El pasaje de hoy forma parte del discurso misionero con el que el Maestro prepara a los Apóstoles para la primera experiencia de proclamar el Reino de Dios. Jesús les exhorta con insistencia a “no tener miedo”.
El miedo es uno de los enemigos peores de nuestra vida cristiana, y Jesús exhorta: “No tengáis miedo”, “no tengáis miedo”. Y Jesús describe tres situaciones concretas a las que se enfrentarán. (…)
Son como las tres tentaciones: edulcorar el Evangelio, aguarlo; la segunda, la persecución; y la tercera, la sensación de que Dios nos ha dejado solos.
También Jesús sufrió esta prueba en el huerto de los olivos y en la cruz:
“Padre, ¿por qué me has abandonado?”, dice Jesús. A veces sentimos esta aridez espiritual; no tenemos que tenerle miedo. El Padre nos cuida porque nuestro valor es grande a sus ojos.
Lo importante es la franqueza, es la valentía del testimonio de fe: “reconocer a Jesús ante los hombres” y seguir adelante obrando el bien. (Ángelus, 21 junio 2020)
• Matthew 10:24-33
Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús dice a sus discípulos que no teman a los que matan al cuerpo, pero no pueden matar el alma. A través del poder de Su Ser Él nos ha vinculado a la fuente creativa de toda la existencia. Y en ese “lugar”, amados en el Espíritu por el Padre y el Hijo, estamos a salvo, incluso de aquellos que matarían el cuerpo.
Pero esto significa que nuestra perspectiva puede y debe cambiar. La mayoría de nosotros pasamos gran parte de nuestra vida defendiendo de los ataques al “cuerpo” —con ganas, casi siempre, de proteger nuestra psique, emociones, fortuna, salud, y reputación.
Cuando hacemos esto nos torcemos haciendo que nuestras vidas se vuelvan defensivamente hacia adentro, y entonces vivimos en un espacio espiritual muy pequeño. Pero cuando vivimos con el centro en lo divino respiramos el aire de una verdadera libertad espiritual. Ya no nos reducimos temerosamente al “cuerpo” y podemos ir hacia la amplia extensión de la voluntad divina, siguiendo a Dios donde Él nos pida. Y este estado de cosas, esta gran alma, es a su vez atractiva en su belleza y aterradora en sus demandas.
Buenaventura, Santo
Memoria Litúrgica, 15 de julio
Cardenal, Obispo de Albano.
General de los Frailes Menores Franciscanos.
Doctor de la Iglesia.
Martirologio Romano: Memoria de la inhumación de san Buenaventura, obispo de Albano y doctor de la Iglesia, celebérrimo por su doctrina, por la santidad de su vida y por las preclaras obras que realizó en favor de la Iglesia. Como ministro general rigió con gran prudencia la Orden de los Hermanos Menores, siendo siempre fiel al espíritu de san Francisco y en sus numerosos escritos unió suma erudición y piedad ardiente. Cuando estaba prestando un gran servicio al II Concilio Ecuménico de Lyon, mereció pasar a la visión beatífica de Dios (1274).
Fecha de canonización: 14 de mayo de 1482 por el Papa Sixto IV
Breve Biografía
Por lo que se refiere a sus primeros años, lo único que sabemos acerca de este ilustre hijo de san Francisco de Asís es que nació en Bagnorea, cerca de Viterbo, en Italia, probablemente en 1217, fue bautizado con el nombre de Giovanni (Juan) Fidanza y que sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Después de tomar el hábito en la orden seráfica, estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés Alejandro de Hales. De 1248 a 1257, enseñó en esta universidad teología y Sagrada Escritura. A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado lo superfluo para discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones erróneas. El santo se distinguió en filosofía y teología escolásticas.
El santo no veía en sí más que faltas e imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la comunión, por más que su alma ansiaba acercarse a la fuente de gracia. Pero un milagro de Dios permitió a San Buenaventura superar tales escrúpulos.
Durante los años que pasó en París, compuso una de sus obras más conocidas, el «Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo», que constituye una verdadera suma de teología escolástica. Guillermo de Saint Amour hizo en la obra titulada «Los peligros de los últimos tiempos» un ataque directo a San Buenaventura. Ataque que el santo contestó con un tratado sobre la pobreza evangélica, titulado «Sobre la pobreza de Cristo».
En 1257, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino recibieron juntos el título de doctores. San Buenaventura escribió un tratado «Sobre la vida de perfección», destinado a la Beata Isabel, hermana de San Luis de Francia y a las Clarisas Pobres del convento de Longchamps. Otras de sus principales obras son el «Soliloquio» y el tratado «Sobre el triple camino». En 1257, Buenaventura fue elegido superior general de los frailes Menores. No había cumplido aún los 36 años y la orden estaba desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y los que pedían que se mitigase la regla original. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la regla y la reforma de los relajados. El primero de los cinco capítulos generales que presidió San Buenaventura, se reunió en Narbona en 1260. Ahí presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la orden. San Buenaventura empezó a escribir la vida de San Francisco de Asís.
El santo gobernó la orden de San Francisco durante 17 años, y por eso se le llama el segundo fundador. En 1265, el Papa Clemente IV trató de nombrar a San Buenaventura arzobispo de York, a la muerte de Godofredo de Ludham , pero el santo consiguió disuadir de ello al Pontífice. Sin embargo, al año siguiente, el Beato Gregorio X le nombró cardenal obispo de Albano, ordenándole aceptar el cargo por obediencia. Se le encomendó la preparación de los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión de los griegos ortodoxos.
San Buenaventura se caracterizaba por la sencillez, la humildad y la caridad. Mereció el título de «Doctor Seráfico» por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588.
No tengas miedo
Santo Evangelio según san Mateo 10, 24-33.
Sábado XIV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Me siento en un banco cerca del Sagrado y ahí estoy acompañando a los ángeles que hacen guardia a Jesús sacramentado. Gracias a Dios no hay nadie que me saque de mi ensimismamiento (…) me oigo a mí mismo respirar. Hasta me parece oír el tic tac del reloj de pulsera (…)que nunca oigo durante el día. Allí no estamos más que Jesús y yo entre ángeles invisibles ¡Qué silencio guarda Dios! No cabe duda de que Dios mima mucho a las almas, pero no sé si habrá alguna que mime más que a mí. Estar a solas con Él en este silencio (…) es un privilegio, un mimo qué no sabe uno como agradecer» (P. Segundo Llorente, Cuarenta años en el círculo polar).
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 24-33
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El discípulo no es más que el maestro, ni el criado más que su señor. Si al señor de la casa lo han llamado Satanás, ¡qué no dirán de sus servidores! No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les diga al oído, pregónenlo desde las azoteas. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. ¿No es verdad que se venden dos pajaritos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no le permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo. A quien me reconozca delante de los hombres, Yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
«No teman» En el interior de cada hombre hay puertas milimétricamente cerradas para que nadie las abra. Ahí están guardadas aquellas vasijas delicadas que no podemos dejar que todos las vean y toquen por igual. Son esos miedos a los cuales no queremos enfrentarnos o aquellas debilidades que tenemos perfectamente controladas pues de lo contrario seremos objeto de la burla de otros. El miedo muchas veces se apodera de nosotros y hace que nos pongamos capas que nos hagan menos vulnerables.
Hoy Jesús me dice «no teman (…) ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo» Yo tengo un valor grandísimo a los ojos de Dios. Me creó con un amor infinito y me hizo para ser un regalo para los demás. Si bien es verdad que muchas veces los demás no nos saben mirar con amor, también es cierto que muchas más veces son las que no nos aceptamos.
La vocación personal de cada ser humano es vivir en plenitud. Esta plenitud solamente se puede obtener cuando desatamos las ataduras y comenzamos a ser nosotros mismos. Simón, hijo de Jonás, llegó a ser san Pedro porque comenzó a ser lo que en realidad era. Dejó de lado todas las posturas falsas que le cubrían las espaldas y que le permitían estar en un grupo sin ser rechazado. Se dejó llevar por el Espíritu Santo y se hizo todo para todos. Multiplicó el talento recibido y no lo escondió por miedo a ser vulnerable.
Abre esa puerta y sé quién eres delante de Dios y delante de todos. No tengas miedo de tus defectos y debilidades pues es ahí en donde otro te puede ayudar. Pero tampoco tengas miedo de ofrecer tus talentos a quien los necesite.
«La misericordia no es fácil, no es fácil… requiere coraje. Por eso Jesús nos dice: “No tengan miedo”, pues la misericordia es el mejor antídoto contra el miedo. Es mucho mejor que los antidepresivos y los ansiolíticos. Mucho más eficaz que los muros, las rejas, las alarmas y las armas. Y es gratis: es un don de Dios. Queridos hermanos y hermanas: todos los muros caen. Todos. No nos dejemos engañar. Como han dicho ustedes: “Sigamos trabajando para construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan derribar los muros de la exclusión y la explotación”».
(Discurso de S.S. Francisco, 5 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Esta semana voy a vencer mi «miedo» y voy acercarme a esa persona que sé que vive alejada de su fe, para trasmitirle mi experiencia personal de saber que valgo mucho para Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El miedo a la muerte ¿La mejor forma de estar preparados?
El paso de esta vida al más allá nos plantea siempre interrogantes y, aún con el don de la fe, el instinto de supervivencia nos tira.
P. Evaristo Sada LC | Fuente: la-oracion.com
Dice Dios: La vida eterna consiste esencialmente en poseer lo que desea la voluntad. Y que ella se sacia en verme y conocerme a mí. Gustan ya en esta vida las primicias de la vida eterna, gustando esto mismo que yo te he dicho que los sacia. ¿Cómo tienen esta garantía de la felicidad futura en la vida presente? La tienen en mi Bondad, que ven en sí mismos; la tienen en el conocimiento de mi Verdad. La pupila de la fe les hace discernir, conocer y seguir el camino y la doctrina de mi Verdad, Jesucristo, Verbo encarnado. Sin la pupila de la fe ningún alma podría ver, tal como estaría ciego el hombre cuyas pupilas estuviesen cubiertas por cataratas. La fe es la pupila de los ojos del alma» (Santa Catalina de Siena, El Diálogo, Cap. III, art. 2).
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Todos tememos que morir. El paso de esta vida al más allá nos plantea siempre interrogantes y, aún con el don de la fe, el instinto de supervivencia nos tira. Además, la gran mayoría de nosotros ama esta tierra que tanto nos ha dado y en donde tanto hemos disfrutado, incluso en medio de los dolores que hemos pasado. Pero no obstante, es inevitable que, tarde o temprano, todos dejaremos de existir y pasaremos a «la otra orilla», la de la eternidad. La incógnita, pues, no radica en el llegar, sino en el cómo llegar y estar preparados para cuando llegue el momento.
Santa Catalina de Siena parece darnos la clave para ello cuando Dios, a través de ella, nos invita en su escrito a gozar, ya desde ahora, de lo que será el cielo; a apreciar el lenguaje de Dios ya en esta tierra.
Recuerdo que, siendo niño, mis padres nos compraron una vez un libro particular. Se trataba de imágenes que, si uno se quedaba viendo fijamente durante un rato, descubría, en tercera dimensión, una figura escondida detrás. Técnicamente se llaman autoestereogramas. Un ejemplo es la foto de este artículo:
Y he pensado que algo así nos debe suceder cuando vemos con la fe. Vivimos aquí en la tierra como en un «mundo de autoestereogramas», en donde Dios nos habla continuamente, pero en el que tenemos que fijarnos con detenimiento, acostumbrarnos a las cosas de Dios para así poder escucharle y descubrirle con más facilidad.
Pero, ¿cómo lograr esta visión de fe, esta «pupila» de la que habla Santa Catalina? La respuesta, según mi parecer, es clara: con la asiduidad. Y me explico. Si a mí me gusta un cierto tipo de música –pongamos, por ejemplo, la música clásica– cuanto más la escucho más la voy entendiendo: llego a diferenciar el estilo de Mozart del de Bach, admiro las composiciones para violín de Vivaldi o las melancólicas sonatas de Chopin. Pero si a mí lo que me gusta es el Gangnam Style, Maroon 5 o Shakira y no tengo idea de qué es una obertura, un soneto o una sinfonía, ¿cómo llegaré a apreciar la música clásica?
De igual manera, si yo no entro en contacto con Dios de modo asiduo, es evidente que no voy a entenderle ni a escucharle. Más aún: todo lo que tenga un sabor a Dios me sabrá extraño o, Él no lo quiera, incluso amargo. Y tal vez por eso la misa me resulte aburrida o no encuentre un sentido a orar de vez en cuando: no estoy acostumbrado a descubrir a Dios, no tengo «la pupila de la fe».
Y última consideración. Cuando uno logra adquirir ese gusto por la fe, uno es capaz de ver todo bajo esta óptica, incluso lo más superfluo. Y aunque se prefiera mil veces las cosas de Dios, uno aprende a ver el cielo en las cosas de la tierra; y a disfrutarlas en su justa medida. Como quien, incluso sabiendo lo que es la música clásica, también disfruta con una buena canción de pop, rock o hip hop… ¡Que sí se puede!
¿Cómo prepararnos mejor a la eternidad? Estas líneas intentan dar una respuesta a este interrogante. Acostumbremos nuestro corazón a Dios y sus cosas. «La vida eterna consiste esencialmente en poseer lo que desea la voluntad», empieza el texto de la Santa de Siena. Y es en la oración principalmente en donde vamos moviendo nuestra voluntad hacia Dios: «cuando el alma fija su mirada en el Creador y considera tanta bondad infinita como en Él encuentra, no puede menos de amar… E inmediatamente ama lo que Él ama, y odia lo que Él odia, ya que por amor ha sido hecho otro Él» (Santa Catalina de Siena, Carta 72). La oración nos identifica con el Corazón de Cristo, con su querer, con su amor. Y entonces podremos decir que, llegue cuando nos llegue la muerte, la veremos con entusiasmo… ¡incluso en medio del miedo natural que podamos sentir!
Una fuerte y valiente profecía de paz del Papa Francisco
Presentación del volumen de la revista geopolítica Limes titulado «Lecciones ucranianas».
En la presentación del volumen de Limes 5/2023 titulado «Lecciones ucranianas», el arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Santa Sede, quiso aclarar «la posición adoptada por el Santo Padre respecto a la guerra en Ucrania y la interpretación que se le ha dado a sus palabras y gestos».
De hecho, dijo, «es indiscutible, y también es honesto reconocerlo, que ‘la reacción de los ucranianos a las declaraciones del Papa Francisco refleja una profunda decepción'» (p. 86 del libro). Esto, de hecho, ha sido expresado tanto por las autoridades gubernamentales ucranianas como por diversos representantes religiosos de Iglesias locales y comunidades eclesiales, en algunos casos incluso recientemente.Las palabras y los gestos públicos del Papa son hechos y su interpretación puede hacerse con libertad y discreción». Sin embargo, subraya el prelado, «interpretarlos como ‘actos de pacifismo vacío’ y expresiones del ‘género teatral del ‘deseo piadoso» (p. 87), no hace justicia a la visión y a las intenciones del Santo Padre, que no quiere resignarse a la guerra e insiste en creer en la paz, invitando a todos a ser sus tejedores y artesanos creativos y valientes».
Explicó que, «lo que mueve al Santo Padre no es otra cosa que la voluntad de hacer posible el diálogo y la paz, inspirándose en el principio de que «la Iglesia no debe utilizar el lenguaje de la política, sino el lenguaje de Jesús». Por tanto, es injusto definir los «intentos tan inútiles como dañinos» del Vaticano o calificar de «blasfemo» «el antiamericanismo vaticano, similar al de cierta izquierda italiana» (p. 87)». Ciertamente, «no está en las intenciones de la Santa Sede ‘cerrar los ojos ante los crímenes de guerra sistemáticos del ejército y de las autoridades rusas y poner al mismo nivel a un país agresor que a uno agredido’ (p. 87), ya que el propio Papa ha afirmado claramente que ha distinguido entre agresor y agredido, con la certeza indiscutible de que el mundo entero sabe quiénes son unos y otros. Por otra parte, precisamente en los hechos y con ‘todas las iniciativas y gestos humanitarios realizados en favor de la población ucraniana’ (p. 87), el Papa ha demostrado claramente a nivel concreto quién es el agresor y quién la víctima».
Por lo tanto, continuó diciendo, debemos «reconocer que los gestos y las palabras del Santo Padre no son la expresión de una mera ‘retórica de paz’, sino de una fuerte y valiente ‘profecía de paz’, que desafía la realidad de la guerra y su presunta inevitabilidad. Esta profecía, sin embargo, en lugar de ser acogida y apoyada, para que pueda ser más fácilmente puesta en práctica, es rechazada y condenada, con un espíritu que demuestra no ser menos tendencioso que el que se pretende atribuir a la Santa Sede».
Además, monseñor Gallagher señaló su sorpresa por cómo se aborda la cuestión de la presencia diplomática sobre el terreno: «mientras se expresa con razón un gran aprecio y gratitud a las embajadas que ante la marcha rusa hacia Kiev no abandonaron el país, sino que se trasladaron a Lviv, no se hace la menor mención al hecho de que, ante la misma amenaza, el nuncio apostólico permaneció en la capital ucraniana, sostenido por el aprecio y la gratitud públicos del papa Francisco». Esta elección del representante papal demuestra claramente que el deseo de la Santa Sede no es «desempeñar un papel» (p. 253 del volumen) en la trágica guerra rusa en Ucrania, sino mostrar una cercanía cristiana concreta a un pueblo atormentado y luchar por la paz». En este sentido, también es «digna de mención» la implicación de la Iglesia católica local, tanto de rito latino como oriental, así como de diversas organizaciones caritativas católicas, especialmente en el ámbito humanitario, sin olvidar las numerosas misiones llevadas a cabo en Ucrania por el cardenal Konrad Krajewski, limosnero de Su Santidad. Todo esto puede considerarse, sin duda, como una especie de ‘abrazo de caridad’ con el que el Santo Padre ha abrazado al pueblo ucraniano, no dejándolo solo en el sufrimiento y la tragedia que está viviendo». Se trata, por tanto, de poner en primer plano «el deber que todos tenemos hacia la verdad, que es la primera víctima de toda guerra y, sobre todo, hacia la responsabilidad común de promover todo lo que pueda contribuir a dar un giro positivo a la tragedia actual». Porque la guerra de Ucrania -que es una «gran guerra» que «trastorna a Europa (e implica cada vez más al mundo entero)», así como una «nueva guerra» es ante todo «una tragedia que hay que superar, y el mismo esfuerzo de comprensión no debe ser un esfuerzo meramente especulativo, sino que debe facilitar la ardua búsqueda de salidas».
Hoy en día, ha explicado Gallagher, hay «algunas actitudes que deberían cambiar para fomentar la paz». En primer lugar, «contrariamente a la tendencia actual en todo el mundo», un cambio «concierne a la «lógica de la guerra», que desgraciadamente sigue dominando, ya sea en relación con el resultado del conflicto o bajo la justificación de una defensa necesaria». En resumen, no puede prevalecer «la idea de que no hay nada que hacer, de que no hay lugar para la palabra, para el diálogo creativo y la diplomacia, de que debemos resignarnos y aceptar la continuación de combates encarnizados que siembran muerte y destrucción». Son necesarios «pequeños cambios que permitan superar ciertos patrones y abrir la mente y el corazón al otro», por lo que «la tendencia a justificar la desconfianza en el otro debe ser superada por un compromiso aún mayor en la construcción de la confianza mutua». En este sentido, puede ser de verdadera ayuda reforzar las iniciativas humanitarias existentes, como la del intercambio de prisioneros de guerra o la exportación de cereales, y la de la repatriación de niños, que el cardenal Matteo Zuppi intenta poner en marcha tras su doble misión en Kiev y Moscú». Esta guerra, concluyó el arzobispo, «debe detenerse lo antes posible».
Significado de la Santa Misa
Curso La Eucaristía 6a parte
Significado de la Santa Misa « Como sea tu Misa, así será tu fe. Como sea tu fe, así será tu moral. Como sea tu moral, así será tu vida. Y como haya sido tu vida, así será tu eternidad»
Mons.Tihamer Toth
La Santa Misa es la celebración dentro de la cual se lleva a cabo el sacramento de la Eucaristía. Su origen se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia, en donde los apóstoles y los primeros discípulos se reunían el primer día de la semana, recordando la Resurrección de Cristo, para estudiar las Escrituras y compartir el pan de la Eucaristía.
La Santa Misa es una reunión del Pueblo de Dios y es el medio de santificación más perfecto, pues en él conocemos a Dios y nos unimos a Jesucristo y a toda la Iglesia en su labor santificadora.
Durante la misa nosotros participamos estrechamente en la vida y misterio de Jesucristo, por Él, con Él y en Él, ofreciendo nuestras obras, ofreciéndonos nosotros mismos, pidiendo perdón por nuestros pecados y, con esto, alcanzamos gracias para toda la Iglesia, reparamos las ofensas de otros y rendimos una alabanza de valor infinito porque lo hacemos por medio de Jesucristo.
El hombre con frecuencia tiene poco tiempo para dedicarse a las cosas de Dios. Tiene poco tiempo para conocerlo y entenderlo.
La Iglesia, consciente de este problema y sabiendo que si sus miembros no conocen a Dios no podrá cumplir con la misión que le ha sido encomendada, ha querido asegurar que se le dedique un tiempo a la semana a este conocimiento de las cosas de Dios y ha dado un mandamiento: Oír misa entera los domingos y días de precepto.
Con este mandamiento, la Iglesia asegura que sus miembros conozcan los lineamientos del Fundador y de esta manera «no perderán el estilo», no olvidarán su fin último y se esforzarán por cumplir su labor personal dentro de la Iglesia.
San Buenaventura, el sabio que salvó a los franciscanos
Fue superior general de los franciscanos e hizo frente a los ataques a la orden en la Universidad de París y en el seno de la comunidad
San Buenaventura nació en Bagnorea, cerca de Viterbo (en la actual Italia), en 1221. Entró en la Orden de los Hermanos Pobres de san Francisco Seráfico y estudió en la Universidad de París.
Allí fue profesor desde 1248 hasta 1257. Más tarde, por su sabiduría se le llamaría “Doctor Seráfico”.
Era muy inteligente, juicioso, iba al fondo de las cuestiones y sabía encontrar el error filosófico o teológico y rebatirlo con autoridad.
Supo unir su vida intelectual a la vida de oración, que consideraba clave para ser buen instrumento de Dios.
Intenso amor a la Eucaristía
Durante algún tiempo tuvo escrúpulos y quería recibir la Eucaristía pero no lo hacía por la humildad de considerarse pecador indigno.
Sin embargo, se cuenta que un día en que asistía a la misa y meditaba en la Pasión del Señor, se le apareció un ángel.
Este tomó la hostia consagrada de las manos del sacerdote y le dio la comunión. Los escrúpulos se disiparon.
Precisamente san Buenaventura compuso una oración para después de la Comunión que la Iglesia ha recomendado a lo largo de los siglos: “Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío,…”.
En sus años de París escribió una de sus obras más famosas: el «Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo», que constituye una verdadera suma de teología escolástica. El papa Sixto IV dijo:
«La manera como se expresa sobre la teología, indica que el Espíritu Santo hablaba por su boca.»
Ataques furibundos contra los franciscanos
San Buenaventura sufrió en sus propias carnes los ataques a los franciscanos de parte de miembros de la Universidad que preferían llevar una vida mundana.
El filósofo escolástico Guillermo de Saint-Amour, canónigo de Beauvais y rector de la Universidad de París, llegó a escribir el libro Los peligros de los últimos tiempos, que era un ataque directo a san Buenaventura y más extensamente a los frailes y las órdenes mendicantes.
El santo tuvo que retirarse del trabajo de dar clases durante algún tiempo y contestar a los ataques escribiendo el libroSobre la pobreza de Cristo.
El papa Alejandro IV tomó cartas en el asunto: nombró una comisión de cardenales que estudió el caso y esta ordenó finalmente quemar el libro de Saint-Amour y devolver las cátedras a los franciscanos.
Un año más tarde, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino recibieron el título de doctores.
San Buenaventura escribió también, entre otras obras, el tratado Sobre la vida de perfección, para su hermana Isabel y las Clarisas Pobres del convento de Longchamps.
Jean Gerson, quien fuera nombrado canciller de la Universidad de París en 1395, dice de san Buenaventura:
“Entre todos los doctores católicos, Eustaquio (porque así podemos traducir el nombre de Buenaventura) es el que más ilustra la inteligencia y enciende al mismo tiempo el corazón”.
Valor de las cosas pequeñas
“La perfección del cristiano -afirmaba san Buenaventura- consiste en hacer perfectamente las cosas ordinarias. La fidelidad en las cosas pequeñas es una virtud heroica«.
Fue elegido superior general de los Franciscanos en un tiempo en que recibían ataques externos en la Universidad pero también había división interna entre “los espirituales”, que eran rigoristas y desobedecían, y los que querían unos cambios excesivos para la regla franciscana.
Buenaventura presentó, en el primero de los cinco capítulos generales que presidió, algunos cambios, que a los rigoristas no les parecieron bien.
Entonces, para encontrar una solución al problema interno, decidió escribir la vida de san Francisco de Asís. Con ella logró una mayor unidad.
Considerado «el segundo fundador» de los franciscanos
Por esta tarea de lograr cohesión y mayor grado de santidad en los franciscanos se llama a san Buenaventura “el segundo fundador” de la orden.
En 1266, después de haber rechazado ser arzobispo de York tal como quería el papa Clemente IV el año anterior, el papa Gregorio IX lo nombró cardenal.
Los enviados pontificios fueron a entregarle el capelo cardenalicio y lo encontraron lavando los platos. Aceptó el honor con suma humildad.
En 1245, fue el teólogo más destacado del concilio ecuménico de Lyon (santo Tomás de Aquino murió cuando iba de camino).
En él se logró la unión con los griegos ortodoxos (sin embargo Constantinopla rechazó después esta decisión).
Entretanto, san Buenaventura falleció la noche del 14 al 15 de julio.
San Buenaventura fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588. Su fiesta se celebra el 15 de julio.
Patronazgo
San Buenaventura es patrono de varias poblaciones en el mundo, entre ellas la ciudad de Buenaventura en Colombia. También lo es de la Facultad de Matemáticas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Oración para después de la Comunión, de san Buenaventura
Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre solo en amarte y en deseo de poseerte: que por Ti suspire, y desfallezca por hallarse en los atrios de tu Casa; anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo.
Haz que mi alma tenga hambre de Ti, Pan de los Ángeles, alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura y sabor, y de todo suave deleite.
Oh, Jesús, en quien se desean mirar los Ángeles: tenga siempre mi corazón hambre de Ti y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga siempre sed de Ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la Casa de Dios:
que te desee, te busque, te halle; que a Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable, y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin:
para que Tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón. Amén.