Referencias Bíblicas
• Luke 18:1-8
• Obispo Robert Barron
Amigos, el Evangelio de hoy nos exhorta a orar con persistencia. Esta directiva está en todas partes de la Biblia. Lo vemos en la constante petición de Abraham en nombre del pueblo de Sodoma. Lo vemos en la historia de hoy sobre la viuda persistente. Lo escuchamos en la enseñanza extraordinaria de Jesús: “Llamen y se les abrirá la puerta; busquen y encontrarán; pidan y se les dará”.
Una razón por la que no recibimos lo que queremos a través de la oración es que nos damos por vencidos demasiado fácilmente. ¿Qué es lo que podría estar detrás de esta regla para la oración? Agustín dijo que Dios a veces demora en darnos lo que queremos porque quiere que nuestros corazones se expandan. Mientras más ardientemente deseemos algo, mientras más preparados estemos para cuando llegue, más lo atesoraremos. El solo acto de preguntar persistentemente es lograr algo espiritualmente importante. Entonces, aún cuando el Señor parezca ser lento en responder a tu oración, no debes rendirte nunca.
Margarita de Escocia, Santa
Memoria Litúrgica, 16 de noviembre
Fuente: Arquidiócesis de Madrid
Reina
Martirologio Romano: Santa Margarita, nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia, que dio a luz ocho hijos, y fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia; a la oración y a los ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando así un óptimo ejemplo como esposa, madre y reina († 1093)
Breve Biografía
De estirpe regia y de santos. Por parte de padre emparenta con la realeza inglesa y por parte de madre con la de Hungría. Los santos son, por parte de padre, san Eduardo —llamado el «Confesor»— que era su bisabuelo y, por parte de madre, san Esteban, rey de Hungría. Nació del matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en Hungría, con fecha difícil de determinar. Su padre nunca llegó a reinar, porque al ser llamado por la nobleza inglesa para ello, resulta que el normando Guillermo el Conquistador invade sus tierras, se corona rey e impone el juramento de fidelidad; al poco tiempo murió Eduardo de muerte natural.
Pero esta situación fue la que hizo que Margarita llegara a ser reina de Escocia por casarse con el rey. Su madre había previsto y dispuesto que la familia regresara al continente al quedarse viuda tras la muerte de su esposo y, bien sea por necesidad de puerto a causa de tempestades, bien por la confianza en la buena acogida de la casa real escocesa, el caso es que atracaron en Escocia y allí se enamoró el rey Malcon III de Margarita y se casó con ella.
Es una mujer ejemplar en la corte y con la gente paño de lágrimas. Se la conoce delicada en el cumplimiento de sus obligaciones de esposa; esmerada en la educación de los hijos, les dedica todo el tiempo que cada uno necesita; sabe estar en el sitio que como a reina le corresponde en el trato con la nobleza y asume responsabilidades cristianas que le llenan el día. Señalan sus hagiógrafos las continuas preocupaciones por los más necesitados: visita y consuela enfermos llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda habitualmente a familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con bienes propios y de palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros Santos, los medita y lo que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las enseñanzas de Jesús! De ellos saca las luces y las fuerzas. De hecho, su libro de rezos, un precioso códice decorado con primor —milagrosamente recuperado sin sufrir daño del lecho del río en que cayó— se conserva en la biblioteca bodleiana de Oxford (Inglaterra).
También se ocupó de restaurar iglesias y levantar templos, destacando la edificación de la abadía de Dunferline.
Puso también empeño en eliminar del reino los abusos que se cometían en materia religiosa y se esforzó en poner fin a las abundantes supersticiones; para ello, convocó concilios con la intención de que los obispos determinaran el modo práctico de exponer todo y sólo lo que manda la Iglesia y las enseñanzas de los Padres.
«Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar tantas desgracias juntas». Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte de su esposo y de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue cuando marcharon a recuperar el castillo de Aluwick, en Northumberland, del que se había apoderado el usurpador Guillermo. Ella soportaba en aquellos momentos la larga y penosísima enfermedad que le llevó a la muerte el año 1093, en Edimburgo.
Es la reina Margarita la patrona de Escocia, canonizada por el papa Inociencio IV en el año 1250. Pero no pueden venerarse sus reliquias por desconocerse el lugar donde reposan. Por la manía que tenían los antiguos de desarmar los esqueletos de los santos, su cráneo —que perteneció a María Estuardo— se perdió con la Revolución francesa, porque lo tenían los jesuitas en Douai y, desde luego, no salieron muy bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo encontrar cuando lo pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, aunque se sabe que se trasladó a España por empeño de Felipe II quien mandó tallar un sepulcro en El Escorial para los restos de Margarita y de su esposo.
Aunque les duela esa carencia de reliquias a los escoceses, tienen sin embargo el orgullo de disfrutar en su historia de las grandes virtudes de una mujer que supo primar su condición cristiana a su condición de reina. O mejor, que ser reina no fue dificultad para vivir hasta lo más hondo su responsabilidad de cristiana. O aún más, supo desde la posición más alta ser testigo de Cristo. Y eso es mucho en cualquier momento de la Historia. ¿No será la gente como ella los que se llaman pobres de espíritu?
Encuentro de corazones
Santo Evangelio según San Lucas 18, 1-8.
Sábado XXXII del tiempo ordinario.
Por: Michael Vargas, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, por favor enséñame a disfrutar cada momento de unión contigo a través de mi humilde oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola: «En cierta ciudad había un juez que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’. Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando'». Dicho esto, Jesús comentó: «Si así pensaba el juez injusto, ¿creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen que encontrará fe sobre la tierra?».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En determinadas ocasiones, es muy fácil decir que no sabemos qué nos pide Dios, inclusive afirmamos, que no le oímos, o peor aún que no nos habla, pero ¿qué tanto nos preparamos para entablar un diálogo de corazón a corazón con Aquél que nos ama? ¿Qué tanto le buscamos? ¿Qué tanto insistimos en el momento de pedir algo? ¿Nos hemos preguntado, alguna vez, si realmente pedimos aquello que necesitamos? ¿Aquello que verdaderamente nos conviene?
Gran enseñanza nos quiere dar Jesús mediante esta parábola, pues quiere disponer nuestro corazón para tener un verdadero encuentro con Él. Quiere que hagamos la experiencia de unos hijos que sienten en su corazón la necesidad de pedir y agradecer a un Padre que está siempre a la escucha de sus pequeños. En todo momento y ante cualquier circunstancia, sea buena o sea mala, el Señor está a la escucha.
Lo que no comprendemos muchas veces, es que hay ocasiones en las cuales el Señor ve que lo que pedimos no es conveniente para nosotros, o puede pasar que no insistimos suficiente, quizá sea que nos falta paciencia, esa paciencia de la cual hablaba santa Teresa «Confianza y fe viva, mantenga el alma, que quien cree y espera, todo lo alcanza». Pues Dios, que es un gran Padre y no descuida a ninguno de sus hijos no es ajeno a aquello que le pidamos desde el fondo de nuestro corazón.
No dudemos jamás y no nos cansemos de pedir, pues la esperanza debe de ser esa flama viva que alimenta nuestra confianza a través de la oración, pidámosle ante todo al Señor que nos enseñe a orar, pues como nos recuerda constantemente el Papa Francisco: «Es necesario orar siempre y sin desanimarse».
«Como Jesús en Getsemaní, tenemos que orar confiándolo todo al corazón del Padre, sin pretender que Dios se amolde a nuestras exigencias, modos o tiempos, esto provoca cansancio o desánimo, porque nos parece que nuestras plegarias no son escuchadas. Si, como Jesús, confiamos todo a la voluntad del Padre, el objeto de nuestra oración pasa a un segundo plano, y se manifiesta lo verdaderamente importante: nuestra relación con él. Este es el efecto de la oración, transformar el deseo y modelarlo según la voluntad de Dios, aspirando sobre todo a la unión con él, que sale al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso». (Catequesis de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy dialogaré con Jesús sobre todo aquello que llevo en mi corazón. Sea bueno, sea malo, lo dejaré en sus manos y tendré la esperanza y la certeza de que serán oídas con mucho amor.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Conoce a la patrona de las familias numerosas, Margarita de Escocia
Ella “civilizó” a su marido, el rey Malcolm, leyéndole el Nuevo Testamento
En el año 1066, una princesa inglesa desplazada de nombre Margarita buscaba refugio en Escocia.
Su padre había sido derrocado por los daneses y se había exiliado antes de que ella naciera. Siendo aún muy joven, Margarita regresó a Inglaterra a vivir en la corte de su tío abuelo, Eduardo el Confesor.
Eduardo, líder débil, no podía proteger su reino. La madre de Margarita, Ágata, se llevó a Margarita y a sus otros dos hijos, Edgardo y Cristina, y huyeron al norte escapando de los ejércitos invasores normandos.
Los normandos no tardaron mucho en conquistar Inglaterra y derrocar a Eduardo. Le sustituyó Guillermo de Normandía, también conocido como el Conquistador.
Cuenta la tradición que Ágata decidió abandonar el norte de Inglaterra y viajar de vuelta al continente.
Una joven católica en la corte escocesa
Sin embargo, una fuerte tormenta condujo a su barco al norte de Escocia, donde tomó tierra en un lugar que hoy se llama St. Margaret’s Hope (“la esperanza de santa Margarita”). Poco después llegaron al palacio del rey Malcolm.
Margarita, de 18 años por entonces, pronto se encontró en la corte de Malcolm III de Escocia (también conocido como Malcolm el Canmore, que significa “gran jefe”).
Malcolm III ya era un viudo con dos hijos. (Y sí, es el mismo Malcolm que aparece en Macbeth de Shakespeare, aunque el Malcolm histórico era un niño cuando su padre, el rey Duncan, fue asesinado).
Margarita no era únicamente dulce y encantadora por naturaleza, sino que también era una católica devota y piadosa.
El rey Malcolm se enamoró perdidamente de ella y se casaron en Dunfermline, Escocia, en 1070.
Reformas religiosas y gobierno justo
Una de las primeras cosas que empezó a hacer Margaret fue leerle la Biblia a su nuevo marido.
Se cuenta que las lecturas e historias que ella le leía diariamente ayudaron a “civilizar” al rey, estableciendo las condiciones para el desarrollo de la fe católica en Escocia.
Margarita inició una serie de reformas religiosas con la intención de conformar las prácticas eclesiásticas con las de Roma.
Siguió los consejos del futuro arzobispo de Canterbury, Lanfranc, y se hizo famosa como ejemplo de “dirigente justa”. El hijo menor de Margarita y Malcolm llegó a ser considerado un “gobernador santo”.
Impulsora de espiritualidad
Margarita se implicó profundamente en obras de caridad y de hecho servía a huérfanos y a pobres todos los días antes de comer ella misma. Incluso lavaba los pies a los pobres imitando a Jesús.
A medianoche se levantaba y asistía a los servicios de la iglesia.
Invitó a la orden benedictina a establecer un monasterio en Dunfermline en 1072 y fue responsable de la construcción de transbordadores que ayudaran a los peregrinos a cruzar el río para la adoración.
Margarita también inició la restauración del monasterio de Iona y se encargó de la liberación de ingleses exiliados capturados durante la invasión.
Margarita fue una devota tanto en su vida privada como en la pública. Era totalmente “genuina”.
Gran parte de su tiempo lo pasaba en oración, con lecturas devocionales y haciendo bordados eclesiásticos.
Un matrimonio profundamente unido
Todo su esfuerzo y devoción por Dios tuvieron un profundo efecto sobre su antes irascible marido.
El rey, que no sabía leer, estaba tan impresionado con su esposa que hizo decorar sus libros de oración con oro y plata.
Uno de estos libros, un pequeño Evangelio con magníficas ilustraciones de los evangelistas, se conserva en la Biblioteca Bodleiana de Oxford.
Malcolm nunca comprendió los efectos a largo plazo de los muchos esfuerzos de su esposa. La amaba tanto que simplemente le dejaba hacer lo que deseara. Sin embargo, la desgracia llegó a Margarita de forma inesperada.
Durante la Batalla de Alnwick el 13 de noviembre de 1093, Malcolm y su hijo mayor, Eduardo, murieron en combate contra los ingleses. El hijo de Margarita, Edgar, tuvo la nada envidiable tarea de informar a su madre.
Todavía sin cumplir los 50, pero ya debilitada por su ayuno constante, Margarita falleció tres días después de la muerte de su marido e hijo.
Santa madre y esposa
En reconocimiento a su santidad y lealtad personal a la Iglesia, por poner en marcha reformas religiosas y por sus constantes obras de caridad, el papa Inocencio IV reconoció a Margarita como santa en junio de 1250.
En Proverbios 31,10-12, Lemuel, rey de Masá, recibió este consejo de su madre:
Mujer ejemplar no es fácil hallarla; ¡vale más que las piedras preciosas! Su esposo confía plenamente en ella, y nunca le faltan ganancias. Brinda a su esposo grandes satisfacciones todos los días de su vida”.
El rey Malcolm III de Escocia tuvo una esposa así. Margarita es reconocida como patrona de las familias grandes y de las viudas, y también de los padres que han perdido a sus hijos. Su fiesta es el 16 de noviembre.
Santa Margarita de Escocia, reza por nosotros.
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