Memoria Litúrgica, 13 de julio
Emperador
Martirologio Romano: San Enrique, emperador de los romanos, que, según la tradición, de acuerdo con su esposa Cunegunda puso gran empeño en reformar la vida de la Iglesia y en propagar la fe en Cristo por toda Europa, donde, movido por un celo misionero, instituyó numerosas sedes episcopales y fundó monasterios. Murió en este día en Grona, cerca de Göttingen, en Franconia (1024).
Etimológicamente: Enrique = Aquel que es jefe de hogar, es de origen germánico.
Fecha de canonización: 4 de marzo de 1146 por el Papa Beato Eugenio III.
Breve Biografía
Nacido en el año 972 y fallecido en 1024. Nieto de Carlomagno y sucesor de los tres Otones, fue el más grande apóstol de la paz en el segundo decenio del siglo XI y uno de los más destacados promotores de la civilización occidental, colaborando a la labor del Papado y de los monjes de Cluny, de cuyo abad San Odilón fue gran amigo. –
Seguramente, a la primera impresión nadie habría creído que bajo la pesada armadura de aquel caballero que cabalgaba con sus numerosas tropas por las grandes llanuras del imperio alemán, se escondía un santo.
Pasada ya la gloriosa restauración de Carlomagno, Europa, en el siglo x, vive una época de dejadez y brutalidad. Empiezan a aparecer los desastrosos efectos del feudalismo, la jerarquía eclesiástica está corroída por las investiduras y por doquier impera la ley del más fuerte.
Parece imposible que aún vivan personas santas, y menos aún que lo sea uno de los numerosos príncipes feudales.
Nos hallamos en la corte del duque de Baviera Enrique el Batallador y de su esposa Gisela de Borgoña. En el castillo ducal se celebran grandes festejos porque ha nacido el príncipe heredero. Se le impone, como a su padre, el nombre de Enrique.
Los primeros años pasan plácidamente, pero pronto es víctima de la persecución; su padre ha sido vencido en una de las interminables guerras familiares y se ha visto obligado a huir. Sin embargo, las cosas volverán a su lugar; el padre recobrará el ducado con todas sus posesiones y Enrique podrá dedicarse al cultivo de las Letras, bajo la dirección de Wolfgang, el santo obispo de Ratisbona.
Wolfgang no sólo forma su inteligencia, sino también su voluntad, dándole una esmerada educación cristiana y una sólida piedad.
A la muerte de su padre, hereda el ducado y se convierte en uno de los príncipes de más porvenir de Alemania. Con su carácter recto y justiciero atiende a las necesidades de su pueblo, gobierna con mano al mismo tiempo fuerte y suave.
Sabe comprender y no es vengativo. Prefiere perdonar que castigar y busca antes el provecho de sus súbditos que sus propios intereses.
En el año 1002, los electores del Sacro Imperio Romano-Germánico le nombran para el cargo imperial. Acaba de morir Otón III, sin sucesión directa.
La fama de Enrique, su sinceridad y nobleza, son reconocidas por todos, y saben que será el emperador ideal.
La ascensión al trono imperial es para el duque de Baviera una empresa difícil. Surgen contrincantes que ha de vencer, sublevaciones para dominar, querellas entre los señores feudales, que ha de sofocar, pero Enrique con su fiel ejército atiende a todo.
Vence al rey de Polonia, rechaza a los bizantinos, interviene en los Estados Pontificios defendiendo los derechos de Benedicto VIII, el legítimo sucesor de Pedro.
Con su prodigioso genio militar sabe triunfar, pero, diferente de muchos otros de su tiempo, no abusa de la victoria. La justicia rige todos sus actos.
Su actividad se extiende también a la reforma espiritual del clero.
En el año 1007 convoca, de acuerdo con las costumbres de su tiempo, un Concilio general en Francfort. Acuden los numerosos obispos del Imperio, que dictan severas normas disciplinarias. Después, Enrique procurará que se cumplan.
Restablecido el orden en el Imperio y protegidas las fronteras, Enrique empezó a reinar con todo su poder. En el año 1014, junto con su esposa, fue ungido y coronado rey por el propio pontífice, en Roma.
Seguramente pocos reyes tuvieron, ya en vida, tan buena fama y muchos menos fueron venerados y gozaron del amor de sus súbditos como este nieto de Carlomagno.
Muestra de su gran virtud es este ejemplo: Al sentirse morir llamó junto a sí a los grandes del reino y, tomando la mano de su esposa Cunegunda, también santa, dijo a los padres de ésta: «He aquí a la que vosotros me habéis dado por esposa ante Cristo; como me la disteis virgen, virgen la pongo otra vez en las manos de Dios y vuestras». Sus restos reposan en la catedral de Bamberg.
San Enrique realizó lo que a muchos puede parecer imposible: ser emperador, vivir continuamente ocupado en los problemas públicos y entre guerras, y llegar a santo.
Si Enrique de Baviera lo llevó a término fue porque en el ejercicio de su cargo vio un servicio al prójimo y a Jesucristo. La historia de Europa nos ofrece pocas vidas tan bellas y útiles como la de Enrique II, el Santo.
Conversión y elección de lo que Dios me pide
Santo Evangelio según san Mateo 11, 20-24. Martes XV del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Alma mía, recobra tu calma
Que el Señor fue bueno contigo.
Pues libró mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
¿Cómo pagaré al Señor
por todo el bien que me ha hecho?
¡Oh Señor! Yo soy tu siervo,
siervo tuyo e hijo de tu esclava.
Tú rompiste mis cadenas (Salmo 115).
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 20-24
En aquel tiempo, Jesús se puso a reprender a las ciudades que habían visto sus numerosos milagros, por no haberse arrepentido. Les decía: “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han hecho en ustedes, hace tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza. Pero yo les aseguro que el día del juicio será menos riguroso para Tiro y Sidón, que para ustedes.
Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo, porque si en Sodoma se hubieran realizado los milagros que en ti se han hecho, quizás estaría en pie hasta el día de hoy. Pero yo te digo que será menos riguroso el día del juicio para Sodoma que para ti”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Por qué me has dado tanto, Señor? Has realizado tantos milagros conmigo que no puedo quedarme de brazos cruzados. Tu exigencia y tus reprensiones tienen sentido, pues el mayor dolor para el que ama es que no reciba una respuesta de amor. La indiferencia de tus amigos es más trágica que las heridas producidas por tus enemigos. Por eso, Jesús, hoy quiero corresponder a tu amor con mi amor. Quiero cambiar de vida, arreglar el mal que he hecho, arrepentirme y caminar según tu voluntad.
Tú bien sabes, Señor, que te necesito. Sólo tu gracia me sostiene y me hace capaz de mejorar. Hasta ahora me lo has dado todo para mantenerme en pie. Confío en que tu amor nunca me fallará alimentando mi amor. Tu corazón traspasado es la prueba de tu fidelidad. No me dejes solo, Señor mío, no me abandone tu gracia para convertirme cada día más.
Una vez convertido, me pides que transmita tu nombre a los hombres y mujeres que encuentro en mi camino. Así eres Tú, Señor: escoges a unos para que te ayuden con el resto. Me has llamado para que sea instrumento de tu amor. Ayúdame, Señor Jesús, a ser hoy un vivo reflejo de tu rostro en el mundo.
«¡Ay de ti! para ese católico que piensa: Voy a misa, hago esto y luego nada más. En cambio, si tú dices que eres católico, que has recibido el bautismo, que estás confirmado o confirmada, debes ir más allá y llevar el nombre de Jesús: ¡es un deber! Las indicaciones concretas llevan a preguntarnos cuál debe ser nuestro estilo de evangelización. O sea, ¿cómo puedo estar seguro de que no doy sólo un paseo, que no hago proselitismo y no reduzco la evangelización a un funcionalismo? ¿Cómo puedo comprender cuál es el estilo justo? La respuesta la indica siempre Pablo: El estilo es hacerse todo a todos: “Me he hecho todo a todos”. Significa, en esencia, ir y compartir la vida de los demás, acompañar en el camino de la fe, ayudar a crecer en el camino de la fe». (Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy mejoraré la manera en que trato a los demás, buscando modos concretos de ser más respetuoso, atento y abierto.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El Juicio particular y el Juicio final
Significado que tiene decir: El fín del mundo, el Juicio particular y el Juicio final.
Todos hemos deseado en algunos momentos de nuestra vida, ser jueces de los demás. Opinamos con facilidad acerca de su vida juzgando si hicieron bien o mal. Sin embargo, nos cuesta trabajo pensar que nosotros también vamos a ser juzgados al final de nuestra vida y que nuestros actos, por más secretos que hayan sido, van a trascender más allá del momento en el que los hicimos.
¿Qué sucede con el alma después de la muerte?
Los cristianos encontramos en el Evangelio algunos pasajes que nos hablan acerca del destino del alma. Específicamente, en la parábola del pobre Lázaro (Lucas 16, 22) y en las palabras que Cristo dirige al buen ladrón, crucificado junto a Él (Lucas 23, 43).
Al morir, nuestra alma se separará de nuestro cuerpo. Se presentará ante Dios para recibir, de acuerdo con lo que nosotros mismos hayamos elegido en la vida terrena, la recompensa o el castigo eterno.
El Juicio Particular
Al morir, tendremos un Juicio Particular. En este juicio nos encontraremos ante Jesucristo y ante nuestra vida: todos nuestros actos, palabras, pensamientos y omisiones quedarán al descubierto.
Suena dramático, pero es real. Si nos encontramos en gracia de Dios, nuestra eternidad feliz empezará en ese momento. Si morimos en una actitud de rechazo total y voluntario a Dios, en pecado mortal, entonces empezará para nosotros el castigo eterno, el infierno.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos habla de la “retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe” (n. 1021). El destino del alma será diferente para cada uno de nosotros, de acuerdo a cómo hayamos utilizado nuestro tiempo de vida en la Tierra.
Hay muchas personas que dicen: “Yo me voy a salvar, pues nunca he hecho el mal a nadie”. Hay que tener cuidado, pues ese día no se nos juzgará sólo por el mal que no hayamos hecho, sino también por el bien que hayamos dejado de hacer. Debemos preocuparnos no sólo por evitar hacer el mal, sino por hacer el bien a todo el que nos rodea. Si no hacemos el bien a los demás, llegaremos al juicio con las manos vacías y “no aprobaremos el examen”.
El Juicio Particular, como su nombre lo dice, será para cada uno de nosotros en lo personal. En éste, Dios nos preguntará: “¿Cuánto amaste?” Y cada uno de nosotros tendrá que responder a esta pregunta. Dios espera que cada uno de nuestros actos sea hecho por amor .
San Juan de la Cruz tiene una frase que dice: “Al atardecer de la vida, seremos examinados en el amor”.
El Juicio Final
El Juicio Final lo tendremos al final de los tiempos, cuando Jesús vuelva a venir glorioso a la Tierra. En él, todos los hombres seremos juzgados de acuerdo a nuestra fe y a nuestras obras.
La resurrección de todos los muertos, “de los justos y de los pecadores”, precederá al Juicio Final. Los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación (Juan 5, 28-29).
En la Biblia podemos leer cómo será este juicio en Mateo 25, 31.32.46: Lo que sucederá ese día, de acuerdo con la narración de Jesucristo, será como un examen de aquello que nos caracteriza como personas humanas: nuestra capacidad de amar.
En ese día saldrán a la luz todas nuestras acciones y se verá el amor hacia los demás que pusimos en cada una de ellas.
Este amor será el que nos juzgará:
«Venid benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber…»
«Id malditos al fuego eterno… porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber…»
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “El Juicio Final revelará hasta sus últimas consecuencias lo que cada uno haya hecho de bien o haya dejado de hacer durante su vida terrena” (n. 1039).
El juicio final es la prueba de que Dios es infinitamente justo y ha dispuesto todo con sabiduría para que la verdad se conozca y se aplique la justicia en cada hombre con el destino eterno que él mismo se haya merecido.
Algunas personas piensan que no hay que preocuparse por eso de los juicios, pues creen que Dios va a salvar a todos los hombres al final de los tiempos porque es infinitamente bueno y nos ama.
Es verdad que Dios es muy bueno, pero también es muy justo y respeta nuestra libertad. Cuando nosotros estamos en pecado mortal, libremente le hemos dicho a Dios que “no nos interesa salvarnos”. Si morimos en este estado, Dios respetará nuestra decisión. El hombre, con su libertad, alcanza la recompensa o el castigo eterno.
Frente a Cristo se conocerá la verdad de la relación de cada hombre con Dios.
El Juicio Final revelará que la justicia de Dios triunfa sobre todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte.
Reflexionar tanto en el Juicio Particular como en el Juicio Final nos recuerda que mientras tengamos vida, tenemos oportunidad de alcanzar nuestra salvación. Cada día nos ofrece la posibilidad de amar a Dios y a los que nos rodean, de perdonar a los que nos ofenden, de vivir cristianamente.
¿Cuándo será el juicio final?
El mismo Jesucristo nos aclaró que ni siquiera Él conoce el día ni la hora en que se llevará a cabo este acontecimiento, sino sólo Dios Padre. Así que no debemos dejarnos engañar por personas que pretenden conocer la fecha del fin del mundo. No debemos preocuparnos por intentar conocer esa fecha, sino sólo por estar siempre bien preparados, pues no sabemos en qué momento sucederá.
Para profundizar, puedes leer el Catecismo de la Iglesia Católica núm. 668 – 682, 1021-1023, 1038-1042, 2831
El Papa en el Gemelli: pasa un día tranquilo, unos días más de hospitalización
Permanecerá en el hospital Gemelli por unos días más para completar su tratamiento.
Fuente: Vatican News
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, informa que el Papa Francisco ha pasado un día tranquilo y ha completado su postoperatorio, pero “Para optimizar la terapia médica y de rehabilitación, el Santo Padre permanecerá hospitalizado unos días más”. “Ayer, antes del rezo del Ángelus, quiso reunirse con algunos jóvenes pacientes de la cercana sala de Oncología y sus familias, que luego le acompañaron a la terraza de la décima planta para la oración mariana”, informó Bruni. Después de la oración mariana, el Papa Francisco “saludó a los pacientes de la planta y habló brevemente con el personal médico y de enfermería. Por la tarde celebró la Santa Misa en la capilla privada con el personal que le asiste.
Mateo Bruni indicó que, al compartir la alegría por la victoria de las selecciones de Argentina e Italia con sus allegados, Su Santidad se detuvo en el significado del deporte y sus valores, y en la capacidad deportiva de saber aceptar cualquier resultado, incluso la derrota: «sólo así, ante las dificultades de la vida, se puede poner siempre en juego, luchando sin rendirse, con esperanza y confianza».
Quien se cierra a conceder el perdón se hace daño aunque él no lo quiera. El odio es una especie de cáncer secreto que corroe a la persona y le quita energías para rehacer de nuevo su vida
No he encontrado situación más difícil que hablar desde fuera a quien está roto por dentro a causa del odio y el resentimiento. No es capaz de entender que el perdón es el único modo de encontrar la verdadera salida. Cuando la persona logra liberarse de la sed de venganza puede reconciliarse consigo misma, recuperar la paz y empezar la vida de nuevo.
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “E1 Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. E1 primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. E1 servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. E1 rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: “Págame lo que me debes”. E1 compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano” (Mt 18, 21-35).
Una brecha
Solamente un pequeño callejón los separa. Son hermanos de sangre, de historia y de constantes luchas por un pedazo de suelo. Juntos llegaron, los vio unidos su río y su montaña; juntos domaron un pedazo de selva para que les permitiera habitarla. Las primeras chozas, débiles e inseguras, surgieron indistintamente de uno y otro grupo. Sin embargo, surgieron las diferencias, al principio casi por nada, pero poco a poco se fue abriendo un gran abismo entre ambos: distintas organizaciones, distintos partidos, distintas formas de religión. A los primeros insultos se respondió con amenazas y agresiones; ninguno quiso perdonar; siempre el otro era el culpable; después vinieron los golpes y finalmente los muertos… Ahora, dicen que están en paz, una paz bordada con alfileres, una paz amenazada por el odio. Tan cerca unos de otros, son hermanos pero una brecha de odios y rencores los separa.
La venganza
¿Qué hay más difícil que el perdón?
Con razón el Eclesiástico afirma: “Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo el pecador se aferra a ellas” En los últimos días hemos vivido escenas terribles en nuestra patria y se justifican diciendo que son venganzas entre mafias o carteles; que las sangrientas carniceras son respuesta a otros ataques que se han recibido. Se propone la pena de muerte y castigos ejemplares para quienes cometan secuestros y otros horrendos crímenes… y todo parece encaminado a más violencia como fruto de la violencia. ¿Qué hemos sembrado que estamos cosechando tales situaciones de odio y de rencor? ¿Realmente la violencia puede frenarse con más violencia? ¿Bastará equipar mejor armamento a las fuerzas de seguridad para detener esa espiral virulenta? ¿No hemos fallado en la educación y cimentación de los principios que deben inculcarse en el corazón de la niñez?
Cadena de violencia
La insistencia de Jesús en el perdón y la mutua comprensión no es propia de un idealista ingenuo, sino de un espíritu lúcido y realista. La pregunta de Pedro, que quiere ser generoso, se detiene todavía en la obligación: “¿cuántas veces ‘tengo’ que perdonar?”, como si estuviera haciendo un favor y llevara las cuentas de todas las ofensas. El perdón por el contrario es ocasión maravillosa de volver a unir, de volver a vivir y de volver a amar. El perdón es la posibilidad de cambiar las reglas del juego de una sociedad agresiva que se enzarza en un “toma y daca” sin fin con los dardos envenenados de la ofensa y del agravio. La propuesta de Jesús es romper la dinámica del odio y la venganza y abrir la posibilidad de que acontezca algo nuevo. El perdón es un acto creativo y sorprendente que pone fin a la repetitividad. Rompe el cerco sofocante y produce lo insólito: mirar al otro nuevamente como hermano. Pues de lo contrario estamos perdidos porque “el dulce sabor de la venganza” se convierte en una hiel que va amargando y endureciendo el corazón.
Un cáncer: el odio
Muchísimas personas vienen cargando a cuestas un pesado fardo de rencores y resentimiento que las limitan y condicionan. Y por desgracia muchas veces es en contra de personas muy cercanas, de familiares o amigos, que por algún error han herido su corazón. Pasan años y no logran sacar estos sentimientos que entorpecen las relaciones más cercanas. Quien deja crecer el odio en su corazón se castiga a sí mismo. Es como la manzana que se pudre para que el otro no la pueda tragar. ¡Claro que no la tragan!, pero ha quedado podrida y no tiene remedio. Quien se cierra a conceder el perdón se hace daño aunque él no lo quiera. El odio es una especie de cáncer secreto que corroe a la persona y le quita energías para rehacer de nuevo su vida. No he encontrado situación más difícil que hablar desde fuera a quien está roto por dentro a causa del odio y el resentimiento. No es capaz de entender que el perdón es el único modo de encontrar la verdadera salida. Cuando la persona logra liberarse de la sed de venganza puede reconciliarse consigo misma, recuperar la paz y empezar la vida de nuevo.
La gracia del perdón
Jesús nos da una enseñanza magnífica pues en su parábola parte primero del perdón recibido, para después poder dar perdón. Sólo quien ha experimentado el gozo de saberse perdonado puede con alegría, aunque cueste también dolor y lágrimas, otorgar el regalo del perdón. Quien no se haya sentido nunca comprendido por Dios y perdonado por Dios, será incapaz de comprender y perdonar al hermano. Pedro que negó a su maestro, al encontrar el perdón, es capaz de comprender y perdonar a sus verdugos. Judas, que no se abrió al perdón, cae en la desesperación y en el suicidio. El perdón encierra la bella dinámica del vencer al mal con el bien y es un gesto que cambia de raíz las relaciones entre las personas y obliga a plantearse la convivencia futura de una manera nueva. A todos se nos ofrece un tiempo de gracia para iniciar el trabajo de la misericordia, de sanar los corazones y de la reconciliación. ¿Cuántas veces tengo que perdonar?
Demos gracias hoy al Señor que nos perdona, porque gracias a su perdón nos sentimos libres, salvados y queridos. Pidamos que nos ayude a romper las barreras de odios y rencores que construimos para protegernos pero que acaban ahogándonos y sofocando nuestro espíritu. Aprendamos de Jesús, busquemos seguir sus huellas. ¿Qué pensará Jesús de esta persona a quien yo no quiero perdonar?
Míranos, Señor, con ojos de misericordia y haz que experimentemos vivamente tu amor, para que podamos amar y perdonar a nuestros hermanos. Amén.
II. Una Iglesia Católica Universal
En Antioquía, el universalismo de la Iglesia se hizo realidad…
El universalismo cristiano se puso pronto de manifiesto, en contraste con el carácter nacional de la religión judía. A Antioquía de Siria, una de las grandes metrópolis de Oriente, llegaron discípulos de Jesús fugitivos de Jerusalén. En Antioquía, el universalismo de la Iglesia se hizo realidad y allí fue, precisamente, donde los seguidores de Cristo comenzaron a ser llamados cristianos.
La admisión de los gentiles en la Iglesia había sido una novedad difícil de comprender para muchos judeo-cristianos, aferrados a sus viejas tradiciones. En el año 29 se reunió el denominado concilio de Jerusalén para tratar de estos problemas tan fundamentales. El Apóstol Pedro, una vez más, habló con autoridad en defensa de la libertad de los cristianos, en relación con las observancias legales de los judíos. El «concilio», a propuesta de Santiago, obispo de Jerusalén, acordó no imponer leyes puramente rituales de la religión judía a los conversos gentiles. Así quedó resuelto de modo definitivo el problema de las relaciones entre Cristianismo y Ley mosaica.
El Papa: La salvación solo está en Jesús, no en las leyes de los hombres
Homilía de Francisco en la Domus Santa Marta sobre la necesidad de creer en la misericordia y el perdón de Dios como puerta al cielo
Creer en Jesús, portador de un mensaje que salva a la humanidad de todos los tiempos o refugiarse en una salvación fruto de “mandamientos hechos por hombres”. Este es el dilema que papa Francisco resolvió en la homilía del 3 de octubre de 2014 en la Misa celebrada en la Casa Santa Marta del Vaticano.
El único deseo de Dios es salvar a la humanidad, pero el problema es que a menudo el hombre quiere dictar las reglas de la salvación. Es la paradoja dramática de muchas páginas de la Biblia que llega a su culmen en la vida terrena de Cristo.
Papa Francisco profundiza sobre esto partiendo de la cita del Evangelio en la que Jesús expresa su malestar al verse rechazado por su propia gente, por las ciudades que le dan la espalda a su mensaje.
“Si en Tiro y Sidón se hubieran dado los prodigios que se han dado entre vosotros, es su advertencia a Corazín y Betsaida, ya se habrían convertido hace tiempo”.
Rechazar la salvación
En esta severa pero amarga comparación se resume, observa el Papa, “toda la historia de la salvación”.
Así como han rechazado y asesinado a los profetas antes que a Él “porque resultaban incómodos”, ahora lo hacen con el mismo Jesús.
“Es el drama de la resistencia a ser salvados” de los jefes del pueblo:
“Es propio de la clase dirigente que cierra las puertas al modo con el que Dios quiere salvarlos.
Y así se entienden los diálogos fuertes de Jesús con las clases dirigentes de su tiempo: discuten, lo ponen a prueba, le tienden trampas para ver si cae, porque es la resistencia a ser salvados”.
Jesús les dice: ‘¡No os entiendo! Sois como esos niños: Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, os hemos cantado una elegía y no habéis llorado. ¿Qué queréis?’. ‘Queremos la salvación a nuestro modo’. Siempre este rechazo al modo de Dios”.
Sacrificios vs. misericordia
Un comportamiento que Francisco distingue del comportamiento del “pueblo creyente” que, dice, entiende y “acepta” la salvación traída por Jesús.
Salvación que, al contrario, para los jefes del pueblo se reduce en sustancia al cumplimiento de los 613 preceptos creados, afirma el Papa, por “su fiebre intelectual y teológica”.
“Ellos no creen en la misericordia y en el perdón: creen en los sacrificios. ‘Misericordia quiero, no sacrificios’.
Creen en todo bien organizado, todo controlado, todo claro. Este es el drama de la resistencia a la salvación.
También nosotros tenemos este drama en nuestro interior. Nos hará bien preguntarnos ¿cómo quiero ser salvado? ¿A mi modo?
¿Al modo de una espiritualidad, que es buena, que me hace bien, pero que es fija, que tiene todo claro y que no arriesga?
¿O al modo divino, es decir en el camino de Jesús que siempre nos sorprende, que siempre nos abre las puertas al misterio de la omnipotencia de Dios, que es la misericordia y el perdón?”.
No compramos nuestra salvación
“Nos hará bien, insiste el Papa, pensar que este drama está en nuestro corazón”. Reflexionar sobre el hecho de que confundimos “libertad con autonomía”, de elegir la salvación que consideramos “justa”.
“¿Creo que Jesús es el Maestro que nos enseña la salvación, o voy por todas partes siguiendo a gurús que me enseñen otra?
¿Un camino más seguro o me refugio bajo el tejado de los mandamientos o de los muchos mandamientos hechos por el hombre?
¿Y así me siento seguro y con esta, es un poco duro decir esto, seguridad compro mi salvación que Jesús da gratuitamente con la gratuidad de Dios?
Nos hará bien hoy plantearnos estas preguntas. Y la última: ¿Me resisto a la salvación de Jesús?