Esperanza en un mundo mejor. Un mundo parecido a un cedro magnífico que crece de un esqueje pequeño por la fuerza que le da el Señor, como nos acaba de decir el profeta Zacarías. Un mundo en el que vivimos como emigrantes lejos de los nuestros y quizás con una fe temblorosa y llena de miedos, pero destinados a intentar cambiar el mundo ya ahora, para reunir a todos los hombres y mujeres en un mundo mejor (el Reino de Dios) como hemos oído en la segunda lectura, a pesar de tener también la mirada puesta en el mundo futuro en el que disfrutaremos del Amor de Dios. Ésta es nuestra esperanza, poder cambiar el mundo ahora, no por nuestros méritos, no para que seamos los mejores, sino porque confiamos en el Dios: en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

Hermanos y hermanas. No me gusta el mundo en el que vivimos. No me gusta la violencia, el hambre, la pobreza, el individualismo, las adicciones, el dolor de tantos inocentes, la indiferencia de los ricos y de los poderosos (los perros mudos como los llamaba san Antonio de Padua, mi patrón)… Me duele el mundo actual: quiero cambiarlo y quiero instaurar el Reino de Dios: ahora.

Hermanos y hermanas, ¿quiere ayudarme a cambiar el mundo? Pues podemos hacer lo decía el papa San Gregorio hace casi mil quinientos años: “cuando formulamos buenos deseos, plantamos la semilla en el suelo; cuando empezamos a obrar bien, somos una brizna de hierba; cuando crecemos, llegamos a ser espigas y cuando ya estamos firmes en el buen obrar con perfección, la espiga se llena de grano maduro” (San Gregorio, Homilías sobre la profecía de Ezequiel, libro 2,3,5). Y sí, sin embargo, somos conscientes de nuestra poca cosa, de nuestras fragilidades e incoherencias, de nuestros miedos…

Pero, hermanos y hermanas, somos cristianos y podemos tener confianza en Dios Bondadoso que nos ama: “¿qué diremos, pues, delante de esto? si tenemos a Dios con nosotros, ¿quién tendremos en contra?” (Romanos 8:31). El mal no tiene la última palabra, porque gracias a la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo, el mal ha sido vencido. Porque creemos que la bondad y el amor de Dios nos acompañan toda la vida (cf. Salmo 22).

Pero Dios (que nos ama), Dios (que nos ha hecho hijos suyos), respeta muchísimo nuestra libertad, pero espera que nosotros colaboremos en intentar cambiar el mundo y la instauración de su Reino. Dios no quiere imponer el bien sin contar con nosotros: contigo, contigo, contigo… y conmigo. Dios desea que participemos en la instauración de su Reino.

Por eso, no importan los achaques de la edad o de la enfermedad, no importan nuestras fragilidades o nuestros miedos. Todos, independientemente de nuestra edad (seamos viejos o jóvenes inexpertos) o de nuestra condición (con más conocimientos o menos, con más habilidades o menos), todos podemos orar.

Y la oración es muy poderosa: porque todo lo que pedimos al Padre en nombre de Jesús nos lo concederá (cf. Juan 14:13). Ésta puede ser nuestra principal manera de cambiar el mundo, de mover los corazones de las personas, porque “por la oración, todo bautizado trabaja por la Venida del Reino” (CEC n. 2632). Después, cada uno según sus posibilidades, intentaremos poner también nuestra cabeza y manos, nuestra inteligencia y nuestro obrar para conseguir cambiar el mundo.

Eso sí: conscientes de que sin Dios nada puede nuestra debilidad (Colecta del domingo XI B), conscientes de quien hace crecer la semilla es el Señor, confiados en nuestro Padre Dios. Como decía Juliana de Norwich, mística inglesa de principios del siglo XIV:

Dios mira con compasión y no con bálsamo el dolor del alma. No hacemos más que pecar. Somos protegidos en el consuelo y el temor, porque quiere que nos giremos hacia él y nos adherimos prontamente a su amor, viendo que es nuestro remedio. Así es necesario amar en el deseo y en la alegría. Todo lo contrario a esta actitud no viene de Dios sino del enemigo” (Juliana de Norwich. Libro de las Revelaciones del Amor Divino. Introducción al capítulo 82).

Nosotros podemos anunciar el evangelio, es decir, alegres de comunicar una buena nueva (que esto significa Evangelio). Una pequeña aportación de nuestra parte, y Dios hará salir al resto: hará crecer la planta, convertirá esa semilla y ese esqueje en un árbol. Esperanzados porque sabemos que podemos cambiar el mundo y porque nos espera un mundo mejor. Confiados porque somos hijos de Dios.

Hermanos y hermanas. Podemos estar seguros de nuestra fe y de nuestra esperanza no son inútiles: oremos por la venida del Reino y anunciémoslo a otros hombres y mujeres para que participen también de esta buena nueva. Que colaboren con nosotros en instaurar ahora el Reino de Dios, seguros y confiados de que Dios, Bondad infinita, está a nuestro lado porque nos ama. Intentamos amarle a Él ya los hermanos, y después de muertos y resucitados, conseguiremos disfrutar de la vida eterna en Dios.

Confianza y esperanza. Ésta es nuestra fe, esa es nuestra esperanza. Éste es nuestro amor, por Dios y por los hermanos. Porque: “todo acabará bien; todas las cosas, sean cuales sean, terminarán bien” (Juliana de Norwich, Op. cit. cap. 27).

Por eso, hoy que contemplamos a Jesús como profeta, tenemos el deber de averiguar en qué puede consistir en nuestro tiempo “la fe de los profetas”. ¿Coincide con la misión de la Iglesia? Debemos reconocer que la comunidad cristiana lo tiene hoy muy difícil hacerse entender. Primero, porque las propias debilidades son materia arrojadiza cuando quienes no piensan como ella quieren contraatacar. Después, porque el mismo mensaje más específicamente cristiano choca con la mentalidad individualista que, a pesar de las novedades que pensábamos que la pandemia nos habría enseñado, en realidad no ha provocado demasiados cambios. En tercer lugar, y no menos importante, la diversidad de pareceres en materia social o política hace difícil a los pastores –y me incluyo como presbítero de la Iglesia– contentar a todos. A los pastores nos duele cuando oímos decir a menudo, quizás con un punto de razón, que «la Iglesia siempre llega con retraso». Y es una de las cruces que el pastor debe asumir si quiere tener la auténtica fe de los profetas. Porque quienes están alejados de la Iglesia aún añaden al reproche: “tarde y mal”. Quizás más difícil de ejercer la función profética recibida en el bautismo la tienen todavía los laicos comprometidos, ya que deben convivir a menudo con compañeros no cristianos: cada vez están más tentados de no comprometerse en el deber cristiano de incidir en la vida social y política. Efectivamente, la democracia frágil de estos últimos años pone en juego otros elementos más fundamentales para ellos como pueden ser la convivencia familiar y la educación de sus hijos.

La dificultad de ejercer hoy el profetismo no nos hace automáticamente más configurados a Jesucristo, despreciado por sus vecinos. El profetismo tiene muchas dimensiones, no sólo la que incide en la vida política y social. Básicamente debe estar arraigado en aquella fe con la que Jesús vivía su docilidad a Dios Padre.

Nuestro Señor Jesucristo, como es «el gran profeta que vendrá a renovar Jerusalén». Él nos dará coraje para entender, asimilar y transmitir la fe en el Padre misericordioso. Roguemos, por qué no, como los jóvenes de hace sesenta años: “Debeme la fe de los profetas, quizás me falta a mí”.

La mirada en la vida de Jesús

Santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32. Miércoles I de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que comprenda mejor lo que Tú me quieres decir a través de la contemplación de tus misterios divinos y la lectura de tu palabra.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Pues, así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.

Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cristo responde a la gente que quiere ver a Dios que vean su vida y más específicamente su muerte y resurrección, porque solo en la contemplación del misterio pascual podemos entender a Dios, ya que este fue el acto más divino que pudo haber hecho, dar su vida sin pedir nada a cambio, y solo sugerir que lo amásemos. Ante esta actitud de Dios bien meditada, contemplada y ponderada, la inteligencia y el afecto se arrodillan ante el misterio, ¿qué más se puede pedir sino un corazón más grande para amarlo?

Reconocer a Dios no es fácil; por eso es normal que queramos ver a Dios a nuestra manera, preguntarle para que Él nos pueda responder, agarrarlo para que no pueda hacer algo más sino lo que queramos. Pero no podemos hacer que Dios se someta a nuestra voluntad porque así no es como Él lo quiere, hay que dejar que Dios sea Dios.

En la historia ha habido grandes ejemplos de fe en Dios, y estos nos sirven como modelos para nuestra propia vida porque son personas, como nosotros, que tomaron la decisión de seguir a Cristo a donde los llevara, sin hacerse sordos a su llamado y siendo dóciles y abiertos para que Él les diera las gracias necesarias y, así, emprender el camino, no siempre fácil, de creer en cada momento y aceptar su plan.

«Podemos preguntarnos: ¿Yo tengo el corazón duro, tengo el corazón cerrado? ¿Yo dejo que mi corazón crezca? ¿Tengo miedo de que crezca? Y si crece siempre con las pruebas, con las dificultades, se crece como crecemos todos nosotros desde niños: aprendemos a caminar cayendo, del gatear al caminar, ¡cuántas veces hemos caído! Pero se crece con las dificultades. Dureza. Y lo mismo, cerrazón. Pero quien permanece en esto… “¿Quiénes son, padre?”. Son los pusilánimes. La pusilanimidad es una actitud fea en un cristiano, le falta el coraje de vivir. Se cierra. Es pusilánime».

(SS Papa Francisco, homilía, 17 de enero de 2019 en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedirle a Dios que me dé la gracia de una fe firme.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Francisca Romana, Santa

Memoria Litúrgica, 9 de marzo

Esposa, madre, viuda y apóstol seglar

Martirologio Romano: Santa Francisca, religiosa, que, casada aún adolescente, vivió cuarenta años en matrimonio y fue excelente esposa y madre de familia, admirable por su piedad, humildad y paciencia. En tiempos calamitosos distribuyó sus bienes entre los pobres, asistió a los atribulados y, al quedar viuda, se retiró a vivir entre las oblatas que ella había reunido bajo la Regla de san Benito, en Roma. ( 1440)

Fecha de canonización: 29 de mayo de 1608 siendo Papa Pablo V

Breve Biografía

Francisca Bussa de Buxis de Leoni nació en Roma en el año 1384. Era de una familia noble y rica y, aunque aspiraba a la vida monástica, tuvo que aceptar, como era la costumbre, la elección que por ella habían hecho sus padres.

Rara vez un matrimonio así combinado tiene éxito; pero el de Francisca lo tuvo. La joven esposa, sólo tenía trece años, se fue a vivir a casa del marido, Lorenzo de Ponziani, también rico y noble como ella.

Con sencillez aceptó los grandes dones de la vida, el amor del esposo, sus títulos de nobleza, sus riquezas, los tres hijos que tuvo a quienes amó tiernamente y dedicó todos sus cuidados; y con la misma sencillez y firmeza aceptó quedar privada de ellos.

El primer gran dolor fue la muerte de un hijo, poco después murió el otro, renovando así la herida de su corazón que todavía sangraba. En ese tiempo Roma sufría los ataques del cisma de Occidente por la presencia de los antipapas. A uno de los pontífices, Alejandro V, le hizo la guerra el rey de Nápoles, Ladislao, que invadió Roma dos veces. La guerra tocó de cerca también a Francisca pues hirieron al marido y, al único hijo que le quedaba, se lo llevaron como rehén. Todas estas desgracias no lograron doblegar su ánimo apoyado por la presencia misteriosa pero eficaz de su Ángel guardián.

Su palacio parecía meta obligada para todos los más necesitados. Fue generosa con todos y distribuía sus bienes para aliviar las tribulaciones de los demás, sin dejar nada para sí. Para poder ampliar su radio de acción caritativa, fundó en 1425 la congregación de las Oblatas Olivetanas de santa María la Nueva, llamadas también Oblatas de Tor de Specchi. A los tres años de la muerte del marido, emitió los votos en la congregación que ella misma había fundado, y tomó el nombre de Romana. Murió el 9 de marzo de 1440. Sus restos mortales fueron expuestos durante tres días en la iglesia de santa María la Nueva, que después llevaría su nombre. Tan unánime fue el tributo de devoción que le rindieron los romanos que, según una crónica del tiempo, se habla de que toda la ciudad de Roma acudió a rendirle el extremo saludo. Fue canonizada en 1608.

¿Es malo creer en los horóscopos?

Comienza hoy a hacer las cosas que harías si supieras tu futuro. Nuestros actos no están dirigidos por las estrellas…

Es muy normal que tengamos curiosidad por saber qué pasará en el futuro, pero dime ¿qué harías si supieras qué va a ser de ti mañana?

Quizá si supieras que vas a ser un gran empresario, empezarías a ver de qué manera manejar mejor tu dinero; o si supieras que te enfermarás, comenzarías con poner todos los medios para prever dicha enfermedad y, si en el peor de los casos, te dicen que morirás, seguramente comenzarías de inmediato a dejar listos esos pendientes que tienes, y sobre todo te acercarías a la confesión para estar en gracia.

¡Cuántas cosas haríamos, ¿verdad?! Nosotros, cristianos, no consultamos horóscopos o personas que supuestamente dicen el futuro, porque ello contradice el honor y el respeto que debemos a Dios.

Querer saber el futuro es querer ser iguales a Dios, pretensión tan soberbia como absurda. Debemos confiar a la Providencia divina nuestra vida, confiar en Dios como Padre que es.

Así que olvídate de andar por ahí con consultas a los astros, horóscopos y adivinos.

Lo que te recomiendo es que comiences hoy por hacer todas esas cosas que harías si supieras tu futuro. No te preocupes del mañana, mejor ocúpate del presente.

La ciencia que responde a los interrogantes que nos provocan las estrellas es la astronomía. Esta disciplina nació entre los caldeos hace unos treinta o cuarenta siglos y sigue progresando hoy gracias a los programas espaciales de Estados Unidos y Rusia.

Junto a este saber, como hongo nacido en medio de un hermoso jardín, apareció la astrología, ficción que pretende determinar una supuesta influencia sobre nuestras vidas por parte de los cuerpos celestes.

La palabra «horóscopo» se utilizaba en los siglos pasados para designar a los sacerdotes encargados de observar el curso de las estrellas. Luego pasó a significar la influencia que los astros habrían de tener sobre nuestras vidas. Esta creencia tan absurda, sigue influyendo en algunas personas de nuestro nuevo siglo XXI.

El zodiaco es una franja imaginaria del firmamento donde aparecen doce constelaciones que se pueden observar a simple vista. Las doce constelaciones del zodiaco son Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.

Estos doce nombres provienen de palabras latinas que indican diversas divinidades mitológicas veneradas entre los antiguos caldeos. Los horóscopos dicen que nuestra vida depende de la constelación zodiacal que hace sentir su influencia en el mes de nuestro nacimiento. Si nací en enero soy Acuario; si nací en agosto, soy Leo… etc.
La creencia en los horóscopos es peligrosa. Casi es como creer en otra religión. Porque intentan hacernos creer que no somos libres sino que estamos determinados en todo por nuestro signo zodiacal. No sería yo quien realiza su propia vida, sino que todo mi obrar estaría dirigido por una extraña fuerza proveniente de las estrellas. Pero nada de lo que dicen los horóscopos está científicamente fundado. Lo que afirman sobre Sagitario hoy, lo dirán mañana de Piscis y viceversa. Es un triste problema que los horóscopos sigan haciéndose y, peor aún, que haya quienes se creen todo lo que leen.

No es lícito ni conveniente, pues puede robar nuestra confianza en Dios.

Por otra parte, el que verdaderamente confía , cree y ama a Dios no busca símbolos o signos del cielo ni de la tierra, como bien lo explica Nuestro Señor: ¿Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra y no sabéis distinguir los signos de los tiempos…? (Mt. 16, 1-4).
A veces nos puede ganar la curiosidad de saber lo que dirán de nuestro futuro; pero lo único que conseguimos es poner nuestro mayor tesoro, la vida, en manos de suposiciones tan genéricas y ambiguas que le podrían pasar a cualquiera.
Dios te cuida y te ama personalmente, ¿por qué quieres encerrarte en 12 símbolos?, que si los dividimos entre la población mundial, 6 mil millones de habitantes, a 500 millones de personas les pasaría lo mismo, lo cual no sólo es aburrido sino incluso contrario a nuestra experiencia ¿no crees?
Los cristianos debemos más bien dedicar nuestro tiempo a pedir a Dios que nos aumente la fe y que nos ayude a evitar todo lo que nos aparte de Él.

Únete en oración a la Jornada ecuménica de oración por la paz

Este 9 de marzo a las 12:00 p.m. (Hora de México), que ha organizado Terra Sancta México.

En este tiempo de profundo sufrimiento y angustia en el mundo, es a Nuestro Señor a quien dirigimos nuestra mirada con esperanza y nos abandonamos humildemente a su amoroso cuidado, para implorarle que toque los corazones e ilumine las almas, para que con su gracia encontremos el camino de la Paz.

Hemos de ser capaces de observar el dolor ajeno y contemplar cuántas familias han tenido que evacuar sus casas, sus lugares de trabajo han sido destruidos y, por ende, han perdido su forma de solvencia; en otros casos algunos de sus seres queridos han muerto por los ataques, o bien, cuántos niños han tenido que separarse de sus padres para ser refugiados en otras residencias o incluso países para que puedan sobrevivir. Nuestro Señor Jesucristo confía que cada uno de nosotros no permanezcamos ajenos al sufrimiento, sino que hagamos un examen de conciencia de lo que podemos hacer para ayudar, principalmente con nuestra oración, obras de misericordia y ayuno.

En este tiempo de Cuaresma que inició el pasado miércoles de Ceniza, estamos llamados a experimentar una trasformación en el corazón, para cambiar de nuestras personas todo aquello que nos aleja de Dios, será así como iremos desarrollando la empatía para con los otros, pero también la conciencia de que el pecado cometido individualmente afecta a los otros de manera universal.

No perdamos el tiempo en divisiones innecesarias, en malos entendidos, en falta de perdón y de comprensión, mejor miremos a nuestro alrededor y, al contemplar a nuestros familiares y amigos, reconocer en ellos que también hay sufrimiento, fatigas, sueños no realizados, entre otros, pero que sólo esperan ser escuchados y comprendidos para poder ser capaces de perdonar y sanar.

Comencemos entonces desde nuestros hogares y círculo social, para poder unir nuestra oración por aquellos países que más necesitan la paz. Juntos podremos mover con la oración, el ayuno y la penitencia a la misericordia del Padre, al pedirle a Nuestro Señor Jesucristo que envié a su Espíritu Santo a mover el entendimiento y los corazones de aquellos que creen que la única solución para cualquier conflicto es hacer la guerra.

Hacemos un llamado a los fieles católicos y ortodoxos a unirnos en oración en la “Jornada ecuménica de oración por la paz”, especialmente por la paz entre Ucrania y Rusia, este 9 de marzo a las 12:00 p.m., que ha organizado Terra Sancta México, junto con Magdala, Catholic.net, Zenit, Regnum Christi México, Desde la fe, la Conferencia del Episcopado Mexicano, el Observador de la actualidad y Unión de voluntades.

Para ver la transmisión por Catholic.net, pulsa el link: https://youtu.be/PTM-BDkvWG0

La conducción del Rosario será realizada por Ana Paula Morales, directora de Terra Sancta México, quien es la coordinadora y una de las organizadoras de la “Jornada ecuménica de oración por la paz”; y por Estrella Baz, miembro de Regnum Christi. Los misterios del Rosario serán presididos por: el Canónigo Juan Castillo, desde la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe; las monjas de la Visitación en Paray-le-Monial, en Francia; Lilian Santos, CRC, desde Roma; Katleen Nichols, CRC, desde Jerusalén; Pbro. Antonio Vatseba, sacerdote greco católico, Provincial del Instituto del Verbo Encarnado en Ucrania.

Para las oraciones y mensajes sobre la paz estarán presentes de manera especial los siguientes obispos mexicanos y un obispo maronita: Mons. Ramón Castro Castro, Secretario de la Conferencia del Episcopado Mexicano; Mons. Rodrigo Aguilar, Presidente de la Comisión Episcopal para el diálogo Interreligioso y comunión; Mons. Alberto Meouchi, de la Eparquia Maronita de México; Mons. George Saad Abiyunes, Obispo de la Eparquía Maronita de México; el Padre José Eduardo Roja, Secretario Ejecutivo de la CEDIC.

Para el rezo del Himno Akáthistos y la oración de Jesús se contará con la participación del Archimandrita Nektariy Hajji-Petropoulos de la Iglesia Ortodoxa Rusa en México, el Rev. Padre Hieromonje Kristorfor, Hieromonje Arseniy, quienes dirigirán las oraciones rezando con fieles rusos y ucranianos en el Monasterio de la Santísima Trinidad, perteneciente a la Iglesia Ortodoxa, en Ciudad de México.

El valor de ser mujer

Publicamos las palabras de SS Benedicto XVI y el artículo escrito por monseñor Rodrigo Aguilar Martínez sobre el Día Internacional de la Mujer.

Benedicto XVI abogó por una mayor valoración de la mujer para conmemorar el Día Internacional de la Mujer

Tras rezar el Ángelus con miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Santo Padre invitó «a reflexionar sobre la condición de la mujer y a renovar el compromiso para que siempre y en todo lugar cada persona pueda vivir y manifestar en plenitud sus propias capacidades, obteniendo pleno respeto por su dignidad».

El pontífice recordó que ésta es la enseñanza del Concilio Vaticano II y del magisterio de los papas, en particular la carta apostólica Mulieris dignitatem < de siervo de Dios Juan Pablo II (15 de agosto de 1988).

«Ahora bien –reconoció–, los testimonios de los santos tienen más valor que los documentos; y nuestra época ha tenido el de la Madre Teresa de Calcuta: humilde hija de Albania, convertida, por la gracia de Dios, en ejemplo para todo el mundo en el ejercicio de la caridad y en el servicio de la promoción humana».

Al mismo tiempo, exclamó, «¡Otras muchas mujeres trabajan cada día, en lo escondido, por el bien de la humanidad y por el Reino de Dios!».

Por este motivo, concluyó asegurando su oración «por todas las mujeres para que sean cada vez más respetadas en su dignidad y valoradas en sus positivas potencialidades».

Artículo de Mons Rodrigo Aguilar

El 8 de marzo, desde hace casi un siglo, se celebra el Día internacional de la mujer. Dios ha creado al ser humano como varón y mujer: iguales en dignidad y diferentes no para pelearse, sino para complementarse.

Cristo Jesús -Camino, Verdad y Vida- nos enseña actitudes concretas en la relación con la mujer: «En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible.» (Documento de Aparecida, 451). «La figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia.» (Id).

Sin embargo mucho falta en nuestra cultura para que la valoración de la mujer no quede sólo en el discurso y en la celebración de un día, sino que sea parte de la realidad de todos los días. Nuestra cultura sigue siendo machista, con muy variadas manifestaciones de violencia y marginación contra la mujer; por otra parte, con frecuencia se descargan en ella muchos deberes que han de ser compartidos.

Invito a usted a renovar actitudes y acciones concretas, en los diferentes ámbitos en que nos movamos, para reconocer y valorar la dignidad y la participación de la mujer en la familia, en la sociedad, en la Iglesia. En breves pero sustanciosos números, el Documento de Aparecida (451-458) nos ofrece aportaciones en este sentido: «La sabiduría del plan de Dios nos exige favorecer el desarrollo de la identidad femenina en reciprocidad y complementariedad con la identidad del varón.

Por eso, la Iglesia está llamada a compartir, orientar y acompañar proyectos de promoción de la mujer con organismos sociales ya existentes, reconociendo el ministerio esencial y espiritual que la mujer lleva en sus entrañas: recibir la vida, acogerla, alimentarla, darla a luz, sostenerla, acompañarla y desplegar su ser de mujer, creando espacios habitables de comunidad y de comunión.» (Aparecida, 457).
De hecho en nuestra historia familiar, personal y social, la mujer ha ocupado un lugar valioso e insustituible. El «genio femenino», al que se refería el Papa Juan Pablo II, se ha desplegado con gracia, delicadeza y eficacia: que los varones sepamos agradecerlo, acogerlo y promoverlo; que las mujeres sepan reconocerlo, defenderlo y cultivarlo.

Con respetuoso afecto envío la bendición sobre usted, mujer; y también sobre usted, varón, para revalorar los beneficios de la mujer en su vida.

¿Tiene sentido ayunar?

Mensaje de Benedicto XVI a propósito de la Cuaresma

Por: Benedicto XVI | Fuente: Libreria Editrice Vaticana

¡Queridos hermanos y hermanas!

Al comenzar la Cuaresma, un tiempo que constituye un camino de preparación espiritual más intenso, la Liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana confiere un gran valor —la oración, el ayuno y la limosna— para disponernos a celebrar mejor la Pascua y, de este modo, hacer experiencia del poder de Dios que, como escucharemos en la Vigilia pascual, “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos” (Pregón pascual). En mi acostumbrado Mensaje cuaresmal, este año deseo detenerme a reflexionar especialmente sobre el valor y el sentido del ayuno. En efecto, la Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública. Leemos en el Evangelio: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mt 4,1-2). Al igual que Moisés antes de recibir las Tablas de la Ley (cfr. Ex 34, 8), o que Elías antes de encontrar al Señor en el monte Horeb (cfr. 1R 19,8), Jesús orando y ayunando se preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador.

Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn 2, 16-17). Comentando la orden divina, San Basilio observa que “el ayuno ya existía en el paraíso”, y “la primera orden en este sentido fue dada a Adán”. Por lo tanto, concluye: “El ‘no debes comer’ es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia” (cfr. Sermo de jejunio: PG 31, 163, 98). Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor. Es lo que hizo Esdras antes de su viaje de vuelta desde el exilio a la Tierra Prometida, invitando al pueblo reunido a ayunar “para humillarnos —dijo— delante de nuestro Dios” (8,21). El Todopoderoso escuchó su oración y aseguró su favor y su protección. Lo mismo hicieron los habitantes de Nínive que, sensibles al llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron, como testimonio de su sinceridad, un ayuno diciendo: “A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos” (3,9). También en esa ocasión Dios vio sus

En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que “ve en lo secreto y te recompensará” (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34). Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de “no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia.

La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana (cfr. Hch 13,3; 14,22; 27,21; 2Co 6,5). También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del “viejo Adán” y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. El ayuno es, además, una práctica recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. Escribe San Pedro Crisólogo: “El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica” (Sermo 43: PL 52, 320, 332).

En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. En la Constitución apostólica Pænitemini de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no “vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos” (cfr. Cap. I). La Cuaresma podría ser una buena ocasión para retomar las normas contenidas en la citada Constitución apostólica, valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio (cfr. Mt 22,34-40).

La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. San Agustín, que conocía bien sus propias inclinaciones negativas y las definía “retorcidísima y enredadísima complicación de nudos” (Confesiones, II, 10.18), en su tratado La utilidad del ayuno, escribía: “Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura” (Sermo 400, 3, 3: PL 40, 708). Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.

Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: “Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (3,17). Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre (cfr. Enc. Deus caritas est, 15). Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño.

Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales (cfr. 2Co 8-9; Rm 15, 25-27), y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido (cfr. Didascalia Ap., V, 20,18). También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal.

Lo que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente, un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: “Utamur ergo parcius, / verbis, cibis et potibus, / somno, iocis et arctius / perstemus in custodia – Usemos de manera más sobria las palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos vigilantes, con mayor atención”.

Queridos hermanos y hermanas, bien mirado el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios (cfr. Enc. Veritatis Splendor, 21). Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma. Que nos acompañe la Beata Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en “tabernáculo viviente de Dios”. Con este deseo, asegurando mis oraciones para que cada creyente y cada comunidad eclesial recorra un provechoso itinerario cuaresmal, os imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.

7. Gimena

La Castidad en el noviazgo. ¿qué hacer para no caer?

Por: P. Horacio Bojorge S.J. | Fuente: Clínica del Buen Amor

7.- GIMENA
LA CASTIDAD EN EL NOVIAZGO
¿QUÉ HACER PARA NO CAER?

Realmente nos asustamos mucho porque se nos fue de las manos,
no pasó nada, pero sólo porque Dios no nos dejó caer…
los dos perdimos el control…
Yo quiero que él sea santo y que se vaya al Cielo.
Y quiero lo mismo para mí.
Quiero que podamos mostrarle a Dios los frutos de un noviazgo santo,
pero, con lo que nos viene pasando a los dos,
me parece realmente lejano e imposible.”

1. Padre,
¿Cómo está?

Antes que nada muchas gracias por el aporte que hace a todos los cristianos con su blog. Le cuento por qué le escribo.
Resulta que estoy de novia hace poco más de seis meses, con un chico buenísimo, practicante y piadoso. Pero tenemos un problema con el tema de la pureza.
Hemos tenido varias caídas, (no es que hayamos tenido relaciones sexuales, sólo caricias fuera de lugar). La última vez que pasó esto, realmente nos asustamos mucho porque se nos fue de las manos, no pasó nada, porque Dios no nos dejó caer tan bajo.
Hablamos del tema y ambos pensamos en terminar la relación por este problema. Quedamos en rezarlo y en pedir consejo. Sinceramente, yo no quiero terminar la relación por lo que sucedió, yo lo amo. Pienso en una familia con él y él piensa igual.

¿Qué quiere Dios? Obviamente no quiere que caigamos en pecado mortal, yo tampoco quiero eso. Esta situación me hace mal… a él también. Trato de rectificarme, ¿me ayuda? ¿Cómo podemos hacer para no caer más? Padre, espero que pueda aconsejarme. Muchas gracias, desde ya. Que Dios lo bendiga.
Gimena

Mi respuesta

Tengo una respuesta para ti en la carpeta de borradores. Pero antes de enviártela desearía que me dijeras algo más acerca de ti misma: país y ciudad de residencia, si estudias y o trabajas y en qué; tu edad y la de tu novio (o por lo menos la diferencia que hay en años y quién de los dos es mayor), si has tenido otro(s) novio(s) antes y lo mismo tu novio si ha tenido otra(s) novia(s)… en fin algunos datos biográficos tuyos e información sobre tu vida religiosa pasada y presente.

Comprenderás que es muy arriesgado responder sobre un hecho tan importante, a una persona totalmente desconocida con tan poca información acerca de la situación de ambos.
También quiero pedirte que seas prudente con mi respuesta, que si algo no entiendes me lo preguntes a mí y no a terceros. Y que lo tengas como una conversación confidencial solamente para ti y tu novio.

A mi vez, yo podría pedirte que, cambiando todos los nombres y datos, pudiera subir al Blog del Buen Amor tus «preguntas» y mis «respuestas» para provecho de otros jóvenes. Antes de publicar nada, lo sometería a tu corrección y aprobación para publicar solamente lo que tú estés conforme en que se publique. Pero respetaría tu negativa. Bendiciones
Padre Horacio

2. Padre,
Puede publicar, sé que mantendrá la confidencialidad.

Ambos tenemos 24 años y somos católicos militantes de Misa diaria y apostolados semanales. Vivimos en Argentina, pero él a mil doscientos kilómetros de Buenos Aires donde vivo yo. Como verá la distancia es grande, nos vemos una vez por mes, como mucho.

Yo practico de manera constante desde hace 4 años y él desde adolescente. Él tuvo una novia antes y salió con una chica también. Lamentablemente sí… tuvo relaciones, pero sólo una vez. Luego hizo un retiro espiritual y no pasó nunca más. Yo estuve de novia una vez antes y sin mayores problemas en relación a este tema. Es recién ahora que se me empieza a convertir en un verdadero problema.

Ambos estudiamos y trabajamos en nuestras ciudades de origen. Yo doy un círculo de formación católica y él participa de uno de estudio, también participa de campamentos coordinando la pastoral con niños.

Últimamente ambos hemos estado bastante secos (espiritualmente hablando) y nos ha costado el estudio y la oración. Yo creo que es por este problema de la pureza en el noviazgo.

Tengo miedo de perderlo, porque él es mi mejor amigo. Nos llevamos bien a pesar de tener el mismo carácter (fuerte) y creo que si esto arruina el tesoro tan lindo que nos dio Dios, habremos hecho la peor cosa.

Yo soy bastante «rara» con mis sentimientos, nunca sé si quiero a alguien. Me pasa eso con mis padres, y los amo. La cuestión es que a él sí sé que lo amo. Pero no quiero que este amor mío sea desordenado ni contra la voluntad de Dios.

Yo quiero que él sea santo y que se vaya al Cielo, yo quiero lo mismo para mí. Quiero que podamos mostrarle a Dios los frutos de un noviazgo santo, pero, con lo que nos viene pasando a los dos, me parece realmente lejano e imposible por momentos. Yo quiero esforzarme y él también, no quiero que esto nos separe.
Gracias Padre, es importante para mí su respuesta. Saludos afectuosos de:
Gimena

Mi respuesta

Querida Gimena:
Después de tu respuesta te envío lo que tenía preparado. No tuve que cambiar prácticamente nada después de tus aclaraciones.

1) Examina serenamente lo sucedido – yo me lo imagino, pero todavía no te has atrevido a describírmelo y entiendo tu pudor, pero conviene que lo explicites – y me juego a que fuiste tú la que no pusiste límites al comienzo y tuviste que ponerlos antes de un mal final.

Sucede que la chica, a menudo, no sólo no pone límites sino que provoca la extralimitación sin plena conciencia de los riesgos. ¿Por qué? porque hambrea las manifestaciones de afecto de su novio: el abrazo cariñoso, el beso, el contacto físico. Si el novio fuera una amiga no pasaría nada. ¡Pero es un varón! Y en él, esa misma cercanía física que ella busca y anhela en su hambre de amor, se convierte en motivo de excitación sexual y pasión enceguecedora.

Por eso te digo que si examinas lo sucedido, apuesto a que fuiste tú la que indujiste el comienzo y tuviste que poner fin al episodio que tanto te aflige. Y menos mal que lo hiciste. Hay chicas que no se conforman con que el novio no le dé frecuentes y hasta continuos signos físicos de afecto. Por este motivo a menudo lo tildan de frío o de desamorado. O dudan de si realmente la querrá.

Por el otro lado hay chicos que no entienden otra forma de manifestar su amor y de que su novia se lo exprese si no es con besos, tactos y abrazos. Error por ambas partes.

Durante el noviazgo hay que aprender a manifestarse el afecto sin profusión de contactos físicos intensos. Éstos son más peligrosos para el varón que para ella. Por eso debe ser ella la que cultive el recato y el pudor. Pudor en el vestir y en el actuar. Ya bastante agredida está la castidad de nuestros varones, para que su propia novia provoque su desgobierno pasional y se convierta, por eso mismo, de la amiga en enemigo.

2) Pero lo que tanto te aflige no es motivo para romper el noviazgo y la relación. Dice un proverbio latino muy sabio «abusus non tollit usum»: el abuso no se opone al uso. Por miedo al abuso no hay que desesperar de que se pueda hacer buen uso. ¿Por miedo al alcoholismo no tomar vino?
Si fuera por eso tampoco habría que casarse. Porque, no nos engañemos, algo semejante pasa aún dentro del matrimonio, durante el cual también debe el varón alcanzar la virtud de la castidad en el ejercicio mismo de la intimidad matrimonial. Por eso debe ir cultivando la virtud de la castidad desde el noviazgo, con la ayuda de su novia, que debe ser el ángel guardián de la castidad.

La virtud de la templanza es la que sabe moderar el uso de los bienes de modo que no degeneren en abuso. En este caso creo que hay que llamar a la mujer a tener templanza en dar y querer recibir manifestaciones de afecto. Y al varón hay que llamarlo a la templanza en el impulso sexual físico. Porque por esos dos extremos, el uso degenera en abuso.

3) Una vez casados empezará, con la gracia divina del sacramento, la tarea de la esposa en ayudar a su esposo a no perder pie en una sexualidad despersonalizada y despersonalizadora. Sexualidad, de algún modo, animal. Ella tendrá la tarea de ayudarlo a crecer en la personalización de sus relaciones. Ella debe ser médico que sane en el varón las consecuencias del pecado original, las cuales son en él muy distintas que en la mujer.
Para entender mejor esto: ¿Has leído «La Casa sobre Roca»? Si no lo has leído, léanlo con tu novio. Y también te recomiendo la lectura del libro que sigue a La Casa sobre Roca: “¿Qué la pasó a nuestro amor? Respuestas divinas a preguntas humanas”.

4) Y ahora vengo a responder tu pregunta: ¿Qué hacer para no caer más? Hay que dedicar los encuentros del noviazgo a fortalecer la amistad entre ambos. Con este fin conviene que

a) oren juntos,
b) estudien juntos en el catecismo lo que es el sacramento del matrimonio,
c) crezcan juntos en su relación de fe, esperanza y caridad, con las Tres divinas Personas.
d) si es posible prepárense juntos para consagrarse a la Santísima Virgen.
e) tengan ambos confesor fijo y padre espiritual, cuando esto es posible, y si es posible, el mismo para los dos
f) vayan a la misa juntos.
g) consagren su noviazgo y su futuro matrimonio e hijos al Señor.
h) Tú examínate si estás dispuesta a tener muchos hijos. Y piensa que tu novio tendrá que ir aprendiendo a manifestarte su amor de manera ordenada. En algún momento de tu matrimonio puede ser que no quieras relaciones íntimas y que te arregles perfectamente con otro tipo de manifestaciones de afecto de tu esposo ¿Por qué no vas aprendiendo esa templanza desde el noviazgo, para evitar dañar a tu novio, haciéndole perder pie en la excitación sexual?
i) Conviene que el lugar del encuentro los proteja de lo sucedido. Examinen cuál fue el lugar en el que les sucedió lo que me cuentas y vean por qué pudo suceder eso allí. Eviten ese lugar y ese tipo de lugares como lugar de encuentro.
j) El que es humilde sabe que puede caer. Y el que casi cae, que examine si no fue presuntuoso en vez de humilde y no temió ni de sí mismo ni por el otro, convencido de que «a mí» o «a nosotros no nos va a pasar nada».
k) Por eso hay que ser cauteloso. Tratar de no encontrarse en situaciones que facilitarían una caída, como sería quedarse solos en una misma casa. O salir a vacacionar juntos solos. En los encuentros: evitar sentarse demasiado juntos en un solo asiento, estar abrazados, etc.

Convéncete de que la naturaleza humana está herida por el pecado original y que las pasiones se desordenan, sustrayéndose al control de la razón. En ti se desordena el deseo de ser querida y poseer afectivamente a tu novio, de expresarle tu afecto al modo femenino. Y en tu novio se desordena el deseo de poseerte físicamente. Los dos deseos se desordenan y ambos pierden pie en su propio desorden arrastrándose mutuamente hacia la pérdida del control.

Si hay dudas sobre algo de lo que te digo, pregunta. Pero también yo quisiera saber si lo que te digo te enseña algo nuevo. Si reconoces que estabas equivocada en alguno de los puntos que te expongo en forma de conjetura.

Si te das cuenta ahora de cuáles fueron tus errores para que las cosas fueran tan lejos, espero que me lo digas sinceramente. Quiero decir, que no te reserves para ti misma y para tu propio uso lo que te estoy exponiendo, para manejarlo todo por ti misma, «con ayuda de los consejos del padre», pero comportándote como un dios que lo gobierna todo con su propia pequeña providencia.

He conocido varones que dejaron a su novia porque los acosaba «echándoseles encima» por decirlo así, o imponiéndoles un contacto físico que los «descomponía» o «excitaba».

Hay chicas que intentan así un apoderamiento del ser del varón aún a costa de la dignidad del varón, o de su división espiritual. Y chocan contra la voluntad de algunos varones, que son quizás los mejores y más nobles, que aspiran a la castidad como a una condición necesaria para mantenerse íntegros, es decir, no disociados porque la pasión va por un camino opuesto al que prescriben la razón y la fe.

Por duda de si me ama y por el miedo a perderlo
“Creo que he caído en la trampa que usted dice:
de querer apoderarme del varón.
Estaba ciega por miedo a perderlo
Por eso lo excité”

2. Estimado Padre:

Mil gracias por su respuesta. Paso a responderle punto por punto.

1- Tiene razón yo no puse límites. Es más: yo llevé la situación a ese extremo. Lamentablemente nunca me di cuenta de eso hasta después de lo que sucedió. Eso me llena de mucho dolor pero me muestra lo necesario de ser humilde para comprender que se puede caer y que es necesario estar prevenidos.
2 – Mi novio había venido manteniendo distancia física y manejando todo evitando los «arrumacos». Y yo pensaba que era «frío» o que no me quería. ¡Estaba tan equivocada! Mi novio nos estaba cuidando a los dos. Me duele mucho haber sido causa de todo este dolor para ambos.
3 – Todo sucedió por no haber guardado, temerariamente, las cautelas que Usted recomienda. Esas cautelas son de sentido común cuando uno sabe que puede caer por estar heridos por el pecado original. Yo no las tuve en cuenta, aunque se las hubiera aconsejado a cualquier amiga. Ya que Usted me lo pregunta le cuento, venciendo mi vergüenza de contarlo, qué es lo que sucedió realmente, para que otros jóvenes que visiten su Blog, vean cuánta razón tiene lo que Usted aconseja. ¡Hicimos todo lo que Usted aconseja no hacer!

Nos quedamos solos en su casa de casualidad y comenzamos a besarnos y acariciarnos de una manera que se fue haciendo bastante desenfrenada desde el primer momento. No sé ni cómo llegamos a su habitación y nos recostamos en la cama, ya que nunca dejamos de besarnos. Allí las cosas se fueron de control, las caricias fueron debajo de la ropa, (camisa y pantalón). Sinceramente yo no conseguía pensar en ese momento. La situación se extendió unos minutos. El se recostó encima mío y metió su mano dentro de mi pantalón, luego lo bajó un poco, y acaricio mis genitales. Yo también acaricié los suyos. Tanto se extendieron estas caricias que ambos tuvimos un orgasmo. Cuando a mí me pasó eso, me asusté por la sensación, ya que era desconocida para mí y me levanté de manera bastante violenta dirigiéndome al baño.

Estaba muy avergonzada por lo que había hecho; por lo que le hice a él. La eyaculación me asustó mucho. Me puse a llorar en el baño y él, del otro lado de la puerta me preguntaba cómo estaba, si él me había lastimado, etc.
Cuando salí me abrazó, me pidió disculpas. Ambos estábamos realmente avergonzados, heridos en nuestro pudor. Fue en un segundo que todo se nos fue de las manos, fuimos muy imprudentes. Y todo fue mi culpa, yo no puse límites, yo induje la situación…

4- Le cuento cómo llevé la situación a ese extremo. Creo que primero es por falta de confianza en Dios. Mi novio es muy bueno, realmente valioso. Me daba miedo perderlo. Y eso que no soy una persona con problemas aparentes de autoestima. Aunque ante esto creo que se evidenciaron.
Tiene razón, era miedo irracional. Si me pregunta qué pensaba tengo que contestarle… «en nada y en todo junto». Eran un montón de ideas arremolinadas en la cabeza. Sinceramente no puedo identificar una frase que me moviera, solo era un impulso irracional. MIEDO y DUDA. La duda era sobre él, sobre su amor hacia mí y sobre mí y sobre mí misma, si estoy capacitada para estar de novia «bien» o no. Era un torbellino de inseguridades, se ve que el Enemigo se hizo «tamaño plato» conmigo…

Respecto a los errores de procedimiento es simple, lo «cargosié» todo el tiempo. Cuando él me apartaba, yo entendía que era un acto de desamor cuando era todo lo contrario. Yo procuraba estar sola con él, sin intención de nada prohibido, pero dado mis «cargoseos» esas situaciones se daban solas. Creo que yo quería que él me prestara “toda” su atención, la cual ya me daba. Solo que yo la exigía total y de una manera más desordenada.
Y otra cosa, yo me sentía muy mal después de haber tenido alguna caída, pensaba…»¿quién va a querer, para madre de sus hijos, a alguien como yo, que no se controla?» o «¡no soy digna de confianza!» o » ¡él es tan bueno, que va a enamorarse de alguien mejor que yo, más buena y más pura y a mí no me va a querer más!». Ese fue el último pensamiento que me atormentó.

Y acá estoy.
Anoche hablé con el que todavía es mi novio y no sé si esto seguirá siendo así. Le conté todo lo que me pasaba, las inseguridades, todo… él me escuchó como siempre, atento. Calculo que ya lo imaginaba… es muy perceptivo.
De todas maneras él está dudando de la conveniencia de seguir. Lo lastimé mucho, hice salir de él cosas muy feas y él no sabe si podrá manejarlas a futuro.
Dañé a quien amo, me partí el corazón y ofendí a Dios. La hice completa.
Merezco que la relación se termine y con eso, todo el dolor que eso traiga.

Espero que esto pueda ayudar a alguien. Yo me pongo en las manos de mi Madre y le ruego que rece por mí. Y por mi «príncipe», para que pueda oír la voz de Dios, ya que está muy atribulado. Le está siendo difícil discernir las ideas del buen espíritu.

5- Me hace muy feliz que usted considere que esto no es motivo para romper con el noviazgo. También le pido oraciones para que ambos podamos robustecer la voluntad y crecer en virtud para mantenernos puros y castos. Principalmente por mí, ya que soy la encargada de ser «ángel guardián» de la pureza de mi novio. Eso me da mucho miedo, pero sé que con la gracia de Dios, será posible. También había pensado antes de recibir su mail en una consagración del noviazgo a la Virgen Santísima ¡Lo haremos!

6- Respecto a la oración: cuando nos vemos, lo cual no es frecuente por la distancia a la que vivimos, vamos a la Misa juntos. Por la distancia tampoco podemos tener el mismo director espiritual. Pero tener uno cada uno por su lado será algo más posible.

7- Voy a mantener la distancia física en los encuentros para evitar las caídas, para no herirlo ni salir herida, no quiero «acosarlo» ni «excitarlo»… Quiero que sea santo, que ambos lo seamos.

8- Cuando usted dice … «apoderamiento del varón» creo que he caído en esa trampa también. Supongo que por inseguridad busco que me demuestre lo que siente de manera más física. Y eso es realmente una estupidez, él me lo demuestra precisamente «sin lo físico», se esfuerza por nuestra relación, viaja y se sacrifica… Yo no lo veía, estaba ciega por miedo a perderlo, cuando él demostraba todo el tiempo amarme.
Padre, espero que no sea tarde y que podamos sanar las heridas del noviazgo. Sé que mi novio es bueno y que es imprescindible que yo me esfuerce y empiece a practicar la templanza. He rogado tanto por ello, Mamá María, va a escucharme, estoy segura.
Si, ya he leído el libro, La Casa sobre Roca. Y creo que mi novio también lo ha hecho. Estará de acuerdo con que lo meditemos para tenerlo más presente, ¿no?
Padre, rece por mí y por mi novio. Gracias, que Dios le pague por este consejo con alegría eterna. Saludos afectuosos en Cristo.
Gimena

Mi respuesta

Querida Gimena
Eso que sucede en el noviazgo viene a ser una masturbación de a dos. Y por eso se ha de evitar. Y es masturbación porque se excluye la relación plena en orden a la generación o abierta a ella. ¿Te das cuenta que no podía responderte sin tener yo claridad al respecto?

Si entendí bien, me dices que tu novio había quedado herido o enojado o que pensaba que tenían que dejar el noviazgo por lo sucedido ¿puedes aclararme este punto?
Comprendo tu vergüenza, pero si consultas a un sacerdote, haces bien en callar la verdad por vergüenza. El Papa nos está enseñando a ser claros en estos asuntos cuando es para corregir el mal y evitarlo, no andándonos con tapujos. La verdad nos hace libres. Y la caridad se realiza en la verdad.
Padre Horacio

3. Padre,
Mi novio me comentó el motivo de su enojo. Él me dijo que creyó haberme aclarado antes que mi trato hacia él era “cargoso”. Lamentablemente yo no advertí eso, es decir lo escuché, pero no lo internalicé y que porque no cambié mi modo de proceder con él, llegamos a la situación tan fea de esa tarde.

También estimo que tiene que ver con su disgusto, que él en su adolescencia había tenido una caída significativa en este aspecto, por lo cual él me confió que esta situación lo hizo «retroceder» a eso de lo cual él tanto se había venido cuidando.
Me dijo que lo que nos había pasado le dio mucho miedo de no poder controlarse conmigo en un futuro y seguir ofendiendo a Dios. Me dijo que en los días posteriores había tenido tentaciones muy fuertes que lo tenían asqueado (lo cual a mí también me pasó en los días siguientes).

Y por último que él no se sentía capaz de presentarle a Dios un propósito de enmienda serio, por más que lo tuviera.
Él habló con su confesor y este lo aconsejó de manera semejante a como Usted me aconsejó a mí. Por eso él quiso plantear nuevas pautas de comportamiento para cuando estemos juntos, para no dejar en la «nada» lo que pasó y para no caer de nuevo en la misma falta. Creo que él se culpa por haberme generado el desorden, de la que sólo yo soy la culpable por haberlo consentido.

Más allá de eso no hubo enojo en él. Creo que fue más frustración y amor propio herido por contemplar sus faltas y las mías (se ve que me tenía en gran estima).
Muchas gracias, Padre. Saludos afectuosos de
Gimena

Mi respuesta

Gimena, querida hija:
Doy gracias al Señor por darte tanta luz para entender lo que te pasó y para poderlo describir tan bien. Tu relato hará mucho bien a otras chicas a las que el demonio les juega las mismas malas pasadas.

Creo que tienes que abrirle tu alma a tu novio y contarle todo lo que me cuentas a mí. Quizás escribírselo. Reconocer tu error, pedir perdón… y dar tiempo esperando. Orando para aguantar la marejada a la que te someterá tu enemigo.

Debe ser algo muy discreto, por eso te hablo de una carta. Creo que convendría que se entere de este intercambio de correos. Quizás le convenga leerlos enteros para entender él también lo que me dices y lo que te explico respondiendo.

Es importante que tu miedo y tus dudas no te precipiten a tomar la iniciativa y «cargosearlo» no dándole tiempo para que decante su vergüenza y vuelva a tomar la iniciativa él.

En todo lo sucedido, que describes muy bien, si lo relees, verás que esas tentaciones te hicieron tomar iniciativa, es decir quitarle al varón la iniciativa.

El amor de la mujer debe ser un amor de respuesta. De lo contrario se convierte en lo del cantar; «el que quiere comprar el amor se hace despreciable». Comprar, es decir ser dueño, apoderarse.

Y por eso, cuando ella duda del amor del varón se inclina a intentar comprobarlo por sí misma y pasa lo que pasó.
La mujer debe apreciar la gratuidad del amor del buen varón, del varón virtuoso. Portador del fuego divino del amor. La «gratuidad». Es un don gratuito. ¿Y cómo se ha de recibir un regalo? Pues sin temor ni dudas, ¡con gratitud!
Y la gratitud es un efecto de la receptividad. Se agradece lo que se recibe. La mujer debe recibir el amor del varón como se recibe un regalo.

Las flores, los bombones, las cartas, y otros regalos del novio, son como «sacramentos», signos sensibles del amor invisible. Cuando la mujer no ve el regalo, en lugar de dar las gracias quiere manotearlo. Pasa de la receptividad a la iniciativa.
Receptividad no quiere decir pasividad. Es una acción, es algo muy activo: es una activa receptividad. Por eso te insisto que te quedes quieta y que confíes. Que no empieces a los manotazos de ahogada. Confía en Dios que ha puesto amor en el corazón de tu novio. Y espéralo luchando si es necesario contra las tentaciones, para lograr estar en paz.

¡Nuestra Señora de la Paz, ruega por Gimena. Rey de la Paz, reina en el corazón de Gimena. Amen!

Padre Horacio

4. Padre,

Agradezco a Dios por sus consejos. Han sido fundamentales para mí.

He hablado con mi novio, sincerándome. Le pedí disculpas por lo que había hecho, le conté que había llevado a la oración todo lo que pasó y que todo había sido mi culpa.

Él me dijo que de ninguna manera las cosas podrían quedar como «si nada hubiese pasado»; que era necesario modificar nuestras acciones para encaminar nuestro noviazgo al Cielo. Y que esos cambios iban a ser lo que demostrarán a Dios el propósito de enmienda por nuestros pecados.

Me dijo que temía mucho volver a caer y que no quería arriesgarse a eso nunca más. Hizo hincapié en el miedo que tenía a dañarme, que eso no iba a poder perdonárselo, que en este tiempo de noviazgo él no me había aportado nada bueno (lo cual no es verdad).

Hablamos bastante, la distancia hace que usemos el teléfono, lo cual deja más tiempo para pensar y para no guiarse por las emociones de una charla frente a frente.

Así que llegamos a una conclusión. El amor entre los dos es algo que se meditó mucho antes de ponernos de novios, ambos lo llevamos a la oración y fuimos prudentes.
Si ocurrió el desorden fue después, por falta de vigilancia de mi parte… por todo lo que ya vimos. Así que me dio otra oportunidad (decir esto atenta terriblemente con mi amor propio, pero es verdad. Yo me equivoqué y a mí me dieron otra oportunidad).

Cambiamos algunas «reglas internas» para protegernos del enemigo. Y acá estamos, haciendo un acto de confianza en la gracia de Dios. Yo tratando de ser receptiva de ese amor que mi novio me da. Eso implica que mortifique mucho mi impaciencia natural y que rechace las imaginaciones e inseguridades.
Es verdad lo que Usted me dijo, el amor es un don de Dios, un regalo que tengo que aceptar cuando se me da. Habrá notado que me cuesta mucho tener una actitud pasiva, pero es la más conveniente y apropiada para una mujer. De eso estoy convencida (me convencí con esto).

Dios es muy bueno, me dio a un novio muy virtuoso y encima me ama, tengo que cuidar ese «don». Estoy bastante esperanzada, pero eso no quita mi cuota de realismo, sé que va a ser difícil. Por eso me quiero preparar con mucha oración y mortificación, para poder someter mis pasiones.

El domingo pasado, ya habiéndose solucionado todo con mi novio ofrecimos el Rosario en agradecimiento y pidiendo fuerzas para llevar un noviazgo santo. También en la Misa y en la Adoración de la tarde me encargué de eso. Le pido que nos encomiende. Sé que será difícil pero es la voluntad de Dios. Además lo único que tenemos es la Cruz, así que acá vamos…
Padre, muchas Gracias! Ha sido un gran apoyo para mí en estos momentos…

A mi novio ya le mandé los mails, para que entienda mejor. Dios nos guíe y sepamos nosotros ser dóciles a sus inspiraciones.
Que Dios le pague con alegría eterna lo que ha hecho por mí.
Saludos afectuosos de
Gimena

Santa Francisca Romana: casada, madre y religiosa

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Siempre fue generosa con todos, especialmente con los más necesitados

Francesca Bussa de ‘Leoni nació en Roma en 1384. De familia noble y rica, desde niña cultivó en su alma el ideal de la vida monástica.

Pero no pudo realizar su sueño debido a la elección que sus padres habían hecho por ella, la dieron por matrimonio con apenas 12 años a Lorenzo de ‘Ponziani, igualmente rico y noble.

A pesar de que fue un matrimonio por conveniencia, Francisca siempre se sintió amada por su esposo, y aceptó con sencillez y devoción sus deberes de esposa.

Su matrimonio duró 40 años y la pareja tuvo 3 hijos de los cuales dos murieron.

Siempre fue generosa con todos, especialmente con los más necesitados. Para poder ampliar el rango de su actividad caritativa, repartió sus bienes entre los pobres y en el 1425 fundó una congregación.

Eran las Oblatas Benedictinas de María, hoy llamadas Oblatas de Santa Francisca bajo la regla de san Benito.

Tres años después de la muerte de su esposo, hizo los votos en la congregación que ella misma fundó. Murió el 9 de marzo de 1440.

Fue canonizada por el papa Pablo V el 29 de mayo de 1608, convirtiéndose en la primera mujer santa italiana desde la época de Catalina de Siena.

Patronazgo

Santa Francisca Romana, además de ser co-patrona de Roma con los santos apóstoles Pedro y Pablo, también es invocada como protectora contra la pestilencia y para la liberación de las almas del Purgatorio.

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En 1950, el papa Pío XII la declaró también patrona de los automovilistas, porque su ángel guardián siempre la acompañaba durante sus movimientos, emitiendo una luz que le permitía ver claramente incluso de noche.

Lugares de culto

Todos los 9 de marzo en la basílica que lleva su nombre que se encuentra en el histórico Foro Romano, miles de peregrinos visitan a la santa. Sus restos se encuentran bajo el altar mayor.

También ese día se congregan cientos de automovilistas para recibir una bendición especial para ellos y para sus automóviles.

En esta basílica se encuentra una reliquia muy particular: las huellas del apóstol san Pedro.

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Curiosidades

Francisca solía referir a su confesor, Don Giovanni Mariotto, párroco de Santa Maria in Trastevere, la iluminaciones que ella decía recibir del Señor.

El padre Mariotto publicó estas revelaciones en 1870, donde relataba las frecuentes luchas de Francisca con el diablo, y también su viaje místico al infierno y al purgatorio, los momentos de éxtasis, los milagros y las curaciones que se produjeron gracias a la santa.

También esta biografía contiene visiones y revelaciones sobre su ángel guardián a quien ella tenía gran devoción y que podía ver desde pequeña caminar a su lado y guiarla.

Ella misma lo describe así:

Era de una belleza increíble, con un cutis más blanco que la nieve y un rubor que superaba el arrebol de las rosas. Sus ojos, siempre abiertos tornados hacia el cielo, el largo cabello ensortijado tenía el color del oro bruñido. Su túnica llegaba al suelo y era de un blanco algo azulado y, otras veces, con destellos rojizos.Era tal la irradiación luminosa que emanaba de su rostro, que podía leer maitines en plena media noche”.

En una ocasión, el escéptico padre de Francisca la requirió el honor de ser presentado a esta criatura “imaginaria”.

Dicho y hecho. Ella tomó al ángel de la mano, y uniéndola a la de su padre, los presentó, pudiendo el último verlo y así no volver a dudar.

Oración

Oh Dios, que nos diste en santa Francisca Romana

modelo singular de vida matrimonial y monástica,

concédenos vivir en tu servicio con tal perseverancia,

que podamos descubrirte y seguirte en todas las circunstancias de la vida.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo

y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).