Luke 5:33-39

En el Evangelio de hoy, la gente le pregunta a Jesús por qué no le pide a sus seguidores realizar ayuno. La respuesta de Jesús es maravillosa: “¿Acaso pueden ustedes obligar a los invitados a una boda a que ayunen, mientras el esposo está con ellos?” (Este es un estilo típicamente judío, por cierto, responder una pregunta con otra).

Esta gran imagen de la fiesta de bodas aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento, y obviamente en la narrativa de la fiesta de bodas en Caná. Y tiene eco en la tradición. Jesús es la boda del Cielo y la tierra, la unión de la divinidad y la humanidad; Él es el novio y la Iglesia es la novia. En Él se logra la unión más íntima entre Dios y el mundo.

¿Te imaginas a la gente ayunando en un banquete de bodas? ¿Te imaginas entrar a un elegante salón con otros invitados y que te sirvan pan y agua? ¡Sería ridículo! El signo de la dispensación cristiana es el gozo. Exuberancia. Deleite. Dios y el mundo se han unido. ¿Cuál podría ser una mejor noticia? 

Acostumbrados a lo tradicional y conocido

“Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos”. Así contesta Jesús a quienes acusan a sus discípulos de comer y beber mientras los de Juan Bautista ayunaban.

Como en otras ocasiones en las que ha comparado el Reino de Dios con un banquete nupcial en fiesta donde la tristeza no cabe, dirá también que ahora es tiempo de gozo y alegría para sus discípulos y que por eso no tienen que ayunar, tendrán que hacerlo más adelante: “en aquellos días”. Los amigos del novio participan de la alegría que supone la inauguración del nuevo período salvífico: la presencia del Esposo, Jesús el Señor.

El reino exige novedad de vida

Les habló de la novedad.  Como a  Nicodemo les pidió “nacer de nuevo”. Los discípulos de Jesús han descubierto no sólo una doctrina nueva sino el “hombre nuevo”. Novedad del evangelio que también Pablo encontró después y que le da la libertad que hemos escuchado en la lectura precedente.

 San Pablo VI experimentó lo mismo, por eso le entusiasmaba hablar de Jesús, y transmitía así en una de sus homilías:

 “Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; él es quien nos ha revelado al Dios invisible, él es el primogénito de toda criatura, y todo se mantiene en él. Él es también el maestro y redentor de los hombres; él nació, murió y resucitó por nosotros.

 Él es el centro de la historia y del universo; él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; él, ciertamente, vendrá de nuevo y será finalmente nuestro juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.

Yo nunca me cansaría de hablar de él; él es la luz, la verdad, más aún, el camino, y la verdad, y la vida; él es el pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed; él es nuestro pastor, nuestro guía, nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano. Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente. Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el nuevo reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos.

Éste es Jesucristo, de quien ya habéis oído hablar, al cual muchos de vosotros ya pertenecéis, por vuestra condición de cristianos. A vosotros, pues, cristianos, os repito su nombre, a todos lo anuncio: Cristo Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo, la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino; él es el mediador, a manera de puente, entre la tierra y el cielo; él es el Hijo del hombre por antonomasia, porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito, y el Hijo de María, bendita entre todas las mujeres, su madre según la carne; nuestra madre por la comunión con el Espíritu del cuerpo místico.

¡Jesucristo! Recordadlo: él es el objeto perenne de nuestra predicación; nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y de por los siglos de los siglos.”

 Manto viejo, vino nuevo: lo viejo ha pasado; el tiempo de salvación ha llegado.  La parábola tomada de la vida pero con sus rasgos extraños, despierta también nuestra atención. No se vierte vino nuevo, en fermentación, en odres usados.

No seamos como aquella gente religiosa que se oponía al gozo de los discípulos. No nos aferremos, como ellos, en las antiguas formas de religiosidad, sino que el Espíritu de Jesús nos encuentre abiertos a los caminos nuevos, y adaptados  a las nuevas exigencias.  Somos ahora los discípulos gozosos, vivos y alegres de Jesús.

Estimados amigos de Catholic.net

 Uno de los servicios más importantes y bonitos que ofrece Catholic.net a sus suscriptores y visitantes es la reflexión del Evangelio diario.En ella podemos leer el pasaje del Evangelio que corresponde a cada día.

Aunque sabemos que con solo leer y meditar Su Palabra, Dios habla a cada uno de nosotros, en el silencio y la reflexión, incluimos una pequeña reflexión práctica y sobre todo, un fragmento de una homilía, catequesis o discurso del Papa Benedicto XVI durante su pontificado, que esté relacionada con el Evangelio del día.

Con mucho gusto queremos comunicarles que a partir del 1 de septiembre, esta reflexión será del Papa Francisco, para que conozcamos sus mensajes relacionados con la Palabra de Dios, ayudándonos a comprender mejor lo que Dios quiere decirnos.

No desaprovechemos esta oportunidad de acercarnos a Dios, de leer cada día el Evangelio y …¡¡de la mano del Papa!!

Salomón Leclerc, Santo

Religioso Lasallista y Mártir, 2 de septiembre

Por: Redacción | Fuente: LaSalle.org

Mártir Lasallista

Fecha de beatificación: 17 de octubre de 1926 por el Papa Pío XI
Fecha de canonización: 16 de octubre de 2016 por S.S. Francisco

Breve Biografía

El Hermano Salomón (Nicolás Leclerc) nació en Boulogne-ser-Mer, Francia en 1745. Entrado en el Noviciado de La Salle en 1767.

Después del derrocamiento de la monarquía, al comienzo de la Revolución francesa, el blanco siguiente fue la Iglesia. En 1790, la Constitución civil del Clero dio al estado el control de la Iglesia en Francia. Los sacerdotes y religiosos debían prestar juramento de fidelidad a la Constitución bajo pena de exilio, de encarcelamiento y hasta de muerte. La mayor parte de los Hermanos se negaron y tuvieron que abandonar sus escuelas y comunidades, y esconderse, el Instituto ya no tenía estatuto legal.

El Hermano Salomón era en esa época secretario del Hermano Agathon, Superior General, después de haber sido maestro, director, ecónomo. Manifestó siempre gran amor por las almas y gran abnegación en sus tareas. Habiéndose negado a prestar juramento, vivía solo en París en la clandestinidad. Conservamos de él numerosas cartas que escribía a su familia. La última lleva la fecha del 15 de agosto de 1792. Ese mismo día fue arrestado y encerrado en el Convento de los Carmelitas transformado en prisión, junto a numerosos obispos, sacerdotes y religiosos. El 2 de septiembre casi la totalidad de los prisioneros fueron exterminados, pasados a cuchillo en los locales y el jardín del Convento.

Fue beatificado el 17 de octubre de 1926 junto con 94 compañeros del martirio en el convento del Carmen.

Fue el primero de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle en ser mártir y también el primero de los mártires de esa Congregación en ser beatificado.

El Santo Padre Francisco recibió el 9 de mayo de 2016 al Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato y autorizó la promulgación del decreto sobre el milagro atribuido a la intercesión del Hermano Salomón.

La actitud, el amor, el por quién lo hago

Santo Evangelio según san Lucas 5, 33-39. Viernes XXII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, creo que me has dejado la oración como el mejor medio para poder encontrarme contigo. Creo que eres mi Dios y mi Señor y que siempre quieres lo mejor para mí. Tú conoces bien lo que necesito y por ello te pido me lo concedas. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. Dame la gracia de ser siempre fiel a tu amistad y jamás permitas que nada ni nadie me separe de ti. Me pongo en tus manos para que me conduzcas por donde me quieras llevar. Ayúdame a ser un buen discípulo tuyo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 5, 33-39
En aquel tiempo, los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: “¿Por qué los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen oración, igual que los discípulos de los fariseos, y los tuyos, en cambio, comen y beben?”.

Jesús les contestó: “¿A caso pueden ustedes obligar a los invitados a una boda a que ayunen, mientras el esposo está con ellos? Vendrá un día en que les quiten al esposo, y entonces sí ayunarán”.

Les dijo también una parábola: “Nadie rompe un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque echa a perder el nuevo, y al vestido viejo no le queda el remiendo del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder. El vino nuevo hay que echarlo en odres nuevos y así se conservan el vino y los odres. Y nadie, acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: ‘El añejo es mejor’”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Hoy, Señor, me enseñas que lo importante de la oración y el ayuno no es el hecho de realizarlos. Lo que cuenta es la actitud, el amor, el por quién lo hago. Los fariseos eran excelentes en materia de oración y ayuno. Pocos los podían recriminar en cuanto a sus actos de piedad. Sin embargo hoy les enseñas que lo fundamental es el interior. Tal vez sólo ayunaban y oraban porque era lo que pedía la ley, la costumbre del pueblo. Quizás lo hacían sólo para aparentar santidad y ganarse el respeto.

Sin embargo, hoy me dejas una enseñanza que también ilumina mi vida. ¿Por qué oro, ayuno o me sacrifico? ¿Hay algo o alguien que de verdad me mueve a realizar estas acciones? ¿Soy consciente de que lo verdaderamente importante es que Tú, el novio, estás conmigo?

Ya no basta rezar o ayunar porque así me lo han enseñado, porque es parte de la rutina de mi día o porque simplemente los demás también lo hacen. Hoy me pides que viva estos actos sublimes con la conciencia de que es por ti y por amor a ti que los realizo. Entonces cambiarás en mí la experiencia de oración y sacrificio. Me demostrarás lo diferente que es la vida cuando se vive contigo y para ti.

Son muchas las oportunidades que día tras día me concedes para ir depositando el vino de mi vida en odres nuevos, es decir, en acciones que valgan la pena porque fueron realizadas conscientemente por amor. No permitas, Señor, que riegue el vino de mi vida por la superficialidad, la ligereza o la inconstancia. Concédeme vivir siempre junto a ti para poder decir siempre que la vida contigo es la mejor que se puede vivir.

«El mejor confesor suele ser el que mejor se confiesa. Podemos hacernos una pregunta: ¿Cómo me confieso? Casi todos los grandes santos han sido grandes pecadores o, como santa Teresita, tenían conciencia de que era pura gracia preveniente el hecho de que no lo hubieran sido. Así, el verdadero recipiente de la misericordia es la misma misericordia que cada uno ha recibido y le ha recreado el corazón; ese es el «odre nuevo» del que habla Jesús».

(Meditación de S.S. Francisco, 2 de junio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Recitaré mis oraciones de hoy con mayor concentración y conciencia de lo que digo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Me gusta el descanso, dice Dios

A Dios le gusta el descanso… Por eso descansa en ti…

En esta sociedad ajetreada en la que impera el super empleo y las ganas ciegas de tener cuanto más dinero mejor, estas palabras te chocan un poco o mucho.

A Dios le encanta el descanso porque sabe que el hombre se rehace con él.

Ciertamente que le incumbe el trabajo como un deber, una tarea y un esfuerzo para ganarse el pan con el sudor de su frente.
Para ello, el hombre debe vencer muchos obstáculos cada día y, máxime, en los momentos de prueba.

Bendigo el trabajo, dice Dios, pero no me gusta ver a mis hijos nerviosos, tensos, estresados y de mal humor por un exceso de horas trabajando con el único fin de poseer más a costa de vivir.

Noto que en esta sociedad adelantada, la misma juventud trabaja, se divierte en exceso sin gustar para nada el descanso que merece el cuerpo y la dedicación de su alma a otras cosas, entre las cuales, la principal es el cultivo de su fe.
Hay gente que con tanto trabajo se olvida de reír, de amar, de cantar.
Me da pena contemplar escenas en las cuales los hombres se entienden a base de gritos.
Detente un poco. Fíjate bien: Tómate el tiempo de perder el tiempo. ¿Te suena a raro? Pues es fundamental para que camines como un verdadero ser humano.
Tómate el tiempo necesario para rezar. Sí, amigo, no eres un coche o una máquina.
Cambia de ritmo, recarga las pilas de tu corazón para que lo sientas que vive en ti y en él habita Dios.
A Dios le gusta el descanso.
Y en el umbral del verano, escucha bien: Conquista cada día la paz de ti mismo. No te quejes de que no exista en el mundo.

Dios está en ti, descansa en ti.

Que la pena de muerte sea abolida en todos los países del mundo

Video del Papa para el mes de septiembre 2022.

Fuente: Vatican News

“Cada día crece más en todo el mundo el NO a la pena de muerte. Para la Iglesia esto es un signo de esperanza”. Con esta afirmación inicia el Video del Papa para el mes de septiembre, con la intención de oración por la abolición de la pena de muerte en el mundo, que el Santo Padre confía a la Iglesia Católica a través de la Red Mundial de Oración del Papa.

De hecho, según datos de las Naciones Unidas, unos 170 estados han abolido la pena de muerte, han impuesto una moratoria en su utilización en la legislación o en la práctica, o han suspendido las ejecuciones por más de 10 años. Sin embargo, la pena capital se sigue aplicando en 55 países en varios continentes.

Jurídicamente no necesaria y moralmente inadecuada

Los pontífices, desde Juan Pablo II hasta Benedicto XVI, se han pronunciado con firmeza contra el uso de la pena capital por parte de los gobiernos en las últimas décadas. Y el Papa Francisco dio un paso más al aprobar en 2018 un nuevo párrafo del catecismo en el que se condena claramente la pena capital y en el que se expresa el compromiso de la Iglesia con su abolición total. Así, en el Video del Papa de septiembre, el Pontífice recuerda que “desde un punto de vista jurídico”, la pena de muerte “no es necesaria”.

La sociedad puede reprimir eficazmente el crimen sin quitar definitivamente a quien lo cometió la posibilidad de redimirse. Siempre, en toda condena, debe haber una ventana de esperanza.  La pena capital no ofrece justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza. Y evita toda posibilidad de deshacer un posible error judicial. Por otro lado, moralmente la pena de muerte es inadecuada, destruye el don más importante que hemos recibido: la vida.

La pena de muerte es “inadmisible” a la luz del Evangelio

En un momento marcado por las noticias de condenas a muerte y ejecuciones en diversas partes del mundo, el Santo Padre hace un llamamiento no solo a los cristianos, sino a todas las personas de buena voluntad para que se comprometan en lograr la abolición de la pena de muerte:

No olvidemos que, hasta el último momento, una persona puede convertirse y puede cambiar. Y a la luz del Evangelio, la pena de muerte es inadmisible. El mandamiento «no matarás» se refiere tanto al inocente como al culpable. Por eso, pido a todas las personas de buena voluntad que se movilicen para lograr la abolición de la pena de muerte en todo el mundo.

“Recemos para que la pena de muerte, que atenta contra la inviolabilidad y dignidad de la persona, sea abolida en las leyes de todos los países del mundo”

A propósito de la esta intención de oración del Papa para el mes de septiembre, el P. Frédéric Fornos S.J., Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, afirmó:

“Este mes Francisco nos invita a rezar por la abolición de la pena de muerte, reiterando lo que dijo en Fratelli tutti y especificado en el Catecismo de la Iglesia Católica: ‘La Iglesia está decidida a proponer su abolición en todo el mundo’. ¿Por qué? Porque hasta en el último momento una persona puede convertirse, reconocer sus crímenes y cambiar. En cambio, la pena capital es como ponerse en lugar de Dios. Con la condena, se determina que una persona ya nunca podrá cambiar, cosa que no sabemos. Este mes de septiembre el Papa nos invita a rezar y a movilizarnos para apoyar concretamente las asociaciones y organismos que luchan por la abolición de la pena de muerte”.

Acerca del Video del Papa

El Video del Papa es una iniciativa oficial de alcance global que tiene como objetivo difundir las intenciones de oración mensuales del Santo Padre. Es desarrollada por la Red Mundial de Oración del Papa (Apostolado de la Oración). Desde el año 2016, el Video del Papa lleva más de 180 millones de visualizaciones en todas las redes sociales vaticanas, es traducido a más de 23 lenguas y tiene una cobertura de prensa en 114 países.

El otoño del sacerdote

El otoño tiene su peculiaridad y, porqué no, también sus características tormentas

El sacerdote anciano ha sido lector privilegiado de la carta que Juan Pablo II escribió a sus coetáneos, porque, a diferencia de otros, condivide con él su «himno a la vida» y además un pasado sacerdotal. Ha podido percibir gustosamente que el Papa se ha dirigido a cuantos viven en el mundo esta tercera edad y que lo ha hecho con acentos personales que le revelan. Ha leído que él ha escrito no sólo: «He sentido el deseo, siendo yo también anciano, de ponerme en diálogo con vosotros», sino también: «A menudo me viene a los labios, sin asomo de tristeza alguna, una oración que el sacerdote reza después de la celebración eucarística: In hora mortis meae voca me, et iube me venire ad te». El sacerdote anciano ha disfrutado de un doble canal de música; su percepción ha sido de excepcional calidad.

Si luego de leerla el sacerdote coetáneo del Papa quiere entrar en diálogo consigo mismo y corresponder al retrato que traza el Papa, necesita, a mi entender, no sólo de la ayuda de otros, como tanto recomienda el Papa (nn. 11 y 12), sino especialmente de la que puede darse él mismo a sí, recogiendo las enseñanzas y admirando el ejemplo de sacerdote anciano que el Papa ha ofrecido al mundo.

Esta fase de la vida ha sido comparada al otoño por analogía con las estaciones y la sucesión de los ciclos de la naturaleza (n. 5). Y el otoño tiene su peculiaridad y, porqué no, también sus características tormentas.

Podemos ejemplarizarlas en las que se levantan en su ánimo en ese peculiar momento de ir en pensión o ser relevado de su antiguo puesto. Cuando sale del centro de la escena, cuando deja la representación del papel principal a la siguiente generación. Charles Chaplin, en otro ángulo del mundo, describió magistralmente esta experiencia en la película Candilejas: ahora el gran payaso Calvero se hace viejo y ahora sus artes y sus gracias comienzan a perder brillo y aplauso; ahora en la escena del majestuoso teatro se queda hablando solo, pues la gente, aburrida, toma el sombrero y se va; ahora la tristeza se abre paso en su alma y con ella, lentamente, el alcohol… Es un drama y una ficción evidentemente, pero una experiencia viva.

Antes tal sacerdote tomaba muchas decisiones, hacía cara a mil problemas. Vivía tan sepultado en la actividad, que, ahora que se queda sin ella, experimenta la sensación de que comienza a ser inútil. Aun si admite que sus fuerzas físicas y mentales se van mermando, ante el espectáculo de los jóvenes que le reemplazan y desplazan, se hace espontáneamente la pregunta: ¿por qué no me aprecian? ¿no lo hice bien? ¿es justo?… Y cuando la sombra de la nube se extiende a cubrir mayor parte del terreno, también medita: ¿habrá merecido la pena tanto afán? ¿se dará continuidad a mis trabajos?… En el silencio de estas zozobras, contestadas sólo por el viento otoñal, cae la noche de la soledad en una nueva forma antes no conocida.

A pesar de la limitaciones que me han sobrevenido con la edad, conservo el gusto por la vida
El otoño de la vida del sacerdote, a menos que siga el sendero que el Papa camina, puede ser un otoño triste y húmedo. Aquí el peligro es tratar de «autodefenderse» ante este despojo que, aunque es parte lógica de la vida, puede ser, sin embargo, mal interpretado, mal recibido. «Nostalgia de atardecer», según la canción del poeta, persistente tristeza, que, en ocasiones, no queda exenta de algunas gotas de lluvia, pequeñas gotas de amargor y de resentimiento; de escepticismo, porque las ilusiones, marchitas, han ido cayendo sin hacer ruido; de cierta distancia entre los deberes y el corazón, mecanicismo, rutina.

Entonces, en ese momento ¿dice algo la carta del Papa al sacerdote anciano? ¿Éste no se ha fijado sólo en lo que el Papa dice a los jóvenes recomendando que valoren y asistan al anciano, al sacerdote anciano, también él «depositario de la memoria colectiva» presbiteral, «intérprete privilegiado del conjunto de valores comunes»? Sí, lo dice el Papa, es importante… pero, además, queda abierta la consideración de lo que puede hacer el sacerdote anciano para ayudarse a sí mismo. Tratando de responder a este punto, volvamos la atención hacia el momento paradigmático de la «tercera edad» sacerdotal antes recordado, el momento de la pensión. Todos recordamos a muchos sacerdotes que lo han enfrentado «con gracia ante Dios y ante los hombres». Conocemos también a sacerdotes mayores que gozan en torno de amor y de veneración, sacerdotes que ahora influyen en los demás más por lo que son que por lo que hacen, figuras llenas de sabiduría que rebozan profunda satisfacción en su rostro. A su estilo, incluso cargando con el dolor y las limitaciones, continúan a su ritmo siendo creativos, imaginativos, activos y muy eficaces.

Después del viaje del Papa a la India y a Georgia para entregar a los Obispos la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Asia, comentaba Vittorio Messori que nadie debería impedir al Obispo de Roma afrontar estos maratones. «Sería absurdo, pues es una iniciativa que contrasta con su deseo, y sobre todo, porque si bien es ya mayor y la enfermedad deja sus secuelas, conserva sus ansias de apostolado… Dejémosle ser cristiano a fondo, hasta el final, pues hay que comprender que con un hombre así los criterios que utilizamos para los mediocres no funcionan: nos encontramos ante un santo». Actitud similar refleja el Papa en la carta cuando dice en el final: «A pesar de las limitaciones que me han sobrevenido con la edad, conservo el gusto por la vida. Doy gracias al Señor por ello. Es hermoso poderse gastar hasta el final por la causa del reino de Dios» (n. 17).

Se nos ha dado tiempo para volver sin apremiantes distracciones, hacia aquello que verdaderamente nos interesa como sacerdotes

Hasta el final. El final de la vida. El «paso de la vida a la vida». A sus coetáneos el Papa participa reflexiones sobre la muerte (nn. 14-16), «dimensión de oscuridad que necesariamente nos entristece y nos da miedo». Precisamente a la luz de la perspectiva tenebrosa de la muerte se levanta con serenidad la esperanza cristiana, fundada en la verdad de que Cristo la ha vencido y la certeza de que «la vida no termina, se transforma». En la hora de la madurez biológica este final es visto en toda su desnuda realidad. Hasta entonces, el sacerdote anciano lo ha predicado en cada cuaresma, solamente ahora lo siente con estremecedora seriedad. El Papa traza un sendero: «Cuando venga el momento del paso definitivo, concédenos afrontarlo con ánimo sereno, sin pesadumbre por lo que dejemos. Porque al encontrarte a ti, después de haberte buscado tanto, nos encontraremos con todo valor auténtico experimentado aquí en la tierra, junto a quienes nos han precedido en el signo de la fe y de la esperanza» (n. 18). Sin embargo, antes de que llegue este momento supremo, enfrentemos el período de la ancianidad gozosos de que se nos haya concedido. Se nos ha dado tiempo para volver sin apremiantes distracciones hacia nosotros mismos, hacia aquello que verdaderamente importa y que nos interesa como sacerdotes: la Eucaristía, la oración, consolar y aconsejar a otros. Somos sabiduría en pie, se supone. Ella invita a todos a tomarla sin precio. La oración, la serenidad y la sabiduría son las fieles compañeras de la santa ancianidad del sacerdote. El Papa recuerda figuras de la Sagrada Escritura, del Antiguo y del Nuevo Testamento; su vejez «se presenta como un tiempo favorable para la culminación de la existencia humana… como momento de la vida en que todo confluye, permitiéndole de este modo comprender mejor el sentido de la vida y alcanzar la sabiduría del corazón» (n. 8).
Puesto que todo esto es así, recemos por nosotros diciendo:

«Recibe, Señor, nuestros miedos y transfórmalos en confianza.
Recibe, Señor, nuestro sufrimiento y transfórmalo en crecimiento.
Recibe, Señor, nuestras crisis y transfórmalas en madurez.
Recibe, Señor, nuestras lágrimas y transfórmalas en plegaria.
Recibe, Señor, nuestra ira y transfórmala en intimidad.
Recibe, Señor, nuestro desánimo y transfórmalo en fe.
Recibe, Señor, nuestra soledad y transfórmala en contemplación.
Recibe, Señor, nuestras amarguras y transfórmalas en paz del alma.
Recibe, Señor, nuestra espera y transfórmala en esperanza.
Recibe, Señor, nuestra muerte y transfórmala en resurrección».

Carta a los Ancianos (Extractos)

He sentido el deseo, siendo yo también anciano, de ponerme en diálogo con vosotros. Lo hago, ante todo, dando gracias a Dios por los dones y las oportunidades que hasta hoy me ha concedido en abundancia.

Mi pensamiento se dirige con afecto a todos vosotros, queridos ancianos de cualquier lengua o cultura. Os escribo esta carta en el año que la Organización de las Naciones Unidas, con buen criterio, ha querido dedicar a los ancianos para llamar la atención de toda la sociedad sobre la situación de quien, por el peso de la edad, debe afrontar frecuentemente muchos y difíciles problemas.

Queridos hermanos y hermanas: a nuestra edad resulta espontáneo recorrer de nuevo el pasado para intentar hacer una especie de balance.

La reflexión que predomina, por encima de los episodios particulares, es la que se refiere al tiempo, el cual transcurre inexorable. «El tiempo se escapa irremediablemente», sentenciaba ya el antiguo poeta latino (1). No obstante, aunque la existencia de cada uno de nosotros es limitada y frágil, nos consuela el pensamiento de que, por el alma espiritual, sobrevivimos incluso a la muerte. Además, la fe nos abre a una «esperanza que no defrauda» (cf. Rm 5, 5).

El otoño de la vida ¿Qué es la vejez?

A veces se habla de ella como del otoño de la vida -como ya decía Cicerón (2)-, por analogía con las estaciones del año y la sucesión de los ciclos de la naturaleza. La vejez tiene sus ventajas porque -como observa san Jerónimo-, atenuando el ímpetu de las pasiones, «acrecienta la sabiduría, da consejos más maduros» (3). En cierto sentido, es la época privilegiada de aquella sabiduría que generalmente es fruto de la experiencia, porque «el tiempo es un gran maestro» (4).

Depositarios de la memoria colectiva.

En el pasado se tenía un gran respeto por los ancianos. Si nos detenemos a analizar la situación actual, constatamos cómo, en algunos pueblos, la ancianidad es tenida en gran estima y aprecio; en otros, sin embargo, lo es mucho menos a causa de una mentalidad que pone en primer término la utilidad inmediata y la productividad del hombre.

Se llega incluso a proponer con creciente insistencia la eutanasia como solución para las situaciones difíciles. Más allá de las intenciones y de las circunstancias, la eutanasia sigue siendo un acto intrínsecamente malo, una violación de la ley divina, una ofensa a la dignidad de la persona humana (5).

Es urgente recuperar una adecuada perspectiva desde la cual se ha de considerar la vida en su conjunto. Esta perspectiva es la eternidad, de la cual la vida es una preparación, significativa en cada una de sus fases. También la ancianidad tiene una misión que cumplir en el proceso de progresiva madurez del ser humano en camino hacia la eternidad.

Los ancianos ayudan a ver los acontecimientos terrenos con más sabiduría, porque las vicisitudes de la vida los han hecho expertos y maduros. Ellos son depositarios de la memoria colectiva y, por eso, intérpretes privilegiados del conjunto de ideales y valores comunes que rigen y guían la convivencia social. Excluirlos es como rechazar el pasado, en el cual hunde sus raíces el presente, en nombre de una modernidad sin memoria. Los ancianos, gracias a su madura experiencia, están en condiciones de ofrecer a los jóvenes consejos y enseñanzas preciosas.

«Honra a tu padre y a tu madre»

El mandamiento enseña a respetar a los que nos han precedido. Honrar a los ancianos supone un triple deber hacia ellos: acogerlos, asistirlos y valorar sus cualidades. En muchos ambientes eso sucede casi espontáneamente, como por costumbre inveterada. En otros, especialmente en las Naciones desarrolladas, parece obligado un cambio de tendencia para que los que avanzan en años puedan envejecer con dignidad, sin temor a quedar reducidos a personas que ya no cuentan nada. Es preciso convencerse de que es propio de una civilización plenamente humana respetar y amar a los ancianos, porque ellos se sienten, a pesar del debilitamiento de las fuerzas, parte viva de la sociedad. Ya observaba Cicerón que «el peso de la edad es más leve para el que se siente respetado y amado por los jóvenes» (6).

El espíritu humano, por lo demás, aún participando del envejecimiento del cuerpo, en un cierto sentido permanece siempre joven si vive orientado hacia lo eterno.

Es de desear que la sociedad valore plenamente a los ancianos, que en algunas regiones del mundo -pienso en particular en África- son considerados justamente como «bibliotecas vivientes» de sabiduría, custodios de un inestimable patrimonio de testimonios humanos y espirituales. Aunque es verdad que a nivel físico tienen generalmente necesidad de ayuda, también es verdad que, en su avanzada edad, pueden ofrecer apoyo a los jóvenes que en su recorrido se asoman al horizonte de la existencia para probar los distintos caminos.

La comunidad cristiana puede recibir mucho de la serena presencia de quienes son de edad avanzada. Pienso, sobre todo, en la evangelización: su eficacia no depende principalmente de la eficiencia operativa. ¡En cuantas familias los nietos reciben de los abuelos la primera educación en la fe! ¡Cuántos encuentran comprensión y consuelo en las personas ancianas, solas o enfermas, pero capaces de infundir ánimo mediante el consejo afectuoso, la oración silenciosa, el testimonio del sufrimiento acogido con paciente abandono!

El lugar más natural para vivir la condición de ancianidad es el ambiente en el que él se siente «en casa», entre parientes, conocidos y amigos, y donde puede realizar todavía algún servicio. Sin embargo, hay situaciones en las que las mismas circunstancias aconsejan o imponen el ingreso en «residencias de ancianos», para que el anciano pueda gozar de la compañía de otras personas y recibir una asistencia específica. Dichas instituciones son, por tanto, loables y la experiencia dice que pueden dar un precioso servicio, en la medida en que se inspiran en criterios no sólo de eficacia organizativa, sino también de una atención afectuosa. Sobre este particular, ¿cómo no recordar con admiración y gratitud a las Congregaciones religiosas y los grupos de voluntariado, que se dedican con especial cuidado precisamente a la asistencia de los ancianos, sobre todo de aquellos más pobres, abandonados o en dificultad?

Cuando Dios permite nuestro sufrimiento por la enfermedad, la soledad u otras razones relacionadas con la edad avanzada, nos da siempre la gracia y la fuerza para que nos unamos con más amor al sacrificio del Hijo y participemos con más intensidad en su proyecto salvífico. Dejémonos persuadir: ¡Él es Padre, un Padre rico de amor y misericordia! Pienso de modo especial en vosotros, viudos y viudas, que os habéis quedado solos en el último tramo de la vida; en vosotros, religiosos y religiosas ancianos, que por muchos años habéis servido fielmente a la causa del Reino de los cielos; en vosotros, queridos hermanos en el Sacerdocio y en el Episcopado, que por alcanzar los límites de edad habéis dejado la responsabilidad directa del ministerio pastoral. La Iglesia aún os necesita. Ella aprecia los servicios que podéis seguir prestando en múltiples campos de apostolado, cuenta con vuestra oración constante, espera vuestros consejos fruto de la experiencia, y se enriquece del testimonio evangélico que dais día tras día.

La ancianidad tiene una misión que cumplir en el proceso de madurez del ser humano en el camino hacia la eternidad

«Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia» (Sal 15 [16], 11). Es natural que, con el paso de los años, llegue a sernos familiar el pensamiento del «ocaso de la vida». El límite entre la vida y la muerte recorre nuestras comunidades y se acerca a cada uno de nosotros inexorablemente. Si la vida es una peregrinación hacia la patria celestial, la ancianidad es el tiempo en el que más naturalmente se mira hacia el umbral de la eternidad. Sin embargo, también a nosotros, ancianos, nos cuesta resignarnos ante la perspectiva de este paso. La fe ilumina el misterio de la muerte e infunde serenidad en la vejez, no considerada y vivida ya como espera pasiva de un acontecimiento destructivo, sino como acercamiento prometedor a la meta de la plena madurez.

Son años para vivir con un sentido de confiado abandono en las manos de Dios, Padre providente y misericordioso; un período que se ha de utilizar de modo creativo con vistas a profundizar en la vida espiritual, mediante la intensificación de la oración y el compromiso de una dedicación a los hermanos en la caridad.

Notas:

1. VIRGILIO, «Fugit inreparabile tempus», Geórgicas, III, 284.
2. Cf. Cato maior seu De senectute, 19, 70.
3. «Augest sapientiam, dat maturiora consilia», Commentaria in Amos, II, prol.
4. CORNEILLE, Sertorius, a. II, sc. 4, b. 717.
5. Cf. Carta enc. Evangelium vitae, 65.
6. «Levior fit senectus, eorum qui a iuventute coluntur et diliguntur», Cato maior seu De senectute, 8, 26. ?
El P. Cristóforo Fernández, L.C. es encargado del equipo de secretaría de la Congregación para la Educación Católica

Astronomía o Astrología

Es un error imaginar que las fuerzas ejercidas por las estrellas y los planetas en el momento del nacimiento, pueden, determinar nuestro futuro

Por: P. Jorge Loring | Fuente: P. Jorge Loring

10.No es lo mismo Astronomía que Astrología. La Astronomía es ciencia; la Astrología, en la que se basan los horóscopos, cuento. Así opinan Shawn Carlson, Físico de los Laboratorios Lawrence Berkeley (California) y Andrew Fraknoi, responsable de la Sociedad Astronómica del Pacífico 59.

Recientemente doscientos cincuenta y ocho científicos del mundo entero han firmado un manifiesto a la prensa para desengañar al pueblo crédulo que se fía de la Astrología, debido a la propaganda que hacen de ella los medios de comunicación. Entre otras cosas, en este manifiesto se dice lo siguiente:
«Es simplemente un error imaginar que las fuerzas ejercidas por las estrellas y los planetas en el momento del nacimiento, pueden, de alguna forma, determinar nuestro futuro. Tampoco es verdad que la posición de los objetos celestes hagan que ciertos días o períodos de tiempo sean más favorables para emprender algún tipo de actividad, o que el signo bajo el que uno ha nacido determine la compatibilidad de su relación con otras personas…»

Creemos llegado el momento de rechazar vigorosamente las afirmaciones pretenciosas de los astrólogos charlatanes. Quienes continúan teniendo fe en la astrología lo hacen a pesar de que no hay ninguna base científica para sus creencias, y sí una fuerte evidencia de lo contrario» 60

La prueba de que los astros no determinan el futuro de las personas se confirma por el hecho de que dos hermanos gemelos, que nacieron con la misma estrella, uno tiene una muerte trágica de niño, y el otro tiene una vida larga, próspera y feliz.

El profesor Stanley L. Jaki de la Universidad de Seton Hall de New Jersey (EE.UU.) manifestó que la astrología carece de fundamento científico 61

Creer en los horóscopos es pura superstición. Lo que ocurre es que cuando disminuye la fe en Dios aumenta la credulidad en las supersticiones.

Lo mismo podríamos decir de los futurólogos.
En agosto de 1999 todos los medios de comunicación se hicieron eco de la profecía de Nostradamus, según la cual el fin del mundo sería el próximo día 11. La profecía fue un fracaso. Por eso hoy seguimos vivos.
Doce personas se suicidaron por miedo a lo que iba a pasar el 11 de agosto 62.
Para esa misma fecha otros anunciaron una catástrofe en París, hasta el punto de que el célebre diseñador Rabanne clausuró sus tiendas en París63
Tampoco pasó nada catastrófico.

¿Por qué septiembre es el mes dedicado a la Santa Biblia?

En este mes, la Iglesia Católica llama a la población a reavivar su compromiso con la Palabra de Dios.

Durante todo el mes de septiembre, la Iglesia celebra el mes de la Santa Biblia y presta especial atención a la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras.

La primera exhortación apostólica del Papa Francisco: «La alegría del Evangelio» contiene material valioso para celebrar encuentro de oración alrededor de la Palabra de Dios.

¿Por qué celebramos la Biblia en septiembre?

Para nosotros, los Cristianos Católicos, septiembre es el mes de la Biblia porque el día 30 de septiembre es el día de San Jerónimo, el hombre que dedicó su vida al estudio y a la traducción de la Biblia al latín.

San Jerónico nació en Dalmacia, cerca del año 340 y murió en Belén el 30 de septiembre de 420. San Jerónimo tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín.

La traducción al latín de la Bibliahecha por San Jerónimo, llamada la Vulgata (de vulgata editio, «edición para el pueblo»), ha sido hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica romana.

En este mes, la Iglesia Católica llama a la población a reavivar su compromiso con la Palabra de Dios.

La Nueva Evangelización nos exige este conocimiento de la Palabra para afrontar los nuevos desafíos. En una realidad que cambia constantemente y es necesario sembrar en ella la semilla del Evangelio, para que el mensaje de Jesús llegue a ser una interpretación válida, comprensible, esperanzadora y relevante para la vida del hombre y de la mujer de hoy

La intención, es que, durante este mes, en todas las comunidades cristianas o grupos familiares, se desarrollen algunas actividades que nos permitan acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios

La palabra de Dios se configura como alimento espiritual para la vida de todo Cristiano. Los mensajes, parábolas y vivencias contenidas en la Biblia nos permiten entender y comprender la gran obra de salvación de Jesucristo.

¿Qué dijo el Papa Francisco sobre la Biblia?

«Nosotros los cristianos tenemos que tener un único objetivo en nuestra vida de fe y es poner la Biblia en el centro de nuestra vida cristiana para que ella sea una brújula, pero también para que ella sea como la primavera de nuestra vida espiritual, para que ella sea la que nos indique el camino a seguir, pero sobre todo porque como decía San Jerónimo: quien desconoce la escritura desconoce la persona de Jesús».

¿Qué dice el Catecismo?

La Biblia es alimento de la vida espiritual, y todos los cristianos deben tener un fácil acceso a la Sagrada Escritura (Cat. 131). Es el alma de la teología, la predicación y la catequesis (Cat. 132)

La Iglesia recomienda la lectura “asidua” (frecuente, cotidiana) de la Sagrada Escritura. Desconocerla, es desconocer a Jesús. En cambio, quienes la disfrutan, adquieren la mente de Cristo (Cat. 133. Comp. 24)

Esperemos que el Espíritu Santo haga que algunos de estos elementos nos toquen la mente y el corazón, y nos ayuden a acercarnos al libro más leído en la historia de la humanidad, en el cual el Padre Celestial sale a dialogar con sus hijos (Cat. 103), y del que se conservan los manuscritos más cercanos al original. Y a través de él conocer, amar y seguir a Jesús, que es lo propio del cristiano.

San Juan Pablo II, nos dejó además unas palabras hermosas sobre esta celebración de la Biblia en Septiembre:

«Los católicos durante el mes de septiembre debemos dedicarlo a impulsar el conocimiento y divulgación de los textos bíblicos con mayor énfasis, ya que quien se llame cristiano tendría que conocer la historia de la salvación y la Palabra de Dios, interpretadas auténtica y fielmente por el Magisterio de la Iglesia.»

Métodos para leer la Biblia y sacarle el mejor provecho

Lectio Divina

Es una celebración de la Palabra que se remonta a tiempos antiquísimos y su método se atribuye al monje Orígenes. Se puede celebrar en comunidad, en familia o de modo individual.

La Lectio Divina o lectura orante de la Biblia consiste en el estudio de la Palabra en un dialogo íntimo con Dios.

Lectura del texto Bíblico

Relectura, búsqueda de términos complicados y reconstrucción imaginaria de los hechos tal y como son descritos letra a letra.

Meditación

Consiste en el análisis del mensaje de Salvación que el texto ofrece y la enseñanza para la vida que contiene.

Oración

Es la respuesta que das a Dios después de haber escuchado su Palabra, el ofrecimiento de tu vida y la solicitud de su misericordia siempre en sintonía con el mensaje leído

Contemplación

Es la cuestión de interiorizar el mensaje, es preguntarse que quiere Dios de mi con este mensaje de Salvación, ¿a qué voy a comprometerme?.

Si la Lectio Divina se hace en casa, se recomienda estar libre de distracciones y crear un clima de santidad; realizarlo frente a un crucifijo, con una vela encendida y comenzando con un acto penitencial y la invocación al Espíritu Santo.

Recomendaciones para leer la Biblia

  • Orar al Espíritu Santo para recibir su luz y entendimiento.
  • Leer con humildad, no pretendiendo tenerlo ya todo entendido.
  • Interpretar según la Iglesia. La humildad exige que se pregunte y estudie.
  • Leer la Biblia con frecuencia para beber mas de la fuente.
  • Leer con el fin de amar y obedecer mas a Dios y amar mas al prójimo
  • No buscar en la Biblia ciencia natural sino un mensaje espiritual.

Pregunta en tu parroquia que actividades se desarrollarán durante este mes e intégrate a las celebraciones, retiros espirituales, sesiones de estudio, etc. que te ofrezcan, no desperdicies nada de la riqueza que puedes llegar a poseer en el estudio de la Biblia en el seno de la Iglesia que la escribió.

Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual.

San Zenón, mártir del Imperio Romano en la actual Turquía

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Aunque lejos de Roma, en el siglo IV la provincia de Bitinia sufrió graves persecuciones de cristianos por orden de los emperadores

Zenón fue un cristiano del siglo IV que vivía en Nicomedia, localidad de la provincia romana de Bitinia (hoy Turquía).

De él se tienen pocos datos pero en el Martirologio romano aparecía como mártir junto con sus hijos Concordio y Teodoro. En el nuevo Martirologio romano aparece solo él y su fiesta se celebra el 2 de septiembre.

Juliano el Apóstata

Algunos autores apuntan a que habrían sido víctimas de una de las persecuciones del emperador Flavio Claudio Juliano, en el año 362. Más conocido como Juliano el apóstata, era hijo de un hermanastro de Constantino, quien había promulgado el edicto de Milán, que iba a dar libertad de culto en el Imperio.

Sin embargo, Juliano determinó que durante su mandato se volvería a instaurar el paganismo grecorromano. Esto, lógicamente, repercutió en la vida de miles de cristianos que habitaban por todas las provincias romanas.

A la muerte de san Zenón le había precedido el martirio de muchos cristianos en Bitinia, por orden del emperador Diocleciano. De hecho, se tiene constancia de que en el año 303 hizo derribar la iglesia. Los cristianos tuvieron que marcharse a las montañas y cuevas de la zona, y allí murieron de hambre la mayoría. La festividad de estos santos mártires de Nicomedia se celebra el 23 de junio. Alguna iconografía los representa entre llamas porque cierta tradición murieron quemados en la iglesia.

Oración

Dios de todo poder y misericordia,

que infundiste tu fuerza a san Zenón

para que pudiera soportar el dolor del martirio,

concede a los que hoy celebramos su victoria

vivir defendidos de los engaños del enemigo

bajo tu protección amorosa.

Por nuestro Señor Jesucristo.

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