso había hecho un voto de no perder tiempo y sus contemporáneos estaban desconcertados por su capacidad de lograr tanto mientras pasaba tantas horas en oración. Cuando se le preguntó si no estaba desgastado por su arduo trabajo y penitencias, Cafasso respondió:

«Nuestro descanso será en el cielo. ¡Oh, cielo, el que piensa en ti no sufrirá cansancio!».

Al final, su ayuno y diligencia lo alcanzaron. Murió a la edad de 49 años, totalmente desgastado por una vida de servicio a los pecadores.

El 23 de junio se celebra la fiesta de san José Cafasso. Pidamos su intercesión por los prisioneros, pecadores no arrepentidos, y aquellos que tratan de llevarles el amor de Cristo. San José Cafasso, ¡ruega por nosotros!