TERCERA SEMANA DE PASCUA 

JUAN 10, 27-30 

Amigos, nuestra lectura del Evangelio de hoy es extremadamente corta, pero está llena de significado teológico y espiritual. Primero escuchamos una voz que dice: “Mis ovejas oyen mi voz . . .” Qué maravilloso y extraño que el cristianismo no sea un conjunto de ideas. No es una filosofía o una ideología. Es una relación con alguien que tiene una voz. Los primeros discípulos tuvieron el privilegio de escuchar la voz del Jesús histórico, con su tono y textura muy particulares.

Nosotros también escuchamos su voz, a nuestra manera, cuando escuchamos las Escrituras que son proclamadas en la Misa. Eso sí, no sólo leemos la Biblia; escuchamos la Biblia. Escuchamos también la voz de Jesús cuando hablan los Obispos y los Papas. Podemos también escuchar la voz de Jesús en nuestra conciencia, lo que Newman llamó “el vicario originario de Cristo en el alma”.

También podemos escuchar la voz de Jesús en los buenos amigos espirituales, en aquellas personas que nos consuelan y nos desafían, nos llaman a ideales superiores y nos alientan cuando caemos. Escuchamos a Jesús porque nos está guiando a una vida renovada y transformada hacia lo alto con Dios.

Dos hilos conductores podemos descubrir en las lecturas de hoy: la figura del pastor y la alegría. En los tiempos que corren podemos apreciar fácilmente que estamos rodeados de conflictos, la pandemia aún no ha terminado, los migrantes y refugiados son cada vez más, la inestabilidad económica en varias regiones del mundo sigue… No es difícil perder la alegría, o buscarla en lugares equivocados. La imagen del pastor bello y bueno que da la vida por sus ovejas nos puede dar y /o devolver la auténtica alegría que necesitamos.

El pastor que da vida eterna

Es importante leer todo el capítulo 10 del Evangelio de Juan para comprender mejor el contexto literario y la situación vital que enmarcan los pocos versículos que hemos leído y escuchado hoy en la liturgia. Jesús declara abiertamente que Él es el Pastor que da vida eterna. Jesús, pastor, conoce a sus ovejas y a su vez, las ovejas conocen a su Pastor. Parece un simple juego de palabras, pero no lo es. La profunda relación que se describe es fundamental. Si las relaciones nos definen -como diría un venerable hermano- la relación oveja-pastor es una de ellas.

No solamente el Pastor conoce a sus ovejas, sino que también esas ovejas conocen a su pastor, porque conocen su voz; le escuchan, y le siguen. Las ovejas están seguras bajo el cuidado del Pastor bueno y bello. La seguridad no está en ninguna fuerza humana, sino en las manos del Padre; el Padre de todos. Jesús revela así la profunda comunión que existe entre El y el Padre, y es más, nos hace partícipes de esa comunión porque nos comunica la vida verdadera.

Podemos preguntarnos si la vida que estamos viviendo es VIDA de verdad, o simplemente estamos sobreviviendo, cada uno y cada una como mejor puede. Pero, ¿es esta la vida verdadera que me ofrece Jesús, el pastor bueno? ¿Cómo estoy siguiendo a Jesús, pastor? ¿Cómo experimento en mí la vida eterna que Jesús da?La antífona del salmo que hemos repetido una y otra vez viene a ser como un “bajo continuo” que nos invita a tomar conciencia de lo que somos como Iglesia, como comunidad eclesial: somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Responder honestamente a las preguntas antes planteadas nos lleva a tomar una decisión. Decidir u optar por escuchar a Jesús o escuchar las “otras voces” -que son demasiadas-. No es un tarea fácil, pero debes hacerla si queremos vivir auténticamente como discípulos y discípulas de Jesús. Si optamos por escuchar a Jesús, y seguirlo, entonces, El será nuestro Pastor y recibiremos la vida eterna, por lo tanto, es el motivo de nuestra alegría, la verdadera alegría que sostiene toda nuestra vida y que supera todo entendimiento. Entonces podremos estar confiados de que algún día estaremos con aquella muchedumbre de toda raza, lengua y nación que alaba al Cordero, que es su pastor. De manera particular, hoy rezamos por nuestros obispos, quienes son y deben continuar siendo, a ejemplo de Jesús, pastores que dan vida verdadera porque no nos conformamos con menos.

Estas palabras nos ayudan a comprender que nadie puede decirse seguidor de Jesús si no escucha su voz. Y este «escuchar» no hay que entenderlo de una manera superficial, sino comprometedora, al punto que vuelve posible un verdadero conocimiento recíproco, del cual pueden surgir un seguimiento generoso, expresada en las palabras «y ellas me siguen». Se trata de un escuchar no solamente con el oído, sino ¡una escucha del corazón! (REGINA COELI 17 de abril de 2016)

Bonifacio IV, Santo LXVII Papa, 8 de mayo

LXVII Papa

Martirologio Romano: En Roma, junto a la basílica de San Pedro, san Bonifacio IV, papa, que obtuvo del emperador Focas el templo del Panteón, el cual transformó en iglesia dedicada a la santísima Virgen y a todos los mártires, y fomentó mucho la disciplina monástica ( 615).

Etimológicamente: Bonifacio = Aquel que hace el bien, es de origen latino.

Breve Biografía

Hijo de Juan, un médico, marso de la provincia y ciudad de Valeria; sucedió a Bonifacio III tras un paréntesis de unos nueve meses; consagrado el 25 de Agosto de 608; murió el 8 de Mayo de 615; (otras fuentes indican que fue consagrado el 15 de Septiembre de 608 y murió el 25 de Mayo de 615).

En tiempos del Papa San Gregorio Magno fue diácono de la Iglesia romana y tuvo el cargo de dispensator, esto es, el primer funcionario en lo relativo a la administración de los patrimonios.

Bonifacio obtuvo el permiso del emperador Focas para convertir el Panteón en una iglesia cristiana, y el 13 de Mayo de 609 el templo erigido por Agripa a Júpiter Vengador, a Venus, y a Marte fue consagrado por el Papa a la Virgen María y a todos los mártires.(De ahí el título de Santa María Rotunda).

Fue el primer ejemplo en Roma de transformación de un templo pagano en lugar cristiano de culto. Se dice que veintiocho carretas de huesos sagrados fueron sacadas de las Catacumbas y colocadas en un recipiente de pórfido bajo el altar mayor.

Durante el pontificado de Bonifacio, Melitón, el primer obispo de Londres, fue a Roma «a consultar al Papa sobre cuestiones importantes relativas a la recientemente establecida Iglesia de Inglaterra».

Mientras estaba en Roma asistió a un concilio que se estaba celebrando entonces referente a ciertas cuestiones de «la vida y paz monástica de los monjes», y, a su partida, se llevó consigo los decretos del concilio junto con cartas del Papa a Lorenzo, arzobispo de Canterbury, y a todo el clero, al rey Etelberto, y a todo el pueblo inglés «referentes a lo que tenía que observarse por la Iglesia de Inglaterra». Los decretos del concilio hoy existentes son espurios.

Entre 612 y 615, San Columbano, que entonces vivía en Bobbio, Italia, fue persuadido por Agilulfo, rey de los Lombardos, para que dirigiera a Bonifacio IV una carta sobre la condena de los «Tres Capítulos» que es notable a la vez por sus expresiones de exagerada deferencia y su tono de aspereza excesiva.
En ella dice al Papa que está acusado de herejía (por aceptar el Quinto Concilio, esto es, el de Constantinopla, 553), y le exhorta a convocar un concilio y demostrar su ortodoxia. Pero la carta del impetuoso celta, que no captó la importancia del problema teológico implicado en los «Tres Capítulos», parece no haber perturbado lo más mínimo su relación con la Santa Sede, y sería erróneo suponer que Columbano se consideraba a sí mismo como independiente de la autoridad papal.

Durante el pontificado de Bonifacio hubo mucha aflicción en Roma debido al hambre, la peste, y las inundaciones. El pontífice murió en retiro monástico (había convertido su propia casa en un monasterio) y fue enterrado en el pórtico de San Pedro. Sus restos fueron trasladados tres veces-en el Siglo X u XI, a fines del Siglo XII bajo Bonifacio VIII, y al nuevo San Pedro el 21 de Octubre de 1603.

Dios está conmigo

Santo Evangelio según san Juan 10, 27-30. Domingo IV de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Que en esta recta final de la Pascua pueda yo, Señor, continuar amándote con mi pequeña entrega de amor. Especialmente ahora, que me dispongo para hablar contigo, concédeme la gracia de no desear nada más que encontrarte a ti… Tan solo eso me basta.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 10, 27-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Aunque cortos y veloces, estos fragmentos evangélicos llevan consigo tal densidad de lo que es nuestra fe cristiana, que jamás comentario o interpretación alguna logrará cubrir su infinita profundidad, porque es una cuestión entre Dios y yo…

Tan solo miremos dentro de nosotros mismos y contemplemos: Cristo es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas… ya es decir mucho que un hombre pueda dar la vida por un simple animal, pues demuestra un amor enorme. Si de este modo nos ama Jesús, que es Dios y hombre, ¿por qué no pensar más seguido en el amor con el que nos ama el Padre?… «Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre».

¿Puede alguien conocer exactamente cómo es en realidad la relación que yo tengo con Dios? ¿Sería acaso capaz de describir cuánto me ama a MÍ? … Él nos ama a cada uno con entrega especial, y yo también puedo amarle de modo especial, de una forma totalmente diferente respecto a nuestro afecto hacia las personas, por más cercanas que éstas sean.

La resurrección de Jesucristo será siempre el vivo recuerdo del amor de Dios por nosotros, el recuerdo perenne de que Él venció a la muerte, destino que tendríamos si el pecado continuase encadenado a nosotros… con Cristo, nuestras únicas cadenas son las del amor.

«Jesús sana siendo un pastor que da vida. Dando su vida por nosotros. Jesús le dice a cada uno: “tu vida es tan valiosa para mí, que para salvarla yo doy todo de mí mismo”. Es precisamente esta ofrenda de vida lo que lo hace el buen Pastor por excelencia, el que sana, el que nos permite vivir una vida bella y fructífera. La segunda parte de la misma página evangélica nos dice en qué condiciones Jesús puede sanarnos y puede hacer nuestra vida bella y fecunda: “Yo soy el buen pastor, —dice Jesús— conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco al Padre”. Jesús no habla de un conocimiento intelectual, sino de una relación personal, de predilección, de ternura mutua, un reflejo de la misma relación íntima de amor entre Él y el Padre. Esta es la actitud a través de la cual se realiza una relación viva y personal con Jesús: dejándonos conocer por Él. No cerrándonos en nosotros mismos, abrirse al Señor, para que Él me conozca. Él está atento a cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón profundamente: conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, los proyectos que hemos logrado y las esperanzas que fueron decepcionadas».

(Homilía de S.S. Francisco, 22 de abril de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Poner especial atención a los signos de amor de Dios en este día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Mis ovejas escuchan mi voz

Cristo quiere que vivamos siempre con Él.

1. Ya Pablo ha sido elegido por Jesús resucitado, -¡qué adquisición!-, y viaja con Bernabé a la patria de éste, Chipre. Desde allí, llegan a Antioquía de Pisidia, en Anatolia, lo que hoy es Turquía asiática. Pablo y Bernabé van el sábado a la sinagoga. Después de la lectura, los jefes les invitaron a hablar. Tomó Pablo la palabra, e hizo una rápida síntesis de la historia de la salvación. Los judíos les invitan a que vuelvan a hablar el próximo sábado: «Permaneced fieles, les despiden, a la gracia de Dios». Lleno impresionante el siguiente sábado: «Casi toda la ciudad se congregó para oír la palabra de Dios» Hechos 13,14. Los Apóstoles rebosan de alegría. Los judíos se recomen de envidia. Contradicen su predicación y les insultan. Así acontecía el rechazo general de los judíos al Evangelio. Pablo decide: «A vosotros había que anunciar antes que a nadie la palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos vamos a los gentiles».

2. El rechazo del evangelio en la sinagoga, se extiende a la ciudad, incitado por los judíos que sublevaron a las mujeres distinguidas y devotas, y promovieron un motín contra Pablo y Bernabé. «Ya comienza a alborotarse el demonio, algo le trae», decía Teresa de Jesús. Pero esta oposición es providencial. Dios escribe con renglones torcidos, que no son torcidos. De hecho la palabra del evangelio comienza a abrirse paso entre los paganos. Es su destino. La universalidad. «Dios quiere que todos los hombres se salven» (1 Tim 2,4). No escucharon porque no eran ovejas de Jesús.

3. Lo mismo había ocurrido con Jesús. Los judíos que no aceptaban su palabra, murmuraban, como el antiguo pueblo de Israel. Murmurar es no querer creer. Con la murmuración, con el rechazo a la palabra, se impide el movimiento de atracción del Padre hacia Jesús, su revelador. Mientras Jesús atrae exteriormente con sus palabras y signos, el Padre atrae actuando en el interior por la gracia de su Espíritu. Las tres lecturas de hoy nos hablan del gran don de la Pascua: la vida eterna, vida que ya poseemos ahora y que esperamos conseguir plenamente en el cielo. Decía Santa Teresita: “No sé qué poseeré más en el cielo. Todo lo tengo ya aquí”. Le falta la plenitud en la visión y en el gozo del amor. Por eso al morir dice: “Yo no muero. Entro en la Vida”. Proclamemos que la vocación del cristiano es la vida eterna, vocación que no sólo no excluye, sino que implica con mayor ahínco y tenacidad nuestra lucha en la tierra para construir un mundo mejor donde reine la justicia, la paz, el amor, como frutos de santidad.

4. Los convertidos de Antioquía de Pisidia aceptaron llenos de alegría la palabra de Dios que los llamaba a “la vida eterna”, conquistada y prometida por el buen Pastor: “Yo doy a mis ovejas la vida eterna”. El Apocalipsis nos dice poéticamente la realidad de esta vida eterna, la bienaventuranza final. San Juan nos presenta su visión de una muchedumbre inmensa, marcados en la frente con “el sello del Dios vivo” significando que están bajo su protección. El número de los marcados es de 144.000, o sea, 12.000 por cada una de las 12 tribus del nuevo Israel. No es un número cerrado, como pretenden algunas sectas, sino un número convencional de la totalidad del pueblo de Dios, según el simbolismo de las cifras, constante en el Apocalipsis.

5. Después, el águila de Patmos nos traslada al cielo y nos muestra la muchedumbre de señalados llegados ya a la meta después de haber combatido victoriosamente en la tierra. Y describe su felicidad con el único lenguaje posible e inteligible, el de las imágenes alegóricas. Enumera los signos de la bienaventuranza de “los que vienen de la gran tribulación”. Es el contraste entre las penalidades de esta vida y la felicidad de la otra. Los salvados visten “túnicas blancas”, símbolo de pureza, limpieza y santidad. Esta preferencia por el color blanco se explica por el carácter litúrgico del libro, pues la túnica blanca o “alba” era de uso común en la liturgia hebrea y cristiana. Llevan “palmas en sus manos”, emblema de triunfo, de victoria y de alegría, típico en la fiesta judía de las Tiendas o Tabernáculos. Están “ante el trono de Dios”. La visión de Dios es el elemento esencial de la bienaventuranza, el objetivo supremo de la esperanza cristiana. “Le dan culto en su santuario”. En el santuario del templo de Jerusalén únicamente podían entrar los sacerdotes. En el cielo, todos los salvados están dentro del santuario porque son un pueblo sacerdotal (Ap 5,10).

“Y Dios acampará entre ellos y desplegará su tienda sobre ellos”, como el jeque beduino que acoge bajo la sombra de su tienda al peregrino que cruza el ardiente desierto. ¡Seremos Huéspedes de Dios bajo su tienda en comunión de vida y de amor, espirando al Espíritu Santo, en las mismas acciones de la Vida Trinitaria! Allí estará inmortalmente reunida la familia de los hijos de Dios en la casa del Padre celebrando permanentemente las bodas de amor de su Hijo con su esposa la Iglesia: “¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!” (Ap 19,9). El amor es festivo. Allí ya no existirán aquellos sufrimientos que atormentaron al pueblo de Dios en su travesía por el desierto, pues, “ya no pasarán hambre ni sed, ni les hará daño el sol ni el bochorno”. Es un amor sin divorcio, sin malos tratos, sin temor a perderlo. «Yo no te fallaré nunca. Aunque una madre se olvidara del hijo de sus entrañas, yo te llevo en mis palmas». (ls. 49, 15). Jesucristo, el Buen Pastor: “El Cordero que está delante del trono los apacentará”. Cordero convertido en Pastor.

Con esta misma imagen expresa Jesús en el evangelio su solicitud amorosa por los suyos: “Como pastor pastorea su rebaño: recoge en sus brazos los corderitos, los lleva en su regazo, cuida las madres” (Is 40,11). Busca la oveja perdida y la carga sobre sus hombros y se compadece del pueblo, pequeño rebaño, a quien ve como ovejas sin pastor. “Yo soy el buen Pastor. Yo conozco mis ovejas y les doy la vida eterna”. En Europa apacientan los toros y las vacas para comer su carne. En Israel pastorean las ovejas para aprovechar su leche y su lana, y por eso permanecen mucho tiempo con el pastor, que les toma cariño, conoce su carácter y hasta las llama por el nombre que el mismo pastor les ha impuesto. El Buen Pastor sabe quién somos cada uno, nuestro carácter y temperamento, nuestra vida y nuestros trabajos, defectos y también nuestras cualidades positivas. Nos tiene en cuenta. Previene, envía a nuestros ángeles con conocimiento de nuestra situación habitual y de cada ocasión. Y el buen Pastor los conduce hacia “fuentes de agua viva”. Y “Dios enjugará las lágrimas de sus ojos que las tribulaciones les hicieron derramar”.

6. Somos un pueblo peregrino en marcha hacia la meta final, donde la fe se convertirá en visión, la esperanza en posesión, el dolor en gozo, el destierro en patria. Pero bajo la tienda de Dios “no pasarán hambre ni sed” los que en este mundo hayan apagado el hambre y la sed de sus hermanos; y “Dios enjugará las lágrimas” de los que en este mundo hayan enjugado las lágrimas de sus hermanos con la práctica de las obras de misericordia: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; estaba enfermo, y me visitasteis… En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis… E irán los justos a la vida eterna”.

7. Nos narra San Juan que los judíos estaban inquietos por el origen de Jesús y se lo manifiestan: – «Si eres el Cristo, dínoslo claramente de una vez». – «Os lo he dicho con toda claridad y no me habéis creído». Tenéis ante vuestros ojos mis credenciales, mis obras. Pero no me creéis porque no sois de las ovejas de mi rebaño, pues «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen» Juan 10, 27. Los que escuchan su voz están abiertos al proyecto de Dios y lo miran con simplicidad, sin condicionarlo ni prejuzgarlo. Para comprender a alguien es necesario sintonizar con él, poseer una mínima afinidad con él, simpatizar con su persona y escucharle atentamente para poder comprender lo que nos dice o intenta transmitirnos. Poco a poco, contando con el factor tiempo, el que así escucha, acaba no sólo por entenderle, sino por identificarse con él.

8. Ocurre en Palestina donde hay muchos y distintos rebaños. Cuando llega el pastor por la mañana al redil, donde la noche anterior diferentes pastores han encerrado sus propios rebaños, comienza a llamar a las ovejas, y cada una reconoce la voz de su pastor. ¿Es fácil reconocer la voz del pastor? Para las ovejas sí lo es. El timbre de una voz queda grabado en el oído de las ovejas a fuerza de tanto oírlo y de sentir una querencia por él. Nosotros tenemos a nuestro alcance la posibilidad de oír cuantas veces queramos la voz del Pastor.

9. «Las ovejas oyen y conocen su voz». Escuchan la palabra de Dios, que levanta el alma caída, desinfla la hinchada, corta lo superfluo, suple lo defectuoso y sana las almas. Porque es espada de dos filos (Hb 4,2), que corta lo que estorba y lo que impide el crecimiento. No nos cansemos de oír su palabra. Cuando leemos la Escritura es la voz de Jesús la que nos habla, es su misma palabra la que escuchamos. Por eso quien desconoce la Escritura desconoce a Cristo (ambos Testamentos) dice San Jerónimo. Pero hay que conocerla genuinamente, e integralmente, no leerla ni funtamentalísticamente, ni selectivamente y a retazos, discriminando y eliminando los más exigentes, teniendo en cuenta el género literario y la cultura en que se escribió. Para captar el mensaje de la Escritura, es necesario oír su explanación o exégesis. Y, sobre todo, orar la Escritura: «El Espíritu os enseñará toda la verdad» (Jn 16,13). Un paso más será conocer a los Santos Padres, que gozaron de un carisma especial para su interpretación: «Dios les dio una sabia perspicuidad para penetrar en el valor de la palabra revelada» (Card. Herrera). Y conocer a los místicos, a los nuestros sobre todo: San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Y escuchar el Magisterio de la Iglesia. En el Sínodo del Concilio, afirmaron los Padres sinodales: «La Iglesia se prepara para el año 2000 celebrando los Santos Misterios de Cristo bajo la Palabra de Dios para la salvación del mundo».

10. Las hagiografías de los grandes cristianos que vivieron con heroísmo la Palabra, son un espléndido manjar y sustancioso, que no podemos despreciar: La Iglesia ha puesto en el candelero a Santa Teresita del Niño Jesús, Nueva Doctora de La Iglesia, luz para la modernidad. Y a otros muchos, innumerables.

11. Pero hay que oír su voz también en los acontecimientos y en las vicisitudes por las que estamos pasando, o por las que hemos de vivir. También le hemos de escuchar en lo que nos dice un hermano o la comunidad, o en el consejo que cualquiera pueda darnos. No nos creamos portadores seguros y únicos de la verdad, que nos estrellaremos y sembraremos de sal el campo de la Iglesia, queriendo acaparar, y apagaremos el Espíritu.

12. «Yo las conozco». El nos conoce a fondo, tal como somos y sin las caretas que nos ponemos para vivir en sociedad. «Y ellas me siguen». No se trata pues de tener un conocimiento conceptual y teórico de Jesús, sino de seguirle vitalmente, caminando con él, rastreando sus huellas: «El que quiera venir en pos de mí, tome su cruz cada día, y que me siga» (Mt 10,38). Los oyentes de Jesús, todos oían, pero no todos escuchaban, ni menos, no todos practicaban. Por eso dijo: «No todo el que dice: «Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos; sino el que cumple la voluntad de mi Padre» (Mt 7,21).

13. «Y yo le doy la vida eterna». Quiere que vivamos para siempre con él. Cuando dos se aman sienten horror de tener que separarse algún día. Cuentan los días y los minutos. Alejandro Casona en “Corona de amor y muerte» dice en el acto 3.° «Diez años. Pero ¿sabes, lo que son diez años felices de mujer? No, pobre Pedro, ni lo sospechas siquiera. Son tres mil días de angustia entre todos los miedos posibles: el de perder la juventud y la belleza, el de no en¬contrarte una mañana al despertar, el de sólo pen¬sar que dejaras de quererme. Y, a veces, el más terrible y estúpido de todos: el miedo de que algún día, sin saber cómo, pudiera dejar de quererte yo». (Madrid 1967). A Jesús nadie podrá arrebatarle de la mano al que él conoce y ama y le da la vida. Imaginad una mano grande. Imaginad que cada uno de nuestros nombres están tatuados en esa mano: «En mis manos te llevo tatuada» (Is 49,16). Cuando alguien quiere quitarle nuestro corazón de su mano El nos aprieta más fuerte y no nos suelta. Y da como la razón de esa unión con él: «que mi Padre me las ha dado».

Es la respuesta de un niño, cuando queremos quitarle algo de su mano, aunque sea jugando: Me lo ha dado mi padre. Y como yo y el Padre somos uno, tampoco nadie podrá arrebatarlas de la mano de mi Padre. Fieras salvajes, lobos y hienas, causaban espanto a los pastores. Esa era la hora de conocer al pastor genuino y auténtico. Al que apacentaba por el salario y al que lo hacía por amor. Aquél huía ante las fieras, éste las defendía con la honda, el báculo, a brazo partido. Jesús, el Buen Pastor no deja a sus ovejas en las garras del león. Muere en la cruz por salvar sus ovejas, nosotros. Jesús nos comunica su unión íntima e inefable con el Padre, llena a rebosar de cariño y de ternura. Y con ese amor, la mano de los dos nos tienen aprisionados con afecto inenarrable, que hemos de agradecer y pedir que crezca para nuestra fidelidad y gloria de los dos.

14. Como «ovejas de su rebaño» Salmo 99, esperamos, pasada la gran tribulación, lavados y blanqueados nuestros mantos en la Sangre del Cordero, ser conducidos hacia fuentes de aguas vivas. «Allí Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos» Apocalipsis 7, 9. A esa fuente de aguas vivas venimos hoy a beber en la Eucaristía, «donde hace el universo nuevo», acompañados por la celestial Madre del Buen Pastor.

Anunciar la Pascua

¡No tengáis miedo de vuestra debilidad y de vuestra incapacidad! Jesús ha dicho: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

La Cruz. La esperanza había quedado sepultada. Los discípulos huyeron (todos menos Juan). La tumba engullía el cuerpo del Maestro, mientras unas mujeres lloraban, sin comprender el porqué de aquel misterio.

Los milagros, las parábolas, los discursos, el entusiasmo de la gente. Mil recuerdos pasaban por la mente de los primeros discípulos. ¿Había sido un sueño? ¿Vivieron una ilusión vana? ¿Un engaño, un fracaso, un sinsentido?

Al tercer día, el domingo, brilló la esperanza. Son mujeres las primeras que dan el anuncio, que transmiten la noticia. Luego, el mismo Jesús, crucificado victorioso, confirma la fe de los hermanos.
Nace la Iglesia. Quienes habían sucumbido al miedo, a la angustia, a la desesperanza, escuchan con una alegría profunda, completa, palabras de consuelo: “Paz… No tengáis miedo”.

Han pasado muchos siglos. La tumba vacía es un testigo mudo de que la muerte fue vencida. La aparente derrota del Maestro se ha convertido en bandera salvadora. Los sucesores de Pedro, de Santiago, de Juan, de Pablo, han llevado, llevan y llevarán, el mensaje hasta el último rincón de la tierra, hasta el corazón que viva angustiado, triste, lejos de la dulzura de Dios.

Obispos y sacerdotes, religiosos y religiosas, misioneros laicos, hombres y mujeres de todas las edades, serán anunciadores, serán testigos de Cristo resucitado.

No hemos de tener miedo. Nos lo repetía Juan Pablo II, en la carta “El rápido desarrollo” (24 de enero de 2005):

“¡No tengáis miedo de la oposición del mundo! Jesús nos ha asegurado «Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). ¡No tengáis miedo de vuestra debilidad y de vuestra incapacidad! El divino Maestro ha dicho: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Comunicad el mensaje de esperanza, de gracia y de amor de Cristo, manteniendo siempre viva, en este mundo que pasa, la perspectiva eterna del cielo, perspectiva que ningún medio de comunicación podrá alcanzar directamente: «Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman» (1Cor 2,9)”.

Todos podemos ser comunicadores, todos podemos dar testimonio del mensaje. Sin miedo, porque Jesús sigue aquí, a nuestro lado. Con alegría, porque el Padre nos ofrece, siempre, sin límites de tiempo, su misericordia. En la valentía que nos da el Espíritu Santo, que es Consolador, que nos defiende, que nos vivifica.

Así podremos compartir un tesoro que no es nuestro, que es para todos. Un tesoro que alguien, quizá muy cerca de mí, necesita conocer para dejar dudas y tristezas, para descubrir que el Padre nos ha amado, que nos lo ha dicho todo en Jesús, su Hijo amado.

¿Quién es María para la Iglesia?

Hay pasajes difíciles de entender, y el tema aquí tratado es, sin lugar a dudas, uno de ellos.

María es la Madre de Jesús y por tanto es la Madre de Dios, porque Jesús es Dios, como ya veremos más adelante. María es la Reina del Universo, porque Jesús es el Rey del Universo, y la madre de todo rey es también reina. María intercede ante su hijo por nosotros, como lo hizo en las Bodas de Caná, y como también demostraremos, lo pueden hacer las personas santas que ya viven en presencia de Dios. María es modelo de los cristianos por sus virtudes. María es nuestra madre, pues como dice el libro del Apocalipsis, son hijos de la Mujer (Ap 12), los que siguen los mandamientos de Dios. Si nosotros nos consideramos realmente cristianos y cumplidores de los mandatos del Señor, tenemos que aceptar que María es nuestra Madre, es la Madre de la Iglesia. Por otro lado, ya Jesús nos la dejó como Madre en la persona de su apóstol Juan, mientras agonizaba en la cruz, y así como aquél la recibió en su casa desde aquel día, nosotros también debemos recibirla en nuestras vidas si es que realmente nos llamamos cristianos. Todo verdadero cristiano tiene que amar y venerar a María, pues es la Madre de nuestro Salvador, la llena de gracia, la bienaventurada, llena del Espíritu Santo.

Ya desde el principio, Dios anuncia enemistad entre Satanás y entre la Mujer. María es la nueva Eva, así como Jesucristo es el nuevo Adán. Es una nueva creación:

Gn 3.15 ‘Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza …’

María es la Madre de Dios, no porque se le haya ocurrido a la Iglesia Católica, como dicen muchos hermanos protestantes, sino porque la misma Palabra de Dios, el Espíritu Santo a través de los labios de Isabel, así lo proclama. Cuando la llama Madre de mi Señor, le está diciendo la Madre de mi Dios. Recordemos que Isabel era esposa de Zacarías, sacerdote de Dios y por lo tanto, no era ignorante sobre el sentido de sus palabras; además, lo dijo estando llena del Espíritu:

Lc 1.43,45 ‘¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!’.

Decir que María es solamente madre de la naturaleza humana de Jesús, como dicen los hermanos separados, es una completa herejía, puesto que Jesús es Dios-Hombre, es una persona con dos naturalezas indivisibles. Justamente en eso consiste el misterio de la Encarnación: en que Dios tomó la naturaleza humana, se hizo hombre. Una madre lo es de la persona y no de la naturaleza. Para aclarar el tema, veamos como ejemplo nuestra propia vida: nuestro espíritu no procede de nuestra madre, sino de Dios. No por eso se nos ocurriría la barbaridad de decir que nuestra mamá es sólo madre de nuestro cuerpo pero no de nuestro espíritu. Nuestra madre lo es de nuestra persona. Así igual, la naturaleza divina de Cristo no procede de María, pues Jesús es Dios increado, eterno; pero su humanidad si procede de ella, por eso es su hijo. Como el Hijo es Dios, su madre: María, es madre de Dios.

A continuación, encontramos algunos textos que nos hablan de María, para que comprendamos mejor lo que ella es para la Iglesia:

Cant 6.10 ¿Quién es esta que surge como la aurora, bella como la luna, brillante como el sol, temible como un ejército?

Mt 1.22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: la virgen concebirá y dará a luz un hijo.

Is 7.14 El Señor, pues, les dará esta señal: La joven está embarazada y da a luz un varón a quien le pone el nombre de Emmanuel.

Mt 2.11 Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra.

Lc 1.28 Llegó el ángel hasta ella y le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’.

Lc 1.30 Pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has encontrado el favor de Dios’.

Lc 1.38 Dijo María: ‘Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho’.

Lc 1.42 (Isabel) exclamó en alta voz: ‘¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!’

Lc 1.47-48 ‘Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava’.

Lc 2.19 María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior.

Lc 2.34-35 ‘Será una señal impugnada en cuanto se manifieste, mientras que a ti misma una espada te atravesará el alma’.

Lc 2.51 Posteriormente siguió obedeciéndoles (a María y José). Su madre, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón.

Jn 2.5 Jesús le respondió: ‘Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? …’ Pero su madre dijo a los sirvientes: ‘Hagan lo que él les diga’.

Jn 19.26-27 Jesús, al ver a la Madre, … dijo a la Madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’.
Después dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’.

Hch 1.14 Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.

Ap 11.19 Entonces se abrió el Santuario de Dios en el Cielo y pudo verse el arca de la Alianza de Dios dentro del Santuario.

Ap 12.1-2 Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Está embarazada y grita de dolor, porque le ha llegado la hora de dar a luz.

Ap. 12.5 Y la mujer dio a luz un hijo varón, que ha de gobernar a todas las naciones con vara de hierro.

Ap 12.17 El dragón se enfureció contra la mujer y se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, es decir, a los que observan los mandamientos de Dios y guardan el mensaje de Jesús.

Para terminar, veamos que solamente los católicos proclamamos como bienaventurada a María. De generación en generación, únicamente la Iglesia Católica le canta a María, la venera por ser Madre de nuestro Señor, la proclama feliz. Los que no lo hacen, simplemente desobedecen la Palabra de Dios:

Lc 1.48-49 ‘Desde ahora todas las generaciones me llamarán feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí’.

Yo creo, Señor; en Ti
que eres la Verdad Suprema.
Creo en todo lo que me has revelado.
Creo en todas las verdades
que cree y espera mi Santa Madre
la Iglesia Católica y Apostólica.
Fe en la que nací por tu gracia,
fe en la que quiero vivir y luchar
fe en la que quiero morir.

ParaProfundizar en el tema:
Apologética. Aprende a defender tu Fe

Flor del 8 de mayo: Virgen prudentísima
Fiesta de Nuestra Señora de Luján

Meditación: “Se turbó, preguntándose qué podría ser éste saludo” (Lucas 1,29). Prudentísima porque turbada calló, porque obedeció, porque creyó y supo entregarse como esclava de Dios. ¡Qué modelo para nuestra locuacidad, nuestra poca fe y nuestro orgullo!. “Las vírgenes prudentes llenaron sus lámparas de aceite” (Mateo 25,4). María la llenó con fe. “Feliz porque haz creído”. La llenó con amor. “Mi Amado es mío y yo soy suya” (Cantar de los cantares 2,16). La llenó de esperanza. “Guardaba todas las Palabras de Jesús en su Corazón” (Lucas 2,51).

Oración: ¡Oh Virgen de Luján que señalas el camino de nuestro peregrinar!. Haz que la prudencia de tu Corazón la cultivemos también hoy, para que nuestras lámparas se aviven con una ardiente llama de fe, el pabilo de la esperanza y el aceite del Amor, como verdaderos templos de Dios. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).

Florecilla para este día: Reflexionar sobre si cumplo lo que Dios quiere de mi, si hago Su Voluntad, o la mía.

Nuestra Señora de Luján, patrona Argentina

La pequeña imagen de arcilla cocida apenas mide 38 centímetros pero es inmensa porque representa a la Madre de Dios.

Oración para que muchos digan sí a la llamada de Dios

Reza por las vocaciones: «Que los jóvenes de nuestra comunidad abran sus corazones a Tu voluntad…»

Aunque algunos lamentan la disminución de las vocaciones al sacerdocio, la respuesta de los jóvenes a esta llamada ha ido aumentando de forma constante en las dos últimas décadas. Por ejemplo, el seminario Saint John’s en Boston recientemente recuperó una propiedad porque está “a rebosar” y necesita más espacio por el incremento de seminaristas. La diócesis de Charlotte hasta ha tenido que establecer un nuevo seminario debido al creciente interés en el sacerdocio.

Así que aunque lamentemos el cierre o la consolidación de parroquias, muchos opinan que es algo temporal y que en las próximas décadas veremos muchos más sacerdotes de calidad que se convertirán en pastores y liderarán la siguiente generación de católicos. Una de las formas más prácticas para ayudar a fomentar las vocaciones en la parroquia es retar a los jóvenes a que lleven vidas de santidad. Sin una amistad profunda con Cristo, nadie puede descubrir su vocación específica.

Para reflexionar sobre las vocaciones, recemos por vocaciones de calidad, démonos cuenta de que no necesitamos simplemente más sacerdotes y monjas, sino hombres y mujeres santos que respondan a la llamada de Dios.

Oración por las vocaciones

Padre Celestial,
Tú que nos moldeas en el vientre de nuestra madre
y nos creas con un papel concreto en la construcción de Tu Reino: Concédenos la gracia para descubrir el camino
que has establecido para nosotros, el camino en el que usemos los dones que nos has dado para Tu mayor gloria.
Despierta en nuestros corazones el deseo de seguir Tu voluntad y de responder con generosidad y valentía
al reconocer que Tú nos conoces mejor que nosotros mismos.

Que los jóvenes de nuestra comunidad
abran sus corazones a Tu voluntad
y encuentren en nuestras familias y parroquias
un lugar donde reciban apoyo y ánimo
sin importar la vocación que persigan.

Envíanos Tu espíritu para que inspire a nuestra juventud
en su esfuerzo vocacional por la santidad,
que establezca una amistad íntima contigo
para que logren ser santos maridos y santas esposas
santas madres, hermanas y monjas
santos padres, hermanos y sacerdotes,
santos diáconos y santas vírgenes consagradas,
santos y castos hombres y mujeres solteros. Por encima de todo, reconocemos nuestra imperiosa necesidad de santos que sean faros de luz en una cultura de tinieblas. A Ti, Padre Misericordioso, ofrecemos esta oración,
con la intercesión de María, Madre nuestra,
en el Espíritu Santo y por Cristo nuestro Señor. Amén.

 Sor «Aguchita», una emotiva beatificación en plena selva peruana

Este 7 de mayo es sinónimo de fiesta en La Florida, el sitio donde fue asesinada la religiosa peruana María Agustina Rivas López, “Aguchita”, por la organización terrorista Sendero Luminoso en 1990.

La Florida, distrito de Pichanqui, provincia de Chancamayo, región de Junín. Un particular y especial escenario enplena selva peruana se transforma desde este 7 de mayo en sinónimo de luz y entrega hasta el fin. Es ahí donde fue asesinada por Sendero Luminoso María Agustina Rivas López, popularmente conocida como sor “Aguchita”.

El trágico episodio sucedió el 27 de septiembre de 1990. Junto a ella también murieron otros habitantes de la zona en una plaza del centro poblado. “Aguchita”, hasta último momento, pidió clemencia por las otras víctimas, se recuerda. 

Fue precisamente en esa zona selvática donde «Aguchita», vinculada a las Hermanas de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, decidió permanecer a pesar de los peligros y riesgos que corría.

Sor «Aguchita», la nueva beata peruana

“Patrona de la Amazonía”

Pasaron los años y la primera religiosa asesinada por Sendero Luminoso es beatificada luego de que en mayo de 2021 el papa Francisco reconociera la muerte de ‘Aguchita‘ “in odium fidei” (en odio a la fe). Y esta ceremonia transcurre junto a los suyos en un sitio vinculado al Vicariato Apostólico de San Ramón. Desde hace tiempo, en este lugar, se llevan a cabo los preparativos para la misa presidida por el cardenal venezolano Baltazar Porras, arzobispo de Mérida y administrador apostólico de Caracas, el enviado del papa Francisco para esta ocasión.

Iglesia en La Florida, sitio de la beatificación en plena selva peruana

“’Aguchita’ significa mucho más de lo que podemos imaginar; lo que significó una vida muy sencilla y profundamente cristiana, enraizada en una experiencia mística, que es un ejemplo para las generaciones actuales. Es un ejemplo para lo que nosotros podemos hacer como creyentes, promoviendo el bien de nuestro prójimo con alegría, esperanza, con auténtico sentido de misericordia”, indicó Baltazar Porras antes de la beatificación, tal cual recuerda una nota de la Red Eclesial Panamazónica (Repam).

“Que ‘Aguchita’ nos bendiga y que sea, no solo patrona de este Vicariato de San Ramón, sino se extienda a toda la Amazonía y a todo el continente latinoamericano. Que sea una luz de fe en este momento que tanto necesita todo el mundo”, agregó Baltazar Porras.

Es en este sitio donde efectivamente este 7 de mayo volvió a emerger una luz de esperanza para muchos peregrinos que se acercaron a esa zona de la selva. Las mismas personas que han seguido este proceso en oración.

Aquí la ceremonia

El camino del martirio de ‘Aguchita’Según señaló también la Repam, los peregrinos estaban invitados a hacer el “camino del martirio de ‘Aguchita’”. Esto en la iglesia de La Florida, cuya patrona es santa Rosa de Lima. Es ahí donde está la tumba con los restos mortales de la nueva beata.

La misma está acompañada por frases, imágenes y otros símbolos. Todos desde que era niña, pasando por su vida religiosa hasta los últimos tres años en la Amazonía peruana.

En tanto, también se expresa que el recorrido hace memoria de las personas que fueron asesinadas junto a ella, al igual que de otras víctimas. Se hace para ayudar a la gente a entender lo que se vivió en aquellos años de intensa violencia. Lo mismo en cuanto a la oportunidad de conocer sitios donde vivió «Aguchita» de la mano de las religiosas del Buen Pastor.

y violencia social en Perú.

LA VIDA POR LA AMAZONÍA Es posible conocer más de la vida y testimonio de Aguchita por medio del séptimo capítulo de la serie documental “La Vida por la Amazonía”, producido conjuntamente por la Red Eclesial Panamazónica, REPAM, y la Asociación Católica Latinoamericana y Caribeña de Comunicación, SIGNIS ALC.

Aguchita consagró su trabajo a la asistencia en salud, educación y social, principalmente a mujeres, a quienes las promovió a través de proyectos de capacitación productiva, organizando clubes juveniles y catequesis familiar en las comunidades rurales del pueblo del Valle del Yurinaqui, en el departamento de Junín.

Papa Francisco: Escuchar, conocer y seguir a Jesús

Papa Francisco basó su reflexión antes del rezo del Regina Caeli en tres verbos: “Escuchar, conocer, seguir”.

En primer lugar afirmó Papa Francisco es necesario darse cuenta de que toda la iniciativa viene del Señor: “todo parte de su gracia: es Él que nos llama a la comunión con Él. Pero esta comunión nace si nosotros nos abrimos a la escucha”.

Escuchar

Por eso es tan importante la escucha: “significa disponibilidad, docilidad, tiempo dedicado al diálogo”.

“Hoy estamos abrumados por las palabras y por la prisa de tener que decir o hacer algo siempre. ¡Cuánto cuesta escucharse!¡En la familia, en la escuela, en el trabajo, incluso en la Iglesia! Pero para el Señor sobre todo es necesario escuchar”, explicó el Papa.“Quien escucha a los otros escucha también al Señor, y viceversa. Y experimenta una cosa muy bonita, es decir que el Señor mismo escucha: nos escucha cuando le rezamos, cuando confiamos en Él, cuando lo invocamos”.

Conocer

Papa Francisco continuó hablando del verbo conocer y se preguntó: “¿yo me dejo conocer por el Señor? ¿Le hago espacio en mi vida, le llevo eso que vivo? Y, después de muchas veces en las que he experimentado su cercanía, su compasión, su ternura, ¿qué idea tengo de Él? ¿Pienso en Él todavía como un Dios distante y lejano, indiferente con mis asuntos, o lo conozco como mi buen pastor, que me conoce y me ama?”.

Seguir

Tras estas preguntas el tercer verbo, seguir y por eso explicó cómo se mueve Jesús: “Va a buscar a quien está perdido, se interesa por quien está lejos, se toma en serio las situaciones de quien sufre, sabe llorar con quien llora, tiende la mano al prójimo, se lo carga sobre los hombros”.

“¿Y yo?”, finalizó el Papa: ¿Me dejo sólo amar por Jesús o paso del amarlo al imitarlo?