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Referencias Bíblicas
• Luke 1:39-56
• Obispo Robert Barron

 

Amigos, el Evangelio de hoy habla de la visita de María a Isabel. Siempre me ha fascinado la “prisa” de María en la historia de la Visitación. Al escuchar el mensaje de Gabriel sobre su embarazo y el de su prima, María “viajó apresuradamente a la región montañosa, a un pueblo de Judá” para ver a Isabel.



¿Por qué fue con tanta rapidez y determinación? Porque había encontrado su misión, su papel en el teo-drama. Hoy estamos dominados por el ego-drama con todas sus ramificaciones e implicaciones. El ego-drama es la obra que estoy escribiendo, produciendo, dirigiendo y protagonizando. Vemos esto absolutamente en todas partes de nuestra cultura. La libertad de elección reina suprema: me convierto en la persona que elijo ser.



El teo-drama es la gran historia contada por Dios, la gran obra dirigida por Dios. Lo que hace la vida emocionante es descubrir tu papel en ella.

Esto es precisamente lo que le ha sucedido a María. Ha encontrado su papel —de hecho, un papel culminante— en el teo-drama, y quiere compartir con Isabel, quien también ha descubierto su papel en el mismo drama. Como María, tenemos que encontrar nuestro lugar en la historia de Dios.

 

 

La Visitación

Fiesta Litúrgica, 31 de mayo

Por: P. Ángel Amo.
Fuente: Catholic.net

Fiesta de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María, con motivo de su viaje al encuentro de su prima Isabel, que estaba embarazada de un hijo en su ancianidad, y a la que saludó. Al encontrarse gozosas las dos futuras madres, el Redentor que venía al mundo santificó a su precursor, que aún estaba en el seno de Isabel, y al responder María al saludo de su prima, exultante de gozo en el Espíritu Santo, glorificó a Dios con el cántico de alabanza del Magníficat.




Después del anuncio del ángel, María se pone en camino (“de prisa” dice san Lucas) para ir a visitar a su parienta Isabel y prestarle un servicio. Uniéndose probablemente a una caravana de peregrinos que se dirigen a Jerusalén, atraviesa la Samaría y llega a Ain-Karim (en Judea), en donde vive la familia de Zacarías.



Es fácil imaginar los sentimientos que invadían su espíritu al meditar el misterio que le había anunciado el ángel.

Son sentimientos de humilde agradecimiento con la grandeza y bondad de Dios, que María expresará en su encuentro con la prima con el himno del Magnificat, la expresión del amor jubiloso “que canta y alaba al amado” (san Bernardino de Siena): “Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija…”.



La presencia del Verbo encarnado en María es causa de gracia para Isabel, que, inspirada, descubre los grandes misterios que se han obrado en la joven prima, su dignidad de Madre de Dios, su fe en la palabra divina y la santificación del precursor, que salta de alegría en el seno de la madre. María se queda con Isabel hasta el nacimiento de Juan Bautista, esperando probablemente ocho días más para el rito de la imposición del nombre. Aceptando este cómputo del período transcurrido con la parienta Isabel, la fiesta de la Visitación, de origen franciscano (los frailes Menores la celebraban ya en el 1263), se celebraba el 2 de julio, es decir, al final de la visita de María. Hubiera sido más lógico colocarlo después del 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, pero se quiso evitar que cayera en el período cuaresmal.


Después el papa Urbano VI extendió la fiesta a toda la Iglesia latina para pedir por intercesión de María la paz y la unidad de los cristianos divididos por el gran cisma de Occidente. El sínodo de Basilea, en la sesión del 1 de julio de 1441, confirmó la festividad de la Visitación, que al principio no habían aceptado los Estados que estaban de parte del antipapa.

El actual calendario litúrgico, sin tener en cuenta la cronología según la narración evangélica, abandonó la fecha tradicional del 2 de julio (antiguamente la Visitación se conmemoraba también en otras fechas) y estableció la memoria para el último día de mayo.

 

 

Deseos de cielo

Santo Evangelio según San Lucas 1, 39-56.

Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María a su prima Isabel

Por: H. Adrián Olvera, L.C.
Fuente: missionkits.org

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

María, en este día, te pido incrementes en mí el deseo de cielo, el deseo de Dios.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?

Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor».

Entonces dijo María: «Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen.

Él hace sentir el poder de su brazo: dispersa a los de corazón altanero, destrona a los potentados y exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide sin nada.

Acordándose de su misericordia, viene en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre».

María permaneció con Isabel unos tres meses, y se regresó a su casa.

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La imagen de la montaña rusa es –casi siempre– usada para mostrar el dinamismo de la vida. Sabemos que a veces se está abajo, a veces arriba… a veces parece lenta, otras veces rápida. En fin, siempre es un estar aquí o allá y lo que buscamos es una permanencia, un descanso.

Ese deseo de permanencia y de descanso se podría traducir como un deseo de cielo.

María, en la asunción, nos recuerda que este deseo tiene su cumplimiento. Este deseo de permanencia, de descanso en Dios, es verdadero.

Quién como ella experimentó el ajetreo de la vida, el subir y el bajar…, el estar allí o acá. Sin embargo, María, siempre perseveró en la fe…Perseveró, pues sabía que las promesas de Dios se cumplirían. He ahí su gozo, he allí su alegría: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios.

Al final, María nos regala una bienaventuranza: dichosos aquellos que creen pues se cumplirá cuanto fue anunciado por el Señor.

Si nos dejamos contagiar por el ejemplo de María, viviremos de manera concreta la caridad que nos urge a amar a Dios más allá de todo y de nosotros mismos, a amar a las personas con quienes compartimos la vida diaria. Y también podremos amar a quien nos resulta poco simpático. Es un amor que se convierte en servicio y dedicación, especialmente hacia los más débiles y pobres, que transforma nuestros rostros y nos llena de alegría.
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de marzo de 2018).

 

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Vivir este día con la alegría de alguien que sabe que hay un cielo que le espera.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

León XIV, un Papa comprometido con la familia

 

 

León XIV celebrará este fin de semana, en Roma, una Misa con motivo del Jubileo de las Familias. Desde el inicio de su pontificado, en uno de sus primeros discursos públicos, afirmó que la familia estaba «fundada en la unión estable entre un hombre y una mujer», y recordó la dignidad del niño por nacer y de los ancianos, mostrándose como un firme defensor de la doctrina tradicional de la Iglesia. También expresó repetidamente su compasión por el sufrimiento que padecen las familias, ya sea debido a la «inestabilidad emocional» o a los conflictos

El 16 de mayo, una semana después de su elección, como es habitual, el nuevo Papa recibió a los embajadores de los 184 países que mantienen relaciones con la Santa Sede. Ante ellos, hizo un llamamiento a los líderes mundiales para «construir sociedades civiles armoniosas y pacíficas». Siguiendo los pasos de sus predecesores, definió inmediatamente la base de tales sociedades: la familia, «una sociedad muy pequeña, sin duda, pero real y previa a cualquier sociedad civil». Estas palabras hacían referencia directa a la Rerum novarum, firmada 134 años antes por León XIII, de quien tomó el nombre.

En esta encíclica, el padre de la Doctrina Social de la Iglesia atribuía a la familia «ciertos derechos y deberes absolutamente independientes del Estado». Le concedía «una prioridad lógica y una prioridad real» sobre la sociedad civil, y condenaba cualquier injerencia del poder civil «en el santuario de la familia». Eran los inicios de una línea de pensamiento que se desarrollaría con el Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes), seguido por Juan Pablo II (Familiaris consortio) y los papas posteriores.

Defendiendo claramente esta visión tradicional de la Iglesia católica ante los embajadores, León XIV instó a los políticos a centrarse «en la familia fundada en la unión estable entre un hombre y una mujer». Una mención que no pasó desapercibida. «El Papa León XIV defiende la familia y el matrimonio tradicional», titulaba parte de la prensa en lengua inglesa tras las palabras del nuevo Papa.

En el mismo discurso a los diplomáticos -tradicionalmente considerado indicativo de las líneas maestras de un pontificado- León XIV pidió también la protección de «la dignidad de toda persona», en particular «la de los más frágiles y vulnerables, desde el niño por nacer a los ancianos, desde el niño por nacer hasta el anciano, desde el enfermo al desocupado, sean estos ciudadanos o inmigrantes». Una vez más, esta referencia fue destacada por los observadores como una clara toma de posición sobre cuestiones sociales delicadas -aborto, eutanasia- que agitan cada vez más a las naciones.

El día anterior, el 15 de mayo, León XIV ya había mencionado la familia y su papel educativo esencial, al recibir a los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Había insistido en «la participación de las familias en el proceso educativo, según el principio del «triángulo educativo»».

Familias que sufren

En sus discursos, el 267º Papa, cuya preocupación por las familias era bien conocida cuando era obispo de Chiclayo en Perú, se refirió también a las diversas formas de sufrimiento que experimentan las familias. Dirigiéndose a los religiosos salesianos, describió las carencias del contexto social actual, poco propicio al desarrollo de las familias. Deploró «los insidiosos modelos de relación cada vez más marcados por la superficialidad, el individualismo y la inestabilidad emocional». Y lamentó «la prevalencia de ritmos y estilos de vida que no dejan suficiente espacio para la escucha, la reflexión y el diálogo, en la escuela, en la familia, y a veces incluso entre personas de la misma edad, con la consiguiente soledad».

En la audiencia general del 28 de mayo, León XIV expresó también su dolor por la suerte de los habitantes de Gaza, donde «las lágrimas de madres y padres, que sostienen los cuerpos sin vida de sus hijos, se elevan cada vez más hacia el cielo». Compadecido de estas familias obligadas «a desplazarse sin cesar en busca de un poco de comida y de refugios más seguros contra los bombardeos», pidió un alto el fuego y ayuda humanitaria.

Durante su primera Regina Cæli, el 11 de mayo, tres días después de su elección, el jefe de la Iglesia católica subrayó el vínculo espiritual que existe en el seno de las familias incluso después de una muerte. Con ocasión del Día de la Madre en Italia, envió «un caluroso saludo a todas las madres, con una oración por ellas, y por las que ya están en el cielo», desencadenando un atronador aplauso.

«Siempre estuvo muy atento a las familias, a su formación y a su integración en la sociedad como núcleo fundamental. Como Papa, creo que buscará una Iglesia en Cristo, la unidad de todos y la promoción del papel fundamental de la familia», dijo al medio ACI Prensa Edinson Delgado, director del colegio católico diocesano Santo Toribio de Mogrovejo, en Chiclayo.

La gran familia de Dios

En términos más generales, el Pontífice americano-peruano se refirió repetidamente a la Iglesia como una familia, «la familia de Dios». Una realidad que abarca «la rica diversidad de nuestras lenguas, culturas y experiencias», dijo a las Obras Misionales Pontificias. Dirigiéndose a los romanos desde la basílica de Santa Maria Maggiore el pasado domingo, el Papa pidió a los fieles «caminar juntos en la Iglesia, unidos como una sola familia de Dios».

En la Misa inaugural de su pontificado, el sucesor de Pedro también se presentó bajo los auspicios de la familia. «He sido elegido sin méritos y, con temor y temblor, vengo a vosotros como un hermano que quiere hacerse servidor de vuestra fe y de vuestra alegría, caminando con vosotros por la senda del amor de Dios», confió. Y exhortó: «Escuchad su propuesta de amor para convertiros en su única familia: en el único Cristo, somos uno».

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El Papa a los nuevos sacerdotes: reconstruir la credibilidad de una Iglesia herida

 

 

En la homilía de la misa de ordenación sacerdotal de once presbíteros para la Diócesis de Roma el Papa León XIV reflexionó sobe la pertenencia al pueblo de Dios del cual los ministros deben ser discípulos cercanos: “Todavía no somos perfectos, pero es necesario ser creíbles”.

Johan Pacheco – Ciudad del Vaticano

En la basílica de San Pedro del Vaticano el Papa León XIV presidió la Misa con rito de Ordenación sacerdotal, este sábado 31 de mayo, consagrando a once nuevos presbíteros para la Diócesis de Roma. “Hoy es un día de gran alegría para la Iglesia -dijo el Pontífice- y para todos y cada uno de ustedes, sacerdotes ordenandos, junto con sus familiares, amigos y compañeros de peregrinación durante sus años de formación”.

El Santo Padre reflexionó en su homilía sobre la pertenencia al pueblo de Dios, y al cual son enviados los ministros, “teniendo siempre presente que la identidad del sacerdote depende de la unión con Cristo, sumo y eterno sacerdote”.

 

Dios reúne a sus hijos

“Somos el pueblo de Dios. El Concilio Vaticano II hizo más viva esta conciencia, casi anticipando un tiempo en que la pertenencia se debilitaría y el sentido de Dios se enrarecería. Ustedes son testigos de que Dios no se ha cansado de reunir a sus hijos, por diversos que sean, y de formarlos en una unidad dinámica”, dijo el Obispo de Roma en su homilía.

El Papa exhortó a los ordenandos a permanecer siempre en el camino del Señor, siendo siervos de Dios en el pueblo de Dios, presentes en un mundo real y no ideal: “como Jesús, son personas de carne y hueso las que el Padre pone en su camino. A ellos se consagran, sin separarse de ellos, sin aislaros, sin hacer del don recibido una especie de privilegio”.

Imposición de las manos

Luego, reflexionando sobre el significado de la imposición de las manos en el rito de la Ordenación, recordó el Pontífice que “en los Hechos de los Apóstoles, ese gesto, … Es la transmisión del Espíritu creador. Así, el Reino de Dios pone ahora en comunión sus libertades personales, dispuestas a salir de sí mismas, injertando sus mentes y sus fuerzas jóvenes en la misión jubilar que Jesús transmitió a su Iglesia”.

“Juntos, pues, reconstruiremos la credibilidad de una Iglesia herida, enviada a una humanidad herida, dentro de una creación herida. Todavía no somos perfectos, pero es necesario ser creíbles”, expresó el Papa animando a los neo sacerdotes en su misión.

 

 

Ministros de esperanza

Indicando además que “Jesús resucitado nos muestra sus heridas y, aunque son signo de rechazo por parte de la humanidad, nos perdona y nos pone en camino. No lo olvidemos. También hoy sopla sobre nosotros (cf. Jn 20,22) y nos hace ministros de esperanza. ‘Para que ya no miremos a nadie a la manera humana’ (2 Co 5,16): todo lo que está roto y perdido a nuestros ojos se nos aparece ahora en el signo de la reconciliación”.

Al final de su homilía, el Papa agradeció por el llamado vocacional de los nuevos ministros: “Les damos gracias y damos gracias a Dios que los ha llamado al servicio de un pueblo totalmente sacerdotal. Juntos, unimos el cielo y la tierra”.