Éxodo 24:3-8 / Hebreos 9:11-15 / Marco 14:12-16.22-26
“El Señor nos alimenta con la flor del trigo y con el fruto abundante de la viña” (cf. Ps 80, 17; Mc 16, 25). Una flor del trigo convertida por el Espíritu Santo en el cuerpo de Cristo y un fruto del viñedo convertido también por el Espíritu Santo en la sangre de Cristo. Hoy, hermanos y hermanas queridos, agradecemos este don que Jesús, el Señor, nos dejó en la última cena. El cuerpo y la sangre son la totalidad de su persona. Y, como nos decía el evangelio, el Señor les hace ofrecer por la salvación de toda la humanidad. Son un don de amor inconmensurable. Un don sacramental hecho en la cena de antes de la pasión y consumado después arriba la cruz, cuando el Señor se ofreció a Dios mismo, por el Espíritu Santo, como víctima sin tara, como dice la carta a los cristianos hebreos que hemos leído. De este modo nos purificó de las obras que llevan a la muerte, inauguró una nueva alianza, nos concedió poder dar culto al Dios vivo haciendo el memorial de su pasión, muerte y resurrección, y nos ofreció la herencia eterna para entrar en el lugar santo del cielo donde Dios habita. En la solemnidad de hoy somos invitados a agradecer este don de vida y de salvación, acogerlo y adorarlo.
Somos invitados a agradecerle, el don de la Eucaristía. Porque nos da vida cada vez que hacemos el memorial del Señor y hace que Jesucristo resucitado continúe presente en medio de nosotros en el sacramento eucarístico. Con una presencia no estática, sino dinámica que comunica su amor, que nos otorga dones espirituales, que nos invita a devolver amor por amor, que es prenda de la vida eterna que esperamos. Por eso la secuencia tradicional de esta solemnidad, escrita por santo Tomás de Aquino, invita a alabar al Salvador, aquél que nos guía y nos pasto, cantándole himnos y cánticos; haciendo que “la alabanza sea llena y sonora”, que sea gozoso y estallando el fervor de nuestros corazones”. Alabamos hoy, pues, con un agradecimiento sincero, Jesucristo que se da a sí mismo en la Eucaristía.
Somos invitados también a acoger el don eucarístico en nuestra vida. Para que nos vaya transformando, o, como dice la liturgia de hoy, para que ese sacramento venerable nos alimente espiritualmente, nos santifique (cf. prefacio II) y nos haga crecer en la filiación divina y en la identificación con Jesucristo, viviendo según su Evangelio. Además, el sacramento eucarístico crea unos vínculos entre unos y otros porque, participando del mismo pan y del mismo cáliz, el Señor nos une por su Espíritu Santo y hace de nosotros el cuerpo espiritual de Cristo. Por eso decimos que la Eucaristía es sacramento de unidad. Acoger, por tanto, el don eucarístico comporta también y necesariamente estar abierto a los demás, gastar nuestra vida a favor de ellos tal y como hizo Jesús dándose a la Eucaristía ya la cruz a favor de todos.
No podemos acoger el cuerpo y la sangre eucarísticos de Cristo sin acoger el cuerpo, la persona, de los demás, particularmente de los que cerca de nosotros pasan algún tipo de necesidad material o espiritual., porque también son sacramento, presencia, de él. Celebrar el Corpus es, pues, abrirse a la solidaridad, amar y comprometerse a favor de los demás. Por eso hoy es «el día de la caridad»; le invitamos, pues, a participar en la colecta que se hará al final de esta celebración para contribuir a la obra que hace cáritas en bien de tanta gente necesitada.
Y, aún hoy somos invitados a adorar el sacramento eucarístico que es el sacramento por excelencia. La adoración quizá sea la característica más típica y más popular de la solemnidad de Corpus. En este gran día, contemplamos maravillados la donación total de Jesucristo y adoramos su presencia divina que es portadora de salvación y que nos une al Padre y al Espíritu Santo. Y la adoración se puede transformar en coloquio íntimo, en silencio maravillado considerando como el Dios trascendente, el todo-otro, se convierte máximamente en la humildad del pan y del vino, para ponerse a nuestro nivel, para entrar dentro nuestro, transformarnos a su imagen y hacernos participar de su vida divina. Conscientes de ello, la liturgia nos invita a brotar de nuestro interior “un cántico nuevo”.
En la tradición de Israel, con motivo de una nueva intervención salvadora de Dios o de una nueva experiencia espiritual, se componía un nuevo cántico: a la novedad de lo que Dios había hecho había que corresponder con la novedad de la alabanza y no repitiendo unas palabras ya conocidas (cf. Ps 95, 1; 97, 1). También el cristianismo siguió esa tradición. La novedad de la obra salvadora de Jesucristo, la gran hazaña de su pasión, muerte y resurrección que nos es comunicada en el memorial eucarístico, piden un nuevo cántico de los labios y del corazón. Lo encontramos en el libro del Apocalipsis con los veinticuatro ancianos prosternados ante el Cordero, es decir, ante Jesucristo muerto y resucitado, y cantando un cántico nuevo. Lo adoran porque ha comprado para Dios con su sangre, gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación, y ha hecho una casa real y unos sacerdotes dedicados a nuestro Dios. Y dicen etero namento:
Digno es el Cordero que ha sido degollado de recibir todo poder, honor, gloria y alabanza (Ap 5, 8-9.12). Y nosotros unimos nuestras voces a las de ellos proclamando la gloria del Señor tres veces santo que ha dado la vida a la cruz y nos ha dejado la Eucaristía y nos Sagrado Corazon.
«El Señor nos alimenta con la flor del trigo y con el fruto abundante de la viña»; agradecemos, acogemos el don, adoramos la presencia.
ROBERTO DE MOLESMES, cofundador del CISTER (17 de abril)
Martirologio romano: En el monasterio de Molesmes, en Francia, san Roberto, abad, el cual, deseoso de una vida monástica más sencilla y más estricta, ya fundador de monasterios y superior esforzado, ya director de ermitaños y restaurador eximio de la disciplina monástica, fundó el monasterio de Cister, que rigió como primer abad, y llamado de nuevo como abad a Molesmes, allí descansó en paz (1111). Nació en torno a 1028 en un pueblo de Champagne. La Vita escrita a comienzos del s. XIII, que contiene elementos legendarios, consigna también los nombres de sus padres, Ermengarda y Teodorico, miembros de la nobleza local. Siendo joven, Roberto entró en la abadía de Moutier-Ia-Celle, en Troyes, donde hizo la profesión monástica y pocos años más tarde, en torno a 1053, fue nombrado prior.
Estimado por sus virtudes, hacia el 1070 fue llamado como abad a regir la abadía de Saint-Michel de Tonnerre, perteneciente al movimiento cluniacense, en la diócesis de Langres.
Pero algunos años después, Roberto, insatisfecho de la observancia de aquellos monjes, renunció al abadengo y volvió a su monasterio. Permaneció en él muy poco tiempo, porque fue solicitado como prior por los monjes de Saint-Ayoul, dependiente de Moutier-la-Celle. Pero en 1074 se unió a un grupo de eremitas que vivían en los bosques de Collan y con algunos de ellos, entre otros Alberico, su futuro sucesor en Cîteaux, fundó en 1075 la abadía de Molesmes en la diócesis de Langres, en una propiedad donada por el conde Hugo de Moligny, con el propósito concreto de seguir fielmente la Regla de san Benito de Nursia, aunque no pertenecieran formalmente al movimiento cluniacense.
La nueva fundación de Molesmes tuvo éxito: recibió muchas donaciones y fueron muchos los que abrazaron la vida monástica. Pero, al parecer, muy pronto se manifestaron dos tendencias dentro de la numerosa y ferviente comunidad monástica: algunos querían renovar el monaquismo mediante la observancia de la Regla benedictina, acogiendo algún legítimo uso de Cluny; otros, en cambio, atraídos por el eremitismo, también abogaban por la observancia benedictina, pero en un contexto de absoluta soledad y pobreza.
El abad Roberto, el prior Alberico y el monje inglés Esteban Harding estaban entre los que compartían esta opción. Mientras tanto la abadía asumía una fisonomía cada vez más parecida a la cluniacense. Sin embargo, algunos monjes, partidarios de una soledad más rigurosa, hacia el fin de 1076 dejaron Molesmes, con el consentimiento del abad Roberto, para trasladarse al pequeño eremitorio de Aulps, en la diócesis de Ginebra, que se convertiría después en abadía. Un año más tarde, hacia finales de 1077, fue el mismo Roberto con Alberico, Esteban y otros monjes, el que acudió a Hugo, arzobispo de Lyon y legado papal; le expusieron su proyecto para una nueva fundación, y obtuvieron aprobación y aliento por parte del legado, convencido de la reforma gregoriana.
Sobre los acontecimientos posteriores estamos mejor informados por los textos relativos al origen de Cîteaux, y en particular por el Exordium parvum, escrito casi ciertamente por el mismo Esteban Harding hacia 1119, para demostrar la absoluta canonicidad de la nueva fundación.
En la primavera de 1098, cuando Roberto contaba ya con unos 70 años, con otros veinte monjes, entre ellos Alberico y Esteban, dejó el monasterio de Molesmes y se fue a un bosque al sur de Dijon, en la localidad denominada Cîteaux (es decir, «cis tercium lapidem», aquende la tercera piedra miliar de la antigua vía entre Langres y Chalon-sur-Saóne), para fundar allí un nuevo monasterio, «novum monasterium», donde vivir en fraternidad observando fielmente la Regla de san Benito, en soledad, en pobreza y sencillez absolutas, procurándose lo necesario para vivir con el propio trabajo. Roberto recibió la «virgam pastoralem» del obispo de Chalen, a cuya diócesis pertenecía el nuevo monasterio, y los monjes que habían venido de Molesmes prometieron estabilidad en aquel lugar. De este modo, la nueva fundación fue erigida inmediatamente en abadía. Los primeros meses fueron particularmente difíciles: los monjes tuvieron que talar árboles, ganarle un espacio al bosque para construir los primeros y temporales refugios y plantar inmediatamente las cosechas para el otoño.
Finalmente el ideal de Roberto, perseguido largo tiempo, estaba tomando cuerpo; pero los monjes que se habían quedado en Molesmes, considerando perjudicada su reputación por la partida de Roberto, recurrieron al papa Urbano II pidiendo que volviera su abad. El papa remitió la cuestión al legado Hugo de Lyon, el cual, celebrado un sínodo en Port d’ AnselIe, estableció reasignar a Roberto a la comunidad de Molesmes, donde permaneció en el cargo como abad hasta su muerte en 1111. La más antigua documentación cisterciense deja traslucir un cierto malestar por la vuelta de Roberto a Molesme. Durante mucho tiempo Alberico, sucesor de Roberto en Cîteaux, fue considerado el primer abad de! nuevo monasterio.
En cualquier caso, Roberto fue hombre de grandes virtudes: su continuo intento de nuevas experiencias monásticas, más que signo de inestabilidad, puede considerarse expresión de aquella inquietud tan difundida en el s. XI entre las personas fascinadas por el ideal monástico y en busca de la mejor forma para realizarlo.
Los monjes de Molesmes lo veneraron como santo y en 1222 (para aquella ocasión fue escrita la Vita) obtuvieron su canonización del papa Honorio IIII. A la petición también se habían unido los monjes cistercienses. Desde entonces no sólo se le concedió el primer lugar entre los abades de Cîteaux, sino que con Alberico y Esteban ha sido reconocido artífice de la reforma que llevó a la fundación del nuevo monasterio, convertido muy pronto en centro propulsor del más vasto movimiento monástico de la Europa medieval.
John 19:31-37
Bishop Robert Barron
Amigos, en el Evangelio de hoy, Juan nos dice que un soldado romano, para verificar que Jesús estaba muerto, clava su lanza en el costado del cuerpo de Cristo crucificado, “y en seguida brotó sangre y agua”. Los médicos nos dicen que este es un relato creíble, dado que la lanza habría perforado el pericardio, que rodea al corazón, y que contiene una sustancia acuosa.
¿Qué significa este episodio? Los teólogos han especulado que la sangre y el agua tienen un valor simbólico, evocando los sacramentos de la Eucaristía y el Bautismo.
Pero ¿qué judío del primer siglo se habría perdido la interpretación más obvia? Esto fue el cumplimiento de la profecía de Ezequiel, que decía que cuando Yahvé limpiara Su Templo, agua fluiría para la renovación del mundo.
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 19, 31-37
Como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, los judíos pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con Jesús. Pero al llegar a él, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua. El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Sagrado Corazón de Jesús
Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre
Explicación de la fiesta
La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida. Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido. La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días. Esto significa que debemos vivir este mes demostrandole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna. Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando. Debemos vivir recordandolo y pensar cada vez que actuamos:
¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.). Debemos, por tanto, pensan si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios. Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.
Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús
Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella. Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado. Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados. El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús: Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios). 2. Pondré paz en sus familias. 3. Los consolaré en todas las aflicciones. 4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte. 5. Bendeciré abundantemente sus empresas. 6. Los pecadores hallarán misericordia. 7. Los tibios se harán fervorosos. 8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección. 9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada. 10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos. 11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él. 12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos. Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:
Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies, renovamos alegremente la Consagración de nuestra familia a tu Divino Corazón. Sé, hoy y siempre, nuestro Guía, el Jefe protector de nuestro hogar, el Rey y Centro de nuestros corazones. Bendice a nuestra familia, nuestra casa, a nuestros vecinos, parientes y amigos. Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones. Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre. Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida. Que nuestro amor a tu Corazón compense, de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan. Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti. Confianza profunda, ilimitada. Sugerencias para vivir la fiesta:
Poner una estampa del Sagrado Corazón de Jesús, algún pensamiento y la oración para la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.Hacer una oración en la que todos pidamos por tener un corazón como el de Cristo. Leer en el Evangelio pasajes en los que se podamos observar la actitud de Jesús como fruto de su Corazón. Consulta también El Sagrado Corazón de Jesús, una devoción permanente y actual. Un corazón Traspasado Visita el Especial de Junio Mes del Sagrado Corazón: Ideas para vivir la fe en familia del portal Familia Católica Apóstoles del Sagrado Corazón Especial del Sacrado Corazón.
· Luke 2:41-51
Bishop Robert Barron
Amigos, el Evangelio de hoy nos cuenta la conocida historia de cuando María y José encontraron a Jesús a los doce años en el Templo. Cuando lo encuentran, lo reprenden con comprensible exasperación: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto?” Pero Jesús responde: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”.
La historia transmite una verdad contraria a nuestras propias sensibilidades; y es que incluso las emociones familiares más poderosas deben, al final, dar paso a la misión. Aunque María sintió una enorme movilización en la dirección opuesta, ella deja ir a su Hijo, lo que le permite encontrar Su vocación en el Templo. Un sentimiento legítimo se convierte en sentimentalismo precisamente cuando trata de reemplazar la llamada de Dios.
En la visión bíblica, la familia es, ante todo, un foro en el cual padres e hijos pueden discernir sus misiones. Es perfectamente bueno, por supuesto, si se cultivan vínculos profundos y emociones ricas dentro de la familia, pero esas relaciones y pasiones deben ceder ante algo que es más fundamental, más duradero, más enfocado espiritualmente.
La paradoja es la siguiente: precisamente en la medida en que todos en una familia se centran en el llamado de Dios hacia los demás, la familia se vuelve más amorosa y pacífica.
Encontrar a Jesús
Santo Evangelio según San Lucas 2,41-51.
Inmaculado Corazón de María.
Por: Jesús Salazar LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame, Señor un corazón inquieto que te busque con ansia; no permitas que me acostumbre a ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 41-51
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, fueron a la fiesta, según la costumbre. Pasados aquellos días, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. Creyendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino; entonces lo buscaron, y al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca.
Al tercer día lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo, sus padres se quedaron atónitos y su madre le dijo:
«Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y Yo te hemos estado buscando llenos de angustia». Él les respondió:
«¿Por qué me andaban buscando? ¿No saben que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?». Ellos no entendieron la respuesta que les dio. Entonces volvió con ellos a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad. Su madre conservaba en su corazón todas aquellas cosas.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En nuestra vida podemos acostumbrarnos a muchas cosas y personas pensando «ahí están y ahí seguirán estando». Así podemos acostumbrarnos a Jesús y buscarlo sólo cuando nos acordamos que lo ocupamos. Algo similar les ocurrió a María y José, no por olvido, ni porque no lo quisieran, sino por pensar «ahí estará, al rato vendrá». Cuando nos damos cuenta de la supuesta ausencia de Jesús podemos tomar dos actitudes. La primera es la más sencilla para un corazón conformista, olvidarme de un Dios que siento lejano. La segunda brota de un corazón inquieto que busca la paz y la verdad: ¡Quiero buscarlo!
Si María y José hubieran tenido un corazón conformista, se hubieran limitado a preguntarle a la gente de la caravana; pero dieron un paso más, se devolvieron en el camino en su búsqueda. A veces es necesario devolverse un poco en el camino de nuestra vida para reconocer esos momentos que hemos tenido a Dios más cerca y no solamente recordarlos, sino buscar vivir otros mejores. Jesús realmente nunca se alejó, fueron sus padres quienes caminaron un buen rato sin Él. Encontrar a Jesús es muy sencillo, sólo requiere de un corazón inquieto, que a la vez guarde las experiencias como el de María y quiera tener la experiencia de caminar junto al Señor. A Jesús lo encontramos en el hermano: «Todo lo que hagas a uno de estos más pequeños, a mí me lo hiciste.»(Mt 25,40); en el Evangelio: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.»(Jn 14, 23); en la cruz: «el que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga.»(Mt 16,24) y por último en la Eucaristía: «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.» (Jn 6,56)
«El Evangelio concluye con esta expresión: «El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él» (v. 40). Que el Señor Jesús pueda, por la maternal intercesión de María, crecer en nosotros, y aumentar en cada uno el deseo del encuentro, la custodia del estupor y la alegría de la gratitud. Entonces los demás serán atraídos por su luz, y podrán encontrar la misericordia del Padre». (Homilía de S.S. Francisco, 2 de febrero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré ser consciente de que Cristo está realmente presente en cada persona a mi alrededor y/o me acercaré unos minutos a contemplar la presencia de Dios en la Eucaristía.
Despedida
Siguiendo el ejemplo de Jesús como maestro, puedes dedicar tiempo a compartir y reflexionar sobre las enseñanzas de la fe con tu familia, fomentando un ambiente donde todos puedan crecer espiritualmente juntos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Inmaculado Corazón de María
Sábado posterior al segundo domingo después de Pentecostés.
La devoción al Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón de Jesús, fue promovida por San Juan Eudes en el siglo 17.
El Papa Pío VII y Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo Corazón de María. En 1944, el Papa Pío extendió esta devoción a toda la Iglesia fijando la celebración del Inmaculado Corazón de María el 22 de agosto, ocho días después de la Asunción.
Con la renovación litúrgica, se le restó importancia a esta fiesta para dársela a las principales fiestas marianas y, se cambió la fecha para un día después de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
San Juan Eudes, decía que el Corazón de María es la fuente y el principio de todas las grandezas y excelencias que la adornan y que la hacen estar por encima de todas las creaturas; por ser hija predilecta de Dios Padre, madre muy amada de Jesús y esposa fiel del Espíritu Santo. Y que ese santísimo Corazón de María es fuente de todas las virtudes que practicó.
También San Antonio María Claret, fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, profesó un inmenso amor a esta advocación. Quiso que sus misioneros, salieran por todo el mundo extendiendo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Fue un profeta de Fátima, porque en Fátima la Virgen personalmente nos manifestó que Dios quería salvar al mundo, por medio de su Inmaculado Corazón.
La fiesta del Inmaculado Corazón de María sigue a la del Sagrado Corazón de Jesús. El corazón expresa y es símbolo de la intimidad de la persona. La primera vez que se menciona en el Evangelio el Corazón de María es para expresar toda la riqueza de esa vida interior de la Virgen: “María conservaba estas cosas en su corazón”
El corazón de María conservaba como un tesoro el anuncio del Ángel sobre su Maternidad divina; guardó para siempre todas las cosas que tuvieron lugar en la noche de Belén, o la adoración de los pastores ante el pesebre, y la presencia, un poco más tarde, de los Magos con sus dones,… y la profecía del anciano Simeón, y las preocupaciones del viaje a Egipto.
Más tarde, el corazón de María sufrió por la pérdida de Jesús en Jerusalén a los doce años de edad, según lo relata San Lucas en el evangelio de hoy. Pero María conservaba todas estas cosas en el corazón…. Jamás olvidaría los acontecimientos que rodearon a la muerte de su Hijo en la Cruz, ni las palabras que le oyó decir: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Y al mirar a Juan ella nos vio a todos nosotros. Vio a todos los hombres. Desde aquel momento nos amó con su Corazón de madre, con el mismo Corazón que amó a Jesús.
Pero María ejerció su maternidad desde antes que se consumase la redención en el Calvario, pues Ella es madre nuestra desde que prestó su colaboración a la salvación de los hombres en la Anunciación.
En el relato de las bodas de Cana, San Juan nos revela un rasgo verdaderamente maternal del Corazón de María: su atenta disposición a las necesidades de los demás. Un corazón maternal es siempre un corazón atento, vigilante.
La devoción al Corazón de María no es una devoción más. Nos lleva a aprender a tratar a nuestra Madre con más confianza, con la sencillez de los niños pequeños que acuden a sus madres en todo momento: no sólo se dirigen a ellas cuando están en gravísimas necesidades, sino también en los pequeños apuros que le salen al paso. Las madres les ayudan a resolver los problemas más insignificantes. Y ellas – las madres – lo han aprendido de nuestra Madre del Cielo.
Hoy queremos encontrarnos con María, con nuestra madre. Si recurrimos confiados a ella, ella nos va a decir qué debemos hacer y sentiremos su amor por nosotros. Ese mismo amor que Jesús tiene por cada uno de nosotros. y ella nos dirá que nos quiere, que nos quiere con toda su alma.
Pidamos a Dios que preparó en el Corazón de María, una morada digna al Espíritu Santo, que haga que nosotros, por intercesión de la Santísima Virgen lleguemos a ser templos dignos de su gloria.
Consagración al Sagrado Corazón de María
Oh Corazón Inmaculado de María, por tu perfecta comunión de amor con el Corazón de Jesús, eres la escuela viviente de total consagración y dedicación a Su Corazón.
En tu Corazón, Oh Madre, queremos vivir para aprender a amar, sin divisiones, al Corazón de Jesús; a obedecerle con diligencia y exactitud; servirle con generosidad y a cooperar activa y responsablemente en los designios de Su Corazón.
Deseamos consagrarnos totalmente a tu Corazón Inmaculado y Doloroso que es el camino perfecto y seguro de llegar al Corazón de Jesús. Tu Corazón, es también refugio seguro de gracia y santidad, donde nos vamos liberando y sanando de todas nuestras oscuridades y miserias.
Deseamos pertenecer a tu Corazón, Oh Virgen Santísima, sin reservas y en total disponibilidad de amor a la voluntad de Dios, que se nos manifestará a través de tu mediación maternal.
En virtud de esta consagración, Oh Inmaculado Corazón, te pedimos que nos guardes y protejas de todo peligro espiritual y físico. Qué nuestros corazones ardan con el fuego del Espíritu como arde tu Corazón.
Qué unidos a ti, que eres la portadora por excelencia de Cristo para el mundo, y ungidos por el poder del Espíritu Santo, seamos instrumentos para dar a un mundo tan árido y frío, el amor, la alegría y la paz del Corazón de Jesús.
Cómo hacer una consagración al Inmaculado Corazón de María
Encuentra algunos grandes recursos que te ayudarán a empezar, junto con dos oraciones de Maximiliano Kolbe que puedes rezar en familia
Durante el pasado siglo, varios Papas practicaron la consagración al Inmaculado Corazón de María como san Pío XII y san Juan Pablo II. Incluso, hace unos años, el Papa Francisco consagró al mundo entero a esta devoción. Ante la multitud reunida en San Pedro para la consagración, explicó que María “nos lleva de la mano, como una madre, al abrigo del Padre, el Padre de la misericordia”.
La consagración a la Santísima Madre nos recuerda la estrecha conexión que tiene María con Jesús y cómo ella atesoraba todo lo que veía “en su corazón” (cf. Lucas 2, 19 y 51).
María y Jesús, siempre juntos
El Papa Benedicto XVI reflexionó sobre este profundo misterio durante la fiesta del Sagrado Corazón de María, en que dijo:
“El corazón que más se asemeja al de Cristo es, sin duda alguna, el corazón de María, su Madre inmaculada, y precisamente por eso la liturgia los propone juntos a nuestra veneración”.
La consagración mariana es una manifestación externa que expresa nuestro deseo interior de seguir la voluntad de Dios y unir nuestro corazón con el Suyo.
Preparación
33 Días hacia un glorioso amanecer. Este libro escrito por el padre Michael Gaitley te guiará durante lecturas de cinco minutos para preparar tu corazón para la consagración al Inmaculado Corazón de María. Basado en los escritos de san Luis de Montfort y está simplificado para que todo el mundo pueda participar. Verdadera Devoción a la Santísima Virgen y Preparación para la Consagración Total. San Luis María de Montfort es considerado el principal promotor de lo que él denomina “Consagración Total a Jesús a través de María”.
Se trata del enfoque tradicional utilizado por muchos otros desde la muerte del santo. Estas obras incluyen numerosas oraciones, letanías y lecturas necesarias para la preparación de la Consagración Total. Consecration.com (inglés). Un sitio web elaborado por la Milicia de la Inmaculada, una asociación internacional de fieles erigida por la Santa Sede; es un gran recurso para la consagración total a la María Inmaculada, eje central de la espiritualidad de san Maximiliano Kolbe.
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Oraciones de Consagración
Después de haberte preparado junto con tu familia para la consagración. Aquí dispones de algunas oraciones que podrías usar. Opcionalmente, delante de una imagen de María.
Consagración familiar a María siguiendo el espíritu de san Maximiliano Kolbe
Oh Inmaculada, Reina de los Cielos y de la tierra, vida, dulzura y esperanza nuestra, en este día nosotros, la familia (apellidos de la familia), venimos ante ti para consagrarnos como posesión y propiedad tuyas. Alabamos a Dios por habernos reunido para entregarnos a ti, Madre nuestra, porque confiamos en las palabras de Jesús en la Cruz. “¡He ahí a tu Madre!”.
Te necesitamos, María, Madre de Dios, para ayudarnos a ser una verdadera familia católica. Sé parte de nuestra vida familiar. Repítenos las palabras que pronunciaste en Caná: “Haced lo que Él os diga”.
Ayúdanos a ignorar las faltas ajenas, a perdonar como Jesús nos perdonó y a amar al prójimo como Nuestro Señor nos pidió que amáramos.
Por favor, usa a nuestra familia para aplastar la cabeza de la serpiente. Pide a tu Esposo, san José, Protector de la Iglesia universal, que nos tenga en corazón y mente junto al Vicario de tu Hijo, el Papa __________. Hoy te conviertes en Reina de nuestros corazones y nuestro hogar. Que nuestro hogar sea una “Ciudad de la Inmaculada”, donde reine el Sagrado Corazón de Jesús para siempre. Amén.
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Maximiliano Kolbe
Consagración a María Inmaculada de san Maximiliano Kolbe
Oh Inmaculada, Reina del Cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a quien Dios confió la economía de la misericordia. Yo……. pecador indigno, me postro ante ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya.
A ti, oh Madre, ofrezco todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad. Dispón también, si lo deseas, de todo mi ser, sin ninguna reserva, para cumplir lo que de ti ha sido dicho: «Ella te aplastará la cabeza» y «Tú has derrotado todas las herejías en el mundo». Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumente en cuanto sea posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús.
Donde tú entras, oh Inmaculada, obtienes la gracia de la conversión y la santificación, ya que toda gracia que fluye del Corazón de Jesús para nosotros, nos llega a través de tus manos.
Ayúdame a alabarte, oh, Virgen Santa y dame fuerza contra tus enemigos.