Luke 19:45-48

Amigos, en el Evangelio de hoy vemos a Jesús echando a los vendedores del Templo. ¿Qué significaba para un profeta de provincia entrar en la ciudad santa de Jerusalén y hacer un alboroto en el Templo? Bueno, probablemente puedas imaginarte. Para empeorar las cosas, Jesús va a decir algo que es tan impactante como sus acciones. Él dice: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. No es de extrañar que fuera precisamente este acto el que condujo a su crucifixión. 

Entonces, ¿qué estaba haciendo y por qué? Primero, al mostrar su Señorío incluso sobre este símbolo tan sagrado, estaba anunciando quién era. A lo largo de los Evangelios, Jesús actúa en la persona de Dios. En segundo lugar, estaba instituyendo un nuevo templo, que es el templo de su cuerpo crucificado y resucitado. Jesús mismo es el lugar donde Dios habita, y nosotros, en la medida en que estemos insertados en Él, somos templos del Espíritu Santo. Jesús está juzgando las formas inadecuadas y corruptas de la religión humana y establece una nueva y eterna alianza, el nuevo templo, en su propia persona.

Cecilia, Santa

Memoria Litúrgica, 22 de noviembre

Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: Memoria de santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble palma por amor a Jesucristo, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma. El título de una iglesia en el Transtíber lleva desde antiguo su nombre (s. inc.).

Breve Biografía

La gran devoción popular hacia la virgen y mártir romana hizo que el nuevo calendario litúrgico conservara su memoria, a pesar de que faltan documentos históricos anteriores al siglo VI. Esta devoción y el mismo patrocinio de Santa Cecilia sobre la música sagrada se deben efectivamente al relato de su martirio, titulado Pasión, fechado después del año 486.

En ella la fundadora del “título” de la basílica de Santa Cecilia en Trastévere es identificada con una santa homónima, enterrada en las catacumbas de San Calixto y que habría sufrido el martirio durante el imperio de Alejandro Severo, hacia el 230.

En la Liturgia de las Horas se lee: “El culto de Santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en Roma una basílica en el siglo V, se difundió ampliamente a causa del relato de su martirio, en el que es ensalzada como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo”.

Cecilia, noble y rica, iba todos los días a la Misa celebrada por el Papa Urbano en las catacumbas próximas a la Vía Apia, y una multitud de pobres la esperaban porque conocían su generosidad. En el día de su boda con Valeriano, mientras el órgano tocaba, ella cantaba en su corazón: “solamente para el Señor” (de este pasaje de su Pasión tuvo origen el patrocinio de Cecilia sobre la música sagrada); después, llegada la noche, la joven le dijo a Valeriano: “Ninguna mano profana puede tocarme, porque un ángel me protege. Si tú me respetas, él te amará, como me ama a mí”.

Al contrariado esposo no le quedó otro remedio que seguir el consejo de Cecilia, hacerse instruir y bautizar por el Papa Urbano y después compartir el mismo ideal de pureza de la esposa, recibiendo en recompensa su misma gloria: la palma del martirio, al que por gracia divina se asoció también el hermano de Valeriano, Tiburcio.

Aunque el relato del martirio parece fruto de una piadosa fantasía, históricamente es cierto que Valeriano y Tiburcio fueron mártires y que fueron enterrados en las catacumbas de Pretestato. Después del proceso, narrado con abundancia de detalles por el autor de la Pasión, Cecilia fue condenada a la decapitación, pero los tres poderosos golpes del verdugo no lograron cortarle la cabeza: esto se debió a que, según el relato, Cecilia había pedido al Señor la gracia de ver al Papa Urbano antes de morir.

En espera de esta visita, Cecilia pasó tres días en agonía, profesando su fe. No pudiendo decir ni una palabra, expresó con los dedos su credo en Dios uno y trino.

Y enseñaba en el templo

Santo Evangelio según San Lucas 19, 45-48. Viernes XXXIII de Tiempo Ordinario.

Por: David Mauricio Sánchez Mejía, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dame, Señor, la fe necesaria para descubrirte en la Eucaristía y enséñame a valorar tu presencia real en ella.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 45-48

Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles: «Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones. Todos los días enseñaba en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús iba todos los días al templo y enseñaba allí. Después de su muerte, Jesús no perdió esta buena costumbre. Es más, decidió quedarse allí para que cada vez que tengamos necesidad sepamos donde encontrarlo. Curiosamente, nosotros católicos, nos hemos acostumbrado a su compañía y ya no estamos tan pendientes de las palabras de «sus labios». Lo dejamos solo y abandonado en lo profundo de su sagrario.

Sin embargo, Jesús está ahí siempre a la espera de que nos animemos a visitarle, a contarle nuestros problemas y necesidades. Él espera todos los días el momento en que se realice su deseo y «su casa» se convierta en aquel lugar de oración que tanto desea, un lugar donde podamos hablar al Padre y, en el silencio de nuestro corazón, escuchar su voz.

«Para interpretar el gesto de Jesús de purificar la casa de Dios, sus discípulos usaron un texto bíblico tomado del salmo 69: «El celo por tu casa me devorará»; así dice el salmo: «pues me devora el celo de tu casa». Este salmo es una invocación de ayuda en una situación de extremo peligro a causa del odio de los enemigos: la situación que Jesús vivirá en su pasión. El celo por el Padre y por su casa lo llevará hasta la cruz: su celo es el del amor que lleva al sacrificio de sí, no el falso que presume de servir a Dios mediante la violencia. De hecho, el «signo» que Jesús dará como prueba de su autoridad será precisamente su muerte y resurrección: «Destruid este santuario -dice- y en tres días lo levantaré». Y el evangelista anota: «Él hablaba del Santuario de su cuerpo». Con la Pascua de Jesús inicia el nuevo culto en el nuevo templo, el culto del amor, y el nuevo templo es Él mismo».

(Ángelus de S.S. Francisco, 4 de marzo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una visita a Jesús Eucaristía por lo menos de 5 minutos.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Qué tiene que ver santa Cecilia con la música?

Maria Paola Daud – publicado el 22/11/15 – actualizado el 19/11/24

Una virgen de una ilustre noble familia romana unida tradicionalmente al arte musical

El culto a la virgen y mártir santa Cecilia es muy popular y antiguo. Se remonta a la época de los primeros cristianos. Hoy es patrona de los músicos y también de los poetas.

Se sabe muy poco de ella y lo que se sabe es gracias a las «Actas de Santa Cecilia». Escritas en latín, aparecieron hacia el año 480, lo que indicaba que la Iglesia romana ya la conmemoraba.

Según este texto, Cecilia había sido una virgen de una ilustre noble familia romana. Se había convertido al cristianismo en su infancia, y sus prácticas religiosas y devociones eran muy fervorosas.

Sus padres no compartían sus pensamientos y la dieron en matrimonio a un noble joven pagano, de nombre Valeriano.

Cuando, tras la celebración del matrimonio, la pareja se retiró a la cámara nupcial, Cecilia dijo a Valeriano que ella había entregado su virginidad a Dios y que un ángel celosamente guardaba su cuerpo. Por consiguiente, Valeriano debía tener el cuidado de no violar su virginidad.

Valeriano pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió a encontrarse con el papa Urbano I.

Según la tradición, transcurrió así:

– Cecilia: Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio, si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí.

– Valeriano: Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides.

– Cecilia: Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo, verás al ángel.

Valeriano obedeció y fue al encuentro de Urbano I, el Papa lo bautizó y Valeriano regresó como cristiano ante Cecilia.

Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó como esposos con rosas y azucenas.

Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se acercó a ellos, también fue convertido al cristianismo y a partir de entonces vivió con ellos en la misma casa, en completa pureza.

Martirio

El prefecto Turcio Almaquio condenó a ambos hermanos a la muerte.

El funcionario del prefecto, Máximo, fue designado para ejecutar la sentencia. Pero se convirtió al cristianismo y sufrió el martirio con los dos hermanos.

Cecilia enterró sus restos en una tumba cristiana. Luego la propia Cecilia fue buscada por los funcionarios del prefecto. Fue condenada a morir ahogada en el baño de su propia casa.

Como sobrevivió, la pusieron en un recipiente con agua hirviendo, pero también permaneció ilesa en el ardiente espacio.

Por eso el prefecto decidió que la decapitaran allí mismo. El ejecutor dejó caer su espada tres veces pero no pudo separar la cabeza del tronco. Huyó, dejando a la virgen bañada en su propia sangre.

Cecilia vivió tres días más, dio limosnas a los pobres y dispuso que después de su muerte su casa debía dedicarse como templo.

Por mucho tiempo el cuerpo de la santa no fue encontrado, hasta que en el 820 fue hallado en las catacumbas de san Calixto, milagrosamente intacto y envuelto en una túnica bordada en oro.

El papa Pascual I hizo transportar su cuerpo a la que ahora es la Basílica de Santa Cecilia en Trastevere, la casa donde vivía con Valeriano.

En el 1559 el cardenal Sfondrati, durante una nueva restauración de la basílica, hizo exhumar el cuerpo de la santa para evaluar el estado de conservación.

Y se lo encontró todavía en perfecto estado con un velo que cubría sus cabellos, su cara mirando al suelo, con la marcas de sangre y de tres heridas en el cuello.

Y lo que más llamaba la atención es la posición de los dedos de su manos, indicando la Santísima Trinidad.

Sobre el pedestal de la estatua el escultor puso la siguiente inscripción:

«He aquí a Cecilia, virgen, a quien yo vi incorrupta en el sepulcro. Esculpí para vosotros, en mármol, esta imagen de la santa en la postura en que la vi».

Santa Cecilia y la música

Fue el papa Gregorio XIII quien declaró patrona de la música y de los músicos en 1584 a santa Cecilia, a causa de la gran popularidad que había adquirido la asociación de esta mártir con la música.

Son varios los motivos entre mitos y leyendas que llevan a la relación de la santa con la música:

Algunos piensan porque se dice que cuando se casó por deseo de su padre (a pesar de haber decidido ofrecer su virginidad al Señor), el día de su boda, mientras los músicos tocaban, ella cantaba a Dios en su corazón.

Probablemente también sea, porque desde muy joven y de acuerdo con las costumbres y tradiciones de las familias patricias romanas, Cecilia debió iniciarse y tocar algún instrumento musical, como la lira, la cítara o algún tipo de arpa de las utilizadas por las damas de la sociedad romana.

Por otro lado, el texto del Acta de Santa Cecilia dice:

«Vino el día en que el matrimonio se celebró, y, mientras sonaban los instrumentos musicales, ella (la virgen Cecilia) en su corazón a su único Señor cantaba [diciendo]: Haz, Señor, mi corazón y mi cuerpo inmaculados y no sea yo defraudada <que es una paráfrasis del salmo LXX: In te Dómine speravi; non confundar in aeternum«.

Más allá del vínculo que pueda tener la santa con la música lo más importante en ella, es que murió defendiendo su fe cristiana como tantos mártires en la actualidad.