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• Matthew 13:10-17

En el Evangelio de hoy, Jesús nos explica que habla en parábolas para desconcertar a las multitudes que “miran, pero no ven y oyen pero no escuchan ni entienden”. Las parábolas de Jesús son a menudo ejercicios cuyo propósito es desconcertar y confundir al oyente, anulando sus expectativas y alterando las convicciones teológicas.

Dios es justo, pero a la luz de la parábola del dueño de la viña, uno se da cuenta que la noción ordinaria de justicia solo indica vagamente cómo es la justicia divina. Dios es compasivo, pero después de escuchar la historia del hijo pródigo, uno sabe que la compasión divina supera infinitamente al más radical amor humano.

¿Pero por qué el Dios bíblico es tan evasivo? Porque Él ha traído a la existencia todo el universo finito. Dios debe ser otro de manera que trascienda todos y cada uno de los modos descubribles dentro de la creación.

«La Biblia dice que Moisés hablaba al Señor cara a cara, como un amigo». Y «así debe ser la oración: libre, insistente, con argumentaciones». Incluso «“reprendiendo” un poco al Señor: pero tú me has prometido esto y no lo has hecho».

«Moisés bajó del monte radiante. Había conocido aún más al Señor. Y con esa fuerza que le había dado retoma su trabajo de guiar al pueblo hacia la tierra prometida». Pidiendo al Señor que «nos dé a todos nosotros la gracia, porque rezar es una gracia»

Y es también «esto lo que hace la oración en nosotros: nos cambia el corazón, nos hace comprender mejor cómo es nuestro Dios». Pero para esto, añadió el Pontífice, «es importante hablar al Señor no con palabras vacías como hacen los paganos».

Es necesario, en cambio, «hablar con la realidad: pero, mira, Señor, tengo este problema en la familia, con mi hijo, con este o con el otro… ¿Qué se puede hacer? Pero mira que tú no me puedes dejar así». La oración necesita y requiere tiempo. (Homilía Santa Marta, 3 abril 2014)

 

 

Pantaleón, Santo

Mártir, 27 de julio

Por: Redacción | Fuente: Corazones.org

Martirologio Romano: En Nicomedia, de Bitinia, san Pantaleón o Pantalaimón, mártir, venerado en Oriente como médico que ejercía su arte sin retribución alguna (c. 305).

Etimológicamente: Pantaleón = Aquel que se compadece de todos, es de origen griego.

Breve Biografía

Médico nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del 305.

Lo que se sabe de San Pantaleón procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que está en el Museo Británico. Pantaleón era hijo de un pagano llamado Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Su maestro fue Euphrosino, el médico mas notable del imperio. Fue médico del emperador Galerio Maximiano en Nicomedia.

Conoció la fe pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la apostasía. Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole a que conociera «la curación proveniente de lo más Alto», le llevó al seno de la Iglesia. A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor.

En el año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia. Pantaleón regaló todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe. Los cuatro fueron condenados a ser decapitados. San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor.

 

Las actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda del Señor, Pantaleón salió ileso. Luego permitió libremente que lo decapitaran y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma simbólica de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo tomaron como ejemplo de santidad.

En Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía gratuitamente a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la antiguedad.

Se conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla (Turquía) y Ravello (Italia).

El Milagro de su sangre

Una porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de hueso del santo por el virrey de Nápoles. En Madrid lo custodian las religiosas Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.

 

La sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona [o ocurre el fenómeno de licuefacción], como la sangre de San Jenaro, sin intervención humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada 26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005, cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de cientos de visitantes. El monasterio abre las puertas al público para que todos sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales.

Muchas veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia. La iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente que es «un regalo de Dios».

Para facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995 las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.

La sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos dice Dios con este portento?.

Acaso no necesitamos este testimonio valiente de quien dio su vida por la fe. Su sangre nos recuerda nuestra propia responsabilidad de vivir la fe en un tiempo donde tantos caen en la apostasía o simplemente en la indiferencia. Cuanto necesitamos el ejemplo de San Pantaleón, quien supo vivir su profesión al servicio de Jesucristo.

 

 

¿Qué quieres hoy de mí Señor?

Santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17.

Jueves XVI del Tiempo Ordinario

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Aquí esto Señor…. Vengo ante ti… Abre mi corazón.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17

En aquel tiempo se acercaron a Jesús sus discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos; pero a ellos no. Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Ustedes oirán una y otra vez y no entenderán; miraran y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y ha tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve. Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Solemos decir en el lenguaje cotidiano: «Dios me lo dijo», escuché a Dios, Dios me lo mostró…

Dios me llamó… ¿Es una metáfora?, ¿una forma de decir?, ¿una imagen que me sirve sólo para explicar?…

Recurro a mi memoria y me encuentro con momentos, circunstancias… ocasiones en donde no sé cómo; no sé cuándo… ahí en lo profundo de mi conciencia, me lo dijo, escuché, me mostró, me llamó…

Encontré consuelo, aridez; descanso, vértigo…; miedo, confianza, sentido…encontré amor. Es una extraña seguridad.

Es un verdadero don, pues hay personas que ven lo que yo veo…escuchan lo que yo escucho y viven lo que yo vivo pero, al final, es como si fueran cuadros distintos. Sin embargo este don que me has querido dar… es, definitivamente un designio de bondad que trae mucha responsabilidad.

Un don que hay que agradecer, donde la pregunta correcta no es: ¿por qué… por qué a mí? Sino ¿para qué Señor? ¿Qué quieres que haga con todo esto que me das?

No permitas que cierre mi corazón ante el don de tu amor; que cierre mis oídos ante tu voz.
¿Qué quieres hoy de mí, Señor?…

 

 

«Formarse supone ser capaces de acercarse con humildad al Señor y preguntarle: ¿Cuál es tu voluntad? ¿Qué quieres de mí? Sabemos la respuesta, pero tal vez nos haga bien recordarla, y para ello les propongo las tres palabras del Shemá con las que Jesús respondió al Levita: “amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas”». (Homilía de S.S. Francisco, 1 de abril de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ir a visitar al Santísimo y pedir, de una manera especial, por las vocaciones, para que todos sepan escuchar su llamado.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

La virtud del esfuerzo según san Simeón el Estilita

San Simeón el Estilita (389-459) asombró a los que le rodeaban con su devoción y sentido del sacrificio. Algunos lo consideran exagerado, pero podemos sacar algunas lecciones de su vida sobre la virtud del esfuerzo

Antioquía, siglo V. Mientras su mente intenta comprender el absurdo que le acaban de lanzar, el monje Bassos mira al hermano Simeón con la boca abierta. Este último sonríe serenamente mientras espera la respuesta a su petición. Como si no le hubiera pedido a Bassos que lo encerrara en su celda durante la Cuaresma.

– ¿Has perdido la cabeza?, finalmente exclama el monje. ¿Amurallarte durante cuarenta días sin agua ni comida? ¡De ninguna manera!

Es verdad que los monjes deben ser aún más frugales y ligeros durante la Cuaresma. Y Simeón es conocido por sus intensas penitencias y sacrificios por el Señor. ¡Pero el esfuerzo no significa locura! Al ver la mirada escandalizada de su amigo, Simeón le pide que deje un poco de pan y una jarra de agua por si su cuerpo ya no aguanta. Pero vuelve a rogar a Bassos que acceda a su loca petición.

Para agradar a Dios

De hecho, Simeón ha sido un amante de Cristo desde la infancia. Todo comienza el día que sus padres lo llevan a misa. Después de escuchar un sermón sobre las Bienaventuranzas, el pequeño Simeón quiere saber cómo entrar en el reino de Dios. Se apresura a interrogar al sacerdote. Este le dice que debe rezar, rezar de nuevo y hacerse monje.

Poco después, Simeón tiene un sueño. Se ve a sí mismo, con los pies en el barro, cavando los fundamentos. Mientras cava y cava, sus brazos se cansan y quiere parar. Entonces una voz suave pero firme le susurra al oído.

– ¡Vuelve a cavar!¡Puedes construir cuando hayas cavado bien!

Cuando se une al monasterio de Teleda, Simeón solo tiene una idea en mente: agradar a Dios sin reservas.

Impresiona y asusta a sus hermanos por los sacrificios que se impone a sí mismo, particularmente en forma de ayuno. Al hacer esto, Simeón comparte el dolor de Cristo y hace penitencia por el mundo.

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Lo envían de regreso, esperando que cuide su salud. Pero no hay manera. Simeón se refugia en una cisterna.

Cinco días después, es llamado de regreso al monasterio. Diez años después, va a Tellamisos, cerca de Antioquía, acompañado del hermano Bassos.

De mala gana, este último acepta la petición de su hermano. El día de Pascua se apresura a liberar a Simeón de su celda. Su corazón casi se detiene cuando lo descubre en el suelo. Se apresura a hacerle beber el agua del cántaro que no ha tocado. El enclenque monje tampoco ha tomado una miga.

«No he excavado lo suficiente«, dice, para consternación de Bassos.

28 cuaresmas y una columna del cielo De hecho, Simeón no está satisfecho con su Cuaresma. Entonces, una vez celebrada la Pascua, comienza de nuevo por segunda vez. Luego una tercera.

Una décima. Hasta repetir la hazaña veintiocho veces. Al cabo de estos tres años, el ejercicio le parece demasiado fácil a Simeón para seguir haciendo penitencia de esta manera.

Después de muchas reflexiones, Simeón parte hacia Siria y descubre unas ruinas en la cima de una montaña. Entre ellas, una columna sigue en pie. Sin dudarlo, el monje sube y se instala en la cima. Inmediatamente, se siente más cerca de Dios. Tanto es así que Simeón nunca más volverá a bajar.

 

Su nombre luego se extiende como la pólvora. Va gente de todas partes a verlo. Los obispos le piden consejo, los enfermos imploran su bendición y los peregrinos rezan a su lado. Obtiene varios milagros.

Incluso en la parte superior de su columna, Simeón dedica tiempo a quienes acuden a él. El propio emperador Teodosio II lo estima mucho. Simeón muere en una posición de oración todavía encaramado a lo alto de su columna en el año 459. Se dice que pasó treinta años entre el cielo y la tierra.

La virtud del esfuerzo

A través de la lupa de los tiempos modernos, los sacrificios de san Simeón el Estilita parecen excesivos.

Pero la vida del monje que quería agradar a Dios no está exenta de lecciones. Cualquier esfuerzo repetido se vuelve cada vez menos doloroso. Es bueno tener esto en cuenta cuando te esfuerces por cumplir tus propósitos de Cuaresma.