Nuestra Señora del Pilar
Fiesta Litúrgica, 12 de octubre
Advocación Mariana
Martirologio Romano: Fiesta de Nuestra Señora del Pilar. Según una venerada tradición, la Santísima Virgen María se manifestó en Zaragoza sobre una columna o pilar, signo visible de su presencia. Esta tradición encontró su expresión cultual en la misa y en el Oficio que, para toda España, decretó el papa Clemente XII.
Etimológicamente Pilar = “columna”. Viene de la lengua latina.
Breve Semblanza
Este nombre, uno de los más abundantes en España tiene un origen curioso. Fue la misma Virgen María la que se apareció al apóstol Santiago que estaba desanimado mientras evangelizaba la patria española.
Se le apareció en carne mortal cuando, junto al Ebro, y sentado en una piedra o pila quería llegar hasta otros lugares predicando la Buena Nueva del Evangelio.
Santiago llevaba inscritas en su corazón las últimas recomendaciones de Jesús:»Id por todo el mundo predicando el Evangelio y bautizando a la gente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».
Con el paso del tiempo, los zaragozanos le hicieron una inmensa y preciosa basílica levantada en su honor en el primer milenio, aunque haya sufrido muchas reformas arquitectónicas.
Hay que tener en cuenta que España ha sufrido muchas invasiones, pero es seguro que ya existía en la época de los Visigodos.
Dicen que la misma Virgen le dejó una imagen como recuerdo del inolvidable encuentro. Y el mandato de que le construyera allí un templo.
Según dice la Tradición, esto sucedía en el año 40.
Científicamente no está nada comprobado a nivel de papeles.
Sin embargo, el testimonio vivo de tantos miles y miles de personas que van en peregrinación a este santo lugar mariano, demuestran fehacientemente que la fe no viene del aire sino de personas que, generación tras generación, viven su devoción a la Virgen de forma continuada.
Juntamente con el sepulcro de Santiago en Galicia y el Pilar de Zaragoza son dos polos de espiritualidad palpable en España y con proyección a todo el universo.
Hoy es la fiesta nacional en España y también el día de la Hispanidad. Las banderas de las naciones iberoamericanas llenan este lugar.
En la misa de hoy se leen estas palabras:»La devoción al Pilar tiene una gran repercusión en Iberoamérica, cuyas naciones celebran la fiesta del descubrimiento de América en este día».
¡Felicidades a las personas que lleven este nombre!
La limosna nacida del interior enternece el corazón de Dios
Santo Evangelio según san Lucas 11, 37-41. Martes XXVIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Quiero abrirte las puertas de mi corazón de par en par. ¿Qué puedo hacer si Tú no vienes a mi casa? Necesito que el perfume de tu amor llene toda mi vida. Tú eres el único que puede dar un sentido a mi vida y en ti quiero vivir. ¡Cuántas veces como el hijo pródigo me he marchado! Y me doy cuenta que la vida contigo no es fácil, pues hay que cargar la cruz. La diferencia está en que Tú la cargas conmigo, contigo la carga es suave y la cruz ligera. Ven, hoy, a mi corazón y a mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 37-41
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como en fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
«Dad limosna de lo de dentro». Muchas veces salen a nuestro encuentro una gran cantidad de pobres y necesitados. Muchos vendrán a pedir una moneda, pero otros vendrán a pedir de nuestro tiempo atención o cariño. Y con éstos últimos es necesario dar desde dentro. Con todo el corazón. Pensemos, por ejemplo, en ese familiar que ha tenido un accidente y que necesita que lo acompañemos en el hospital quitándole tiempo al sueño, al trabajo o mi diversión. O qué tal esa persona anciana que siempre habla de las mismas cosas y de la que ya estamos un poco aburridos.
Sí, no basta estar o mirar fríamente. Es necesario dar limosna, pero una moneda distinta. Hace falta el calor del corazón. Los fariseos invitaron a comer a Jesús, pero las puertas de su casa estaban abiertas con formalidad, es decir, era una invitación comprometida y no espontánea. Esto explica por qué están atentos a cada uno de los actos del Maestro. Lo ven todo y, al mismo tiempo, lo critican todo. ¿Cómo hubiese sido si esa invitación fuese del interior, de corazón? No importarían tanto los protocolos… ¿Cómo son nuestras reuniones familiares? ¿Y las comidas con los amigos y personas queridas?
Eso nos pide Jesús hoy. Cuando invitemos a alguien a nuestra casa, cuando demos una limosna hagámoslo desde dentro. No basta con dar una moneda en el momento de las ofrendas durante la misa. Hay que darlo con todo el corazón. Pensemos en esa viuda que puso sus dos moneditas… No dio grandes cantidades, ni fue anunciando con la trompeta. Sin embargo, es enternecedor ver a Jesús que reconoce en esas dos moneditas el gran amor de esa mujer. No importa cuánto demos sino cómo lo demos.
«La verdadera fe es la que nos hace más caritativos, más misericordiosos, más honestos y más humanos; es la que anima los corazones para llevarlos a amar a todos gratuitamente, sin distinción y sin preferencias, es la que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar; es la que nos lleva a difundir, a defender y a vivir la cultura del encuentro, del diálogo, del respeto y de la fraternidad; nos da la valentía de perdonar a quien nos ha ofendido, de ayudar a quien ha caído; a vestir al desnudo; a dar de comer al que tiene hambre, a visitar al encarcelado; a ayudar a los huérfanos; a dar de beber al sediento; a socorrer a los ancianos y a los necesitados». (Homilía de S.S. Francisco, 29 de abril de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Esta semana voy a dar una limosna a la Iglesia, con mucho espíritu de gratitud, pensando en cuánto he recibido.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La limosna de sí mismo
El tiempo se esfuma y con él nuestra vida. Así, la mejor limosna que podemos dar a nuestro prójimo, será, sin duda dedicarle algo tan exclusivo como nuestro tiempo.
Cierto día, entre ricos opulentos que echaban grandes cantidades de dinero en el arca del Tesoro del Templo de Jerusalén, se acercó una viuda pobre que depositó allí dos insignificantes monedas. Aquella escena la contemplaba a poca distancia Jesús, quien, sobrecogido, llamó a sus discípulos y les dijo: “Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado todo lo que tenía para vivir” (Mc 12,43-44).
Al decir a los suyos que aquella mujer había dado lo único que tenía para vivir, estaba expresando que en aquella ofrenda se estaba dando a sí misma. Al dar lo único que podría salvarla, lo único a lo que podría estar apegada para la supervivencia, estaba entregando su vida. Era ella misma, y no las dos monedas, la que estaba cayendo en el recipiente de las ofertas hechas a Dios.
Desde los comienzos de la historia del cristianismo la beneficencia ha venido a constituir uno de sus rasgos fundamentales y característicos convirtiéndose, así, en una de sus mejores apologías. “El espíritu de amor mutuo y caridad comunitaria era el rasgo que más impresionaba a los paganos del cristianismo” (Paul Johnson, Historia del Cristianismo, Vergara Grupo Zeta, Barcelona 2005, p. 106). El mismo emperador Juliano el Apóstata († 363), enemigo declarado del cristianismo, no podía menos que admitir que el único aspecto que le impresionaba del cristianismo era la actividad caritativa de la Iglesia (cf. Deus Caritas est, n.24 ).
Sin embargo, este pasaje evangélico nos refleja un dato fundamental de lo que es la auténtica y genuina caridad cristiana y que debe distinguirla de la mera acción social que cualquier ONG puede llevar a cabo.
La verdadera “limosna” del cristiano no está en dar sino en darse.
Dar es un acto de generosidad, pero que se queda vacío y carente de sentido si no viene acompañado de la donación de sí mismo. San Pablo expresaba esta idea al afirmar: “Aunque repartiera todos mis bienes, […] si no tengo caridad, nada me aprovecha” (1 Cor 13,3). Y es que la caridad cristiana tiene su origen en el corazón, sin el cual no dejaría de ser altruismo frío.
El objetivo último de un cristiano no es solo llenar los estómagos de las 925 millones de personas que sufren por hambre en el mundo (Informe FAO, 2010. enlace), sino principalmente llenar el corazón de aquellos que lo tienen vacío de amor.
Si bien el cristianismo no debe sustraerse, y no lo ha hecho (ver un ejemplo en este enlace), de luchar contra males como la pobreza, las enfermedades o la desnutrición que hay en el mundo, ha entendido, y gracias a Dios algunos también comienzan a hacerlo (enlace), que el mundo no se arregla sólo con dinero, sino que éste debe ir acompañado con la donación sincera, generosa y personal de uno mismo.
Parafraseando a Benedicto XVI, se podría decir: quien no se da a sí mismo y a Dios, da demasiado poco; pues “ningún proyecto económico, social o político puede sustituir el don de uno mismo a los demás en el que se expresa la caridad” (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2006).
Para el cristiano, Dios es el origen de la caridad, que “ha de entenderse no solamente como una filantropía genérica, sino como don de sí, incluso hasta el sacrificio de la propia vida en favor de los demás, imitando el ejemplo de Cristo” (Benedicto XVI, Discurso a los miembros de Caritas Internationalis, 27 de mayo de 2011).
Es aquí donde el hecho de dar, de donar a los demás, se extiende a todos los hombres, y no se restringe a la gente pudiente y de buena condición. Todos, hasta el mendigo más abandonado, hasta el más pobre de los pobres, pueden “dar limosna a sus hermanos”, incluso a aquellos que viven en la opulencia (con frecuencia estos suelen ser los más necesitados).
Pero si no se tiene nada material, ¿qué cosa valiosa podemos dar a los demás? Bástenos aquí mencionar una de tantas: el tiempo.
Nuestro tiempo es sagrado, los minutos que ahora corren no regresarán jamás. Las horas que pasamos en esta vida son algo único y exclusivo que se escapa sin remedio a cada instante. El tiempo se esfuma y con él nuestra vida. Así, la mejor “limosna” que podemos dar a nuestro prójimo, será, sin duda dedicarle algo tan exclusivo como nuestro tiempo. Al consagrarle algo que no se puede producir como el dinero o los bienes materiales, le estaremos dando una parte de nuestro ser finito y escaso que no tendremos más; en definitiva, le ofreceremos una parte de nosotros mismos.
La beata Teresa de Calcuta, al inicio no tenía nada que dar a sus pobres, pero comenzó por ofrecerles lo más valioso que tenía, algo que ni todo el dinero del mundo podría sustituir y ni siquiera comparase: su corazón y su tiempo. Por esto ella misma lanzaba esta valiente invitación: “No deis solo lo superfluo, dad vuestro corazón”.
«Nunca olvidéis vuestra raíz, el bautismo»
El Papa a las participantes del 21º Capítulo General de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret.
Esta mañana el Papa Francisco ha recibido en el Vaticano a las participantes en el 21º Capítulo General de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret y a la recién elegida Superiora General a quien ha deseado “un servicio sereno y fructífero”.
El Capítulo General de las clarisas ha coincidido con la apertura del Sínodo. La anterior Superiora General escribió, cuando envió la solicitud para reunirse con el Papa: «Estaremos en comunión con toda la Iglesia y con vosotros». El Papa ha querido detenerse en este mensaje de la hermana Nuncia: “Quiero aprovechar esta coincidencia para señalar que el compromiso que asumimos como Iglesia de crecer en sinodalidad es también un fuerte estímulo para los Institutos de Vida Consagrada. En particular, las personas consagradas sois una presencia insustituible en la gran comunidad en marcha que es la Iglesia”.
“Sois una presencia viva en la Iglesia”
Después, Francisco se ha centrado en el tema de su Capítulo General: Volver a empezar desde Betania, con la solicitud de Marta y la escucha de María. “Hermanas de la Caridad, ¿de qué manera concreta participáis en este camino? ¿Cuál es su contribución original? Les dejo con estas preguntas, que naturalmente no tienen respuestas prefabricadas, pero me parece que el tema de su capítulo contiene una respuesta” ha dicho el Papa.
El Papa les ha asegurado que, como mujeres y como bautizadas, es decir, discípulas de Jesús, “son una presencia viva en la Iglesia, que participa en la comunión y en la misión” y les ha pedido que nunca deben olvidar lo que está en la raíz: “el bautismo”. “De esta raíz Dios ha hecho crecer en ti la planta de la vida consagrada, según el carisma de Santa Juana Antida” ha explicado.
Invitación a vivir la solicitud y la escucha
En el tema de su capítulo encontramos dos palabras: «preocupación» y «escucha». “Estoy seguro de que, si realmente lográis vivir la solicitud y la escucha, siguiendo el ejemplo de las santas hermanas Marta y María de Betania, seguiréis aportando una valiosa contribución al camino de toda la Iglesia” ha dicho el Papa Francisco, puntualizando que se refiere, en particular, “a la preocupación por los pobres y la escucha de los pobres. En la solicitud y la escucha de los ancianos, de los enfermos, de los marginados; cerca de los pequeños, hasta el final con la ternura y la compasión de Dios”. “Esto edifica a la Iglesia – señala – y la hace caminar por el camino de Cristo, que es el camino de la caridad”. Su invitación final a las clarisas es: “No lo olviden, siempre cercanía, siempre compasión y siempre ternura”.
Misiones
Descubre cuáles son las actividades en las misiones…
La verdadera alegría
El cristiano, el seguidor de Cristo, será verdaderamente feliz cuando consciente y animosamente lo siga.
Son muchas las manifestaciones de la alegría: personas que ríen, cantan, juegan, beben, cuentan chistes, están de buen humor, etc. Hay veces que la alegría es sincera, en otras ocasiones se busca simplemente aparentar que se está bien.
Si la alegría no está plenamente en las manifestaciones anteriores, la pregunta surge espontánea: ¿en qué consiste la verdadera alegría? La respuesta es sencilla: la alegría está en la autenticidad de vida, en ser lo que se es. Esta es la clave. No radica en aparentar, ni en tener cada vez más posesiones, ni mucho menos en estar riéndose superficialmente de manera constante, porque como bien dice el dicho popular “la risa superficial abunda en la boca de los tontos”.
Para la esposa y madre, la alegría estará en entregarse por completo al esposo y a los hijos. Si se es padre, la alegría radicará en la buena educación de los hijos, y qué satisfacción da a un padre de familia ver a sus hijos, ya grandes, bien formados. Para el hijo, la alegría debe consistir en obedecer a los propios padres, que representan el querer de Dios, y en ser caritativos con los que le rodean.
Pero para el cristiano, que por definición es el seguidor de Cristo, la alegría consiste en la coherencia de vida, en ser, por lo tanto, fiel discípulo de Cristo. Esta es la fuente de la verdadera alegría. Así pues, para el auténtico seguidor de Cristo, la verdadera alegría se encontrará en buscar agradar en todo a su Señor, en hacerlo feliz con cada una de sus acciones. Pero cuando se empiezan a hacer cosas que van en contra de lo que se es, se irá creando en esa persona una división interior. Cuando no se vive como se piensa, se termina pensando como se vive.
La genuina alegría produce una satisfacción interior. ¿Quién no ha experimentado esa paz interior que se produce cuando se es fiel al deber, cuando se llevan las responsabilidades al día, o cuando se tiene una conciencia tranquila? Cuánta alegría posee el que tiene una sola cara. Y por el contrario, cuánta tristeza e insatisfacción se crea cuando se tiene dos personalidades diferentes, que se usan, dependiendo de los casos, cuando más convenga.
El cristiano, el seguidor de Cristo, será verdaderamente feliz cuando consciente y animosamente lo siga. Cuando olvidándose de sí mismo y de sus gustos personales, se entregue a los demás para ayudarlos en sus necesidades y compartir así la alegría que lleva dentro, que nada ni nadie le podrá quitar.
12 de Octubre
¿Dia de la Raza o de la Hispanidad?
Recuerdo bien cuando un día 12 de octubre me llamó por teléfono un amigo zaragozano, que desde hacía un par de meses trabajaba en Santiago de Chile, aprovechado el día de la conmemoración del descubrimiento de América. Su llamada era para hacerme ver que vivíamos en la mayor de las ingratitudes con la Madre Patria, a lo que le respondí, que cuando nosotros viajábamos a la “Madre Patria”, nos sentíamos huérfanos.
En efecto, lo que a él le había sucedido ese día, era no encontrar en Santiago templos marianos dedicados a la Virgen del Pilar, y cuando había salido a la calle, se había enfrentado a una marcha indígena que protestaba indignada contra la estadía española en estas tierras durante la colonia.
Por tanto, un día en la cual había que celebrar el “Día de la Raza”, en otras palabras, la unión de las razas, y agradecer a la Virgen del Pilar por ese suceso, se transformaba en un día xenofóbico.
Es así, como este día debe ser visto sin ningún ánimo de soberbia, no eran mejor los españoles que vinieron junto a Colón, ya que por lo que sabemos, no era requisito para viajar el haber tenido una vida en rectitud, tampoco eran peores los nativos que vivían al abandono de la Providencia.
Cuando la expedición de Colón zarpo desde las costa españolas a destino desconocido, sucedieron cosas que ellos nunca imaginaron, dónde llegarían ni qué día llegarían, menos la transformación de un continente ni la trascendencia que este hecho tendría a futuro.
Pero Dios sabía bien de sus planes, por muchos centenares de años, Él había permitido que un número muy grande de sus hijos, se mantuviera al margen de la civilización europea, sólo Él sabe por qué y para qué, pero queriendo Él lo mejor para sus hijos, dispuso cuándo era el tiempo del contacto formal entre hijos de distintos orígenes.
Hubo un tiempo en el mundo en el que Dios se dirigía a sus hijos, sin que estos estuvieran guiados por otros hombres, convencidos de lo que dicen y hacen es lo correcto, un mundo sin filosofías o doctrinas tan bien preparadas, sin preceptos que obligaran al ser humano a actuar de una determinada forma.
Dios entregaba a sus hijos su Providencia, ellos sentían la necesidad de tener un contacto con el creador de una forma muy espiritual. Dios no abandona nunca a sus hijos.
En China, unas 15 veces más de la población que habita España, o unas 60 veces de la población que hay en Chile, viven hombres que nada saben de Cristo; sumémosle ahora hombres de otras regiones… son millones que no saben la historia del pueblo de Dios. Quizás, aún a muchos les gustaría vivir más abandonados a la voluntad de Dios que exigidos por la voluntad del hombre que habla de Dios y castiga a la sociedad como hombre.
Si nos fijamos en Maria, la madre de Dios, encontraremos a nuestra Madre que vivió para responder al Ángel, Hágase en mí según tu palabra [Lc 1,38].
No podemos reconocer otra cosa, Ella, vivió al sencillo abandono del alma, a la voluntad de Dios, con una inigualable disposición, admirable desde todo punto de vista; en pocas palabras, sencillas y sin ser rebuscadas, ni adornadas se resumen en estas palabras especiales: Fiat mihi. No es otra palabra que la que Jesucristo nos pidió tantas veces, y la que nos dejo en la oración al Padre: “Hágase tu voluntad”.
Dios sabiendo nuestras necesidades, nos pide un corazón dispuesto y una expresión amorosa en los labios, “hágase tu voluntad” y María nos ha enseñado cómo se dice y se hace, haciéndonos ver que en Ella, es solamente la voluntad de Dios la que mueve su corazón.
Seguramente, en las soledades del mar, entre bonanzas y tormentas, hubo oración entre los marineros de las tres naves que viajaban hacia los desconocido, sintiéndose tal vez abandonados, le pidieron a la Madre su protección, como es lógico, ellos sabían que en el pilar de sus fe, estaba la Virgen Reina y Madre, como del mismo modo, en el mástil principal de su nave, sostenía el velamen que les permitiría llegar a algún lugar.
No se ha sabido que la Virgen desoiga a su hijos, si se sabe que ella no atiende sus súplicas, así fue, que ella quiso que en su día, el día 12 de octubre de 1492, las tres carabelas de Cristóbal Colon avistaran las desconocidas tierras de América, allende (fuera del) del océano Atlántico. Mientras los devotos de la Virgen del Pilar cantaban alabanzas a la Madre de Dios en su santuario de Zaragoza, muy lejos, en el silencio, donde sólo se oían ruidos de la naturaleza, un grupo de bravos marinos, hacía alabanzas por haber llegado a un destino, ¿dónde estaremos? se habrán preguntado, bajo el manto protector de la Virgen se habrán respondido algunos. Había llegado donde el hombre vivía a la voluntad de Dios. Ellos no sabían ni de Elías, ni de Job, ni Jonás, ni de Isaías, no sabían de que hubo un pueblo crucificó al Hijo de Dios y que no creyeron en Él. ¿Estaban condenados por eso?
Cuando Colón salió del Puerto de Palos, no salió con la idea de venir a evangelizar, pero como cristiano, al ver un pueblo que desconocía la fe y que vivía sumida al paganismo, debe haber recibido la inspiración de la necesidad de hacerlo. Del mismo modo, cuando algo mas de 1400 años atrás por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de san Juan e hijo de Zebedeo, vino a predicar a España, debe haber sentido la necesidad de dar a conocer los evangelios a unas tierras se encontraban atadas al paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión. Se sabe que Santiago, «pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso.
Fue en una noche de enero, siendo el año 40, cuando Santiago descansando con sus discípulos junto al río Ebro, «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol. La Virgen María, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una templo, en el un altar en torno a un pilar donde estaba de pie y prometió que permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre maravillas y prodigios por su intercesión con aquellos que en sus necesidades suplique su ayuda y patrocinio. Así fue, como esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.
Numerosos milagros le son atribuido a la Virgen del Pilar, es así, como en 1438 se escribió un Libro de milagros atribuidos a la Virgen del Pilar, que contribuyó al fomento de la devoción hasta el punto de que, el rey Fernando el católico dijo: «creemos que ninguno de los católicos de occidente ignora que en la ciudad de Zaragoza hay un templo de admirable devoción sagrada y antiquísima, dedicado a la Sta.y Purísima Virgen y Madre de Dios, Sta. María del Pilar, que resplandece con innumerables y continuos milagros.»
Y aquí vino Maria a estas tierras americanas, para hacer uno de sus mayores milagros, y este es la advocación a la Virgen que hay hoy en este continente. Por que el Señor así me lo ha permitido, he recorrido este bellísimo y mariano continente, en México, siempre lindo, he visto la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe, en mi hermana Argentina, me encontré con la Virgen del Lujan, pasando por la grandeza de Bolivia con nuestra Nuestra Señora de Copacabana, luego en la calidez de Brasil con Nuestra Sra. Aparecida, por el norte en Canadá, con Notre Dam du Cap, aquí en Chile con su Virgen Patrona de la Nación, la Virgen del Carmen, por la querida Colombia, Nuestra Señora de Chiquinquirá, por mi inolvidable Costa Rica, con Nuestra Señora de los Ángeles, de la hermosita Cuba, que aún no he ido, he sabido de Virgen de la Caridad del Cobre, en el bello Ecuador, supe de Nuestra Señora del Quinche, en los Estados Unidos de Norte América, la Inmaculada Concepción, en la noble Guatemala Santa María del Rosario, en el buen Haití, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en la hermosa Honduras, Nuestra Señora de Suyapa, en la dulce Nicaragua La Inmaculada Concepción de El Viejo (La Purísima), en la inolvidable Panamá, Santa María de la Antigua, por el agradable Paraguay, Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé y en mi hermano Perú, Nuestra. Señora de la Merced. Bellas nota de Puerto Rico, me han hecho saber de Nuestra Señora de la Divina Providencia, de mis hermanos de la República Dominicana Nuestra Señora de la Altagracia, de mis amigos del San Salvador Nuestra Señora de la Paz. Gratos recuerdo de Uruguay de hace unos cuatro años atrás que pasé por allí, de Nuestra Señora de de los Treinta y Tres, y mi inolvidable pasada por Venezuela en el año 74 de Nuestra Señora de Coromoto.
A muchos latinos, no nos agrada oír lo del “Día de la Raza”, preferimos el concepto del “Día de la Hispanidad”. A Zacarías de Vizcarra Arana (1880-1963), Obispo católico español, se le atribuye este concepto y ser el primer ideólogo de la “Hispanidad”. Pero como hay quien aún la utiliza, esto produce algunos conflictos, como el que se encontró mi amigo del inicio de este relato. En Efecto, nos suena como cosa absurda hablar de del día de la raza, porque vemos un conglomerado de pueblos integrados por individuos de muy diversos linajes, casta, familias y razas, los hay blancos, europeos, negro, amarillos, mestizos, indígenas incas, aimaras, quechuas, mapuches, guaraníes, aztecas, ¿Y que?, ¿alguna diferencia hay de estos hijos para Dios?, ni siquiera los habitantes de España y Portugal pertenecen a una sola raza, donde viven pueblos de las más diversas procedencias, a los cuales aún los historiadores no han sido capaces de señalar cual son con exactitud, en especial luego con la llegada de los fenicios, cartagineses, griegos, romanos, godos, suevos, árabes, africanos, y muchos más. Por eso hablar de la raza, produce en el corazón una expresión de ironía, en especial si quien lo hace es ario
Esta es el Gran Prodigio de la Virgen del Pilar, la unión de los pueblos en un mismo lenguaje, y en una misma fe. Ella en su día ha reunido a todos sus hijos mirándolo por igual, como la ha pedido su Hijo Jesús, “Ámense como yo les he amado”, sin diferenciar de cómo es cada uno.
No me corresponde juzgar los hechos de los hombres desde el descubrimiento del continente hasta hoy, eso es privilegio de Dios. Lo que hicieron y no hicieron esos españoles que vinieron y esos que por esta tierras vivían, no son “esos”, son nuestros ascendentes, en efecto, el que vino de la península formo familia y esa familia vive aquí, “esos”, son nuestros abuelos, o nuestros padres. A ellos nuestra gratitud por la cultura, el idioma y las tradiciones, por la música de la quena y el charango, la guitarra y las castañuelas.
Mi Amigo, no encontró un templo dedicado a la Virgen del Pilar, como ya lo relate antes, aquí se llama de diversas formas, pero es la misma Madre de Dios, a ella todo el Mérito, todo el agradecimiento por venir a América a protegernos con su manto.
Las bombas que por “milagro” de la Virgen del Pilar no explotaron
Dos bombas cuelgan en la basílica como testigos mudos del acontecimiento, que algunos atribuyen a una intervención divina
Era la madrugada del 3 de agosto de 1936 y un bombardero Fokker F-VII del ejército republicano español, lanza cuatro misiles sobre la basílica de la Virgen del Pilar en Zaragoza. Una cae en una de las calles cerca de la basílica donde quedó incrustada de pie en el pavimento, haciendo saltar los adoquines, y creando en el suelo la forma de una cruz. Otra bomba cayó en la Plaza del Pilar y dos en el techo del templo, dejando dos huecos bien visibles y derramando explosivo por todo el fondo de la bóveda.
Una de estas bombas destruyó en parte un importante marco dorado del mural de Goya en el Coreto de la Iglesia. A pesar de los daños, lo increíble es que milagrosamente las bombas no explotaron. Los pobladores inmediatamente atribuyeron lo acontecido a una intervención de la Virgen María. Sin embargo, un experto de artillería realizó un informe en el que declaraba que las bombas estaban diseñadas para explotar por encima de los 500 metros, y como varias personas atestiguaron, el bombardero sobrevolaba la ciudad a una altura de 150 metros.
De todas maneras, los daños fueron realmente poco considerables, tanto que se conservan aún los dos boquetes que dejaron las bombas, sin ser tapados en reformas sucesivas.
También se pueden ver dos de las cuatro bombas, totalmente intactas, muy cerca de la Santa Capilla, junto con las banderas de hispanoamericanas de Méjico, Haití, Costa Rica, Perú y El Salvador, por ser la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad.
¿Cuál es la advocación mariana más antigua?
El año 40, Santiago apóstol (hijo de Zebedeo) tuvo una aparición en la ciudad romana de Caesaraugusta, hoy Zaragoza (España)
La palabra “advocación” provine del verbo latino advocare que significa llamar o invocar. Hace referencia a la invocación y al mismo tiempo al hecho de dirigirse específicamente a la Virgen María bajo algún título.
La advocación a la Madre de Dios encarnado es diferente en cada región pero con el mismo cariño por parte de los fieles, independientemente de que la advocación tenga o no mayor o menor sustento histórico.
Las advocaciones marianas son muy importantes en la vida cristiana pues tienen la función concreta de permitir a la persona dirigirse en realidad a la Virgen María que intercede efectivamente desde el cielo.
Pero hay más: los fieles, aunque amen a María a través de las diversas advocaciones, están también haciendo llegar, a través de Ella, el amor que le debemos a Dios pues Ella canaliza ese amor para que le llegue a Él.
La advocación más antigua es la Virgen del Pilar porque surge cuando ella aún vivía.
Según cuenta la tradición, a principios del mes de enero del año 40, Santiago apóstol (hijo de Zebedeo), llega a la ciudad romana de Caesaraugusta, hoy Zaragoza (España).
Fue entonces cuando tuvo la aparición «en carne mortal» de la Virgen María.
Santiago Apóstol oyó, junto a otros discípulos, voces de ángeles que cantaban el Ave María, gratia plena ante la presencia de la madre de Dios parada sobre una columna.
Por esto esta advocación es conocida popularmente como la Virgen del Pilar.
María con su aparición quería confortar la acción misionera del Apóstol Santiago que recibió la misión de evangelizar el extremo europeo más occidental hasta entonces conocido, renovar sus ánimos y confirmar la predicación del Evangelio a favor de los nuevos llegados a la fe.
Cuando se acabó la visión, allí quedó el pilar, que aún hoy se conserva.
A su vez la Santísima Virgen que, como ya se ha dicho antes, vivía en ese entonces, le pidió al Apóstol Santiago que le construyese allí, alrededor de dicho pilar, una iglesia.
Y él, junto a sus compañeros conversos, edificó una primitiva capilla de adobe a orillas del río Ebro.
Aquella capilla bien puede ser el primer templo mariano del mundo cristiano. La capilla que con el tiempo y después de diferentes transformaciones, se ha convertido en la actual basílica barroca de Nuestra Señora del Pilar.
Esta tradición tiene su expresión cultual, como fiesta, según la misa y el oficio divino que el papa Clemente XII aprobó para España en la primera parte del siglo XVIII. Y el Papa Pío VII elevó la categoría litúrgica de la fiesta a solemnidad.
Luego el papa Pío XII concedió a las naciones hispanoamericanas la posibilidad de celebrar la misma misa solemne vigente para España, el mismo día 12 de octubre, pues ella es patrona de la hispanidad.
El papa Pío XII, el 28 de abril de 1958, en su alocución a los peregrinos durante la beatificación de la religiosa española Teresa de Jesús Jornet e Ibars, patrona de la ancianidad, se refiere a la Virgen del Pilar como “Reina de la Hispanidad”.
Francisco Goya (1746–1828)
Y esta mención a María como Reina de la Hispanidad no es nueva, pues el mismo papa Pío XII, en un radiomensaje a los fieles argentinos en el centenario del apostolado de la oración (en el año 1945), había aludido a María como “gran madre de la Hispanidad”.
Por esto la devoción a la Virgen del Pilar está muy arraigada en las naciones hispanoamericanas; son prueba de esta devoción mariana por parte de estas naciones sus respectivas banderas que adornan su basílica.
Pero no hay confundir la hispanidad (que incluye a España) con América Latina. Una cosa es decir que la Virgen del Pilar sea patrona de la Hispanidad y otra, muy diferente y además errónea, es decir que ella sea la patrona de Latinoamérica.
La patrona de Latinoamérica es la Virgen de Guadalupe. El patronazgo americano de María comienza por allá en el año 1754 con el Breve Non est equidem, del papa Benedicto XIV, que proclama la festividad de la Virgen de Guadalupe para el 12 de diciembre y su consecuente patronazgo inicial sobre México.
Y ese patronazgo inicial sobre México no dejó de crecer a través del tiempo, tanto en extensión como en intensidad.
Por esto el 24 de agosto de 1910 el papa san Pío X declara a la Virgen de Guadalupe “celestial Patrona de la América Latina”.
La proclamación del patronazgo americano de la Virgen de Guadalupe fue además querida por san JuanPablo II, quien la llamó Madre de las Américas.
Y quiso que la celebración en honor a la Virgen de Guadalupe, la fecha del 12 de diciembre, fuera elevada al rango litúrgico de fiesta para todo el continente de las Américas.