Teresa Benedicta de la Cruz, Santa
Memoria Litúrgica, 9 de agosto
Monja Mártir
Martirologio Romano: Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith) Stein, virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas y mártir, la cual, nacida y educada en la religión judía, después de haber enseñado filosofía durante algunos años entre grandes dificultades, recibió por el bautismo la nueva vida en Cristo y la desarrolló bajo el velo de religiosa, hasta que, en tiempo de un régimen hostil a la dignidad del hombre y de la fe, fue desterrada y encarcelada, muriendo en la cámara de gas del campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia (1942).
Fecha de beatificación: 1 de mayo de 1987 por S.S. Juan Pablo I
Fecha de canonización: 11 de octubre de 1998 por S.S. Juan Pablo II
Etimológicamente: Teresa = Aquella que es experta en la caza, es de origen griego.
Breve Biografía
Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. «Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña». Precisamente esta fecha de su nacimientó fue para la carmelita casi un vaticinio.
El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe viva. Edith perdió la fe en Dios. «Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar».
Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización «Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto». Más tarde escribía: » como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas».
En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad: el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto. «Retorno al objetivismo». Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó el periodo de formación profesional.
Al estallar la primera guerra mundial escribía: «ahora ya no tengo una vida propia». Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia, donde obtuvo el doctorado «summa cum laude» con una tesis «Sobre el problema de la empatía «.
Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. «Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, como si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido». En las últimas páginas de su tesis de doctorado escribió: «ha habido personas que, tras un cambio imprevisto de su personalidad, han creído encontrar la misericordia divina». ¿Cómo llegó a esta afirmación?
Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en Gottinga, Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917. Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda.
Con gran sorpresa encontró una creyente. «Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores… Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo». Más tarde escribirá: «lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada».
En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930. Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase sorprendente: «Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso hacia mi propio holocausto».
Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: «Si la carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación». Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen judío.
Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le puede simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.
En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. «Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad».
Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: «mi anhelo por la verdad era ya una oración».
En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. «Había dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios». Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo de Espira en su capilla privada.
Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau. «Mamá, soy católica». Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió: «mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño» (cf. Jn 1, 47).
Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. «Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi conversión… creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de nosotros otras muchas cosas…, creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe «salir de sí mismo», en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir». Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible «practicar la ciencia al servicio de Dios… sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas». Encuentra siempre las fuerzas necesarias para su vida y su trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para pasar allí las fiestas más importantes del año eclesiástico.
En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano. Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de Aquino: «Potencia y acción». Más tarde hará de este ensayo una obra mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser finito y Ser eterno) en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra durante su vida.
En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda su vida sólo quiso ser «instrumento de Dios». «Quien viene a mí, deseo conducirlo a Él «.
En 19331a noche se cierne sobre Alemania. «Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío». El artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo imposible que continuara su actividad docente. «Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí «. «Me había convertido en una extranjera en el mundo».
El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. «Solamente la pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es participar en ella».
Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos. Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil para las dos mujeres. «¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No quiero decir nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha hecho Dios? » . Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren para Colonia. «No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios». Cada semana escribirá después una carta a su madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de casa.
El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.
Escribe en 1938: «bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto». El 21 de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de renovar los votos, murió su madre en Breslau. «Hasta el último momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su Dios… fue lo ultimo que permaneció vivo en su agonía, confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta».
En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra: «que ya sólo en amar es mi ejercicio «.
La entrada de Edith Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida. «Quien entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a Dios «. Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo.
«Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo » (31.10.1938).
El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.
«Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte… de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo… «.
Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras cosas, De la vida de una familia judía. «Deseo narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea». Ante «la juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos…, nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el deber de dar testimonio».
En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: «una scientia crucis (la ciencia de la cruz) sólamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)». Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como subtítulo: » La ciencia de la Cruz «.
El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: «Ven, vayamos, por nuestro pueblo».
Junto con otros muchos otros judíos convertidos al cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los obispos católicos de los Países Bajos por los progromos y las deportaciones de los judíos. «Jamás había pensado que los seres humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir así… cada hora rezo por ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos». El Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: «para mí, ella es, en un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios».
Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.
Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a «una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo «.
El milagro para su canonización
Diez años después de la beatificación, en 1997, Teresa Benedicta McCarthy, una pequeña niña de la ciudad de Boston, en Estados Unidos, fue diagnosticada con un grave e irreversible caso de daño hepático luego de consumir una fuerte dosis de medicamentos, se recuperó repentinamente apenas sus padres oraron a Edith Stein.
Este hecho, completamente documentado, fue reconocido oficialmente como un milagro, abriendo así el camino para la canonización.
Reproducido con autorización de Vatican.va
Yo entiendo tu tristeza y tu dolor
Santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27. Lunes XIX del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento de intimidad contigo. Me has llamado ahora para que pueda experimentar tu presencia viva y amorosa. Gracias, Jesús, por ser quien eres. Te suplico que me des la gracia de no endurecer mi corazón. Quiero escuchar tu voz. Deseo ardientemente experimentar en mi vida todo el cariño que me tienes. No te importa si soy digno o no. Me amas por lo que soy. Gracias, Jesús, y ayúdame a disponer mi corazón para que pueda escuchar lo que Tú quieres decirme en esta oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27
En aquel tiempo, se hallaba Jesús con sus discípulos en Galilea y les dijo: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo van a matar, pero al tercer día va a resucitar”. Al oír esto, los discípulos se llenaron de tristeza. Cuando llegaron a Cafarnaúm, se acercaron a Pedro los recaudadores del impuesto para el templo y le dijeron: “¿Acaso tu maestro no paga el impuesto?” Él les respondió: “Si lo paga”.
Al entrar Pedro en la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: “¿Qué te parece, Simón? ¿A quiénes les cobran impuestos los reyes de la tierra, a los hijos o a los extraños?” Pedro le respondió: “A los extraños”. Entonces Jesús le dijo: “Por lo tanto, los hijos están exentos. Pero para no darles motivo de escándalo, ve al lago y echa el anzuelo, saca el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por ti”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Muy querida alma:
Has leído que mis discípulos se llenaron de tristeza al escuchar de mi pasión y muerte. Es difícil sufrir, pero quizá lo sea más el ver sufrir a alguien que amas entrañablemente, ¡y qué decir si se sufre sin ninguna culpa! El corazón llora sangre delante de una enfermedad incomprensible, delante de la muerte del inocente. Escucho ese grito que sube desde lo más profundo de tu corazón: «¿Por qué, Dios?, ¡¿por qué?!».
¿Sabes?, no soy de piedra. Tengo un corazón que también sufre… y sufre contigo… ¡ y sufre por ti! No soy indiferente a tu dolor. Sufro contigo, a tu lado. Muchas veces me sientas en el banquillo de los acusados y me preguntas iracundo el porqué del dolor y de la muerte… ¡como si Yo jamás hubiera sufrido! Mira la cruz. Dime, ¿todavía crees que no te entiendo?
Yo, en carne propia, he experimentado la traición de los amigos, la injusticia e ingratitud de los hombres, el dolor de los inocentes y hasta la muerte atroz. ¿Qué más necesito hacer para que veas que no soy indiferente a tu dolor?
Tú me preguntas por qué, y Yo te digo: Porque te amo. Es cierto que es más difícil amar que ser indiferente; es peor sufrir que no sufrir; nos da más miedo morir que vivir; es más desagradable llorar que no llorar… pero también es cierto que es mucho más hermoso llorar y ser consolado que jamás haber llorado; es mejor morir y resucitar que nunca haber muerto; es más bello sufrir y ser consolado que jamás haber sufrido… es mil veces mejor amar y ser correspondido que nunca haber amado por miedo a ser rechazado. Aquí me tienes. Quiero secar tus lágrimas, quiero resucitarte a una vida nueva, quiero sufrir a tu lado y consolarte… quiero amarte como nadie te puede amar. ¿Me lo permites?
«Dios dice: ¡No más! He visto la aflicción, he oído el clamor, he conocido su angustia. Y ahí se manifiesta el rostro de nuestro Dios, el rostro del Padre que sufre ante el dolor, el maltrato, la inequidad en la vida de sus hijos; y su Palabra, su ley, se volvía símbolo de libertad, símbolo de alegría, de sabiduría y de luz».
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. ?Hoy me pondré delante de un crucifijo y le daré las gracias a Jesús por estar allí por mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Jesús, el Hijo del hombre.
Catequesis de SS Juan Pablo II. Abril 29 de 1987.
Por: SS Juan Pablo II | Fuente: Catequesis de SS Juan Pablo II.
1. Jesucristo, Hijo del hombre e Hijo de Dios: éste es el tema culminante de nuestras catequesis sobre la identidad del Mesías. Es la verdad fundamental de la revelación cristiana y de la fe: la humanidad y la divinidad de Cristo, sobre la cual reflexionaremos más adelante con mayor amplitud. Por ahora nos urge completar el análisis de los títulos mesiánicos presentes ya de algún modo en el Antiguo Testamento y ver en qué sentido se los atribuye Jesús a Sí mismo.
En relación con el título “Hijo del hombre”, resulta significativo que Jesús lo usara frecuentemente hablando de Sí, mientras que los demás lo llaman Hijo de Dios, como veremos en la próxima catequesis. Él se autodefine “Hijo del hombre”, mientras que nadie le daba este título si exceptuamos al diácono Esteban antes de la lapidación (Act 7, 56) y al autor del Apocalipsis en dos textos (Ap 1, 13; 14, 14).
2. El título “Hijo del hombre” procede del Antiguo Testamento, en concreto del libro del Profeta Daniel, de la visión que tuvo de noche el Profeta: “Seguía yo mirando en la visión nocturna, y vi venir sobre las nubes del cielo a uno como hijo de hombre, que se llegó al anciano de muchos días y fue presentado ante éste. Fuele dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no acabará, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá”(Dan 7, 13-14).
Cuando el Profeta pide la explicación de esta visión, obtiene la siguiente respuesta: “Después recibirán el reino los santos del Altísimo y lo poseerán por siglos, por los siglos de los siglos… Entonces le darán el reino, el dominio y la majestad de todos los reinos de debajo del cielo al pueblo de los santos del Altísimo” (Dan 7, 18. 27). El texto de Daniel contempla a una persona individual y al pueblo.
Señalemos ya ahora que lo que se refiere a la persona del Hijo del hombre se vuelve a encontrar en las palabras del Ángel en la anunciación a María: “Reinará… por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1, 33).
3. Cuando Jesús utiliza el título “Hijo del hombre” para hablar de Sí mismo, recurre a una expresión proveniente de la tradición canónica del Antiguo Testamento presente también en los libros apócrifos del judaísmo. Pero conviene notar, sin embargo, que la expresión “hijo de hombre” (ben-adam) se había convertido en el arameo de la época de Jesús en una expresión que indicaba simplemente “hombre” (bar enas).
Por eso, al referirse a Sí mismo como “Hijo del hombre”, Jesús logró casi esconder tras el velo del significado común el significado mesiánico que tenía la palabra en la enseñanza profética. Sin embargo, no resulta casual, si bien las afirmaciones sobre el “Hijo del hombre” aparecen especialmente en el contexto de la vida terrena y de la pasión de Cristo, no faltan en relación con su elevación escatológica.
4. En el contexto de la vida terrena de Jesús de Nazaret encontramos textos como el siguiente: “Las raposas tienen cuevas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8, 20); o este otro: “Vino el Hijo del hombre, comiendo y bebiendo, y dicen: es un comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores” (Mt 11, 19). Otras veces la palabra de Jesús asume un valor que indica con mayor profundidad su poder. Así cuando afirma: “Y dueño del sábado es el Hijo del hombre” (Mc 2, 28). Con ocasión de la curación del paralítico, a quien introdujeron en la casa donde estaba Jesús haciendo un agujero en el techo, El afirma en tono casi desafiante: “Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados -se dirige al paralítico-, yo te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Mc 2, 10-11 ). En otro texto afirma Jesús: “Porque como fue Jonás señal para los ninivitas, así también lo será el Hijo del hombre para esta generación” (Lc 11, 30). En otra ocasión se trata de una predicción rodeada de misterio: “Llegará tiempo en que desearéis ver un solo día al Hijo del hombre, y no lo veréis” (Lc 17, 22).
5. Algunos teólogos señalan un paralelismo interesante entre la profecía de Ezequiel y las afirmaciones de Jesús. El Profeta escribe: “(Dios) me dijo: Hijo de hombre, yo te mando a los hijos de Israel… que se han rebelado contra mí… Diles: Así dice el Señor, Yavé” (Ez 2, 3-4) “Hijo de hombre, habitas medio de gente rebelde, que tiene ojos para ver, y no ven; oídos para oír, y no oyen…” (Ez 12, 2) “Tú, hijo de hombre… dirigirás tus miradas contra el muro de Jerusalén… profetizando contra ella” (Ez 4, 1-7). “Hijo de hombre, propón un enigma y compón una parábola sobre la casa de Israel» (Ez 17, 2).
Haciéndose eco de las palabras del Profeta, Jesús enseña: “Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10). “Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mc 10, 45; cf. además Mt 20, 29). El “Hijo del hombre” … “cuando venga en la gloria del Padre, se avergonzará de quien se avergüence de Él y de sus palabras ante los hombres” (cf. Mc 8, 38).
6. La identidad del Hijo del hombre se presenta en el doble aspecto de representante de Dios, anunciador del reino de Dios, Profeta que llama a la conversión. Por otra parte, es “representante” de los hombres, compartiendo con ellos su condición terrena y sus sufrimientos para redimirlos y salvarlos según el designio del Padre. Como dice Él mismo en el diálogo con Nicodemo: “A la manera que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga la vida eterna” (Jn 3, 14-15).
Se trata de un anuncio claro de la pasión, que Jesús vuelve a repetir: “Comenzó a enseñarles cómo era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho, y que fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitara después de tres días” (Mc 8, 31). En el Evangelio de Marcos encontramos esta predicción repetida en tres ocasiones (cf. Mc 9, 31; 10, 33-34) y en todas ellas Jesús habla de Sí mismo como “Hijo del hombre”.
7. Con este mismo apelativo se autodefine Jesús ante el tribunal de Caifás, cuando a la pregunta: “¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito?”, responde: “Yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo” (Mc 14, 62). En estas palabras resuena el eco de la profecía de Daniel sobre el “Hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo” (Dan 7, 13) y del Salmo 110, que contempla al Señor sentado a la derecha de Dios(cf. Sal 109/110, 1)
8. Jesús habla repetidas veces de la elevación del “Hijo del hombre”, pero no oculta a sus oyentes que ésta incluye la humillación de la cruz. Frente a las objeciones y a la incredulidad de la gente y de los discípulos, que comprendían muy bien el carácter trágico de sus alusiones y que, sin embargo, le preguntaban: “¿Cómo, pues, dices tú que el Hijo del hombre ha de ser levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre?” (Jn 12, 34), afirma Jesús claramente: “Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy, y no hago nada por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo” (Jn 8, 28). Jesús afirma que su “elevación” mediante la cruz constituirá su glorificación. Poco después añadirá: “Es llegada la hora en que el Hijo del hombre será glorificado” (Jn 12, 23). Resulta significativo que cuando Judas abandonó el Cenáculo, Jesús afirme: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en Él” (Jn 13, 31).
9. Este es el contenido de vida, pasión, muerte y gloria, del que el Profeta Daniel había ofrecido sólo un simple esbozo. Jesús no duda en aplicarse incluso el carácter de reino eterno e imperecedero que Daniel había atribuido a la obra del Hijo del hombre, cuando en la profecía sobre el fin del mundo proclama: “Entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y majestad” (Mc 13, 26; cf. Mt 24, 30). En esta perspectiva escatológica debe llevarse a cabo la obra evangelizadora de la Iglesia. Jesús hace la siguiente advertencia: “No acabaréis las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre” (Mt 10, 23). Y se pregunta: “Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc 1 8, 8).
10. Si en su condición de “Hijo del hombre” Jesús realizó con su vida, pasión, muerte y resurrección el plan mesiánico delineado en el Antiguo Testamento, al mismo tiempo asume con ese mismo nombre el lugar que le corresponde entre los hombres como hombre verdadero, como hijo de una mujer, María de Nazaret. Mediante esta mujer, su Madre, Él, el “Hijo de Dios”, es al mismo tiempo “Hijo del hombre”, hombre verdadero, como testimonia la Carta a los Hebreos: “Se hizo realmente uno de nosotros, semejante a nosotros en todo, menos en el pecado” (Const. Gaudium et spes, 22; cf. Heb 4, 15).
Edith Stein, el don de la vida contra la intolerancia
Una mujer coherente, una mujer que busca a Dios honestamente, con amor.
Una hija querida de la Iglesia que ha reconocido su testimonio de fe, de amor, su ser «luz en la noche oscura», como definió Benedicto XVI a Edith Stein. Nacida en la Silesia alemana en 1881 en el seno de una familia judía, se hizo filósofa y luego se convirtió al catolicismo, sin negar nunca sus orígenes judíos, porque le llamó la atención la vida de Santa Teresa de Ávila.
Se convirtió en religiosa carmelita con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz y durante los años de la persecución nazi fue trasladada a Holanda. Pero fue aquí, en el Carmelo de Echt, donde escribió su deseo de ofrecerse «como sacrificio de expiación por la verdadera paz y la derrota del reino del Anticristo». Dos años después de la invasión nazi de los Países Bajos, en 1940, fue llevada a Auschwitz junto con otros 244 judíos católicos como acto de represalia contra el episcopado holandés, que se había opuesto públicamente a las persecuciones. Murió en el campo de exterminio junto con su hermana Rosa, que también se había convertido al catolicismo.
El amor cura el dolor
San Juan Pablo II la canonizó el 11 de octubre de 1998, destacando su «camino en la escuela de la Cruz» y mostrando cómo el amor hace fecundo incluso el dolor. Al año siguiente la elevó a copatrona de Europa junto con Santa Catalina de Siena y Santa Brígida de Suecia. La editorial Città Nuova ha presentado recientemente la serie «Obras completas de Edith Stein». La editora es la profesora Angela Ales Bello, profesora emérita de Historia de la Filosofía Contemporánea en la Universidad Pontificia Lateranense de Roma y presidenta de la Asociación Italiana Edith Stein. La profesora destaca las similitudes entre el momento histórico actual, marcado por la pandemia, y el que vivió Santa Teresa Benedicta de la Cruz, condicionado a su vez por la gripe española.
– ¿Qué nos pueden decir hoy la historia y el pensamiento de Edith Stein en medio de una emergencia pandémica? ¿Cuál es su mensaje?
Yo diría que el mensaje tiene varias lecturas. En primer lugar, se trata de actuar en la historia y, por tanto, de ser capaces de convertirnos, dentro de nuestro propio ámbito de actuación, en verdaderos protagonistas de una acción orientada al bien, naturalmente no sólo al nuestro, sino también al de los demás. Y aquí es sumamente importante el concepto de «comunidad» que propone Stein, una comunidad que significa solidaridad y asunción de responsabilidad mutua. Se trata, pues, de un mensaje moral basado en una dimensión fundamentalmente religiosa, judeo-cristiana.
– El Papa Francisco ha destacado sus valientes elecciones, tanto en su conversión a Cristo como en la entrega de su vida contra toda forma de intolerancia y perversión ideológica. ¿Cree que hay aspectos de esta figura que son menos conocidos hoy en día?
Ciertamente es una figura completa y compleja. Complejo significa que es difícil captar todos los matices de su personalidad. Mi largo conocimiento de los escritos de Stein me ha permitido entrar en sintonía, al menos así lo creo, con una persona valiente hasta la médula, y así lo demuestra también su participación en la Primera Guerra Mundial como enfermera de la Cruz Roja en su juventud, en contra del consejo de su familia porque el trabajo era naturalmente muy arriesgado. Se encontraba en un hospital donde también había enfermos de tifus y, por tanto, en una situación muy difícil. Pero no sólo este elemento muestra su valentía, también la forma en que afrontó su, conocida como conversión religiosa con respecto a su familia que, por supuesto, no podía aceptar este paso a una visión diferente a la del judaísmo. Y de nuevo en el momento de la persecución, es realmente un ejemplo extraordinario de la serenidad interior que da la conciencia de la fe para afrontar cualquier situación negativa. Del 5 al 9 de agosto fue trasladada a Auschwitz junto con su hermana, que la había seguido al Carmelo de Echt, en Holanda. Según el testimonio de algunos de los supervivientes, se dedicó especialmente a cuidar de los niños que a menudo habían sido abandonados por sus madres, que ya no podían ocuparse de ellos por la angustia y el dramatismo de la situación. En sus escritos habla de la fuerza espiritual que puede contrarrestar todas las situaciones negativas de la vida, incluso cuando falta lo que ella llama la fuerza vital.
– ¿Qué imagen de Edith Stein recuerda la colección de la que usted es editora?
En primer lugar la de pensadora, no hay que olvidar toda su investigación filosófica. Tenía una capacidad teórica y la habilidad de intuir inmediatamente los elementos fundamentales ante una situación problemática y extraordinaria. La suya era una gran inteligencia en el sentido de la comprensión. Su reflexión se centró fundamentalmente en el ser humano, pero luego desde el ser humano en su singularidad pasó a los demás: de ahí el gran tema de la intersubjetividad, de la interpersonalidad. La enseñanza de Stein sobre el proceso educativo es sumamente importante, y es fundamental no sólo para los jóvenes, a los que naturalmente presta gran atención en las escuelas y las familias, sino también para una educación que podríamos definir como permanente, recíproca y para toda la vida. Sus obras son realmente una muestra extraordinaria de su excepcional actividad intelectual; es una de las más grandes filósofas de todos los tiempos. Stein es, en mi opinión, un faro y, al mismo tiempo, va unida a otras pensadoras que demuestran que las mujeres tienen una extraordinaria capacidad teórica. Stein, que dio clases en el instituto durante muchos años, decía que sus alumnas tenían grandes capacidades metafísicas, para captar con precisión la esencia de los fenómenos fundamentales de la relación entre el ser humano y Dios, el ser humano y el mundo.
¿Cuáles son las armas más poderosas contra el diablo?
Los demonios a través de la tentación: no quieren la santidad de Cristo en nosotros, no quieren nuestro testimonio cristiano, no quieren que seamos discípulos de Jesús.
Contra el diablo, las armas más poderosas: meditar la palabra de dios, el rosario, la confesión, la misa
-Entrevista al presidente de la Asociación Internacional de Exorcistas, P. Bamonte: No basta saber que los demonios existen, sino que es preciso conocer cómo actúan no caer en sus trampas
Recientemente, la Asociación Internacional de Exorcistas obtuvo el reconocimiento jurídico de la Congregación para el Clero, en el Vaticano. Con este motivo, el presidente de la Asociación, Padre Francesco Bamonte de los siervos del Corazón Inmaculado de María-, exorcista de la diócesis de Roma, concedió una entrevista a Radio Vaticana.
P.- El Papa Francisco ha mencionado muchas veces al demonio en sus homilías, recordándonos su existencia real y su actuar.
R. Sin duda, el fundamento de la predicación y de las enseñanzas del Papa Francisco es Jesucristo; pero el Papa nos exhorta a no olvidar lo que la Sagrada Escritura nos dice: que los demonios existen: son ángeles creados por Dios que se transformaron en malvados porque libremente eligieron rechazar a Dios y su Reino, dando origen así al infierno.
Los demonios actúan en la historia personal y comunitaria de los hombres, tratando de propagar entre los hombres la elección del mal. Por eso, no basta saber que existen, sino que es preciso también conocer cómo actúan para prevenir y rechazar sus ataques y no caer en sus trampas.
El Papa ha descrito a menudo cómo actúan los demonios a través de la tentación para separar a los hombres de Cristo. De hecho, quieren que seamos como ellos; no quieren la santidad de Cristo en nosotros, no quieren nuestro testimonio cristiano, no quieren que seamos discípulos de Jesús.
El Papa también ha subrayado varias veces que los demonios que son repelentes y repugnantes- se disfrazan de ángeles de luz para hacerse atractivos y engañar mejor a los hombres. Jesús en el Evangelio nos enseña cómo luchar y vencer a los demonios con su gracia.
P. ¿Cuáles son las armas más poderosas contra el diablo?
R. El arma poderosa, ante todo, es la lectura y la meditación de la Palabra de Dios, como dice el Papa Francisco, que nos ha invitado a llevar siempre en el bolsillo un Evangelio. En nuestro interior, esta Palabra, cuando entra, vive, actúa y nos llena de la gracia del Espíritu Santo.
Y luego está el Rosario, el encomendarse a la Virgen, a quien el demonio odia especialmente. Y la confesión frecuente: reconocernos pecadores humildemente, confesar nuestros pecados y pedir a Dios la fuerza para no pecar más. La participación en la Santa Misa los días festivos. Y también la lucha contra nuestros vicios, contra lo que el pecado original ha dejado en nosotros, para que triunfe el hombre nuevo en Cristo.
P.- La presencia de un sacerdote exorcista en la diócesis ¿es necesaria?
R.- Es importantísima. De hecho, cuando no hay un sacerdote exorcista, a menudo la gente se dirige a magos, hechiceros, lectores de cartas y del futuro, sectas Por otra parte, no tiene sentido pensar que si las personas saben que hay un exorcista en su diócesis, serán más propensas a creer que son víctimas de una posesión diabólica. La primera preocupación de todo exorcista con buen sentido es evitar que se forme o se mantenga la creencia de una posesión cuando ésta no existe.
El exorcista es ante todo un evangelizador, un sacerdote, por lo que sea cual sea el origen del mal que padece quien acude a él, sea o no sea una auténtica forma de acción extraordinaria del demonio, el sacerdote exorcista se esfuerza por infundir serenidad, paz, confianza en Dios y esperanza en su gracia.
Y cuando se comprueba realmente la existencia de un caso de posesión diabólica, el sacerdote exorcista acompañará a esos hermanos y hermanas que sufren a causa del maligno, con humildad, fe y caridad, para sostenerlos en la lucha, para darles ánimos en el duro camino de la liberación, y para reavivar en ellos la esperanza.
P.- ¿Es grande el sufrimiento de las personas que sufren realmente el estado de posesión diabólica?
R.- En mi experiencia, como en la de muchos otros exorcistas naturalmente relativa a personas realmente poseídas- encuentro hombres y mujeres perfectamente sanos de mente, pero expuestos a un nivel de sufrimiento difícilmente imaginable.
Ante tanto dolor es imposible permanecer indiferente: deseo sinceramente que muchos otros hermanos sacerdotes se den cuenta de esta dramática realidad, a menudo ignorada o subestimada. El exorcismo es una forma de caridad en beneficio de personas que sufren. Está dentro de las obras de misericordia corporal y espiritual.
P. Hablemos del servicio que ofrece el Vicariado de Roma
R.- En algunas diócesis se ofrece un servicio de primera escucha para quienes piden un exorcista. Los sacerdotes cuentan con la ayuda de un equipo de voluntarios formado por médicos especialistas en psiquiatría y psicoterapeutas, que evalúan si es necesario los aspectos médicos. Hay personas que confunden problemas de origen médico con problemas de origen espiritual. Los casos que se consideran serios y en los que debe intervenir un sacerdote exorcista son limitados.
P.- La Asociación Internacional de Exorcistas que se ha creado recientemente es una novedad en la Iglesia
R.- En la larga historia de la Iglesia, aún no se había constituido una Asociación Internacional de Exorcistas: esto es un signo de los tiempos. El Espíritu Santo, en respuesta a las exigencias especiales de nuestra época, ha suscitado una toma de conciencia de que entre los mandatos que Cristo a la Iglesia, está incluido el de expulsar a los demonios en su Nombre.
Al mismo tiempo, el Espíritu Santo ha inspirado en la Iglesia una asociación de sacerdotes exorcistas para que tengan la fuerza que deriva del estar en comunión con otros hermanos que ejercen el mismo ministerio; y para que, encontrándose periódicamente y compartiendo sus experiencias, puedan ofrecer una ayuda más eficaz a quienes se dirigen a ellos.
El Papa Francisco envió un mensaje en septiembre a los exorcistas italianos, expresando su aprecio por el servicio eclesial que realizan con el ministerio del exorcismo, ejerciendo una forma de caridad en beneficio de personas que sufren y necesitan liberación y consuelo.
Cuidar de los abuelos
Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes
Uno de los temas de los que no podemos dejar de hablar es de la familia, ya que es un tema muy importante, sobre todo durante este año, y lo hacemos movidos por el interés del Papa Francisco en tener presente esta realidad tal como verdaderamente es: un gran don que el Señor ha hecho en el mundo desde el principio, cuando confirió a Adán y Eva la misión de multiplicarse y llenar la tierra. Aquel don que Jesús ha confirmado y sellado en su Evangelio.
Los abuelos y los ancianos
Gracias a los progresos de la medicina la vida se ha prolongado: ¡pero la sociedad no se ha “prolongado” a la vida! El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado suficientemente para hacerles lugar a ellos, con justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y su dignidad.
Mientras somos jóvenes, tenemos la tendencia a ignorar la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que hay que tener lejos; luego cuando nos volvemos ancianos, especialmente si somos pobres, estamos enfermos, estamos solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficacia que ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar.
La atención a los ancianos hace la diferencia de una civilización. ¿En una civilización hay atención al anciano? ¿Hay lugar para el anciano? Esta civilización seguirá adelante porque sabe respetar la sabiduría, la sabiduría de los ancianos. Una civilización en donde no hay lugar para los ancianos, en la que son descartados porque crean problemas… es una sociedad que lleva consigo el virus de la muerte.
En la era del descarte se descarta a los ancianos porque no sirven. Pero ahora que falta trabajo recurren a los abuelos para que nos ayuden con su pensión ¿no?”.
Hemos de considerar el valor y la importancia del papel de los abuelos en la familia. Es verdad que la sociedad tiende a descartarnos, pero ciertamente el Señor no. Él nos llama a seguirlo en cada edad de la vida, y también la ancianidad contiene una gracia y una misión del Señor.
No es aún el momento de “no remar más”. Este periodo de la vida es distinto a los anteriores, no hay duda; debemos también “inventarlo” un poco, porque nuestras sociedades no están preparadas, espiritual y moralmente, para darles su pleno valor a los ancianos. Hace un año escuché historias de matrimonios de ancianos que se desviven por los otros, de matrimonios, que celebraban 50 o 60 años de fidelidad. Me emocionó mucho. Y digo, házselo ver a los jóvenes que se cansan pronto.
¡Es un gran don para la Iglesia, la oración de los abuelos y de los ancianos es una riqueza! Una gran inyección de sabiduría también para toda la sociedad humana: sobre todo para aquella que está demasiado ocupada, demasiado distraída.
Nosotros necesitamos antes que nada ancianos que recen, porque la vejez nos es dada para esto. Es algo bello, algo bello esto, la oración de los ancianos.
Nosotros podemos dar las gracias al Señor por los beneficios recibidos, y llenar el vacío de la ingratitud que lo rodea. Podemos
- interceder por las esperas de las nuevas generaciones y dar dignidad a la memoria y a los sacrificios de las pasadas.
- recordar a los jóvenes ambiciosos que una vida sin amor es árida.
- decir a los jóvenes asustados que la angustia del futuro puede ser vencida.
- enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí mismos que hay más alegría en el dar que en el recibir.
La oración purifica incesantemente el corazón. La alabanza y la súplica a Dios previene el endurecimiento del corazón en el resentimiento y en el egoísmo.
- ¡Qué feo es el cinismo de un anciano que ha perdido el sentido de su testimonio, desprecia a los jóvenes y no comunica una sabiduría de vida!
- ¡Qué bonito es el aliento que el anciano consigue transmitir al joven en búsqueda del sentido de la fe y de la vida!
Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi ordenación sacerdotal, las llevo aún conmigo siempre en el breviario. Y las leo a menudo y me hace bien.
Un rosario encontrado en el bosque
Algo brillaba en un arbusto, era un rosario de madera, desgastado por el uso, cuya cruz de metal relucía a la luz del sol
Aquel bosque había sido siempre muy atrayente. Sus árboles centenarios, cuyas hojas filtraban los rayos del sol, y su ambiente de misterio creaban el escenario perfecto para las diversiones de los niños de la aldea, amantes de la aventura. Era habitual, sobre todo en vacaciones o los fines de semana, verlos correr por todas partes y perderse entre las sombras de la vegetación, mientras de lejos se escuchaba resonar su alegre griterío.
Allí se habían refugiado, durante la guerra, los soldados de la retaguardia. Por eso, no era raro encontrar casquillos de bala, restos de pólvora o plomo y otros pertrechos, lo que para los niños hacía de ese lugar un sitio aún más fascinante.
Un día, un par de amigos —Mario y Alejandro— se encontraban paseando entre los árboles en busca de algo nuevo. Habían sido compañeros en la escuela y siempre pasaban juntos las vacaciones. El primero todavía vivía en la aldea, pero el otro se había mudado con su familia a la capital. Andaban conversando animadamente sobre cuál sería el futuro de cada uno. Después de todo, y
— Yo voy a ser médico, dijo Alejandro. Me estoy aplicando para entrar en la Universidad. Quiero ayudar a la gente. Me conmovió ver cómo sufrían los soldados durante la guerra por no tener a un doctor que les auxiliara.
Y tú, ¿ya te has decidido?
— Todavía no…, le respondió Mario.
— ¡Pero bueno! Si ya estás terminando el instituto. Tendrás que tomar una determinación.
— A mí también me gustaría elegir una profesión que ayudara a las personas, pero la Medicina no me atrae.
Andaban despacio y la conversación iba alcanzado un clima de reflexión.
De pronto, se fijaron que algo brillaba en un arbusto e instintivamente ambos aceleraron el paso. Era un rosario de madera, desgastado por el uso, cuya cruz de metal relucía a la luz del sol.
— ¡Mira, es un rosario!, exclamó Mario, mientras lo cogía y besaba su crucifijo.
— ¡Va, si es un rosario ordinario!, le retrucó Alejandro.
— Un rosario, por muy simple que sea, nunca es ordinario, le reprendió su amigo. Debemos buscar a su dueño, porque tiene que estar muy triste por haberlo perdido.
Alejandro intentaba disuadirlo, pues la aldea no era tan pequeña… y además que podría pertenecer a uno de los miles de soldados que por allí habían pasado durante la guerra. Mario decidió entonces llevarlo a la ermita que estaba en el centro del bosque y depositarlo a los pies de una imagen de la Virgen. Quién sabe si el que lo había extraviado no iría a buscarlo ahí.
Cuando llegaron a la ermita, Mario le pidió a su amigo que entrara con él para que juntos rezaran a María Santísima, como siempre lo habían hecho, pero Alejandro no quiso acompañarle. Prefirió esperarle afuera, contemplando… las maravillas de la naturaleza.
Habían pasado cinco minutos desde que Mario había entrado.
Quince minutos. ¡Media hora! ¡Y no daba la impresión de que fuera a salir…!
Alejandro estaba impaciente y se preguntaba qué estaría haciendo tanto tiempo dentro de la ermita.
Finalmente, apareció. Y venía sonriendo, como iluminado.
— ¿Pero qué te ha pasado? ¿Por qué has tardado tanto?
— Ya he decidido lo que voy a ser: sacerdote.
— ¿Cómo? ¿Qué ideas son esas?
— Sí, tú serás médico de cuerpos y yo médico de almas. Hoy he visto claramente, delante de Nuestra Señora, cuál sería mi vocación y le he pedido que me ayude a entrar enseguida en el seminario y me transforme en un sacerdote santo.
Alejandro no se atrevió a decir nada más. Regresaron a casa de Mario y cuando se acabaron las vacaciones cada cual siguió su camino: aquel entró en la Facultad de Medicina y éste ingresó en el Seminario Diocesano. Ambos perdieron la pista uno del otro.
Veinte años habían pasado cuando el padre Mario fue designado capellán del Hospital Modelo de la capital.
Allí se encontró con su antiguo amigo, ahora un renombrado médico y cirujano. Había progresado mucho profesionalmente, pero infelizmente se preocupaba tan sólo con asuntos prácticos, sin darle importancia a la vida espiritual.
Un día, el sacerdote y el doctor se encontraron en la habitación de un pobre enfermo que no paraba de quejarse. Tras examinarle, el médico le dijo que no entendía el motivo de aquellos lamentos. La enfermedad estaba remitiendo y no existía una causa orgánica para los dolores que parecía le atormentaban.
— ¡Ay, ay! ¡Ay, doctor! Me voy a morir… y no tendré salvación, repetía el enfermo, angustiado.
El sacerdote se acercó para intentar animarle, exhortándole a que tuviera confianza en la Madre de Dios. Y le invitó a que rezaran juntos el Rosario.
— ¡No me hable de rosarios!
— Pero, ¿por qué? No hay una criatura más dulce y bondadosa que María…
El pobre hombre le contó su historia. Unos veinte años atrás había sido soldado en la guerra. Antes de salir de casa, su madre le había dado un rosario y le hizo que le prometiera que lo llevaría siempre encima y lo rezaría diariamente. El militar atendió aquel pedido durante un tiempo, pero no pudo resistir las burlas de sus compañeros y al pasar por un bosque cercano a una aldea tiró el rosario entre los arbustos.
Desde entonces la conciencia le pesaba enormemente y no se sentía digno de rezar a la Virgen, ni de mirar siquiera a una imagen suya.
El sacerdote y el médico se miraron estupefactos. El lugar del que hablaba era la aldea de su infancia y el rosario ¡el que se habían encontrado!
El padre Mario sacó un rosario de madera de su bolsillo y se lo entregó al enfermo, diciéndole:
— Pues mire, ¡aquí está su rosario!
Si María ha querido que le fuera devuelto, es porque quería manifestarle su perdón.
La fisonomía del enfermo se iluminó. Entonces el sacerdote le contó la escena que ocurrió hacía veinte años atrás y cómo su vocación se la debía a aquel rosario que guardaba de recuerdo por la gracia recibida, y con el que rezaba todos los días.
El doctor oía al padre Mario, bañado en lágrimas. Dándose cuenta de lo mucho que se había alejado de Dios, se preguntaba: “¿De qué sirve ser un gran profesional a costa de dejar abandonada su propia alma?”.
Médico y paciente quisieron confesarse y recuperar la paz. El viejo soldado en poco tiempo recibió el alta y salió del hospital. Y el Dr. Alejandro y el P. Mario aún trabajaron juntos durante muchos años, en plena armonía: uno curaba el cuerpo y el otro llevaba la salud al alma.
El Papa: Sin la pobreza y la alabanza, la Iglesia envejece
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Homilía de Francisco en la Casa Santa Marta sobre la importancia de vivir la gratuidad para mantenerse vivos
El Evangelio se anuncia con sencillez y gratuidad, afirmó el Papa Francisco en la Misa del 11 de junio de 2013 en la Casa Santa Marta.
El Papa aseguró que en la Iglesia el testimonio de la pobreza nos salva de convertirnos en meros organizadores de obras. Y advirtió que cuando queremos una “Iglesia rica”, la Iglesia “envejece”, “no tiene vida”.
En la Misa, concelebrada, entre otros, por el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, participaron los sacerdotes y colaboradores de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El papa Francisco ofreció su homilía a partir de la siguiente exhortación dirigida por Jesús a los Apóstoles enviados a anunciar el Reino de Dios:
“No llevéis ni oro ni plata ni dinero en vuestras cinturas”.
Gratis
Un anuncio –dijo- que el Señor “quiere que se haga con sencillez”, esa sencillez “que deja sitio al poder de la Palabra de Dios”, porque si los Apóstoles no hubieran tenido fe en la Palabra de Dios”, “quizás habrían hecho otras cosas”.
El papa Francisco indicó la “palabra clave” de las consignas dadas por Jesús: “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”.
Todo es gracia, añadió, y “cuando nosotros queremos actuar de un modo donde la gracia” “se deja de lado, el Evangelio no tiene eficacia”.
“La predicación evangélica nace de la gratuidad, del estupor de la salvación que llega; lo que yo he recibido gratuitamente, debo darlo gratuitamente”, continuó.
“Y desde el principio esto era así: San Pedro no tenía una cuenta en un banco, y cuando ha tenido que pagar los impuestos, el Señor lo mandó al mar a pescar un pez y encontrar la moneda dentro del pez, para pagar.
Felipe, cuando se encuentra con el ministro de economía de la reina Candace, no pensó: ‘Ah, bien…hagamos una organización para sostener el Evangelio…’ ¡No! No hizo negocios con él: anunció, bautizó y se fue”.
Tentaciones
El Reino de Dios, prosiguió, “es un don gratuito”. Y reveló que, desde los orígenes de la comunidad cristiana, esta actitud se ha visto sometida a tentaciones.
Está, dijo, “la tentación de buscar la fuerza” en lugar de la gratuidad, mientras que “nuestra fuerza es la gratuidad del Evangelio”.
Es más, “en la Iglesia siempre ha existido esta tentación”, y esto crea “un poco de confusión”, advirtió. Porque “el anuncio parece proselitismo y por ese camino no se adelanta”. El Señor, añadió, “nos ha invitado a anunciar, no a hacer prosélitos”.
Lo que atrae
Citando a Benedicto XVI, destacó:
“La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”. Y esta atracción viene del testimonio de “aquellos que desde la gratuidad anuncian la gratuidad de la salvación”.
“Todo es gracia. Todo. ¿Y cuáles son los signos de que un apóstol vive esta gratuidad? Hay muchos, pero destacaré solo dos:
1 LA POBREZA
«El anuncio del Evangelio debe ir en el camino de la pobreza. El testimonio de esta pobreza: no tengo riquezas, mi riqueza es solo el don que he recibido: Dios.
Esta gratuidad: ¡es nuestra riqueza! Y esta pobreza nos salva de convertirnos en organizadores, empresarios…
Se deben llevar a cabo las obras de la Iglesia, y algunas son muy complejas, pero con corazón de pobreza, no con el corazón de la inversión o de un empresario, ¿no?”.
“La Iglesia –añadió- no es una ONG: es otra cosa, más importante, y nace de esta gratuidad, recibida y anunciada”. La pobreza, afirmó, “es uno de los signos de esta gratuidad”.
2 LA ALABANZA
El otro signo, añadió el papa Francisco, “es la capacidad de alabanza, cuando un apóstol no vive esta gratuidad, pierde la capacidad de alabar al Señor”.
Alabar al Señor, “es esencialmente gratuito, es una oración gratuita: no pedimos, sólo alabamos”.
Iglesia rica sin vida
“Estos son los signos de que un apóstol vive esta gratuidad: la pobreza y la capacidad de alabar al Señor.
Y cuando encontramos apóstoles que quieren hacer una Iglesia rica y una Iglesia sin la gratuidad de la alabanza, la Iglesia envejece, la Iglesia se convierte en una ONG, la Iglesia no tiene vida.
Pidamos al Señor hoy la gracia de reconocer esta gratuidad: ‘Gratuitamente habéis recibido, dad gratuitamente’.
Reconoced esta gratuidad, el don de Dios. Vayamos también hacia delante con esta gratuidad en la predicación evangélica”.