Isaías 55:6-9 / Filipenses 1:20-24.27 / Mateo 20:1-16

Si vamos al “ChatGPT” y le preguntamos “¿Qué es un Reino?”, nos dirá que “el término “reino” hace referencia a un área geográfica o política gobernada por un monarca”. Y si le pedimos «¿Qué es el Reino de Dios?», nos dirá que, a diferencia del reino, «no es un lugar físico concreto, sino más bien una realidad espiritual que influye en el mundo físico y en las vidas de las personas ”, que “está regido por valores como el amor, la justicia, la paz, la comprensión y la compasión”, y que “representa el orden divino y la armonía que Dios desea establecer en el mundo y en las vidas humanas ”. La definición no está mal… Pero al fin y al cabo, la IA se basa en lo que antes han escrito las personas, y las personas nunca podremos encontrar palabras suficientemente precisas para describir lo que Jesús conocía perfectamente, pero que para contárnoslo necesitó nada menos que 37 parábolas, una de las cuales es la de los trabajadores de la viña que nos acaba de ser proclamada.

El evangelista Mateo sitúa la parábola que acabamos de escuchar como una ampliación de la respuesta que Jesús dio a un joven rico, que en cierta ocasión le pidió: «Maestro, ¿qué bueno debo hacer para obtener la vida eterna? ». Jesús le respondió que, “para entrar en la vida”, “para entrar en el Reino de los Cielos” debía vivir prescindiendo de las riquezas. Y como el joven rico lo encontró muy difícil de hacer, Jesús explicó a continuación la parábola que hoy nos ocupa. Para entrar en el Reino de Dios, simbolizado por la viña, basta con quererlo. Pero como toda decisión implica una renuncia, para entrar en el reino de Dios es necesario que no estemos preocupados por las riquezas. La economía que se mueve allí es otra: es la generosidad sin medida, es el amor llevado al máximo.

Dios, representado en la parábola por el dueño de la viña, acoge a todo el mundo, emplea a todo el que esté dispuesto a trabajar —en otras palabras, da una responsabilidad a cada uno. Y no sólo eso, sino que además, nos retribuye a todos por igual; porque el Reino de los cielos no se rige por las leyes humanas. Como decía Isaías en la primera lectura “los pensamientos de Dios no son los de los hombres, y los caminos de los hombres no son los de Dios, sino que los pensamientos del Señor están por encima de los nuestros “tanto como la distancia del cielo a la tierra ». La ley que rige el Reino de Dios no está condicionada por las limitaciones humanas, y por eso, para entrar en ella, debemos renunciar a cosas que aquí nos parecen imprescindibles, pero que no lo son tanto.

Esta plaza donde nos encontramos con el dueño de la viña, es la Eucaristía que estamos celebrando. La Misa de cada domingo es para nosotros el lugar en el que nos encontramos con Dios que quiere darnos trabajo, que quiere acogernos en su viña (en su Reino) y pagarnos a todos con el mismo salario: todos los que hoy estamos aquí hemos recibido el denario de su palabra, su mismo mensaje, y ahora recibiremos los mismos dones eucarísticos, seamos quien seamos, vengamos de donde vengamos.

Y ésta es otra posible interpretación de la parábola: los distintos trabajadores que se presentan a distintas horas del día, pueden significar las distintas edades de la vida en las que se puede oír la llamada de Dios. Tanto si somos ancianos como jóvenes, tanto si hemos oído el Llamamiento de Dios desde pequeños como si la hemos oído de mayores, todos estamos llamados a entrar en el Reino de Dios y ser remunerados por igual con el amor y la misericordia infinitas que Dios quiere darnos. Cada uno de nosotros sabe qué motivos le han llevado a venir hoy aquí: puede que, habiendo oído la llamada de Dios desde siempre o teniendo un compromiso de vida, hayamos venido hoy a Misa con toda la intención de encontrarnos con Dios . Pero también puede que hayamos venido por casualidad, o por otros motivos: por una celebración familiar, por cantar (o por escuchar un buen corazón), porque es tradición de venir con la romería de nuestro pueblo o, simplemente puede que nos hayamos encontrado con la Misa haciendo zapping en casa mirando la televisión… Sea como sea, estamos aquí. Y el Señor lo aprovecha para decirnos que nos quiere a todos, seamos de la hora que seamos. Y al tiempo que nos da a todos la abundancia de su amor, también nos recuerda que nosotros podemos hacer lo mismo con los demás: si Dios es providente y nos sentimos gratificados por los dones que nos ha hecho, porque no hacemos nosotros lo mismo con las personas que tenemos en nuestro entorno? Podemos ser una imagen del amor y la generosidad de Dios si hacemos lo que nos toca con amor, con generosidad, con espíritu de servicio para con los demás, si utilizamos nuestras habilidades para ayudar a los demás. Y todavía podemos intentar sacar un último ejemplo: el Señor nos pide que no tengamos envidia ni nos comparemos con los demás; da igual si somos de los últimos como de los primeros, porque una vez estamos en el ámbito del Reino de Dios, todos seremos recompensados de la misma manera. No nos dé miedo, pues, si oímos la llamada de Dios, de escucharla y prestarle atención; lo que Dios quiere por nosotros debe ser, necesariamente, bueno.

Luke 8:16-18

Amigos, el Evangelio de hoy nos brinda la parábola de una lámpara, que cuando se coloca sobre una mesa ilumina. La luz no es obviamente para iluminarse a sí misma. Sino que por ella vemos cosas. Ilumina las cosas sobre las que resplandece.

Nosotros somos luz por medio de la cual la gente a nuestro alrededor puede ver cosas que valen la pena ser vistas. Es por la propia calidad e integridad de nuestras vidas que brindamos luz, iluminando lo que es hermoso y revelando lo que es feo y desagradable. Es una clara conclusión que el mundo es mucho peor sin cristianos dinámicos. Déjenme ilustrar este principio con un ejemplo. Una de las verdades más dolorosas del último siglo es la debilidad del testimonio cristiano, que ha permitido el florecimiento de algunos de los peores elementos de la sociedad. 

Pensemos acerca de los poderes del mal que se desataron y originaron la Segunda Guerra Mundial. El cristianismo se convirtió en algo tan débil, tan poco persuasivo, tan atenuado, que permitió florecer esta gran maldad. Es verdad que, de hecho, hubo un puñado de cristianos resistiendo, pero debemos admitir que la apabullante mayoría de cristianos apoyaron a Hitler o permanecieron en silencio, quizás por miedo o por indiferencia.

¡Qué hermosa misión la de dar luz al mundo! Es una misión que tenemos nosotros. ¡Es hermosa! Es también muy bello conservar la luz que recibimos de Jesús, custodiarla, conservarla. El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva luz, que siempre da luz. Una luz que no es suya, sino que es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. Y nosotros llevamos esta luz. Si el cristiano apaga esta luz, su vida no tiene sentido: es un cristiano sólo de nombre, que no lleva la luz, una vida sin sentido. Pero yo os quisiera preguntar ahora: ¿cómo queréis vivir? ¿Como una lámpara encendida o como una lámpara apagada? ¿Encendida o apagada? ¿Cómo queréis vivir? [la gente responde: ¡Encendida!] ¡Lámpara encendida! Es precisamente Dios quien nos da esta luz y nosotros la damos a los demás. ¡Lámpara encendida! Ésta es la vocación cristiana.  (Ángelus, 9 de febrero de 2014)

Cleofás, Santo

Discípulo del Señor, 25 de septiembre

Fuente: EvangelioDelDia.org

Discípulo del Señor

Martirologio Romano: Conmemoración de san Cleofás, discípulo del Señor, a quien, con el otro compañero itinerante, ardía el corazón cuando Cristo, en la tarde de Pascua, se les apareció en el camino explicándoles las Escrituras, y después, en la casa de Cleofás, en Emaús, conocieron al Salvador en la fracción del pan.

Breve Biografía

Dos veces aparece este nombre en los Evangelios. Una en San Lucas cuando habla de los dos discípulos que marchaban a Emaús (cfr San Lucas 24; 13, ss) y la otra en San Juan cuando habla de una «María, la mujer de Cleofás» que estaba presente en el Calvario, acompañando a la Virgen, la tarde en que fue crucificado y moría Jesús (cfr San Juan 19; 25,ss).-

Sin que pueda establecerse con certeza que estos dos personajes fueran marido y mujer, ya que varones llamados Cleofás debía haber bastantes en Jerusalén, sí parece que el esposo de esa María del Calvario debía ser un cristiano bastante conocido entre los discípulos, cuando San Juan escribe su evangelio y también que ambos estuvieron muy cerca de los acontecimientos que hoy narramos.-

Es la alborada del Domingo. Unas mujeres, quieren envolver en lienzos el cuerpo y poner perfumes preciosos, a la usanza judía, en el cuerpo de Jesús, ya que no pudo prepararse con finura el viernes por la tarde cuando lo pusieron en el sepulcro.-

El sepulcro está vacío, no tiene cuerpo dentro. Unos ángeles avisan que está vivo el Señor Jesús . Las mujeres, locas de alegría, nerviosas, corren y transmiten la nueva a los discípulos. Pedro y los demás no pueden creer ese inusitado acaecimiento.-

La distancia de Jerusalén a Emaús es de algo más de diez kilómetros. Hacia Emaús caminan ese mismo día dos discípulos del Maestro. Uno de ellos responde al nombre de Cleofás. Van comentando entre ellos los acontecimientos del fracaso de Jesús en los días pasados. –

Las pisadas son pesadas porque llevan la amargura en el pecho. Son tantos años juntos, tantas ilusiones truncadas, tantas promesas secas, tantas alegrías cegadas… hasta los proyectos del Reino se esfumaron con los clavos, la cruz y la lanza. Con Jesús muerto mal se anda.-

Se les unió un caminante como compañero de camino. Ellos temían «ofuscada la mirada». Al preguntar qué les pasa, Cleofás con tono enojado casi le regañó por no estar al día de lo que ha pasado en la Ciudad Santa. Cuando resumen los hechos tan trágicos e impresionantes, el viajero les recordó que ya estaba previsto por los profetas.-

Al acercarse a la aldea, el caminante hace intención de proseguir. Cleofás y su amigo le insistieron: «Quédate con nosotros, que el día ya declina». El caminante accedió, entró con ellos en la casa, se sentó a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió en trozos, y se lo dio. En este instante le reconocieron.-

Ahora, desandar lo andado para decirle a los hermanos que las mujeres mañaneras tenían razón no es pesado, es alegría; avanzan en la noche tan seguros como a pleno día porque lucen mucho las estrellas, los pasos se han tornado ágiles y firmes, el corazón late con fuerza, el gozo se ha hecho vida. Notan la vehemencia de decir pronto a los otros que Jesús sí es el Mesías.Con Jesús Vivo bien se camina.-

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San Cleofás

Oración

Confesamos, Señor, que sólo tú eres santo y que sin ti nadie es bueno, y humildemente te pedimos que la intercesión de San Cleofás venga en nuestra ayuda para que de tal forma vivamos en el mundo que merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.-

Otras celebraciones de hoy: Nuestra Señora de la Fuencisla. Santos: Alberto de Jerusalén, Atanasio, Irene, Baldovino, Sergio, Aurelia, Neomisia, confesores; Arnolfo, Fermín, Solemnio, Lupo, Cástor, obispos; Antila, Bardomiano, Eucarpo, Herculano, mártires; Ermenfredo, abad; Pafnucio, monje; Cleofás, discípulo del Señor.

Escuchar con los oídos del corazón

Santo Evangelio según san Lucas 8, 16-18. Lunes XXV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, amigo mío, estoy en tus manos y ahí quiero permanecer. No quiero sino vivir en tu amor y respirar entre tus manos. ¿Qué es mi vida sin ti? No soy nada pues Tú me traes la paz de la cual mi corazón está sedienta. Tú me traes palabras de vida y hoy quiero escucharlas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 8, 16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «Nadie enciende una vela y la tapa con alguna vasija o la esconde debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entren puedan ver la luz. Porque nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. Fíjense, pues, si están entendiendo bien, porque al que tiene se le dará más; pero al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«El que tenga oídos para oír, que oiga» El ruido y trajín de la vida impiden muchas veces que el corazón del hombre esté atento a la voz de Dios que habla en lo profundo. Basta pensar por un momento en el mar. Podemos nadar, ir y venir, tirarnos clavados de lo más emocionantes… pero si por un momento nos paramos a contemplar en silencio las especies y escuchamos la armonía que hay en él, podremos darnos cuenta que eso es otro mundo.

Parecido pasa con nuestros corazones. Podremos llenarlos de muchas experiencias de lo más variadas, basta pensar en el gran número de músicas que nos llegan a lo largo del día o, también, en la gran cantidad de imágenes que vienen a nuestra mente gracias al internet, instagram, etc. Finalmente nuestros sentimientos podrán subir o bajar dependiendo de la noticia que vemos en Flipboard o el periódico que nos llega a casa.

Tantas y tantas cosas pasan por nuestra cabeza y llegan al corazón. Y creo que hoy Jesús hace que nos preguntemos por un momento ¿Qué lugar abarca en mi vida la Palabra de Dios? ¿Cuánto tiempo dedico a rezar en silencio para escuchar que es lo que Jesús me quiere decir? Sin duda que hay que tener oídos para oír.

Señor, tuyo soy, ¿Qué quieres de mí? Mi vida es tuya y yo no quiero hacer otra cosa fuera de tu voluntad. Quiero vivir totalmente dedicado a buscar lo que Tú quieres. Soy tuyo y para ti nací. Quiero tener un corazón abierto para lo que sea.

«Jesús nos habla de la lámpara, que no se pone debajo del celemín, sino en el candelero. Ella es luz y el evangelio de Juan nos dice que el misterio de Dios es luz y que la luz vino al mundo y las tinieblas no la acogieron. Una luz que no puede esconderse, sino que sirve para iluminar. Uno de los rasgos del cristiano, que ha recibido la luz del Bautismo y debe darla. El cristiano es un testigo. Y precisamente la palabra testimonio encierra una de las peculiaridades de las actitudes cristianas. En efecto, un cristiano que lleva esta luz, debe hacerla ver porque él es un testigo. Y si un cristiano prefiere no hacer ver la luz de Dios y prefiere las propias tinieblas, entonces le falta algo y no es un cristiano completo».

(Homilía del Papa Francisco, 28 de enero de 2016, en Santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a dedicar un momento para visitar una iglesia o santuario dedicado a la Virgen María para pedirle, a ella que estaba atenta a la Palabra de Dios, que me ayude a vivir mi día a día dejando que mi corazón abra la puerta a esta Palabra de vida y responda constantemente con un «fiat» generoso.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El Medio ambiente y el Cristiano

Hay que reconocer la presencia de Dios en la naturaleza

El nuevo Compendio de Doctrina Social de la Iglesia dedica un capítulo entero a temas medioambientales, reconociendo su creciente importancia. Los primeros números animan a los cristianos a considerar el medio ambiente con una actitud positiva, para evitar una mentalidad de desprecio y condena, y reconocer la presencia de Dios en la naturaleza.

Deberíamos ver el futuro con esperanza, recomienda el Compendio, «sostenidos por la promesa y el compromiso que Dios renueva continuamente» (No. 451). En el Antiguo Testamento vemos cómo Israel vivió su fe en un medio ambiente que era visto como don de Dios. Además, «la naturaleza, la obra de la acción creativa de Dios, no es un adversario peligroso».

El Compendio también invita a recordar el comienzo del libro del Génesis, en el que el hombre es puesto como la cima de todos los seres y Dios le confía que cuide toda la creación. «La relación del hombre con el mundo es parte constitutiva de su identidad humana. Esta relación es a su vez resultado de otra relación aún más profunda con Dios» (No. 452).

En el Nuevo Testamento Jesús hace uso de los elementos naturales en algunos de sus milagros y recuerda a los discípulos la providencia de su Padre. Luego, en su muerte y resurrección, «Jesús inaugura un mundo nuevo en el que todo le está sometido y recrea las relaciones de orden y armonía que el pecado había destruido» (No. 454).

Ciencia y tecnología

El concilio Vaticano II reconocía el progreso hecho por la ciencia y la tecnología al extender nuestro control sobre el mundo creado. Mejorar nuestras vidas de este modo está de acuerdo con la voluntad de Dios, concluían los padres conciliares. También observaban que la Iglesia no se opone al progreso científico, que es una parte de la creatividad humana dada por Dios.

Pero, añade el Compendio, «un punto central de todo uso científico y tecnológico es el respeto por los hombres y mujeres, que debe acompañarse también de la necesaria actitud de respeto por todas las criaturas vivas» (No. 459). Por lo tanto, nuestro uso de la tierra no debería ser arbitrario y es necesario que esté inspirado por un espíritu de cooperación con Dios.

Olvidar esto suele ser la causa de acciones que dañan el medio ambiente. Reducir la naturaleza a «términos mecanicistas», suele acompañarse por la falsa idea de que sus recursos son ilimitados, llevando a considerar el desarrollo en una dimensión meramente material, en la que se da el primer lugar «al hacer y tener en vez de al ser» (No. 462).

Si es necesario que evitemos el error de reducir la naturaleza a términos meramente utilitaristas, según el cual sólo es algo que hay que explotar, también es necesario que evitemos irnos al otro extremo haciéndola un valor absoluto. Una visión ecocéntrica o biocéntrica del medio ambiente cae en el error de poner a todos los seres vivos al mismo nivel, ignorando la diferencia cualitativa entre los seres humanos, basada en su dignidad de personas humanas, y otras criaturas.

La clave para evitar tales errores es mantener una visión trascendente. Actuar de modo más responsable hacia el medio ambiente resulta más fácil cuando recordamos el papel de Dios en la creación, explica el Compendio. La cultura cristiana considera las criaturas como un don de Dios, que debe cuidarse y salvaguardarse. El cuidado del medio ambiente también entra dentro de la responsabilidad de asegurar el bien común, por el que la creación se destina a todos. El Compendio también observa que tenemos una responsabilidad con las generaciones futuras.

Biotecnología

Una sección del capítulo se centra en el tema de la biotecnología. Las nuevas posibilidades ofrecidas por estas técnicas son una fuente de esperanza, pero también han levantado hostilidad y alarma. Como regla, observa el texto, la visión cristiana de la creación acepta la intervención humana, porque la naturaleza no es una suerte de objeto sagrado que debemos dejar solo.

Pero la naturaleza es también un don a usar con responsabilidad y, por lo tanto, el modificar las propiedades de los seres vivos se debe acompañar de una evaluación cuidadosa de los beneficios y riesgos de tales acciones. Además, es necesario que la biotecnología se guíe por los mismos criterios éticos que deberían orientar nuestras acciones en las esferas de la acción social y política. Y también se deben tener en cuenta los deberes de justicia y solidaridad.

En cuanto a la solidaridad, el Compendio pide «intercambios comerciales equitativos, sin la carga de injustas estipulaciones» (No. 475). En este sentido es importante ayudar a las naciones a lograr una cierta autonomía en ciencia y tecnología, transfiriéndoles el conocimiento que las ayudará en el proceso de desarrollo. La solidaridad también significa que, junto a la biotecnología, son necesarias políticas comerciales favorables para mejorar la alimentación y la salud.

El Compendio también menciona a los científicos que, estando llamados a trabajar de modo inteligente y con perseverancia para resolver los problemas de suministro de alimentos y salud, también deberían recordar que están trabajando con objetos que forman parte del patrimonio de la humanidad.

A los empresarios y agencias públicas del sector de la biotecnología, el texto les recuerda que junto a la preocupación por lograr un beneficio legítimo, deberían tener presente el bien común. Esto es especialmente aplicable en los países más pobres, y a la hora de salvaguardar el ecosistema.

Compartir los bienes

Se dedica una sección del capítulo a la cuestión de compartir los recursos de la tierra. Dios ha creado los bienes de la tierra para que sean usados por todos, observa el Compendio, y «deben ser compartidos de modo equitativo, de acuerdo a la justicia y la caridad» (No. 481). De hecho, es necesaria la cooperación internacional en temas ecológicos, puesto que suelen ser problemas a escala global.

Los problemas ecológicos suelen estar conectados con la pobreza, con gente pobre incapaz de abordar problemas como la erosión de las tierras de cultivo, debido a sus limitaciones económicas y tecnológicas. Y muchos pobres viven en suburbios urbanos, afligidos por la polución. «En tales casos el hambre y la pobreza hacen virtualmente imposible evitar una explotación intensiva y excesiva del medio ambiente» (No. 482).

La respuesta a estos problemas no es, sin embargo, políticas de control de población que no respetan la dignidad de la persona humana. El Compendio sostiene que el crecimiento demográfico es «plenamente compatible con un desarrollo integral y compartido» (No. 483). El desarrollo debería ser integral, continúa el texto, asegurando el verdadero bien de las personas.

En relación a los recursos naturales hay que considerar el destino universal de los bienes, y particularmente cuando se trata del tema del agua. El acceso inadecuado al agua potable afecta a gran número de personas y suele ser fuente de enfermedades y muerte.

Para el mundo desarrollado, el compendio ofrece algunas notas sobre los estilos de vida apropiados. A nivel individual y comunitario, se recomiendan las virtudes de la sobriedad, la templanza y la autodisciplina. Necesitamos romper con la mentalidad basada en un mero consumo, además de ser conscientes de las consecuencias ecológicas de nuestras elecciones, sostiene el texto.

El Compendio concluye su capítulo pidiendo que nuestra acción hacia la creación se caracterice por la gratitud y el aprecio. Deberíamos recordar también que el mundo revela el misterio de Dios que lo ha creado y lo sostiene. Redescubrir este significado profundo de la naturaleza no sólo nos ayuda a descubrir a Dios, sino que también es la clave para actuar de modo responsable de cara al medio ambiente.

San Fermín: el mártir que ataron a las patas de un toro

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Era de origen romano, nació en Pamplona y fue obispo en Francia, donde murió de forma cruel

San Fermín era hijo de un patricio romano del siglo III después de Cristo. Sabemos que nació en Pompaelo (Pamplona en latín). Sus padres se convirtieron al escuchar la predicación de san Saturnino de Toulouse y lo bautizaron inmediatamente. Ese lugar es llamado Pocico de san Cernín (nombre de Saturnino) y sobre él se construyó una iglesia en el siglo X.

Fermín viajó a Francia a evangelizar. A los 18 años fue a Toulouse y allí fue ordenado sacerdote. Cuatro años más tarde se convirtió en obispo de Amiens.

En Amiens fue detenido y encarcelado por evangelizar. Al manifestar que no pensaba dejar de hacerlo, las autoridades decidieron condenarlo y lo degollaron. Previamente, una tradición explica que lo ataron a las patas de un toro y espantaron al animal por las calles de la ciudad, con lo que el santo sufrió terriblemente.

En 1186, el obispo Pedro de París llevó una reliquia de la cabeza de san Fermín a Pamplona.

La fiesta de san Fermín se celebra el 7 de julio.

Patronazgo

San Fermín es copatrón de la ciudad de Pamplona, que le honra con las fiestas del 6 al 14 de julio, llamadas Sanfermines.

Este es el cántico de los mozos que participan en el encierro:

A San Fermín pedimos,
por ser nuestro patrón,
nos guíe en el encierro
dándonos su bendición
.

Oración

Glorioso mártir san Fermín, por el gran amor que has tenido a Jesús y a María, danos la gracia de conocer, de amar y servir a Dios con el fervor con que tú lo hiciste.

Por la singular limpieza de corazón y alma con que viviste, enséñanos a huir de todo pecado.

Por la confianza que tuviste en Dios, enséñanos a aceptar siempre su voluntad.

Por tu dichosa muerte, alcánzanos la gracia de vivir y morir cristianamente, amando la cruz hasta el final.

(Hacer la petición)

Dios, que nos has dado en San Fermín mártir, un ejemplo perfecto de defensor de la fe católica, concédenos la gracia de predicar el evangelio como él lo hizo, llevando una vida intachable, humilde, de acuerdo con el mensaje de la fe y amor que anunciamos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

¡San Fermín, ruega por nosotros!