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Referencias Bíblicas

• Mark 6:17-29
• Obispo Robert Barron

 

Amigos, el Evangelio de hoy nos habla de la pasión de Juan el Bautista, y sugiere “el principio de Herodes” que me gusta usar con los ateos contemporáneos. Los Evangelios nos dicen que Herodes Antipas arrestó a Juan el Bautista porque el profeta había desafiado públicamente al rey. Herodes arrojó a Juan a la cárcel, sin embargo, se dice que el rey gustaba de escuchar en secreto al profeta, quien continuó predicando desde su celda.

Un supuesto básico para las personas que conocen la Biblia es que todos estamos programados hacia Dios. Como en la plegaria del salmista: “Mi alma solo descansa en Dios”. Apuesto a que todos —y eso incluye a Bill Maher y Richard Dawkins— quieren implícitamente a Dios, y por lo tanto permanecen constantemente fascinados por las cosas de Dios.

Aunque los ateos feroces profesen que les gustaría eliminar el discurso y las ideas religiosas, en secreto les encanta escuchar a la gente hablar de Dios. Entonces les digo a los cristianos y a otros creyentes: prepárense para una buena pelea y tengan algún arma espiritual en sus manos. Y les digo a los ateos: seguiré hablando – porque sé que a pesar de sus protestas sus corazones están escuchando.

 

 

Martirio de San Juan el Bautista

Memoria Litúrgica, 29 de agosto
Fuente: EWTN.com

 

Martirologio Romano: Memoria del martirio de san Juan Bautista, al que Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte y a quien, en el día de su cumpleaños, mandó decapitar a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad (s. I)

Breve Reseña


El evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: «Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: «No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano». Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto».


«Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta la hija de Herodías y bailó, el baile le gustó mucho a Herodes, y le prometió con juramento: «Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino».

La muchacha fue donde su madre y le preguntó: «¿Qué debo pedir?». Ella le dijo: «Pida la cabeza de Juan Bautista». Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista».

El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El otro fue a la prisión, le cortó la cabeza y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura (S. Marcos 6,17).

Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.

 

 

Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.

Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

 

 

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: «Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar». El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.

Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.

 

 

Elige el bien por encima de todo

Santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29.

 

 

Martirio de san Juan Bautista.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Espíritu Santo santificador, creo, espero y confío en ti. Que esta oración me ayude a conocer la verdad y me fortalezca para no caer en las tentaciones del mundo que invitan al camino fácil, pero sin sentido.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29



 

Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas». Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado». Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.



Palabra del Señor


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Imagina por un momento que tu hermano de repente se casa con la mujer de tu mejor amigo. ¿Qué harías? Supongo que se lo echarías en cara diciéndole que no puede hacer eso, que está en contra de tus principios cristianos, además, si ella ya está casada, estará pecando de adulterio.

Algo parecido le ha sucedido a San Juan Bautista. En su caso no es su mejor amigo, sino el «rey» de Galilea.

¡Qué ejemplo daría a todos sus súbditos! Pues bien, Juan no sintió vergüenza al hacerle ver el mal que estaba haciendo y todas las consecuencias que tenía. Por eso el Rey lo mandó encarcelar. Aunque lo escuchaba con agrado.

¿Qué cara debía tener Herodes, cuando hacía esto? Le tenía miedo al pueblo, y además admiraba a Juan.

Parece que su vida era doble. Por un lado tenía que hacer callar a su conciencia que le reclamaba el mal hecho, pero por otro le hacía mucho bien el escuchar al hombre de Dios. Dos caras de una misma moneda.

Todo se deshizo cuando lo mandó matar por «no quedar mal con todos los comensales, y a causa del juramento que había hecho». Su fama no podía decaer en esos momentos tan importantes para su vida, por eso prefirió el mal ante el bien que le reclamaba su conciencia y todo el pueblo: la libertad del Bautista.

No queramos ser dobles como le sucedió a Herodes. Llamemos a cada cosa por su nombre y hagámosle caso a nuestra conciencia cuando nos dice que hagamos algo o evitemos el mal.

 

«Hay otra persecución de la que no se habla tanto. La primera forma de persecución se debe al confesar el nombre de Cristo y por lo tanto es una persecución explícita, clara.

Pero la otra persecución se presenta disfrazada como cultura, disfrazada de cultura, disfrazada de modernidad, disfrazada de progreso: es una persecución —yo diría un poco irónicamente— educada.

Se reconoce cuando el hombre es perseguido no por confesar el nombre de Cristo, sino por querer tener y manifestar los valores del hijo de Dios. Por lo tanto, es una persecución contra Dios Creador en la persona de sus hijos.

Y así vemos todos los días que los potencias hacen leyes que obligan a ir por este camino y una nación que no sigue estas leyes modernas, cultas o al menos que no quiera tenerlas en su legislación, es acusada, es perseguida educadamente.

Es la persecución que le quita al hombre la libertad, ¡también la de la objeción de conciencia! Dios nos ha hecho libres, pero ¡esta persecución te quita la libertad!

Y si tú no lo haces, serás castigado: perderás el trabajo y muchas cosas o serás dejado de lado». (Homilía de S.S. Francisco, 12 de abril de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Examinar mi estilo de vida para evaluar que tipo de testimonio cristiano doy a los demás.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

San Juan Bautista y la verdad que lo llevó al martirio

San Juan Bautista sufrió el martirio por decir la verdad a Herodes Antipas, el rey adúltero y de vida disipada, que lo envió a la muerte a pesar de admirarlo

 

 

San Juan Bautista era conocido por su predicación en torno a la venida del Mesías. Era penitente y recto en su conducta. Su vida llevó al martirio, en favor de la verdad y la justicia.

Un rey adúltero

El capítulo 14 del Evangelio de san Mateo narra que el rey Herodes Antipas había tomado como pareja a Herodías, la mujer de su hermano Felipe. Juan Bautista había denunciado públicamente esta conducta, que era un pecado grave.

Le dijo claramente: “No te es lícito tenerla”. Y el rey había ordenado encarcelarlo. Quería matarlo, pero dice el Evangelio que “tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta”.

Por supuesto, Herodías estaba al acecho de lo que ocurriera con Juan Bautista, porque sus palabras suponían un estorbo en su vida adúltera. Así que al presentarse la ocasión de deshacerse del Bautista, no lo dudó.

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Decir la verdad lo llevó al martirio

Continúa narrando el evangelista que, por su cumpleaños, Herodes Antipas dio una gran fiesta y allí bailó la hija de Herodías. El rey, entusiasmado, le dijo que estaba dispuesto a concederle lo que pidiera, aunque fuera la mitad de su reino.

Entonces la joven fue a consultar a su madre sobre qué debía pedir al monarca.

Herodías vio la oportunidad de acabar con la vida de Juan Bautista y le indicó a su hija que pidiera su cabeza sobre una bandeja. El Evangelio plasma de forma escueta, pero impactante cómo fue el martirio de san Juan Bautista:

“El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre.

Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús. Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para esta a solas”.

Patronazgo

San Juan Bautista es patrono de muchos países de los cinco continentes. También de muchos oficios: tejedores, curtidores, peleteros, talabarteros, trabajadores del alimento, bodegueros, toneleros, carpinteros, arquitectos, albañiles, canteros, deshollinadores, herreros, pastores, agricultores, cantantes, bailarines, músicos, exhibidores de cine, comunicadores de masas. Es protector de los corderos, las ovejas, los animales de compañía y las vides.

Asimismo, se le pide intercesión contra el alcoholismo, dolores de cabeza, mareos, ansiedad, epilepsia, espasmos, ronquera, enfermedades de la infancia y el miedo.

Oración

Oh, Dios,
tú has querido que san Juan Bautista

fuese el Precursor de tu Hijo en su nacimiento y en su muerte,
concédenos que, así como él murió mártir de la verdad y de la justicia,
luchemos nosotros valerosamente por la confesión de tu verdad.
Por nuestro Señor Jesucristo.

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