Matthew 10:34-42,
Matthew 11:1

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús da las condiciones para el discipulado: “El que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de Mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por Mí, la encontrará”.

Hay una frase de La Biblia iluminada de San Juan que dice: “Tenemos que amar nuestro camino de salida”. No hay nada débil o ciego en esta convicción. Cuando amamos intensamente no es que estamos cegándonos a las realidades morales —más bien todo lo contrario—. El amor no es un sentimiento, sino, como dice Dostoyevski, “una cosa dura y temible”.

Esto es justamente lo que Jesús nos muestra en Su terrible Cruz. Y esto es lo que nosotros, sus seguidores, debemos imitar. Tomar la cruz significa no sólo estar dispuestos a sufrir, sino estar preparados para sufrir como Él lo hizo, absorbiendo violencia y odio a través del perdón y la no violencia.

Buenaventura, Santo

Memoria Litúrgica, 15 de julio

Fuente: ACIprensa.com

Cardenal, Obispo de Albano.
General de los Frailes Menores Franciscanos.
Doctor de la Iglesia.

Martirologio Romano: Memoria de la inhumación de san Buenaventura, obispo de Albano y doctor de la Iglesia, celebérrimo por su doctrina, por la santidad de su vida y por las preclaras obras que realizó en favor de la Iglesia. Como ministro general rigió con gran prudencia la Orden de los Hermanos Menores, siendo siempre fiel al espíritu de san Francisco y en sus numerosos escritos unió suma erudición y piedad ardiente. Cuando estaba prestando un gran servicio al II Concilio Ecuménico de Lyon, mereció pasar a la visión beatífica de Dios (1274).

Fecha de canonización: 14 de mayo de 1482 por el Papa Sixto IV

Breve Biografía

Por lo que se refiere a sus primeros años, lo único que sabemos acerca de este ilustre hijo de san Francisco de Asís es que nació en Bagnorea, cerca de Viterbo, en Italia, probablemente en 1217, fue bautizado con el nombre de Giovanni (Juan) Fidanza y que sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Después de tomar el hábito en la orden seráfica, estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés Alejandro de Hales. De 1248 a 1257, enseñó en esta universidad teología y Sagrada Escritura. A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado lo superfluo para discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones erróneas. El santo se distinguió en filosofía y teología escolásticas.

El santo no veía en sí más que faltas e imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la comunión, por más que su alma ansiaba acercarse a la fuente de gracia. Pero un milagro de Dios permitió a San Buenaventura superar tales escrúpulos.

Durante los años que pasó en París, compuso una de sus obras más conocidas, el “Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo”, que constituye una verdadera suma de teología escolástica. Guillermo de Saint Amour hizo en la obra titulada “Los peligros de los últimos tiempos” un ataque directo a San Buenaventura. Ataque que el santo contestó con un tratado sobre la pobreza evangélica, titulado “Sobre la pobreza de Cristo”. En 1257, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino recibieron juntos el título de doctores. San Buenaventura escribió un tratado “Sobre la vida de perfección”, destinado a la Beata Isabel, hermana de San Luis de Francia y a las Clarisas Pobres del convento de Longchamps. Otras de sus principales obras son el “Soliloquio” y el tratado “Sobre el triple camino”.

En 1257, Buenaventura fue elegido superior general de los frailes Menores. No había cumplido aún los 36 años y la orden estaba desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y los que pedían que se mitigase la regla original. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la regla y la reforma de los relajados. El primero de los cinco capítulos generales que presidió San Buenaventura, se reunió en Narbona en 1260. Ahí presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la orden. San Buenaventura empezó a escribir la vida de San Francisco de Asís.

El santo gobernó la orden de San Francisco durante 17 años, y por eso se le llama el segundo fundador. En 1265, el Papa Clemente IV trató de nombrar a San Buenaventura arzobispo de York, a la muerte de Godofredo de Ludham , pero el santo consiguió disuadir de ello al Pontífice. Sin embargo, al año siguiente, el Beato Gregorio X le nombró cardenal obispo de Albano, ordenándole aceptar el cargo por obediencia. Se le encomendó la preparación de los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión de los griegos ortodoxos.

San Buenaventura se caracterizaba por la sencillez, la humildad y la caridad. Mereció el título de “Doctor Seráfico” por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588.

El que no toma su cruz y me sigue…

Santo Evangelio según san Mateo 10, 34.11,1. Lunes XV del Tiempo Ordinario

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, gracias por este momento de oración. Concédeme la luz para salir de esa falsa paz en la que acomodo mi vida, evitando el compromiso auténtico de mi fe. Espíritu Santo, lléname de tu gracia para poder profundizar en lo que me quieres decir hoy por medio del Evangelio.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 34.11,1

No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y sucedió que, cuando acabó Jesús de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy como ayer, Jesús tiene pocos amigos. Y humanamente hablando ser profeta de “desdichas” no es el mejor modo para atraer a las personas. Por lo general tomamos estas amonestaciones como un tipo de “mal agüero”, y terminamos por culpar del mal que nos sucede, justo Aquel que buscaba advertirnos de las posibles desgracias en nuestra vida.

Son profecías desagradables, porque nos anuncian cosas incómodas, que no corresponden a lo que deseábamos para nosotros mismos. Pero no escuchar estos consejos, es una actitud ridícula, porque es como esforzarse por no ver la señal que nos indica el camino que buscábamos desde hace tanto tiempo y con tanta ansiedad.

A lo mejor también nosotros escapamos de las advertencias de Dios. O como niños caprichosos después del regaño del papá, decimos: “está bien, discúlpame, haré lo que me has dicho”, y luego nos comportamos a nuestro modo.

Pero cuando repetimos por enésima vez el mismo error, somos nosotros los que sufrimos las consecuencias de nuestra tozudez. El mensaje de Jesús, cuando es aceptado en su totalidad cambia la mentalidad del mundo. Porque sólo Cristo es el que puede donarnos la verdadera felicidad sobre esta tierra.

«Mantenemos la mirada fija en Jesús, porque la fe, que es nuestro «sí» a la relación filial con Dios, viene de Él, viene de Jesús. Es Él el único mediador de esta relación entre nosotros y nuestro Padre que está en el cielo. Jesús es el Hijo, y nosotros somos hijos en Él. […] Por esto Jesús dice: he venido a traer división; no es que Jesús quiera dividir a los hombres entre sí, al contrario: Jesús es nuestra paz, nuestra reconciliación. Pero esta paz no es la paz de los sepulcros, no es neutralidad, Jesús no trae neutralidad, esta paz no es una componenda a cualquier precio. Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y elegir el bien, la verdad, la justicia, incluso cuando esto requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto sí, divide; lo sabemos, divide incluso las relaciones más cercanas. Pero atención: no es Jesús quien divide. Él pone el criterio: vivir para sí mismos, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo, u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es “signo de contradicción”».

(Homilía de S.S. Francisco, 18 de agosto de 2013).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Renunciar a algo que me guste mucho, para ofrecerlo por alguien que necesite encontrase con Dios.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

San Buenaventura, primer biógrafo de san Francisco

Public Domain

Aliénor Goudet – publicado el 13/07/24

La vida de san Buenaventura de Bagnoregio (1217-1274), teólogo, filósofo y Doctor de la Iglesia, se cruza de manera sorprendente con la de san Francisco. Recibió el encargo de escribir la primera biografía oficial del santo de Asís que tanto influyó en el mundo cristiano y en el pensamiento filosófico de Buenaventura

Narbona, 1260. Después de varios días de conversaciones con el capítulo general de los Frailes Menores, Giovanni di Fidanza o el padre Buenaventura se pasea por su habitación, reflexionando sobre el proyecto que le ha confiado el capítulo. Hace apenas tres años que fue elegido superior general de la orden franciscana.

Su mayor preocupación desde entonces ha sido mantener la unidad de los monjes ahora repartidos por toda Europa. La expansión no debe afectar en modo alguno la unidad de acción según el carisma de Francisco de Asís. Y ahora se le ha confiado la tarea de escribir la vida de su santo patrón. ¡Qué honor!

Aunque teme no estar a la altura de esta tarea, Buenaventura no puede evitar sonreír. Es también la oportunidad perfecta para recordar a todos los franciscanos de Europa el ejemplo de Francisco para guiarles en su vida diaria. 

Tenemos que empezar por el principio. Rápidamente, Buenaventura llamó a su secretaria para preparar su viaje a Asís. 

¿Milagroso de San Francisco?

Buenaventura comienza reuniendo todos los documentos que puede sobre la vida de san Francisco. Pasa largas horas en su despacho organizando anécdotas y testimonios diversos.

“Francisco nos aparecerá verdaderamente como un verdadero siervo de Dios, su enviado, el amigo de Jesús, un modelo digno de imitación y objeto de admiración para el mundo, si queremos considerar en él esta altura de santidad gloriosa que nos mostró. Entre los hombres un perfecto imitador de la pureza de los ángeles, y lo hizo digno de ser ejemplo de los más perfectos discípulos del salvador”.

Mientras escribe esta introducción, a Buenaventura le vienen a la mente viejos recuerdos. En su primera infancia, cuando solo tenía cuatro años, una enfermedad lo golpeó y lo llevó al borde de la muerte. Su querida y piadosa madre había ido a la iglesia a rezar a san Francisco, canonizado hacía apenas dos años. Ella le había suplicado al nuevo santo que salvara a su hijo. Y su oración fue escuchada. 

¿Qué puede ser más natural que, una vez recibida su vocación, este mismo hijo se encuentre entre los franciscanos? Es como si el camino ya estuviera pavimentado. Buenaventura luego va a Asís para interrogar a quienes conocieron a Francisco. Visitando los más mínimos detalles, encuentra el sentido pleno del carisma franciscano. Se permite cierta libertad a nivel cronológico para resaltar el camino espiritual del patrón de la orden. 

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Un franciscano ocupado

En 1263, después de tres años de arduo trabajo, Buenaventura presentó la “Legenda Major” al capítulo general de Pisa. Fue inmediatamente aprobada e impuesta como única biografía oficial de San Francisco. 

Que ella sirva de guía a nuestros hermanos dispersos”, ora Buenaventura. 

De hecho, desde hace varios años, dos interpretaciones del carisma de Francisco dividen a los monjes. Buscamos desarrollar la orden centrándonos en actividades intelectuales y pastorales. Pero para algunos, la pobreza extrema es la única manera de seguir adecuadamente el ejemplo del fundador. Mantener la unidad de 35 mil monjes requiere mucha firmeza y diplomacia.

Le gustaba tanto la defensa de las órdenes mendicantes que rechazó el obispado de York en Gran Bretaña que le ofreció el Papa Clemente IV. Cuando este último murió en 1271, participó en el cónclave de Viterbo y gracias a sus consejos Gregorio X fue elegido. 

Además de escribir obras espirituales, Buenaventura no descuidó las tareas cotidianas. Se dice que cuando el Papa Gregorio X lo nombró Cardenal Obispo de Albano en 1273, sus enviados lo encontraron en la cocina lavando platos. Por orden del Papa, preparó el segundo concilio de Lyon. Desafortunadamente, no ve el resultado. 

Buenaventura murió el 15 de julio de 1274 en pleno concilio. Fue canonizado en 1482 por el Papa Sixto IV y nombrado Doctor de la Iglesia por Sixto V en 1587. Dejó tras de sí una obra espiritual preciosa que nos permite encontrar la plenitud.