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Sábado Santo: La vigilia silenciosa – Reflexiones sobre el dolor y la esperanza

Que el dolor, fe y esperanza de María nos guíen para entrar en el misterio de la Pascua

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

 

La noche cae sobre la tierra, y con ella, el manto del silencio envuelve el mundo. Es Sábado Santo, un día de espera y reflexión. En el corazón de la Santísima Virgen María, el silencio es ensordecedor, un reflejo de su alma que guarda el dolor más profundo: el de una madre ante la cruz.

María, en su soledad, contempla la cruz vacía. Su fe se pone a prueba, pero su esperanza no se desvanece. En su dolor, encuentra la fuerza para creer en la promesa de la resurrección, en el misterio que se desvelará con el alba.

La Virgen Madre se convierte en guardiana del misterio, del amor inquebrantable que Dios manifiesta en esta vigilia. Su corazón, aunque desgarrado por la pérdida, se mantiene firme en la fe, un faro para todos aquellos que buscan luz en la oscuridad.

En este Sábado Santo, somos invitados a acompañar a María en su vigilia. A entrar en el misterio no con la mente, sino con el alma. A dejar que el asombro y la contemplación nos lleven más allá de lo tangible, hacia la verdad que solo el corazón puede comprender.

María nos enseña que entrar en el misterio requiere humildad. Dejar de lado el orgullo y reconocer nuestra fragilidad humana. Es en nuestro reconocimiento de ser criaturas imperfectas donde encontramos la verdadera grandeza.

La humildad de María es un llamado a abrazar nuestras propias limitaciones. A aceptar que, como ella, somos seres de virtudes y defectos, necesitados de perdón y redención.

La noche avanza, y con ella, la expectativa crece. María nos muestra que la adoración es la clave para desbloquear el misterio de la fe. Es en la adoración donde nos vaciamos de nosotros mismos y nos llenamos de lo divino.

Al amanecer, algunas mujeres, inspiradas por la fe inquebrantable de María, se aventuran hacia la tumba. Lo que encuentran es un mensaje de esperanza: la tumba está abierta, la muerte ha sido vencida.

Ellas, al igual que María, no se dejaron paralizar por el miedo o el dolor. Su amor y su fe las impulsaron a actuar, a ser testigos de la promesa cumplida, del misterio revelado.

En este Sábado Santo, que la figura de María nos inspire a todos. Que su dolor, su fe y su esperanza nos guíen para entrar en el misterio de la Pascua, para pasar de la muerte a la vida, para encontrar en el silencio la voz de Dios que nos habla de amor y resurrección.

 

 

Elfego de Winchester, Santo

Obispo y Mártir, 19 de abril

 

 

Por: Alban Butler
Fuente: Vida de los Santos

Martirologio Romano: En la playa junto a Greenwich, en Inglaterra, pasión de san Elfego, arzobispo de Canterbury y mártir, el cual, mientras los daneses pasaban a sangre y fuego el país, se presentó ante ellos con la intención de salvar a su grey, y al no poder ser rescatado por dinero, el sábado después de Pascua fue golpeado con huesos de oveja y finalmente decapitado († 1012).

También conocido como: San Elfego de Canterbury
También conocido como: San Alfego de Canterbury (o de Winchester)

Breve Biografía

San Elfego ingresó muy joven en el monasterio de Deerhurst, en Gloucestershire. Más tarde se retiró a la soledad, cerca de Bath y llegó a ser abad del monasterio de Bath, fundado por segunda vez por san Dunstano. Elfego no toleraba la menor relajación de la regla, pues sabía cuán fácilmente las concesiones acaban con la observancia en los conventos. Solía decir que era mejor permanecer en el mundo que ser un monje imperfecto.

A la muerte de san Etelwoldo, el año 984, san Dunstano obligó a Elfego a aceptar el obispado de Winchester, a pesar de que no tenía más que treinta años de edad y se resistía a ello. En esa alta dignidad las excepcionales cualidades de san Elfego encontraron ancho campo de actividad. Su liberalidad con los pobres era tan grande que, durante su episcopado, no había un solo mendigo en Winchester. Como seguía practicando las mismas austeridades que en el convento, los prolongados ayunos le hicieron adelgazar tanto, que algunos testigos declararon que se podía ver a través de sus manos cuando las levantaba en la misa. Después de haber gobernado sabiamente su diócesis durante veintidós años, fue trasladado a Canterbury, donde sucedió al arzobispo AeIfrico. Fue a Roma a recibir el palio de manos del papa Juan XVIII.

En aquella época, los daneses hacían frecuentes incursiones en Inglaterra. En 1011, unidos al conde Edrico, que se había rebelado, marcharon contra Kent y pusieron sitio a Canterbury. Los principales de la ciudad rogaron al arzobispo que huyese, pero san Elfego se negó a hacerlo. La ciudad cayó, por traición, y los daneses degollaron a gran cantidad de hombres y mujeres de todas las edades. San Elfego se dirigió al lugar de la ciudad en que se estaban cometiendo los peores crímenes y, abriéndose camino entre la multitud, gritó a los daneses: «No matéis a esas víctimas inocentes. Volved vuestra espada contra mí». Inmediatamente fue atacado, maltratado y encarcelado en un oscuro calabozo.

 

Algunos meses más tarde, fue puesto en libertad, a raíz de una misteriosa epidemia que se había propagado entre los daneses; pero, a pesar de que san Elfego había curado a muchas víctimas con su bendición y con el pan bendito, los bárbaros exigieron todavía tres mil coronas de oro por su persona. El arzobispo declaró que la región era demasiado pobre para pagar esa suma. Así pues, los daneses le llevaron a Greenwich y le condenaron a muerte, por más que un noble danés, Thorkell el Alto, trató de salvarle. La Crónica Anglosajona narra en verso su trágico fin:

Hicieron prisionero a aquél que había sido
cabeza de Inglaterra y de la Cristiandad.
En la infeliz ciudad, antaño tan sonriente,
de la que recibimos esa herencia cristiana
que nos hizo felices ante Dios y los hombres,
todo era miseria …

El cuerpo de san Elfego fue recuperado y sepultado en San Pablo de Londres. En 1023, el rey Canuto de Dinamarca le trasladó solemnemente a Canterbury. Uno de los sucesores de san Elfego, Lanfranco, dijo a san Anselmo que su antecesor no había muerto por la fe, pero el santo le respondió que morir por la justicia era lo mismo que morir por Dios. Los ingleses siempre han considerado como mártir a san Elfego. Su nombre se halla en el Martirologio Romano y las diócesis de Westminster, Clifton, Portsmouth y Southwark, celebran todavía su fiesta.

 

 
¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?

Santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12.

 

Vigilia Pascual
Por: David Mauricio Sánchez Mejía, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Señor Jesús, que me conozca a mí y que te conozca a ti, que no desee otra cosa sino a ti.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12



El primer día después del sábado, muy de mañana llegaron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

Estando ellas todas desconcertadas por esto, se les presentaron dos varones con vestidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado. Recuerden que cuando estaba todavía en Galilea les dijo: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite’ «. Y ellas recordaron sus palabras.

Cuando regresaron del sepulcro, las mujeres anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María (la madre de Santiago) y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían desvaríos y no los creían.

Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se asomó, pero sólo vio los lienzos y se regresó a su casa, asombrado por lo sucedido.



Palabra del Señor.



 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



El día de ayer contemplamos la pasión y muerte de nuestro Señor, y dejamos su cuerpo en el sepulcro. El día de hoy nos detenemos a contemplar: Jesús, Dios mismo, ha muerto. No, no fue mera apariencia, realmente Cristo entregó su vida para que nosotros pudiéramos salvar la nuestra. «No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos».



Pero si Dios que nos prometió la felicidad ha muerto, ¿qué sentido tiene vivir? Si este es el final de la historia no vale la pena seguir adelante, ya que por más que intentemos llenarnos de cosas terminaremos siempre vacíos.



Afortunadamente sabemos que éste no es el final y por eso es un día de esperanza, pues como prometió, al tercer día resucitará y, esta vez, se quedará para siempre con nosotros.



 

«Queridos hermanos y hermanas: También a nosotros, como a las mujeres que acudieron al sepulcro, van dirigidas estas palabras: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. La muerte, la soledad y el miedo ya no son la última palabra. Hay una palabra que va más allá y que solo Dios puede pronunciar: es la palabra de la Resurrección. Ella, con la fuerza del amor de Dios, “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”. ¡Feliz Pascua a todos!».
(S.S. Francisco, Mensaje urbi et orbi, 1 de abril de 2018).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Participaré en la vigilia pascual, preferentemente con mi familia.



 

 

Despedida



Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

¿Por qué en la Vigilia Pascual hay tantas lecturas?

La celebración más solemne e importante del año litúrgico incluye nueve lecturas que preparan el corazón para la fiesta de la Resurrección del Señor Jesús.

 

 

Concluyó la Cuaresma y el Triduo Pascual ha dado paso a la noche más solemne del año litúrgico: la Vigilia Pascual, en la que celebraremos la Resurrección del Señor Jesús. Todo el año nos hemos preparado para este momento, por eso no podía ser una Misa normal.

La mayor de todas las solemnidades

El desarrollo de la celebración lo encontramos en el Misal Romano que lo explica detalladamente:

La Vigilia de esta noche, que es la mayor y más noble de todas las solemnidades, ha de ser una sola en cada iglesia. Se desarrolla de la siguiente manera: después del lucernario y el pregón pascual (que es la primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia, llena de fe en la palabra y en las promesas del Señor, contempla las maravillas que el Señor Dios realizó desde el principio en favor de su pueblo (segunda parte o liturgia de la Palabra), hasta que, al acercarse el día y acompañada ya de sus nuevos hijos renacidos en el Bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo como memorial de su muerte y resurrección hasta que vuelva (cuarta parte).

Nos encontramos, pues, con un aspecto distinto a la de otras solemnidades, y tiene que ver precisamente con la liturgia de la palabra.

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Nueve lecturas que nos hablan de la salvación

De nuevo expone el Misal Romano:

En esta vigilia, «Madre de todas las vigilias», se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (Epístola y Evangelio), que se han de leer todas donde sea posible, para salvaguardar la índole de la Vigilia, que requiere larga duración (MS 20).

Las lecturas se hacen en penumbras, solamente ilumina el templo la luz del Cirio Pascual que preside la ceremonia y las velas de los fieles.

 

El orden de las lecturas nos relata la Historia de la Salvación:

La creación del hombre (Gén 1, 1-2, 2 ó 1, 1. 26-31ª).
2 La obediencia de Abrahán, nuestro padre en la fe, para sacrificar a su hijo Isaac (Gén 22, 1-18; ó 1-2. 9a. 10-13. 15-18).
3 El paso del pueblo elegido por el Mar Rojo con Moisés a la cabeza (: Ex 14, 15-15, 1).
4 La nueva Jerusalén en el libro del profeta Isaías (Is 54, 5-14).
5 La salvación que se ofrece gratuitamente a todos del libro del profeta Isaías (Is 55, 1-11 y el cántico (Is 12).
6 La fuente de la sabiduría del libro del profeta Baruc (3, 9-15. 31-4, 4).
7 El corazón nuevo y el espíritu nuevo del libro del profeta Ezequiel (36, 16-28).

Se entonan nuevamente el Gloria y el Aleluya

En seguida se encienden las luces y los cirios del altar, el sacerdote canta «Gloria a Dios» mientras resuenan todas las campanas. Es un emocionante momento en el que, según la costumbre de cada lugar, se exalta la imagen de Cristo Resucitado.

Luego se hace la lectura de la Epístola de san Pablo (romanos 6, 3-11); y al terminar se canta el Aleluya. Entonces el sacerdote o el diácono lee el santo Evangelio (Lucas 24, 1-12).

Dispongamos nuestra mente y corazón para vivir la Vigilia Pascual, maravillados ante la grandeza de nuestro Señor y la magnitud de su amor por la humanidad, el cual nunca podremos agradecer lo suficiente en esta vida.

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