Amigos, en este Evangelio del domingo, nos topamos como el amor infinito, extravagante y radical de Creador por su creación. Jesús nos pinta, en tres parábolas, un retrato de Dios: él está, si puedo tomar prestada esa adorable frase de Catalina de Siena, Dios, “pazzo d’amore” —locamente enamorado de nosotros, incluyendo a la oveja perdida y a los hijos pródigos.

Se trata de la radicalidad de lo que significa seguir a JESÚS. PERO ESTA ES UNA PISTA, UN INDICIO. SOMOS LLAMADOS A SER MUY DRÁSTICOS. PORQUE ESTAMOS LLAMADOS A IMITAR COMO DIOS NOS AMA. ¨SED PERFECTOS COMO SU PADRE CELESTIAL ES PERFECTO¨. En otras palabras estamos llamados a reflejar , a irradiar, el AMOR INFINITO Y EXTRAVAGANTE DE DIOS. NUNCA ES SIMPLEMENTE UNA EXIGENCIA MORAL TERRIBLE PARA INTENTAR APLACAR A ESTA DEIDAD AUTORITARIA. NO, no . ES UN AMOR RADICAL DE NUESTRA PARTE QUE ESTÁ DESTINADO A RESPONDER AL AMOR  AÚN MÁS RADICAL DE PARTE DE DIOS. ESTAMOS MOVIENDO EL FOCO DE LO QUE ESTAMOS LLAMADO A SER LO QUE DIOS ES. JESÚS NOS PINTA EN ESTAS TRES PARÁBOLAS UN RETRATO DE DIO. Déjenme recordarle algo ¨TODOS SOMOS PECADORES, tendemos a caer en esta especie de complejo. Existe entonces Dios, que es como difícil, un poco tiránico, difícil, duro de aplacar. Y si hago suficientes cosas buenas podría satisfacerlo suficientemente, como para que me ame. Tal vez en nuestra especie de posición teològica oficial, no diríamos eso, pero muchos de nosotros nos sentimos así cuando se trata de Dios. Dios es como difícil, exigente, así que si puedo alcanzar una cierta altura moral, entonces Dios me amara.´ Podría decirles que el Nuevo Testamento, una página tras otra, una historia tras otra arrasa con esa forma de pensar sobre Dios. Lo que nos da el Nuevo Testamento es que JESÚS ES EL ICONO DE SU PADRE. QUE NOS MUESTRA JESÚS. QUE DIOS ESTA, SI PUEDO TOMAR PRESTADA ESA ADORABLE FRASE DE SANTA CATALINA DE SIENA: ¨DIOS PAZZO D´AMORE¨. ESO QUIERE DECIR QUE  ESTÁ LOCAMENTE ENAMORADO DE NOSOTROS, PAZZO D´AMORE. ESTÁ LOCO, ES IRRACIONAL. EL NO SE AJUSTA A ESTA LÓGICA PUNTILLOSA, QUE NOSOTROS PROPONEMOS. ¨SI HAGO LAS SUFICIENTES COSAS BUENAS, TAL VEZ CONSIGA QUE ME AME¨. NO, DIOS ESTÁ LOCO DE AMOR POR SU CREACIÓN. Y EXAMINARE ESE PRINCIPIO QUE ES EXPUESTO EN ESTA TRES PARÁBOLAS. JESÚS DICE ¿QUIEN DE USTEDES, SI TIENE CIEN OVEJAS…

  • Luke 15:1-32

 El Evangelio de hoy nos cuenta la historia del pastor que busca la oveja perdida. Observemos esa oveja perdida. Una oveja es algo más que una moneda – es decir, tiene movilidad propia, sentidos, apetitos, etc. Hace muchos años, cuando estaba de retiro en la Abadía de Tamie en los Alpes, escuché un balido desesperado de una oveja que había caído en un pozo. Lloró toda la noche, pues sabía que estaba en problemas y esperaba que alguien viniera a salvarla.

Hay almas que son como ovejas perdidas. Espiritualmente comprometidas, y fundamentalmente incapaces de ayudarse a sí mismas, al menos son conscientes de que están en problemas. Son como las personas que comienzan el proceso en AA (alcohólicos anónimos) al admitir que han tocado fondo y fuera de control. Balan, se quejan y lloran por ayuda.

Hablar de Dios siempre ha resultado problemático para el hombre, pues su experiencia de Él es ambigua y confusa: nunca parece quedar claro qué es revelación o qué es proyección apriorística de categorías humanas.

Y, sin embargo, este mismo hombre no puede negar, en su condición humana, su necesidad de conocer o afirmar algo de Dios que resulte de significatividad para sus experiencias vitales más profundas, para las cuales busca respuesta más allá de sus posibilidades y ambigüedades, pues el hombre, que anhela el bien en su vida, no deja de ser consciente del mal que padece y que causa.

¿Es Dios la respuesta? ¿Y si lo es, quién y cómo es ese Dios, evitando caer en la acusación de proyección humana de Feuerbach?

Juan Gabriel Perboyre, Santo

Presbítero y Mártir, 11 de septiembre

Martirologio Romano: En la ciudad de Wuchang, de la provincia Hubei, en China, san Juan Gabriel Perboyre, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que, dedicado a la predicación del Evangelio según costumbre del lugar, durante una persecución sufrió prolongada cárcel, siendo atormentado y, al fin, colgado en una cruz y estrangulado (1840).

Fecha de canonización: Beatificado el 10 de noviembre 1889 por el Papa León XIII, y canonizado por S.S. Juan Pablo II el 2 de junio de 1996.

Breve Biografía

La misión divina de la Iglesia se hace extensiva a toda la tierra y en todos los tiempos, según la frase de Jesús: Id, pues, y enseñad a todas las naciones. «Nuestra religión debe enseñarse en todas las naciones y propagarse incluso entre los chinos, a fin de que conozcan al verdadero Dios y posean la felicidad en el cielo», afirmaba con valentía San Juan Gabriel Perboyre, misionero en la China, ante un mandarín encargado de interrogarlo. Y este último agregó: «¿Qué puedes ganar adorando a tu Dios? – La salvación de mi alma, el cielo al que espero subir después de haber muerto».

El 2 de junio de 1996, con motivo de la canonización de San Juan Gabriel Perboyre, el Papa Juan Pablo II decía de él: «Tenía una única pasión: Cristo y el anuncio de su Evangelio. Y por su fidelidad a esa pasión, también él se halló entre los humillados y los condenados; por eso la Iglesia puede proclamar hoy solemnemente su gloria en el coro de los santos del cielo».

En 1817, a los 15 años de edad, Juan Gabriel ingresa, junto con su hermano mayor Luis, en el seminario menor de Montauban (Francia), dirigido por los Padres Lazaristas, hijos espirituales de San Vicente de Paúl. Allí siente el deseo de consagrarse a las misiones en países paganos. Después de terminar el noviciado en Montauban, lo mandan a París para realizar estudios de teología, y luego es ordenado sacerdote. En 1832, su hermano Luis, que se había embarcado como sacerdote lazarista hacia la misión de la China, muere de unas fiebres durante la travesía. Juan Gabriel anuncia inmediatamente a la familia su deseo de ocupar el sitio que la muerte de su hermano ha dejado vacante.

Pero sus superiores no lo consideran conveniente a causa de su frágil salud, y es nombrado vicedirector del seminario parisino de los Lazaristas. Como activo ayudante de un director de seminario ya mayor, sigue el principio de enseñar más con el ejemplo que con la palabra. Comunica de ese modo a los novicios su amor por Jesús: «Cristo es el gran Maestro de la ciencia. Es el único que da la verdadera luz… Solamente existe una cosa importante: conocer y amar a Jesucristo, pues no sólo es la luz, sino el modelo, el ideal… Así que no basta con conocerle, sino que hay que amarle… Solamente podemos conseguir la salvación mediante la conformidad con Jesucristo». Escribe lo siguiente a uno de sus hermanos: «No olvides que, ante todo, hay que ocuparse de la salvación, siempre y por encima de todo».

Sin embargo, en su corazón guarda el ardiente deseo de partir hacia las misiones; al mostrar a los seminaristas los recuerdos traídos hasta París del martirio de François-Régis Clet, les dice: «He aquí el hábito de un mártir… ¡cuánta felicidad si un día tuviéramos la misma suerte». Y les pide lo siguiente: «Rezad para que mi salud se fortifique y que pueda ir a la China, a fin de predicar a Jesucristo y de morir por Él».

Obtiene finalmente de sus superiores el favor de salir hacia la China, donde llega el 10 de marzo de 1836. Su celo por la salvación de las almas le ayuda a soportar el hambre y la sed para la mayor gloria de Dios. Sea de día o de noche, siempre está dispuesto a acudir donde se solicite su ministerio, de tal forma que las fatigas y las vigilias no cuentan en absoluto. Además, es asaltado por violentas tentaciones de desesperanza, pero Nuestro Señor se le aparece y lo consuela, y el gozo vuelve al alma del apóstol.

Víctima de los sufrimientos

En 1839 se desencadena una persecución contra los cristianos. El 15 de septiembre, el padre Perboyre y su hermano el padre Baldus se hallan en su residencia de Tcha-Yuen-Keou. De repente les avisan de que llega un grupo armado. Los misioneros huyen cada uno por su lado para no caer los dos en manos de los enemigos. Juan Gabriel se esconde en un espeso bosque, pero al día siguiente un desdichado catecúmeno lo traiciona por una recompensa de treinta taeles (moneda china). Los soldados le desgarran las vestiduras, lo visten con harapos, lo amordazan y se van a la posada a celebrar su arresto.

Interrogado por el mandarín de la subprefectura, Juan Gabriel responde con firmeza que es europeo y predicador de la religión de Jesús. Empiezan entonces a torturarlo, pero por temor a que sucumba lo sientan en una banqueta y le atan fuertemente las piernas. Así pasa la noche el piadoso padre, bendiciendo a Jesús por concederle el honor de padecer sus mismos sufrimientos. Trasladado a la prefectura, al cabo de un penosísimo viaje a pie, con grilletes en el cuello, en las manos y en los pies, sufre cuatro interrogatorios. Para obligarlo a hablar, lo ponen de rodillas durante muchas horas sobre cadenas de hierro. A continuación, lo cuelgan de los pulgares y le golpean en la cara cuarenta veces con suelas de cuero para obligarle a renegar de su fe. Pero, reconfortado por la gracia de Dios, lo sufre todo sin quejarse.

Después es trasladado a Ou-Tchang-Fou, ante el virrey, donde debe responder en una veintena de interrogatorios. El virrey quiere obligarlo en vano a caminar sobre un crucifijo. Lo golpean con correas de cuero y con palos de bambú hasta el agotamiento, o bien lo levantan a gran altura con la ayuda de poleas y lo dejan desplomarse hasta el suelo. Pero el alma del piadoso padre permanece unida a Dios. «¿Así que sigues siendo cristiano? – ¡Oh, sí¡ ¡Y me siento feliz por ello!». Finalmente, el virrey lo condena al estrangulamiento; pero como quiera que la sentencia no puede ejecutarse hasta que sea ratificada por el emperador, Juan Gabriel Perboyre sigue en prisión durante algunos meses.

¡Irreconocible!

Ningún cristiano había podido llegar junto a él mientras los mandarines lo torturaban; sin duda se vanagloriaban con la esperanza de que, al privarlo de cualquier ayuda, conseguirían vencer su constancia con mayor facilidad. Pero esa severa consigna es suavizada después del último interrogatorio. Uno de los primeros en poder penetrar en la cárcel es un religioso lazarista chino llamado Yang. ¡Qué desgarrador espectáculo aparece ante su mirada! Enmudece, derrama abundantes lágrimas y apenas consigue dirigir unas palabras al mártir. El padre Juan Gabriel desea confesarse, pero dos oficiales del mandarín que se hallan constantemente a su lado se lo impiden. Ante la petición de un cristiano que acompaña al padre Yang, consienten en apartarse un poco, y el misionero puede entonces confesarse.

Los demás prisioneros, encarcelados a causa de delitos comunes, testigos de la piadosa vida del padre Juan Gabriel, no tardan en apreciarlo; ideas hasta entonces desconocidas se abren paso en sus endurecidas almas. Admiradores de tantas virtudes, proclaman que tiene derecho a todo tipo de respeto. Él, por su parte, se halla completamente feliz en medio de los sufrimientos, porque lo vuelven más conforme con su divino modelo.

«Es todo lo que deseaba»

Por fin, el 11 de septiembre de 1840, después de un año entre grilletes y torturas, es conducido hasta el lugar de la ejecución. Le atan brazos y manos a la barra transversal de una horca en forma de cruz, y le sujetan ambos pies a la parte baja del poste, sin que toquen el suelo. El verdugo le pone en el cuello una especie de collar de cuerda en el que introduce un trozo de bambú. Con calculada lentitud, el verdugo aprieta dos veces la cuerda alrededor del cuello de la víctima. Una tercera torsión más prolongada interrumpe la plegaria continua del mártir, haciéndolo entrar en el inmenso y eterno gozo de la corte celestial. Tiene 38 años. Una cruz luminosa aparece en el cielo, visible hasta Pekín. Ante el asombro de todos, contrariamente a lo que sucede con los rostros de los ajusticiados por estrangulamiento, el de Juan Gabriel está sereno y conserva su color natural.

«El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana» (CIC, 2473). El sacrificio de San Juan Gabriel Perboyre produjo muchos frutos espirituales, muchos de los cuales son visibles: al igual que él, muchos cristianos chinos dieron su vida por Cristo, y la religión cristiana se desarrolló en China hasta requerir la construcción de catorce vicarías apostólicas. Más recientemente, las persecuciones del régimen comunista no han conseguido extinguir la fe.

San Juan Gabriel nos recuerda a nosotros mismos que «Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación» (CIC, 2472). Ese testimonio no siempre conduce al martirio de la sangre, pero supone la aceptación de la cruz de cada día. Empeñémonos en llevarla con amor, con la ayuda de la Santísima Virgen, y alcanzaremos el cielo, arrastrando con nosotros multitud de almas: «Más allá de la cruz, no hay otra escala por la que podamos subir al cielo» (Santa Rosa de Lima). Es la gracia que, en este comienzo de año, pedimos a San José, para Usted y para todos sus seres queridos, vivos y difuntos.

La misericordia de Dios

Santo Evangelio según san Lucas 15, 1-32. Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame la gracia de hacer una experiencia de tu misericordia en mi vida para que pueda ser un testigo de tu gran amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-32
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse.

¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

También les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.

Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este Evangelio se muestran tres actitudes de la misericordia de Dios: salir en busca, reconstruir y regresar al Padre. Dios sale en busca de aquellos que se han perdido porque son parte de su propia familia divina, ninguna persona queda excluida de su amor y, por esto, Él siempre sale al encuentro de los que se han alejado.

Otra forma en la que Dios, nuestro Padre, nos muestra su misericordia es la ayuda que nos da para reconstruir nuestra vida cuando nos hemos desviado del camino que Él nos proponía, el plan original; primero debemos darnos cuenta de que hemos hecho mal para que así podamos aceptar nuestros errores y remediarlos con la gracia que Dios nos dona.

Por último, pero no menos importante, está el regreso al Padre; después de haber emprendido un camino lejos de Él, en el que hemos experimentado la miseria, hay algo que nos llama a regresar al Padre y, al hacerlo, nos damos cuenta por lo que Él siempre nos había estado esperando y nunca había perdido la fe en nosotros. La llamada del Padre que nos toca en lo más profundo es sutil porque Él no nos obliga a volver, sino que nos deja a que nosotros tomemos la decisión y nos demos cuenta de que la mejor opción es regresar.

«Es cierto, son tantas las circunstancias que pueden alimentar la división y la confrontación; son innegables las situaciones que pueden llevarnos a enfrentarnos y a dividirnos. No podemos negarlo. Siempre nos amenaza la tentación de creer en el odio y la venganza como formas legítimas de brindar justicia de manera rápida y eficaz. Pero la experiencia nos dice que el odio, la división y la venganza, lo único que logran es matar el alma de nuestros pueblos, envenenar la esperanza de nuestros hijos, destruir y llevarse consigo todo lo que amamos. Por eso Jesús nos invita a mirar y contemplar el corazón del Padre. Sólo desde ahí podremos redescubrirnos cada día como hermanos. Sólo desde ese horizonte amplio, capaz de ayudarnos a trascender nuestras miopes lógicas divisorias, seremos capaces de alcanzar una mirada que no pretenda clausurar ni claudicar nuestras diferencias buscando quizás una unidad forzada o la marginación silenciosa. Sólo si cada día somos capaces de levantar los ojos al cielo y decir Padre nuestro podremos entrar en una dinámica que nos posibilite mirar y arriesgarnos a vivir no como enemigos sino como hermanos».

(Homilía de S.S. Francisco, 31 de marzo de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En un momento, en silencio, reflexionaré sobre mi propio pecado y el amor comprensivo que Dios me muestra.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Tu mayor alegría: perdonar

Tu mayor alegría consiste en abrazarme cuando vuelvo a casa. Aunque tengas que limpiar tanto barro.

Tu mayor alegría consiste en levantar al caído, curar al enfermo, limpiar al pecador, salvar al perdido.
Por eso viniste al mundo: porque había tinieblas, porque dominaba el pecado, porque crecía la muerte.

Buscaste a la oveja perdida, limpiaste el corazón herido, esperaste al hombre endurecido por la culpa, derramaste sobre él tu óleo de misericordia.

Por eso sigues tras mis huellas, cuando camino por valles de muerte, cuando busco “vivir mi vida”, cuando dejo el amor para entrar en las tortuosidades del pecado egoísta y ciego.

No me has dejado nunca, porque me amas demasiado. Aunque sabes toda la malicia que hay en mí. Aunque lloras ante mis perezas y soberbia. Aunque mañana, tal vez, vuelva a dejarte por un miserable plato de lentejas.

Me sorprendes con tu Amor. Eres demasiado bueno, eres “demasiado Padre”. Un hijo sigue siendo hijo a pesar de su pecado. Tú lo sabes, y por eso no me has dejado, ni has permitido que el mal sea la última palabra de mi vida.
Tu mayor alegría consiste en abrazarme cuando vuelvo a casa. Aunque tengas que limpiar tanto barro. Aunque tengas que curar tantas heridas. Aunque a veces casi no quede en mí nada del Amor con el que me abrazaste el día del bautismo.

Sigues a mi puerta, esperando. Hoy quisiera renunciar a esa pasión, a ese odio, a ese vicio que me paraliza, que me aprisiona. Hoy quisiera dejarte entrar en mi vida, dejarte ser el médico de mis dolores y pecados.

Sé que esa será tu mayor alegría: poder invitarme nuevamente, al banquete, en familia. Con un traje limpio y un collar sobre el cuello, con el anillo del hijo que ha vuelto a casa.
Te agradezco tanto amor y tanta espera. Y te pido que tu mayor alegría empiece a ser la mía: que disfrute cuando otros, como yo, piden perdón y acogen tu abrazo cálido, misericordioso, eterno. Que tu alegría sea la de todos, la que celebramos en cada misa, la que acogemos en el sacramento de la penitencia, la que nos presenta tu Evangelio. “Os digo que (…) habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión” (Lc 15,7).

No den lecciones de escuela, transmitan la fe viva

S.S: Francisco recibió en el Aula Pablo VI a los participantes en el III Congreso internacional de catequesis.

«Jamás se cansen de ser catequistas. No de ‘dar lección’ de catequesis, esto no. Ofrecer. ¿El dedo? En el bolsillo… La catequesis no puede ser como una hora de clase, sino que es una experiencia viva de la fe». El Papa Francisco recibió al final de la mañana en el Aula Pablo VI a unos mil cuatrocientos catequistas llegados de todo el mundo a la Ciudad del Vaticano para el tercer Congreso internacional de catequesis. A todos ellos les agradeció su «compromiso por la transmisión de la fe», que es una importante «responsabilidad» hacia los niños, jóvenes y adultos que «piden hacer un camino de fe». 

El «ministerio» de los catequistas

Lo que llevan a cabo los catequistas en la comunidad cristiana es, en efecto, un «gran papel». Por este motivo, el 10 de mayo de 2021, con el Motu proprio Antiquum ministerium, el Papa instituyó formalmente el «ministerio» del catequista. Un reconocimiento a «la presencia» de los laicos que, en virtud del bautismo, colaboran en el servicio de la evangelización en un mundo que ve «la imposición de una cultura globalizada».

Con una Editio typica, también el año pasado, el Santo Padre había introducido un rito específico por el que todos los obispos del mundo, a partir del 1° de enero de 2022, pueden instituir a los catequistas durante una celebración litúrgica. También esto es un signo para conferir mayor dignidad a quienes tienen este cargo que, tal como dijo el Pontífice en numerosas ocasiones, no es un trabajo sino una «vocación».

La cita del miércoles

Una vocación que concierne a todos los creyentes, incluidos los obispos, los sacerdotes, los consagrados y las consagradas, «porque el Señor nos llama a todos a hacer resonar su Evangelio en el corazón de cada persona», señaló el Pontífice en su discurso de hoy. Y destacó que le gusta mucho «la cita de los miércoles», la audiencia general, «cuando cada semana me encuentro con tantas personas que viene a participar en la catequesis». Para Francisco «es un momento privilegiado». Y añadió:

“Reflexionando sobre la Palabra de Dios y la tradición de la Iglesia, caminamos como Pueblo de Dios, y también estamos llamados a encontrar las formas necesarias para dar testimonio del Evangelio en la vida cotidiana”

No se cansen de ser catequistas

Se trata de un entusiasmo que el Papa Francisco espera que no se pierda: «Por favor – les dijo a los participantes en este Congreso – no se cansen nunca de ser catequistas. No de ‘hacer la lección’ de la catequesis». Ciertamente – subrayó – hay que encontrar los mejores medios para que la comunicación de la fe sea «adecuada» a la edad y a la preparación de las personas que escuchan. Pero, sobre todo, es decisivo «el encuentro personal que tenemos con cada uno de ellos», porque eso «abre el corazón para recibir el primer anuncio y desear crecer en la vida cristiana con el mismo dinamismo que permite la catequesis». En este sentido será «muy útil» – dijo el Papa – el nuevo Directorio para la Catequesis entregado en los últimos meses para entender «cómo renovar la catequesis en las diócesis y parroquias».

Testigos de la vida nueva

Francisco también citó el Catecismo de la Iglesia católica para recordar a los catequistas la llamada a ser «Testigos de la vida nueva”.

“No se olviden nunca que la finalidad de la catequesis, que es una etapa privilegiada de la evangelización, es llegar a encontrar a Jesucristo y permitir que Él crezca en nosotros”

De esta «vida nueva » el verdadero y único mandamiento es el «amor». Aquel «que proviene de Dios y que Jesús reveló con el misterio de su presencia entre nosotros. Queridos catequistas, ustedes están llamados a hacer visible y tangible la persona de Jesucristo, que ama a cada uno de ustedes y por esto se convierte en la regla de nuestra vida y en el criterio de juicio de nuestras acciones morales. Nunca se alejes de esta fuente de amor, porque es la condición para ser felices y estar llenos de alegría siempre y a pesar de todo».

Vocación

Por último, el Papa Francisco dijo que está seguro de que «este camino llevará a muchos de ustedes a descubrir plenamente la vocación de ser catequista, y a pedir así entrar en el ministerio de la catequesis».

“No tengan miedo: si el Señor los llama a este ministerio, ¡síganlo! Serán partícipes de la misma misión de Jesús de anunciar su Evangelio”

La hermana Dolores y las dos “Alicias”

Un recuerdo personal concluyó esta audiencia: «No quisiera terminar – lo considero algo bueno y justo – sin recordar a mis catequistas», dijo Jorge Mario Bergoglio hablando espontáneamente. «Había una religiosa que dirigía el grupo de catequistas; a veces enseñaba ella, a veces dos buenas señoras. Ambas se llamaban Alicia. Siempre las recuerdo. Y esta monja, puso los cimientos de mi vida cristiana, al prepararme para la Primera Comunión, en el año 1943-1944.

Creo que ninguno de ustedes había nacido en esa época. El Señor también me dio una gracia muy grande. Ella era muy mayor, yo era estudiante, estaba estudiando fuera, en Alemania, y cuando terminé mis estudios volví a Argentina. Al día siguiente (refiriéndose a la catequista) murió. Pude acompañarla aquel día. Y cuando estaba allí, rezando delante de su féretro, agradecí al Señor el testimonio de esta religiosa que pasó su vida casi exclusivamente dando catequesis, preparando a niños y jóvenes para la Primera Comunión. Se llamaba Dolores».

La experiencia del Papa es la demostración de que «cuando hay un buen catequista, deja una huella»: «No sólo la huella de lo que siembra, sino la huella de lo que la persona ha sembrado», dijo Francisco. Y se despidió con su deseo a los catequistas «de que sus chicos, sus muchachos, sus adultos, aquellos a los que acompañan en la catequesis, los recuerden siempre ante el Señor como una persona que ha sembrado cosas buenas y bellas en el corazón».

Catequistas mártires

Un último pensamiento, en finan, el Papa lo dirigió a todos los «mártires catequistas»: «Son muchos, muchos, es importantes. También los hay en nuestros tiempos». Para ellos también, gratitud y oraciones.

11-S: Un grito de dolor que conmocionó el mundo

¿Qué puede haber de bueno en una cosa tan maligna?

Aquel 11 de septiembre de comienzos de milenio vivimos un día amargo, se nos encogió el estómago viendo por la televisión el ataque terrorista a las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York y al Pentágono en Washington.

Ha sido un momento que pasará a la historia, por la muerte de tantos inocentes; por la imagen de los que estaban encerrados como ratoneras en las plantas superiores y pedían socorro por las ventanas, o se tiraban al vacío para huir de las llamas; por las víctimas que aún yacen entre escombros, no sabemos cuántos están aún con vida…

Ante un momento así, ¿qué se puede hacer? Innumerables preguntas sin respuesta asaltan a todos, y los creyentes nos planteamos cómo Dios permite en su Providencia que los hombres sean libres de cometer tanta maldad. Es el momento de rezar por los que aún quizá sufren bajo tanta runa, por los familiares angustiados tras esta tragedia, por los gobernantes del mundo…

Ha sido un acto terrorista que ha ido más allá de toda ficción que han publicado en las novelas del género, nos ha hecho ver que somos vulnerables, que no controlamos tantas cosas, que basta unas personas fanáticas para que todo cambie, que cosas que parecían seguras como los rascacielos queden como estructuras ingenuas, expuestas a cualquier atentado.

Son días de pensar en quienes son los culpables, pero pienso que sobre todo en estos días nacerán muchas semillas de compromiso en nuestros corazones, para llevar adelante la construcción de un mundo mejor en el que no pasen estas cosas, que surgirá de estas torres gemelas un sentimiento de que todos somos hermanos, de que no podemos construir más torres de babel que nos dispersan (en tantos foros internacionales por ejemplo) sino un nivel mundial la dignidad de la persona, un nuevo orden internacional…

Un grito de dolor ha conmocionado el mundo cuando los cuatro aviones kamikaze golpearon salvajemente no sólo el corazón financiero y militar de Estados Unidos sino los corazones de todos. Juan Pablo II, en la audiencia del día siguiente pedía a Dios que este milenio, con la ayuda de todos, sea un milenio de paz y no de odio. Pienso que expresaba el Papa -con palabras entrecortadas- muy bien lo que sentimos muchos en nuestro interior: “Ante acontecimientos como éstos de un horror inenarrable es imposible no quedar consternados.

Me uno a todos los que en estas horas han expresado su indignada condena, reafirmando con vigor que los caminos de la violencia nunca pueden llevar a auténticas soluciones de los problemas de la humanidad. Ayer fue un día oscuro en la historia de la humanidad, una terrible afrenta contra la dignidad del hombre”.

Comentaba que al conocer la noticia, siguió “con participación intensa el desarrollo de la situación, elevando al Señor mi intensa oración. ¿Cómo pueden verificarse episodios de tan salvaje crueldad? El corazón del hombre es un abismo del que emergen en ocasiones designios de inaudita ferocidad, capaces en un momento de trastornar la vida serena y laboriosa de un pueblo”.

Aquel día 11, después de ver las imágenes “apocalípticas”, recé la Liturgia de las Horas, y cuál fue mi sorpresa ante la primera lectura de aquel día (del profeta Habacuc): “¿hasta cuándo, ¡oh Yahvé!… Mirad a las naciones y ved, y quedaréis sobrecogidos y estupefactos, pues está para cumplirse en vuestros días una obra que, si os la contaran, no la creeríais… pueblo feroz y arrebatado, que marchará por las anchuras de la tierra… es espantoso y terrible;… sus caballos son más ligeros que el tigre, más voraces que lobos nocturnos. Sus jinetes avanzan con insolencia, sus caballeros vienen de lejos, volando como el águila que se precipita para devorar. Todos llegan para entregarse a la violencia… se burla de los reyes, se mofa de los príncipes, se ríe de todas las plazas fuertes… es un criminal que hace de su fuerza su dios…”: expresa muy bien esta situación en la que sentimos que no estamos seguros, que no podemos controlar todas las posibilidades, y esas torres que pensábamos inexpugnables, se han demostrado débiles como de papel.

Pero no nos podemos dejar llevar por el pesimismo, pues –como seguía diciendo el Papa el día 12- “la fe nos sale al paso en estos momentos en los que todo comentario parece inadecuado. La palabra de Cristo es la única que puede dar respuesta a los interrogantes que desasosiegan nuestro espíritu.

Aunque la fuerza de las tinieblas parezca prevalecer, el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen la última palabra. Aquí encuentra su fundamento la esperanza cristiana; aquí se alimenta, en este momento, nuestra confianza orante…”

El maligno, el demonio, y la malicia que el corazón del hombre es capaz de albergar parecen ganar la batalla. Pero Jesús, que quiso amar hasta morir en la cruz y que continúa sufriendo en cada persona que sufre, nos invita al verle colgado, clavado en la cruz, y aprender a abandonarnos confiadamente en Dios como Él supo abandonarse, sabiendo que Él saca de grandes males, grandes bienes. Él nos muestra que la guerra está ganada, aunque se pierda alguna batalla.

¿Qué puede haber de bueno en una cosa tan maligna? Quizá podamos comenzar una nueva era de relaciones entre todos los pueblos donde impere el amor y tanto egoísmo como ha habido en el siglo XX deje paso a un nuevo orden internacional.

¿Como saber si una Biblia es católica?

5 claves importantes explicadas por el Padre Sam

La Biblia es uno de los libros más traducidos en el mundo, existen muchas versiones distintas, unas muy buenas y otras pésimas, unas que transmiten el mensaje original y otras que lo traicionan. Por eso hoy te dejo estas 5 características para distinguir si una Biblia es católica.

1.La Biblia Vulgata

Antes de Cristo, había dos versiones de los textos sagrados: el texto masorético (textos en hebreo y arameo) y posteriormente su traducción al griego que vino a llamarse la Biblia de los LXX. Esto es lo que constituía el Antiguo Testamento. Con Cristo, se escriben otros textos (en griego), lo que conocemos como Nuevo Testamento. Sin embargo, se vio la necesidad de traducirlo a la lengua de todo el imperio, el latín.02:08

En el año 382, el Papa san Dámaso le pidió a san Jerónimo una traducción de los textos de la Sagrada Escritura al idioma latín. Y así lo hizo. Fue lo que vino a conocerse como la Biblia Vulgata. Esta versión fue entonces la “primera Biblia”, pues contenía los textos del A.T como del N.T, y esta será la Biblia base desde la cuál se tomarán todas las futuras traducciones.

2. Traducción de la Biblia

Dice el Código de derecho canónico: “Los libros de la sagrada Escritura sólo pueden publicarse si han sido aprobados por la Sede Apostólica o por la Conferencia Episcopal; asimismo, para que se puedan editar las traducciones a la lengua vernácula, se requiere que hayan sido aprobadas por la misma autoridad…”. Es decir que toda versión de la Biblia a cualquier idioma debe ser revisada y aprobada por una autoridad eclesial.

3. Aprobación de la Biblia

Después de que una versión de la Biblia ha sido revisada, se procede a su aprobación, y esta se da a través de dos elementos: el Nihil obstat (que indica que no hay ningún obstáculo para proceder) y el imprimatur (que indica que ya se puede divulgar sin ningún problema). Esto se da después de una revisión seria de los textos, y lo hace una autoridad competente, como vimos en el punto anterior. Las que tienen estos dos elementos, son católicas; las que no, serían de dudosa procedencia.

4. Principales traducciones 

Hay distintas traducciones de la Sagrada Escritura, aprobadas por la Iglesia: la Nacar-Colunga (1944), la Biblia de Jerusalén (1967), la Biblia Latinoamericana (1972), la Bilbia del Peregrino, la Biblia de Navarra, etc. Estos son ejemplos de versiones de Biblia aprobadas por la Iglesia, todas ellas (entre otras) tienen los dos elementos que mencionamos en el punto anterior.

5. Diferencias entre Biblias

Hay muchas diferencias entre una Biblia católica y una protestante, y quizás la más notoria es la cantidad de libros. Toda Biblia católica, además de las características antes mencionadas, tiene los 73 libros ya presentes en la Biblia Vulgata, mientras que toda biblia protestante sólo posee 66 libros, excluyendo entonces 7 libros (los así llamados libros deuterocanónicos). Curiosamente, los libros que excluyen, contienen doctrinas muy importante, como la de rezar por los difuntos, el purgatorio, etc.

A continuación un vídeo en el que el Padre Sam explica con más detalle los elementos mencionados en este artículo.

Papa Francisco: Dios no se queda «tranquilo» si nos alejamos de Él

Antes de rezar el Ángelus dominical, el Papa Francisco se refirió a las tres parábolas de la misericordia, para recordar que «el Señor no calcula la pérdida y los riesgos”, sino que “tiene un corazón de padre y madre, y sufre al echar de menos a sus hijos amados”

Puntualmente a mediodía el Santo Padre se asomó a la ventana del Palacio Apostólico para saludar a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro que deseaban rezar con él el Ángelus dominical, escuchar su comentario al Evangelio y recibir su bendición apostólica. Francisco, tras saldarlos, comenzó recordando que el Evangelio de la liturgia de hoy nos presenta las “tres parábolas de la misericordia”.

“De hecho, los protagonistas de las parábolas, que representan a Dios, son un pastor que busca a la oveja perdida, una mujer que encuentra la moneda perdida y el padre del hijo pródigo”

Tras explicar que Jesús las relata en respuesta a las murmuraciones de los fariseos y de los escribas, el Santo Padre añadió que “Jesús, al acoger a los pecadores y comer con ellos, nos revela que Dios es justamente así: no excluye a nadie, desea que todos estén en su banquete, porque ama a todos como a hijos”. De manera que:

“Las tres parábolas, pues, resumen el corazón del Evangelio: Dios es Padre y viene a buscarnos cada vez que nos hemos extraviado”

El Obispo de Roma invitó a detenernos en el aspecto común a esos tres protagonistas, que podríamos definir así: “la inquietud por aquello que les hace falta”. En efecto, “los tres, en el fondo, si hicieran un poco de cálculos, podrían estar tranquilos: al pastor le falta una oveja, pero tiene otras noventa y nueve; a la mujer le falta una moneda, pero tiene otras nueve; e incluso el Padre tiene otro hijo, que es obediente, al cual dedicarse”.

“En cambio, en sus corazones hay inquietud por aquello que les falta: la oveja, la moneda, el hijo que se ha ido. El que ama se preocupa por lo que echa de menos, siente nostalgia por el que está ausente, busca al que está perdido, espera al que se ha alejado. Porque quiere que nadie se pierda”

Así es Dios

Por todo esto el Santo Padre dijo que “así es Dios” y “no se queda tranquilo si nos alejamos de Él”, sino que “se aflige, se estremece en lo más íntimo y se pone a buscarnos, hasta que nos vuelve a tener en sus brazos”. Además:

“El Señor no calcula la pérdida y los riesgos, tiene un corazón de padre y madre, y sufre al echar de menos a sus hijos amados. Sí, Dios sufre por nuestra lejanía, y cuando nos perdemos, espera nuestro regreso”

“Dios nos espera siempre con los brazos abiertos”

El Pontífice reafirmó “Dios nos espera siempre con los brazos abiertos, sea cual sea la situación de la vida en la que nos hayamos perdido. Como dice un salmo, Él no duerme, siempre vela por nosotros”.

De ahí su invitación a mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos si ¿imitamos al Señor en esto, si tenemos la inquietud por lo que nos falta, o si sentimos nostalgia por quien está ausente, o alejado de la vida cristiana? En otras palabras:

“¿Realmente echamos de menos a quien falta en nuestra comunidad? ¿O estamos cómodos entre nosotros, tranquilos y dichosos en nuestros grupos, sin tener compasión por quien está lejos?”

En efecto, el Papa añadió que no se trata sólo de estar abiertos a los demás, sino a seguir el Evangelio. Por eso debemos reflexionar “sobre nuestras relaciones”:

“¿Rezo por quien no cree, por el que está lejos? ¿Atraemos a los alejados por medio del estilo de Dios, que es la cercanía, la compasión y la ternura?”

El Padre – dijo Francisco antes de rezar a la antífona mariana – nos “pide que estemos atentos a los hijos que más echa de menos”. “Preocupémonos – concluyó – por responder estas preguntas y recemos a la Virgen, la madre que no se cansa de buscarnos y de cuidar de nosotros, sus hijos.