Pablo Miki y compañeros, Santos y Mártires
Memoria Litúrgica, 6 de febrero
Mártires de Japón
Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos, incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).
Compañeros en el martiro: Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores; Felipe de Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden; León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas; Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto, neofitos.(1597).
Fecha de canonización: 8 de julio de 1862 por el Papa Pío IX.
Breve Biografía
El primero que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco Javier, quien trabajó allí en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos llegaron a ser unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el “secreto” que hizo posible esta expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron por los modos de vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la enseñanza cristiana, y el empeño de insertar elementos locales en la predicación y en la administración.
Fue catequista jesuita un joven llamado Pablo Miki, nacido entre los años 1564 y 1566, de una rica familia de Kyoto. Quería ser sacerdote pero su ordenación fue postergada “sine die”, porque la única diócesis todavía no tenia obispo. Además, en 1587 el emperador Toyotomi Hideyoshi, que se propuso la conquista de Corea, cambió su actitud benévola para con los cristianos y publicó un decreto de expulsión de los misioneros extranjeros.
La orden se cumplió en parte: algunos misioneros permanecieron en el país de incógnito, y en 1593 algunos franciscanos españoles, dirigidos por Pedro Bautista, llegaron a Japón procedentes de Filipinas y fueron bien recibidos por Hideyoshi.
Pero poco después vino la ruptura definitiva, incluso por motives políticos anti-españoles y anti-occidentales.
El 9 de diciembre fueron arrestados seis franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la Asunción, Francisco Blanco, Felipe Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo García), tres jesuitas (Pablo Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos terciarios franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran catequistas.
Después de haberles cortado el lóbulo izquierdo, los 26 fueron llevados de Meaco a Nagasaki, para exponerlos a la burla de las muchedumbres, que más bien admiraron la heroica valentía que manifestaron sobre todo en el momento de la muerte, cuando fueron crucificados en una colina de Nagasaki el 5 de febrero de 1597.
Despertaron gran conmoción las palabras de perdón y de testimonio evangélico pronunciadas por Pablo Miki desde la cruz, y la serenidad y valentía que demostraron Luis Ibaraki (de 11 años), Antonio (de trece) y Tomás Cosaki (de catorce), que murieron cantando el salmo: “Laudate, pueri, Dominum…”
La confianza hace al apóstol
Santo Evangelio según san Lucas 5, 1-11. Domingo V del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, hoy me pongo en tu presencia, no como un siervo se pone en presencia de su amo, sino como un amigo se pone en la presencia de su amigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 5, 1-11
En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la Palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”. Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro, al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada». ¡Cuántas veces nos encontramos en la misma situación de Pedro! Sentimos su frustración cuando vemos que, después de tantos esfuerzos, no hay ningún fruto en nuestra conversión. O cuando nos vemos inundados de problemas y dificultades que parecen no tener solución.
Nos fatigamos, luchamos y nos cansamos para nada. Las redes de nuestra vida aparecen, una y otra vez, vacías. Es allí cuando nos topamos con nuestra flaqueza y debilidad. Descubrimos con dolor que no lo podemos todo, que somos limitados.
¡Bendita debilidad! Porque cuando estamos en el fondo de la desesperanza, cuando parece que la frustración asalta toda la existencia, aparece Cristo que nos dice: «Rema mar adentro» Duc in altum! Confía en mí. Jesús nos pide entonces dar el paso con Él. Comenzar a echar las redes junto a Él. Nos exige dejarle el timón de nuestra vida para que Él la dirija completamente porque conoce el mejor camino.
Discípulo es quien se deja guiar por Cristo, quien sigue sus huellas y comparte con Él el camino de la cruz. La confianza es, por tanto, una virtud indispensable para el apóstol de Cristo. Sólo el que confía plenamente en Cristo es capaz de lanzarse en el apostolado, de sufrir con paciencia, de amar hasta el extremo. La confianza es la puerta que nos abre al encuentro con Cristo, pues nos permite ver su misericordia infinita. La confianza en su amor nos impide revolvernos una y otra vez, en nuestros fracasos y pecados, pues, como san Pedro, alzamos la vista y contemplamos su mirada, tomamos de nuevo su mano tendida y nos ponemos a navegar otra vez con Él.
«¡Oh si las almas débiles e imperfectas como la mía sintiesen lo que yo siento, ninguna desconfiaría de llegar a la cima de la montaña del amor. El recuerdo de mis faltas me humilla…, pero me habla más aún de misericordia, de amor. Cuando llena de confianza filial arrojo esas faltas en la ardiente hoguera del amor, no pueden menos de ser consumidas para siempre» (Sta. Teresita de Lisieux)
«Nosotros podemos enredarnos en discusiones interminables, sumar intentos fallidos y hacer un elenco de esfuerzos que han terminado en nada; pero igual que Pedro, sabemos qué significa la experiencia de trabajar sin ningún resultado. […] Como Pedro, también somos capaces de confiar en el Maestro, cuya palabra suscita fecundidad incluso allí donde la inhospitalidad de las tinieblas humanas hace infructuosos tantos esfuerzos y fatigas. Pedro es el hombre que acoge decidido la invitación de Jesús, que lo deja todo y lo sigue, para transformarse en nuevo pescador, cuya misión consiste en llevar a sus hermanos al Reino de Dios, donde la vida se hace plena y feliz».
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy venceré uno de mis miedos, no confiando en mi propias fuerzas, sino en la gracia de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Jesús, signo de contradicción
Unos lo aceptarán gozosos, otros lo rechazarán. Pero seguir a Cristo es tener la luz en el alma, oponerse a El es vivir en tinieblas
Cristo predica la conversión y el arrepentimiento de los pecados, pero muchos se han quedado en prácticas externas y rutinarias de religiosidad.
Durante la Presentación de Jesús en el Templo, José y María escucharon unas sorprendentes palabras proféticas del anciano Simeón referidas a Jesús: «Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; y una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones» (Lc. 2, 34-35)
Estas palabras proféticas se cumplieron ampliamente a lo largo de la vida del Señor. Unos lo aceptarán gozosos, otros lo rechazarán. Cristo se convertirá en signo de contradicción en Israel, es decir, en ocasión de que se formen dos grupos bien diferenciados: los que le siguen y los que se oponen a él. Cristo hablará a las conciencias de los israelitas para que cumplan la ley de Dios con plenitud, y después les revelará su mensaje de salvación, que incluye la formación de un nuevo Pueblo de Dios más perfecto y espiritual.
Simeón después de decir que Cristo sería «signo de contradicción» añade que sería también «luz para iluminación de las gentes» Jesús afirmará de sí mismo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida» (Jn. 8, 12) Seguir a Cristo es poseer la luz en el alma; oponerse a El es vivir en tinieblas.
Al éxito del Señor al principio, ya que es aceptado por muchos como Mesías, sucede un enfrentamiento cada vez mayor con algunos israelitas, especialmente con los que detentan los poderes en Israel. La causa está en que Cristo predica la conversión y el arrepentimiento de los pecados y muchos de los poderosos se han quedado en prácticas externas y rutinarias de religiosidad, sin una auténtica fe que lleve a una vida de renuncia. Al ser recriminados por Jesús, no quieren rectificar.
Este enfrentamiento con el Señor tendrá muchos grados. Algunos se oponen a él fuertemente y con odio: es el caso de muchos fariseos, sacerdotes y escribas de Israel, que constituyen los estamentos más importantes. Otros, en un principio, le siguen, pero le abandonan cuando ven que los que detentan el poder se oponen a El. Los hay que le siguen en momentos difíciles, pero que también le abandonarán en el momento de la Pasión y Crucifixión.
San Juan, en el prólogo de su evangelio, explica con una imagen el rechazo de Jesús por el pueblo elegido: Jesús es la luz, pero las tinieblas no la recibieron (1, 4) Más claramente aún, dice: «Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron» (1, 11)
Jesucristo es el Hijo de Dios, que visita un pueblo preparado durante siglos de revelación progresiva y lo que le debía resultar familiar, la presencia de Dios, no lo acepta.
En esto consiste el gran pecado de Israel, que representa a todos los hombres pecadores: el pueblo de la propiedad de Yavé, en vez de acoger la luz, intenta sofocarla.
El enfrentamiento de los fariseos y escribas con Jesús fue creciendo a medida que Jesús desarrollaba su predicación pública.
San Juan Bautista les había recriminado en diversas ocasiones su mala conducta diciéndoles: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la cólera que os espera? Haced, pues, frutos dignos de penitencia: y no comencéis a decir a vosotros mismos: tenemos por Padre a Abrahán; pues yo os digo que Dios puede hacer salir de estas piedras hijos de Abrahán. Ya está el hacha aplicada a la raíz de los árboles. Todo árbol que no produzca buen fruto va a ser cortado y arrojado al fuego» (Lc. 3, 7-8) Jesús aplicará estas mismas acusaciones a los fariseos cuando les dice: «Si tenéis un árbol bueno, su fruto será bueno. Si tenéis un árbol malo, su fruto será malo, porque el árbol se conoce por su fruto. Raza de víboras, ¿cómo podéis decir cosas buenas, si sois malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca» (Mt. 12, 33-34)
La mayoría de los que ejercían la autoridad en Israel no quisieron convertirse ni con Juan Bautista ni con Jesús, por eso: «Aunque había hecho tan grandes milagros en medio de ellos, no creían en El (…) Sin embargo, aun muchos de, los jefes creyeron en El, pero por causa de los fariseos no le confesaban, temiendo ser excluidos de la sinagoga, porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios» (Jn. 12, 37-43)
La razón última por la que los escribas y fariseos no reciben a Jesús como Mesías está en que han desfigurado la religión de Israel. La Palabra de Dios no ha entrado en su corazón transformándolo y convirtiéndolo. Por eso, se refugian en el mero cumplimiento externo de preceptos que han inventado los hombres y descuidan la justicia, la comprensión y la sinceridad de vida, resultando que dicen y no hacen, como les reprochará Jesús.
Y lo que es más grave, no sólo no entran en el Reino de los Cielos, sino que no dejan entrar a quienes verdaderamente quieren hacerlo, «porque ellos son los representantes oficiales de Dios (cfr. Mt. 23)
Se puede decir que ocultan y desfiguran el verdadero «rostro» de Dios, en vez de darlo a conocer.
No sólo ayudar, sino «transformar» las periferias
En la mañana del sábado 5 de febrero el Papa Francisco recibió una delegación de la Asociación Nacional de Municipios italianos.
El servicio al bien común es una forma de caridad comparable a la de los padres de la familia. Por eso Francisco, al recibir a la Asociación Nacional de Municipios italianos este 5 de febrero, les indicó tres palabras para animarlos en su labor. La primera, precisamente, la “paternidad – o maternidad”, la segunda, “periferias”, y la tercera “paz”.
Antes de desarrollar cada palabra, el Santo Padre agradeció a los alcaldes italianos que, en este tiempo de pandemia, han sido “un punto de referencia a la hora de hacer cumplir normativas a veces gravosas, pero necesarias para la salud de los ciudadanos”. Consciente de la complejidad de la labor que realizan alternando “la oportunidad” del servicio con “la soledad” de la responsabilidad, Francisco se refirió a la importancia de la participación ciudadana: se espera – dijo – que los alcaldes tengan la solución a todos los problemas, pero sabemos que los problemas no pueden sólo resolverse con recursos financieros. Por eso es importante, señaló, contar “con la presencia de redes de apoyo”.
Invertir con imaginación
En cuanto a la primera palabra de ánimo, el Sumo Pontífice hizo hincapié en practicar “la escucha”, como hacen los padres en una familia. Una buena escucha – dijo – nos ayuda a discernir, a comprender las prioridades sobre las que hay que intervenir. Junto con la escucha, además, “no debe faltar el valor de la imaginación”, puesto que para resolver problemas es necesario, junto a financiaciones adecuadas, proyectos de convivencia civil y de ciudadanía:
Hay que invertir en belleza donde hay más degradación, en educación donde reina el malestar social, en lugares de agregación social donde se ven reacciones violentas, en formación para la legalidad donde prevalece la corrupción.
Transformar las periferias
Siguiendo con la segunda palabra, “periferia”, y puesto que “no hay ciudad sin pobres”, el Papa indicó que “partir” de las periferias “no significa excluir», sino todo lo contrario, porque los pobres “recuerdan nuestra fragilidad” y “nos llaman a la solidaridad”. Y en este tiempo de pandemia, que ha puesto de manifiesto numerosos dramas sociales – el de los que han tenido que cerrar sus negocios, el aislamiento de los ancianos, la depresión de los adolescentes y los jóvenes, las desigualdades sociales que han favorecido a los que ya gozaban de condiciones económicas holgadas, las penurias de las familias que no pueden llegar a fin de mes, los usureros que llaman a las puertas – el Sumo Pontífice indicó a los alcaldes la necesidad “no sólo de ayudar la periferia”, sino de “transformarla” en un laboratorio para una economía y una sociedad diferentes:
De hecho, cuando nos enfrentamos a los rostros de las personas, no basta con darles un paquete de comida. Su dignidad exige trabajo y, por tanto, un proyecto en el que se valora a cada persona por lo que puede ofrecer a los demás. ¡El trabajo es realmente una unción de dignidad! La forma más segura de quitarle la dignidad a una persona o a un pueblo es quitarle el trabajo. No se trata de llevar el pan a casa: eso no da dignidad. Se trata de ganarse el pan que se lleva a casa. Y eso sí, te unge de dignidad.
Fomentar la construcción de la paz
Con la palabra «paz», indicada por Jesús a los discípulos enviados en misión (cfr Lc 10,5), el Santo Padre abordó el tema de la “paz social”, que es “el fruto de la capacidad de poner en común las vocaciones, las competencias y los recursos” y que implica crear un “tejido común de valores que lleve a desarmar as tensiones entre las diferencias culturales y sociales”:Es esencial fomentar la iniciativa y la creatividad de las personas, para que puedan forjar relaciones significativas dentro de sus barrios. Tantas pequeñas responsabilidades son el requisito previo para la construcción concreta de la paz, que se construye día a día. Es bueno recordar aquí el principio de subsidiariedad, que valora los entes intermedios y no mortifica la libre iniciativa personal.
Y porque una de las tentaciones ante la responsabilidad es la de “huir”, antes de despedirse el Papa Francisco animó a los alcaldes a “permanecer cerca de la gente”, tal como exhortó San Juan Crisóstomo, obispo y padre de la Iglesia: dedicarse a los demás, en lugar de quedarse en los montes y observarlos con indiferencia, les dijo.
Los hijos, el motor de la recuperación económica
Publicamos el artículo que ha escrito en L´Osservatore Romano
Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto para las Obras de Religión, familiarmente conocido como el banco del Vaticano, en el que presenta una estrategia económica para los países más pobres.
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 21 de julio de 2011 (ZENIT.org).- .
Observando la población de los países occidentales en particular, los países que se podrían definir maduros, como los Estados Unidos y los que forman la Europa de los 20 se nota que el porcentaje de población con una edad por encima de sesenta años sigue creciendo sensiblemente. Hoy las personas comprendidas en esa franja de edad representan cerca de un cuarto del total. En los países emergentes, en cambio, no llegan a un décimo. Y ya se nota que los costes de esta tendencia en realidad no son sostenibles.
El envejecimiento de la población puede considerarse, de hecho, el verdadero origen de la crisis económica actual. Pero en el próximo decenio sus efectos corren el riesgo de no ser ya soportables, porque el porcentaje cada vez mayor de personas que sale de la fase productiva se transformará en un coste fijo imposible de absorber y de sostener por parte de quienes producen. Además, cada vez menos personas entran en el ciclo productivo y, cuando logran entrar, lo hacen muy lentamente. Sin considerar los cambios del concepto de ocupación generalizado hasta hace poco tiempo.
Los costes de una población cada vez más anciana no podrán, por lo tanto, ser sostenidos por los jóvenes, los cuales, además de ser cada vez menos, podrían también preguntarse por qué deberían hacerlo, sobre todo si son inmigrantes.
Otro fenómeno, menos observado, relativo al envejecimiento de la población está en el cambio de la estructura del consumo. Sintetizando un poco cruelmente, se podría afirmar que se compran menos coches, pero más medicinas. Está cambiando, y cambiará cada vez más, también el ciclo de producción del ahorro, en disminución y destinado a desplomarse: primero porque ha debido sostener el consumo; y segundo, a causa de la drástica reducción de los ingresos.
Frente a esta realidad, es indispensable tener la valentía de afrontar el tema de los nacimientos y del envejecimiento de la población. Descuidarlo es perjudicial, y por esto ya es improrrogable la planeación de estrategias para sostener concretamente a las familias en su vocación natural a tener hijos. Sólo así se podrá poner en marcha una verdadera recuperación económica.
Una familia de hoy con dos salarios gana menos de lo que ganaba hace treinta años la misma familia con un sólo salario. Y esta es la consecuencia del crecimiento de los impuestos sobre el producto interno bruto, que se han duplicado en el mismo período precisamente para absorber las consecuencias del envejecimiento debido a la caída de los nacimientos.
Los gobernantes de los países maduros deben invertir en la familia y en los hijos para generar un rápido crecimiento económico, gracias a la activación de factores como el aumento de la demanda, el ahorro y las inversiones. Así las personas ancianas serían más aceptadas, y no sólo soportadas, como a veces sucede hoy. En el fondo, la naturaleza misma enseña que si el hombre y la mujer no engendran hijos es difícil que alguien cuide de ellos cuando envejezcan. El Estado puede intentarlo, pero con costes altísimos.
¿Se acaba el amor?
¿Dónde quedaron aquellas promesas de amor eterno? ¿Es que realmente el amor verdadero puede acabarse?
La semana pasada tuve la oportunidad de compartir con más de una docena de parejas ilusionadas, a punto de casarse, algunas reflexiones sobre el matrimonio y la vida familiar.
Pero siempre queda un resquicio para la duda, en el sentido de que tal como está la vida siempre hay miedo de que un día puedan fracasar, a pesar de la ilusión que ahora tienen.
Hay una frase que se oye con cierta frecuencia cuando se rompe un matrimonio y que da mucha pena oir: es que se acabó el amor. ¿Dónde quedaron aquellas promesas de amor eterno? ¿Es que realmente el amor verdadero puede acabarse?
Quizá para poder responder habría que dar primero una definición del amor. Y hay que reconocer que bajo esta hermosa palabra se esconden a veces significados muy diversos e incluso contradictorios.
Se puede llamar amor a una sensación placentera y en el fondo egoísta o a la entrega más generosa y desinteresada.
Por eso los griegos, que eran muy listos empleaban tres palabras diferentes para hablar del amor: eros, filos y agape. Y pensamos que para que el amor matrimonial sea perfecto deben estar presentes las tres modalidades.
En el primer caso con la palabra eros se hace referencia al amor físico, a la atracción corporal. No deja de ser algo imprescindible como motor de arranque. Si no existiera esta dimensión del amor, el matrimonio se haría muy poco apetecible y un poco cuesta arriba. Pero evidentemente esto no lo es todo e incluso a veces resulta muy engañoso, de tal manera que si sólo existe este tipo de amor, una vez que se acaba esta emoción parece que se acaba todo.
Hay una segunda modalidad, el filos o la filia que añade el componente de la amistad. Es imprescindible que los esposos sean buenos amigos, que les guste hablar, dialogar, conocerse, ayudarse. La verdadera amistad tiende siempre a ser bastante más duradera que la mera pasión física.. Casi nada, ser buenos amigos. Por eso todo esfuerzo en cultivar la amistad será poco si se quiere que el amor matrimonial sea duradero.
Pero hay una tercera palabra para hablar del amor que no podemos olvidar de ninguna manera y que en griego se dice ágape y traducido al castellano caridad. Quizá alguien pueda pensar que caridad es solamente algo así como dar una limosna o compadecerse del necesitado y que tiene poco que ver con el amor de pareja. Pero la verdadera muerte del amor matrimonial es cuando desaparece la caridad con el otro miembro de la pareja; cuando uno ya no es capaz de amar sin esperar nada a cambio, cuando uno no es capaz de perdonar, de entregarse, de sufrir por la otra persona. Es el verdadero amor cristiano, como diría San Pablo, semejante al que Cristo siente por su Iglesia hasta dar la vida por ella. Por cierto que aquí no puede uno dejarse llevar simplemente por un impulso instintivo, sino por un acto de voluntad, solo posible en la medida en que exista calidad humana y espiritual en la persona.
Sin duda la lectura, meditación y asimilación del capítulo 13 de la primera carta a los Corintios es un buen alimento para fortalecer este amor. Como aperitivo transcribimos algún versículo:
El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa siempre, se fía siempre, espera siempre, aguanta siempre.
Ojalá todos se quisieran con este amor y así habría que decir que el amor no se puede acabar nunca.
¿En dónde encontrar la felicidad?
¿En dónde se debe buscar la auténtica felicidad?
Hubo una vez un gran millonario que ofreció la mitad de su fortuna al que le dijera de corazón que no quería ser feliz. Esperó varios meses y nadie se le acercó. Está claro que todo hombre quiere y busca ser feliz, pues es algo que tenemos por naturaleza. A veces encontramos personas que dicen que son absolutamente felices; algunas de ellas tendrán mucho dinero y otras no tendrán nada. Así nos podemos preguntar ¿qué es la felicidad?, ¿cómo podemos ser felices? y ¿cómo podemos ayudar a otros a ser felices?
Muchas veces hemos escuchado que la verdadera felicidad se puede encontrar sólo en Dios, pero a veces no sabemos el porqué. Sin ser muy filosófico se puede explicar sencillamente lo que Sto. Tomás de Aquino dijo en su Suma de Teología(I-II q.2) sobre ¿qué es lo que hace al hombre ser feliz? Es importante entender la felicidad como aquello que satisface plenamente al hombre; y “plenamente” es una palabra clave. Cada día veremos a muchas personas que buscan la felicidad en las riquezas, pues teniendo dinero podrán comprar todo. Esto último es lo que hace imposible a las riquezas el dar la felicidad, pues si se tiene dinero es para conseguir algo más, y por lo tanto, el dinero en sí no nos satisface plenamente.
Otros dirán que la felicidad está en el honor y la gloria. Sabemos que se honra a alguien cuando posee alguna excelencia (por ejemplo, un premio académico). Pero como somos imperfectos, nunca podremos tener una excelencia completa y por lo mismo siempre estaremos buscando cosas para conseguir más y más honor, lo que nos llevará a la insatisfacción. En relación a la gloria, se da al que sabe algo, pero al igual que el honor, el hombre siempre buscará y podrá saber más y más, pues al ser creaturas imperfectas, tenemos una participación en la inteligencia de Dios y por lo mismo, inventamos o descubrimos cosas que en la mente divina ya habían sido creadas.
Por otro lado, hay personas que buscarán la felicidad en el poder, pero sabemos que por mucho poder que tenga, nunca se librará de los peligros o dificultades en su vida. Esto le llevará a preocuparse por ello, y no se satisfarán plenamente sus necesidades. Otros pensarán que la felicidad está en los bienes del cuerpo (la salud, por ejemplo). El hombre está compuesto de alma y cuerpo; y este último necesita el alma para vivir. Entonces, si los bienes del cuerpo satisfarían plenamente nuestra felicidad, no necesitaríamos nuestra alma; lo que es simplemente absurdo. Lo mismo se podría decir de los placeres, pues ellos son bienes del cuerpo, y como tales, necesitan de algo más para satisfacerse (el alma).
Finalmente tenemos otras dos posibilidades: algún bien del alma o algún bien creado. Lo primero no puede ser, pues el alma está en acto sólo cuando tiene al cuerpo (para darle vida), y por lo tanto, lo que en sí mismo es potencia, no puede dar la plenitud de felicidad, pues la potencia busca algo más, que es la actualización. Y si el bien del alma no puede ser, menos será un bien creado, pues por ser creado, quiere decir que depende de otro y por lo mismo es imperfecto.
Todo esto nos lleva a pensar que el único camino de felicidad es lo que es absolutamente perfecto, eterno, lo que es actualidad pura y es lo que llamamos Dios. Por lo tanto, podemos definir felicidad como la acción de estar con Dios, que es lo que alcanzaremos en el cielo. Por eso es muy importante conocer, amar y saber transmitir a Dios en esta vida, pues mientras más cercanos estemos de Él, más felices seremos. Ahora lo único que nos falta es preguntarnos ¿qué haré concretamente para ser feliz?
San Pablo Miki y sus compañeros: así fue su martirio en Japón
26 mártires del Japón que murieron crucificados y alanceados en Nagasaki
Hoy se celebra la fiesta de 26 mártires de Japón que fueron crucificados y alanceados en Nagasaki el 5 de febrero de 1597.
Junto con el jesuita japonés Pablo Miki, fallecieron san Pedro Bautista, franciscano español, y otros cinco hermanos suyos de hábito, así como diecisiete japoneses, seglares franciscanos, y dos catequistas de san Pablo Miki, también japoneses.
San Pedro Bautista era de San Esteban del Valle (Ávila, España) y había sido misionero en México y Filipinas. Había sido enviado a Japón como embajador de Felipe II ante el emperador Taikosama.
San Felipe de Jesús nació en la Ciudad de México en 1571. Vistió el hábito franciscano en Filipinas y, cuando volvía a México para recibir la ordenación, el galeón naufragó en aguas de Tosa; se refugió en el convento de Meaco o Miyako, donde muy pronto lo arrestaron.
Es patrono de los plateros y el primer mártir y santo mexicano.
Testimonio del martirio
De la Historia del martirio escrita por un contemporáneo:
«Clavados en la cruz, era admirable ver la constancia de todos, a la que les exhortaban el padre Pasio y el padre Rodríguez.
El Padre Comisario estaba casi rígido, los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín daba gracias a la bondad divina entonando algunos salmos y añadiendo el verso: ‘A tus manos, Señor’.
También el hermano Francisco Blanco daba gracias a Dios con voz clara. El hermano Gonzalo recitaba en alta voz la oración dominical y la salutación angélica.
Pablo Miki, nuestro hermano, al verse en el púlpito más honorable de los que hasta entonces había ocupado, declaró en primer lugar a los circunstantes que era japonés y jesuita, y que moría por anunciar el Evangelio, dando gracias a Dios por haberle hecho beneficio tan inestimable. Después añadió estas palabras: Al llegar este momento, no creerá ninguno de vosotros que me voy a apartar de la verdad. Pues bien, os aseguro que no hay más camino de salvación que el de los cristianos.
Y como quiera que el cristianismo me enseña a perdonar a mis enemigos y a cuantos me han ofendido, perdono sinceramente al rey y a los causantes de mi muerte, y les pido que reciban el bautismo».
Esta oración puede liberar 1.000 almas del purgatorio
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Esta oración, revelada por Jesús a la mística santa Gertrudis la Grande en el siglo XIII, ayuda a las almas del purgatorio cada vez que se reza con amor
La religiosa benedictina santa Gertrudis (1256-1302), cuyo día se celebra el 16 de noviembre, fue confiada a la edad de cinco años al monasterio de Helfa cerca de Eisleben (Sajonia).
Famosa por su gran piedad, esta mística tuvo una visión de Cristo en la que le enseñó una oración que permitía liberar 1.000 almas del purgatorio cada vez que se rezara con amor:
Padre eterno, yo Te ofrezco la Preciosísima Sangre de tu Divino Hijo Jesús,
en unión con las Misas celebradas hoy día a través del mundo
por todas las benditas ánimas del Purgatorio, por todos los pecadores del mundo,
por los pecadores en la Iglesia universal, por aquellos en propia casa y dentro de mi familia.
“Cada vez que liberas un alma del purgatorio, haces un acto que me complace, que no sería más grande si me hubieras salvado del sufrimiento”, le habría dicho el Señor a la santa.
“A su debido tiempo, recompensaré a mis liberadores según la abundancia de mis riquezas. Los fieles liberarán un alma con más rapidez si sus oraciones se dicen con más o menos fervor y también según los méritos que cada uno haya adquirido durante su vida”.
Oración a María por los olvidados del purgatorio
¿Has pensado alguna vez en rezar por las almas por las que nadie reza? Son las Hay almas por las que nadie reza y necesitan una ayuda espiritual para ver llegar pronto su salvación, ¡ayúdalas almas olvidadas del Purgatorio o que necesitan de nuestra oración.
Esta sencilla oración a la Virgen les llevará consuelo y acercará su salvación:
Oh María, piedad de aquellas pobres almas
que, encerradas en las prisiones tenebrosas
del lugar de la expiación, no tienen a nadie en la tierra
que piense en ellas: Dígnate, oh buena Madre,
mirar con piedad a aquellas abandonadas;
inspira a muchos cristianos caritativos el pensamiento de orar por ellas,
y buscar en tu corazón de madre la manera de asistirlas
misericordiosamente. Oh Madre del perpetuo socorro, ten piedad de las almas
más abandonadas del Purgatorio. Misericordioso Jesús,
dales el eterno descanso.
Se reza tres veces la oración del «Salve Regina»
Esto te lo agradecerá un alma del Purgatorio
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Nosotros podemos prestar una ayuda descomunal a los difuntos, ¿sabes cómo hacerlo? Misas, indulgencias, limosnas,…
El Purgatorio es real. Si mueres con pecados veniales pasarás un tiempo purgándolos, purificándote, hasta que tu alma libre de pecados pueda ir al paraíso.
Santa Faustina Kowalska tuvo una visión del purgatorio y lo describe de esta forma:
“Vi al Ángel de la Guarda que me dijo que le siguiera. En un momento me encontré en un lugar nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con gran fervor, pero sin eficacia para ellas mismas; sólo nosotros podemos ayudarlas”.
Un sacerdote comentaba en una emisora de radio que él se dedicaba a sacar un alma del purgatorio cada día, rezando el santo rosario ante Jesús Sacramentado, en el sagrario.
Ofrecía la indulgencia que ganaba con el rezo de estos rosarios por las almas más necesitadas de la Misericordia Divina.
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Apariciones para pedir favores
Pascal Deloche | Godong
Muchos santos de nuestra Iglesia han tenido apariciones de almas del purgatorio que “con el permiso de Dios” se les han aparecido para pedir sus favores -una misa, el rezo del rosario,…- que los ayuden a salir de ese lugar de tormentos donde sufren mucho.
Y cuando lo consiguen, antes de emprender su viaje al Paraíso, pasan para agradecer tan grande favor.
Las siento mis hermanas, lo son. Y busco la manera de ayudarlas y crear conciencia entre los católicos sobre nuestra obligación moral de pensar en las almas benditas del Purgatorio y tenerlas presentes en nuestras oraciones. Es un acto de misericordia que agrada mucho a Dios.
San Josemaría Escrivá decía de ellas:
“Las ánimas benditas del purgatorio. —Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable —¡pueden tanto delante de Dios!— tenlas muy en cuenta en tus sacrificios y en tu oración. Ojalá, cuando las nombres, puedas decir: «Mis buenas amigas las almas del purgatorio…»
Las almas del purgatorio sufren y está tristes, así las describen estas mística que las vieron:
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¿Cómo ayudarlas? Hay tres formas muy efectivas.
1 CON LAS INDULGENCIAS
Ofreciéndolas por ellas. Debes estar en gracia de Dios, y tener la intención de ganarla, confesarte, comulgar y rezar por las intenciones del Papa.
2 CON LA MISA
Pues los méritos de una sola misa son infinitos.
3 CON TU ORACIÓN FERVOROSA
Particularmente el rezo del santo Rosario.
Catecismo de la Iglesia Católica, 1032
Cómo ayudar a los difuntos
Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.
La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.
Catecismo de la Iglesia Católica, 1032
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A mí me gusta mucho ofrecer todas las infinitas gracias que recibo en cada misa por mis hermanas, las benditas almas del Purgatorio.
Sé que las necesitan y nos ruegan por ellas. Es como si constantemente gritaran: “¡Ayúdennos!”.
¿Te animas a rezar por nuestras hermanas, las benditas almas del Purgatorio? Lo necesitan y te lo agradecerán.
Pide por ellas, particularmente por las más necesitadas de la misericordia de Dios.