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2 Macabeos 7:1-14 / 2 Tesalonicenses 2:16-3:5 / Lucas 20:27-38

Afortunadamente, al deseo vital de la sed corresponde la generosidad del agua, cuando tenemos hambre existe aquello que nos puede ser alimento, y el sueño no es un estado definitivo sino un regenerar el cuerpo para seguir adelante; al deseo de ser amados el amor fraterno o el de pareja son posibles. Todos los deseos vitales esenciales de la persona tienen una respuesta. Toda la creación, de cual forma parte, responde a una lógica benéfica gracias que hace posible la existencia de la humanidad. Con esta lógica también podemos abordar la inquietud vital del corazón humano que anhela una plenitud de vida que para nada es un absurdo. La inquietud surge siempre cuando la realidad no se puede controlar, cuando es más lo que ignoramos que lo que sabemos de lo que tenemos entre manos. Y ciertamente, de la muerte es más lo que ignoramos que lo que creemos saber.

La pregunta por la Vida no es ningún lujo, permanece en nuestro interior por encima de todas las demás. Se puede rehuir, se puede hacer de ella una caricatura y ridiculizarla como pretendían hacerlo los saduceos con aquel hipotético caso presentado a Jesús de la mujer que estuvo casada con siete varones. Pero quizás, más que dar respuestas a quien dice no tener fe es preguntarle por lo que desea.

Lo que nos toca hoy, a los cristianos que creen como Jesús en la resurrección, es ayudar a despertar esa dormida sed por el sentido, para que una vez se despierte, aunque sea a tientas, sea capaz de llegar a saciarse en la frescura de esta fuente ansiada. Quizás sólo la poesía, como la de San Juan de la Cruz, se atreve a balbucear, sin vergüenza pero humildemente, la experiencia humana de esta sed de infinito. De noche, iremos de noche que, para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra. Qué bien se yo la fuente que brota y corre, aunque es de noche. Su claridad nunca es oscura y sé que toda la luz de ella es venida, aunque es de noche. El Señor no nos ha convencido a enviado a nadie a la fuerza, sino a anunciar con gozo lo que hemos visto y oído para que quien lo llegue a ver y sentir descubre esta Vida, este murmullo interior al que no se sabe muy bien qué nombre ponerle. No se trata de convencer como quien vende un producto estrella, sólo la propia experiencia engendra convencimiento, por eso la experiencia de la carencia puede abrirnos a la abundancia que se esconde en ella.

 

esperanza, de la vida eterna que nos ha ganado la muerte y la resurrección del Señor.

La fe en la resurrección de Cristo, y la nuestra cuando llegue su hora, no se comporta un despreocuparse de este mundo y de las personas sino todo lo contrario, es el estímulo más potente para vivir y persistir en la fortaleza del amor, a pesar del sufrimiento o incluso de la muerte que pueda comportarse vivir el evangelio tal y como hemos visto en el relato de los siete hermanos macabeos y su madre. dieron su vida para no renegar de la Ley de Moisés en la Ellos que vivían, nosotros debemos hacerlo para mantenernos en el mandamiento nuevo de Jesús de amarnos los unos a los otros tal como Él nos ha amado. Y esto tiene muchas implicaciones éticas, sociales, políticas y económicas más cerca de los pobres y de quienes tienen autoridad moral que de quienes sólo tienen dinero o poder. Proyecto hermoso en su anunciado, pero a menudo difícil de llevar a cabo en este tiempo que vivimos marcados por la violencia, la miseria y la injusticia, que parecen ahogar la honradez, la generosidad y la bondad del ser humano.

El mensaje de Jesucristo alimenta la bondad, la generosidad y la honradez humana. Él nos mandó celebrar el Memorial de su muerte y de su resurrección en la celebración de la eucaristía para que tuviéramos en nosotros la fuerza de su Espíritu, y lo hicimos agradecidos a su amor, fiados en su palabra, pero, a pesar de todo, lo hacemos en la oscuridad de la fe, porque sobre el altar sólo vemos un poco de pan y un poco de vino, pero al recibirlos como pan y vino consagrados tocamos esta fuente que buscamos. Vuelve a ser san juan de cruz, que ha llegado antes que nosotros, quien nos recuerde la experiencia:

De noche, iremos de noche a encontrar la fuente.
Esta eterna fuente está escondida en este Vivo Pan por darnos vida, aunque es de noche.

Esta viva fuente que deseo en este Pan de Vida yo la veo, aunque es de noche.

Todas las necesidades esenciales del hombre tienen una respuesta oportuna: la sed tiene la frescura del agua, el hambre tiene la fuerza que da el alimento, el cansancio el responso reconfortante del sueño. A la necesidad espiritual, el amor de Dios ha respondido excedendo infinitamente todo lo que podemos desear.

 

 

¿Cómo podemos entender si realmente tenemos fe, es decir, si nuestra fe, aunque minúscula, es genuina, pura y directa? Jesús nos lo explica indicando cuál es la medida de la fe: el servicio. Y lo hace con una parábola que a primera vista es un poco desconcertante, porque presenta la figura de un amo dominante e indiferente. Pero ese mismo comportamiento del amo pone de relieve el verdadero centro de la parábola, es decir, la actitud de disponibilidad del siervo. Jesús quiere decir que así es un hombre de fe en su relación con Dios: se rinde completamente a su voluntad, sin cálculos ni pretensiones. (Ángelus, 6 octubre 2019)

 

 

• Luke 17:7-10

 

Amigos, el Evangelio de hoy describe la obediencia del siervo fiel. Nuestras vidas no son acerca de nosotros, sino más bien del Rey. No estamos hechos para mandar a otros sino para obedecer. En presencia del imponente señorío de Dios —cuya grandeza nuestra mente y voluntad apenas puede sondear— nos inclinamos, escuchamos, nos rendimos.

El Señor es el Rey, el que manda, dirige y supervisa, y quien, en consecuencia, exige obediencia. Para una tribu militante, como eran los antiguos hebreos, este término tenía, sin duda, una resonancia especialmente poderosa. La respuesta adecuada a un Rey es la obediencia. El Rey ordena, y el sirviente responde, de forma sencilla, rápida y sin vacilar.Es posible que un cortesano o un mensajero no comprenda la razón o las consecuencias de lo que el Rey le ha dicho que haga, pero lo hace confiando en la sabiduría y el poder de quien lo dice. La palabra “obedecer” viene del latín, obedire, que significa escuchar con atención, hacer caso. En la presencia de Dios, el Señor, nosotros Sus siervos debemos escuchar, inclinando nuestros oídos y nuestra voluntad a Su Palabra.

 

 

Godofredo de Amiens, Santo

Obispo, 8 de noviembre

Por: P. Felipe Santos | Fuente: Catholic.net

 

Martirologio Romano: En Soissons, de Francia, muerte de san Godofredo, obispo de Amiéns, que, educado en la vida monástica desde los cinco años, padeció mucho por remediar las luchas en la ciudad entre los señores y los plebeyos, y por la reforma del clero y el pueblo († 1115).

Etimológicamente: Godofredo = “paz de Dios”. Viene de la lengua alemana.

Breve Biografía

Vino al mundo en el año 1066 en Soissons y murió aquí mismo en 1115.

De joven vio que su vocación se inclinaba por ser monje. A los 30 vivía muy feliz como un sencillo religioso en la abadía de Mont-Martin.

En pocos años supo darle prosperidad a la abadía y a todos los alrededores.

Cuando el arzobispo se enteró de quién era este monje, le ofreció que se hiciera cargo de la abadía de san Remigio, la más importante de su diócesis.

Godofredo le contestó diciéndole que no quería. De hacerlo, sería como un hombre que deja a su mujer para irse con otra más guapa.

No obstante, se pensó el tema de la obediencia y, al final, aceptó no ser abad sino obispo de Amiens.

Proveniente de una vida monacal, forjada en la austeridad, empezó por reformar al clero que estaba sumido en la simonía y no administraba los sacramentos. Una gran degradación moral y religiosa.

Y no solamente quiso reformar al clero, sino que también se puso duro con los señores que acampaban por sus fueros.

Estos últimos se unieron para hacerle la vida imposible. Se encontró de pronto sin amigos.

Por eso, una noche salió huyendo a la Cartuja para esconderse y vivir en paz.

Lo encontraron y le obligaron a volver a la diócesis. Pero estaba ya extenuado de fuerzas y murió poco después en la abadía de San Crispín de Soissons.

 

Sólo hicimos aquello

Santo Evangelio según san Lucas 17, 7-10. Martes XXXII del Tiempo Ordinario

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey Nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Te doy gracias por el don de ser cristiano. Mi nombre es según mi modelo: Cristo. Mi virtud la caridad. Y la fuente de mis fuerzas no soy yo, sino tu gracia, en quien tengo puesta mi esperanza. En tus manos mi oración.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 17, 7-10

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú’?”. ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?

Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’”.

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Soy tan sólo un siervo, tan sólo una sierva. Ciertamente la parábola se ha referido a mí. Es bueno que a veces me pongas en mi lugar, he de admitirlo, Señor. Pues es verdad: yo soy consciente de todas esas ocasiones en que me crezco, en que me reconozco cuanto hago, en que siento que merezco aplausos por una obra buena. Sí, si alguna vez hago algo bueno, suelo pensar que ha sido sólo obra mía, venida de mi propia iniciativa, salida de mis propias fuerzas solamente.

Por ejemplo, si concedo una sonrisa a una persona y veo un fruto bueno, si veo una exteriorización de simpatía en el otro a razón de mi gesto, tiendo a convencerme de que he hecho algo bueno por mi mérito. Tal vez no espero que me aplaudan literalmente, pero disfruto en mi interior de alguna forma al saber que logré algo. Lo mismo que si doy limosna, y veo que el pobre se sonríe; lo mismo que si ayudo en la lectura del domingo y sé que serví en la santa misa. Experimento en mí una sensación natural de triunfo.

El problema, ciertamente, no reside en disfrutar la dicha de servir, en sentir satisfacción al completar una obra digna de alabanza, en experimentar agrado al realizar un acto de virtud, no. Pero siempre he de recordar que por mí mismo, por mí misma nada puedo. Eres Tú, Señor, quien me sostiene, quien me lleva… y quien me pide incluso más. Un «más» que en ocasiones significará acrecentar la cantidad de obras buenas, o un «más» que supondrá aumentar la calidad de mis obras, aquel amor con que realizo mis «servicios», mis responsabilidades, sea en mi familia, en mi apostolado, o en mi entorno. Y confío que Tú me sostendrás también, y que la dicha de vivir según tu corazón es siempre más grande -que la de un simple triunfo personal.

Así pues, «también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’».

«El Señor, mediante la Iglesia, te llama una vez más a servir; y te hará bien al corazón repetir en la oración la expresión que Jesús mismo sugirió a sus discípulos para mantenerse en la humildad: “Digan: ‘Somos simples servidores’”, y esto no como fórmula de buena educación sino como verdad después del trabajo “cuando hayan hecho todo lo que se les mande”». (Homilía de S.S. Francisco, 23 de enero de 2015).

 

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy rezaré unos minutos en presencia de Cristo en una capilla, pidiendo el don de la verdadera humildad, para poder ser un buen servidor.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

¿En qué consiste la esclavitud moderna?

A millones de mujeres, niños, niñas y hombres de todo el mundo se les obliga a vivir como esclavos

Por: Redacción Catholic.net | Fuente: www.antislavery.org / www.24-horas.mx / www.sinembargo.mx

 

 

La idea que viene a la mente de muchas personas cuando escuchan la palabra esclavitud, es la compra y venta de personas, su envío desde un continente hacia otro y la abolición de este comercio a comienzos del siglo XIX. Incluso si no sabemos nada acerca de la Trata de Esclavos, es algo en lo que pensamos como parte de nuestra historia, más que de nuestro presente. Sin embargo, la realidad es que la esclavitud sigue presente HOY.

A millones de mujeres, niños, niñas y hombres de todo el mundo se les obliga a vivir como esclavos. Si bien a esta explotación a menudo no se le llama esclavitud, las condiciones son las mismas. A las personas se les vende como a objetos, se les obliga a trabajar por salarios irrisorios o sin salario, y viven a merced de sus «empleadores».

¿Cuáles tipos de esclavitud existen hoy en día?

• El trabajo en condiciones de servidumbre: Cuando aceptan o se les engaña para que acepten un préstamo. Para poder pagar la deuda, se ven obligadas a trabajar durante largas jornadas, siete días por semana, 365 días al año.

• El trabajo forzoso se refiere a niños y a niñas que son captados ilegalmente por gobiernos, partidos políticos o individuos particulares y que son obligados a trabajar (generalmente mediante amenazas de violencia u otros castigos).

• Las peores formas de trabajo infantil se refieren a niños y niñas que trabajan en condiciones de explotación o de riesgo. Decenas de miles de niños y de niñas en todo el mundo trabajan en plena dedicación, privados de la educación y de la recreación que son vitales para su desarrollo personal y social.

• La explotación sexual de niños y de niñas con fines comerciales. Se explota a niños y niñas por su valor comercial mediante la prostitución, la trata y la pornografía. A menudo se les secuestra, compra o vende, o se les obliga a ingresar al mercado del sexo.

• La Trata implica el transporte y/o el comercio de seres humanos, usualmente mujeres o niños y niñas, con fines de lucro, mediante la fuerza o el engaño. A menudo se engaña o se obliga a mujeres migrantes para que ingresen al trabajo doméstico o a la prostitución.

• El matrimonio precoz y el matrimonio forzado afectan a mujeres y muchachas a quienes se casa sin permitirles elegir y a quienes se obliga a llevar vidas de servidumbre que frecuentemente van acompañadas de violencia física.

 

 

• La esclavitud tradicional o «propiedad personal» implica la compra y venta de personas. A menudo a estas personas se les secuestra en su hogar, o bien se heredan o se ofrecen como obsequios.

El Papa Francisco renueva constantemente su llamamiento para acabar con lo que denomina “formas modernas de esclavitud” y menciona como causas de la esclavitud moderna la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión, combinadas con la falta de acceso a la educación o “con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo”.

“Todos estamos llamados a ser libres, todos a ser hijos y, cada uno de acuerdo con su responsabilidad, a luchar contra las formas modernas de esclavitud”, dijo el pontífice en la Jornada Mundial de la Paz (1 enero 2015).

 

Beato Juan Duns Scoto: predecesor del dogma de la Inmaculada

Franciscano sabio, uno de los grandes filósofos de la Edad Media. Se le llama “Doctor sutil” y puso las bases para el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen

 

 

Juan Scoto nació en Duns (Escocia) hacia el año 1266. Ingresó en la Orden de los Hermanos Menores (franciscanos) en la comunidad de Dumfries hacia 1280 y fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1291. Siguió sus estudios entre los años 1291 y 1296.

Estudió en Cambridge, Oxford y París, y fue docente de estas dos últimas universidades. En sus lecciones comentaba las “Sentencias” de Pedro Lombardo.

La negativa al rey de Francia le costó el puesto

Felipe el Hermoso, entonces rey de Francia, se enemistó con el papa Bonifacio VIII y promovió una apelación al Concilio contra él. Buscó firmas de adhesión al documento y el beato Juan Duns Scoto se negó a aprobarlo. Esto le costó el trabajo y tuvo que abandonar la Universidad.

Al año siguiente, sin embargo, el ministro general de la Orden de los Hermanos Menores, el padre Gonzalo Hispánico, quien había sido su maestro, redactó una carta de presentación que le sirvió de aval para acceder de nuevo a la Universidad. Así, pudo preparar el doctorado. Gonzalo Hispánico lo había elogiado diciendo que era docto «sea por la larga experiencia, sea por la fama que se había extendido por todas partes, de su vida laudable, de su ciencia excelente y del ingenio sutilísimo» de Duns Scoto. Posteriormente, en el año 1307, viajó a Colonia (Alemania). Allí fallecería joven.

 

 

«Doctor Subtilis»

En la Universidad lo apodaron «Doctor Sutil» por su inteligencia unida a su bondad.

De Duns Scoto destaca su trabajo en la filosofía escolástica, que facilitó el saber teológico. Era contemporáneo de otros dos grandes: santo Tomás de Aquino y Guillermo de Ockham.

Era muy devoto de la Virgen María y al mismo tiempo elaboró teorías filosófico-teológicas sobre la Inmaculada Concepción y la Encarnación del Verbo, que servirían para el culto a la Madre de Dios y a Cristo Rey.

El episodio más famoso de su vida

En cuanto a su aportación mariana, es conocido un episodio clave de su vida.

En una disputa pública (frecuentes en aquella época entre autoridades académicas) en la Sorbona, Duns Scoto permaneció en silencio hasta que unos 200 teólogos expusieron sus sentencias. Afirmaban que Dios no había querido libre de pecado original a la Madre de su Hijo.

Cuando ya habían hablado todos, se levantó Juan Duns Escoto, tomó la palabra, y uno por uno fue tumbando todos los argumentos que habían dado los otros teólogos contra la Inmaculada Concepción de la Virgen.

Scoto empleó la Sagrada Escritura y la Patrística para demostrar que la Inmaculada Concepción era un privilegio de la Virgen que no contradecía a la fe. Luego presentó su argumento, que ha pasado a la posteridad:

“Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo)”.

Dios podía, convenía, luego lo hizo.

El beato Juan Duns Scoto también fue una autoridad de la escuela franciscana, que había iniciado el beato Alejandro de Hales, desarrolló san Buenaventura y con él llegó a su momento más álgido. Se le llama con razón «Doctor del Verbo encarnado» y «Doctor Mariano».

Murió el 8 de noviembre de 1308. Tenía poco más de 40 años. Su aportación intelectual, sin embargo, ha perdurado, y su ejemplo de vida ya forma parte del santoral.

El papa san Juan Pablo II aprobó su culto como beato el 20 de marzo de 1993.