Jesús continúa: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del maligno”. Precisamente porque el mundo está tan opuesto al camino de Jesús siempre es tentador para los cristianos huir en mayor o menor medida, buscar vivir en enclaves privados donde podamos cultivar la vida del discipulado.

Es cierto que, a veces, la Iglesia debe luchar para preservar su vida contra una cultura hostil. Pero el propósito final de la Iglesia nunca es doblegarse o escapar. Es transformar la cultura. La Iglesia existe siempre para el mundo. Si Dios simplemente nos sacara del mundo, estaría quitando la levadura necesaria para levantar la masa.