John 3:16-21

Amigos, hoy en el Evangelio Jesús nos describe la naturaleza de su misión: “Si, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna”.

En su pasión por arreglar un universo desarticulado, Dios abrió su propio corazón dispuesto al amor. El Padre no solo envía un representante sino a su propio Hijo a este mundo disfuncional, para que pudiera reunir al mundo en la dicha de la vida divina. Lo central de Dios —el amor entre el Padre y el Hijo— ahora se ofrece como nuestro centro; el corazón de Dios se abre para incluir incluso a los peores y más desesperados de nosotros.

En muchas tradiciones espirituales el énfasis se pone en la búsqueda humana de Dios. Pero esto se invierte en el cristianismo. Los cristianos no creen que Dios esté tontamente “allá afuera”, como una montaña esperando ser escalada por exploradores religiosos. Al contrario, como el sabueso del cielo del poema de Francis Thompson, Dios viene incansablemente a buscarnos.

Por este amor divino que nos busca y se entrega totalmente es que nos hacemos amigos de Dios, y participamos en la comunión de la Trinidad.

Pío V, Santo

Memoria Litúrgica, 30 de abril

Fuente: Archidiócesis de Madrid

CCXXV Papa

Martirologio Romano: San Pío V, papa, de la Orden de Predicadores, que, elevado a la sede de Pedro, se esforzó con gran piedad y tesón apostólico en poner en práctica los decretos del Concilio de Trento acerca del culto divino, la doctrina cristiana y la disciplina eclesiástica, promoviendo también la propagación de la fe. Se durmió en el Señor en Roma, el día primero del mes de mayo (1572).

Etimológicamente: Pío = Aquel que es piadoso, es de origen latino.

Breve Biografía

Se le recuerda principalmente como “el Papa de la victoria de Lepanto”, no porque fuera un hombre belicoso, sino porque con su autoridad y con su prestigio personal logró imponer una tregua en las discordias caseras de los Estados europeos y llevarlos a una “santa alianza” para detener la amenazadora avanzada de los turcos. El 7 de octubre la armada Cristiana obtuvo en las aguas de Lepanto una definitiva victoria contra la flota turca. Ese mismo día Pío V, que no disponía de los rápidos medios de comunicación de hoy, ordenó que tocaran todas las campanas de Roma, invitando a los fieles a darle gracias a Dios por la victoria obtenida.

Michele Ghisleri elegido Papa en 1566 con el nombre de Pío V, nació en Bosco Marengo, Provincia de Alessandria (Italia) en 1504. A los 14 años entró a la Orden de los dominicos. Una vez ordenado sacerdote, atravesó todas las etapas de una carrera excepcional: profesor, prior del convento, superior provincial, inquisidor en Como y en Bérgamo, obispo de Sutri y Nepi, cardenal, grande inquisidor, obispo de Mondoví, y Papa.

Pío V fue sobre todo un gran reformador. Entre las reformas que promovió, siguiendo el concilio de Trento, recordamos la obligación de residencia para los obispos, la clausura de los religiosos, el celibato y la santidad de vida de los sacerdotes, las visitas pastorales de los obispos, el impulso a las misiones, la corrección de los libros litúrgicos, la censura de las publicaciones. La rígida disciplina que el santo Pontífice impuso a la Iglesia fue también norma constante de su vida. Vivía el ideal ascético del fraile mendicante.

Condescendiente con los humildes, paterno con la gente sencilla, pero sumamente severo con cuantos comprometían la unidad de la Iglesia, no dudó en excomulgar y decretar la destitución de la reina de Inglaterra, Isabel I, a sabiendas de las consecuencias trágicas que esto acarrearía a los católicos ingleses.

Pío V murió el 1 de mayo de 1572, a los 68 años de edad. Fue canonizado 22 de mayo de 1712 por el Papa Clemente XI.

Las actitudes del amor

Santo Evangelio según san Juan 3, 16-21. Miércoles II de Pascua

Por: José Torres, LC | Fuente: www.somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que estas junto a mí, que me oyes, y es por eso que quiero hablarte desde lo más profundo de mi corazón; te pido la gracia de hacer de este rato de oración, un momento de intimidad gozosa con tu corazón misericordioso.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21

«Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Como podríamos comenzar nuestra meditación sin pensar en la palabra que resuena en la primera frase de este Evangelio, que es la palabra «entregó». Es el mismísimo Dios, el eterno creador que entrega a su Hijo para nuestra salvación, y es ahora Él, el que nos interpela y nos pide una entrega según nuestras posibilidades. Es hermoso ver la vida de los santos y de personas que han desgastado sus vidas por amor a Cristo, por su misión y para la salvación de las almas, en fin, para que Cristo pueda reinar en todos los corazones.

Pidamos al Señor la gracia de corresponder a ese amor; que podamos ser verdaderos apóstoles; que ese amor que experimentamos cada vez que hacemos una visita eucarística, cada vez que recibimos su preciosísimo Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, haga que nuestros corazones sean verdaderas llamas de amor, y que con ellas podamos iluminar a quienes están necesitados de una lámpara para seguir el camino o para reemprender el sendero.

Hoy, en especial, nos pide que seamos ejemplo, que con nuestras obras y con nuestro testimonio, llevemos cada vez más almas a Cristo. No nos olvidemos que nuestro trabajo de cada día es una ocasión para agradar a Dios y, de ese modo, santificarnos y santificar lo que hacemos, porque lo hacemos con amor y responsabilidad de apóstoles de Cristo.

«Cuánta alegría y consuelo nos dan las palabras de san Juan que hemos escuchado: es tal el amor que Dios nos tiene, que nos hizo sus hijos, y, cuando podamos verlo cara a cara, descubriremos aún más la grandeza de su amor. No sólo eso. El amor de Dios es siempre más grande de lo que podemos imaginar, y se extiende incluso más allá de cualquier pecado que nuestra conciencia pueda reprocharnos. Es un amor que no conoce límites ni fronteras; no tiene esos obstáculos que nosotros, por el contrario, solemos poner a una persona, por temor a que nos quite nuestra libertad».

(Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer una visita eucarística pidiendo por todas las personas que quieren pero, por diversas circunstancias, no pueden comulgar.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Pío V, el Papa al que debemos el Breviario y el Misal Romano

Public domain

San Pío V

Dolors Massot – publicado el 27/04/22

Este santo dominico propició la unión de España y Venecia y la famosa victoria en la batalla de Lepanto

Antonio Ghislieri nació el 17 de enero de 1504 en Alessandria (Italia). A los 17 años ingresó en la Orden de Predicadores.

A los 47 años, en 1551, el papa Julio III lo nombró comisario general del Santo Oficio.

Seis años después fue designado cardenal. Como obispo se le encarga Mondovi, en el Piamonte, donde mostró una preocupación sincera por evangelizar. Era ejemplo de pobreza, humildad y laboriosidad.

Su talento es descubierto por san Carlos Borromeo y en 1566 es elegido Papa, cuando tiene 62 años. Se hace llamar Pío V.

Gracias a él aparecen el Breviario y el Misal Romano, así como el Catecismo del Concilio de Trento, que se llamará Catecismo Romano.

Estimuló la formación teológica de los clérigos en los seminarios. Para ello, entre otras medidas, introdujo la enseñanza de la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino.

Las dos amenazas para la Iglesia católica eran entonces el imperio otomano y el protestantismo.

Pío V pone en marcha dos congregaciones que serán la base de la sagrada Congregación “De Propaganda Fide”.

Para contrarrestar la fuerza otomana, propicia la unión de España y Venecia, que logrará vencer al turco en la batalla de Lepanto.

El 7 de octubre de 1571, mientras el Papa reza el rosario, se produce la victoria. De ahí que instituya esa fiesta como la de Nuestra Señora de la Victoria, que en 1573 pasará a llamarse Nuestra Señora del Rosario.

San Pío V murió en Roma el 1 de mayo de 1572.

Su cuerpo se venera en la capilla del Santísimo Sacramento de la basílica de Santa María la Mayor, en Roma.

Santo patrón

San Pío V es patrón de Pietrelcina (Italia).

Oración de san Pío V a Jesús Crucificado

Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus oídos y escúchame, así como escuchaste al Padre en el Monte Tabor.

Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus ojos y mírame, así como miraste desde lo alto de la Cruz a tu Madre querida, afligida por el dolor.

Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tu boca y háblame, así como le hablaste a san Juan cuando le diste por hijo a tu Madre.

Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tus brazos sagrados y abrázame, así como los abriste sobre el árbol de la Cruz para abrazar al género humano.

Jesucristo, mi Señor crucificado, Hijo de la Bienaventurada Virgen María, abre tu corazón, recibe el mío y concédeme lo que te pido, si tal es tu Voluntad.

Amén.