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“Estamos en camino hacia el restablecimiento de la plena comunión entre todos los cristianos”, asegura León XIV

Durante un encuentro celebrado en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Papa León XIV volvió a los desafíos actuales del ecumenismo y del diálogo interreligioso

 

 

«Vuestra presencia y vuestras oraciones son para mí un gran consuelo y estímulo», declaró León XIV el 19 de mayo de 2025, al recibir a las delegaciones ecuménicas e interreligiosas que habían participado el día anterior en la Misa de apertura de su pontificado. Durante este encuentro celebrado en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el nuevo Papa volvió a los desafíos actuales de la comunión y del diálogo interreligioso, afirmando su plena fidelidad a la línea de apertura trazada por el Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti.

Acogiendo en particular la presencia del Patriarca Bartolomé de Constantinopla, del Patriarca greco-ortodoxo de Jerusalén Teófilo III y del Patriarca de la Iglesia asiria de Oriente Mar Awa III, el Papa León XIV situó el inicio de su pontificado en la perspectiva del 1700 aniversario del Concilio de Nicea, que había representado «un paso fundamental en la elaboración del Credo común a todas las Iglesias y comunidades eclesiales», recordó.

La conmemoración del Concilio de Nicea debería dar lugar al primer viaje internacional del nuevo Papa, que podría llegar a Turquía ya en julio próximo. La sede del Concilio de Nicea, una ciudad hoy en Turquía llamada Iznik, originalmente estaba prevista para albergar al Papa Francisco a fines de mayo para conmemorar la apertura del concilio. Dadas las limitaciones temporales ligadas al inicio de este nuevo pontificado, es más bien la cercanía de la conmemoración de la clausura la que podría motivar una visita del Obispo de Roma. Este concilio finalizó el 25 de julio del año 325.

«Como Obispo de Roma, considero uno de mis principales deberes buscar el restablecimiento de la comunión plena y visible entre todos aquellos que profesan la misma fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo», aseguró León XIV. Expresó su deseo de promover «la unidad en la fe», asegurando que las Iglesias están ya «en camino hacia el restablecimiento de la plena comunión entre todos los cristianos».

Explicando su lema episcopal tomado de san Agustín, In Illo uno unum, que significa «En Uno, es decir, Cristo, somos uno», aseguró el Papa a los líderes de la Iglesia sobre su deseo de unidad. «Nuestra comunión se realiza en la medida en que convergemos hacia el Señor Jesucristo. Cuanto más fieles y obedientes le seamos, más unidos estaremos entre nosotros», insistió.

Aseguró también su intención de continuar el compromiso del Papa Francisco «por una sinodalidad cada vez más intensa en el ámbito ecuménico”.

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El llamado a la fraternidad universal

Dirigiéndose también a los delegados de las religiones no cristianas, León XIV aseguró que también él quería seguir los pasos de su predecesor promoviendo la «fraternidad universal». «Que Dios nos ayude a sacar provecho de su testimonio», afirmó el nuevo Papa, rindiendo homenaje a los «considerables esfuerzos realizados por el Papa Francisco en favor del diálogo interreligioso». Mencionó especialmente el Documento de Abu Dhabi, firmado en 2019, que promueve la «cultura del diálogo».

«Debido a las raíces judías del cristianismo, todos los cristianos tienen una relación especial con el judaísmo», explicó el Papa, tras la declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II. «El diálogo teológico entre cristianos y judíos sigue siendo importante y está muy cerca de mi corazón», aseguró.

«Incluso en estos tiempos difíciles, marcados por conflictos e incomprensiones, es necesario proseguir con entusiasmo este precioso diálogo», insistió el Papa, en alusión al conflicto actual en Tierra Santa.

El 18 de mayo, León XIV pudo saludar brevemente al presidente israelí, Isaac Herzog, que había venido para asistir a la Misa de apertura de su pontificado.

También señaló que «las relaciones entre la Iglesia católica y los musulmanes han estado marcadas por un creciente compromiso con el diálogo y la fraternidad». Destacó que “un enfoque basado en el respeto mutuo y la libertad de conciencia proporciona una base sólida para construir puentes entre nuestras comunidades”.

«En un mundo herido por la violencia y el conflicto, cada una de las comunidades aquí representadas aporta su sabiduría, compasión y compromiso con el bien de la humanidad y la salvaguardia de nuestra casa común», insistió, con la esperanza de que el diálogo interreligioso pueda contribuir «a un mundo más pacífico, como todos los hombres y mujeres de buena voluntad anhelan en su corazón».

El gesto de paz entre representantes de religiones

Elena Dini, experta en diálogo interreligioso, acompañó a estas delegaciones durante la Misa de apertura del pontificado en la plaza frente a la Basílica de San Pedro y durante esta audiencia. En declaraciones a I.MEDIA, declaró que «los representantes de diferentes tradiciones apreciaron enormemente el énfasis del nuevo Papa en la paz y le mostraron su apoyo».

Durante la Misa de ayer, durante el gesto de paz, todos los representantes de las religiones pudieron participar activamente. Se miraron, se buscaron para estrecharse la mano y asegurar este voto de paz que, para nosotros los cristianos, tiene sus raíces en la experiencia de la resurrección y que conecta profundamente con todas las demás tradiciones —dice—.

«Sentí que fue un momento profético, que ya mostraba la respuesta del mundo interreligioso a la petición del nuevo Papa de trabajar juntos por la paz», se alegra la joven.

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Referencias Bíblicas
• John 14:27-31
• Obispo Robert Barron

 

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos promete una segunda venida.



En cierto sentido el cristianismo es una religión de culminación (el Señor ha venido), pero por otro lado es una religión de espera, ya que confiamos en la segunda venida de Jesús en la plenitud de su poder. Esperamos, observamos y nos mantenemos vigilantes.



Todos sabemos que las grandes cosas llevan tiempo. Cuando un niño llega al estudio de un artista para ser su aprendiz, tiene que someterse a una disciplina larga y difícil; cuando un joven ingresa a un monasterio o seminario, tiene que esperar mucho; cuando una mujer queda embarazada, tiene nueve largos meses antes que el bebé esté listo para nacer; quien trabaja de jardinero, espera, observa y cultiva; cuando un autor escribe un libro tiene que dejarlo elaborar en sus propios términos y tiempo.



 

“¿Cuánto tiempo lleva este análisis?” le preguntó una mujer a Carl Jung. Él respondió: “El tiempo que sea necesario”. Gestación, crecimiento. Así que soportamos los procesos duros y dulces que hacen posible el crecimiento.

 

 

Bernardino de Siena, Santo

Memoria Litúrgica, 20 de mayo

Por: P. Amo Ángel
Fuente: Catholic.net
Presbítero

Martirologio Romano: San Bernardino de Siena, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien, con la palabra y el ejemplo, fue evangelizando por pueblos y ciudades a las gentes de Italia y difundió la devoción al santísimo Nombre de Jesús, perseverando infatigablemente en el oficio de la predicación, con gran fruto para las almas, hasta el día de su muerte, que ocurrió en L’Aquila, del Abruzo, en Italia. († 1444)

Etimológicamente: Bernardino = Aquel que es como un fuerte oso, es de origen germánico.

Breve Biografía


Taquigrafiados con un método que inventó un discípulo suyo, los sermones populares de San Bernardino de Siena han llegado hasta nosotros con toda la naturaleza y el estilo rápido y colorido con que los pronunciaba en las diversas plazas italianas. Al releerlos hoy, se descubre en ellos la actualidad de los temas, entre los más recurrentes el de la caridad, la unidad, la armonía y la justicia. Atacaba la avaricia de los nuevos ricos, comerciantes, banqueros, usureros, negociantes: “Sé muy bien que los bienes que tú tienes no son tuyos; Dios los ha dado al mundo para provecho del hombre: no son del hombre, no, sino para las necesidades del hombre”.

Dirigía palabras durísimas a los que “renegaban de Dios por una cabeza de ajo”, y a “las fieras de largas uñas que roen los huesos del pobre”. “Si tú tienes muchos bienes y no tienes necesidad de ellos, y no los regalas y mueres, vas a parar a una casa muy caliente”.


 

 

Aun después de su muerte, acaecida en la ciudad de Aquila, en 1444, San Bernardino continuó su obra de pacificación. En efecto, había llegado a esa ciudad casi moribundo y no pudo predicar los sermones que se había propuesto. Como las luchas seguían entre los bandos, su cuerpo comenzó dentro del cajón a echar sangre a borbotones, y el chorro de sangre cesó solamente cuando los ciudadanos de Aquila pactaron la paz. En acción de gracias decretaron la construcción de un magnífico monumento sepulcral, llevado a cabo después por Silvestre de Santiago.

San Bernardino fue canonizado en 1450, es decir, a los seis años de su muerte, y había nacido en 1380 en Massa Marittima, de una noble familia de Siena. Como quedó huérfano de ambos padres, siendo todavía muy niño, lo criaron dos tías. Estudió en Siena hasta los 22 años, y después abandonó la vida mundana para vestir el hábito franciscano. Dentro de la Orden fue uno de los principales propulsores de la reforma de los franciscanos observantes. Difundió la devoción al santísimo nombre de Jesús, y en unas tablitas de madera hizo grabar el monograma “JHS” que le hacía besar al público al final de sus sermones.

 

 

Es el santo patrono de: los anunciantes; la publicidad; contra la ronquera; para pedir por los adictos a los juegos de azar; el personal de relaciones públicas; problemas respiratorios; de la diócesis de San Bernardino en California, E.E.U.U., y de Italia.

 

 

Que no tiemble su corazón ni se acobarde

Santo Evangelio según San Juan 14, 27-31a.

 

Martes V de Pascua.
Por: Cristian Gutiérrez, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



»Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que donde hay odio, yo ponga el amor. Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que donde hay discordia, yo ponga la unión. Que donde hay error, yo ponga la verdad. Que donde hay duda, yo ponga la fe. Que donde hay desesperación, yo ponga la esperanza. Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Oh Señor, que yo no busque ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender; ser amado, sino amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna. Amén» (Oración de San Francisco de Asís).



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31a



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a vuestro lado’. Si me amaran se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean. Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado».



Palabra del Señor.




 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Esta frase puede ser una clara invitación a la valentía y al celo apostólico. Es característico del cristianismo no dejarse vencer por el temor, ni siquiera a la propia muerte, y predicar, anunciar, gritar por las calles la Buena Nueva de la salvación. El cristiano, el discípulo está llamado por ti a ser un guerrero incansable, un hombre de decisión firme, de palabra duradera, de metas claras, de iniciativa por el Reino de Dios, por tu Reino. Tú me invitas a llevar tu Evangelio a todo el mundo sin acobardarme, sin temer, sin avergonzarme.



Tú me llamas a no dejarme dominar por el temor y enfrentar mi vida y la evangelización con valentía, con arrojo, con celo. A no desanimarme ante los problemas, las dificultades, ni siquiera ante mis pecados y debilidades. Pero todo esto por un simple motivo: porque Tú estás conmigo, porque Tú me lo has mandado, porque es tu obra la que llevo a los demás, porque Tú me das tu gracia y me has dado tu paz.



 

 

Al inicio de este Evangelio dejas a los apóstoles la paz que viniste a traer, no ésa elaborada en el mundo, escrita sobre papeles y avalada con firmas de hombres. Tú traes la paz que mi alma necesita y que quieres que transmita a los demás. La paz no es algo que conquisto con ejercicios de yoga, con introspecciones alargadas, con encuentros con la naturaleza. La paz viene de la experiencia de Ti en la oración, en los sacramentos, en el apostolado.

Dame la gracia, Señor, de seguir tu consejo de llevar el Evangelio a todo el mundo con valentía, con fuego. Pero también concédeme esa paz que tanto yo como los demás necesitamos. Que sepa seguir el ejemplo de san José obrero, que en su vida cotidiana te enseñó la importancia del trabajo como medio de salvación personal y de los demás.

 

«Jesús anuncia la venida del Espíritu que ante todo enseñará a los discípulos a comprender cada vez más plenamente el Evangelio, a acogerlo en su existencia y a hacerlo vivo y operante con el testimonio. Mientras está por confiar a los Apóstoles -que quiere decir, en efecto, “enviados”- la misión de llevar el anuncio del Evangelio a todo el mundo, Jesús promete que no quedarán solos: estará con ellos el Espíritu Santo, el Paráclito, que estará a su lado, es más, estará en ellos, para defenderlos y sostenerlos. Jesús regresa al Padre pero continúa acompañando y enseñando a sus discípulos mediante el don del Espíritu Santo». (Homilía de S.S. Francisco, 1 de mayo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ofreceré mis trabajos de hoy por alguna intención apostólica.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

¿Cómo se revela la maternidad de María en la Biblia?

En la Biblia encontramos tres momentos que nos hablan sobre la preparación de la maternidad espiritual de María. Fulton Sheen explica cómo su -sí- no fue solo para ser la madre de Jesús, sino de toda la humanidad

 

 

Se cree que fue hasta el momento de la crucifixión que María se enteró de que sería la madre de Juan (el cual representó a toda la Iglesia en ese momento), sin embargo, en la Biblia podemos encontrar la preparación que ella tuvo para recibir su papel de madre espiritual para toda la humanidad.

El venerable Fulton Sheen explica en su libro, El Calvario y la Misa, los tres momentos que fueron llevando a María a ser parte del plan divino de salvación y que culminaron en el momento de la crucifixión. Siendo nombrada como la nueva Eva, a través de su intercesión, sus hijos pueden llegar a Dios.

“Ella había de hacernos otros Cristos. Porque, así como María había engendrado al único ‘Santo de Dios’, solo así ella nos engendraría como santos para Dios”, explicó.

Primera escena

 

 

El primero de estos momento podemos encontrarlo en el Evangelio de Lucas, cuando Jesús es hallado en el templo después de que lo buscaron por tres días. María le habló a su hijo sobre la gran angustia por no haberlo encontrado, pero Él le respondió:

«Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» 
(Lc 2, 49)

Fulton Sheen menciona que estas simples palabras equivalen a decir: «Madre, yo tengo otros asuntos que los del taller de carpintero. Mi Padre me ha enviado a este mundo para la obra suprema de la Redención, para hacer a todos los hombres hijos adoptivos de mi Padre celestial, en el más grande reino de la hermandad de Cristo, su Hijo».  En este primer pasaje vemos a un Jesús niño que le resalta a su madre la misión que tenía como enviado de Dios.

Segunda escena

 

 

Esta escena se da en la fiesta de las bodas de Cana. En el pasaje del Evangelio, san Juan narra que el banquete se quedó sin vino; y María, al percatarse de ello, se dirige con Jesús para decirle lo que sucedía. A lo que Él respondió: 

«‘Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora’
Pero su madre dijo a los sirvientes: ‘Hagan lo que Él les diga'» (Jn 2, 4-5)

En este momento vemos claramente su papel de intercesora. Y, a la vez, vemos cómo Jesús no la llamó madre, sino ‘mujer’. Fulton Sheen define que sería lo equivalente a: «Me pides hacer un milagro que solo Dios puede hacer; me pides que ejercite mi divinidad que está relacionada con toda la humanidad, esto es, como Redentor. Pero, una vez que la divinidad obra para la salvación del mundo, tú vienes a ser no solo mi madre sino la Madre de la Humanidad redimida. Tu maternidad física pasa al mundo más espacioso de la maternidad espiritual, y por este motivo te llamé ‘mujer'». 

Tercera escena

 

 

La última escena acontece un día que Jesús estaba predicando. Alguien que lo escuchaba, lo interrumpió para decirle:

«‘Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y preguntan por ti’. Él les contestó: ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?’ Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre'». (Mc 3, 32-35)

Precisamente en este pasaje vemos ese desarrollo de su maternidad espiritual, dando a entender que hay otros lazos que los de sangre, que son los espirituales. Este lazo espiritual une a todas las personas que forman el Reino, que siguen la voluntad de Dios.

Culminación de su maternidad espiritual

Estas tres escenas culminaron en el momento de la crucifixión, cuando fue nuevamente llamada por Jesús como mujer’ para darle a la persona de Juan, que simbolizaba a la Iglesia y sus miembros, una madre y poderosa intercesora: ‘He ahí tu madre’.

«Por eso se dirigió a ella no como a madre sino como a mujer. Ella tenía una misión universal, la de ser no solo su madre sino la Madre de todos los cristianos. Era su Madre; ahora iba a ser la Madre de su Cuerpo místico, la Iglesia; y nosotros íbamos a ser sus hijos”.

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