«Gracias a ti, mujer»:

La extraordinaria carta de Juan Pablo II a todas las mujeres del mundo

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Ella «enriquece la comprensión del mundo y contribuye a la plena verdad de las relaciones humanas», palabras más actuales que nunca

«Acada una de vosotras y a todas las mujeres del mundo dirijo esta carta bajo el signo del compartir y de la gratitud». Así se dirigía san Juan Pablo II el 29 de junio de 1995fiesta de san Pedro y san Pablo, a las mujeres del mundo entero.

Una carta más actual que nunca, en la que expresaba la enorme estima y consideración que el papa polaco sentía hacia las mujeres.

Fue él el primer pontífice en abordar la cuestión de la mujer con la carta apostólica Mulieris Dignitatem.

En ella afirmaba que la lucha por la igualdad de la mujer era un «signo de los tiempos» que no podía ser ignorado por la Iglesia.

Aquí un extracto significativo de su extraordinaria carta que san Juan Pablo II escribió a todas las mujeres del mundo en 1995:

Gracias, mujer

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano en una experiencia única de alegría y sufrimiento, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.

Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.

Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.

Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del «misterio», a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.

Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.

Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.

El texto entero puede leerse en vatican.va

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Pasados los años…

Casi 25 años después de ser escritas estas líneas, permanecen inmutables las intuiciones sobre lo que significa ser mujer expresadas por Juan Pablo II en esa carta:

El valor de la maternidad, tanto para la propia mujer como para su familia y para la sociedad entera. De las características más femeninas: sensibilidad, intuición, generosidad, constancia.

Su capacidad de entrega, de comunión, de servicio a la vida. Su aportación única en la construcción de un mundo más atento al sentimiento y al misterio, más humano.

Su vida entregada a Dios como signo de la relación esponsal que Él establece con la humanidad.

Es ese ser humano nuevo (Efesios 4,22) que deja atrás a la mujer vieja. Aquella que trataba de imponerse y dominar, que se dejaba arrastrar por sus instintos y egoísmo hasta el punto de despreciar la vida de otra persona.

La mujer nueva -que encuentra su expresión perfecta en la Virgen María- es la misma hoy, en el pasado y siempre. A ella, gracias.

En cada época, los que tienen autoridad, cualquier autoridad, incluso en la Iglesia, en el pueblo de Dios pueden sentir la tentación de seguir su propio interés en lugar del de Dios. Y Jesús dice que la verdadera autoridad se cumple cuando se presta servicio, está en servir, no en explotar a los demás. La viña es del Señor, no nuestra. La autoridad es un servicio, y como tal debe ser ejercida, para el bien de todos y para la difusión del Evangelio. Es muy feo cuando en la Iglesia se ve que las personas que tienen autoridad buscan el proprio interés. (Ángelus, 4 octubre 2020)

Nuestro Evangelio de hoy relata la parábola del hombre que poseía una tierra, plantó una viña y la arrendó a unos viñadores. Dios es el dueño de la tierra, la viña es su creación, y nosotros somos los viñadores, responsables de cuidarla. 

En el relato de la parábola de Jesús, los siervos que el propietario enviaba para obtener sus frutos son los profetas y maestros de Israel, los que recuerdan al pueblo sus responsabilidades para con Dios. Pero los viñadores golpearon a un sirviente, mataron a otro y apedrearon a un tercero. 

Finalmente, el dueño de la tierra envió a su hijo, esperando que los viñadores lo respetaran. Entonces Jesús vino, para que podamos dirigir toda nuestra vida hacia Dios, para que recordemos que somos inquilinos y que el mundo pertenece a Dios. 

“Pero, al verlo, los viñadores … apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.”

Aquí, por supuesto, está toda la tragedia de la Cruz de Jesús. Cuando Dios nos envió a su Hijo, lo matamos. Esta es la resistencia insana a las intenciones de Dios que se llama pecado.

Macario de Jerusalén, Santo

Obispo, 10 de marzo

Martirologio Romano: Conmemoración de san Macario, obispo de Jerusalén, que con sus exhortaciones logró que los Santos Lugares fueran restaurados y enriquecidos con basílicas por el emperador Constantino el Grande y por su madre, santa Elena. ( c.335)

Breve Biografía

La fecha en la que Macario fue consagrado Obispo se encuentra en la versión de San Jerónimo de las “Crónicas” de Eusebio.

Su muerte debe haber acaecido antes del Concilio de Tiro, en el año 335, en el que su sucesor, Máximo, fue aparentemente uno de los obispos participantes.

Macario fue uno de los obispos a quienes San Alejandro de Alejandría escribiera previniéndolos contra Ario.

El vigor de su oposición a la nueva herejía se evidencia en la manera abusiva en la que Ario se refiere a él en su carta a Eusebio de Nicomedia.

Asistió al Concilio de Nicea, y vale mencionar aquí dos conjeturas relacionadas con el papel que desempeñó en dicho concilio. La primera es que hubo un forcejeo entre él y su obispo metropolitano Eusebio de Cesarea, en cuanto a los derechos de sus respectivas sedes. El séptimo canon del concilio (“Debido a que la costumbre y la tradición antigua muestran que el obispo de Elia [Jerusalén] debe ser honrado y debe tener precedencia; sin que esto perjudique, sin embargo, la dignidad que corresponde al obispo de la Metrópolis”), por su vaguedad sugiere que fue el resultado de una prolongada batalla.

La segunda conjetura es que Macario, junto con Eustaquio de Antioquía, tuvo mucho que ver con la redacción del Credo adoptado finalmente por el Concilio de Nicea.

Para mayores datos sobre la base de esta conjetura (expresiones que aparecen en el Credo y que recuerdan las de Jerusalén y Antioquía) el lector puede consultar a Hort, «Two Dissertations», etc., 58 sqq.; Harnack, «Dogmengesch.», II (3a edición), 231; Kattenbusch, «Das Apost. Symbol.» (Ver el índice del volumen II.).

De las conjeturas podemos pasar a la ficción. En la “Historia del Concilio de Nicea” atribuida a Gelasio de Cícico hay varias discusiones imaginarias entre los Padres del Concilio y los filósofos al servicio de Ario.

En una de esas discusiones, en donde Macario actúa como vocero de los obispos, éste defiende el Descendimiento a los infiernos.

Este hecho, consecuencia de la incertidumbre de si el Descenso a los infiernos se encontraba en el Credo de Jerusalén, es interesante, sobre todo si se tiene en cuenta que, en otros aspectos, el lenguaje de Macario aparece más conforme al del Credo.

El nombre de Macario ocupa el primer lugar los de los obispos de Palestina que suscribieron el Concilio de Nicea; el de Eusebio aparece en quinto lugar. San Atanasio, en su encíclica a los obispos de Egipto y Libia, incluye el nombre de Macario (quien había muerto ya hacía mucho tiempo) entre los de los obispos reconocidos por su ortodoxia.

San Teofano en su «Cronografía» indica que Constantino, al finalizar el concilio de Nicea, ordenó a Macario buscar los sitios de la Resurrección y de la Pasión y la Verdadera Cruz.

Es muy probable que esto haya sido así, ya que las excavaciones comenzaron muy poco tiempo después del concilio y se realizaron, aparentemente, bajo la superintendencia de Macario.

El gran montículo y las bases de piedra coronadas por el templo de Venus, que se habían construido sobre el Santo Sepulcro en la época de Adriano, se demolieron y “cuando de inmediato apareció la superficie original del suelo, contrario a todas las expectativas, se descubrió el Santo Monumento de la Resurrección de nuestro Salvador”.

Al oír la noticia, Constantino escribió a Macario dándole órdenes y detalladas para la construcción de una Iglesia en ese lugar.

Más tarde escribió otra carta “A Macario y a los demás Obispos de Palestina” ordenando la construcción de una Iglesia en Mambré, que también había sido profanada por un templo pagano. Eusebio, tal vez pensando en su dignidad como Obispo Metropolitano, aunque relata lo antes descrito, se refiere a la carta como “dirigida a mí”.

También se construyeron iglesias en los lugares de la Natividad y la Ascensión.

Señor quiero dar el fruto que Tú esperas de mí

Santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43.45-46. Viernes II de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor vamos camino a Jerusalén en esta Cuaresma, vamos juntos tomados de la mano preparándonos para vivir los misterios de tu Pasión, Muerte y Resurrección. En este rato de oración permíteme comprender un poco más, sobre todo con el corazón, lo que se avecina. Ese rechazo de los labradores a quienes se les encomendó la viña y que ahora quieren matarte a ti, que eres el Hijo amado que envía el dueño de la Viña.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43.45-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo, diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: ‘Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: ‘La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?’. Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos». Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En esta Cuaresma, Jesús, me quiero preparar para acompañarte en tu Pasión. Lo quiero hacer con un corazón abierto; líbrame de una actitud farisaica; líbrame de no reconocer que Tú eres la piedra angular de mi vida, de mi comunidad, de la historia de la humanidad.

Tú, con mucho cariño has plantado en mi vida una viña, lo has hecho con todos los detalles; me has encargado esa viña para que dé fruto. Vendrás y vienes día con día a pedirme de ese fruto.

Quiero decirte como San Agustín “Dame lo que pides, y pide lo que quieras”; quiero disponerme; quiero donarme y entregar lo que esperas de mí. Tengo una responsabilidad frente a los dones y cualidades que me has dado. Quiero repasar cada uno de ellos frente a ti para verlos con humildad y verdad; y sacar lo mejor de mí en mi relación contigo, con los demás y conmigo mismo.

Vienes por el fruto de lo que Tú siembras, vienes a través de personas que me necesitan; vienes a través de esos “criados” de los que hablas en la parábola. Que nunca pueda yo pensar en la posibilidad de rechazarlos, maltratarlos, mucho menos matarlos. Cualquier persona es mi hermano, es alguien amado por ti y es bienvenido por mí para ofrecerle lo que me corresponda, lo que esté en mis manos y le haga un bien.

Dame esos frutos abundantes del Espíritu Santo para poderlos derramar también abundantemente con quienes encuentre en mi camino: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad.

«Con esta dura parábola, Jesús pone a sus interlocutores frente a su responsabilidad, y lo hace con extrema claridad. Pero no pensemos que esta advertencia valga solamente para los que rechazaron a Jesús en aquella época. Vale para todos los tiempos, incluido el nuestro. También hoy Dios espera los frutos de su viña de aquellos que ha enviado a trabajar en ella. A todos nosotros».

(S.S. Francisco, Ángelus del 4 de octubre de 2020).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Recibir hoy a las personas que encuentre en mi camino como enviados de Cristo para darles el fruto de lo que Él ha sembrado en mi vida. Bondad, amabilidad, paciencia, servicio.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.¡Cristo, Rey nuestro! Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La libre cooperación con la acción divina

Además de fe y gracia es necesaria para salvarse la libre cooperación con la acción divina

Como nos recuerda el Concilio de Trento, además de la fe y de la gracia, es necesaria para salvarse la libre cooperación con la acción divina.

La fe y la gracia son dones de Dios que alcanzamos no por nuestros méritos personales sino por voluntad de Dios. Si bien Dios puede darnos la fe y la gracia incluso gratuitamente, el hombre podría rechazarlas haciéndose culpable. Es por esto que la salvación del hombre también depende de él mismo, no porque pueda salvarse por sí mismo ya que solo Dios salva, sino porque puede condenarse por sí mismo.

Dios nos ofrece su salvación pero no todos los hombres aceptan su palabra, su sacrificio, su redención y su salvación eterna. De estos hombres que rechazan a Dios no sería posible llamarles “inteligentes” en correcto sentido literal porque en lo más importante que afecta a sus vidas disciernen erróneamente: en su salvación perpetua que no aprecian ni valoran cuando es el mejor regalo que Dios ha ofrecido al hombre, la nueva creación.

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Por la fe sola el hombre sería creyente, por la gracia recibimos dones sobrenaturales y por la libre cooperación con la acción divina el hombre completa con obras su misión en este mundo para alcanzar la salvación del alma.

Un ejemplo de libre cooperación con la acción divina puede ser esta: realizar de vez en cuando una indulgencia plenaria por nuestra alma en gracia de Dios. Hay personas que piensan que estando ya en gracia de Dios se salvan, pero como hemos indicado es necesaria, además de la fe y de la gracia de Dios, la libre cooperación con su obra.

Ciertamente la gracia nos abre las puertas del cielo, pero como antes de entrar al cielo tenemos que purificarnos de toda maldad, una indulgencia plenaria por nuestra alma nos perdona la pena temporal por nuestros pecados y nos dispone a estar más cerca del cielo ya en esta vida. La práctica piadosa de las indulgencias plenarias aumenta nuestra gracia a los ojos de Dios y hace un bien inmenso a las almas. Es una forma concreta de cooperar con la acción divina.

Sin duda hay otras muchas formas de cooperar con la obra de Dios, cada uno ha de reflexionar en lo que puede hacer en su vida agradando a Dios y a su voluntad misericordiosa.

Santa María Eugenia de Jesús Milleret, fundadora de las asuncionistas

Su misión era extender el Reino de Jesucristo y fundó una congregación para educar cristianamente a las niñas y las adolescentes

Ana Eugenia Milleret nació en Metz (Francia) el 26 de agosto de 1817 en una familia adinerada y, en lo que a la religión se refiere, poco creyente.

Cuando tenía 19 años, asistió a las conferencias cuaresmales que predicaba el padre Lacordaire en la catedral de Notre-Dame de Parísy ella misma escribió:

«Me sentí realmente convertida y concebí el deseo de dar todas mis fuerzas, o más bien mi debilidad, a esta Iglesia que en adelante a mis ojos era la única que poseía aquí abajo el secreto y el poder del bien.»

Al año siguiente, también en Cuaresma, el padre Combalot la orientó para que funde una nueva congregación.

El 30 de abril de 1839, cuando ella tenía 22 años, Milleret fundó la Congregación de las Religiosas de la Asunción. Su misión será educar cristianamente a las niñas y las adolescentes.

Santa María Eugenia de Jesús (así se hace llamar) hizo la profesión perpetua de votos en la Navidad de 1844, e incluyó un cuarto voto: “Extender por toda mi vida el Reino de Jesucristo”.

En 1888, la religiosa fallece en París, cuando la congregación de las “asuncionistas” se ha extendido por España, Inglaterra e Italia. Pronto crearán escuelas en puntos de otros continentes, desde Filipinas a Nicaragua.

Santa patrona

Santa María Eugenia de Jesús Milleret es patrona de los niños y adolescentes.

Oraciones

Dios nuestro,
que llamaste a tu servidora santa María Eugenia de Jesús Milleret,
para que te buscara sólo a ti,
por su ejemplo e intercesión, concédenos que,
sirviéndote con un corazón puro y humilde, lleguemos a tu eterna gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

Gracias Padre por llenar de esperanza nuestro mundo de hoy,

al anunciar por medio de santa María Eugenia de Jesús

que la única liberación que transforma la sociedad la trae Jesucristo.

Por la acción de tu Espíritu unifica nuestra mirada

para que, como ella, unamos en un mismo amor contemplativo

a Dios y a toda la humanidad.

Y pues todo viene de Jesucristo, todo es de Jesucristo,

todo es para Jesucristo, danos un gozoso

desprendimiento al trabajar por el Reino de Dios

y dar testimonio.

Te lo pedimos en nombre de tu Hijo

Jesucristo que vive y reina.

Amén.