Matthew 23:13-22

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús lanza un ataque a los escribas y fariseos.

El Hijo enseña, sana, predica y perdona a quienes se sienten lejos de la misericordia de Dios. Él es la mano que el Padre extiende a los pecadores y a los que están perdidos. Y por la misma razón, Él es juez de un mundo pecador. Cuando aparece la luz del amor perdonador de Dios, las sombras del pecado se vuelven más profundas y obvias. Bajo Su luz no hay dónde esconderse. Y Jesús, la Palabra del Padre, brinda voz a este juicio: “Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas . . .” 

El Hijo nos menciona todos aquellos poderes que se oponen a las intenciones creativas y amorosas del Padre. Habla con palabras de juicio sobre un mundo que se ha acomodado al pecado. Él “canaliza” los sentimientos del Padre hacia el mundo: un amor intenso y perdonador para aquellos que están perdidos, y un desprecio igualmente intenso hacia las estructuras de la oscuridad.

Junípero Serra, Santo

Presbítero, 28 de agosto

Por: . | Fuente: Franciscanos.org

Apóstol de California

Martirologio Romano: En Monterrey, en California, beato Junípero (Miguel) Serra, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que pasó por muchas dificultades y pesares predicando el Evangelio entre las tribus todavía paganas de aquella región, en su propia lengua, y defendió con gran valentía los derechos de los pobres y de los humildes († 1784).

Fecha de beatificación: Juan Pablo II lo beatificó solemnemente en Roma, el 25 de septiembre de 1988.

Fecha de canonización: S.S. Francisco lo incluyó en el libro de los santos el 23 de septiembre de 2015, en Washington D.C.

Breve Biografía

Nacido en Petra (Mallorca) el 24 de noviembre de 1713, Miguel José fue hijo de Antonio Serra y Margarita Ferrer, agricultores. Después de la enseñanza primaria en los Franciscanos de Petra, Miguel marchó a Palma, la Capital, e ingresó en los Frailes Menores en 1730, tomando el nombre de Junípero en honor de uno de los primeros seguidores de San Francisco. Ordenado de sacerdote en 1737, Serra fue destinado a enseñar filosofía. Entre sus alumnos hubo dos que fueron sus últimos colaboradores en el Nuevo Mundo, Francisco Palou y Juan Crespí. Tras doctorarse en Teología en la Universidad del Beato Ramón Llull en 1742, Serra continuó enseñando filosofía y teología y adquirió gran fama como predicador.

En 1749, en unión de Palou, partió para el Colegio de San Fernando, en la Ciudad de México. Temiendo comunicar a sus padres su próxima partida, Serra pidió a un fraile compañero suyo que les informara sobre el particular. «Yo quisiera poder infundirles la gran alegría que llena mi corazón», decía. «Si yo pudiera hacer esto, seguro que ellos me instarían a seguir adelante y no retroceder nunca». Les pedía que comprendieran su vocación misionera y prometía recordarlos en la oración.

Poco después de su llegada a México, Serra sufrió la picadura de un insecto que le produjo la hinchazón de un pie y una úlcera en la pierna de la que le resultó una cojera para el resto de su vida. Tras unos meses en el Colegio de San Fernando, Serra fue destinado a las misiones de Sierra Gorda al nordeste de la ciudad de México. Allí trabajó durante ocho años, tres de ellos como presidente de las misiones. Llamado a la Ciudad de México, fue maestro de novicios durante nueve años y continuó su predicación en las zonas alrededor de la capital. En 1767 los jesuitas fueron expulsados de México y sus misiones de la Baja California fueron encomendadas al Colegio de San Fernando. Serra fue nombrado presidente de esas misiones, cuya cabecera estaba en la Misión de Loreto.

En 1769, la Corona de España decidió colonizar la Alta California (hoy Estado de California en los EE.UU.). Serra fue nombrado nuevamente presidente; supervisó la fundación de las nueve misiones: San Diego (1769), San Carlos Borromeo (1770), San Antonio de Padua (1771), San Gabriel Arcángel (1771), San Luis Obispo (1772), San Francisco de Asís (1776), San Juan de Capistrano (1776). Santa Clara de Asís (1777) y San Buenaventura (1782).

En 1773 Junípero fue a la Ciudad de México para entrevistarse con el Virrey Bucarelli y tratar de resolver los problemas que habían surgido entre los misioneros y los representantes del Rey en California. La Representación de Serra (1773) ha sido llamada «Carta de los Derechos» de los indios; una parte decretaba que «el gobierno, el control y la educación de los indios bautizados pertenecerían exclusivamente a los misioneros». Durante esta visita a la Ciudad de México Serra escribió a su sobrino, el Padre Miguel Ribot Serra diciéndole: «En California está mi vida y allí, si Dios quiere, espero morir».

Ni siquiera el martirio del Padre Luis Jaime en la Misión de San Diego (1775) apagó el deseo de Serra de añadir nuevas misiones a la cadena de las ya existentes a lo largo de la costa de California. En todas estas misiones, Junípero y los frailes enseñaron a los indios métodos de cultivo más eficaces y el modo de domesticar a los animales necesarios para la alimentación y el transporte. Cuando fue capturado el indio que dirigía a los rebeldes en la Misión de San Diego, Serra escribió al Virrey, pidiéndole que perdonara la vida del indio. Los que fueron capturados, fueron eventualmente perdonados. En la misma carta al Virrey, Serra pedía que «en el caso de que los indios, tanto paganos como cristianos, quisieran matarme, deberían ser perdonados». Serra explicaba: «Debe darse a entender al asesino, después de un moderado castigo, que ha sido perdonado y así cumpliremos la ley cristiana que nos manda perdonar las injurias y no buscar la muerte del pecador, sino su salvación eterna».

Serra pasó los últimos años de su vida ocupado en las tareas de la administración, la necesidad de escribir muchas cartas a las otras misiones y a la Iglesia y a los oficiales del gobierno en la Ciudad de México, y con el ansia de fundar las misiones necesarias. Sin embargo, trabajó con gran fe y tenacidad, aunque le iban faltando las fuerzas.

Los indios le pusieron de apodo «el viejo», porque tenía 56 años cuando llegó a la Alta California, pero Serra trabajó constantemente hasta su muerte el 28 de agosto de 1784 en la Misión de San Carlos Borromeo, que había sido su cuartel general y se convirtió en el lugar de su descanso definitivo. Los indios y los soldados lloraron la muerte de Serra y lo llamaban «Bendito Padre». Muchos se llevaban un trozo de su hábito como recuerdo; otros tocaban medallas y rosarios a su cuerpo.

Poco tiempo después de la muerte de Serra, el Guardián del Colegio de San Fernando escribía al Provincial de los Franciscanos en Mallorca: «Murió como un justo, en tales circunstancias que todos los que estaban presentes derramaban tiernas lágrimas y pensaban que su bendita alma subió inmediatamente al cielo a recibir la recompensa de su intensa e ininterrumpida labor de 34 años, sostenido por nuestro amado Jesús, al que siempre tenía en su mente, sufriendo aquellos inexplicables tormentos por nuestra redención. Fue tan grande la caridad que manifestaba, que causaba admiración no sólo en la gente ordinaria, sino también en personas de alta posición, proclamando todos que ese hombre era un santo y sus obras las de un apóstol».

El 14 de septiembre de 1987, el Papa Juan Pablo II tuvo un encuentro con los Indios nativos americanos en Fénix, Arizona, durante el cual alabó los esfuerzos de Serra para proteger a los indios contra la explotación. Tres días más tarde el Papa visitó la tumba de Serra en la Misión de S. Carlos Borromeo y recordó la Representación de Serra en 1773 en favor de los indios de California. Juan Pablo II dijo que Serra y sus misioneros compartían la convicción de que «el Evangelio es un asunto de vida y de salvación. Ellos estimaban que al ofrecer a Jesucristo a la gente, estaban haciendo algo de un valor, importancia y dignidad inmensos». Esta convicción los sostenía «frente a cualquier vicisitud, desazón y oposición».

El mismo Juan Pablo II beatificó solemnemente en Roma a Fray Junípero el 25 de septiembre de 1988.

En los Estados Unidos se lo festeja el 1 de julio, el resto del mundo lo recuerda el 28 de agosto.

El altar hace sagrada la ofrenda

Santo Evangelio según San Mateo 23, 13-22. Lunes XXI del Tiempo Ordinario.

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Cuántas personas se alejan de la Iglesia por el pobre testimonio que damos. Ayúdame, Señor Jesús, a hacer esta oración para que mi corazón escuche y mi generosidad crezca a fin de poder responder a todas las luces de tu Espíritu Santo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según San Mateo 23, 13-22

En aquellos días, dijo Jesús: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! «¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: «Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!» ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: «Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado.» ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Qué corrección la que les has dado a los fariseos y escribas de tu tiempo, Señor! Pero cuánto amor se descubre detrás de estas correcciones que buscaban la conversión.

La corrección me demuestra que una persona de verdad se interesa por mí. No le es indiferente si estoy o no en el mal camino, si estoy malogrando mi existencia, si estoy haciendo las cosas de la manera incorrecta. Esto es lo que me demuestras hoy. Tú eres un Dios que se interesa por mi bien. Tú siempre buscas lo mejor para mí aunque a veces me cueste descubrirlo y aceptarlo. No eres el prohibidor absoluto, eres el consejero perfecto.

Si de verdad siguiera en mi vida todos los consejos que me das… ¡qué distinto sería todo! Claro que no es fácil aceptar las correcciones y consejos de otros. Mucho menos los tuyos, que en ocasiones son tan difíciles de comprender.

Los que son padres de familia comprenden mejor el aspecto tan fundamental de la corrección en la formación de sus hijos. No corrigen al hijo para fastidiarlo, para hacerlo sufrir, ni siquiera para probarlo en la virtud.

Lo hacen porque buscan el bien para el amado. Así es también tu actitud conmigo. Pero ¡cuánto me cuesta permanecer hijo y aceptar las correcciones que me envías!

Corregir al hijo no es hacer lo que él ha hecho mal o no ha hecho. Corregir es señalar el error, enseñar a prevenirlo en el futuro, acompañar a mejorar. Tú corregiste a los fariseos pero no los transformaste inmediatamente en lo que querías que fueran. Tú hablas, instruyes, muestras… pero es a mí a quien me toca trabajar. Claro que siempre con el plus de tu gracia que todo lo puede y nunca me abandona.

Dame la gracia, Señor, de confiar en que lo que me pides, siempre lo pides por amor, y que es lo mejor para mí. Gracias por el amor que me tienes que es capaz de prevenirme, levantarme y ayudarme a retomar el camino correcto.

«La corrección es un estímulo cuando también se valoran y se reconocen los esfuerzos y cuando el hijo descubre que sus padres mantienen viva una paciente confianza. Un niño corregido con amor se siente tenido en cuenta, percibe que es alguien, advierte que sus padres reconocen sus posibilidades».

(S.S. Francisco, Exhortación apostólica Amoris Laetitia, n. 269).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar un misterio del rosario para pedir de manera especial por todos aquellos que de algún modo son jefes y guías de los demás para que sean realmente personas coherentes y prudentes en sus comportamientos.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

San Junípero Serra, “conquistador” de almas

Aaron Fulkerson | CC BY-SA 2.0

Salvador Aragonés – publicado el 28/09/15

De los indios dijo que “ellos me han robado el corazón”

Junípero Serra es un español, un mallorquín, universal, que misionó California.

Fue el gran misionero de la Alta California, y a su obra se deben la defensa de los indios del lugar, los “pames”, a quienes consideraba sus “hijos” y a los que enseñó el cultivo de productos mediterráneos, como la vid, las técnicas de labranza, la carpintería y albañilería, a tejer, a guisar, a leer y escribir.

La labor de Junípero Serra fue de civilización y evangelización al mismo tiempo. Aprendió con gran esfuerzo la lengua de los indios nativos y se dedicó a ellos.

Esto desmiente a quienes lo ven como un “conquistador” o “colonizador”, manipulados por algunos grupos contrarios a la Iglesia católica.

Los restos mortales de Fray Junípero descansan en la misión que él fundó de San Carlos Borromeo en Monterrey.

Es un acto de justicia, pues fray Junípero es más conocido en Estados Unidos que en España. Fue un fraile ejemplar, viviendo la pobreza evangélica.

La presencia de Junípero Serra en California fue debida a la expulsión de los jesuitas en el reinado de Carlos III (1767).

Los jesuitas habían evangelizado la Baja California, aunque no se conservan apenas sus misiones porque estaban mal administradas afirma fray Zephyrin Engelhardt (The Mission and Missionaries of California).

Tras su expulsión fueron enviados en su lugar los padres franciscanos y dominicos, aunque estos últimos tuvieron muy poca presencia en California.

El fraile mallorquín había aprendido en los años anteriores el trato con los indígenas trabajando en México.

A la Alta California llegó con el militar Gaspar de Portolá, que estaba al frente de un grupo de tropas para conquistar la Alta California.

Portolá era natural de Balaguer (Lleida). Una vez encontró este que muchos españoles habían enfermado de escorbuto y fray Junípero sufría fuertes dolores en la pierna.

Le ofreció llevarlo a México por si se podía curar, pero el franciscano dijo que no, y que si moría que le enterraran allí mismo, en la cuneta.

De la extraordinaria labor que hizo fray Junípero Serra dan fe las nueve misiones que fundó.

En ellas se ganó la amistad de los indios pames que eran de una raza, al decir de los colonizadores, de muy escasa inteligencia, torpes en las labores manuales y pobres en el entendimiento de las cosas.

Los españoles –alguno de ellos conquistadores con pocos escrúpulos—engañaban a los indios y traficaban con lo mejor de sus productos naturales y vendían los suyos a precios de usura.

Fue Junípero Serra quien de golpe decidió reducir a la mitad los precios de todos los productos para que estuviesen al alcance de los indios.

Como curiosidad, cuando llegaron los españoles a California encontraron mucha viña salvaje, cuyas cepas llegaron a España y de ellas se extrajo el vino de misa, según señala fray Agustí Boadas O.F.M., estudioso de las misiones franciscanas.

Con el fin de poderse comunicar con los indios aprendió el franciscano su lengua.

Es falso lo que han dicho algunos indios norteamericanos que impuso la lengua española porque está demostrado que el proceso fue al revés.

De los indios dijo que “ellos me han robado el corazón”, según atestigua Francis F. Guest, OFM, (“Junípero Serra and his aproach to the Indiana”).

Tuvo que enfrentarse a veces con el poder político para defender a los indios que decía “son nuestros hijos”.

De entre las misiones que fundó fray Junípero –las misiones eran centros religiosos, culturales y administrativos– están la de San Carlos de Monterrey, San Francisco origen de la importante ciudad actual, la de San Gabriel que luego se transformó en las ciudad de Los Ángeles, San Diego y Sacramento la actual capital de California.

Fueron bautizados unos 5.700 indios.

La labor que desarrolló el tenaz fray Junípero Serra –que por cierto no gozó de buena salud lo que no impidió su gran obra- fue reconocida por los californianos hasta el punto que lo propusieron y así se acordó poner una estatua del fraile mallorquín en el Capitolio, junto a los padres de la patria de los Estados Unidos, pues todos los estados tienen la estatua de un héroe del Estado.

Junípero Serra es el único no americano que tiene una estatua en el National Statutary Hall del Capitolio.

Fray Junípero Serra era natural de Petra (Mallorca), de padres campesinos y muy pobres, que le pusieron el nombre de Miquel Josep que cambió por el de Junípero (Junípero Sabina) al profesar como franciscano.

Sus cualidades intelectuales le valieron para ser pronto profesor de Teología en Palma y a los 36 años se fue como misionero a Las Américas.

Zarpó desde Palma en un buque que le llevaría a Nueva España, es decir a México, al frente de 20 franciscanos de los que 16 eran mallorquines.

Entre ellos estaba su íntimo amigo y biógrafo, fray Francisco Palou (Relación histórica de la vida y apostólicas tareas del venerable padre fray Junípero Serra, México, 1787).

Ambos franciscanos hablaban en catalán y escribieron también en esa lengua. Falleció fray Junípero en Monterrey en agosto del año 1784, a los 71 años.

El fraile mallorquín no fue solo un hombre de gobierno que misionó la Alta California, sino también un santo.

Así lo han reconocido generación tras generación hasta que Juan Pablo II lo beatificó en el año 1988 en uno de sus viajes a los Estados Unidos y el papa Francisco lo canonizó el 23 de septiembre de 2015 en la ciudad de Washington.

Como ha dicho el Ministro General de los padres franciscanos menores, fray Michael Perry, norteamericano, la fiesta de fray Junípero Serra, el 1 de julio, se celebra mucho en Estados Unidos.

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