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• John 5:1-16

 

Amigos, en el Evangelio de hoy encontramos la hermosa historia de la curación de un hombre paralítico que había estado enfermo durante treinta y ocho años.

Jesús ve al hombre acostado en su camilla, al lado de una piscina, y le pregunta, “¿Quieres curarte?”

El hombre dice que sí, y Jesús responde, “Levántate, toma tu camilla y camina”. Inmediatamente el hombre es sanado.

En ese momento la historia realmente se agita. Notamos algo que aparece con frecuencia en los Evangelios:

la resistencia a la obra creadora de Dios, el intento de encontrar cualquier excusa, por débil que sea, para negar la obra, pretender que no ha sucedido, condenarla.

Uno esperaría que todos alrededor del hombre curado se regocijaran, pero sucede todo lo contrario: los líderes judíos se enfurecen y frustran. Ven al hombre sanado y la primera reacción, es decir: “Es Sábado. No te está permitido bajo la Ley llevar tu camilla”.

¿Por qué son tan reaccionarios? ¿Por qué no quieren que esto suceda así? A los pecadores no nos gustan los caminos de Dios. Los encontramos problemáticos y amenazantes. ¿Por qué? Porque menoscaban los juegos de exclusión y opresión en los que confiamos para alimentar nuestros propios egos.

Nos hace pensar la actitud de este hombre. ¿Estaba enfermo? Sí, tal vez tenía alguna parálisis, pero parece que podía caminar un poco. Pero estaba enfermo en su corazón, estaba enfermo en su alma, estaba enfermo de pesimismo, estaba enfermo de tristeza, estaba enfermo de pereza. Esta es la enfermedad de este hombre: “Sí, quiero vivir, pero…”, se quedaba allí. Y su respuesta no es: “¡Sí, quiero curarme!”.

 

 

No, es quejarse: “Los otros llegan antes, siempre los otros”. La respuesta a la oferta de sanación de Jesús es una queja contra los demás. Y así, treinta y ocho años, lamentándose de los demás. Y no haciendo nada para sanar. Era un sábado: hemos oído lo que hicieron los doctores de la Ley (vv. 10-13). Pero la clave es el encuentro con Jesús después. «Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: “Mira, has sido curado; no vuelvas a pecar, no sea que te acaezca algo peor» (v. 14). El hombre estaba en pecado, pero no estaba allí porque había hecho uno grande, no: el pecado de sobrevivir y lamentarse de la vida de los demás; el pecado de la tristeza que es la semilla del diablo, de esa incapacidad de tomar una decisión sobre la propia vida, y mirar la vida de los demás para lamentarse. No para criticarlos: para lamentarse. “Ellos llegan antes, yo soy la víctima de esta vida”: los lamentos, respiran lamentos estas personas. (…) Que el Señor nos ayude a entender lo feo y lo malo que es este pecado. (Homilía Santa Marta, 24 de marzo de 2020).

 

 

Luis Orione, Santo

Sacerdote y Fundador

Martirologio Romano: En Sanremo, en la región de Liguria, en Italia, san Luis Orione, presbítero, que instituyó la Pequeña Obra de la Divina Providencia, para bien de los jóvenes y de todos los marginados. († 1940)

Fecha de beatificación: 26 de octubre de 1980 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de mayo de 2004, durante el pontificxado de S.S. Juan Pablo II

Breve Biografía


Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud.

De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.



El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio San Bernardino.



El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma.



 

Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia. El Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de 1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños), congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa».En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas».



 

Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.



Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años.



A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.



 

Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.



Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».



El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.



 

Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.



En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy».



Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fue puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.


Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó el 16 de Mayo de 2000.

 

 



El médico al revés

Santo Evangelio según San Juan 5,1-3.5-16.

 

Martes IV de Cuaresma.
Por: Rodrigo Marín, LC |
Fuente: somosrc.mx


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.


Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



¡Señor, aumenta mi esperanza! Ayúdame a confiar que todo lo que me sucede siempre es para mi bien y a aceptar siempre tu voluntad.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 5, 1-16



En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo las cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. Porque el ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina, agitaba el agua y, el primero que entraba en la piscina, después de que el agua se agitaba, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Al verlo ahí tendido, y sabiendo que llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: «¿Quieres curarte?» Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Aquel día era sábado, por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: «No te es lícito cargar tu camilla». Pero él contestó: «El que me curó me dijo: «Toma tu camilla y anda». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te dijo: «Toma tu camilla y anda?». Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: «Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor». Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.


Palabra del Señor.



 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Cristo es un médico que hace las cosas al revés. Normalmente, cuando alguien está enfermo va en busca de un médico o de una cura. Si nos duele la cabeza vamos por una aspirina; si nos caemos, vamos a que nos enyesen la mano o el pie. Pero nunca viene la medicina ni el médico hacia nosotros.


Cristo le dijo al hombre del evangelio: ¿Quieres curarte? En esta Semana Santa Cristo, una vez más, sale a nuestro encuentro. Él sabe más que nosotros mismos de qué estamos enfermos, pero debemos aceptar nuestras enfermedades.


Los dones personales, los sorprendentes milagros, toda la creación, los podemos ver como la seguridad sobre la cual fundamos nuestra vida católica.


Dejarnos sumergir en el océano de la misericordia de Dios es la cura de nuestros males.

Pidámosle a María que nos siga acompañando en estos días previos a la Semana Santa.



 

 

«Jesús tenía autoridad porque se acercaba a la gente. Él «entendía» los problemas de la gente, entendía los dolores de la gente, entendía los pecados de la gente. Por ejemplo, Jesús entendió bien que aquel paralítico en la piscina de Betsaida era un pecador y después de haberlo sanado, ¿qué le dijo? «No peques más». Lo mismo dijo a la adúltera. El Señor podía decir estas palabras porque era cercano, entendía, acogía, curaba y enseñaba con cercanía».
(Homilía del Papa Francisco, 9 de enero de 2018, en santa Marta).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


 

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.


En una visita a Jesús le pediré que sea Él el único que alimente mi alma y que me ayude a curarme de aquello que me aleja de su amor.


Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

San Luis Orione y sus muchas fundaciones

Conoce a un sacerdote que inició muchas grandes obras, entre ellas el Cottolengo y las Hermanas Adoratrices invidentes

 

 

San Luis Orione (Don Orione) nació en Pontecurone (Italia) el 23 de junio de 1872. A los 13 años decide ser religioso e ingresa en el convento franciscano de Voghera. Pero su mala salud hace imposible este deseo. Dios tenía otros planes para él.

A los catorce, y durante tres años, será discípulo de san Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco, en Turín, e ingresa en el seminario de Tortona.

Antes de ser sacerdote ya pone en marcha un colegio para niños pobres en el barrio turinés de san Bernardino.

En abril de 1895 es ordenado y funda la Pequeña Orden de la Divina Providencia. Cuatro años más tarde, los Ermitaños de la Divina Providencia. Atendían a enfermos, ancianos y toda clase de personas sin recursos. En 1903 reciben la aprobación del obispo de Tortona.

Expansión

 

En 1915 funda las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad y pone en marcha el primer Cottolengo.

En poco tiempo levanta sedes en Pavía, Roma, Sicilia… No faltan las incomprensiones y las dificultades de todo tipo.

Funda también las Hermanas Sacramentinas Adoratrices Invidentes (de religiosas ciegas) y las Contemplativas de Jesús Crucificado.

Ayuda a las víctimas de los terremotos de Reggio, Messina y Marsica.

El Papa sigue su tarea y le impulsa a nuevos retos. Envía misioneros por Europa y América del Sur.
Él mismo viaja hasta los países del Cono Sur para impulsar la tarea en 1921. A su regreso, sigue fundando: las Damas de la Divina Providencia, los «Ex Alumnos» de los colegios, los «Amigos»…

San Luis Orione falleció el 12 de marzo de 1940, a los 67 años, en San Remo.

La reliquia de su corazón está desde el año 2000 en Claypole (Buenos Aires, Argentina).

Su cuerpo incorrupto se encuentra en el santuario de Nuestra Señora de la Guardia, en Tortona, cerca de Génova (Italia).

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Oración

Oh, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo: Te adoramos y te damos gracias 
por el gran amor que has infundido en el corazón de san Luis Orione 
y por habernos dado en él al apóstol de la caridad, al padre de los pobres, 
al bienhechor de la humanidad dolorida y desamparada.

Concédenos imitar el amor ardiente y generoso que san Luis Orione ha mostrado hacia Ti, la Santísima Virgen María, la Iglesia, el Papa y todos los afligidos. Por sus méritos e intercesión, concédenos la gracia que te pedimos para experimentar tu Divina Providencia (hacer la petición).