JUAN 14, 1-6

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Entonces, o bien Jesús es quien dice ser (en cuyo caso estamos obligados a darle toda nuestra vida) o es un loco (en cuyo caso deberíamos estar en contra). 

No hay lugar, como claramente dice CS Lewis, para una posición media, como considerar que, aunque no sea divino, es un buen, amable y sabio maestro de la ética. Si no es quien dice ser, entonces no es en absoluto alguien admirable.

Así, Jesús nos obliga a elegir de una manera que ningún otro fundador religioso lo ha hecho antes. Buda afirmó haber encontrado un camino que quería compartir con sus seguidores, pero Jesús dijo: “Yo soy el camino”. Mahoma dijo que, a través de él, la verdad divina se había comunicado al mundo, pero Jesús dijo: “Yo soy la verdad”. Confucio sostuvo haber descubierto una forma de vida nueva y edificante, pero Jesús dijo: “Yo soy la vida”. Y así entonces, o estamos con Jesús o en contra. Ningún otro fundador requiere tal elección de modo tan claro como lo hace Jesús.

A ti se dirige este mensaje de salvación

Durante el tiempo pascual leemos los Hechos de los Apóstoles, donde Lucas, muchas veces en primera persona, nos narra el expansión de la Iglesia primitiva, los viajes de Pedro y Pablo y sus discursos programáticos. Hoy escuchamos uno de los discursos de Pablo, casi calcado del de Pedro el día de Pentecostés.

Y este discurso se dirige hoy a ti y a mí, que escuchamos la Palabra de Dios con oídos nuevos, en un contexto histórico diferente, en medio de un mundo convulso y dividido por las guerras, las discordias, las amenazas y los pecados de los hombres. Esta palabra de salvación es para ti. Dios fue lo suficientemente fuerte para librar al inocente de la muerte, y lo hizo resucitando a Jesús, y hoy sigue siendo lo suficientemente fuerte para librarte a ti de las ataduras de la muerte que te amenaza, sólo hace falta que tengas fe y creas este anuncio de liberación. El mismo poder que se manifestó en la resurrección de Jesucristo y que estamos celebrando durante el tiempo pascual, puede actuar hoy en todas tus muertes, en tus sinsentidos, en tus tristezas y soledades y puede arrancar tu vida de la muerte porque tú hoy, aquí y ahora, eres heredero de esta promesa.

Yo soy el camino y la verdad y la vida

Nuevamente el Evangelista Juan nos muestra lo lejos que estaban los discípulos de comprender a su Maestro. En el momento cumbre de su vida, durante los discursos de despedida tras la cena, Jesús está en el nivel más elevado del misterio de Dios y los pobres apóstoles siguen sin enterarse de nada. No podía ser de otro modo pues debían estar muy confundidos, acaban de escuchar el anuncio de la traición de Judas, han escuchado que Pedro negará a Jesús tres veces, y el Maestro les ha anunciado su partida al Padre. Es normal, a nosotros nos pasaría lo mismo, que les invada el miedo, la tristeza y la desesperanza.

Así estamos nosotros muchas veces, amenazados por tantos temores, nos falta la esperanza y pensamos que todo lo creemos y en lo que se fundamenta nuestra fe, está a punto de desaparecer.

Sin embargo, las palabras del Maestro son también para nosotros, “No se turbe vuestro corazón…, me voy a prepararos un lugar”. Pero a nosotros nos pasa como a los discípulos, que no entendemos lo que quiere decir el Señor, porque estamos agobiados y confundidos por las cosas de este mundo, porque nuestro corazón no está centrado en el Señor, sino que está estresado y ocupado por tantas cosas.

Por eso, es necesario que Jesús nos diga “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Él es el único medio para ir al Padre, el único camino, porque Él es la verdad y la vida. Tú que te encuentras hoy confundido, desesperanzado, escucha esta palabra de salvación: “No te turbes, Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida”. Si quieren que recorras camino de perdición, caminos contrarios al espíritu del Evangelio, acuérdate que Jesús es el Camino. Si quieren hacerte creer nuevas ideologías más acordes con la modernidad del siglo XXI, acuérdate que Él es la Verdad. Si quieren que vivas una vida lejos de Él, una vida superficial, vacía, exitosa y vana, acuérdate que Él es la Vida.

Oración: Señor Jesús, en tu Pascua has venido a nuestra vida a tomarnos de la mano y sacarnos del abismo de la muerte. En medio de nuestras tinieblas tú vienes a nosotros a decirnos, “No temáis, no se turbe vuestro corazón”. No dejes que me pierda en el camino de la vida, engañado por verdades a medias, creyendo que vivo la vida que tú quieres para mí. ¡Entra en nuestro corazón con la fuerza de tu Resurrección y muéstranos el verdadero Camino, porque sólo Tú eres la Verdad que conduce a la Vida plena! Amén.

El Señor indica dos remedios para el turbamiento.  Él sabe que, en la vida, la peor ansiedad, el turbamiento, viene de la sensación de no tener fuerzas, del sentirse solos y sin un punto de referencia ante lo que nos sucede. Esta angustia, en la que a la dificultad se le añade mayor dificultad, no la podemos superar solos. Porque la liberación del turbamiento pasa por la confianza. Encomendarse a Jesús, dar el “salto”. Y esta es la liberación de la angustia.

Y Jesús ha resucitado y está vivo precisamente para estar siempre a nuestro lado. Tomó nuestra humanidad sobre sí mismo para llevarla más allá de la muerte, a un nuevo lugar, al Cielo, para que allí donde está Él, estuviéramos también nosotros. Pero, ¿cómo podemos llegar al Paraíso? ¿Cuál es el camino a seguir? Esta es la frase decisiva de Jesús. Lo dice hoy: «Yo soy el camino» (v. 6). Jesús es el camino para subir al cielo: tener una relación abierta con Él, imitarlo en el amor, seguir sus pasos. (Regina Caeli, 10 mayo 2020)

Nuestra Señora de Fátima

Memoria Litúrgica, 13 de mayo

La Santísima Virgen María se manifestó a tres niños campesinos

Nuestra Señora la Bienaventurada Virgen María de Fátima, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.

En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos.

Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas.

Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.

Las apariciones estuvieron precedidas por un «preludio angélico»: un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.

Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel:

Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. «¿Qué es eso?», preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. «No lo sé». Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45).

El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916.
Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así:

… Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos… Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella.

A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: «No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo». Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: «Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman». Luego, levantándose, dijo: «Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas». Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47).

En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel «es de una densidad teológica tal» que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. «Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo», continúa el estudioso. «Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino».
Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal.
Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:

Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.

El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: «Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo…». Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco… (ibíd., p. 48).
El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.

El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.
Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:

A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos… (ibíd., p. 118).

La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: «Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra».

Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.
Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo «sorpresa»: se habían asustado más con la visión del ángel.

En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.
Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: «No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios». Luego escribió Lucía en su libro:

En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121).
Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.

El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad.
La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.

Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.

Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia… Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz… (ibíd., p. 122).

Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.

El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.

Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.

Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.

El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.

Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces. La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra.

Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.

Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.
Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.

Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.

En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.

Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia.

En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre de 1930 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: «Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima».

También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro.

Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.

¿Cómo es mi confianza en Dios?

Santo Evangelio según san Juan 14, 1-6. Viernes IV de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te agradezco por un nuevo día en el que me das la gracia de ser testigo de tu amor. Hoy, como ayer, me doy cuenta que sigo siendo débil y mis deseos de ser mejor para ti no corresponden muchas veces a la realidad. Sin embargo, no me dejes olvidar que mi debilidad y mi flaqueza son siempre objeto de tu misericordia y de tu infinito amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí.

En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”.

Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Es muy fácil decir: «cálmate, no pierdas la paz» a quien se encuentra en una tribulación o problema. Pero todo cambia cuando se trata de nosotros. Sí, cuando estamos pasando por un mal momento o tenemos una necesidad grave, no escuchamos consejo alguno sobre permanecer en paz y confiados. Más bien frenéticamente buscamos solucionar nuestro problema a toda costa, incluso a veces sin importarnos utilizar medios inadecuados.

Esto se debe a que como decía santa Teresa de Jesús, «el corazón del hombre es como una veleta». Bastan un poco de cambios es nuestro mundo organizado y programado, o algo de volubilidad anímica para estresarnos y perder la paz. Pero en realidad esto se debe a que nuestra supuesta «paz» está fundamentada en una confianza efímera y superflua, que tiene como base a las creaturas. En resumen, una paz fuera de Dios no puede durar mucho porque no es verdadera paz del corazón.

Sólo en Dios, sólo en Él descansa nuestra alma. Sólo en el podemos conservar la paz a pesar de toda adversidad.

«Jesús que dice a Tomás: “Yo soy el Camino”. Es la respuesta a la angustia, a la tristeza, a la tristeza de los discípulos por esta despedida de Jesús: ellos no comprendían mucho, pero estaban tristes por esto. Esta expresión de Jesús nos hace pensar en la vida cristiana, que es un camino: comenzamos a caminar con el bautismo, y camino, camino, camino. Se puede decir que la vida cristiana es un camino y el camino justo es Jesús».

(Homilía de S.S. P. Francisco, 3 de mayo de 2016, en santa Marta)

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Durante un momento junto a Jesús Eucaristía, pondré todas mis necesidades y problemas confiando en que mi Padre que está en los cielos, ya sabe lo que necesito.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Qué dijo Jesús de sí mismo?

Toda la fe cristiana recae sobre Cristo; para conocerlo mejor es interesante saber que dijo sobre si mismo

1. Jesús: Yo soy.(Jn 8,24; Jn 8,28); 8, 58; Jn 13,19): significa existencia, identidad, autenticidad, veracidad, unidad, coherencia. Detrás de esa definición se esconde esta gran verdad: Jesús es la Existencia que da la existencia y consistencia a todo lo demás. Quien se une a Jesús, quien lo sigue, quien trata de imitarlo será una persona que viva en la verdad, autenticidad, identidad consigo mismo. Y evitará la duplicidad, la doblez de vida, las fisuras, los resquebrajamientos, la esquizofrenia.

2. Yo soy el Camino.(Jn 14,6): camino para ir al Padre, camino para entender al Padre, camino para entender la verdad profunda del hombre, camino para la realización humana, camino para la solución a todos los problemas socioeconómicos y culturales. Quien se aparta de este Camino se perderá, tropezará, se desviará y no llegará nunca al puerto de la salvación y de la felicidad eterna. Quien sigue este Camino, que a veces es arduo y empinado, llegará, aunque llegue cansado, sin fuerzas y arrastrándose. Él es el Camino y el gozo al fin del camino, pues nos está esperando al final con los brazos abiertos.

3. Yo soy la Verdad. (Jn 14,6): Ha venido a traer la Verdad de Dios, la Verdad del mundo, la Verdad del hombre, la Verdad de las cosas materiales, la Verdad del sufrimiento, la Verdad de la muerte, la Verdad del más allá.

Quien se aparta de esta Verdad, caerá en el error, en la mentira, en la incoherencia, en la inautenticidad. Quien sigue a esta Verdad, la ama, la vive, la defiende, podrá sentirse libre, pues «la verdad os hará libres»

4. Yo soy la Vida. (Jn 11, 25 y 14,6): Ha venido a traer la vida divina, de la que Él disfrutaba al lado del Padre. Y esa vida divina nos viene a través de los sacramentos y de la oración. Quien no se acerca a Jesús experimentará tarde o temprano los síntomas de la muerte. Quien sigue a Jesús, que es Vida, no morirá jamás, sino que vivirá eternamente. Es promesa de Jesús. Y Él cumple, porque es la Verdad.

5. Yo soy la Resurrección. (Jn 11,25): Así como Él resucitó, así también nosotros, si creemos en Él, si lo seguimos, si lo amamos, resucitaremos. Y resucitaremos con nuestros mismos cuerpos. Y estos cuerpos se unirán a nuestras almas inmortales, para nunca más morir. Y unidos cuerpo y alma se formará, una vez más, nuestra persona, ya gloriosa y transfigurada, cuyo único objetivo será alabar, amar y servir a Dios en esos cielos nuevos.

6. Yo soy la Luz del mundo. (Jn 8,12): Antes de su venida, una espesa oscuridad se cernía sobre el mundo y Él vino a traer la Luz del cielo, donde todo es transparencia, luminosidad, claridad. Quien sigue a Jesús no tropezará ni caerá, porque Él ilumina nuestro sendero. Quien sigue a Jesús no tendrá frío, porque su luz es calor para el alma.

7. Yo soy el Buen Pastor. (Jn 10, 11): Hay tres tipos de pastores: el bueno, el malo y el mercenario. El pastor mercenario es asalariado, no busca el bien de las ovejas, sino que se sirve de las ovejas para su propio provecho; no ama a las ovejas, ama el oro que le pagan por cuidarlas. El pastor malo es el ladrón que salta la valla para robar. Y el Buen Pastor es el que da la vida por sus ovejas; es Cristo. Y será Buen Pastor quien se configura con el único Pastor y está dispuesto a dar la vida por las ovejas. ¿Qué hacer ante estos tres tipos de pastores? Debemos reconocer al Buen Pastor para amarlo, respetarlo, obedecerle; al mercenario hay que tolerarlo; al ladrón, evitarlo, porque si no lo evitamos, nos roba el alma

8. Yo soy la Puerta de la ovejas. (Jn 10,7 y 9): puerta por la que se entra y se sale y por la que entran tanto las ovejas como los pastores, aunque no todos los pastores, sino sólo los verdaderos. Significa que Él es la Puerta de la Vida y el Camino de la Redención. Es el único mediador entre Dios y los hombres. Es la Puerta para entrar en la Casa del Padre. Es la Puerta para entrar en el Banquete celestial. Es la Puerta para entrar en la Vida eterna y feliz. Otras puertas conducen tal vez al vacío, a la violencia, a la nada, a la muerte. Quien es pastor lo único que debe hacer es hacer que sus ovejas pasen por esta Puerta que es Jesús. Quien es oveja lo único que debe hacer es hacer caso al Buen Pastor y a los pastores que le representan y entrar por esa Puerta, desoyendo la voz de los ladrones que saltan la tapia, porque quieren matar y robar. Y entrando, tendrán vida y vida en abundancia.

9. Yo soy el Pan de la vida. (Jn 6, 35 y 48): ¡Qué atrevimiento! Darse Él como Comida, en cuerpo y sangre, alma y divinidad. ¡Nadie habló como Él! Pan porque es el elemente más sencillo, lo que nunca falta en la mesa de los pobres. Pan porque se puede partir, compartir y repartir. Pan que pide ansia interior de esa comida espiritual y corazón limpio. Pan que nutre al débil, que consuela al triste. Pan que se hace uno con nosotros; o, mejor, nosotros nos hacemos uno con ese Pan y podemos entrar en intimidad y unión tal, que nadie podrá separarnos. Eso es la Comunión, la común unión con Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

10. Yo soy la Vid verdadera. (Jn 15, 1): La Vid es la que da savia y alimento y fruto a los sarmientos. Los sarmientos somos nosotros. Sólo quien está unido a esa Vid tendrá vida y no se secará. Quien no está unido a esa Vid, se seca, se corta, se arroja fuera y se quema. ¿Para qué sirve, si no? ¿Queremos dar frutos en la vida personal, en la vida familiar, en la vida social? Unámonos a esta Vid. E injertemos a esta Vid a esos sarmientos que tal vez se desgajaron o se dejaron desgajar, consciente o inconscientemente.

11. Yo soy Rey. (Jn 18, 37): No un rey temporal, político, social que subyuga, esclaviza a sus súbditos. Más bien, es un Rey pobre, pobre materialmente, pero rico espiritualmente; es un Rey entregado a la Causa encomendada por el Padre; es un Rey humilde, pero consciente de su Realeza. Es un Rey que sirve, sale de palacio para caminar por nuestros caminos polvorientos y ver las necesidades de cada uno de sus súbditos y así poner soluciones. Nuestro Rey sufre nuestras miserias y dolores y los comparte. Es un Rey especial, porque tiene como trono, la cruz; como cetro, la verdad; como ley, el amor y el perdón; como vestidura, la humildad y la pureza; como corona, una de espinas labrada con todos los pecados nuestros.

Su Reinado son las naciones, las familias, cada corazón, donde Él quiere reinar, si le dejamos. No quiere que nadie quede fuera de su Imperio de amor y de paz.

Este Rey pide súbditos fieles y felices de enarbolar su bandera, de servirle, de transmitir su ley y su mensaje. Estos súbditos fieles no cambian este Rey Jesús ni por el rey de copas, que sería el rey-placer, ni por el rey de oros, el rey-dinero, ni por el rey de bastos o de espada, el rey-violencia. Dicen «Viva Cristo Rey» con los labios y con la vida. No quiere ni súbditos infieles ni cobardes o mediocres, que viven éstos últimos en el ejército de Cristo, pero no luchan, no trabajan, no se esfuerzan, por seguir la ley del mínimo esfuerzo, de la queja continua, del sabotaje y de la mentira.

El Papa pide a los jóvenes escucha, valentía y servicio

Video del Papa para el mes de mayo 2022.

Fuente: Vatican News

El Papa invita a los jóvenes a construir una vida plena que sea fruto de la valentía de entregarse al servicio de los demás. En el Video del Papa de mayo, con la intención de oración que confía a toda la Iglesia a través de la Red Mundial de Oración del Papa, el Santo Padre se dirige a los jóvenes y los invita a que “descubran en María el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio”.

La importancia de la escucha

Además del ejemplo de la Virgen María, el Papa recomienda a los jóvenes que en su proceso de discernimiento escuchen “las palabras de los abuelos”, ya que “en ellas encontrarán una sabiduría que los llevará a ir más allá de las tendencias del momento”. Sin embargo, también deben ser escuchados

“Nos hace falta crear más espacios donde resuene la voz de los jóvenes”, reclamaba Francisco en la Exhortación Christus vivit. Esta petición del Santo Padre ya fue recogida en 2019 por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, que creó un organismo internacional de representación de los jóvenes para fomentar su participación y corresponsabilidad en las Iglesias particulares. Y es precisamente en colaboración con este Dicasterio que se ha realizado El Video del Papa de mayo: el primero de un tríptico de intenciones de oración que tendrá como protagonistas a la familia en junio y a los ancianos en julio.

Valentía y servicio

El mensaje de mayo también está marcado por el servicio, de forma que el discernimiento tenga un impacto positivo en los demás. Francisco invita a los jóvenes a ser valientes y decididos para decir ‘sí’ al Señor como hizo María, que “se arriesgó y lo apostó todo cambiando su vida al seguirle”. “Ustedes, los jóvenes que quieren construir un mundo mejor, sigan su ejemplo”, insiste el Santo Padre.

Hacia la JMJ de Lisboa 2023

El ejemplo de María para los jóvenes, indicado por el Papa Francisco en este video, es subrayado por el Padre João Chagas, responsable de la Oficina Jóvenes del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida: “El tema de la próxima peregrinación intercontinental de los jóvenes -la JMJ de Lisboa 2023- será mariano: ‘María se levantó y se fue deprisa’ (Lc 1,39). Todo el camino de preparación de este evento es una invitación a los jóvenes para que se levanten y ayuden al mundo a hacerlo.En su último mensaje a los jóvenes, el Santo Padre les dirigió un enérgico llamamiento: ¡Ayudémonos ‘unos a otros a levantarnos juntos, y en este difícil momento histórico seremos profetas de tiempos nuevos, llenos de esperanza! Que la Bienaventurada Virgen María interceda por nosotros’ (Papa Francisco, Mensaje para la XXXVI JMJ)”.

Diálogo entre generaciones
El P. Frédéric Fornos S.J., Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, obra pontificia que cuenta con una sección juvenil, el Movimiento Eucarístico Juvenil, recordó que, desde el inicio de su pontificado, Papa Francisco ha subrayado la importancia de un nuevo entendimiento entre las generaciones, en particular entre abuelos y nietos. “No es casualidad que a Francisco le guste recordar a menudo al profeta Joel: ‘Después de esto, derramaré mi espíritu sobre todo hombre y tus hijos y tus hijas se convertirán en profetas; tus mayores tendrán sueños, tus jóvenes tendrán visiones’ (Jl 3, 1; cf. Hch 2, 17)”, dijo el padre Fornos. El sacerdote explicó además que con la intención de oración de este mes, en el contexto del proceso Sinodal, el Papa Francisco pone la luz sobre la formación de los jóvenes en el discernimiento: “¿Cómo ayudar a los jóvenes, siguiendo el estilo de María, a escuchar, a discernir, para reconocer los llamados del Señor y servir en el mundo de hoy? Aquí se juega seguramente el rol de los ancianos que pueden ayudarlos en esta tarea. Recemos juntos por esta intención de oración”.

MAYO: POR LA FE DE LOS JÓVENES

“Al hablar de familia quiero empezar dirigiéndome primero a los jóvenes. Cuando pienso en un modelo en el que ustedes, los jóvenes, se puedan sentir identificados, siempre me viene a la cabeza nuestra Madre, María. Su valentía, su saber escuchar y su dedicación al servicio. Ella fue valiente y decidida al decir “sí” al Señor. Ustedes, los jóvenes que quieren construir algo nuevo, un mundo mejor, sigan su ejemplo, arriésguense. No olviden que para seguir a María necesitan discernir y descubrir lo que Jesús quiere de ustedes, no lo que a ustedes se les ocurre que pueden hacer. Y en este discernimiento es de gran ayuda escuchar las palabras de los abuelos. En esas palabras de los abuelos van a encontrar una sabiduría que los va a llevar más allá de las cuestiones del momento. Le van a dar panorámica a las inquietudes de ustedes. Recemos, hermanas y hermanos, para que los jóvenes, llamados a una vida plena, descubran en María el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio. Francisco”.

Tenemos miedo de las sorpresas de Dios … Él nos sorprende siempre

¿Estamos cansados, decepcionados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas.

Por: SS Francisco

Queridos hermanos y hermanas

(…) Las mujeres habían seguido a Jesús. Lo habían escuchado, se habían sentido comprendidas en su dignidad, y lo habían acompañado hasta el final, en el Calvario y en el momento en que fue bajado de la cruz.

Podemos imaginar sus sentimientos cuando van a la tumba: una cierta tristeza, la pena porque Jesús les había dejado, había muerto, su historia había terminado. Ahora se volvía a la vida de antes. Pero en las mujeres permanecía el amor, y es el amor a Jesús lo que les impulsa a ir al sepulcro.

Pero, a este punto, sucede algo totalmente inesperado, una vez más, que perturba sus corazones, trastorna sus programas y alterará su vida: ven corrida la piedra del sepulcro, se acercan, y no encuentran el cuerpo del Señor. Esto las deja perplejas, dudosas, llenas de preguntas: «¿Qué es lo que ocurre?», «¿qué sentido tiene todo esto?» (cf. Lc 24,4).

¿Acaso no nos pasa así también a nosotros cuando ocurre algo verdaderamente nuevo respecto a lo de todos los días? Nos quedamos parados, no lo entendemos, no sabemos cómo afrontarlo. A menudo, la novedad nos da miedo, también la novedad que Dios nos trae, la novedad que Dios nos pide.

Tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Queridos hermanos y hermanas, en nuestra vida, tenemos miedo de las sorpresas de Dios. Él nos sorprende siempre. Dios es así.

Hermanos y hermanas, no nos cerremos a la novedad que Dios quiere traer a nuestras vidas. ¿Estamos acaso con frecuencia cansados, decepcionados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, pensamos no lo podemos conseguir? No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, nunca nos resignemos: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar, no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

(…) las mujeres, encuentran la tumba vacía, el cuerpo de Jesús no está allí, algo nuevo ha sucedido, pero todo esto todavía no queda nada claro: suscita interrogantes, causa perplejidad, pero sin ofrecer una respuesta. Y he aquí dos hombres con vestidos resplandecientes, que dicen: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado» (Lc 24,5-6). Lo que era un simple gesto, algo hecho ciertamente por amor – el ir al sepulcro –, ahora se transforma en acontecimiento, en un evento que cambia verdaderamente la vida. Ya nada es como antes, no sólo en la vida de aquellas mujeres, sino también en nuestra vida y en nuestra historia de la humanidad. 

Jesús no está muerto, ha resucitado, es el Viviente. No es simplemente que haya vuelto a vivir, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es el que vive (cf. Nm 14,21-28; Dt 5,26, Jos 3,10). Jesús ya no es del pasado, sino que vive en el presente y está proyectado hacia el futuro, Jesús es el «hoy» eterno de Dios.
Así, la novedad de Dios se presenta ante los ojos de las mujeres, de los discípulos, de todos nosotros: la victoria sobre el pecado, sobre el mal, sobre la muerte, sobre todo lo que oprime la vida, y le da un rostro menos humano.

Y este es un mensaje para mí, para ti, querida hermana y querido hermano. Cuántas veces tenemos necesidad de que el Amor nos diga: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? Los problemas, las preocupaciones de la vida cotidiana tienden a que nos encerremos en nosotros mismos, en la tristeza, en la amargura…, y es ahí donde está la muerte. No busquemos ahí a Aquel que vive.
Acepta entonces que Jesús Resucitado entre en tu vida, acógelo como amigo, con confianza: ¡Él es la vida!

1. Si hasta ahora has estado lejos de él, da un pequeño paso: te acogerá con los brazos abiertos.
2. Si eres indiferente, acepta arriesgar: no quedarás decepcionado.
3. Si te parece difícil seguirlo, no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere.

(…) Las mujeres se encuentran con la novedad de Dios: Jesús ha resucitado, es el Viviente. Pero ante la tumba vacía y los dos hombres con vestidos resplandecientes, su primera reacción es de temor: estaban «con las caras mirando al suelo» – observa san Lucas –, no tenían ni siquiera valor para mirar. Pero al escuchar el anuncio de la Resurrección, la reciben con fe. Y los dos hombres con vestidos resplandecientes introducen un verbo fundamental: Recordad. «Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea… Y recordaron sus palabras» (Lc 24,6.8).
Esto es la invitación a hacer memoria del encuentro con Jesús, de sus palabras, sus gestos, su vida; este recordar con amor la experiencia con el Maestro, es lo que hace que las mujeres superen todo temor y que lleven la proclamación de la Resurrección a los Apóstoles y a todos los otros (cf. Lc 24,9). Hacer memoria de lo que Dios ha hecho por mí, por nosotros, hacer memoria del camino recorrido; y esto abre el corazón de par en par a la esperanza para el futuro. Aprendamos a hacer memoria de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas

(…) Pidamos al Señor:
1. Que nos haga partícipes de su resurrección: nos abra a su novedad que trasforma, a las sorpresas de Dios, tan bellas;
2. Que nos haga hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él hace en nuestra historia personal y la del mundo;
3. Que nos haga capaces de sentirlo como el Viviente, vivo y actuando en medio de nosotros;
4. Que nos enseñe cada día, queridos hermanos y hermanas, a no buscar entre los muertos a Aquel que vive.
Fragmento de la Homilía del Papa en la Misa de la Vigilia Pascual Basílica Vaticana. Sábado Santo 30 de marzo de 2013.

Somos libres y Dios respeta esa libertad

Estamos en los últimos días de la Pascua, si los días santos se nos fueron sin haber renovado el espíritu, nunca es tarde.

Estamos en los últimos días de la Pascua.

Ya los días de la Pasión y la Muerte de Cristo se fueron. Llegó el glorioso Domingo de Resurrección y también se fue.

¿Qué nos ha quedado de todas estas solemnidades? ¡Mucho nos tiene que quedar!. Aunque año tras año se repita el vivir estos días santos con sus acontecimientos históricos, no por eso los vamos a impregnar de rutina o indiferencia.

Si tenemos fe y creemos ¿cómo no amar a quién dio su vida  para darnos el regalo único e inalcanzable por nosotros mismos de una vida eterna y gloriosa?

El hombre tiene un DON, el don del libre albedrío.

Somos libres para seguir o darle la espalda a ese Cristo que nos vino a traer la enseñanza de un camino seguro de Verdad y de Amor. Pero aunque dio su vida por nosotros no nos vino a forzar y nos deja en plena libertad de escoger. A si nos dice Martín Descalzo, citando a Evely:  Jesús no se impone, aunque se proponga siempre a si mismo. El nos deja libres. ¡Nada resulta tan fácil como  obrar cual si no le hubiésemos encontrado, como si no le hubiésemos conocido!. Dios se humilla. Dios está en medio de nosotros como uno que sirve. Dios se propone… Dios es un compañero fiel y, en cierto aspecto, silencioso. Resulta fácil tapar su voz. Todos nosotros tenemos el terrible poder de obligar a Dios a callarse.

Lo podemos callar con muchas cosas. La música estridente del  mundo del consumismo, del tener, del poder, de la ambición, de los placeres, del vicio, de la corrupción.

Pero no solo con estas cosas que suenan tan fuertes, sino de otras más tenues, más sutiles que nos parecen que si nos van a dejar oír la voz de Dios, pero que la enmudecen totalmente:  la tibieza, la desidia, la flojera, la frialdad, los respetos humanos, el descuido para todas las cosas del espíritu, el no buscar con afán conocerlo más profundamente para saber amar a ese Dios del que provenimos y al que tarde o temprano veremos un día cara a cara.

Somos libres y Dios respeta esa libertad que maneja nuestra voluntad. Sabe cómo somos, nos conoce… También sabe que nos acechan enemigos poderosos en el paso por la vida: el Maligno no descansa. El lo sabe muy bien porque hasta a Él, para ser igual a nosotros, fue tentado y por eso precisamente no nos deja solos…

Nos dio al Espíritu Santo para ayudarnos, tenemos la oración, el Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía, ¿qué mayores fuerzas o apoyos queremos para vencer?

Si los días santos, con el bullicio de las vacaciones se nos fueron sin haber sentido la renovación del espíritu, nunca es tarde.Atemos nuestra LIBERTAD  A UN DESEO.

Empecemos hoy.  Dios nos llama, Dios nos ama y nos espera siempre.

Flor del 13 de mayo: El Inmaculado Corazón de María

Primera aparición de Nuestra Señora de Fátima

Meditación: “El Poderoso ha hecho en mi grandes cosas” (Lucas 1,49). Nos anonadamos frente a la excelsa Madre de Dios, habiéndola recibido para nosotros del mismo Señor. Ella se sigue presentando como Madre amorosa, buscando a sus hijos perdidos, alejados, confundidos, para bañarlos en el río de la santidad, a la que Dios nos llevará si la seguimos. Cambiemos así nuestro pobre corazón por el Inmaculado Corazón de María para ser a su semejanza.

Oración: ¡Oh María que nos regalaste en Cova de Iría tu Corazón Inmaculado!. Enséñanos los secretos que El esconde, para que conociéndolos podamos imitarlo, y cabizbajos pidamos perdón por lo poco que nos parecemos a Vos. Haznos pequeños para que veamos el Cielo. Amén.

Oración de los pastorcitos: (entregada por el Arcángel San Miguel a los tres niños en Fátima)

Oh Dios mío, yo creo, espero, adoro y os amo. Y os pido perdón por todos los que no creen, no esperan, no adoran y no os aman (se reza tres veces).
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente, y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Tabernáculos de la tierra, en expiación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con las que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y por la intercesión del Inmaculado Corazón de María, te pido por la conversión de todos los pecadores. Amén.

Virgen de Fátima: «Una Señora más brillante que el sol»

Aquella brillante Señora dijo a los niños que era necesario rezar mucho

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«En Fátima ocurrió una intervención divina a través del rostro materno de María que dio un mensaje de parte de Dios para la humanidad del siglo XX, un mensaje que es una palabra profética en sí mismo». Era el 13 de mayo de 1917.

Los protagonistas son tres niños. Lucía de Jesús, más tarde religiosa del Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, Francisco y Jacinta Marto, tres pequeños pastores que cuidaban un rebaño en Cova da Iría, hoy Diócesis de Leiría-Fátima.

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Alrededor del mediodía, vieron una luz brillante; pensando que era un relámpago y decidieron marcharse, pero más abajo otro relámpago iluminó el espacio y vieron encima de una pequeña encina, donde se encuentra ahora la Capilla de las Apariciones, una «Señora más brillante que el sol»; que de sus manos pendía un rosario blanco.

Aquella brillante Señora dijo a los niños que era necesario rezar mucho y los invitó a volver a Cova da Iría durante otros cinco meses consecutivos, en los días 13 a la misma hora.

«Estas apariciones fueron preparadas por las apariciones de Anjo da Paz, como decía la hermana Lucía, preparó a los niños a entrar en el misterio de Dios y después comprenderían que de parte de Dios venía un mensaje encomendado a ellos».

En la última aparición del 13 de octubre, estando presentes cerca de 70.000 personas, la Virgen les dijo que era la «Señora del Rosario» y que hicieran allí una Capilla en su honor.

El Milagro del Sol

En seguida, un fenómeno en el cielo convenció a los presentes del milagro prometido pues el sol, pareciéndose a un «disco» de plata, se le podía mirar sin dificultad alguna y giraba sobre sí mismo como si fuese una rueda de fuego que fuera a precipitarse sobre la tierra.

«El mensaje tiene muchos aspectos, pero ella sintetizó aquello que comúnmente es conocido como el secreto de Fátima».

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Según explica monseñor Marto el mensaje de Fátima tiene tres aspectos: la visión del infierno como advertencia a la humanidad de sacudir las consciencias, la devoción al inmaculado corazón de María, y la presencia de sufrimientos, persecuciones y martirios en la Iglesia.

Es un mensaje de esperanza y perseverancia en medio de las dificultades en el mundo. De acuerdo al Documento oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Sor Lúcia tenía claro que «el objetivo de todas las apariciones era el de hacer crecer siempre más en la fe, en la esperanza y en la caridad. Todo el resto era sólo para conducir a esto». (Comentario teológico al tercer «secreto» de Fátima)

El 13 de octubre de 1930 el Obispo de Leiría declaró dignas de fe las apariciones y autorizó el culto de Nuestra Señora de Fátima.

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Esperanza también para los musulmanes

El 28 de abril de 1919 se inició la Construcción de la Capilla de las Apariciones. Este santuario también atrae a personas de otros credos. En el mundo islámico, por ejemplo, Fátima es la hija de Mahoma, de la cual el profeta escribe: «Tú serás la mas bendita entre todas las mujeres del paraíso, después de María».

Algunas interpretaciones aseguran que María escogió ser conocida como Nuestra Señora de Fátima para dar esperanza al pueblo musulmán, que ocupó los territorios de Portugal durante siglos.

Fue también un 13 de mayo de 1981 cuando Mehmet Ali Ağca atentó contra Juan Pablo II en Roma. El Papa ofreció la bala que le traspasó el cuerpo en señal de agradecimiento a la Virgen por salvarle la vida. La beatificación de dos videntes de Fátima, Francisco y Jacinta Marto tuvo lugar el 13 de mayo de 2000 en Fátima.

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El Papa Benedicto XVI autorizó abreviar el plazo canónico para el inicio de las diligencias para la apertura del proceso de beatificación de Lucía de Jesús, que tomó el nombre hermana Maria Lucia del Corazón Inmaculado.

Oración

«Oh, Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, Reina del Rosario, dulce Virgen de Fátima me consagro a tu Inmaculado Corazón para estar plenamente disponible y consagrado al Señor.Acepta por favor, tenerme bajo tu protección maternal, defenderme contra los peligros, ayudarme a vencer las tentaciones, a huir de los pecados, y te suplico que veles de la pureza de mi cuerpo y de mi alma. Que tu Inmaculado Corazón sea mi refugio y el camino que conduce a Dios.Dame la gracia de rezar y sacrificarme por el amor de Jesús, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos en contra de tu Inmaculado Corazón.Confiando en tí y en unión con el Corazón de tu Divino Hijo, quiero vivir para la Santísima Trinidad en quien creo, adoro, espero y amo. Que así sea».