Matthew 5:38-42
Amigos, el Evangelio de hoy nos trae el Sermón de la Montaña, en donde el Señor nos exhorta a la no resistencia al mal. Martin Luther King Jr. fue profundamente influenciado por la no violencia de Mahatma Gandhi, y a su vez Gandhi lo aprendió, en gran parte, del Sermón de la Montaña.
Tanto Gandhi como King apreciaron que el texto sobre la no resistencia al mal no tiene nada que ver con pasividad frente a la injusticia, sino más bien con un nuevo y distintivo tipo de resistencia.
Consideren la instrucción del Señor: “Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra”. Me doy cuenta de que esto suena como mera pasividad, huir del mal, pero en verdad es todo lo contrario. En el tiempo de Jesús no se usaba la mano izquierda para ningún tipo de interacción social pues se consideraba impura. Por lo tanto, golpear a alguien en la mejilla derecha es golpearlo con el dorso de la mano, de la forma que un maestro podría haber tratado a un esclavo.
Al poner la otra mejilla uno no contraataca ni huye, sino que se mantiene firme y declara: “No volverás a tratarme de esa manera”. Por lo tanto, efectivamente refleja en el agresor su agresión. Es una declaración por la cual una persona agredida se niega a cooperar con el mundo del agresor.
Ciro (Ciriaco) y Julita, Santos
Mártires, 16 de junio
Niño Mártir y su Madre
(al niño también se lo comoce como San Qurico)
Martirologio Romano: En la provincia romana de Asia Menor, conmemoración de los santos Quirico y Julita, mártires.
Etimoligìa: Ciro = Aquel que es señorial. Viene del griego.
Cuando los edictos de Diocleciano contra los cristianos se aplicaban con la máxima severidad en Licaonia, una viuda llamada Julita, que vivía en Iconio, juzgó prudente retirarse de un distrito donde ocupaba una posición prominente y buscar un refugio seguro bajo un régimen más clemente. En consecuencia, tomó consigo a su hijo Ciríaco o Quiricio, de tres años de edad, y a dos de sus servidoras y escapó hacia Seleucia. Ahí quedó consternada al descubrir que la persecución era todavía más cruel, bajo la dirección de Alejandro, el gobernador y, por lo tanto, continuó su huida hasta Tarso. Su arribo a la ciudad fue inoportuno, puesto que coincidió con el de Alejandro; algunos de los miembros de la comitiva del gobernador reconocieron al pequeño grupo de peregrinos. Casi inmediatamente, Julita fue detenida y encerrada en la prisión. Al comparecer ante los jueces del tribunal que iba a juzgarla, llevaba a su hijo de la mano y denotaba una absoluta serenidad. Julita era una dama de noble linaje con muy vastas y ricas posesiones en Iconio, pero en respuesta a las preguntas sobre su nombre, posición social y lugar de nacimiento, sólo afirmó que era cristiana. En consecuencia, el proceso no tuvo lugar y se la condenó a recibir el castigo de los azotes atada a las estacas. Antes de que se cumpliera con la sentencia, le fue arrebatado su hijo Ciríaco, a pesar de sus lágrimas y sus protestas.
En la leyenda sobre estos santos se dice que Ciríaco era un niño muy hermoso y que el gobernador lo tomó en sus brazos y lo sentó sobre sus rodillas, en un vano intento para que dejase de llorar. La criatura no quería más que volver al lado de su madre y extendía sus brazos hacia ella mientras la azotaban y, cuando Julita gritó, en medio de la tortura: «¡Soy cristiana!», el niño repuso como un eco: «¡Yo soy crisitano también!». En un momento dado, a impulsos de la ansiedad por librarse de las manos que le retenían y correr hacia su madre, el chiquillo comenzó a debatirse y, como Alejandro se esforzaba por contenerle, le propinó algunas patadas y le rasguñó la cara. La actitud del niño, completamente natural en aquellas circunstancias, encendió la cólera del gobernador. Se levantó hecho una furia, alzó a la criatura por una pierna y lo arrojó con fuerza sobre los escalones, al pie de su tribuna; el cráneo se le fracturó y quedó muerto al instante. Julita lo había presenciado todo desde las estacas donde estaba atada, pero en vez de manifestar su dolor, levantó la voz para dar gracias a Dios por haber concedido a su hijo la corona del martirio. Su actitud no hizo más que aumentar el furor de Alejandro. Este mandó que desgarrasen los costados de la infortunada mujer con los garfios, que fuese decapitada y que su cuerpo, junto con el de su hijo, fuera arrojado a los basureros en las afueras de la ciudad, con los restos de los malhechores. Sin embargo, después de la ejecución, el cadáver de Julita y el de Ciríaco fueron rescatados por las dos criadas que habían traído desde fconio, quienes los sepultaron sigilosamente en un campo vecino.
Cuando Constantino restableció la paz para la Iglesia, una de aquellas servidoras reveló el lugar donde se hallaban enterrados los restos de los mártires, y los fieles acudieron en tropel a venerarlos. Se dice que las supuestas reliquias de san Ciríaco se trasladaron de Antioquía durante el siglo cuarto, por iniciativa de san Amador, obispo de Auxerre. Esto extendió el culto por este niño santo en Francia, con el nombre de san Cyr, pero en realidad no hay ninguna prueba concreta para relacionar a los santos históricos Julita y Ciríaco -si aceptamos su existencia- con la ciudad de Antioquía. A pesar de que posiblemente fueron martirizados un 15 de julio, fecha en que se conmemora su fiesta en el Oriente, el Martirologio Romano los festeja el 16 de junio.
Es una pena tener que descartar una historia tan conmovedora y a la que tanto crédito se dio durante la Edad Media en Oriente y Occidente; pero la leyenda, tal como se ha conservado en todas sus formas, es positivamente una ficción. Las «Actas de Ciríaco y Julita» fueron proscritas en el decreto de Pseudo-Gelasio en relación con los libros que no debían ser leídos y, a pesar de que esta ordenanza no procedía del Papa San Gelasio, llega hasta nosotros revestida con la autoridad de su antigüedad y de haber sido generalmente aceptada. El padre Delehaye favorece la opinión de que Ciríaco fue el verdadero mártir y el personaje central de la leyenda fabricada posteriormente. Tal vez procedía de Antioquía, como se afirma en el Hieronymianum, pero lo cierto es que su nombre aparece solo y no unido al de Julita en muchas inscripciones y dedicatorias de iglesias y lugares diversos, en toda Europa y el Cercano Oriente. Las muy diversas formas en que se ha conservado la leyenda hasta nuestros días, son un testimonio de su popularidad.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
La ley del amor
Santo Evangelio según San Mateo 5, 38-42. Lunes XI de Tiempo Ordinario.
Por: H. Michael Vargas, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, enséñame a vivir con amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Alguna vez, te has preguntado, ¿Para qué está hecho el hombre?
De dicha pregunta pueden surgir diversas respuestas, las cuales, si las vemos a la luz del Evangelio de hoy, nos pueden iluminar en nuestra vida. En primer lugar, podemos responder que fuimos hechos para vivir, seguir normas o reglas que ordenen nuestra vida y tratar de ser mejores.
En segundo lugar, podemos decir que sí, en efecto, vivimos, tenemos normas, reglas, queremos ser mejores, pero, ¿qué sentido tiene? ¿Qué hace realmente la diferencia?
En el Evangelio, Jesucristo, nos muestra que sí, tenemos la vida, pero no se nos da sólo para seguir un curso natural como muchos creen, no, al contrario, se nos ha dado la vida como un don, un regalo, ante el cual podemos y debemos corresponder con amor. No es sólo seguir aquello que creemos, normas, reglas: no es sólo cumplir nuestros principios; no es sólo hacer las cosas porque nos las piden de diversas maneras, al contrario, es hacerlas, pero hacerlas con amor.Es éste el fin para el cual el hombre ha sido creado, para descubrir el amor, pues al fin de cuentas, Dios es amor.
Es el amor, el que nos hace capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo; es en el amor en donde encontramos las mayores respuestas que se nos plantean en el fondo del corazón; es el amor en donde encontramos el verdadero goce y sentido de la vida.
Pregúntate: ¿Qué tanto amas? ¿Qué tanto haces las cosas por amor? De las respuestas que des, así será la orientación que le des a tu vida.
«Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor es perfecto en nosotros.»(I Carta de S. Juan)
Jesús no pide a sus discípulos sufrir el mal, es más, pide reaccionar, pero no con otro mal, sino con el bien. Solo así se rompe la cadena del mal: un mal lleva a otro mal, otro lleva a otro mal… Se rompe esta cadena de mal, y cambian realmente las cosas. De hecho el mal es un «vacío», un vacío de bien, y un vacío no se puede llenar con otro vacío, sino solo con un «lleno», es decir con el bien. La represalia no lleva nunca a la resolución de conflictos. «Tú me lo has hecho, yo te lo haré»: esto nunca resuelve un conflicto, y tampoco es cristiano.
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de febrero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy trataré de amar con obras, no sólo con palabras, y haré algún acto de caridad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Santa Julita y san Quirico: madre e hijo dieron su vida por la fe cristiana

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Dolors Massot – publicado el 14/06/21
El niño, al ver que torturaban a su madre, no tuvo miedo de confesar su fe. Entonces el gobernador romano rompió el cráneo al pequeño
Julita y Quirico eran madre viuda e hijo, de buena posición económica. Eran cristianos de la región de Licaonia (al sur de la Capadocia, en la actual Turquía).
En el año 303, con el emperador Diocleciano, se desató la persecución más sangrienta de la historia del Imperio Romano.
Julita decidió renunciar a sus posesiones y buscar un lugar más seguro para los dos. Emigraron al sur, concretamente a Tarso, ciudad situada junto al Mediterráneo.
En Tarso, madre e hijo fueron descubiertos y detenidos por el gobernador Domiciano.
Felices por llegar al cielo
Primero martirizaron a Julita atándola a una estaca y dándole azotes. Quirico, mientras, era sujetado por el gobernador, pero comenzó a darle patadas y rasguños.
Al ver lo que hacían a su madre, manifestó su fe sabiendo que también iba a morir por ello.
El gobernador lo tiró al suelo con tal fuerza que le rompió el cráneo y el pequeño falleció en el acto.
Julita, en ese momento, dijo que se sentía feliz de ver que su hijo había llegado al cielo antes que ella. Siguió su martirio hasta que la mataron.
El reconocimiento de los cristianos
Los cadáveres de santa Julita y san Quirico fueron arrojados a una fosa común, pero unos cristianos los recogieron y les dieron sepultura.
Sus reliquias se conservaron en Antioquía y su devoción se extendió por Oriente.
A finales del siglo IV o comienzos del V, el obispo Amador de Auxerre trasladó sus reliquias de Antioquía a Marsella (Francia).
Los depositó en la iglesia de san Víctor. Pronto creció la devoción a estos santos también en Europa occidental.
La Iglesia católica celebra su fiesta el 16 de junio.
Santos patronos
San Quirico y santa Julita son venerados como abogados de los pobres, de los aserradores y de los niños.
Oración
“¡Oh santos mártires Quirico y Julita!
Ya no os acordáis, según la palabra del Señor, de los padecimientos pasados.
El sacrificio de madre e hijo, comenzando en una confesión dolorosa,
es hoy un sacrificio de alegría y alabanza.
Porque vuestro sacrificio común se continúa en el cielo:
es la base de las relaciones tan poderosas y tan dulces en las cuales Dios se complace;
es la fuente de bendiciones que el Señor gusta derramar por vuestra intercesión sobre la tierra.
Haced que cuanto antes amanezca el día del retorno a la verdadera luz en el Oriente,
que os dio la vida y que regasteis con vuestra sangre preciosa.
Bendecid a Occidente, en el cual tantas iglesias celebran hoy vuestra fiesta.
Conserva la fe de las madres, oh Julita;
eleva su cristianismo a la altura de las enseñanzas contenidas en tus gloriosos combates. Ante la tiranía que se apodera de la educación para perder el alma de los pobres niños,
deben imitar todos a san Quirico. (…)
Con tu madre, desarrolla más y más en los hijos de la Iglesia,
este sentimiento de la santa libertad que les fue otorgada en el bautismo:
ella es quien, sumisa a todos los poderes que vienen de Dios,
triunfó [por encima] de los Césares.
De su noble independencia ante los abusos que la autoridad comete,
depende aún hoy la salvación de la sociedad.”
Fuente: Dom Prósper Gueranger, OSB. El Año Litúrgico (I Edición española), Tomo IV págs. 365-367. Editorial Aldecoa (Burgos-España), 1956.